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MOVIMIENTOS SOCIALES. AUGE Y CRISIS

 

1.- LA PARADOJICA SITUACION ACTUAL

Nunca ha habido tanta riqueza como en el mundo actual. Pero tampoco tanta pobreza. Tras la caída de las economías planificadas del Este de Europa, el nuevo orden mundial se nos presenta como el imperio de la democracia y la victoria abrumadora y sin retorno de la libertad frente al totalitarismo.

Sin embargo, el mundo enteramente capitalista resplandece de una triunfal calamidad. Ochocientos millones de muertos de hambre y extensas áreas del planeta abandonadas a su suerte, piden cuentas a un modelo de modernización basado en la globalización y la competitividad.

Se desploma el socialismo real, pero también la forma de capitalismo que se le oponía en la mayor parte del mundo desarrollado, cuyas señas de identidad eran el pleno empleo y la intervención política sobre la Economía de Mercado y sus disfunciones sociales.

El desempleo masivo e irreversible generan por doquier pobreza y exclusión. En los últimos quince años, la población reclusa en el Estado Español se ha multiplicado por tres. Se desmonta la protección Estatal de las necesidades sociales. Los dueños del dinero conspiran para atraer a la esfera de sus negocios la sanidad, la jubilación y la enseñanza.

Los efectos negativos de estas dinámicas saltan a la vista. La televisión nos muestra a diario la pobreza, el desarraigo y el dolor masivos. Ante estas imágenes, todas las conciencias se conmueven. Sin embargo tras el estremecimiento momentáneo, la persistencia convierte a estos fenómenos en naturales.

Un fenómeno es inevitable sólo si sus causas están fuera de la voluntad de los individuos, es decir, de la política. Si el paro es inevitable, esto quiere decir que su causa obedece a leyes naturales y que nadie tiene responsabilidad ante él.

El rechazo de la pobreza y la exclusión junto con su permanencia, nos sitúa ante un proceso en el que acontecimientos que tienen su causa en determinadas relaciones sociales, aparecen como originados en el más allá.

Los sentimientos son buenos, todos los tenemos, pero pertenecen al ámbito de lo privado. Sólo son la base de una moral sin consecuencias políticas. La carestía de la vivienda y la precariedad del trabajo de los jóvenes, producen dependencia y frustración generalizadas. Los ajustes de plantilla y el paro de larga duración originan insatisfacción y pobreza. Estos acontecimientos son lamentables, pero inevitables.

El Mercado aparece como principio constituyente de la vida social. Funda el único orden en el que los individuos son libres, pueden perseguir sin obstáculos su propio interés.

El problema del paro es un problema moral. No se sabe si tendrá solución o no. Solo cabe, ante dicho problema, seguir persiguiendo cada uno sus propios intereses y desentenderse de las consecuencias. Lo que sucede no es responsabilidad nuestra.

Esta noción nos lleva a un mundo en el que el principio de la acción está en el individuo y sin embargo esta acción está desvinculada de sus consecuencias. Paradojicamente. Un mundo que pone en el centro al individuo y sin embargo unos individuos están excluidos mientras que otros asisten impotentes a su exclusión.

La distinción entre política como expresión de la voluntad de los individuos y economía como principio de realidad, implica aceptar que el orden de las relaciones sociales están determinado al margen de las decisiones políticas. La política consiste en gestionar el principio de realidad que establece la economía. Las diferencias entre izquierda y derecha se disuelven ante este suelo común constituido por la racionalidad económica, basada en la competitividad, la globalización y la Moneda Unica.

Es el fin de la política y el comienzo de la técnica. El bien común no depende de las formas de gobierno, de la voluntad de los individuos, si no del cumplimiento de leyes exteriores. La política no funda el orden social , solo lo administra. La política no está al principio sino al final.

La libertad solo es posible dentro de las leyes del mercado y está condicionada a la buena marcha de los negocios. La democracia se identifica con el capitalismo. Quien ataca al capitalismo ataca a la democracia.

El realismo político es la virtud de quienes se adaptan a este principio de un mundo inmodificable. El precio es la transformación de la política en una técnica administrativa alejada de la ideología.

La desigualdad y la marginación son negativas pero solo tienen solución desde la lógica de la económica de mercado. Las soluciones a estos problemas están determinadas por el crecimiento económico, cuyas variables dependientes son el libre funcionamiento del mercado y el beneficio privado. La inversión de capital estimulada por el beneficio, hará crecer la economía y con ella el empleo, la prosperidad y la solidaridad.

