Trotsky y el Leninismo

Capitulo 7

Lenin y la Revolución Permanente

 

 

El problema de la mecánica de la Revolución Proletaria Mundial es uno de los grandes puntos de controversia entre el trotskismo y el leninismo. La posición de Trotsky en este asunto está clara. Repasémosla, de todas formas, con un resumen claro y conciso en palabras del propio autor:

 

“La dictadura del proletariado, que sube al Poder en calidad de caudillo de la revolución democrática, se encuentra inevitable y repentinamente, al triunfar, ante objetivos relacionados con profundas transformaciones del derecho de propiedad burguesa. La revolución democrática se transforma directamente en socialista, convirtiéndose con ello en permanente . (...).

El triunfo de la revolución socialista es inconcebible dentro de las fronteras nacionales de un país. Una de las causas fundamentales de la crisis de la sociedad burguesa consiste en que las fuerzas productivas creadas por ella no pueden conciliarse ya con los límites del Estado nacional. De aquí se originan las guerras imperialistas, de una parte, y la utopía burguesa de los Estados Unidos de Europa, de otra. La revolución socialista empieza en la palestra nacional, se desarrolla en la internacional y llega a su término y remate en la mundial. Por lo tanto, la revolución socialista se convierte en permanente en un sentido nuevo y más amplio de la palabra: en el sentido de que sólo se consuma con la victoria definitiva de la nueva sociedad en todo el planeta.

El esquema de desarrollo de la revolución mundial, tal como queda trazado, elimina el problema de la distinción entre países ‘maduros' y ‘no maduros' para el socialismo, en el sentido de la clasificación muerta y pedante que establece el actual programa de la Internacional Comunista. El capitalismo, al crear un mercado mundial, una división mundial del trabajo y fuerzas productivas mundiales, se encarga por sí sólo de preparar la economía mundial en su conjunto para la transformación socialista.”

 

Por su parte, Lenin adopta como punto de arranque la tesis marxista clásica, recogida por la tradición de la II Internacional y que con tanta ortodoxia profundizó Trotsky, sobre la necesidad de un escenario internacional para la revolución proletaria. Sin embargo, durante la Primera Guerra Mundial, Lenin penetró aún más en el estudio económico del capitalismo y alcanzó a comprender su transformación cualitativa en capitalismo monopolista, en imperialismo. Sobre esta base conceptual abordó algunas de las cuestiones políticas candentes en ese momento en el marco de la política europea, como la consigna de moda de los “Estados Unidos de Europa”, que, como bien señala Trotsky, fue una respuesta utópica de la burguesía contra futuras guerras. En 1915, Lenin sometió a crítica, en el contexto del debate sobre aquella consigna –a la que tachó de reaccionaria e imperialista–, la idea de los “Estados Unidos del mundo”:

 

“Los Estados Unidos del mundo (y no de Europa) constituyen la forma estatal de unificación y libertad de las naciones, forma que nosotros relacionamos con el socialismo, mientras la victoria completa del comunismo no traiga la desaparición definitiva de todo Estado, incluido el Estado democrático. Sin embargo, como consigna independiente, la de los Estados Unidos del mundo dudosamente sería justa, en primer lugar, porque se funde con el socialismo y, en segundo lugar, porque podría conducir a la falsa idea de la imposibilidad de la victoria del socialismo en un solo país y a una interpretación errónea de las relaciones de este país con los demás.

La desigualdad del desarrollo económico y político es una ley absoluta del capitalismo. De aquí se deduce que es posible que el socialismo triunfe primeramente en unos cuantos países capitalistas, o incluso en un solo país capitalista. El proletariado triunfante de este país, después de expropiar a los capitalistas y de organizar la producción socialista dentro de sus fronteras, se enfrentaría con el resto del mundo, con el mundo capitalista, atrayendo a su lado a las clases oprimidas de los demás países, levantando en ellos la insurrección contra los capitalistas, empleando, en caso necesario, incluso la fuerza de las armas contra las clases explotadoras y sus Estados.”

