texto
publicado en el número 1 de la revista Contra
(el) Poder en invierno del 97
LA SOCIEDAD DUAL: SOLUCION O CALLEJON
SIN SALIDA
[Traducción del artículo "Sociétè Duale:
issue ou impasse?" publicado por la revista francesa REFLEX Nº 4 1]
El concepto de "sociedad dual" describe un modelo,
todavía en proyecto, de funcionamiento del capitalismo desarrollado,
pero cuyas primicias no han cesado de acumularse en el curso de estos últimos
años. La "Sociedad Dual" es presentada por los defensores
del sistema (economistas liberales, políticos) como la única
salida posible a la crisis actual. De hecho constituye realmente
el objetivo estratégico que parece haber fijado la ofensiva que
patronal y gobernantes, ya sean de derechas o de izquierdas, llevan contra
el proletariado y el movimiento obrero desde, más o menos el final
de los años 70. Queda por saber si esta supuesta solución
no es en definitiva un nuevo callejón sin salida.
1) LA CRISIS DEL FORDISMO, ORIGEN DE LA SOCIEDAD DUAL.
Para comprender los lazos de la "sociedad dual" con
la actual crisis del capitalismo occidental, se impone un desvío
histórico. Hay que volver rápidamente al modelo de
desarrollo seguido por este último, después de la guerra:
el famoso fordismo [Aquí no se refiere al modelo de producción
en cadena de las fabricas ideado por Ford, sino más en general,
al modelo capitalista para toda la sociedad]. Este modelo vio la
luz en el marco socio-institucional dibujado después de la guerra
por un compromiso histórico entre la fracción monopolista
del capital y un movimiento obrero de corte socialdemócrata, bajo
los auspicios del Estado. Este compromiso significaba, para el proletariado,
renunciar a la "aventura histórica" por la garantía de su
"seguridad social".
¿Renunciar a la "aventura histórica"? Era renunciar
a la lucha revolucionaria, a la lucha por la transformación comunista
de la sociedad; renunciar a poner en duda la legitimidad del poder de la
clase dominante sobre la sociedad, sobre todo renunciar a la apropiación
de los medios sociales de producción y de los fines así impuestos
a las fuerzas productivas. Era al mismo tiempo consentir las nuevas
formas capitalistas de dominación que se van a desarrollar después
de la guerra, es decir, consentir el conjunto de las transformaciones de
las condiciones de trabajo y de existencia que el desarrollo capitalista
va a imponer al proletariado durante este periodo.
En contrapartida por estas capitulaciones, el proletariado
obtenía la Garantía de su seguridad social. Entendiéndola
no solamente como protección social, sino en un sentido más
amplio como la satisfacción de sus intereses de clase mas inmediatos,
más vitales: una relativa estabilidad del empleo, un aumento de
su "nivel de vida", una reducción del tiempo de trabajo; la satisfacción
de unas cuantas de sus necesidades fundamentales (vivienda, salud, educación.
formación profesional, cultura, ocio, etc.). En una palabra,
la perspectiva de salir de la miseria, de la precariedad, de la incertidumbre
del mañana; de la opresión sin límites que había,
en esencia, caracterizado la condición proletaria.
Es en el marco de este compromiso donde se ha desplegado
el fordismo. Al implicar un reparto de los beneficios generados por
el aumento de la productividad entre trabajador y empresario, el modelo
permitía un acoplamiento entre producción en masa (basada
en la taylorización y la mecanización del trabajo) y el consumo
de masas (basado en el aumento de los salarios directos e indirectos).
Es sobre estos cimientos donde se basaron a la vez:
-
el crecimiento económico de los años 40, 50 y 60.
-
el Estado de Bienestar que será también un Estado regulador
y planificador.
-
la ideología del proceso material ininterrumpido, sinónimo
de productivismo, sin reparo para con los desastres ecológicos y
sociales.
En una palabra, todo el universo material, social, institucional
y cultural del capitalismo occidental de después de la guerra.
