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CONTRA LA MONDA ÚNICA


La construcción de Europa se rige desde 1992 por el Tratado de la Unión Europea aprobado en la ciudad holandesa de Maastricht. En este Tratado se establece la Moneda como el verdadero cemento unificador de Europa y se fijan unas condiciones de Convergencia que no hablan de Bienestar Social, sino de Estabilidad Monetaria.

Este proyecto, que tiene como principal protagonista al Capital financiero y multinacional, busca ganar en escala para competir mejor con otros grandes mercados regionales, como el hegemonizado por EE.UU. en América y el liderado por Japón en Asia.

La persecución de la Moneda Única Europea sirve, además, para potenciar el dominio del Capital en el interior de cada país y para subordinar a los países de la Cuenca Sur y Oriental del Mediterráneo, mediante un injusto proyecto que prevee una Zona de Libre Comercio entre ellos y la Unión Europea para el año 2010.

En las Economías de Mercado, el beneficio del Capital condiciona la inversión productiva. El desarrollo de la Economía, el volumen y la calidad del empleo y la protección social dependen de dicho beneficio.

Los derechos sociales sólo se respetarán si coinciden con las expectativas de los dueños del dinero. Sin embargo, esta coincidencia no se produce para muchos millones de personas. El desempleo masivo y el aumento de la desigualdad, así lo atestiguan. Se ha roto la conexión entre beneficio privado y Bienestar Social. La Moneda Única se nos impone aunque suponga paro, precariedad y pérdida de las prestaciones sociales.

En la Economía Globalizada, la competitividad exige el máximo de producción con el mínimo coste de trabajo humano. No hay empleo para quienes lo necesitan para vivir, sino exclusivamente, para el número de personas necesario para producir plusvalor. Millones de personas quedan en los márgenes de la modernización basada en la Moneda Única.

La producción no está sujeta a fines sociales. El producto por excelencia de la Economía de Mercado es el beneficio del Capital. Las personas existen sólo como productores de plusvalor y como consumidores de mercancías. La finalidad de la Economía no es satisfacer las necesidades de la sociedad, sino las necesidades del Capital.

La Política Agraria Común y su revisión según la "Agenda 2000", al plegarse a la dinámica impuesta por la Organización Mundial de Comercio (OMC), intensifica la búsqueda de competitividad y la caida de los precios. Esto va a aumentar la dinámica de destrucción de empleo rural, contaminación de las aguas, pérdida de nuestra propia capacidad productiva alimentaria, privatización de la vida animal y vegetal (patentes), atentados contra la biodiversidad, dependencia de unas pocas Multinacionales para la alimentación, etc.

La Europa de la Moneda Única acrecienta el dominio y la autonomía del Capital. Cuanto más se acrecienta la dimensión del Capital, más aumenta la supremacía de éste sobre los trabajadores, sobre los pueblos y sobre los gobiernos.

Los gobiernos, prisioneros de esta lógica, no sólo no protegen las necesidades sociales, el medio ambiente y la soberanía alimentaria, sino que colaboran en su permanente violación al impulsar la Globalización Económica y la Moneda Única.

Aceptar la Moneda Única y reclamar a un tiempo una Europa Social y respetuosa con el medio ambiente es pedir la cuadratura del círculo.

Las piadosas declaraciones a favor del empleo sólo pueden concretarse, como la han hecho en la Cumbre por el Empleo celebrada en Luxemburgo el 22 de noviembre, en proponer la precariedad masiva como única solución al paro masivo y la presión sobre los parados que cobran seguro de paro para que acepten cualquier tipo de trabajo, so pena de perder la prestación.

La Europa de Maastricht y la Moneda Única no son la causa de este libertinaje del Capital, pero sí sirven para potenciarlo y legitimarlo ante los débiles y los perjudicados.

El derecho al trabajo, a la vivienda, a un salario digno, a una pensión en la vejez, están amenazados. A partir de 1.999 en la Europa de la Moneda Única y el Pacto de Estabilidad, lo estarán más aún. Un Capital que ya somete a los Estados Nación será aún más incontrolable en un espacio Europeo, donde dicho Capital es más fuerte y las instituciones políticas más débiles.

Los beneficios inmensos del gran Capital crecen simétricamente a la degradación social. Y no pasa nada. Ante esta falta de respuesta, los ricos se crecen y sus propuestas son cada vez más agresivas y osadas. Intentan pasar a la esfera de sus negocios la protección de los derechos sociales, sanidad, educación, pensiones, etc. Intensifican la flexibilidzación del trabajo para que las personas nos comportemos como mercancías de usar o dejar según las necesidades del mercado. Ya ni siquiera prometen nada. Hay que obedecer porque sí. Los sacrificios para llegar a la moneda única no han sido nada para los que nos esperan, una vez dentro, para evitar se expulsados.

No hay propuestas sociales positivas, de agarrar los problemas y resolverlos entre todos. sólo los números, las amenazas, el miedo. El destrozo social y medioambiental crecen como un producto inevitable de la modernización, perfectamente compatibles con la democracia. La política realmente existente, rigurosamente separada de la población, es cómplice con este orden que se nos presenta como natural.

Sin embargo, existen millones de perjudicados que son políticamente invisibles porque están aislados. También se dan innumerables dinámicas de resistencia social que a pesar de tener un enemigo común: la Europa de Maastricht, y la Moneda Única, no acaban de confluir y unificarse.

El Movimiento contra la Europa de Maastricht y la Globalización Económica trabaja para crear esa confluencia.

Agustín Morán

C.A.E.S.-Madrid.-(diciembre de 1.997)

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