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Consecuencias de la aplicación de los criterios de convergencia impuestos por el Tratado de Maastricht en la situación de las mujeres españolas

 

Criterios de convergencia: nueva etapa de un mismo proceso

El proceso de Unión Europea se nos muestra cada vez más como la exclusiva consecución de un mercado único que haga desaparecer las barreras con que se encuentran las mercancías y el capital en las muchas y pequeñas naciones que han conformado este continente. Este mercado, como tal, aspira a la implantación de una moneda única para lograr una mayor agilidad en sus transacciones tanto dentro como fuera de Europa. Eso es lo que prevalece, en este momento, y supedita cualquier otra pretensión de orden social o político. El Tratado de Maastricht es, en lo que se refiere a lo económico por lo tanto, primordialmente monetario y no merecería mayor interés si no fuese porque este proceso se halla enmarcado en la actual y acelerada lógica económica que se impone a nivel mundial. Lógica que tiende por doquier a fuertes reestructuraciones de los sectores productivos impulsadas por la tendencia al máximo beneficio y condicionadas por la actual globalización económica.

Por eso, en Europa, el cumplimiento de los criterios de convergencia impuestos por el Tratado es la excusa perfecta utilizada actualmente por los gestores del proyecto del mercado único para acelerar unos cambios que igualmente se darían en la situación actual de fuerte competencia por la conquista de los mercados y la concentración de capital.

Pero tiene repercusiones especialmente graves para un país como España con estructuras y prácticas económicas y políticas tan alejadas de la media comunitaria.

La incorporación a la UE ya ha tenido fuertes consecuencias para este país

A lo largo de los últimos quince años hemos vivido en España una enorme transformación "modernizadora" que, por la asignación de las zonas productivas determinadas por el mercado europeo, ha dado al traste con las anteriores estructuras económicas en las que se insertaba la actividad y modos de vida de todos los españoles.

La fuerte reestructuración de los sectores productivos, tanto de la agricultura como de la industria, ha llevado al desmantelamiento de las anteriores empresas de fuerte concentración obrera, por un lado, y a la desaparición de las pequeñas explotaciones, muchas veces familiares, por otro. Tanto los que trabajan en el campo, que mediante la imposición de cuotas reciben órdenes sobre qué, cómo y dónde producir, como los de la industria o servicios, sometidos también a una continua reconversión profesional, han ido viendo cómo se devaluaba su quehacer y cómo se les expulsaba como fuerza sobrante de la dinámica económica. Únicamente su condición de consumidores, en algunos casos subvencionados, les permite sentir que forman parte de la realidad social, o sea del mercado.

Todo ello nos ha llevado a una situación que a nivel general da unas cifras verdaderamente impresionantes.

Un paro estructural que dobla la media europea (23 %)

Una precarización laboral que ya afecta a más del 30% de empleados.

Deterioro de los salarios y condiciones laborales

Incremento del número de personas que padecen exclusión y marginación

Esta situación tiene como consecuencia una creciente disgregación social (pues son muchas y muy variadas las formas actuales de ganarse la vida y por lo tanto de sentirse integrados en la sociedad) y, sobre todo, una incertidumbre generalizada que pesa sobre cada una de las existencias personales dada la incapacidad que se siente de poder incidir en el rumbo de los acontecimientos.

La aparente cohesión de la sociedad española. Nuevos usos de la vieja estructura familiar.Sin embargo, pese a lo que indican las cifras, los análisis que se hacen sobre la calidad de vida de los españoles no señalan elementos excesivamente preocupantes que pudieran ser detonantes de una generalizada crisis social. El crecimiento de la pobreza, la marginación o la patología social, aunque en aumento, todavía se mantiene en niveles relativamente bajos comparados con otras sociedades con similares índices de precarización.

