Trotsky y el Leninismo

Capitulo 5

Dos concepciones de la política

 

 

Este tipo de errores se debe, por supuesto, a la falta de un análisis concreto de la situación concreta; pero, en 1905, Lenin lo atribuía a la confusión que, para muchos –entre ellos Trotsky–, existía entre revolución democrático-burguesa y revolución socialista. Ya vimos más arriba cómo Lenin relacionaba este error con el “espontaneísmo” de derecha y de izquierda en cuestiones de táctica; ahora veamos qué implica ese error desde el punto de vista de los objetivos, para los intereses del proletariado, de la revolución democrática:

 

“La ausencia de unidad en los problemas del socialismo y en la lucha por el socialismo no excluye la unidad de voluntad en las cuestiones de la democracia y en la lucha por la república. Olvidar esto significa olvidar la diferencia lógica e histórica que existe entre la revolución democrática y la revolución socialista. Olvidar esto significaría olvidar el carácter popular de la revolución democrática: si es ‘popular', esto significa que hay ‘unidad de voluntad' precisamente en tanto en cuanto esa revolución satisface las necesidades y las exigencias del pueblo en general.”

 

En Trotsky, por el contrario, no existe esa “unidad de voluntad” entre el proletariado y el campesinado. Enseguida, las contradicciones entre ambos se ponen de manifiesto y es precisa la “mayoría” obrera en el gobierno, la dictadura del proletariado, para dar continuidad a la revolución resolviendo esa contradicción (¡ojo, entre el proletariado y la pequeña burguesía; aquí ya no se trata de la contradicción entre proletariado y capital!) por el único camino posible, según Trotsky, la senda del socialismo. Para Lenin, sin embargo, sí hay un motivo de colaboración estable, una “unidad de voluntad” entre esas dos clases: el desarrollo del capitalismo.

 

“Y de estas tesis se deduce que es una idea reaccionaria buscar la salvación de la clase obrera en algo que no sea un desarrollo mayor del capitalismo. En países como Rusia, la clase obrera no sufre tanto a causa del capitalismo como de la insuficiencia de desarrollo del capitalismo. Por eso, la clase obrera está absolutamente interesada en el desarrollo más vasto, más libre, más rápido del capitalismo. Es beneficiosa por completo para la clase obrera la supresión de todas las reminiscencias del pasado que entorpecen el desarrollo amplio, libre y rápido del capitalismo. La revolución burguesa es, precisamente, la revolución que barre del modo más resuelto los restos de lo antiguo, las supervivencias del feudalismo (a las cuales pertenecen no sólo la autocracia, sino también la monarquía) y que garantizan por completo el desarrollo más amplio, libre y rápido del capitalismo.

Por eso, la revolución burguesa es beneficiosa en extremo para el proletariado . La revolución burguesa es absolutamente necesaria para los intereses del proletariado. Cuanto más profunda, decidida y consecuente sea la revolución burguesa, tanto más garantizada se hallará la lucha del proletariado por el socialismo contra la burguesía. Esta conclusión puede parecer nueva o extraña, paradójica, únicamente a los que ignoran el abecé del socialismo científico. Y de esta conclusión, dicho sea de paso, se desprende asimismo la tesis de que, en cierto sentido , la revolución burguesa es más beneficiosa para el proletariado que para la burguesía. He aquí, justamente, en qué sentido es indiscutible esta tesis: a la burguesía le conviene apoyarse en algunas supervivencias del pasado contra el proletariado, por ejemplo, en la monarquía, en el ejército permanente, etc. A la burguesía le conviene que la revolución burguesa no barra con demasiada resolución todas las supervivencias del pasado, sino que deje en pie algunas de ellas; es decir, que esta revolución no sea del todo consecuente, que no se lleve hasta el fin, que no sea decidida e implacable (…). A la burguesía le conviene más que los cambios necesarios en un sentido democrático burgués se produzcan con mayor lentitud, de manera más paulatina y cautelosa, de un modo menos resuelto, mediante reformas y no mediante la revolución, que estos cambios sean lo más prudentes posible con respecto a las ‘honorables' instituciones de la época de la servidumbre (tales como la monarquía), que estos cambios desarrollen lo menos posible la acción independiente, la iniciativa y la energía revolucionarias del pueblo sencillo, es decir, de los campesinos y principalmente de los obreros (…).

Temerosa del progreso democrático, que amenaza con el fortalecimiento del proletariado, la burguesía vuelve la vista atrás. El proletariado no tiene nada que perder, más que sus cadenas; tiene, en cambio, un mundo que ganar mediante la democracia. Por eso, cuanto más consecuente es la revolución burguesa en sus transformaciones democráticas, menos se limita a lo que beneficia exclusivamente a la burguesía. Cuanto más consecuente es la revolución burguesa, tanto más garantiza las ventajas del proletariado y de los campesinos en la revolución democrática.

