LA LUCHA POR
LA
INTERNACIONAL COMUNISTA
Introducción
La
Internacional Comunista ha sido,
hasta el momento, el mayor organismo social creado por el proletariado para
conseguir la emancipación del género humano. Constituida en 1919, la Comintern se explica en
la necesidad que los obreros revolucionarios han tenido siempre de estar
organizados internacionalmente. Ya los predecesores del proletariado
revolucionario discutían sobre ideología y estrategia a nivel internacional.
Derrotado el Terror y la
Conspiración de los Iguales en la Revolución Francesa,
los revolucionarios que lograron escapar se unieron en torno al programa
comunista de Babeuf, ejecutado en 1797, que sería el embrión de la Liga de los Desterrados
creada en 1834 por demócratas alemanes exiliados. El desarrollo ideológico de
la línea más radical dio origen en 1836 a la Liga de los Justos cuya militancia seguía siendo
de origen alemán aunque con una mayor atracción hacia obreros de otros países.
La lucha ideológica en el seno de esta Liga, en la que ya participaban
activamente Marx y Engels, permitió a esta dar un salto cualitativo y
transformarse en Liga de los Comunistas, en 1847, presentando en sociedad el
primer programa liberador de los oprimidos del Mundo, el Manifiesto del Partido
Comunista, toda una declaración de intenciones sobre los objetivos
revolucionarios del proletariado: "Los comunistas consideran indigno
ocultar sus ideas y propósitos. Proclaman abiertamente que sus objetivos sólo
pueden ser alcanzados derrocando por la violencia todo el orden social
existente." En 1864 se constituyó la I Internacional o
AIT que supuso un nuevo salto cualitativo, esta vez en el aspecto organizativo,
frente al salto ideológico representado en la Liga de los Comunistas. Si las anteriores formas
de organización no eran más que círculos conspirativos de revolucionarios, la AIT era ya una organización en
la que se unía la conciencia de la necesidad de tomar el poder por parte del
proletariado (si bien es cierto que los anarquistas negaban el poder como tal y
los marxistas no definirían correctamente esta idea hasta la experiencia
comunera de Paris) con una militancia formadas por decenas de miles de obreros
de Europa y Norte América, cuya influencia era cada vez mayor entre los obreros
como demostró la
Guerra Franco-Prusiana y la subsiguiente Comuna de París,
pues en plena guerra asociaciones obreras de Francia y de Alemania se lanzaron
mensajes de solidaridad internacionalista oponiéndose a luchar entre sí por los
deseos de las dinastías patrias. Y la
Comuna de París, donde estuvo presente la AIT, se conformo, por medio de
los hechos, como un poder proletario e internacionalista declarando la guerra a
toda formulación chovinista que dividiese a los obreros.
Tras la gesta
proletaria de París llegaría la II Internacional en la cual el marxismo iría
cogiendo cada vez mayor peso, aunque eso sí un “marxismo adaptado” por el SPD
que se alejaba del marxismo revolucionario y que luego daría lugar a la Internacional Comunista.
Casi un siglo
desde la Liga de
los Desterrados hasta la Komintern. Numerosos saltos hacia adelante en lo
organizativo, lo ideológico, lo político… y en definitiva en la conformación
del proletariado como clase, la única verdaderamente revolucionaria en la época
del imperialismo. La Comintern
supone un antes y un después en la historia de la humanidad. Por vez primera el
proletariado internacional (el ruso ya lo había conseguido) era independiente
políticamente y no tenía que supeditar su lucha de clase a los intereses de
esta o aquella facción de la burguesía.
La historia de la Internacional Comunista
está unida a la historia del bolchevismo, a la lucha dentro del Movimiento
Obrero entre revolucionarios y revisionistas. Primero contra los centristas y
después contra los izquierdistas, la Comintern conformó la Línea General
Revolucionaria basándose en la experiencia acumulada por el proletariado en su
lucha de clase contra los explotadores y sus lugartenientes dentro del
movimiento obrero.
