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Propuesta

1 de mayo de 1.998

NO A LA EUROPA DEL CAPITAL

Llamamiento europeo contra la Europa neoliberal de Maastricht-Amsterdam

Por una amplia movilización social, coordinada a escala continental, y descentralizada a nivel local, contra la Unión Económica y Monetaria (UEM), y sus consecuencias económicas, sociales y ambientales, paralela a la cumbre extraordinaria de la UE donde se decidirá los países que ingresarán en el Euro.

El fin de semana del 1, 2 y 3 de mayo, van a tener lugar una serie de reuniones claves. En esas fechas el Ecofin, el Parlamento Europeo y el Consejo Europeo se reunirán, en ese orden, con los mercados financieros cerrados, para decidir qué países de la UE ingresarán en el Euro, dando el impulso definitivo a la creación de la llamada moneda única. La Unión Económica y Monetaria (UEM), como eje central del llamado "proyecto europeo", culmina la creación del Mercado Único y define una "Europa" que responde claramente a los intereses del capital transnacional y financiero europeo. Esta "Europa" antepone, de forma tajante, los intereses económicos, y especialmente los monetarios, sobre las consideraciones sociales, ambientales y de equidad. Es una "Europa" que se construye a partir de una sujeción absoluta de todas sus políticas, al sacrosanto principio de la competitividad internacional. Y ello es así, porque los principales centros de poder económico internacional (entre ellos el propio capital europeo), junto con las llamadas instituciones financieras y comerciales mundiales (FMI, BM y OMC), así como otros organismos supraestatales (como la OCDE), promueven, desde hace años, una creciente desregulación económica y financiera planetaria con el objetivo de impulsar la llamada globalización económica.

Este proceso de globalización pretende hacer del mundo entero un espacio en el que puedan operar sin ningún tipo de trabas (estatales, sociales o ambientales) el capital transnacional y financiero mundial, para su beneficio exclusivo, con las brutales consecuencias de todo tipo que se están ya manifestando en todo el planeta: crisis financieras de numerosos países, provocadas por los intereses especulativos del capital financiero, que de la noche a la mañana sentencian la depauperación masiva de sus poblaciones; creciente desregulación social a escala internacional, que está significando el desmantelamiento de las conquistas laborales y sociales conseguidas en distintos lugares del mundo a lo largo del siglo XX; sometimiento cada día mayor de las poblaciones y territorios de todo el globo a la lógica del mercado y del beneficio privado, lo que agrava los impactos ecológicos planetarios, etc.

Todo ello promueve la concentración de la riqueza cada día en menos manos, e induce, tanto en el Norte como especialmente en el Sur y el Este, la expansión progresiva de la precariedad, el paro, la marginzación y la exclusión social. Muchas voces apuntan que se está volviendo paulatinamente a las condiciones salvajes del capitalismo del siglo XIX, pero esta vez a escala mundial y sometiendo todos los ámbitos de la vida a la lógica del beneficio y el capital.

La UE, y en concreto la UEM, su pilar fundamental, es la expresión en el espacio europeo de los procesos de globalización económica; y la respuesta también a los mismos, como ha resaltado el ministro alemán Waigel. De esta forma, la construcción del "proyecto europeo" se desarrolla en consonancia con los intereses de las élites económicas del continente, y es la forma en que el capital europeo crea las condiciones adecuadas para reforzarse mejor en el interior de la UE, y en su área de influencia, y proyectarse aún con más potencia a nivel global, con el fin de tener más capacidad para competir en el mercado mundial. Asimismo,la construcción política que lleva progresivamente aparejada (Política de Exterior y de Seguridad Común y Política de Justicia e Interior Común), que el Tratado de Maastricht apuntaba y que el Tratado de Amsterdam desarrolla, es aquella que es funcional con dichos intereses. Poco a poco, se está creando una nueva estructura supraestatal acorde con los intereses económicos hegemónicos, desde la cual se está procediendo a la voladura progresiva de los elementos reequilibradores que había desarrollado la construcción del llamado Estado del Bienestar, especialmente en Europa occidental, durante un determinado periodo histórico. Periodo que queda definitivamente cerrado en la década de los ochenta.

La imagen del "proyecto europeo" no deja de deteriorase de cara a amplios sectores sociales de los países comunitarios. Como no podría ser de otra forma, pues cada vez queda más claro que esta "Europa" se está construyendo de espalda a los intereses de dichos sectores, y sus "beneficios" van quedando circunscritos a grupos sociales que tienden a encogerse progresivamente. Aún así, la potencia del mensaje mediático, en manos de los intereses económicos hegemónicos, presenta este proyecto como la única alternativa factible ("no existe alternativa", se nos machaca diariamente desde los medios de comunicación de masas). Ello logra enmascarar, en gran medida, los intereses reales a los que responde la llamada "construcción europea", dificultando la toma de conciencia y la capacidad de resistencia de los sectores afectados. Máxime cuando la propia dinámica del modelo incentiva una creciente atomización social, y cuando el propio mensaje mediático promueve una cada día mayor pasividad y conformismo ante el presente estado de cosas, incapacitándonos para reaccionar y pensar soluciones alternativas.