Este universo ha, evidentemente, marcado profundamente
el movimiento obrero occidental. Al favorecer, en primer lugar, su integración
dentro de las estructuras de poder de la sociedad capitalista, desde la
empresa hasta el Estado, el movimiento se ha progresivamente transformado
en simple garante y gestor de este "equilibrio de compromiso" entre proletariado
y capital, jugando un papel de mediador entre ambos. Desde esta misma óptica,
su burocratización no podía más que agravarse, situando
así las cúpulas de los aparatos sindicales y de los patidos
fuera del control de sus bases, haciendo de ellas simples mecanismos, entre
otros muchos, de administración de la vida social.
Este periodo ha visto igualmente transformarse profundamente
la condición del proletariado con la triple experiencia de:
-
la parcelación y la mecanización del proceso de trabajo,
por un lado
-
la integración en el universo mercantil de consumo por otro lado
-
y por último la dependencia acentuada, tanto ideológica como
practica, del Estado lo que tiene como resultado la figura del "obrero
masa" (teorizada notablemente por A. Negri). La revuelta de este
último, al final de los años 60 indica los limites del compromiso
fordista, marcando la emergencia de una nueva generación de proletarios
que ya no estaban dispuestos a "desperdiciar sus vidas ganándoselas",
aspirando a más autonomía tanto fuera como dentro de sus
"tajos".
La verdadera ruptura del compromiso de posguerra se
produce, sin embargo, por iniciativa de la clase dominante, bajo el efecto
de la crisis del modelo fordista al cual había dado a luz.
Los primeros signos (lenta subida del paro, brote inflacionista, aumento
y endurecimiento de la competencia internacional) son perceptibles en todos
los países occidentales desde la segunda mitad de los 60: sin embargo,
habrá que esperar el decenio siguiente para que se le vea el verdadero
rostro a la crisis.
La crisis del fordismo es doble. Por un lado
un agotamiento de la forma de acumulación de beneficios, debido
al frenazo en la productividad, la saturación del consumo y del
aumento constante de la vida. Por otro lado todo esto provoca una
baja de la rentabilidad del capital [se obtienen menos beneficios al dinero
invertido].
Para afrontarlo, la clase dominante debe decidirse
a:
-
"sanear las cuentas" eliminando las empresas, ramas o sectores no rentables
-
presionar sobre los salarios reales (directos e indirectos) con una política
de austeridad
-
buscar nuevas formas o condiciones de explotación del trabajo, gracias
a la automatización de los procesos de trabajo (flexibilidad y precariedad),
todo ello en el marco de un alto nivel de paro estructural.
-
por último, impulsar una internacionalización creciente de
los mercados y de la producción, lo que implica la destrucción
de las formas de regulación.
En el lapso de unos 10 años, se pasa de una economía
internacionalizada, (que relacionaba espacios económicos nacionales
bajo "control" regulador y planificador del Estado), a una economía
transnacionalizada, en la que la interconexión de los aparatos productivos
y la densidad de los intercambios han privado rápidamente a los
Estados de su capacidad para asegurar una relativa coherencia y autonomía
al desarrollo económico nacional .
Así se explica el paso de la exigencia interna
de equilibrio en el reparto entre salarios y beneficios (única manera
de asegurar el círculo de crecimiento fordista), a la exigencia
exterior de competitividad. Signo claro de esta evolución:
el paso al neoliberalismo de todos los gobiernos occidentales, de derechas
o de izquierdas, desde principios de los 80. Lo que hacía
aún más necesaria una política de austeridad que implicaba
el fin del pleno empleo (paro estructural masivo), la bajada de los salarios
reales (abandono de los subsidios, desmantelamiento parcial del sistema
de protección social), la desregulación o desreglamentación
de las relaciones salariales (puesta en duda de las conquistas legales
o convencionales, desarrollo de las formas de trabajo "atípico",
individualización de la relación salarial) paralelamente
a la desreglamentación de otros mercados.
Así la crisis del fordismo ha significado
una ofensiva en toda regla contra el proletariado, sus conquistas
sociales e institucionales de la época fordista. En resumen,
una vez más, se trata de "hacer pagar la crisis a los trabajadores".
Estas medidas han generado la fragmentación del proletariado poniendo
en duda no solo la unidad de la clase, sino hasta su propia identidad.