La lucha por la Internacional Comunista
A finales del
s. XIX la II
Internacional se reclamaba marxista. Pero del marxismo solo
reconocían su aspecto negativo, el revisionismo, que es la antítesis del
marxismo revolucionario. El SPD de Kautsky y compañía era el gran valedor de
este marxismo, adoptado en el Congreso de Erfurt en 1891, que estaba basado en
innumerables desviaciones oportunistas respecto de la línea revolucionaria. La
lucha del proletariado era concebida por Kautsky, Bernstein... como una lucha
de reformas, concepción acorde con el mecanicismo y el determinismo con el que
observaban el desarrollo de la lucha de clases. Utilizando el Estado burgués
los trabajadores solo tendrían que esperar a que las premisas económicas
estuviesen maduras para llegar al comunismo. El Partido obrero debía ser un
Partido de masas que poco a poco fuese conquistando libertades para el
proletariado desde el Parlamento y sus luchas económicas. Los Partido
socialdemócratas lejos de luchar por la independencia política del proletariado
se aliaban con cualquier facción de la burguesía a cambio de unas migajas. Y no
importaba si estas facciones burguesas estaban en el poder o en la oposición.
Ejemplos de ello son el pacto de los socialdemócratas alemanes con Bismark, de
los socialistas españoles con los republicanos en 1909 y luego con el fascista
Primo de Rivera, o la práctica ministerialista del socialismo francés.
A pesar de
mantener el nombre de socialistas, los partidos de la II Internacional
se alejaron de la lucha de clases hasta abrazar el conciliacionismo con la
burguesía. La huelga política era desechada de los programas reformistas, la Revolución quedaba como
recurso retórico en los mítines y el tradeunionismo se establecía como rutina
diaria en el Partido. La
Revolución, cada vez más lejos en el horizonte de la
socialdemocracia, se cambiaba por el objetivo de un sillón en los parlamentos
de oro y sangre.
La ideología
proletaria parecía sucumbir ante el revisionismo, pero ante este no tardarían
en alzarse los verdaderos revolucionarios desarrollando la lucha de dos líneas
en el seno de la socialdemocracia internacional. Rosa Luxemburgo en 1899 en su
¿Reforma o Revolución? atacaría a los oportunistas, pero los que con mayor
fuerza y repercusión lanzaron la ofensiva fueron los “iskristas”, antecesores
del bolchevismo, que implementaron la línea roja frente al revisionismo oficial
de la II Internacional:
“La
socialdemocracia debe transformarse, de partido de la revolución social, en un
partido democrático de reformas sociales, Bernstein ha apoyado esta reivindicación
política con toda una batería de "nuevos" argumentos y
consideraciones bastante armoniosamente concordados. Ha sido negada la
posibilidad de fundamentar científicamente el socialismo y de demostrar, desde
el punto de vista de la concepción materialista de la historia, su necesidad e
inevitabilidad; ha sido negado el hecho de la miseria creciente, de la
proletarización y de la exacerbación de las contradicciones capitalistas; ha
sido declarado inconsistente el concepto mismo del "objetivo final "
y rechazada en absoluto la idea de la dictadura del proletariado; ha sido
negada la oposición de principios entre el liberalismo y el socialismo; ha sido
negada la teoría de la lucha de clases, pretendiendo que no es aplicable a una
sociedad estrictamente democrática, gobernada conforme a la voluntad de la
mayoría, etc. ” [1]
Lenin extiende
en su ¿Qué Hacer? la crítica a las viejas formas organizativas de la
socialdemocracia internacional ancladas en el economicismo, poniendo al desnudo
la bancarrota ideológica de los líderes de la II Internacional,
lo que unido a su crítica al tradeunionismo y al terrorismo, deja clara la
necesidad que tenía el proletariado de generar un nuevo organismo internacional
acorde con sus intereses de clase. Pero Lenin y los marxistas rusos todavía
seguirán luchando dentro de la vieja Internacional. Una lucha que se recrudece
tras la derrota de la
Revolución en 1905, pues esta hace que la II Internacional
bascule más a la derecha y niegue con mayor energía las posibilidades de la Revolución proletaria.