 

Este texto es importante porque, desde la crítica de la hipótesis de una posible unidad mundial de Estados bajo las condiciones del capitalismo, Lenin deduce la concepción científica de la mecánica del desarrollo de la Revolución Proletaria Mundial en consideración a las premisas económicas del desarrollo capitalista en su etapa imperialista. En otras palabras: el desarrollo económico desigual del capitalismo puede provocar que la cadena imperialista mundial se rompa por su eslabón más débil, de modo que el socialismo triunfe en primer lugar en varios o en un solo país, cuyo proletariado aplicará la política del internacionalismo revolucionario para extender la revolución por todo el mundo. En definitiva, Lenin vaticina en 1915 lo que terminaría por ocurrir a partir de Octubre.

 

Queda el interrogante de si en esta cita Lenin se refiere a los países con un capitalismo relativamente avanzado o a cualquiera de los países del orbe. Desde luego, la visión del imperialismo como una cadena que atenaza a todas las naciones del mundo es la más adecuada a sus presupuestos teóricos y a la idea del eslabón débil , por lo que habría que considerar que cualquiera de los países oprimidos económicamente atrasados podría ser ese “eslabón débil”. En cualquier caso, Lenin todavía no lo formula en estos términos y lo cierto es que se refiere explícitamente a los “países capitalistas” (¿entraría Rusia en esta definición?). Lo cierto también es que, para 1917, Lenin abandona esta posición teórica:

 

“Rusia es un país campesino, uno de los países europeos más atrasados. En ella no puede triunfar el socialismo inmediatamente, de un modo directo . Pero, sobre la base de la experiencia de 1905, el carácter campesino del país –en el que se conserva un enorme fondo agrario de los terratenientes nobles– puede dar enorme impulso a la revolución democrática burguesa en Rusia y hacer de nuestra revolución el prólogo de la revolución socialista universal, un peldaño hacia ella. (...).

En Rusia no puede triunfar el socialismo de manera directa e inmediata. Pero la masa campesina puede llevar la revolución agraria, ineluctable y en sazón, hasta la confiscación de toda la inmensa propiedad terrateniente. (...).

Semejante revolución, por sí sola, no sería todavía socialista, ni mucho menos. Pero daría un impulso gigantesco al movimiento obrero mundial. Reforzaría extraordinariamente las posiciones del proletariado socialista en Rusia y su influencia entre los obreros agrícolas y los campesinos pobres. Permitiría al proletariado urbano, apoyándose en esta influencia, formar organizaciones revolucionarias como los ‘Soviets de diputados obreros', sustituir con ellos los viejos instrumentos de opresión de los Estados burgueses (el ejército, la policía y la burocracia) y aplicar –bajo la presión de la guerra imperialista, insoportablemente dura, y de sus consecuencias– una serie de medidas revolucionarias para controlar la producción y la distribución de los productos.

El proletariado ruso no puede culminar victoriosamente la revolución socialista sólo con sus propias fuerzas. Pero puede dar a la revolución rusa tal envergadura, que cree las mejores condiciones para ella, que la empiece , en cierto sentido. Puede aliviar la situación para que entre en las batallas decisivas su colaborador principal , más fiel y más seguro, el proletariado socialista europeo y americano.(...).

Las condiciones objetivas de la guerra imperialista son garantía de que la revolución no se limitará a la primera etapa de la revolución rusa, de que la revolución no se limitará a Rusia.

El proletariado alemán es el aliado más fiel y más seguro de la revolución proletaria rusa y mundial .”

 

Nos encontramos en plena vorágine revolucionaria en Rusia, mientras que en Europa los contendientes en la guerra imperialista ya dan síntomas de agotamiento. Sobre todo Alemania, que se siente acorralada y se dispone a realizar su último pero decisivo esfuerzo bélico ante la perspectiva de la inminente entrada de los Estados Unidos en la guerra. La crisis social se adivina en el horizonte europeo. En estas circunstancias, el plan estratégico de los revolucionarios rusos les inclinaba a considerar a Rusia como un país secundario en la próxima revolución internacional, aunque cumpliese el papel protagonista de ser la chispa iniciadora del incendio revolucionario de Europa. Este era el criterio con que se manejaban Lenin y los bolcheviques a partir de la primavera de 1917, y con este criterio y aquella perspectiva de la revolución europea asaltaron el Palacio de Invierno el 7 de noviembre. Sin embargo, tras el triunfo de Octubre y una vez asentada la revolución, la valoración de la relación entre el factor nacional y el internacional de la revolución fue obligando a Lenin a abandonar paulatina pero indefectiblemente la posición teórica sobre la revolución proletaria clásica de la socialdemocracia occidental a la que había retornado en 1917 . La propia experiencia de la revolución soviética incitará en Lenin una reelaboración y el reinicio de la evolución de su pensamiento en este terreno. Ya en el otoño de 1918, Lenin parece haber asimilado la primera lección tras un año de experiencia soviética:

 

“Si los explotadores son derrotados solamente en un país –y este es, naturalmente , el caso típico , pues la revolución simultánea en varios países constituye una rara excepción–, seguirán siendo, no obstante, más fuertes que los explotados, porque sus relaciones internacionales son poderosas.”