La explicación a esta aparente cohesión se suele encontrar en la pervivencia en nuestro país de la estructura familiar que se ha visto forzosamente reactivada en su función solidaria en beneficio de sus miembros. Los altos índices de paro y los escasos subsidios hacen que los ingresos de cualquier miembro de la familia (ya sean pensiones, subsidios de desempleo o sueldos) se utilicen para cubrir las necesidades de todos. Igual pasa con los cuidados y atenciones que precisan los enfermos, ancianos y niños que, sin romper la tradición, siguen asumiendo las mujeres desde su todavía mayoritario estatus de "ama de casa" o con el reciente y en alza de "paradas".

Por supuesto no vamos a ignorar que, a vista de pájaro y comparando con unas décadas atrás, ha habido cierta mejora de algunos índices sociales como consecuencia de la "modernización" experimentada. Por ejemplo, se puede hablar de un aumento de la escolarización, de la cobertura sanitaria y sobre todo del consumo. Incluso es también inevitable resaltar el profundo cambio experimentado por muchas mujeres en lo referente a la búsqueda de su independencia económica y al rechazo del rol sexual heredado. Pero todo ello, aunque muy espectacular en algunas de sus manifestaciones, no sólo no tiende a generalizarse sino que se ve seriamente amenazado por la presente situación de recortes y escasez de empleos.

Por eso, mirando más de cerca este aparente estado de cohesión que nos ofrece una imagen estable y moderna de España, esa España que se vende como balneario europeo, aparecen fenómenos que ya empiezan a ser difícilmente ocultables, además de los crecientes índices de pobreza, marginación y exclusión social. Nos estamos refiriendo principalmente a una juventud que tiene bloqueado el paso a la madurez que da la independencia económica de los padres, a las muchas mujeres que ven como se frena y desvaloriza su acceso a una actividad retribuida, a unos parados que en mitad de la vida ven que ya no interesan al mundo productivo, etc... En definitiva a unas personas que obligadas a prescindir de su proyecto personal se ven coaccionadas a sobrevivir en estructuras familiares a estas alturas fuertemente cuestionadas.

La "moderna" realidad de la mujer española

Durante estos años de adaptación a los ritmos exigidos por las directrices europeas, en España han pasado también otras muchas cosas que tienen que ver, sobre todo, con una puesta a punto de los valores y comportamiento de la gente. La circulación de las mercancías en el espacio comunitario ha ido pareja a la asimilación de las formas de vida que esa forma de mercado propicia. En lo que se refiere a la mujer, a como ella se ve en el mundo, el giro ha sido vertiginoso. De sujeto condicionado por su destino sexual (esposa y madre), determinado a ser económicamente dependiente, ha pasado a asumir (al mismo nivel que el hombre y por imposición de otro modelo social) la responsabilidad de incidir sobre su propio destino, esto es, a enfrentarse a una sociedad donde cada sujeto tiene que ser capaz de resolver de forma individual sus problemas.

Pero esta nueva mujer española se encuentra con una realidad absolutamente inadecuada para el desarrollo de sus necesidades y aspiraciones, como queda reflejado en los datos que se barajan de la actividad femenina, del acceso de la mujer a la riqueza social, o en la ausencia de políticas encaminadas a corregir esta situación.

La actividad femenina: pocos salarios, mucho trabajo

La actividad de la mujer española viene condicionada principalmente por esa persistencia, más allá del deseo de la mujer, de una estructura familiar tradicional que hace recaer en ella, en ausencia de servicios comunitarios suficientes y la falta de colaboración masculina, la mayoría de los trabajos referidos al ámbito de la reproducción que se realizan a nivel del hogar. Trabajos de limpieza, cuidados, etc... que realizados por el ingente número de "amas de casa", de "paradas" o de "trabajadoras en su doble jornada", de forma invisible para la economía, hacen posible el mantenimiento de un cierto nivel de bienestar para toda la familia. Actividades que, dado su carácter, impiden a muchas mujeres adaptarse a los horarios laborales. Tres de cada cuatro mujeres españolas, según las estadísticas, están fuera del mercado de trabajo.