El marxismo no enseña al proletariado a quedarse al margen de la revolución burguesa, a no participar en ella, a entregar su dirección a la burguesía; por el contrario, le enseña a participar del modo más enérgico y a luchar con la mayor decisión por la democracia proletaria consecuente, por llevar la revolución hasta el fin. No podemos salirnos del marco democrático burgués de la revolución rusa, pero podemos ensanchar en proporciones colosales dicho marco, podemos y debemos, dentro de los límites del mismo, luchar por los intereses del proletariado, por satisfacer sus necesidades inmediatas y por crear las condiciones indispensables para la preparación de sus fuerzas para la futura victoria completa. Hay democracia burguesa y democracia burguesa. El monárquico del zemstvo, partidario de una cámara alta, que ‘reclama' el sufragio universal y llega a la chita callando a un compromiso con el zarismo para obtener una Constitución enteca es un demócrata burgués. El campesino que se alza con las armas en la mano contra los terratenientes y los funcionarios y, por ‘republicanismo ingenuo', propone ‘echar al zar', es también un demócrata burgués. Hay regímenes democráticos burgueses como el de Austria y como el de Inglaterra; como el de Austria y como el de Norteamérica o el de Suiza. Bueno sería el marxista a quien se le escapara, en la época de la revolución democrática, esta diferencia entre los grados de democracia y entre el diferente carácter de tal o cual forma de la misma y se limitara a ‘discurrir con gran ingenio' a propósito de que, a pesar de todo, esto es una ‘revolución burguesa', fruto de una ‘revolución burguesa'.”

 

Para Lenin, la “condición” de la participación del proletariado en la revolución democrática y en su dirección consiste, no en obtener la mayoría gubernamental, sino en garantizar que esa revolución burguesa sea lo más profunda posible, en el sentido de permitir que el proletariado pueda implementar con el mayor grado de libertad su lucha de clase por el socialismo. Para Lenin:

 

“Más allá de los límites de la democracia no se puede hablar siquiera de unidad de voluntad entre el proletariado y la burguesía campesina. La lucha de clases entre ellos es inevitable; pero en la república democrática, esta lucha será la lucha popular más profunda y amplia por el socialismo . La dictadura democrática revolucionaria del proletariado y los campesinos tiene, como todo el mundo, su pasado y su porvenir. Su pasado es la autocracia, el régimen de servidumbre, la monarquía, los privilegios. En la lucha contra este pasado, en la lucha frente a la contrarrevolución, es posible la ‘unidad de voluntad' del proletariado y los campesinos, pues hay unidad de intereses.

Su porvenir es la lucha contra la propiedad privada, la lucha del obrero asalariado contra el patrono, la lucha por el socialismo. Aquí la unidad de voluntad es imposible. Aquí no nos hallamos ante el camino que va de la autocracia a la república, sino del camino que conduce de la república democrática pequeñoburguesa al socialismo.”

 

Finalmente, para valorar las posibilidades que en 1905 existían en Rusia, desde el punto de vista leninista, para pasar “ininterrumpidamente” desde la autocracia hasta el socialismo, idea clave de la teoría de la Revolución Permanente, recurramos, una vez más, a las afirmaciones categóricas de Lenin:

 

“Y como respuesta a las objeciones anárquicas de que aplazamos la revolución socialista, diremos: no la aplazamos, sino que damos el primer paso hacia la misma por el único procedimiento posible, por la única senda certera, a saber: por la senda de la república democrática. Quien quiera ir al socialismo por otro camino que no sea el de la democracia política, llegará infaliblemente a conclusiones absurdas y reaccionarias, tanto en el sentido económico como en el político. Si en un momento determinado tales o cuales obreros nos preguntan por qué no realizamos nuestro programa máximo, les contestaremos indicándoles cuán ajenas son aún al socialismo las masas del pueblo, impregnadas de espíritu democrático, cuán poco desarrolladas están aún las contradicciones entre las clases, cuán desorganizados se hallan aún los proletarios. ¡Organizad a centenares de miles de obreros en toda Rusia, difundid entre millones la simpatía por vuestro programa! Probad a hacerlo, sin limitaros a pronunciar estrepitosas pero hueras frases anárquicas, y veréis inmediatamente que llevar a cabo esta organización, difundir esta educación socialista depende de la realización más completa posible de las transformaciones democráticas.”

 

En resumen, en la Rusia de 1905 estaba pendiente la revolución burguesa. El problema fundamental al que se enfrentaba el proletariado revolucionario era qué tipo de Estado burgués sería implantado con la revolución , cuál era la correlación de clases, dentro del atrasado y semifeudal imperio zarista, para que el próximo capítulo que se abriría en la historia de Rusia dejase desbrozado el terreno para el más amplio despliegue ulterior de la lucha del proletariado por el socialismo. Por esta razón, Lenin impone una sola condición para la implicación activa del proletariado en la revolución: que el viejo régimen sea barrido por completo, que sea lograda una completa victoria sobre la autocracia, y que en ese fértil campo yermo el proletariado disfrute de toda la libertad para “defender sus intereses propios” de clase (entiéndase, no sólo económicos, sino, también y sobre todo, políticos) y cultivar la semilla de la revolución. Desde el punto de vista leninista, en 1905 el problema consistía en encontrar el modo de que la vanguardia proletaria ganase las posiciones políticas necesarias para dirigir el proceso revolucionario; era suficiente con que la actividad política de la vanguardia favoreciese la inclinación de la balanza de la lucha de clases hacia el lado más favorable para los intereses futuros de la clase obrera. En 1905 no existían bases materiales en Rusia –ni objetivas ni subjetivas– para el socialismo. Esto es algo irrefutable. Lenin jamás revisó su posición de Dos táct icas en este sentido; al contrario, su pensamiento acompañó la evolución de las circunstancias sociales de su país . Para Lenin, la lucha de clases de la Rusia de 1905 nunca podría ser encauzada directamente hacia el socialismo sin que antes se hubiera dado una profunda transformación de todas sus estructuras, económicas y políticas. Pero si Rusia aún no albergaba en su seno el germen del socialismo, sí existía el agrupamiento de fuerzas sociales capaz de acercarlo lo más rápidamente posible. Toda la política bolchevique, entre 1905 y 1917, consiste –además de la propaganda y la educación en las ideas socialistas de los elementos más conscientes de las masas– en conseguir aquel agrupamiento. Cuando éste tuvo lugar de forma imprevista, casi espontánea, debido a una serie de circunstancias inusitadas (e imprevisibles en 1905, lo cual es muy importante tener en cuenta), casi todas consecuencia directa de la guerra imperialista, a partir de febrero de 1917, Lenin cambió de óptica y se propuso –y propuso al partido en sus famosas Tesis de Abril – dar el siguiente paso, con el socialismo como meta inmediata.