Se dan así 3 bloques o categorías de trabajadores:
-
Por un lado, los trabajadores a los que más o menos se les garantiza
un empleo, el aumento o al menos el mantenimiento del salario real, una
negociación colectiva de las condiciones de trabajo, una protección
y una expresión sindical, unas posibilidades de promoción
social en la empresa a través de una formación continuada,
etc. A medida que la crisis se prolonga y profundiza, no sólo este
núcleo de trabajadores estables tiende a disminuir al tiempo que
sus "garantías" se reducen; sino que además se pone en duda,
al menos parcialmente, la relación salarial fordista (por ejemplo
en la aparición de una mayor flexibilidad del contrato de trabajo)[el
más claro exponente de esto en nuestro país se da en la Administración
Publica, en la que ya se amenaza a los funcionarios con despido y reducción
de plantillas. N. del T.].
-
Por otro lado, los excluidos del mercado de trabajo, incluso de cualquier
tipo de trabajo. Se trata de los obreros y empleados que la crisis echa
durante un tiempo o definitivamente a la calle (es el caso de los trabajadores
ya mayores o de los trabajadores poco cualificados de sectores en recesión)
o a los que la crisis impide directamente entrar en la vida activa jóvenes
proletarios sin experiencia ni cualificación profesional, etc.).
Unos y otros se ven abocados al paro de larga duración, es decir
a la asistencia social, ininterrumpida de vez en cuando por diversos cursillos,
para al final, a un creciente numero de ellos, caer en la pobreza más
absoluta y la miseria.
-
Por ultimo, entre las 2 categorías, una masa flotante de trabajadores
precarios: proletarios de empresas que funcionen en régimen de subcontrata,
generalmente medianas y pequeñas empresas; trabajadores a tiempo
parcial; trabajadores a domicilio; trabajadores temporales (interinos o
con contrato por tiempo limitado); gente en cursillos y por último,
en el colmo de la precariedad, trabajadores del sector llamado "informal",
de la "economía sumergida".
Y estos 3 conjuntos tienden a separarse los unos de
los otros, a "funcionar" como compartimentos estancos. Así, los
trabajadores estables y con garantías tienden a desarrollar reacciones
cooperativistas de cara a los trabajadores precarios y los parados de larga
duración, en base a la voluntad de preservar las posiciones adquiridas
en su categoría en detrimento de la unidad de clase. Por otro lado,
si para los jóvenes licenciados el trabajo precario (generalmente
de interinos) es muchas veces transitorio y preparatorio para una integración
duradera, otras categorías de trabajadores (mujeres, hombres ya
mayores, jóvenes sin formación) tienden, al contrario, a
encerrarse en el ciclo ininterrumpido trabajo precario/ paro e inactividad/
trabajo precario, incluso a salir de la precariedad por abajo: hundiéndose
en el paro de larga duración. Por último, la experiencia
nos muestra que, tras un cierto tiempo, el paro provoca verdaderos fenómenos
de exclusión y auto-exclusión para con el mercado de trabajo,
aunque no sea más que por la desvalorización de una cualificación
profesional ya débil en su origen. Los parados de larga duración
son así progresivamente encerrados en un verdadero gueto social
e institucional.
Señalemos además que los estudios sobre el paro y la
precariedad muestran que estos tienden a reactivar y reforzar las antiguas
divisiones y desigualdades en el seno del proletariado: golpean más
a trabajadores y trabajadoras no cualificados que a los cualificados, a
las mujeres que a los hombres, a trabajadores jóvenes o mayores
que a trabajadores de 25 a 40 años, a extranjeros que a nacionales.
En esta medida, estos procesos dan pie a las reacciones racistas, sexistas
y paternalistas, con las consecuencias que se les adivina.
II) LA "SOCIEDAD DUAL" COMO ALTERNATIVA AL FORDISMO.
En el espíritu de sus promotores y de sus
defensores, la "sociedad dual" debe integrar el conjunto de las transformaciones
y de las tendencias anteriores en un nuevo modelo de desarrollo del capitalismo
occidental (rebautizado para la ocasión como "sociedad informacional"),
destinado a ser el relevo de un fordismo que se ha vuelto inservible.
