texto
del C.A.E.S
PRECARIZACION Y CONFORMISMO
A finales de los años setenta se inició
en el Estado Español un agudo proceso de destrucción de empleo.
El aumento del paro junto con el recorte de la protección al desempleo,
crearon las condiciones para que millones de trabajadores/as aceptaran
trabajar en unas condiciones laborales por debajo de la ley.
La primera gran reforma del Estatuto del Trabajador
de 1984, no solo legalizó lo que ya era real pero ilegal, sino que
sentó las bases para la generalización de la precariedad.
A partir de aquí el empleo creado en las etapas de crecimiento económico
engrosaba el sector precario del mercado de trabajo. Un empleo ya no supone
la salida de la inestabilidad, sino la consolidación de dicha inestabilidad.
En la segunda gran Reforma del Estatuto del Trabajador
de 1994, se facilitan los despidos colectivos, y se legalizan las empresas
de trabajo temporal (ETT's) que, aunque ilegales, venían practicando
libremente el prestamismo laboral. La unidad de intereses entre las ETTs
y sus empresas clientes en convertir el trabajo estable en rotatorio, las
constituye en un agente que impulsa la precarización laboral.
Hace veinte años la estabilidad laboral era
la norma, con la única excepción de las actividades estacionales
(turismo) y de obra determinada (construcción). Hoy la inestabilidad
afecta a tres millones de parados/as, 3,2 millones de eventuales y un millón
de contratados a tiempo parcial, o a paro parcial, según se mire.
Más de siete millones de trabajadores, seis de cada diez, carecen
de una relación estable y suficiente con el Mercado de Trabajo que
en general, constituye la única fuente de sus recursos.
La movilidad de millones de personas en la franja
de eventualidad - paro- paro de larga duración-paro sin protección
o subsidio - empobrecimiento representa unas dinámicas de vulnerabilidad
que afectan a la mayoría de la población asalariada.
Sin embargo, esta revolución silenciosa de
las patronales, a pesar de sus consecuencias catastróficas, no ha
producido una radicalización de sus víctimas. Más
bien todo lo contrario.
El aumento de la segmentación laboral consolida
innumerables estatutos en el interior de la población asalariada.
Los intereses inmediatos de los trabajadores fijos aparecen confrontados
con los de los parados de larga duración, los jóvenes y las
mujeres. Los trabajadores autóctonos desconfían de los extranjeros.
Los sujetos a prestamismo laboral comprueban con impotencia como hacen
el mismo trabajo que otro fijo pero en su caso, por menos salario y peores
condiciones.
La despolitización y desmovilización
existentes limitan el alcance de las escasas luchas de las personas precarizadas
ante su situación. Sin movilización social, con la precariedad
crece la competencia entre los de abajo y la línea de lucha se desplaza
de trabajo-capital al interior de la población trabajadora.
Los sindicatos, ante esta dinámicas que ellos
mismos han contribuido a producir por acción o por omisión,
toman partido por los trabajadores estables entre los que se encuentra
su base de sustentación. Realizan, en el mejor de los casos algunas
denuncias o actividades de baja intensidad respecto a su actividad habitual,
o bien abandonan a su suerte a los sectores precarizados. Esta ausencia
contribuye a la indefensión de los precarios, el libertinaje de
patronales y la profundización de las diferencias entre los distintos
segmentos de la población asalariada. Los sectores estables que
sostienen a los sindicatos, pierden peso en el conjunto de los trabajadores
y experimentan una deriva corporativa y conservadora, lo cual les hace
cada vez más pasivos e impotentes. Paradójicamente constituyen
el único sector con una mínima articulación organizativa
y con una tradición de lucha y reivindicación.
Los sindicatos mayoritarios ya no pueden imponer
por la fuerza su representatividad de la clase obrera en régimen
de monopolio. Necesitan la benevolencia de la patronal y la financiación
del Estado y desde luego, el vacío de cualquier alternativa de agrupamiento
político de los sectores precarizados. El precio que pagan es su
"modernización", la interiorización progresiva de todas y
cada una de las razones del capital: competitividad, flexibilidad, moneda
unica, globalización, crecimiento económico a cualquier precio,
derechos y libertades condicionales (condicionadas) al beneficio del Capital..