 

Pero junto al agrupamiento de fuerzas de clase buscado desde 1905 y conseguido en 1917, también habían cambiado en Rusia otras cosas importantes. Ya hemos hablado de la aceleración del desarrollo capitalista tanto en la ciudad como en el campo desde la Primera Revolución, a lo que se sumaría el anudamiento de los vínculos de la cada vez más poderosa burguesía financiera rusa con el imperialismo internacional (lo que, además de imprimir un sesgo cada vez capitalista a la economía rusa, constituiría un factor importante de crisis). A esto irá vinculado un reseñable desarrollo cuantitativo del proletariado industrial, acompañado también de su desarrollo político: desde 1911, pero sobre todo a partir de la matanza perpetrada contra una manifestación de obreros en huelga de los auríferos del Lena, en abril de 1912, tiene lugar en Rusia el ascenso del movimiento obrero combativo, en un proceso en escalada similar al del año cinco, con un crecimiento vertiginoso de las huelgas y un porcentaje cada vez más alto de ellas con motivaciones políticas. Cuando la dinámica de este movimiento ascendente –al que se le iba sumando un incipiente movimiento democrático en forma de movilizaciones estudiantiles, etc.– empezaba a convertirse en una amenaza seria para el régimen autocrático, el estallido de la Primera Guerra Mundial lo paralizó y lo disolvió bruscamente. Trotsky llegó a afirmar, con su habitual estilo hiperbólico, que si no hubiera sido por la declaración de guerra de Alemania a Rusia del 1 de agosto, la Revolución de Octubre se hubiera iniciado en 1914 . Lo que debemos retener, sin embargo, es que, en este periodo y en el fragor de la lucha de clases, un proletariado más numeroso había adquirido una mayor madurez combativa para el caso de tener que afrontar la lucha en un plano cualitativo más elevado si las circunstancias así lo requiriesen en una crisis revolucionaria.

 

Finalmente, el factor quizá más importante, si no para un Febrero, sí al menos para que pudiera darse el triunfo de Octubre: el partido de vanguardia del proletariado revolucionario. A partir de la Conferencia celebrada en Praga en 1912, la fracción bolchevique rectifica su línea de construcción del partido e inicia un proceso de reconstitución del partido obrero ruso. La primera consecuencia de esta rectificación es la ruptura total, política y organizativa, con el resto de las fracciones del POSDR, y principalmente con lo que por esas fechas era el proyecto de Trotsky, el Bloque de Agosto , último intento de reunificación de las corrientes oportunistas del partido. En Praga, el bolchevismo rompió con la línea de unidad entre fracciones como base de construcción partidaria; a partir de aquí, la organización se sometía a la unidad político-ideológica y de dirección, reconquistando, de esta manera, el proletariado revolucionario ruso su independencia política. El bolchevismo se dispuso, entonces, a combatir políticamente al menchevismo y a conquistar sus organizaciones en Rusia. La fragua de este tipo de organización significó que, para 1917, el proletariado contaba con un organismo político dirigente capaz y dispuesto a conducirlo en pos del cumplimiento de su papel revolucionario .

 

Hacia 1917, en conclusión, estaban en sazón en Rusia las condiciones materiales –tanto objetivas como, sobre todo, subjetivas– que permitían la formulación de una táctica política que plantease como objetivo inmediato el socialismo, sin que tal planteamiento supusiese una descabellada aventura. El pensamiento de Lenin evoluciona desde 1905 a 1917 en consideración con esos elementos cambiantes. El método de Lenin consiste, precisamente, en la acción consciente sobre esos elementos, ya sean de naturaleza objetiva (por ejemplo, la implantación del capitalismo cuando se hace necesaria la liquidación completa de la servidumbre y la diferenciación clasista en el campo) o subjetiva (por ejemplo, la búsqueda de la alianza con los elementos políticos de la democracia pequeñoburguesa para sustraerlos a la influencia de la burguesía liberal) con el fin de conducirlos en la dirección adecuada para los intereses estratégicos del proletariado. En Lenin hay una dialéctica estrecha entre la marcha del proceso histórico, con sus ingredientes económicos, políticos, etc., y el desarrollo de la línea política y de la táctica. La mutua transformación de ambos planos es lo que hace característico al leninismo como concepción política. Por esta razón, las Tesis de Abril no pueden ni deben interpretarse como una ruptura con la política bolchevique anterior, sino como un desarrollo de la misma en términos de rectificación en función de un cambio en el plano del proceso histórico. Precisamente, esta adecuación política sería lo que permitiría la transformación posterior de ese proceso histórico rompiendo su línea de evolución normal , en el sentido de la desviación del desarrollo de la revolución burguesa de Febrero hacia Octubre, a partir de la acción desde el plano político. Lenin, partiendo de una realidad concreta, se vale del marxismo como método de análisis y como doctrina política para crear los instrumentos para la transformación de esa realidad. La mayoría de las controversias en las que se sumergió desde 1905 buscaban que la mayoría del partido comprendiera que el punto central de la acción política consistía en desequilibrar el sistema de relaciones entre las clases de la autocracia ganando al campesinado para la revolución. La alternativa era confiar en la actividad de la burguesía liberal, como defendían los mencheviques. Sin embargo, éstos también, aunque invitaban a la pasividad revolucionaria, ofrecían una fórmula práctica concreta basada en la realidad dada. Por eso, ambas corrientes, bolchevique y mencheviques, fueron quienes protagonizaron la escena política en este periodo, porque, partiendo de un análisis concreto de la situación concreta , ofrecieron sendas vías de desarrollo revolucionario a partir de elementos objetivos realmente existentes. Al contrario que Trotsky, para quien la política no encierra una estrecha relación entre proceso histórico y línea táctica, sino que consiste simplemente en la emisión de un pronóstico sobre los acontecimientos futuros , lo cual le apartó del escenario central de la política y del debate político del partido, al no ser capaz de ofrecer algún elemento concreto sobre el que fundar la actividad política cotidiana del POSDR .