A pesar de todo, en los últimos tiempos se han producido movilizaciones sociales que indican que las sociedades europeas tienen una cierta capacidad de resistencia ante los planes que nos intenta imponer a toda costa el capital. De hecho, la realización de las Marchas europeas contra el paro, la precariedad y la exclusión social, que culminaron en junio de 1997 en Amsterdam, con ocasión de la Cumbre Europea, fueron un buen ejemplo de ello. La manifestación final de las marchas logró aglutinar más de 50.000 personas, según reconoció la propia policí a holandesa. Una cifra verdaderamente excepcional, especialmente si se tiene en cuenta que no convocaban ni los partidos ni los sindicatos mayoritarios, en concreto aquellos que forman parte de la Confederación Europea de Sindicatos -CES-, que apoyan en mayor o menor medida la "construcción europea", tal y como se está llevando a cabo. Este hecho, junto al progresivo deterioro de la imagen del "proyecto europeo" ya mencionado, y los cambios políticos acontecidos recientemente en distintos países comunitarios -Francia y Reino Unido, principalmente-, que reflejan un creciente hartazgo de las poblaciones europeas hacia las políticas neoliberales, debieron encender todas las luces de alarma en los cuarteles generales de Bruselas. El miedo a una expansión de los virus contra el "proyecto europeo" por las poblaciones del viejo continente, debió hacer pensar a los dirigentes europeos que era necesario un cambio de actitud.

Al menos de cara a la galería, con el fin de intentar desactivar el temor a que la "Europa" que se está edificando es exclusivamente una Europa del capital. Se simula (el espectáculo) de que este proceso también contempla el desarrollo paralelo de la "Europa social", que se "preocupa" por el principal problema que atemoriza a las poblaciones europeas: esto es, el fantasma del paro y la precariedad. Era pues preciso lanzar el mensaje de que la UE también "tiene" como una de sus metas la creación de empleo, y no exclusivamente fríos objetivos económicos y monetarios. Especialmente en el tramo final de la UEM, cuando las polí ticas antisociales arrecian a nivel comunitario para poder cumplir los criterios de convergencia de Maastricht, y es preciso conseguir, como sea, un apoyo social mínimo que legitime políticamente la meta principal de la UE: la creación de la moneda única. Máxime tras haber conseguido el primer día de la Cumbre Europea de Amsterdam el que se aprobara, sin reticencias, el llamado Pacto de Estabilidad. Un a verdadera camisa de fuerza contra cualquier veleidad de ampliar los gastos sociales estatales, que obligará a los distintos gobiernos europeos a someterse ciegamente a la ortodoxia monetarista, con el fin de no verse castigados por los mercados financieros.

Cabría entender pues de esta forma la convocatoria de la Cumbre sobre el Empleo que surge del encuentro de Amsterdam, al tiempo que se planteaba ésta también como una concesión al gobierno francés, que no podía volver a casa con las "manos vacías", especialmente después de haber suscrito su gobierno de "izquierdas" el Pacto de Estabilidad. Pacto que preconizaba el Bundesbank, a través del gobierno Kohl, para garantizar la estabilidad macroeconómica una vez constituido el Euro. Pero visto ahora con una cierta perspectiva, el planteamiento de la Cumbre sobre el Empleo era aún más ambicioso. El punto de mira del mismo era la necesidad de generar consenso colectivo y desactivar los brotes de antagonismo social, en paralelo con el avance en la implantación de las recetas neoliberales en el á mbito del mercado de trabajo y de la política económica en su conjunto. Se pretendía volver a conseguir que el protagonismo social volviera a recaer en los representantes domesticados de la población trabajadora, es decir en la CES, que acepta las líneas generales de la "construcción europea", y que no pone en cuestión la consecución de la moneda única. Y en paralelo, se intentaba conseguir que el discurso para hacer frente a la lacra del paro discurriese por la senda estrecha del llamado "pensamiento único", con ciertos ribetes retóricos o cuantitativos que le confiriesen una cierta credibilidad.

De esta forma, se preconiza que la generación de empleo pasa por una mayor desregulación y flexibilización de los mercados de trabajo europeos -propuesta ya formulada por el FMI en su última asamblea general realizada en septiembre en Hong-Kong-; por crear las condiciones para garantizar una mayor capacidad de crecimiento e inversión(i); y por impulsar políticas "activas"de empleo, que obliguen a los parados a buscar trabajo o a recibir la formación que el mercado demanda, reduciendo paralelamente sus derechos a percibir, sin contrapartidas, prestaciones de desempleo. Curiosamente se ha llegado a poner como ejemplo el modelo laboral británico, que intenta trasladar al Reino Unido muchos de los rasgos de la desregulación salvaje del mercado laboral de EEUU. Modelo que se pretende extender al conjunto de la UE. Al mismo tiempo, se resalta la necesidad de que para generar empl eo es preciso garantizar la moderación salarial, impulsar la competitividad a todos los niveles, reducir la presión fiscal para las empresas, asegurar la implantación del Euro y la ortodoxia financiera. Y finalmente se vuelve a insistir, una vez más, en el mantra de que el empleo se generará como resultado de la profundización del Mercado Único y de la aceleración de la construcción de las llamadas redes transeuropeas -de transporte, energía y telecomunicaciones-(ii), para las que se establecen nuevas líneas de crédito a través del Banco Europeo de Inversiones. En suma, la Cumbre sobre el Empleo ha sido una verdadera obra de ingeniería de consenso social, que parece, en primera instancia, que ha conseguido parte de sus objetivos, con la inestimable ayuda que aporta el manejo manipulador de los mass media. Ello ha permitido el avance del programa neoliberal del "proyecto europeo" al tiempo que simulaba, de cara a la opinion pública, que se estaba "abriendo la puerta a la Europa social", todo ello con el inestimable apoyo de los partidos socialdemócratas -incluidos los gobiernos de Blair, Jospin y Prodi- y de los sindicatos agrupados en la CES.