Esta dinámica posibilita un modelo de "modernización"
basado en el crecimiento de la pobreza, la escisión dentro del mismo
espacio empresarial de trabajadores protegidos y desprotegidos y el aumento
de las relaciones laborales al margen de la legalidad.
Se sientan las condiciones para una radical conciencia
individualizada en los trabajadores precarios, sobre todo de los jóvenes.
Siendo la voluntad del empresario el único poder del que depende
su propia estabilidad (empleo, salario) sólo las personas heroicas
desafiarán a esa voluntad.
La complicidad de la izquierda con un orden social
que tiene en la economía el único principio de realidad,
hace posible el avance del discurso del poder entre los mismos precarizados:
"La flexibilización del mercado de trabajo favorecerá la
inversión, y con ella el empleo. "Remover los privilegios de los
fijos generará más oportunidades para los parados". "Los
sindicatos defienden corporativamente el egoísmo de los estables,
con ello desaniman a los inversores y dificultan la creación de
empleo. Es decir, los sindicatos son los causantes del paro".
El hecho de que siete de cada diez votantes (dos
se abstienen) elijan a políticos y sindicalistas del "Coro Unico":
PP y al PSOE en las elecciones políticas y a CC.OO-UGT en las elecciones
sindicales, nos informa de la penetración del discurso del poder
en el interior de la clase obrera.
¿Cómo es posible que existiendo leyes laborales y convenios
colectivos, la mayoría de los trabajadores/as precarizados permitan
que se incumplan y no se les apliquen los derechos protegidos por dichas
leyes?.
La contradicción entre la existencia de derechos
legales y su incumplimiento, tiene su origen en la desigualdad y la coerción,
pero tiene su condición en la subjetividad de los trabajadores precarizados.
La conciencia de que las cosas funcionan así
y no de otra manera en las relaciones laborales explica, en una primera
aproximación, el consentimiento ante la ilegalidad empresarial.
Esta conciencia puede basarse en representaciones
diversas:
a. Desconocimiento por la
persona precarizada de los derechos laborales que le asisten
b. Escepticismo respecto
a cualquier camino de reclamación legal o sindical
c. Rechazo frontal de cualquier
forma de reclamación.
De estos tres escenarios se derivan posibles líneas
de actuación práctica.
En primer lugar, conocer la situación concreta
de las personas precarizadas de cada empresa. Este conocimiento es un proceso
cuyo origen está en la voluntad de los militantes sindicales estables.
Para recorrerlo la Dirección de la empresa solo está obligada
a dar la lista de los contratos, y los contratos mismos. Por lo tanto,
la situación real de los precarios/as, solo puede conocerse investigándola
puesto a puesto.
La información obtenida, una vez ordenada,
y analizada nos dará los instrumentos para informar a los precarios
de los derechos que les son negados y, a toda la plantilla, de la situación
de ilegalidad e injusticia existente. Una detallada información,
mostrando la realidad tal cual es y explicando el proceso que la ha hecho
posible es la condición para abrir un proceso de lucha.
El escepticismo de los precarios respecto a la actividad
sindical disminuirá con esta línea continuada de acción
y de denuncia. Las denuncias deben partir de las personas afectadas, lo
cual supondrá su no renovación e incluso su despido, pero
también debe partir del Comité de empresa o de algún
sindicato, intentando abrir una vía legal para que la representación
sindical pueda intervenir de oficio en estas situaciones flagrantes.
Organizar la solidaridad general contra las represalias
a los precarios que se defiendan. Llamar a la movilización tras
una amplia explicación de lo que sucede y procurar coordinar todos
los procesos de esta índole que se den simultáneamente, para
oponer en cada lugar las fuerzas sindicales acumuladas, son tareas complementarias
para organizar la resistencia contra la precarización.
La lucha es difícil pero, ¿era más
fácil en el franquismo y la clandestinidad?
CAES
Enero’99