texto publicado en el número 2 de la revista Contra (el) Poder en invierno del 98
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CUESTIONAMIENTO DE LA BASE TEÓRICA DE LA COTRAINFORMACIÓN

Compañer@s de "Contra el Poder" salud:

    Antes de empezar quiero justificar el que considero obligado anonimato de esta carta: en el que podríamos llamar movimiento antagonista madrileño (término amplio y vago cuanto se quiera, para que nadie se sienta excluida a priori; quién se excluya, que lo haga el/ella solit@) el debate acerca de cualquier asunto que incumba a los deferentes aspectos del combate contra el Capital y el Estado está viciado desde hace muchísimo tiempo, hasta tal punto que el poner una u otra firma bajo un papel condiciona el que se le dé una interpretación totalmente diferente según sea el caso. Me interesa sobre todo que se entienda lo que quiero decir, y que cada cual interprete lo que quiera, pero en base a lo escrito y no en base a lo firmado.

    Quiero hablar de contrainformación para lo que me detendré en la que en Madrid viene siendo considerada, (porque lo es) una de las experiencias más interesantes, en ciertos aspectos bien llevada y prolongada en el tiempo lo suficiente para no ser considerada una historia pasajera: el Molo y la agencia de contrainformación UPA. Lo que diga sobre el Molo-UPA no debe ser considerado en ningún caso ataques ni intromisiones en los asuntos propios de un kolectivo del que no formo parte y por tanto poco tendría que decir: simplemente lo que voy a tratar de exponer no son reflexionas en el aire, puramente teóricas sino que están basadas en unas reflexiones prácticas que han partido en buena medida de la lectura del Molotov: la bonita teoría de la práctica de la que emana teoría que revierte de nuevo en la práctica... creo que el debate sobre esos temas, esos asuntos que conciernen al combate, debe ser llevado abiertamente, a la luz, para que todo el mundo pueda ver, oír, participar, aprender, cambiar de opinión o reafirmarse y sobre todo para pasar a la acción con una base mínima (aunque muchas de nosotras no hayamos tenido en un principio mucha base a parte de los cómics de Azagra).

    Lo primero que debemos hacer es cuestionarnos la base teórica de la contrainformación: ¿qué conseguimos relatando una tras otra, noticias silenciadas por los mass-mierda? ¿qué pretendemos al, simplemente contar cosas que pasan, y no sus antecedentes las razones que impulsan determinadas prácticas, el contexto en el que las cosas ocurren?. La pretensión, evidentemente legítima, de convertirse en mero canal, es evidentemente irrealizable. El Molo y la Upa, como cualquier otro medio de contrainformación, está compuesto fundamentalmente por personas, y sin estas no hay nada que hacer; personas que, en el caso de los medios "alternativos", suponemos con una conciencia social fuerte, con unas Ideas fuerza radicales en su cabecita que impulsen su acción, militantes, activistas, gente que de ninguna manera puede limitar su acción al especialismo pre-periodístico de redactores de opúsculos. Las personas no pueden ser únicamente canales por los que se transmita la verdad objetiva a través del filtro de nuestra subjetividad comunicamos, y lo haremos de una manera o de otra bien diferente según sea esa visión subjetiva del mundo que cada uno tenga. Como he dicho, yo a los militantes de colectivos de contrainformación les supongo una conciencia revolucionaria, y quiero suponer también que todo el trabajo que realizan no es hecho como quien trabaja para El País o la Cope, sino con una intención revolucionaria. Teniendo claro que la objetividad es imposible, tenderemos a hacer consciente esa subjetividad, llenarla de contenido, de rabia, de mala hostia. Así, no creo que la contrainformación, la comunicación «alternativa» (y que quede bien claro que detesto ese apelativo, pero es para entendernos) quede en un plano superior o separado de las luchas revolucionarias, sino que es parte de ellas, o al menos debería serlo.

    ¿Para qué debe servir la contrainformación? No será, supongo, porque se defienda ese supuesto derecho a estar «informad@s» y se contribuya, mediante la difusión de noticias que no tienen cabida en la prensa del régimen, a afianzar ese «derecho», el que algun@s militantes se dediquen preferentemente a tareas de contrainformación. Ese "dar voz a los sin voz", al que son tan aficionad@s l@s compas del Molo no se puede tampoco quedar ahí, siendo además pretencioso querer "dar voz a alguien". De lo que se trata precisamente no es de que nadie venga a damos voz, sino de contribuir a que todo cristo pueda recuperar todo aquello que nos pertenece, incluida, claro está, la voz. En caso de que ese "dar voz a los sin voz" se quede ahí estaremos haciendo una labor parecida a algunas ONG's que "permiten" a los pobres, a los marginados, a los excluid@s, expresarse y "luchar" por sus "derechos". Cuando se defiende la autoorganización, cosa que el Molo dice hacer, es eso lo que hay que potenciar con nuestra labor cotidiana, ese apoyo a la autoorganización, (autoorganización que pasa por una toma de conciencia de tu situación real, tus necesidades reales, tus deseos reales) no puede quedar escindido de nuestra práctica cotidiana, separado de manera artificiosa y esquizoide: hoy hacemos este papel y mañana apoyamos la autoorganización de l@s excluid@s. Absurdo, como se puede entender, es en ese papel donde se refleja el apoyo a la autoorganización y el impulso que pretendemos dar a las luchas.