 

Ya hemos señalado que la teoría de la Revolución Permanente acepta como punto de partida el análisis de Parvus sobre la Rusia de principios del siglo XX. Como recordaremos, Parvus destaca la falta de una clase social en Rusia cuya radicalización política ofrezca una amplia base para la democratización del país. De este modo, debe ser el proletariado quien cumpla ese papel. Trotsky, de acuerdo con esto, da un paso más y dice que el cumplimiento de ese papel le “obligará” inmediatamente a abordar problemas propios del socialismo. Aquí, como se ve, no hay, prácticamente, una propuesta táctica. O, mejor dicho, aquí la táctica se identifica con el proceso político general, se convierte en pronóstico. El único elemento concreto inmediato sustentado firmemente sobre la realidad objetiva de la sociedad rusa que contiene la teoría de Trotsky –y que no se refiera a ella por omisión, como la supuesta ausencia de un sector radicalizado de la pequeña burguesía– es la potencialidad revolucionaria del proletariado ruso. Al negar toda capacidad revolucionaria al resto de las clases sociales en Rusia, Trotsky preestablece y fija de una forma definitiva, sin posibilidad de alteración, la correlación de fuerzas entre las clases, sus agrupamientos políticos; y el poco numeroso proletariado queda aislado en esta prefiguración. Finalmente, como carece de aliados potenciales, no puede hacer nada, no puede elaborar una táctica y realizar una acción política con el fin de modificar aquella correlación entre las clases. La política proletaria, pues, se reduce a la espera de que la crisis social, con los enemigos –las demás clases– debilitados o neutralizados, permita al proletariado subirse en la cresta de la ola de la revolución. Pasado el primer momento triunfal, si el enemigo –todas o cualquiera de las demás clases– consigue recuperarse y contraatacar, o simplemente revolverse contra él –que es lo más probable vistas así las cosas–, el proletariado no podrá hallar apoyo más que en otros destacamentos nacionales de su misma clase.

 

En esto consiste la diferencia radical entre el método de Lenin y el método de Trotsky: para éste, la política –el análisis político– es previsión, anticipación del decurso de los acontecimientos; para Lenin, el análisis político es sólo un instrumento para incidir o para contribuir en ese devenir; para Trotsky, lo fundamental es la relación acierto-error de una tesis política, en último caso, su conclusión, el resultado , “resultado” que debe ser lo más acorde posible con los hechos finales ; para Lenin, lo principal es el contenido de esa tesis, el momento fijado por la misma y la actitud que subjetivamente vamos a adoptar hacia ese momento captado por nuestro análisis, precisamente para transformarlo en la dirección del objetivo deseado. Lenin no sustituye el “resultado” de los acontecimientos reales por el “resultado” del análisis. Ésta no es la cuestión: se trata de que este último permita influir sobre los acontecimientos como tales. De hecho, para el marxismo lo importante, desde el punto de vista de su utilidad como método científico, no es “el resultado”, el desenlace final del curso de los hechos, el objetivo. El marxismo ya determina de antemano el objetivo: la dictadura del proletariado y el comunismo. No en vano, el marxismo, como teoría política, es la síntesis intelectual de toda la evolución de la humanidad como entidad social y de sus conquistas en todas las esferas de la vida social y del saber. Por esta razón, las tendencias que genera en su marcha la historia forman ya parte del acervo teórico del marxismo. No se trata, en consecuencia, de “pronosticar” que el proletariado, en un momento dado, tomará las riendas del poder e instaurará su dictadura de clase o que, de lo contrario, no lo hará. Esta tautología forma implícitamente parte de las bases conceptuales de la teoría de la Revolución Permanente. Trotsky cifra el valor de esta teoría en que responde a la cuestión de que si el proletariado no se convierte en clase dirigente, la revolución burguesa no será consumada; pero esto, como hemos visto, lo había dicho ya Lenin en Dos tácticas . Lo importante, y lo que diferencia a ambos, se sitúa en el terreno de las consecuencias políticas de esta tesis. No se trata, por tanto, de informarnos de que sólo hay dos alternativas: socialismo o barbarie ; de que si en algún momento del proceso del desarrollo social el proletariado no se coloca en su vanguardia, cualquier trastorno político o revolución “conservará su carácter burgués, limitado” , es decir, mantendrá aquel proceso en el terreno y en el recorrido del capitalismo. Se trata, pues, no de anticiparnos en la historia, sino de orientar la actividad consciente de la vanguardia proletaria hacia la transformación de los elementos objetivos y subjetivos que permitan realizar la tendencia histórica de todo el desarrollo social hacia el socialismo y el comunismo, como nos enseñó Marx. Trotsky decía que la consigna de Lenin de “dictadura democrática del proletariado y los campesinos” era:

 

“(...) una fórmula algebraica que admitía, en el futuro, interpretaciones políticas muy diversas.”