Pero en este momento muchas mujeres quieren y necesitan acceder a un puesto de trabajo. Por eso hay quien habla de incremento de la "feminización del mercado de trabajo". Sin embargo, las cifras de ocupación desmienten este hecho. Aunque se ha pasado del 20,8 % en 1985 al 25 % actual, aún no se han recuperado los niveles de principios de los 70 (Desde 1976 hasta ahora sólo ha crecido la ocupación en 550.000 mujeres, una cifra totalmente insuficiente dado el fuerte incremento de la población en edad de trabajar). Igual escepticismo frente a las cifras de paradas, ya que no se puede considerar significativa ninguna cifra (aunque ya sea muy superior a la masculina) si tenemos en cuenta que el cierre del mercado laboral y las condiciones de trabajo ofrecidas desanima a una gran mayoría a buscar empleo.

Por otro lado, la actividad femenina en este país viene caracterizada, dada la misoginia de los empleadores, por una fuerte segregación laboral y discriminación salarial que hacen que la mayoría de los empleos sean poco estimulantes, repetitivos y sin proyección profesional ni económica. Eso, además del fuerte carácter de provisionalidad, parcialidad y desregulación con que se trabaja en la nueva etapa de flexibilidad productiva.

Coberturas sociales: crece la necesidad, se reducen los presupuestos

En cuanto al tan cacareado gasto público del Estado Español en prestaciones sociales, observándolo más de cerca y después de reconocer la ampliación del acceso a la enseñanza y a la sanidad públicas (todavía claramente insuficientes), vemos que el gasto medio en protección social en España es de los más bajos de la Comunidad Europea y sufraga básicamente una parte del alto índice de paro. Este país no habría podido enfrentarse al tan largo y fuerte proceso de reestructuración empresarial sin ayudas económicas que sirviesen de parches de contención al descontento social.

Son coberturas claramente insuficientes y que revierten, mayoritariamente, en un determinado sector de la población masculina (obreros industriales en paro). Igual pasa con las pensiones de jubilación a las que tienen derecho los trabajadores que han acumulado un periodo suficiente de cotización, situación que se da en pocas mujeres. El resto deben contentarse con misérrimas cantidades en concepto de viudedad u otras asignaciones no contributivas.

Donde menos se gasta es en la "ayuda familiar", la más importante para la mujer, que es en España ocho veces menor que la media comunitaria y está dirigida principalmente a los sectores más desfavorecidos sin que lleguen a cubrir la creciente demanda de la gente sin hogar o sin recursos económicos, grupo en el que cada vez tiene más peso la mujer sola o con hijos.

Poco o nada queda para servicios públicos de cuidado de niños, ancianos o enfermos, tan necesarios para que la mujer pueda adaptarse mínimamente a las nuevas condiciones del mercado de trabajo y sus exigencias de cambio y reciclaje permanente.

Escaso peso político

Otro elemento que viene a ensombrecer las perspectivas de cambio en la situación de las mujeres es el repliegue actual de éstas en la esfera política. Aunque las mujeres son las más activas en todas las organizaciones sociales de base, sobre todo las de tipo solidario, su presencia sigue siendo muy escasa en las estructuras que pretenden una intervención política y, casi nula en la esfera de los órganos de decisión. El hecho de que haya algunas mujeres ocupando algún puesto de responsabilidad, no debe llevarnos a engaño como símbolo de que las cosas han cambiado. El enorme esfuerzo educativo de las mujeres ha permitido que algunas hayan podido acceder a puestos públicos mínimamente significativos. Pero estas pequeñas muestras de la esfera pública desaparecen cuando nos acercamos al mundo económico y a los verdaderos órganos de poder.