Así el oportunismo aprovecha la derrota revolucionaria y se extiende en forma
chovinista por toda Europa y sobretodo en Rusia donde socialchovinistas de
distinto pelaje pretenderán dividir al proletariado del Estado ruso para que se
dedique a luchar por su patria y contra las demás. Para combatir estas
desviaciones Stalin escribió “El marxismo y la cuestión nacional” una obra que
muestra la lucha ideológica entre el internacionalismo consecuente y el
nacionalismo disfrazado de rojo.
Pero esta
resaca de oportunismo que trajo la derrota de 1905 se quedó en nada respecto a
lo que supuso la I Guerra
Mundial. Al estallar la guerra todo el internacionalismo pregonado por los
oportunistas se esfumó. Los partidos socialistas se unieron a sus burguesías
nacionales para mandar a morir al proletariado a la guerra imperialista y se
convirtieron en traidores confesos de la clase. Los bolcheviques que desde 1912
se habían constituido en el primer Partido proletario de Nuevo Tipo de la
historia, se pusieron al frente de la línea internacionalista lanzando la
consigna de transformar la Guerra Imperialista en Guerra civil
revolucionaria. Para ganarse al resto de la socialdemocracia los
internacionalistas, o marxistas, participaron en la Conferencia de Zimmerwald
en 1915 en la que desarrollaron la lucha contra el chovinismo belicista y
contra el centro kautskiano. Los resultados para los bolcheviques serían
positivos: se demostró la ineficacia de los centristas y derechistas de
Zimmerwald, y se hizo que “madurasen” las condiciones para que distintos grupos
socialdemócratas fundasen una Nueva Internacional. Antes de la citada
Conferencia Lenin avisaba:
“...No
ofrece la menor duda de que para crear una organización marxista internacional
es indispensable que en los distintos países haya fuerzas dispuestas a formar
partidos marxistas independientes. En este sentido, Alemania, el país de
movimiento obrero más antiguo y vigoroso, reviste una importancia decisiva. El
futuro próximo nos dirá si han madurado ya las condiciones para constituir una
nueva Internacional marxista. Si han madurado nuestro partido ingresará con
alegría en esa III Internacional, depurada de oportunismo y chovinismo” [2]
En abril de
1917 ya se había constatado la ineficacia de Zimmerwald, controlada por los
kautskianos o centristas y era inminente la constitución de una Internacional
Comunista como base de la Revolución Proletaria Mundial:
“No puede
tolerarse por más tiempo la charca zimmerwaldiana. No podemos permitir que por
culpa de los “kautskianos” de Zimmerwald sigamos aliados a medias con la Internacional
chovinista” (…) “No “esperar”, sino proceder inmediatamente a fundar la III Internacional:
tal es la misión de vuestro partido.” [3]
Rompiendo con
el revisionismo Lenin y los bolcheviques muestran cual es el camino para
conquistar la unidad del proletariado: no vale con prometer la unidad orgánica,
hay que defender los principios del marxismo-leninismo: “ lo importante no
es el numero, sino que expresen de un modo justo las ideas y la política del
proletariado verdaderamente revolucionario”(…) “Antes quedarnos solos, como
Liebknecht – y quedarse solo así significa quedarse con el proletariado
revolucionario– que abrigar, aunque solo sea un minuto, la idea de la unión con
el partido del Comité de Organización” [4]
Los marxistas,
consecuentes con sus ideas, rompieron definitivamente con los revisionistas y
se lanzaron a la conquista de la dictadura del proletariado.