 

Es decir, el proceso, la mecánica del movimiento de la Revolución Proletaria Mundial no se asemeja para nada al “sentido nuevo y más amplio” de la Revolución Permanente como proceso ininterrumpidamente trasgresor de las fronteras nacionales que le da Trotsky. Parece claro, entonces, que tras un año de experiencia revolucionaria, Lenin, antes incluso de los fracasos de los asaltos revolucionarios de 1923, había perdido toda esperanza en la revolución “europea y americana” y en la “revolución proletaria mundial” y se disponía a aceptar, al menos tácitamente, la teoría del triunfo aislado y paulatino de la revolución. Pero una cosa es el modo, la forma del proceso y otra su contenido, su programa de construcción económica y sobre qué clases se apoya.

 

En noviembre de 1920, con motivo de la celebración del tercer aniversario de Octubre, Lenin volvía a recordar que, en las jornadas de 1917, en su pensamiento estaba sólidamente arraigada la idea de que:

 

“(...) nuestra victoria sólo sería firme cuando triunfara nuestra causa en todo el mundo, ya que iniciamos nuestra obra confiando exclusivamente en la revolución mundial.”

 

Sin embargo,

 

“Ahora, al cabo de tres años, resulta que somos muchísimo más fuertes que antes, pero que la burguesía mundial es también muy fuerte todavía y, a pesar de que es incomparablemente más fuerte que nosotros, podemos afirmar que hemos triunfado. (...).

Cuando decimos esto tampoco debemos olvidar otro aspecto: que sólo hemos triunfado a medias. Hemos triunfado porque hemos sabido mantenernos frente a unos Estados más fuertes que nosotros y que, además, se habían unido a nuestros explotadores emigrados: los terratenientes y los capitalistas. Hemos sabido siempre –y no lo olvidaremos– que nuestra causa es una causa internacional, y mientras no se realice la revolución en todos los Estados –incluidos los más ricos y civilizados–, nuestro triunfo representará únicamente la mitad de la victoria o quizá menos.”

 

Y este triunfo a medias de la revolución significa que:

 

“(...) el peligro no ha desaparecido, existe y seguirá existiendo hasta que triunfe la revolución en uno o en varios países avanzados.”

 

Entonces, para que la victoria sea completa, la abnegada labor de resistencia contra la reacción (guerra civil) y la agresión imperialista (intervención militar) debe ser completada con una labor de construcción y creación .

 

Hacia el otoño de 1920, en definitiva, Lenin ha roto con la idea de revolución europea y centra toda su atención, a corto plazo, en el problema del sostenimiento del poder revolucionario. En este sentido, es el espíritu de Brest-Litovsk, de conservación a toda costa del partido bolchevique en el poder, lo que continúa inspirando a Lenin. Desde luego, en torno a los debates sobre la paz de Brest y en la polémica contra los comunistas de izquierda, que querían continuar la guerra hasta el estallido social en Alemania, Lenin establece claramente la jerarquía de prioridades del poder soviético: defender y consolidar la revolución en Rusia, aunque sea a costa de desvincularla orgánicamente de Europa . Sin embargo, desde el punto de vista estratégico, el jefe bolchevique aún considera al proletariado occidental como la reserva principal tanto de la Revolución Proletaria Mundial como de la consolidación definitiva del poder soviético. Ganar tiempo y recuperarse para aguantar hasta que el proletariado de los países capitalistas desarrollados vayan en su ayuda . Estos son los parámetros con los que se maneja la dirección bolchevique tres años después del Octubre.