El movimiento de mujeres, como el resto de los movimientos sociales, no fueron capaces de impedir que tras la transición se implantasen unas estructuras políticas absolutamente cerradas que bloquean la posibilidad de incidir o controlar la gestión pública. Así hemos visto como crecía el desinterés de la gente hacia la política en general, agravado por el descrédito y la deslegitimación del personal político y las instituciones. Desinterés hacia lo político que, acompañado de un sentimiento de inevitabilidad de las cosas, se convierte, sobre todo, en sumisión. Aceptación resignada del papel que nos toca vivir en este mundo aquejado de males "mucho peores".

Sin posibilidades de crear estructuras sociales que nos sean más favorables, la gran mayoría, y sobre todo las mujeres, nos vemos abocadas a la lucha individual para adaptarnos lo mejor posible a la situación: actividad desenfrenada (formativa, laboral, hogareña, etc...) en continua lucha contra la falta de tiempo, de un lado; renuncia a la maternidad, de otro.

Repercusiones económicas del Tratado

Como hemos indicado al principio, el Tratado de Maastricht se limita a establecer un marco de convergencia de los índices económicos de los países candidatos a acceder a la unión monetaria para conseguir una cierta estabilidad, de acuerdo con un determinado modelo monetario definido por los impulsores del proyecto. Esto es: contención de la inflación, del déficit público (diferencia entre gastos e ingresos del Estado), de la deuda pública (acumulación de los déficits), de los tipos de interés y la paridad de las monedas. En definitiva unos referentes de estabilidad vinculados a las necesidades de los países del centro de Europa. El propósito es hacer competitiva la economía europea en el mercado mundial, mediante la concentración de los recursos productivos y del capital, facilitando la expansión empresarial y recortando al máximo los gastos sociales no productivos. Y todo ello en la esperanza de un despegue económico generador de nuevos puestos de trabajo.

Las consecuencias de todo ello ya se están viendo en todos los países. Por un lado, la privatización del sector público y la concentración empresarial provoca despidos y/o el cierre de empresas. Por otro, el recorte del gasto público en las prestaciones tanto económicas como de servicios, además de las consecuencias directas de empobrecimiento de la población, hacen desaparecer más puestos de trabajo en el área de los servicios públicos, precisamente el sector que más mano de obra femenina ocupa.

En España, concretamente, el control de la Inflación se está traduciendo en congelaciones salariales y abaratamiento de la mano de obra. Y, siendo el objetivo prioritario de la política económica alcanzar y mantener precios estables que permitan a la peseta incorporarse al euro, a las empresas y a las administraciones públicas no les queda otro camino que la congelación, el recorte salarial o el despido de los trabajadores.

Cualquier recorte viene a agravar la situación general y la de las mujeres en especial, por su mayor debilidad en esta sociedad que hace invisible todo lo que no es susceptible de ser valorizado por las leyes del mercado, lo que tiene que ver con las áreas de sanidad, cuidados de niños, enfermos, etc... en resumen, con el ámbito de la reproducción.

El recorte del estado del Bienestar - que siempre se ha considerado insuficiente, incluso en los países más socializados - se convierte en una agresión directa a las esperanzas de la mayoría de las mujeres ya que, aunque hemos puesto de nuestra parte cuanto hemos podido (cantidad de horas de trabajo y estudio, luchas contra la desigualdad, etc...) no ha sido hasta momentos de relativo pleno empleo y extensión de servicios público, cuando hemos podido aspirar a un cambio real de vida.

Quien calla, otorga

Todo ello en un marco ideológico de inevitabilidad del proceso. Donde ha sido imposible la mínima resistencia. Como mucho alguna que otra protesta acallada por la aplicación de parches económicos distribuidos según el nivel de riesgo... Con el beneplácito de todos los partidos y los sindicatos y la impotencia y desconocimiento general del resto de la población, que intenta aferrarse a la pequeña esperanza que todavía evoca la idea de Europa como reducto de un ventajoso nivel de vida a escala planetaria.