Si tomamos esta idea en serio, podemos describir
a continuación los principales rasgos de este nuevo modelo.
A)En el plano socioeconómico:
La "sociedad dual" se caracterizaría por la
coexistencia, en el seno de la economía capitalista, de 2 sectores
a la vez opuestos y complementarios.
-
Por un lado, un sector puntero basado sistemáticamente en las nuevas
tecnologías (informática y telemática, biotecnología,
nuevos materiales, etc.) con ingentes inversiones, dirigido hacia el mercado
mundial, pudiendo garantizar a sus asalariados una situación estable
(implicando una fuerte integración e implicación en la empresa),
unos sueldos elevados y en continuo crecimiento (en base a aumentos de
producticidad), una fuerte protección legal y sindical y unas condiciones
de trabajo interesantes (formación permanente, planes de romoción),
mas o menos vigencia de la relación salarial fordista.
-
Por otro lado, un entorno de pequeñas y medianas empresas que cubren
las actividades menos rentables; con bajas inversiones y mucha más
mano de obra, dirigidas hacia los mercados locales o en el mejor de los
casos hacia los mercados nacionales, o igualmente situadas en condiciones
de subcontratas con respecto al otro sector; en las cuales los asalariados
conocerían la precariedad (oscilación entre el paro y el
trabajo temporal), unos salarios bajos no basados en el aumento de productividad,
unas malas condiciones de trabajo, una menor protección legal y
una casi inexistencia de defensa sindical.
-
A esta situación se le añade, por último, todo el
sector llamado de "economía informal" o "subterránea" que
introduciría en las metrópolis capitalistas las condiciones
de sobre explotación del trabajo experimentadas a gran escala desde
hace decenios en el tercer mundo.
Esto conduciría de hecho a superponer dos sistemas
diferentes de acumulación de capital. Uno basado en la búsqueda
permanente de aumento de la productividad y competitividad implicando no
ya una producción de masa destinada al consumo de masas, sino una
producción selectiva y cambiante destinada a un consumo "elitista",
gracias sobre todo a una flexibilidad acentuada del proceso productivo
(hecho posible tanto por los nuevos medios de trabajo automático
que por la flexibilidad impuesta a la fuerza de trabajo "con garantías").
El otro basado en el aumento del tiempo y de la intensidad del trabajo.
La superposición de estos 2 regímenes de acumulación
del capital, hacen problemático todo tipo de regulación del
conjunto de la economía capitalista.
Evidentemente tal modo de funcionamiento de la economía
capitalista implicaría el aumento de todas las desigualdades que
la constituyen, ya sea entre clases y fracciones de clases, edades y sexos,
regiones y países. Estas desigualdades se concentrarían particularmente
en :
-
el empleo: garantizado para unos (los trabajadores con estatus)
e incierto para los otros (precarios y parados).
-
los ingresos: continuos y en aumento para unos, aleatorios y congelados
para los otros.
-
la formación: asegurada para los primeros, reducida al mínimo,
incluso inexistente para los otros.
-
la protección social: el sistema de protección social
publico sería desmantelado, la parte de protección socializada
[es decir la que cubre a toda la sociedad, independientemente de las cotizaciones
N.del T.] siendo reducida al mínimo y el complemento siendo asegurado,
para los que tengan medios, con el creciente recurso a los seguros (privados
o mutuas).
-
el derecho social: unos se verían protegidos por convenios
más o menos ventajosos, los otros no teniendo más que una
protección legal en constante reducción.
B) En el plano institucional.
La "Sociedad Dual" se caracterizaría por una
transformación de la forma de inserción-participación
del Estado en la sociedad civil. Y en consecuencia, por una remodelación
del aparato de Estado, transformación-remodelación a la que
las políticas neo-liberales de los años 80 han abierto el
camino.
Esto se traduce simultáneamente en:
1. "menos Estado" para el capital: un alejamiento
relativo del aparato del Estado de cara a sus funciones de gestor de la
acumulación de capital (que se había reforzado durante el
periodo fordista) ya sea: .
-
como Estado empresario y productor (por ejemplo, las privatizaciones de
un gran numero de empresas y servicios públicos en Estados Unidos,
Inglaterra, Francia, Alemania, Italia, Japón, etc.).