Esta secuencia aparece como una ley, pero no admite su validación empírica. Es un dogma al que toda la acción política, tanto de derechas como de izquierdas debe inclinarse si no quiere ser lanzada a las tinieblas y la marginalidad.

Las propuestas políticas no ponen en tela de juicio la racionalidad económica tienen utilidad para las disputas electorales, pero son irrelevantes frente a la constitución de unas relaciones presididas por la desigualdad y la injusticia.

En esto consiste la paradoja actual. Todas las alternativas al paro y la pobreza se caracterizan por intentar mejorar la suerte de los desfavorecidos pero presentándose como compatibles con unas relaciones sociales que son la causa de dichos problemas.

Pocas veces ha sido tan intensa la degradación de la vida de millones de personas. Y pocas veces, salvo tras el triunfo en una Guerra Civil, las propuestas del poder han sido tan osadas e irracionales. Sin embargo, pocas veces ha sido tan débil la resistencia social frente a dicho poder y tan escasa la insurrección de las conciencias frente a tanta violencia y tanta mentira.

Si alguien nos hubiera dicho hace veinte años que en el Estado Español el 40% de la población activa iba a estar parada o eventual sin que pasara nada, no le habríamos creido.

2.- LOS ANTECEDENTES DE LA SITUACION ACTUAL

En la última etapa del franquismo, un nuevo movimiento obrero, ilegal pero de masas, se abrió paso combinando el hambre de salarios de millones de trabajadores, con el hambre de libertad de una valerosa y bien organizada minoría, mayoritariamente comunista.

Este movimiento conquistó mejoras sociales, impuso su representatividad frente al sindicalismo oficial, e impidió, hasta finales de los años 70, la aplicación de políticas duras de ajuste.

Por la brecha que abrió el movimiento obrero, emergió un torrente de movimientos sociales: movimiento ciudadano, mujeres, presos, minusválidos, homosexuales, ecologistas, antimilitaristas, etc. que expresaban las necesidades y deseos de la mayoría de la población.

El poder constituyente de estas multitudes en acción, abrió la posibilidad de que la naciente democracia sirviera, no solo para designar democráticamente a las nuevas élites del poder, sino también para decidir las formas políticas y el tipo de relaciones sociales en las que queríamos vivir.

La alianza de la mayoría de la izquierda con los reformistas del franquismo clausuró dicha posibilidad. La defensa del poder constituido, abierto ahora a las organizaciones de la izquierda antifranquista, enfrentó a dichas organizaciones con los sectores activos que seguían movilizandose por sus reivindicaciones y con los militantes que querían profundizar los cambios políticos y sociales.

Este cambio de rumbo frenó la lucha, desencantó a miles de activistas, que por primera vez tenían enfrente, no a los reaccionarios sino a sus propios compañeros, y ya sin la fuerza de la movilización, convirtió en marginal cualquier propuesta que quisiera llevar más lejos los cambios.

A partir de aquí, la razón de Estado impuso, entre otras cosas, que la defensa de las necesidades sociales solo es viable a través del crecimiento económico que tiene como condición el beneficio del capital y exige la paz social. También las reivindicaciones nacionales debían sujetarse a una Constitución tan democrática, que negaba el derecho de autodeterminación y confiaba a la Fuerza Armada el mantenimiento de la unidad de España. La dinámica que se abrió a continuación, produjo la derrota material y moral en la que se mueve hoy la causa popular. También tiene su explicación en esta dinámica, el grado de crueldad y la cronificación del conflicto que el Nacionalismo Español ha creado y mantiene vivo en Euskadi.

La defensa de la democracia frente a la amenaza de golpe militar fue un argumento fuerte para legitimar estas políticas. Este argumento, cierto, no constituye la única explicación. También operan de manera intensa muchas de las concepciones de la izquierda descritas en el punto anterior: identificación de democracia con capitalismo, separación entre intereses e ideología, entre organizaciones que gestionan los intereses (sindicatos) y partidos que se ocupan de lo político, confianza en que el desarrollo tecnológico y económico, nos conducirán a una sociedad igualitaria, productivismo, consumismo, etc..

En todo caso, en política lo que cuentan son los resultados. El grado de consecución de los objetivos de los poderes económicos, aún sin golpe militar, solo es equiparable al de disolución de cualquier fuerza social que impugne este orden injusto.