De hecho la III Internacional
se fundó en 1918, cuando el largo proceso de lucha contra el oportunismo y el
socialchovinismo, sobre todo durante la guerra, condujo a la formación de
partidos comunistas en una serie de naciones. Oficialmente la III Internacional
se ha fundado en su I Congreso, celebrado en marzo de 1919 en Moscú.(…) La
importancia histórica universal de la III Internacional,
de la
Internacional Comunista, reside en que ha comenzado a poner
en práctica la consigna más importante de Marx, la consigna que resume el
desarrollo del socialismo y del movimiento obrero a lo largo de un siglo, la
consigna expresada en este concepto: dictadura del proletariado. [5]
Los cimientos de la Revolución Proletaria
Mundial
El I Congreso
de la Comintern
supuso la constitución orgánica y política del Comunismo como ala revolucionaria
del Movimiento Obrero. La vanguardia comunista era entonces una minoría a nivel
internacional por lo que su Línea de Masas debía encaminarse a ganarse al resto
de la vanguardia obrera, sobretodo, al ala izquierda de la socialdemocracia que
veía en la Rusia
Soviética el camino a seguir. Pero este acercamiento o paso a
la Unidad
debía ser precedido por la Lucha
ideológica que permitiese la
Transformación o el salto cualitativo de socialdemócratas a
comunistas. La
Revolución Socialista de Octubre genero simpatía en las masas
oprimidas de todo el mundo, por lo que los partidos socialistas, en bancarrota
tras sus posiciones chovinistas en la Gran Guerra, querían subirse al carro de la Revolución manteniendo
sus tesis revisionistas y su “libertad” o “autonomía” respecto de la Nueva Internacional
[6]. Esto suponía un problema para la Internacional Comunista
pues abrir las puertas de par en par, es decir, llegar a la Unidad pasando por alto la
relación dialéctica Lucha-Transformación-Unidad, significaría a corto plazo
abandonar los principios marxistas, cuya defensa había supuesto precisamente la
ruptura con la vieja Internacional Socialista. Este problema sería resuelto en
el II Congreso de la IC
en el que se darían las famosas 21 Condiciones de ingreso en la Comintern (Las 21
Condiciones están en el anexo de este articulo) que pueden resumirse en:
Utilizar la propaganda para elevar a las masas proletarias hacia el comunismo,
haciendo especial hincapié en la necesidad de la dictadura del proletariado.
Centralismo democrático en los partidos y en la IC cuyos acuerdos son obligatorios para todas las
organizaciones. Compaginar el trabajo legal con el clandestino existiendo
siempre este ultimo en paralelo al anterior pues es imprescindible para que el
partido lleve a cabo sus tareas revolucionarias. Trabajo entre los soldados y
las masas campesinas que son la clase en la que debe apoyarse el proletariado
para realizar su Revolución. Lucha por la liberación de los pueblos oprimidos…
y por supuesto ruptura total con el reformismo y lucha contra el amarillismo
encarnado en Ámsterdam. En el II Congreso se constituye la Internacional
Sindical Roja, que agrupaba a millones de obreros de toda Europa. Si bien esta
sufriría numerosos cambios pues en un principio acudieron a ella sindicatos de
tipología anarquista como la C.N.T.
que en este Congreso estaba representada por el sindicalista revolucionario
Ángel Pestaña.
El crecimiento
de la IC es
impresionante. El Comité Ejecutivo realiza una enorme labor de propaganda ideológica
enviando delegados a todos los continentes para que se formen partidos
comunistas. La constitución de estos adolecía muchas veces de la experiencia
bolchevique en la forja del Partido de Nuevo Tipo, pero esta experiencia era
subsanada por la propia IC que actuaba como Estado Mayor de la RPM.
Entre el I y II
Congreso, en Baviera, Eslovaquia y Hungría el proletariado tomo el poder aunque
fue expulsado por la reacción como le ocurriera en 1918 a los obreros y
campesinos finlandeses. La ola revolucionaria se extendía por toda Europa pero
la inexistencia de Partidos Comunistas forjados como el Bolchevique, es decir,
con años de experiencia en lo ideológico y lo político y fusionados con las
masas, hacia que esta ola se quedase en intentonas insurreccionales.
En el terreno
de la lucha ideológica, no solo a la derecha y al centro tenía que hacer frente
la Comintern. En
casi todos los países surgieron grupos izquierdistas cuyo sectarismo
imposibilitaba a los comunistas crecer y fundirse con las masas proletarias.