-
como Estado protector (Estado de Bienestar), productor de medios sociales
de consumo (servicios públicos y equipamientos colectivos): además
del desmantelamiento de los sistemas públicos de protección
social, la transformación en "mercancía" de los servicios
públicos [por ejemplo en Madrid, por parte del Ayuntamiento, la
venta simbólica por 100 pst. de la funeraria, negocio que 2 años
más tarde ya da 100 millones anuales de beneficio; la privatización
de las piscinas y polideportivos municipales..N.del T.].
-
como Estado regulador: abandono por el Estado de toda función de
regulación macro-económica ( por lo menos en el plano nacional),
lo que corresponde a la "desreglamentación" de los mercados (de
mercancías, de dinero, de capital y evidentemente de la fuerza de
trabajo) [esta es la explicación al "Decretazo" socialista que acabó
con toda la normativa laboral hasta ahora vigente para dejar un vacío
en su lugar N. del T.]
-
por último, como Estado planificador: abandono por el Estado de
toda acción destinada a asegurar la coherencia e independencia del
aparato productivo nacional [por ejemplo, permitiendo la ruina de comarcas
enteras al tolerar la desaparición de empresas fundamentales: Suzuki-Santana
en Linares, Seat-Wolkswagen en la Zona Franca de Barcelona, la minería
en Asturias, los Altos Hornos en Euskadi, los astilleros en Cádiz,
Sevilla.... etc. N. del T.]; concentración de la ayuda del Estado
en los sectores punteros, competitivos a nivel mundial.
2. "más estado" contra los trabajadores:
reforzamiento del aparato de Estado en sus funciones represivas, de asistencia,
de vigilancia y de control social (asistencia social, trabajo social, policía,
justicia) para hacer frente al aumento del desencanto, de la marginalidad,
de la delincuencia, pero también de las revueltas esporádicas
que no pueden más que resultar dado el empeoramiento de las condiciones
de vida de la masa de población colocada del lado "chungo" de la
"sociedad dual".
Al mismo tiempo, muy probablemente, asistiríamos
a unas profundas transformaciones de estos mismos aparatos represivos,
en el sentido de su descentralización (administrativa y política)
y de su "civilización": su imbricación con los organismos
nacidos de la sociedad civil (particularmente, de los movimientos asociativos).
Las propuestas del informe Bonnemaison pidiendo simultáneamente
la generalización del aislamiento y cerco policial de los extrarradios
y la colaboración entre policías, educadores de calle, cargos
electos locales y representantes de los movimientos asociativos, prefiguran
sin duda las nuevas formas de control social que conjugan descentralización
de los poderes represivos y "autogestión de la miseria" por parte
del tejido asociativo.
Así, a la imagen de un Estado garante del
crecimiento económico y del bienestar social, dominante durante
el periodo fordista, se sustituiría la doble imagen de un Estado
liberal-autoritario, liberal de cara al capital, autoritario de cara a
los trabajadores. El régimen de la Señora Thatcher, la Dama
de Hierro inglesa, ha servido de modelo durante los 80. Su caída
nos anuncia ya la fragilidad de tal modelo, lo que sin duda tiene mucho
que ver con su naturaleza contradictoria.
3. En el plano ideológico, nos encontraríamos
de nuevo con esta doble tendencia, a la vez liberal y autoritaria, de la
"sociedad dual". En una sociedad que limita a una minoría el acceso
a un estatus garantizado y que condena a la mayoría a la precariedad
y a la exclusión, la aceptación del orden establecido no
puede más que basarse en:
-
el individualismo y sus ilusiones: el individualismo triunfante de los
"ganadores" y de los "nuevos ricos"; el individualismo militante de los
que sueñan con triunfar; el individualismo descreído de los
que se resignan al "sálvese quien pueda" para mantenerse en la competición;
por último el individualismo fruto de la reacción frente
a la angustia y la culpabilidad que nace del fracaso (que rápidamente
se transforma en resentimiento hacia el "cabeza de turco") de los vencidos
y de los que "nunca serán nada". Y no es apenas necesario añadir
que, en tal contexto, los valores tradicionales de izquierdas (acción
colectiva, solidaridad, justicia social, igualdad de derechos y de estatus,
etc.) están destinadas a desaparecer. Aun más fácilmente
por cuanto su base social tradicional, el movimiento obrero, ve su crisis
prolongarse.