Se hace pues necesario denunciar toda esta enorme farsa, e intentar reagrupar la capacidad de contestación al "proyecto europeo" conseguida en Amsterdam. Es preciso decir ¡basta ya! Para lo cual es urgente potenciar las redes de resistencia a la Europa del capital, al tiempo que impulsamos la reflexión crítica y la necesidad de elaboración de alternativas desde los sectores afectados, intentando propiciar la más amplia confluencia de organizaciones sociales, no solo del mundo sindical, que se opongan al actual "proyecto europeo". Es por eso que se plantea, desde este llamamiento, la posibilidad de llevar a cabo una jornada de acción, a escala continental, el día 1 de mayo de 1998, de denuncia a la Europa de Maastricht-Amsterdam y a la UEM. Una jornada de acción en paralelo con la reunión de las más altas instancias de la UE, cuando se tomará la decisión de la constitución definitiva del Euro, eje principal de la Europa del capital que se nos está imponiendo. Las organizaciones que firman este llamamiento pensamos que no podemos dejar pasar esa ocasión, altamente simbólica, sin expresar nuestro rechazo. Además, el hecho de que coincida con una fecha tan simbólica también como el 1º de mayo -parece un sarcasmo-, hace que nuestra necesidad de denuncia se vea aún más reforzada. Asimismo, al desarrollarse en ese día, en toda Europa, movilizaciones de los trabajadores, hace que sea más factible la viabilidad de concreción de una propuesta como la que formulamos.

Sin embargo, debemos dotar a nuestra denuncia de un contenido que vaya más allá del mundo laboral y de los contenidos sociales. El modelo que se nos intenta imponer apunta mucho más lejos, pues incide en todos los ámbitos de nuestra vida. Desde el entorno ecológico, a las relaciones de género, pasando por las expresiones culturales, la participación democrática, o la acogida y convivencia de poblaciones inmigrantes de fuera del espacio de la UE. La "Europa" que se está construyendo no es sólo una Europa del capital, sino que es una "Europa" crecientemente militarizada y represiva, donde las libertades y los derechos humanos se van esfumando progresivamente. Al tiempo que se construye la "Europa Fortaleza", para contener las corrientes migratorias en ascenso de los pa íses limítrofes, que el propio "proyecto europeo" incentiva al desarticular las economías locales de los espacios perimetrales.

Aunque se nos diga lo contrario, el futuro que se nos propone acentúa el carácter explosivo de las situaciones a las que nos vamos a ver obligados a hacer frente. Es preciso no ocultar la realidad. Pues sólo una constatación de su verdadera fisonomía, y de la gravedad de los problemas que enfrentamos, y que se avecinan, permitirá que iniciemos una toma de conciencia colectiva y que podamos ir tomando, poco a poco, en nuestras manos, la capacidad de orientar nuestro futuro, de forma colectiva, hacia horizontes más humanos, solidarios, equitativos y sostenibles. La acción que proponemos no debe ser sólo flor de un día, sino un hito más, eso sí muy importante, de un proceso probablemente sin meta conocida.

 

(i) Sin embargo, como hasta las propias Naciones Unidas han señalado, estamos entrando en un periodo en que ni el crecimiento ni la inversión son sinónimos de creación de empleo. Es más, de hecho el crecimiento coexiste hoy en día con la destrucción y precarización del empleo existente, y la inversión incrementa la productividad al tiempo que destruye también empleo.

(ii) Durante los últimos años de funcionamiento del Mercado Único el desempleo se ha incrementado de manera espectacular en la UE. El Mercado Único ha propiciado la expansión de la gran actividad productiva, de elevado componente tecnológico, acentuando su concentración, lo que ha derivado en una menor demanda de factor trabajo. Por otro lado, las redes transeuropeas responden a las necesidades operativas del funcionamiento del Mercado Único, resaltando su necesidad de responder a las elevadas demandas de transporte motorizado que propician los procesos de ampliación de los mercados y la globalización económica. La creación de estas redes tampoco genera empleo neto, es más lo destruyen y precarizan a medio plazo, como resultado de los procesos de concentración productiva que impulsan, son altamente costosas y provocan un elevado impacto ambiental, directo e indirecto. En concreto, incrementan las emisiones de CO2, acentuando el efecto invernadero y el consiguiente cambio climático.


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