 

En estos momentos –que son todavía los del Comunismo de guerra –, Trotsky coincide, básicamente, con estos lineamientos estratégicos de la revolución vista desde la perspectiva soviética, a pesar de su posición ambigua hacia la firma de la paz de Brest-Litovsk . Realmente, el discurso oficial de los dirigentes soviéticos todavía se construía sobre los elementos políticos básicos de la Revolución Permanente de Trotsky (proletariado internacional como reserva estratégica principal de la revolución rusa, y política de repliegue y recuperación acorde con un momento coyuntural de impasse de la revolución internacional que continuaría extendiéndose hacia Occidente), mientras que las declaraciones de Lenin y de otros dirigentes acerca de la posibilidad de éxito relativo de la edificación socialista en un país aislado, que no aparentaban ser formuladas con intenciones teóricas, bien podían ser interpretadas como puro pragmatismo político para encarar la situación creada. Sin embargo, lo que verdaderamente se estaba dando en el fuero más interno del pensamiento leninista no tenía nada que ver con el pragmatismo político. Ciertamente, en su constante esfuerzo por comprender los hechos a la luz de la doctrina marxista, Lenin terminará poniendo en cuestión no sólo la idea clásica sobre el mecanismo de desarrollo de la revolución proletaria, sino también los viejos axiomas sobre el apoyo social de la misma y el carácter de la construcción de la nueva economía. Y son las circunstancias que acompañan a la adopción de la Nep por el X Congreso del PC(b)R, en marzo de 1921, y el significado de este giro en la política de construcción del socialismo en Rusia los que sirven de catalizador para la transformación en Lenin de algunas de sus concepciones sobre la Revolución Proletaria Mundial.

 

En diciembre de 1921, ante el IX Congreso de los Soviets de Toda Rusia, dice:

 

“”Ahora bien, ¿cabe concebir que una república socialista pueda subsistir en medio del cerco capitalista? Eso parecía inconcebible lo mismo en el sentido político que en el militar. Que esto es posible en los sentidos político y militar es ya cosa demostrada, ya es un hecho.”

 

Las posibilidades de supervivencia de un solo país socialista en medio del cerco capitalista no son, por tanto, coyunturales, sino que este hecho es posible contemplarlo a largo plazo. Después de añadir que también es posible la supervivencia de una república socialista aislada en el sentido comercial, en relación con sus posibilidades de recabar recursos en el mercado internacional, Lenin pasa a la cuestión crucial del nuevo basamento sobre el que se sostiene la revolución:

 

“(…) la cuestión más esencial y más cardinal de toda nuestra revolución y de todas las futuras revoluciones socialistas (tomadas a escala universal). La cuestión más cardinal y más esencial es la actitud de la clase obrera ante los campesinos, la alianza de la clase obrera con el campesinado.”

 

Para Lenin, la necesaria alianza entre el proletariado y el campesinado había adoptado una forma política y militar durante el Comunismo de guerra . Ahora, en la posguerra y en un periodo de estabilidad y de equilibrio de fuerzas a nivel internacional, debía adoptar una forma económica . Este era el primigenio significado de la Nep . Pero ésta tenía un calado mucho más profundo, de alcance histórico, de “escala universal”:

 

“Sólo en el afianzamiento de la alianza de los obreros y los campesinos reside la garantía de que toda la humanidad ha de verse libre de cosas como la reciente matanza imperialista, de las atroces contradicciones que hoy vemos en el mundo capitalista , donde un pequeño número, un puñado insignificante de las potencias más ricas se ahoga en su abundancia, mientras la inmensa mayoría de la población del globo terrestre sufre penalidades sin poder gozar de la cultura ni de los abundantes recursos existentes, que no encuentran salida por falta de mercado.”

 

Lenin finaliza su discurso insistiendo en que la unión de la clase obrera con los campesinos es una tarea “no sólo rusa, sino universal” . De modo que, para el invierno de 1921-1922, tenemos que Lenin se ha desembarazado del penúltimo requisito clásico de la Revolución Proletaria Mundial, que versaba sobre una determinada disposición de las fuerzas sociales de clase. Lenin ya no mira al proletariado internacional en su conjunto, sino que pone el peso en la construcción de sólidos vínculos entre sus destacamentos nacionales y el resto de los sectores populares. Al final de su vida dará el definitivo espaldarazo a esta nueva perspectiva cuando le otorgue carta de naturaleza al describir su significado concreto a escala mundial:

 

“El desenlace de la lucha depende, en última instancia, del hecho de que Rusia, la India, China, etc., constituyen la mayoría gigantesca de la población. Y precisamente esta mayoría de la población es la que se incorpora en los últimos años con inusitada rapidez a la lucha por su liberación, de modo que, en este sentido, no puede haber ni sombra de duda respecto al desenlace final de la lucha a escala mundial.

