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CUIDAR DE L@S DEMÁS: UN PROBLEMA ÉTICO

 Sira del Río s  abril 1999

 La reivindicación de reducir la jornada laboral a 35 horas y el debate sobre el reparto del trabajo han puesto de manifiesto la visión parcial en la que se basan los análisis sobre el trabajo necesario para el funcionamiento de la sociedad. 

 Sólo se está contemplando el reparto de una parte del trabajo, el que está en el mercado y se intercambia por un salario: el empleo.  Así se dejan fuera del debate todas las formas de trabajo que no se encuentran dentro del mercado laboral, de las que la más importante es el trabajo familiar.

Tan importante es el trabajo no monetarizado que supone el 72% del total de horas de trabajo realizadas por la población adulta a lo largo de un año. Es decir, que cuando hablamos de reparto del trabajo, refiriéndonos sólo al empleo asalariado, estamos hablando exclusivamente del 28% del trabajo que se realiza[12]

 Esto contribuye a la invisibilidad de miles de millones de horas de trabajo gratuito realizado por las mujeres, a pesar de que este trabajo es  fundamental para el funcionamiento de la economía y de la sociedad.

 El trabajo familiar, al no estar movilizado por una renta ni por un salario, sino por sentimientos de amor y protección, pertenece a un plano de la realidad que permanece invisible para la economía de mercado y, por lo tanto, para la mayoría de la sociedad que identifica esta lógica como la única posible.

 Así, siendo el trabajo de cuidados decisivo para el desarrollo de los seres humanos, aparece como desprovisto de valor. Se considera una actividad privada que nada tiene que ver con el capitalismo, ni con el funcionamiento social, ni con la vida de los varones.

 Al reflexionar sobre una situación tan injusta y tan incomprensible es obligado preguntarse qué tipo de pensamiento subyace en nuestras sociedades humanas para que no tenga ningún valor, precisamente, el cuidado y el desarrollo de los seres humanos, que debería ser el objetivo fundamental.

 Una respuesta es que vivimos en un mundo capitalista donde lo que importa no es la satisfacción de las necesidades humanas, sino la producción de capital, pero esta respuesta no lo explica todo.

 La sociedad no es un ente abstracto, sino que está compuesta por individuos concretos, por los hombres y mujeres que la forman y la transforman, por personas que con su pensamiento y con su actividad, con su poder o su no poder, determinan el mundo en que vivimos.

 Así, las mujeres concretas en nuestros esfuerzos por compartir el trabajo de cuidados, nos encontramos con hombres concretos, situados en cualquier nivel de la estructura social y con cualquier ideología, que no comprenden ni la importancia ni la necesidad de este trabajo y que, además, no se sienten en absoluto responsables de su realización.

Por el contrario, las mujeres no sólo consideramos que es algo muy importante, sino que nos sentimos responsables de las tareas de cuidados e, incluso, culpables cuando somos capaces de poner nuestros intereses personales por encima de los de las personas a las que atendemos.

 DOS ÉTICAS PARA DOS GÉNEROS

 Siguiendo estas reflexiones es ineludible llegar a los dos distintos universos que se nos reservan según sea nuestro género. Nos encontramos con una esfera pública para los varones, y con una esfera doméstica para las mujeres. Dos mundos a los que, además, corresponden dos diferentes éticas.

 En la década pasada, a partir de los trabajos de Carol Guilligan, se inicia un debate en el que se pone de manifiesto la existencia de una ética para lo público, la de la justicia, y otra ética para lo familiar: la del cuidado.

 Este artículo no es más que una aproximación a este debate, en el que vamos a comentar los rasgos que consideramos más significativos. Algunos de sus planteamientos nos generan dudas y nuevas preguntas, porque estamos hablando de un debate abierto y vivo que, además, tiene una gran complejidad. Sin embargo, estamos convencidas que, en su desarrollo, nos va a ayudar a aproximarnos a nuevas fórmulas para conseguir avanzar en el reparto del trabajo familiar.

 LA ÉTICA DE LA JUSTICIA Y LA ÉTICA DEL CUIDADO

 Aunque la búsqueda de la justicia sería el objetivo de cualquier ética, lo que aquí se llama ética de la justicia se refiere a la ética dominante hoy en las sociedades occidentales, que tiene su origen en la lucha ideológica de la burguesía, asociada a su lucha por el dominio social.

 La revolución francesa, con el antecedente de la independencia de las trece colonias inglesas en América del Norte, inicia un nuevo período histórico que produce una quiebra en las formas de organización social conocidas hasta entonces. Pero los cambios se habían iniciado mucho antes en el pensamiento de los Ilustrados y este pensamiento había ido atravesando los estratos sociales que carecían de poder.

 Para romper la antigua estructura social se hace necesario defender los derechos universales y la igualdad, cuestionando los privilegios por nacimiento y  la pertenencia de los individuos a una estructura social inmóvil y fuertemente jerarquizada.

 El triunfo de la burguesía se produce, no sólo sobre el antiguo régimen, sino sobre millones de personas "liberadas" de toda atadura, que debían vender su fuerza de trabajo por un salario para sobrevivir. También las mujeres son derrotadas y excluidas del derecho de ciudadanía y de la participación en el espacio público. Así, la universalidad y la igualdad quedan condicionadas a la pertenencia a un género y a la posición de propietario o desposeído.