 

Y esa “fórmula algebraica”, para Trotsky algo así como una descripción abstracta ceñida a los aspectos fundamentales de la política:

 

“(...) no quería expresar otra cosa que las relaciones, caracterizadas más arriba, entre el proletariado, los campesinos y la burguesía liberal (...). Pero la vieja fórmula de Lenin no resolvía de antemano cuáles serían las relaciones políticas recíprocas del proletariado y de los campesinos en el interior del bloque revolucionario.”

 

Trotsky funda la superioridad de su teoría en que sí “resuelve de antemano”, sí adelanta “el resultado” de esa correlación entre esas dos últimas clases, pronosticándolo con 12 años de antelación. Pero lo que Trotsky considera el lado fuerte de su teoría es, en realidad, lo que pone de manifiesto su debilidad, porque la fórmula de Lenin va dirigida al meollo del problema, señala la piedra clave sobre la que se sostiene todo el sistema de relaciones entre las clases de Rusia en el trance de paso de la autocracia a la revolución burguesa, orientando la labor política práctica, inmediata, de la vanguardia proletaria. El contenido de esa fórmula es lo principal; la forma que adopte, lo secundario. El cometido del partido consiste en resolver esto, en encontrar la expresión formal de esa fórmula en función de las circunstancias específicas y particulares de cada momento histórico. La “anticipación” de Trotsky, sin embargo, no ofrece al proletariado la orientación necesaria de cada momento, le impide ser actor en las circunstancias concretas y le relega al estado de impasse de quien espera su oportunidad sin saber buscarla. Lenin presta una brújula al proletariado para que se oriente en la tormenta de la revolución; Trotsky solo le “pronostica” que “después de la tormenta vendrá la calma”, pero no le ayuda para que la nave llegue a buen puerto. Mientras éste adelanta el posible “resultado” del proceso histórico, Lenin ilustra al proletariado sobre los elementos necesarios para cubrir con éxito la travesía de la autocracia al socialismo. Trotsky elude el fondo de la cuestión sobre el verdadero sentido del análisis político y de la formulación de la línea táctica marxistas para la vanguardia proletaria desviando el cometido de ambos:

 

“Si se examinan mis antiguas divergencias con Lenin, no valiéndose de citas tomadas al vuelo, de tal año, mes y día, sino de perspectivas históricas justas, se verá de un modo completamente claro que el debate estaba entablado, al menos por lo que a mí se refiere, no precisamente en torno a la cuestión de saber si para la realización de los objetivos democráticos era necesaria la alianza del proletariado con los campesinos, sino acerca de la forma de partido, política y estatal, que podía asumir la cooperación del proletariado y de los campesinos y de las consecuencias que se desprendían de ello para el desarrollo ulterior de la Revolución.”

 

Ya hemos visto el significado que, para Trotsky, encierra la locución “alianza del proletariado y el campesinado” . Ahora, pretende que el núcleo de sus diferencias con Lenin estribaba en la definición de la forma que adoptaría aquella alianza; lo cual es rotundamente falso, principalmente porque Lenin –como bien termina por reconocer Trotsky – eludió esta cuestión, consciente de que debía encontrar una respuesta práctica (no teórica, no anticipada) en función de las circunstancias que rodeasen al acontecer político. De esta manera, tras el fracaso de la insurrección de Moscú, Lenin buscó la realización del bloque revolucionario obrero-campesino en el terreno de la lucha parlamentaria, en la Duma de Estado; y, tras el periodo de reacción, la encontró ya cristalizada, a principios de 1917, en forma de Soviets de Diputados Obreros y Soldados (que no eran, estos últimos, sino campesinos uniformados) . Desde 1905, el centro de gravedad de la política bolchevique estaba situado en la construcción de la alianza obrero-campesina, con el objetivo estratégico de la revolución democrático-burguesa. La Segunda Revolución resuelve este problema y el de la revolución pendiente de forma imprevisible (incluso para Trotsky), en forma de dualidad de poderes . Todo el periodo de Febrero a Octubre consiste en la búsqueda de las condiciones para romper ese equilibrio de fuerzas; pero esto suponía superar el marco de la revolución burguesa, tal y como se había dado en Rusia.