La mayoría de la izquierda ha aplicado las nociones de "Marxismo Rápido" que aprendió en su juventud: "Dado que el socialismo es un producto inevitable del capitalismo, desarrollemos el capitalismo para que así el socialismo llegue lo antes posible". Este es el esquema teórico de los que, desde la izquierda nos proponen la Moneda Unica, eso sí con la protección verbal de "Europa Social".

3.- LOS MOVIMIENTOS SOCIALES DESPUES DE LA TRANSICION POLITICA ESPAÑOLA.

En la década de los 80, en un contexto de desmovilización, se desarrollaron algunos de los movimientos sociales que hicieron su aparición en la etapa anterior. Estos movimientos incorporaban reivindicaciones transversales como la lucha contra la discriminación por razón de género o de opción sexual y sobre todo la lucha por la paz, que en el Estado Español se expresó como oposición a la entrada en la OTAN y a la permanencia de las Bases Militares Norteamericanas. También el movimiento ecologista y el de solidaridad internacional adquirieron protagonismo. Sus valores impregnaron, profundamente la conciencia social.

Estos movimientos fueron dinamizados principalmente por la izquierda comunista radical que, fortalecida en la lucha contra la reforma política, defendiendo la ruptura, proyectó su actividad en dinamizar estas expresiones populares.

La dudosa y precaria victoria, pero victoria al fin de los partidarios del SI en el referéndum de la OTAN en Marzo de 1986, fue el principio del fin del principal movimiento social de los 80. La progresiva institucionalización de movimientos como el feminista y el de solidaridad internacional, en un escenario de intensa despolitización, abrió paso no solo a la disolución de cualquier movimiento de masas frente a las políticas neoliberales del PSOE, sino también, la crisis terminal del radicalismo.

La pérdida de impulso de la movilización social, fortalece un rasgo presente en los movimientos sociales de los 80, su capacidad de coexistir pacíficamente con el orden social regido por la economía y el beneficio empresarial. Paradójicamente su potencia normativa y su capacidad de impregnar la conciencia social, son simétricos a su impotencia para transformar el orden causante de los males que combate.

El progresismo, como ideología de los sectores de las clases medias integrantes o base social de los partidos de izquierda, tiene en este cuadro su definición y en mayo del 68 su momento fundacional. Los tópicos de justicia, progreso, defensa del medio ambiente, igualdad y solidaridad, constituyen el discurso de la progresía, pero eso sí reconociendo que ahora la exigencia inmediata es el crecimiento económico, la creación de riqueza, y desde luego, la construcción de una Europa Unida por la Moneda.

Esta izquierda virtual, tiene como propuesta principal una mirada nostálgica al Estado del Bienestar. Dicha propuesta cumple el papel de simular que se dispone de una alternativa frente al dominio creciente de un poder económico, que ya ha colonizado al poder político, al mediático y a las conciencias de los ciudadanos.

Sin embargo el problema no termina ahí. Al proponer, o aceptar las propuestas de crecimiento, pleno empleo y concertación social, palabras sacadas del contexto en el que el Keynesianismo fue posible, además se obtura con una respuesta virtual una pregunta esencial. La pregunta de si además de ser posible, es deseable, para tener recursos, la necesaria esclavitud a tiempo parcial del trabajo asalariado. Si las personas solo podemos ser libres bajo la tutela del estado o del mercado y si la concepción del bienestar que tenemos como consumo ilimitado a costa de la degradación ambiental y de la miseria de miles de millones de personas es ética y ecologicamente viable.

Los movimientos sociales, hoy son minoritarios y sostenidos por la determinación de un número reducido de militantes que no se han entregado al mercado ni a las instituciones. Sin embargo, el verdadero problema consiste en la radical separación entre el conjunto de militantes y los millones de desheredados por este proyecto modernizador, para los cuales la unica alternativa al paro es la precariedad, la marginación y el miedo.

4.- LOS MOVIMIENTOS SOCIALES HOY

Un intento de síntesis necesariamente simplificadora de la situación actual de los movimientos sociales hoy, podría estar acotada con rasgos como:

Balcanización, fragmentación, despolitización, localismo, institucionalización, corporativismo.

Ante la casi desaparición de la militancia, se alzan las ONG's, sobre los hombros de las instituciones, con el monopolio del trabajo voluntario. Frente a lo intangible o lo hiperpolítico de las utopías radicales, el trabajo solidario concreto, brinda la oportunidad de ayudar a los que sufren de manera real.