Pero lo que nos interesa no es esta inevitabilidad de la victoria definitiva del socialismo. Lo que nos interesa es la táctica que nosotros, el Partido Comunista de Rusia, que nosotros, el Poder soviético de Rusia, debemos seguir para impedir que los Estados contrarrevolucionarios de Europa Occidental nos aplasten. Para asegurar nuestra existencia hasta la siguiente colisión militar entre el Occidente imperialista contrarrevolucionario y el Oriente revolucionario y nacionalista, entre los Estados más civilizados del mundo y los Estados atrasados al modo oriental, los cuales, sin embargo, constituyen la mayoría, es preciso que esta mayoría tenga tiempo de civilizarse.”

 

En otras palabras, en el epílogo de su carrera, Lenin no sólo había trastocado la visión tradicional sobre las alianzas estratégicas del proletariado revolucionario, sino que, llevando ese cambio de perspectiva hasta sus últimas consecuencias, dejó indicado que el futuro de la Revolución Proletaria Mundial debía de dejar de mirar hacia Occidente para desviar su vista hacia Oriente, donde estaba en candelero la revolución de liberación nacional.

 

Finalmente, y para resumir, Lenin consigue cerrar el ciclo lógico de su cosmovisión política y termina, en el ámbito de la teoría general de la revolución proletaria, justo en el mismo punto donde comenzó cuando estableció la táctica y la línea general de la revolución rusa:

 

“Pero ¿y si lo peculiar de la situación llevó a Rusia a la guerra imperialista mundial, en la que intervinieron todos los países más o menos importantes de Europa Occidental, y puso su desarrollo al borde de las revoluciones de Oriente que estaban comenzando y en parte habían comenzado ya, en unas condiciones que nos permitían poner en práctica precisamente esa alianza de la ‘guerra campesina' con el movimiento obrero, de la que escribió como de una perspectiva probable en 1856 un ‘marxista' como Marx, refiriéndose a Prusia?”

 

La alianza del proletariado y el campesinado para la revolución rusa; la alianza del movimiento obrero occidental y de la dictadura del proletariado con la guerra campesina de Oriente como motor de la Revolución Proletaria Mundial. En esto se resume la visión política de Lenin en sus rasgos más fundamentales. Visión a todas luces alejada de la de Trotsky y su Revolución Permanente.

Ibíd .., pp. 217 y 218. Aquí podemos comprobar hasta dónde llegan el voluntarismo y el subjetivismo de Trotsky, y hasta qué punto pueden llegar a ser “confusas y oscuras” determinadas ideas sobre la revolución contra el capitalismo en el escenario de “la economía mundial en su conjunto”. Indiquemos, también, que el programa de la Internacional Comunista al que se refiere Trotsky es el aprobado en su VI Congreso, celebrado en 1928, que declaró que “las Tesis sobre los problemas nacional y colonial , redactadas por Lenin y aprobadas por el II Congreso, siguen en vigor y deben servir de norte en la labor ulterior de los partidos comunistas.” ( Cfr ., AA.VV.: La Internacional Comunista . Moscú, s/f [1970]; p. 279).

LENIN: O.C ., t. 26, pp. 377 y 378.

LENIN: O.C ., t. 31, pp. 97-99.

Esta posición se refiere, naturalmente, a la idea internacional o, por lo menos, europea que asociaba la II Internacional con la revolución proletaria, pero también a la posibilidad, que había adelantado Kautsky en 1902, de que fuera Rusia la que iniciase ese proceso.

LENIN: O.C ., t. 37, p. 271. La cursiva es nuestra.

LENIN: O.C ., t. 42, p. 1.

Ibídem , pp. 1-3.

Ibíd ., p. 3.

“Eso es lo que hemos de resolver ahora. Debemos recordar que es necesario aprovechar el presente estado de ánimo para inyectarlo en forma prolongada a nuestro trabajo a fin de acabar con toda la dispersión de nuestra vida económica. Es imposible ya volver al pasado. Al derrocar el poder de los explotadores hemos realizado ya más de la mitad de la obra. Ahora debemos agrupar estrechamente a todas las trabajadoras y trabajadores y hacerles trabajar juntos.” ( Ibíd ., p. 5).