 

Efectivamente, lo característico de Febrero –y lo que le otorgaba esa peculiaridad de inusitada originalidad histórica– era que, como lo describió Lenin, junto al poder de la burguesía se encontraba el poder del proletariado y del campesinado en armas (Soviets), y que, entre Febrero y Octubre, este segundo poder estaba sirviendo de apoyo al primero. Pero la otra característica de la revolución burguesa rusa –menos original que la anterior pero más sorprendente para los marxistas rusos que la primera, incluso para Trotsky, siquiera hubiera intentado comprender la originalidad de la Segunda Revolución respecto de la Primera– consistía en que la burguesía liberal no se había limitado al papel apocado y conservador de 1905-1907. En Febrero, había encabezado la caída del zar y ahora se apoyaba en el campesinado para aplicar su programa de reformas. El bloque burguesía-campesinado, la dictadura de la burguesía con el apoyo del campesinado, es lo que caracteriza Febrero desde el punto de vista de las relaciones entre las clases en Rusia. Algo que no vio Trotsky, pues tenía la mirada en otra parte, y que ni siquiera posteriormente fue capaz de comprender:

 

“Insisto en esto con toda firmeza. Si se reconoce que las contradicciones sociales entre el proletariado y la masa campesina no permiten al primero ponerse al frente de ésta; si el proletariado mismo no es lo bastante fuerte para alcanzar la victoria, entonces no habrá más remedio que llegar, en términos generales, a la conclusión de que nuestra revolución no está llamada a triunfar. En estas condiciones, el final natural de la revolución debe ser el acuerdo de la burguesía liberal con el antiguo régimen. Es ésta una hipótesis cuya posibilidad no puede descartarse. Pero es evidente que se halla en el camino de la derrota de la revolución, condicionada por su debilidad interna.”

 

En Febrero, el campesinado no se puso del lado del proletariado, sino del de la burguesía, pero esto no supuso la necesidad de concluir que la revolución “no está llamada a triunfar”. Muy al contrario, triunfó, aunque siguiendo un modelo más cercano al clásico europeo. He aquí el primer resbalón del Trotsky adivino. Claro está, nos referimos al triunfo de la revolución burguesa. He aquí otra consecuencia –la ofuscación que produce Febrero en Trotsky– de no saber distinguir claramente entre revolución burguesa y revolución socialista. Por otra parte, en Febrero –a diferencia de 1905– la burguesía liberal no buscó un acuerdo “con el antiguo régimen” (aunque sí trató de “suavizar las aristas de la revolución”, como anticipó Lenin), y la revolución, lejos de dirigirse por el “camino de la derrota”, fue in crescendo hasta Octubre. He aquí el segundo resbalón del oráculo de Trotsky. Fue aplicando el método de Lenin y no la perspectiva trotskiana (¡ni siquiera 10 años después Trotsky fue capaz de comprender la situación de las clases surgida de Febrero: continuó agarrado al esquema de 1905!) como se halló la forma de transformar la correlación de fuerzas entre las clases a favor del proletariado: no llevando al proletariado al poder directamente (recordemos la experiencia de las jornadas de julio, cuando las masas plantearon la cuestión en estos términos en una situación en la que los Soviets de mayoría pequeñoburguesa aún apoyaban al gobierno provisional), como se deduciría de la fórmula de Trotsky, sino disputando y ganando el apoyo del campesinado para el proletariado, pugnando por que el centro de gravedad del sistema de clases de Rusia, el campesinado ( antes de intentar tomar el poder, y no después , desde donde “arrastrarlo” hacia sí), se desplazase hacia el campo del proletariado revolucionario, aislando a la burguesía. Este fue el problema central del periodo que abarca de Febrero a Octubre, problema que no supieron ver al principio, por distintos motivos, ni Trotsky ni la dirección en el interior del partido bolchevique: que en Rusia se había dado ya una de las posibles vías de la revolución burguesa –la menos deseada de las previstas por Lenin–, y que, a partir de entonces, la conquista de la correlación de clases sociales perseguida desde 1905, en 1917 significaba la lucha por la revolución socialista. Lo que en 1905 era un reagrupamiento de fuerzas sociales contra la autocracia, se convertía, en 1917, en un reagrupamiento contra la burguesía. La revolución burguesa se transformaba en socialista (entiéndase, en el sentido político , es decir, desde el punto de vista de ese reagrupamiento de fuerzas, pero no, claro está, en el sentido económico de que se hubieran cumplido todos los requisitos para el socialismo). Pero este hecho, lejos de traducir el sentido de “revolución permanente” que le daba Trotsky, supone una actitud revolucionaria consciente, una intervención subjetiva sobre el decurso de los acontecimientos; en absoluto el fatalismo espontáneo que impone Trotsky al proletariado. La revolución burguesa rusa de Febrero pudo perfectamente consolidarse y desarrollarse, sin que por ello se debiera interpretar que “la revolución” (¿qué revolución, la revolución en abstracto ?) había sido derrotada o que caería irremisiblemente en los brazos del antiguo régimen, y su desarrollo no hubiera conducido directamente al socialismo sin la lucha revolucionaria del proletariado dirigida por el partido bolchevique y sin una serie de circunstancias que hundieron a la Rusia de 1917 en una profunda crisis política.

 

Trotsky jamás comprendió esto. Nunca quiso incorporar la riqueza de la experiencia revolucionaria a partir del Febrero ruso a su teoría de la Revolución Permanente. Quizá porque no podía, pues Febrero más bien la refutaba. Prefirió remitirse al “resultado”, a Octubre como criterio de valoración de la misma, sin considerar que, tal vez, fue la casualidad histórica la que, en un momento dado, depositó al mismo tiempo la teoría de la Revolución Permanente de Trotsky y la revolución socialista en el suelo de Rusia.