    Apoyo que pretendemos dar a las luchas: es claro que si no nos consideramos algo ajeno y distinto a las realidades en revuelta contra el sistema, sino que nos autorreconocermos como una de esas realidades, está dentro de nuestros intereses potenciar e impulsar esas revueltas, esas luchas. Si nos consideramos la antítesis del Poder es eso lo que debe quedar reflejado en nuestros medios. ¿Somos acaso idiotas que contamos lo que pasa, haciendo uso de una objetividad que sabemos que no existe, pero no por qué creemos que eso pasa, contamos lo que hacemos y no queremos situar nuestra acción en un contexto lógico, comprensible?. Esto es lo que muchas veces se hace desde los medios de contrainformación, queremos romper el cerco al que nos somete la información procedente del sistema, para lo cual utilizamos sus armas, pero en pequeñito, en cutre, cayendo además en las trampas en las que ni ellos, apologetas de la objetividad, caen: creer que con información se consigue algo. La utilización de las armas del enemigo nos convierte en el enemigo, esas armas no son neutras, no se vuelven buenas porque nosotr@s hagamos uso de ellas. El estilo aséptico y periodístico, ese lenguaje, que estamos acostumbrad@s a leer en los panfletos del sistema (País Mundo, Ya, Vanguardia...) y por desgracia cada vez más en nuestros propios panfletos, es algo inventado por ese periodismo al servicio del orden, no es algo que nosotr@s podamos utilizar como sí tal cosa. Cuando usamos su lenguaje, y decimos "fuerzas del orden", "funcionarios de prisiones, agentes", "centros penitenciarios", y toda la demás basura que día tras día escuchamos por ahí, estamos negando la posibilidad de construcción de un lenguaje claro y revolucionario. "La verdad es revolucionaria", dicen algunos, y la verdad es que aquí no hay centros penitenciarios hay cárceles, trullos, trenas, macos, centros de exterminio, como no hay funcionarios de prisiones, sino carceleros. Ese hablar claro que refleja el sentir y el pensar de los rebeldes, es el que debemos usar, y no estoy diciendo que no existan otras posibles formas de transmitir nuestro pensamiento (si es que lo hay, que hasta eso llego a dudar) sino que el uso del lenguaje del enemigo no hace sino que se empiece a considerar lo "normal" su desolación, su palabrería hueca y aburrida, sus engaños.

    La contrainformación, un boletín de contrainformación como el Molo, ha de servir para que quien lo lea, es@ chavalit@ de instituto, es@ currela de nuestros barrios con l@s que a veces nos resulta tan complicado contactar, empiece a pensar más allá La contrainformación, o entra en los parámetros de la agitación o se pierde en la nada de la información del sistema: información que obedece la norma, que dice reflejar lo que pasa, que no se atreve a iniciar (mucho menos profundizar) críticas radicales, información a la que se le pone un prefijo, contra, porque pretende "reflejar" lo que los que están contra este orden hacen, pero sin ser ella misma contraria a ese orden en cuanto realiza en la práctica el esquema comunicativo de ese orden. Poca importancia tiene que la estructura interna de los "contrainformador@s" sea asamblearia, que en lo íntimo de sus conciencias esté el ánimo de subvertir el orden, que trate de romper el croquis suceso-periodista que lo ve-noticia-periódico. Lo que quizá haya que pensar más es ¿Qué función cumple el Molo para l@s revolucionari@s? Y todavía más importante ¿Para qué le sirve leer el molo a quien no es revolucionario?.
 
 

    Para los revolucionarios, saber que hay veinte, cien, quinientos insumisos presos no sirve de nada. No sirve saber las circunstancias de los juicios, no sirve saber que cada x tiempo un compañero cae preso. La diferencia de carácter únicamente cuantitativo (la información que aporta el molo respecto a la insumisión no cambia el posible análisis (que el molo parece temer llevar a cabo). Para l@s no revolucionari@s, saber que los insumisos son encarcelados no es ninguna novedad, ya lo cuenta de vez en cuando la tele. Contárselo una quincena si y otra también a través de un papel se supone que "alternativo" no marca la diferencia, la gente se queda igual. Con esto, el Molotov se quedaría en una poderosa herramienta potencial (con unos limitados pero importantes medios) absolutamente inútil en la práctica.