 Una vez que se han quebrado las antiguas relaciones sociales, los cimientos sobre los que se construye la modernidad están basados en la idea de un individuo aislado y desarraigado, que se mueve por intereses egoístas y al que, por tanto, hay que poner freno para que no invada los derechos de los demás.

 Sin embargo, este planteamiento sólo es válido para la esfera pública, porque en el mismo proceso se está produciendo la separación entre lo público y lo privado o doméstico, cuya lógica es muy diferente.

 En la esfera de lo doméstico se sigue manteniendo como eje central la conciencia de formar parte de una red de relaciones donde dependemos unas personas de las otras.

 El rasgo central de esta ética es la responsabilidad, entendida como deber de actuar respecto a los demás, de responder a sus necesidades o hacer efectivos sus derechos. Lo moral es proceder así, incluso es inmoral la omisión de la ayuda.

  ALGUNAS COMPARACIONES NO SON ODIOSAS

Vamos a ver, de forma comparada, algunos de los rasgos de las éticas que estamos comentando.

 Para la ética de la justicia es necesario partir de las personas como separadas, independientes. Esto supone una concepción del individuo como previo a las relaciones sociales.

 La ética del cuidado, sin embargo, se basa en la comprensión del mundo como una red de relaciones en la que nos sentimos insertas. Así surge un reconocimiento de la responsabilidad hacia los otros.

 Diversas autoras postulan una relación entre los diferentes modos de razonamiento moral y las diferencias en la concepción del Yo en mujeres y hombres. El análisis más extendido, cuya autora es Nancy Chodorow, está basado en la intensa y exclusiva relación  que la madre tiene con los niños y niñas, por la no participación directa del padre en la crianza.

 Así, desde las primeras etapas del desarrollo, las madres ven a sus hijas como semejantes a ellas y las niñas se perciben como similares a sus madres. De este modo el apego es clave para la formación de su identidad y las niñas adquieren en este primer período una base para la empatía, para experimentar las necesidades y sentimientos de los otros como si fueran propios.

 Por el contrario, las madres experimentan a sus hijos como opuestos masculinos y los niños, al definirse como varones, lo hacen marcando la separación de sus madres. Es decir, el desarrollo de los varones entraña una individuación más fuerte.

 Las diferencias se mantienen en la vida adulta, donde se puede observar que las mujeres anteponen las relaciones a lo demás, mientras que para los hombres lo fundamental es la realización individual y, si hace falta, sacrificarán las relaciones por ella.

Otro fundamento de la ética de la justicia es el respeto a los derechos formales. Una persona realiza un acto moral si no lesiona los derechos de los demás. Es necesaria la existencia de normas que establezcan esos derechos y garanticen que no son vulnerados. La responsabilidad hacia los demás se entiende como un freno que impide que nuestros deseos nos hagan quebrantar los límites marcados.

 Por ejemplo, se considera inmoral que una persona robe una mercancía en unos grandes almacenes porque atenta contra el derecho a la propiedad. Sin embargo se considera moral que el propietario de estos grandes almacenes pague unos salarios de miseria porque las dos partes han suscrito un contrato "libremente" o que, a las puertas de este mismo almacén, repleto de comida, una persona indigente esté pasando hambre.

 Para la ética del cuidado, sin embargo, la responsabilidad hacia los demás se entiende como una acción en forma de ayuda. Una persona tiene el deber de ayudar a los demás, de tal modo que no puede plantearse ni la omisión. Si vemos una necesidad nos sentimos obligadas a procurar que se resuelva.

 La ética de la justicia es procedimentalista. Es decir, no se puede decir que algo es bueno en general, solo que la decisión se ha tomado siguiendo o no las normas. El problema no es si los resultados son justos, sino que se cumplan los procedimientos.

 De esta manera la ética no puede pronunciarse sobre lo que es bueno en general, por lo que no se puede establecer una crítica a los valores dominantes.

Por ejemplo, si la construcción de nuevas prisiones se adjudica favoreciendo a ciertas empresas a cambio de una comisión (no se respeta el procedimiento) se producirá un enorme escándalo que aparecerá en todos los medios de difusión. Sin embargo si se quiere debatir por qué cada vez hay más prisiones y lo que sucede en su interior habrá que recurrir a foros marginales.

PARA TERMINAR

 Como se señalaba anteriormente esta es una pequeña aproximación al debate, que tiene la virtud de poner en tela de juicio muchas de las concepciones por las que nos regimos todas las personas. La crítica a la ética de la justicia ofrece poderosas razones para combatir la lógica dominante.

 También nos hace reflexionar sobre la propia ética del cuidado. La defensa de sus valores no puede hacer que nos olvidemos de sus problemas. La falta de límites en la dedicación a los otros es uno de ellos. Las mujeres sabemos muy bien lo que significa no tener existencia ni deseos propios, perdidas en la existencia y los deseos ajenos.

 Sin embargo, en esta primera aproximación, nos atrevemos a decir que superar esta división moral y avanzar hacia una ética común que incorporase lo bueno de ambas, significaría, también, avanzar en la construcción de un mundo mejor para todas y para todos.

 Bibliografía:

 *Tiempo de feminismo. Celia Amorós

*10 palabras clave sobre mujer. Varias autoras

*Ética de la justicia, ética del cuidado. Gloria Marín. Assemblea de dones d'Elx

*El trabajo invisible en España: Aspectos económicos y normativos. A. Durán

 


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