-
la ideología de la seguridad: ya que, con el desarrollo masivo del
paro y de la precariedad, con el aumento de la pobreza y de la marginalización
como fenómeno de masas, con el aumento de la delincuencia, revueltas
esporádicas de los guetos sociales, la "sociedad dual" prepara las
condiciones de un fuerte sentimiento de inseguridad en la mayor parte de
la población. El mantenimiento y explotación de este sentimiento
por los mass-medias [así se entiende el espectáculo que fue
el Crimen de Alcasser o más recientemente el de Anabel Segura] pero
también por el poder político (transformación en espectáculo
de la "nueva pobreza", de la delincuencia, del terrorismo, etc.) abonaría
el terreno sobre el que podría establecerse un consenso social mínimo:
la adhesión de la mayor parte de la población a los órganos
de poder y a sus órdenes mediante la designación de "cabezas
de turco", cercanas (inmigrantes, jóvenes del extrarradio, delincuentes)
o lejanas (Estados, comunidades extranjeras: los árabes hoy, eventualmente
los eslavos mañana), sobre los que se podría echar las responsabilidades
de los males que azotan la comunidad nacional (o europea u occidental).
Es decir, una cohesión ideológica basada en la heterofobia
(sentimiento de odio y de miedo hacia el extranjero, el marginado, el diferente),
en las políticas de segregación, exclusión, encierro.
En este sentido, se ve inmediatamente qué profunda solidaridad une
desde ya movimientos tan dispares como el Frente Nacional (recordar que
en Francia la cuota electoral oscila entre el 12% y el 14% de los votantes
N. del T.) por un lado, la derecha clásica y el centro izquierda
convertido a los valores liberales, por otro lado: la de una división
del trabajo ideológico con el decorado de un mismo modelo de sociedad.
III) LAS CONTRADICCIONES DE LA SOCIEDAD DUAL
Lo he aclarado desde el principio de esta exposición:
la "sociedad dual" aparece sobretodo como una posibilidad más que
como una realidad. No es más que el horizonte de las transformaciones
en marcha en las sociedades capitalistas desarrolladas. Además,
lo anterior corresponde a la versión "dura" de la "Sociedad Dual".
Hay versiones "suaves" de este modelo. Sin embargo, si he escogido el presentar
esta versión "hard", es debido a que permite resaltar perfectamente
las contradicciones del modelo, que la precedente exposición de
sus características permite adivinar por momentos. Contradicciones
que hacen dudar de su valor y de su perennidad. Dicho de otra manera, antes
de haberse completado, la "Sociedad Dual" se me aparece como un fracaso
como modelo de desarrollo del capitalismo.
A nivel económico, la dualización
del proceso de producción, si por un lado ha permitido el enderezar
en parte los niveles de beneficios, por otro lado puede agravar las dificultades
ligadas a la realización de dicho aumento de beneficio, al privar
al capitalismo occidental del modo fordista de regulación que le
aseguraba una masa de consumidores con salarios para gastar.
De hecho, la dualización de la economía
capitalista conllevaría, por un lado, el desarrollo de un sector
hiperproductivo, que aumenta constantemente su productividad; por otro
lado, la marginación económica de una masa creciente de asalariados
(parados y precarios) a los que la economía capitalista no necesitaría
ya más (si no es temporalmente) como productores pero a los que
si necesitaría como consumidores. En estas condiciones, la creciente
producción del primer sector (que es incapaz de absorber él
mismo), estaría en peligro de no encontrar en el segundo sector
(aquel donde reinase el paro y la precariedad), la demanda y consumidores
solventes necesarios. Esta contradicción ya es perceptible,
y es la principal responsable del ritmo sincopado hecho de "stop and go"
(crecimientos sucesivamente interrumpidos por mini recesiones) bajo el
cual funciona la economía capitalista desde mediados de los 80.