    La cosa es más grave cuando leemos noticias como las del boletín n' 97 (Un informe oficial de la Generalitat de Catalunya propone negociar con el movimiento de okupaciones): un cuarto de página de un boletín de cuatro (por tanto 1/16 del total dedicados a narrar sin un asomo de crítica de cuestionamiento, ni de análisis (claro), dos informes estatales (uno de la dirección general de seguridad ciudadana, otro de la consejería general de juventud) en los que se "analizan" diferentes aspectos del movimiento de okupaciones en el que se habla de "representantes", se cuenta "la historia" resumida del movimiento y se habla de "organizaciones mediadoras" que "ya funcionan con éxito en Alemania y ayudan a los jóvenes okupantes a encontrar trabajo y un alojamiento alternativo". Grave, porque se le da espacio en nuestros medios al estado, que habla así por nuestra boca. Grave, porque se permite en nuestros medios que se hable de "representantes" sin desmentirlo y se le permite al enemigo que nos historie, cuando deberíamos ser nosotr@s quienes lo hiciéramos (encima nos historian en nuestros propios papeles). Grave, porque denota una cobardía inmensa, en un momento en el que un debate importante acerca de la negociación está teniendo lugar en el movimiento de okupaciones, no querer posicionarse; no ante esto, sino sencillamente ante nada. En definitiva las palabras del enemigo encuentran hueco en la prensa alternativa y no para ser criticadas, sino simplemente difundidas.

    Es grave igualmente dar voz a los que si tienen voz (CCOO, n098; IU, n098; Juventud Comunista Murciana, no sé que número) sin, claro está (pues el molotov lleva inmerso en esta     dinámica un tiempo considerable) desplegar el más mínimo rastro de crítica. ¿entonces, para qué sirve el Molo? Podríamos decir, a mala ostia, que para difundir resúmenes del Egin, servir de vocero acrítico de la Generalitat, pregonar las tontunas de CCOO e IU, etc.

    Esto es preocupante, cuando todo el mundo sabe de muy buena tinta que la agencia UPA (pa` quien no lo sepa, es el Molo con otro nombre) tiene una cantidad ingente de información que saca de los múltiples mecanismos que tiene: contestador, internet, correo, y además están en Madrid y saben lo que pasa aquí, información que sale a la calle distorsionada (y eso no es su culpa, es propio de la subjetividad inherente al ser humano de cualquier condición) y con un nulo contenido subversivo, más bien todo lo contrario.

    El miedo a posicionarse del Molotov ante cualquier tema que afecte de lleno o tangencialmente al movimiento es llamativo. El hecho es que se posiciona en la práctica y niega la teoría que da a conocer en charlas y otros foros. El apoyo a la autoorganización de l@s explotad@s no es compatible con el apoyo informativo a la JCM, a IU, a CCOO, a la Generalitat. El apoyo a l@s explotad@s no es compatible con negar las herramientas de análisis a est@s, sino tender a una espectacutarización, vaciado de contenido y negación teórica de esas luchas que desde abajo se llevan a cabo.

    Que se quitara al Molo el subtítulo de Boletín de resistencia y contrainformación para dejarlo sólo en boletín de resistencia es significativo, revela aún más ese miedo; ya no se quiere resistir, ya no se quiere usar esa poderosa herramienta que es la comunicación horizontal sino simplemente contrainformar, desde un plano de superioridad y/o lejanía. Se niega a sí mism@ corno realidad en conflicto, se niega como agente de la comunicación horizontal y quiere ser medio. Así esa negación de querer ser periodistas, se afirma en la práctica cuando negamos la posibilidad de intervenir activamente como gente que comunica lo que desea comunicar, y nos convertimos en emisores-receptores falsamente pasiv@s pues la subjetividad siempre está ahí latente y tomando la palabra cada vez que un/a redactor/a del molo se sienta al teclado.

    Actuando de ese modo l@s componentes del Molo afirman su deseo de no ser compañer@s sino periodistas. Como un periódico ha de ser considerado el que es el más viejo ejemplo contemporáneo de contrainformación matritense. No sé si como periodistas (y por tanto enemig@s) sus componentes; creo que de momento no.

    La única solución que veo al asunto es que desde todos los medios de contrainformación con pretensiones subversivas (los que no las tengan que se vayan a la mierda) se afirme la subjetividad, en vez de tratar de esconderla. Cuando se tiene tanta cantidad de información y unos medios limitados para sacarla a la calle, hay que censurar: hacerlo conscientemente es lo primero. Lo segundo es no caer en las trampas ideológicas del sistema, no querer ser objetiv@s, sino decir lo que se piensa (si no se piensa nada pues no hay pretensiones subversivas), encuadrar los hechos en su contexto usar el lenguaje que, se quiere usar, no el que marcan los cánones periodísticos, y reconocerse parte activa del conflicto de clases. Desde esa posición de subjetividad consciente se puede hacer un trabajo serio y revolucionario. Del otro modo, como lo estáis haciendo ahora, compañer@s del molo, tiráis tiempo y dinero.

Sin más, un/a compañer@ revolucionario de Madrid.

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