Estos problemas se constataron en Alemania y otros lugares donde se produjeron
escisiones izquierdistas en los PC debido a la falta de claridad en cuanto a la
línea política a seguir. De aquí que la Comintern dedique su III Congreso a crear la
línea de Frente Único Proletario para atraerse a las masas mediante la
consigna de “Ir a las masas”. El Frente Único sirve como defensa frente al
izquierdismo, demostrando que hay que contactar con las masas para poder
elevarlas, pero también como lucha contra el reformismo pues precisamente el
F.U. trata de desenmascarar a los dirigentes reformistas. La premisa del Frente
Único es esta: La vanguardia comunista ya ha sido creada demostrando que el
proletariado es ideológica, política y orgánicamente una clase independiente.
Pero las masas siguen atrapadas en las mentiras del revisionismo y la burguesía
por lo que los comunistas deben realizar un frente con los obreros
desenmascarando al reformismo, para incorporar a las masas a la Revolución Proletaria,
fusionándose así la vanguardia ideológica con el movimiento obrero, con la
práctica de las masas y pudiendo conformarse en un verdadero Partido Comunista
que lleve a termino la praxis revolucionaria.
Esta táctica
fue refrendada en el IV Congreso y en el V en el que se utilizaría la consigna
de “bolchevizar los partidos comunistas” con el fin de que estos se
templasen en la lucha ideológica y política hasta convertirse en verdaderos
partidos de masas, que uniesen el socialismo científico al movimiento obrero.
La táctica de F.U. se desviaría a izquierda y derecha, pero no sufriría grandes
cambios hasta el VII Congreso cuando se adopta la táctica de Frente Popular que
se caracteriza por ser un frente interclasista contra el fascismo que en su
aplicación se fue desviando hacia la derecha cediendo terreno a la burguesía
progresista y supeditando los intereses y la iniciativa proletaria a los de la
burguesía y los reformistas. Ejemplo de ello es la actitud del PCE en la Guerra Civil, que
mantuvo siempre la misma línea colaboracionista con la burguesía republicana
desde el 36 hasta el 39 a
pesar de los grandes cambios operados durante la contienda, ya que al final de la Guerra era el mayor Partido
de la zona republicana. Y un ejemplo aun mayor de esta desviación es la disolución
de la propia Comintern a la vez que se pasaba del Frente Popular al Frente
Nacional con el plan de establecer gobiernos con la burguesía tras la derrota
del fascismo en toda Europa, como en Francia, haciéndole el juego a los
fascista que amenazaban con el “peligro comunista” para romper la unidad
antifascista. Así se liquida la organización internacional del proletariado
revolucionario y se pone otro granito de arena para que el revisionismo gane la
partida al proletariado a ambos lados del “telón de acero”: Al Este el
kruschevismo, al Oeste el Eurocomunismo.
La reconstitución de la Internacional Comunista,
tarea fundamental de la RPM
“Es
deber de los comunistas no silenciar las debilidades de su movimiento, sino
criticarlas abiertamente para desembarazarse de ellas lo antes posible y de la
manera más radical.” Lenin
La situación
actual del Movimiento Comunista Internacional es fruto de su propio desarrollo
interno. La vanguardia esta hoy en el atolladero, como demuestra la impotencia
de esta frente a la actual “crisis” del capitalismo. Los comunistas no podemos
esconder nuestras debilidades sino al contrario, ponerlas en la mesa y
analizarlas. Frente a la disyuntiva a la que nos enfrentamos hay solo dos
caminos: Permanecer en el letargo persistiendo día tras día en los errores que
nos han traído hasta aquí (cretinismo parlamentario, frentes interclasistas,
tradeunionismo, reformismo, entrismo, socialpacifismo, socialchovinismo…) o
levantarnos con la bandera del marxismo-leninismo para comenzar un nuevo
proceso revolucionario.
Esta última
opción es la que creemos correcta y la que nos lleva a luchar contra quienes
escogen la primera. Y es que en la actualidad la lucha de dos líneas es el
punto de partida para reconstituir los partidos proletarios de nuevo tipo y por
supuesto para reconstituir el organismo de la Revolución Proletaria
Mundial, la
Internacional Comunista.