“(...) que el cambio radical consiste ahora en la creación de la República de los Soviets de Rusia; que lo supremo tanto para nosotros como desde el punto de vista socialista internacional es preservar esta República, que ha comenzado ya la revolución socialista; que, en el momento dado, la consigna de guerra revolucionaria por parte de Rusia significaría o bien una frase y un vacuo acto ostensivo, o equivaldría objetivamente a caer en la trampa que nos tienden los imperialistas, los cuales quieren arrastrarnos a proseguir la guerra imperialista mientras somos débiles y derrotar por el procedimiento más barato posible la joven República de los Soviets.” (LENIN: O.C ., t. 35, p. 264). A pesar de las posiciones de defensa a ultranza de la revolución en una sola nación y su incólume decisión de firmar la paz al alto precio que exigían los alemanes, y aún a costa de poner en jaque la expansión de la revolución hacia Occidente, Lenin nunca cae en el chovinismo revolucionario ni en el nacionalismo (lo que Trotsky denominaba “mesianismo revolucionario”, que, efectivamente surge como peligro objetivo dado el modo como se desenvuelve el proceso revolucionario mundial), como posteriormente sí harán otros dirigentes soviéticos: “Si creemos que el movimiento alemán puede desarrollarse inmediatamente en caso de suspender las negociaciones de paz, lo que debemos hacer es sacrificarnos nosotros, puesto que por su fuerza la revolución alemana será mucho mayor que la nuestra. Pero lo esencial es que allí el movimiento no ha comenzado todavía, mientras que en nuestro país tiene ya un recién nacido que da grandes voces, y si en este momento no decimos claramente que queremos la paz, estamos perdidos. Para nosotros es importante mantenernos hasta que aparezca una revolución socialista general, y eso lo podemos conseguir sólo firmando la paz.” ( Ibídem , pp. 267 y 268).

“Resulta un cierto equilibrio, claro que muy malo. Pero, con todo, debemos tener en cuenta este hecho. No debemos perder de vista este hecho si queremos subsistir. O victoria inmediata sobre la burguesía, o pago de un tributo. (...). Pero ganaremos tiempo, y ganar tiempo significa ganarlo todo, sobre todo en una época de equilibrio, cuando nuestros camaradas del extranjero preparan a fondo su revolución. Y cuanto más a fondo la preparen, más segura será la victoria. Pero, mientras tanto, tendremos que pagar un tributo.” (LENIN: O.C ., t. 44, p. 48).

Trotsky era partidario de la consigna “Ni paz ni guerra”, lo que suponía cesar la guerra desmovilizando al ejército, pero sin firmar la paz. Trotsky era el jefe de la delegación encargada de firmar el tratado de paz con Alemania, y contra las directivas aprobadas en Moscú defendió su punto de vista suicida en Brest, lo que acarreó la ira alemana, un nuevo desastre en el frente y mayores concesiones al kaiser. Desde luego, la posición más coherente para Trotsky hubiera sido la de los comunistas de izquierda , partidarios de continuar la guerra como medio para la excitación de la revolución internacional. Sin embargo, una de las características de la actitud de Trotsky mientras vivió Lenin fue la de no decantarse nunca franca y abiertamente por una línea determinada o por un grupo o fracción, sobre todo si éstos se enfrentaban a Lenin, manteniendo casi siempre una postura ecléctica y ambigua.

LENIN: O.C ., t. 44, p. 310.

Ibídem , p. 315.

Cfr ., ibíd ., p. 316.

Ibíd ., p. 315. La cursiva es nuestra.

Cfr ., ibíd ., p. 339.

LENIN: O.C ., t. 45, p. 420. Es importante llamar la atención sobre la afirmación que realiza Lenin en este artículo, el último que publicó en vida, titulado Más vale poco y bueno y que sí puede ser considerado su verdadero testamento político, acerca de la idea recurrente de aguantar hasta la próxima oportunidad revolucionaria. Lo importante, esta vez, es que Lenin ya no espera la revolución proletaria en Occidente en abstracto para que acuda en ayuda de Rusia, sino que piensa en la revolución en Oriente como fruto de la colisión concreta e inevitable entre el imperialismo y las luchas de liberación.

Ibídem , p. 396.