Sin embargo, los aspectos positivos de esta acción compasiva y desinteresada de la sociedad civil, tienen contrapartidas que los neutraliza. Su escasa autonomía, la debilidad de su base social, su dependencia de la administración tanto en los recursos como en la elección de los escenarios de su acción, la nula o escasa denuncia de los problemas estructurales que causan el dolor con el que su labor les hace convivir, su despolitización son rasgos que les caracterizan.

En el terreno de la militancia no institucionalizada ni subvencionada, los problemas tampoco son escasos. Proliferan los grupos con escasa actividad hacia la sociedad, se produce una tendencia a refugiarse en actividades hacia dentro (foros, jornadas, encuentros, etc). Por el contrario se da también a veces una excesiva vocación de movilizar sin cuidar las construcción de un discurso crítico fundamentado ( como al soldado el valor, al militante, la conciencia se le supone).

Es general que no se plantee con la suficiente radicalidad una pregunta básica: )Cómo organizar el inmenso conflicto social latente?)Cómo expresar políticamente de forma antagónica y no solo mediante intereses inmediatos la exterioridad de los millones de perjudicados y excluidos?. Esta pregunta sirve para poner en marcha la fuerza necesaria para sustentar cualquier alternativa crítica con vocación de ser algo más que palabras. Sin embargo es sustituida frecuentemente por la preocupación de incorporarse a la realidad virtual, es decir a los medios de difusión. Se confunde la visibilidad política con aparecer en los medios. Se intercambia invisibilidad por visibilidad virtual. Se confunde organización y movilización para salir de la marginalidad con un artículo o una imagen en un telediario.

Sin embargo, frente a esta descripción abstracta de las limitaciones de los movimientos de resistencia social, las formas de desobediencia son muchas, aunque moleculares. Los militantes sociales que protagonizan estas dinámicas son, todavía numerosos. Hay múltiples redes, alejadas de los espacios de la izquierda, pero paradójicamente con participación a menudo de sus militantes, que protagonizan dinámicas de resistencia.

Movimientos de ocupación rural y urbana, experiencias agroecológicas que defienden la soberanía alimentaria y organizan grupos de consumo basados en la producción a pequeña escala y los ciclos cortos de distribución, opositores a la biotecnología y a las patentes de la vida, insumisos antimilitaristas, redes que trabajan desde dentro de la pobreza y la exclusión, movimientos de educación popular, grupos que desarrollan experiencias de economía alternativa y solidaria y, desde luego el movimiento radical vasco cuyo potencial constituyente y su carácter popular es innegable y cuyos rasgos más duros o condenables, tienen en parte su explicación en la complicidad de la izquierda con el poder y el nacionalismo español,.

La proliferación de activistas radicales en pueblos y barrios es paralela a la impotencia para unificar politicamente y converger toda esta actividad descentrada, que expresa resistencias particulares ante las consecuencias de las políticas que se aplican en nombre de la modernización y la construcción europea.

Su liderazgo social contrasta con la ausencia de un discurso global. El esfuerzo por mantener estas islas de resistencia, democracia y participación ciudadana agota las fuerzas de sus protagonistas. Ya no existen el radicalismo con aparatos centralizados capaces de poner en pie una convergencia como supuso el movimiento anti OTAN o el movimiento feminista en sus mejores momentos. Sin embargo la enorme tensión social encubierta y canalizada hacia la lucha entre los de abajo, hace imprescindible este esfuerzo de politización y de convergencia entre la militancia social y los sectores de la izquierda tradicional frustrados por la burocracia y las luchas internas.

La complejidad de la sociedad actual nos debe alejar de cualquier receta como solución única y central.

La crítica radical, clarificando la coherción y la violencia que, tras la fachada de democracia constituyen la vida cotidiana y lo paradójico de un progreso que tiene como condición la desesperación y la miseria de gran parte dela población, es una condición para cualquier proceso emancipador real.

La convergencia de militantes y movimientos antagonistas, requiere para tener un significado la organización de una fuerza que haga aparecer lo tapado, e impida el depliegue de la lógica inhumana y corruptora del capitalismo global. Hay que investigar y ensallar fórmulas para la expresión del inmenso conflicto social oculto. Solo con un movimiento que avance desde fuera de la lógica del mercado, que no exprese solo intereses sino también razones, pueden tener un papel constructivo las fórmulas piadosas dirigidas a las clases medias.

Sin una fuerza social de choque que impugne el orden de relaciones sociales vigentes, no hay reformas que valgan. Esa es la lección de los últimos 25 años.

Agustín Morán. Miembro del CAES

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