La Comintern se forjo desde la escisión, la ruptura en el seno del
movimiento obrero. Y su consolidación no se produjo desde la unidad organicista
en torno a unos mínimos, sino desde la defensa intransigente de los principios
marxistas, en especial, de la dictadura del proletariado. La IC surgió pues de la lucha
ideológica, luchando contra oportunistas de distintas tendencias, que no eran
sujetos “casuales”, sino que eran tendencias que podían explicarse de un modo
científico, como hizo el revolucionario holandés Anton Pannenckoek. Lenin
recogería los argumentos de Pannenckoek en su artículo “Las divergencias en el
movimiento obrero europeo”:
“…No es
posible explicarse estas desviaciones como meras casualidades o equivocaciones
de tales o cuales personas o grupos y ni siquiera por la influencia de las
particularidades o tradiciones nacionales, etc. Tiene que haber motivos
fundamentales, inherentes al régimen económico y al carácter del desarrollo de
todos los países capitalistas, que engendren constantemente estas desviaciones”
[7]
Estos factores
que hacen que surjan tendencias anarquistas, revisionistas… en el movimiento
obrero son varias: el desarrollo desigual del capitalismo, el carácter
dialectico del desarrollo social y sobretodo la asimilación correcta o no del
marxismo. Pannenckoek pone un ejemplo de cómo la burguesía incide en las
corrientes del movimiento obrero, aunque tal vez este ejemplo peque de
metafísico pues lo principal en el desarrollo dialectico de las cosas son sus
circunstancias internas y no las externas. No obstante, este es el ejemplo:
Cuando la burguesía ejerce su dictadura de modo “liberal” facilita el crecimiento
de la aristocracia obrera y del reformismo, cuando la burguesía ejerce su
dictadura “violenta” surge con mayor facilidad la lucha armada terrorista.
Aunque insistimos en que estas circunstancias se deben más al propio desarrollo
del movimiento obrero que a lo que desde fuera pueda hacer la burguesía. Lo que
hay que rescatar de este trabajo del consejista holandés, más que la anécdota
del ejemplo, es el afán por encontrar una explicación materialista de la
situación del movimiento revolucionario, una explicación que solo se puede
encontrar mediante el estudio constante de las experiencias del proletariado
para extraer de ahí las enseñanzas que nos permitan avanzar hacia la conquista
del Partido y la Internacional.
Los obstáculos
de hoy no son nuevos. Lo que es nuevo es que en la etapa actual están presentes
todas las desviaciones del proletariado por lo que la lucha ha de llevarse a
cabo con mayor fuerza:
El
socialchovinismo que bajo la careta del internacionalismo actúa en realidad
como agente “plurinacionalista” que divide a los proletarios en su lucha común.
El interclasismo, presentado como el mana que reeditara un régimen republicano.
El cretinismo parlamentario por el cual se apuntalan los prejuicios burgueses
del proletariado al que se le da alas para que piense que con su voto puede
cambiar algo. El tradeunionismo que pretende que el proletariado adquiera
conciencia revolucionaria apuntalando su situación como sujeto subordinado y
que en realidad solo hace que la vanguardia vaya siempre a rebufo de las masas.
El espontaneismo, viejo conocido, que lleva a la idea de que una situación
concreta puede llevar a las masas a la insurrección, ya sea por una huelga
general o por la independencia de un pueblo, aun sin existir el Partido
Leninista de Nuevo Tipo. El socialpacifismo que lleva a muchos
“revolucionarios” a condenar la violencia y ponerse del lado del Estado cuando
este es atacado, olvidando que los revolucionarios debemos precisamente
destruir el Estado burgués, etc. Todos estos son viejos males que nos dividen y
que hay que vencer antes de llegar a la unidad de los comunistas.
Y es que no
puede ponerse la unidad por delante de la lucha en un momento de graves
diferencias, y deficiencias, ideológicas que son causa principal de la
disgregación orgánica. No puede pregonarse la Unidad de los Comunistas sino es sobre la base de
la lucha de dos líneas, “la unidad no hay que predicarla, sino conquistarla”.