 

Según el esquema de 1905 descrito en Dos tácticas , después de la revolución democrática, el centro de gravedad de la política bolchevique pasaría a ser la organización del proletariado, en alianza con las masas semiproletarias, para realizar la revolución socialista, mientras las masas del campesinado pequeñoburgués eran neutralizadas. Entre 1918 y 1920 el partido bolchevique intentó este cambio de escenario, pero hubo de retroceder. Si el “gobierno obrero” duró tanto en Rusia fue gracias a los imperativos de la guerra civil. Terminada ésta y tras un periodo de debate y rectificación (polémica sobre los sindicatos, lucha contra la Oposición Obrera, discusión sobre la Nep ...), el PC(b)R retoma la alianza obrero-campesina como base de toda su política de construcción del socialismo. En un contexto de crisis económica y de crisis política nacional e internacional, la Revolución de Febrero no pudo asentarse para crear las premisas necesarias –según el esquema de Dos tácticas , en esto muy cercano al clásico del marxismo– para el socialismo. La flexibilidad táctica del leninismo permitió formular un plan de abordaje del socialismo sobre las premisas sociales de la revolución democrática (alianza obrero-campesina) y con la conciencia de tener que cubrir el recorrido económico necesario para generar sus premisas materiales (o sea, las premisas que sólo puede crear el capitalismo). Un cuadro mucho más complejo, en definitiva, que el esquema trotskista de “gobierno obrero” “obligado a” cumplir inmediatamente el programa del socialismo.

 

La actitud vigilante de Lenin y de su partido, quienes nunca se dejaron engatusar ni cegar por los espejismos de las formas políticas que adoptaba la lucha de clases y que nunca perdieron de vista el estado real y actual de las relaciones entre las clases –por debajo de sus formas organizativas–, en la sociedad en general y en el campo de la revolución en particular, fue lo que permitió la victoria de Octubre y la posterior experiencia de edificación socialista en el País de los Soviets.

LENIN: O.C ., t. 11, p. 77.

Ibídem , pp. 38-41. En cuanto al problema de las necesarias premisas económicas para el socialismo en Rusia, Lenin no altera en lo fundamental su posición a lo largo de toda su carrera política. Si en 1905, como vemos, recetaba capitalismo, al final de su vida, en sus penetrantes análisis en los que disecciona los tipos económicos que cohabitaban en Rusia entre 1918 y 1921, insistía en que su país debía pasar irremediablemente por el peldaño del capitalismo de Estado como antesala necesaria del socialismo ( Cfr ., LENIN: O.C ., t. 36, pp. 302-324, y t. 43, pp. 158-161).

LENIN: O.C., t. 11, pp . 77 y 78.

Ibídem , p. 16.

“En Rusia, se trata todavía sólo de crear un Estado burgués moderno, que será similar a una monarquía junker (en caso de que el zarismo triunfe sobre la democracia), o a una república campesina democrática burguesa (en caso de que la democracia triunfe sobre el zarismo). Y la victoria de la democracia en la Rusia contemporánea sólo es posible si las masas campesinas siguen al proletariado revolucionario y no al liberalismo traidor (...). Las revoluciones burguesas no están aún terminadas en Rusia y, dentro de estos límites , es decir, dentro de los límites de la lucha por la forma del régimen burgués en Rusia, ‘el contenido político real' del trabajo de los socialdemócratas rusos es menos ‘limitado' que en los países donde no se lucha por la confiscación de las tierras de los terratenientes por los campesinos, donde las revoluciones burguesas fueron terminadas hace tiempo.” (LENIN: O.C. , t. 19, pp. 380 y 381).

Incluso en abril de 1917, cuando Lenin abogaba por dar el siguiente paso en la revolución, continuó cuestionando la idea de un poder político sostenido únicamente sobre la clase obrera de Rusia sin tener en cuenta los intereses políticos del campesinado:

“¿Pero quizá corremos el peligro de caer en el subjetivismo, de querer ‘saltar por encima' de la revolución de carácter democrático burgués, aún no terminada –trabada todavía por el movimiento campesino-, a la revolución socialista?.

Si yo hubiese dicho: ‘Sin zar, por un Gobierno obrero ', me amenazaría semejante peligro. Pero yo no he dicho eso, he dicho otra cosa distinta.” (LENIN: O.C ., t. 31, p. 145).

Evidentemente, Lenin se refiere en esta cita, implícitamente, a Trotsky, lo cual pone en duda la aseveración de éste según la cual Lenin se acercó a su posición de 1905 en 1917. Para evitar esta asociación de ideas, empero, Trotsky llegó a negar que él hubiera formulado alguna vez tal consigna, reconociéndola incluso como errónea e imputando a Parvus la autoría ( cfr ., TROTSKY: La revolución permanente , pp. 149-152). Sin embargo, independientemente del autor material de tal consigna, tomado individualmente, lo que está claro es que se corresponde, describe y expresa perfectamente la posición política de una determinada corriente de la socialdemocracia rusa, corriente con la que Trotsky se identifica de manera coherente. Por lo tanto, si no autor material, debe considerarse a Trotsky coautor espiritual, tal vez no de la consigna como tal, pero sí al menos de la línea política sobre la que se sostiene y que está en concordancia con ella.

Cfr ., PROCACCI: Op. cit ., pp. 36 y 37. En 1924, todavía Trotsky llega a decir que “muchos indicios permiten suponer que, si la revolución victoriosa se hubiese desarrollado en el sentido de los sucesos de julio de 1914, con toda seguridad que la derrota del zarismo hubiese significado el advenimiento inmediato al poder de los consejos obreros revolucionarios”. Trotsky sigue anclado en el esquema de 1905. La revolución de Febrero se desarrolló, ciertamente, “en el sentido de los sucesos de julio de 1914”, es decir, agitación obrera y constitución de Soviets (aunque en esa fecha no llegaron a aparecer en escena); pero quien accedió al poder fue la burguesía. Ni siquiera en 1924 Trotsky es capaz de reconocer esto. Como Febrero rompe su pronóstico sobre la revolución rusa, se niega a tenerlo en cuenta en su balance histórico. De ahí el esperpéntico vaticinio de 1924: la guerra impidió que Octubre llegase a Rusia directamente en el verano de 1914.