La interiorización de la inevitabilidad del proceso y la ausencia de un proyecto distinto de Europa, o de mundo, deja sin argumentos convincentes cualquier posicionamiento, tanto del SI como del NO. El SI (salvo el de algunas fracciones del capital que capitanea el proyecto) es el de "qué otra cosa podemos hacer" y el NO queda también limitado a aparecer como la expresión minoritaria e impotente del rechazo a la actual lógica del capital (que se ha dado en llamar neoliberal), que se da de bruces con una ausencia real de prácticas políticas y de imposibilidad de vida diferente por la ausencia de movimientos sociales.

Por eso nos encontramos ante un proyecto "Europa unida y fuerte frente al Mundo" que, dada la situación social y política, seguirá adelante sin grandes oposiciones; por encima de las pequeñas contestaciones que, desde su impotencia, puedan plantear los que más sufran las consecuencias de sus efectos, y haciendo

oídos sordos, también, a cualquier reforma que planteen los que aspiran a un modelo de funcionamiento más democrático.

Para que surja otro mundo, otra Europa, otra España, etc... es necesario que quienes tengamos que soportar las condiciones de vida que los distintos diseños establezcan, nos enfrentemos a la inevitabilidad, a la impotencia y al miedo y nos atrevamos a oponer a la realidad del mundo, la realidad de nuestros deseos. Unos deseos que van más allá de las promesas que formula el actual modelo de desarrollo.

A las mujeres, por nuestra parte, nos toca hacer el esfuerzo de resituar nuestro papel en este mundo cambiante que tiende a asignarnos valores y funciones que no recogen nuestras aspiraciones. Es necesario que insistamos, que tomemos la palabra y que hagamos frente a este estado de cosas que nos empobrece, margina y excluye, a la mínima ocasión y bajo cualquier excusa.

El proyecto europeo que se plantea nos es tan ajeno como cualquier otro proyecto de delimitación territorial que se nos presente con estos fines y gestionado de esta manera. Sólo somos capaces de hacer nuestro el espacio donde podamos sentirnos protagonistas, el igual que los demás, de la historia que nos concierne.

Mujeres Divergentes, marzo 97

(Ponencia presentada en el II Encuentro

contra el Neoliberalismo y por la Humanidad)

POR UNA EUROPA DIFERENTE inicio

Por una Europa social, democrática e igualitaria

Sabemos que la situación de la mujer española no mejorará

Sabemos que esta política económica y monetaria empeorará la situación

Sabemos que la UE es un traje diseñado para algunos hombres

Sabemos que la UE ignora los derechos fundamentales, cívicos y sociales

Sabemos que la UE no es democrática

Sabemos que esta UE no es una cuestión "del pueblo"

Queremos ...

 

POR UNA EUROPA SOCIAL,DEMOCRÁTICA E IGUALITARIA

Esta Unión Europea (UE) no nos gusta, porque

SABEMOS QUE LA SITUACIÓN DE LA MUJER ESPAÑOLA NO MEJORARÁ

Porque, pese a que ya llevamos más de una década integradas en la UE,

"El Tratado de Amsterdam no es favorable para las mujeres" Gertrud Wartenberg. Presidenta del Lobby Europeo de Mujeres.

SABEMOS QUE ESTA POLÍTICA ECONÓMICA Y MONETARIA EMPEORARÁ LA SITUACIÓN, porque

El fondo Monetario Internacional ya ha advertido (septiembre 1997) que si no se "flexibilizan" los mercados de trabajo en la UE, habrá más desempleo cuando entre en funcionamiento la moneda única, "ya que los países no podrán usar el tipo de cambio para mejorar su competitividad y el ajuste se tendrá que hacer mediante la reducción de costas de las empresas y la pérdida de puestos de trabajo... por lo que habrá que "reformar" las prestaciones sociales y el mercado de trabajo".. ¡¡¡Más claro el agua!!!