Estamos de acuerdo en que la unidad es necesaria, pero esta solo será posible
cuando los comunistas nos hayamos deshecho de todos los elementos revisionistas
y oportunistas con los que cohabitamos en nuestro movimiento. En este camino de
lucha quedan todavía muchas rupturas antes de la unidad. Y no nos vale el
romanticismo de la unidad, una forma de voluntarismo que antepone los deseos
objetivos a la situación objetiva del movimiento. No es un “Congreso de
Unificación” lo que hace falta a los comunistas, como predica Unión Proletaria,
pues si de este Congreso saliese un “Partido Comunista Unificado” este solo
sería un engendro de Partido obrero de nuevo tipo unido sobre unos mínimos,
cuando ya sabemos lo que le pasa a un gigante con pies de barro. Lo que nos
hace falta es plantearnos la lucha de dos líneas como motor de la futura
unidad, no sobre unos mínimos sino sobre unos máximos, los del
marxismo-leninismo. Un “partido de mínimos” solo sería un partido sin cabeza
que iría, como nos pasa ahora, a la zaga del movimiento obrero dependiendo de
las luchas economicistas del momento.
Plantear todas
las cuestiones ideológicas y programáticas que nos separan actualmente y luchar
por que triunfe la línea proletaria revolucionaria, reconociendo principios
marxistas como la necesidad de la lucha armada para llegar al poder,
caracterización en cada caso de la revolución pendiente y sobretodo de la base
socioeconómica de esta, necesidad de la dictadura del proletariado, centralismo
democrático en el partido, defensa (sin eludir la critica) de los procesos
revolucionarios dirigidos por partidos comunistas (Perú, India). Reconocimiento
de la necesidad de hacer un verdadero balance de la experiencia histórica de
nuestra clase, como hicieron Pannenckoek o Lenin, para saber porque estamos en
esta situación y cuáles son los instrumentos políticos imprescindibles con los
que salir de ella…
Esta es para
nosotros la verdadera tarea del momento, no solo en el Estado español, sino en
todo el mundo para reconstituir la Internacional Comunista
y sus secciones que transformen la Línea General Revolucionaria en Línea política
concreta para aupar al proletariado al poder y acabar con la esclavitud
capitalista. La historia del bolchevismo nos muestra el camino.
Juventud
Comunista de Zamora
NOTAS
[1] Lenin ¿Qué Hacer? Progreso, p. 8.
[2] El Socialismo y la Guerra, Acerca de la Unidad en el MCI, Progreso,
p. 44.
[3] Las tareas del proletariado en
nuestra Revolución, Acerca de la
Unidad en el MCI, Progreso, pág. 45.
[5] La Tercera Internacional y su lugar en la historia.
Acerca de la Unidad
en el MCI, Progreso pg. 119.
[6] Muchos partidos socialistas
pedían la incorporación a la IC
pero manteniendo su autonomía para así no cumplir el programa revolucionario de
esta y seguir con sus planteamientos reformistas. Esto le ocurría al PSOE al
que la IC
respondió de forma crítica: “…Perdiendo completamente de vista la revolución
mundial, os es necesariamente imposible comprender el carácter y significación
de la
Internacional Comunista. Os la representáis como una especie
de club destinado a “unificar las fuerzas sociales que aspiran a vivir teniendo
el mismo ideal”. No, camaradas, la Internacional Comunista
no es eso: es una organización de lucha, es el ejército del proletariado
universal el que sostiene el combate en todos los frentes de la revolución
mundial. He aquí porque deben ser expulsados de sus filas todos los elementos
dudosos, vacilantes y oportunistas. He aquí por que las decisiones de nuestro
Comité Ejecutivo deben ser obligatorias para todos los destacamentos de este
ejército universal, para todos los partidos aislados que entren en la III Internacional.
En vez de las tres condiciones que presentáis para vuestra entrada en la III Internacional,
nosotros os proponemos las “Veintiuna Condiciones” adoptadas por su segundo
Congreso.” Comunicación del Presídium de la III Internacional
al PSOE (El Socialista, 17 de Enero de 1921).
[7] Las divergencias en el movimiento
obrero europeo, Contra el dogmatismo y el sectarismo en el movimiento obrero,
Progreso, p. 59.