También es importante añadir, en lo concerniente a la diferente situación de la vanguardia proletaria entre las distintas revoluciones rusas, que sólo con las grandes movilizaciones obreras que acompañaron a la revolución de 1905, los círculos marxistas rusos, que hasta ese momento conformaban el POSDR, tuvieron verdaderamente contacto orgánico y adquirieron experiencia de masas. Este requisito indispensable para la construcción de un partido de vanguardia no existía antes de 1905, pero sí antes de 1917.

“Con respecto a la revolución permanente, hablaba únicamente de las ‘lagunas' de la teoría, con tanto mayor motivo inevitables cuanto que se trataba de una previsión.” (TROTSKY: La revolución permanente , p. 91).

En este sentido, el menchevismo, aunque sí se diferencia de la concepción política de Trotsky en que ofrece la posibilidad de una actividad inmediata para el proletariado (sindicalismo, parlamentarismo), tiene de común con ella que se somete al pronóstico histórico (contemplar el advenimiento de la revolución burguesa y dejar hacer a la burguesía).

Trotsky habla de que el proletariado debe “apoyarse” en el campesinado para ponerse a la cabeza de la revolución; pero desconocemos el contenido de esta palabra cuando, una vez en el poder, el campesino no verá saciada su hambre de tierra. A cambio, obtendrá la colectivización. Trotsky, a cambio, obtendrá la guerra campesina contra el “gobierno obrero”.

“Un pronóstico político no puede pretender la misma exactitud que un pronóstico astronómico. Resulta satisfactorio sólo con que señale correctamente la línea general de desarrollo y permita orientarse en la dirección del proceso real de los acontecimientos, cuya línea fundamental habrá de desviarse inevitablemente a derecha o izquierda. En este sentido, no es posible dejar de reconocer que la concepción de la revolución permanente ha soportado con éxito la prueba de la historia.” (TROTSKY: La revolución de octubre , p. 241). El fatalismo histórico de Trotsky vacía de todo contenido la política entendida como actividad autónoma, y aplasta toda creatividad en esa esfera de la actividad del proletariado como un alud arrasa con todo lo que encuentra a su paso. En última instancia, desde la visión política de Trotsky se cierra toda posibilidad a que el pensamiento político proletario pueda encontrarse en algún momento con la idea leninista de partido de nuevo tipo proletario .

El trasfondo del mensaje de Trotsky viene a decir que si la revolución burguesa en Rusia no triunfa, entonces, fracasará; en concreto, si la revolución no se transforma en revolución socialista con el proletariado en el poder, será un fracaso. Al contrario que Lenin, quien consideraba que la revolución en Rusia triunfaría irremisiblemente. De lo que se trataba era de conseguir que esa victoria lo fuera también para el futuro de la lucha de clase del proletariado.

TROTSKY : La revolución permanente , p. 105.

Ibídem , p. 115.

Ibíd ., p. 216.

Ibíd ., pp. 121 y 122. La cursiva es nuestra.

La palabra alianza no tiene el mismo significado para Lenin que para Trotsky. Para Lenin, significa “unidad de voluntad”, concesiones hacia la parte correligionaria; para Trotsky, en cambio:

“El campesino sigue al obrero o al burgués. Esto significa que la ‘dictadura democrática del proletariado y de los campesinos' sólo es concebible como dictadura del proletariado arrastrando detrás de sí a las masas campesinas .” ( Ibíd ., p. 216).

Por el programa de colectivización forzosa que Trotsky tenía preparado para los campesinos desde 1905, intuimos que la palabra arrastrar alcanzaría con el “gobierno obrero” de Trotsky su sentido semántico más literal.

“Sí; Lenin en el transcurso de una serie de años, se negó a prejuzgar cuál sería la organización política de partido y de Estado de la dictadura democrática del proletariado y de los campesinos, colocando en primer término la colaboración de estas dos clases en oposición a la burguesía liberal.” ( Ibíd ., p. 114).

No olvidemos que, en este asunto, Lenin resume el significado de los Soviets como organismos básicos del Estado de la dictadura del proletariado sólo en el verano de 1917, en su obra El Estado y la revolución . Imposible adivinar que ésta sería la “forma estatal” que hallaría la revolución en una fecha tan temprana como 1905. No era ésta, pues, la cuestión. Si lo hubiera sido, Trotsky podía haber vaticinado con más tiempo el significado histórico del organismo que llegó a dirigir. Sin embargo, se limitó a una formulación abstracta del tipo “gobierno obrero”. Ahora bien, cabe la posibilidad de interpretar que Trotsky ya se haya planteado esto y de que lo haya resuelto en el sentido de que, para él, la “forma” superior de poder proletario o de la expresión política del proletariado como clase dirigente sea, igualmente, el “gobierno obrero”. Entonces, el retroceso respecto al leninismo sería aún mayor, porque Trotsky reduciría el problema del poder proletario, efectivamente, al de la forma de gobierno , eludiendo la problemática marxista-leninista acerca del tipo de Estado .

Ibíd ., p. 145.

El mismo Trotsky reconoció que si Lenin no hubiese desembarcado en Rusia en abril de 1917, Octubre nunca se hubiera producido.