SABEMOS QUE LA UE ES UN TRAJA DISEÑADO PARA ALGUNOS HOMBRES

En cambio, el 81% del personal subalterno y administrativo son mujeres... y en la última década, el número de mujeres que ocupan puestos de decisión ha disminuido.

A PESAR DE QUE...

El Artículo 119 del Tratado de Roma garantiza la igualdad de oportunidades.

"La subrepresentación de las mujeres constituye un déficir democrático, un despilfarro enorme de talentos y de experiencias, así como una carencia a la hora de considerar las preocupaciones y las necesidades de las mujeres... Si quienes adoptan las decisiones no tienen en cuenta los valores y condiciones de vida propias de las mujeres, las mujeres tenderán a no identificarse con el sistema político" (extractos de la Recomendación adoptada por el Consejo Europeo).

¿Alguien duda de por qué la Comisión Europea tiene que gastar sumas considerables de nuestros impuestos para campañas de promoción entre las mujeres?

SABEMOS QUE LA UE IGNORA LOS DERECHOS FUNDAMENTALES, CÍVICOS Y SOCIALES

Lo único que nos interesaba a las mujeres españolas de la integración en Europa era nuestra equiparación en materia de derechos cívicos y sociales con las "otras" europeas. Pero hoy lo cierto es que

La vía queda libre para una mayor desprotección de los colectivos más vulnerables: las mujeres, los jóvenes, los niños, los/las inmigrantes, etc.

"(...) El desafío actual no consiste únicament een modificar (...) tal o cual disposición de los Tratados. Se trata de un nuevo impulso, de una nueva dimensión: una verdadera refundación de la Unión Europea". (Informe del Comité de Sabios, "Por una Europa de los derechos cívicos y sociales", febrero 1996).

SABEMOS QUE LA UE NO ES DEMOCRÁTICA

Quienes deciden realmente en la UE son una minoría no elegida democráticamente:

El Parlamento Europeo, única institución elegida por sufragio universal (aunque siempre con más de un 40% de abstención), no tiene apenas poder.

Las deliberaciones se hacen en secreto y las decisiones más imporotantes que condicionan el empleo, las pensiones y el futuro de la protección social en Europa ya no se adoptan en los parlamentos, sino en una sala de reuniones donde los jefes de Estado consensúan en 48 horas cada seis meses sus resoluciones, sin someterlas nunca ni a ratificación ni a control alguno.

Los Estados miembros justifican ese déficit democrático apelando a la defensa de la soberanía nacional, cuando todo el mundo sabe que es el mercado, el FMI o el Bundesbank quienes deciden.

Ya no hay proyecto político común en la UE... ¡fuera de la moneda única!

La ciudadana y el ciudadano europeos no decidimos, accedemos difícilmente al laberinto burocrático de Bruselas, no sabemos quiénes deciden qué, y no existen mecanismos para controlar a aquéllos a quienes elegimos...

¿Alguien ha intentado escribir algunas vez a un eurodiputado español y ha obtenido respuesta?

SABEMOS QUE ESTA UE NO ES UNA CUESTIÓN "DEL PUEBLO"

No queremos más Unión a este precio

NO a una Unión Económica y Monetaria que desmantela el patrimonio social europeo, que nos margina y que nos somete todavía más a la tiranía del dinero.

QUEREMOS,

Una UE a la medida humana

Un tratado de Unión Social

Una convergencia real, no nominal

Una nueva organización del trabajo que erradique la exclusión, la discriminación y el desempleo de forma duradera

Una Europa sin desigualdades de género y capaz de redistribuir la riqueza

Que se visualice y reconozca la aportación productiva y reproductiva de las mujeres

Una Europa solidaria con el resto del mundo

Una Europa sin violencia contra las mujeres

Un funcionamiento democrático, participativo, directo y transparente

Mujeres por una Europa diferente


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