Evidentemente, como siempre, los efectos de esta
contradicción son en parte atenuados y diferidos por un cierto número
de tendencias contradictorias. Pero los límites son inmediatamente
perceptibles. Por ejemplo, al hacer más flexibles los sistemas de
producción, las nuevas tecnologías informáticas permiten
producir, de manera rentable, en pequeñas cantidades adaptándose
al gusto variable de la clientela adinerada y limitada, asegurándose
una demanda continua. Sin embargo es difícil el concebir que los
sectores punteros de la economía capitalista se replieguen sobre
la sola producción de bienes de consumo de lujo (o de semi lujo)
y sobre los medios de producción necesarios para ello. Sobre todo
porque la rentabilización de ciertas inversiones en la producción
supone una producción en serie a gran escala.
La instauración de un ingreso mínimo
garantizado podría atenuar la contradicción anterior, al
hacer solvente la demanda de los parados y las paradas. Además dicha
medida se muestra de cualquier forma, indispensable políticamente
para hacerles soportable su exclusión y su marginalidad , a la vez
que les obliga, por su bajo nivel, a aceptar los trabajos inestables, mal
remunerados, degradantes, etc.... Es por ello por lo que la mayoría
de los gobiernos occidentales han instituido tal ingreso bajo formas distintas
de un país a otro.
Pero este paliativo presenta también sus
límites. De hecho, la financiación de este ingreso mínimo
garantizado pesa necesariamente, esencialmente, sobre el valor y la plusvalía
formada en el primer sector productivo (el puntero) y por ello en los salarios
y los dividendos distribuidos en ese sector, limitando con ello la dinámica
de acumulación. Lo que en definitiva viene a ser vestir a Pedro
desvistiendo a Juan....
Por último, la conquista de los mercados
exteriores puede también constituir una escapatoria parcial a la
contradicción antes señalada. Lo que explica perfectamente
la exacerbación de la competencia entre las principales economías
occidentales. Sin embargo, esta escapatoria podría muy bien revelarse
no ser más que un callejón sin salida: en la medida en que
la dualización se desarrolla en todas las formaciones capitalistas
al mismo tiempo, acaba por contraer toda la demanda mundial. Tendencia
todavía más reforzada por las políticas de austeridad
consecuencia de la competencia desenfrenada que acaba de ser evocada. En
este sentido, la dualización de las sociedades podría acabar
muy bien en un aumento de los proteccionismos, si no a nivel de cada Estado,
por lo menos por grupos de Estados; y en una fragmentación progresiva
del mercado mundial, con los riesgos de patinazo hacia el enfrentamiento
militar que implicaría tal proceso.
A nivel socio-político, el proceso de dualización
confronta el capitalismo con una segunda contradicción mayor. Le
supone, de hecho, simultáneamente:
-
Por un lado, la puesta en marcha de un compromiso entre el capital y la
parte con garantías del proletariado, (parecido a lo que fue el
compromiso fordista). Compromiso que incidiese, primero en el reparto (entre
empresarios y asalariados) de los beneficios generados por los cada vez
mayores niveles de competitividad (mejores condiciones de vida y trabajo
... ) y después en el aumento de los salarios y la reducción
del tiempo de trabajo. Este compromiso implicaría formas democráticas
de dominio capitalista sobre esta parte del proletariado, con reconocimiento
y garantías de libertades formales (asociación, expresión,
etc.) y de derechos de intervención-participación (en la
empresa y en el Estado) por parte de las organizaciones del movimiento
obrero que se declaran garantes del respeto del compromiso por su base,
acatando la colaboración de clase en la línea de la socialdemocracia
occidental.
-
Por otro lado, la exclusión de una parte importante (la compuesta
por parados y precarios) de ese mismo proletariado de los derechos y de
las garantías que ofrecería a su minoría privilegiada.
Esta exclusión supondría a su vez formas no democráticas
de dominación: ya no seria posible el integrar, es decir el controlar,
la masa de parados y de precarios por los clásicos caminos de su
participación en organizaciones o instituciones representativas
(del comité de empresa al Parlamento, pasando por el partido y el
sindicato), sobre todo que esa masa se encontraría fuera del posible
campo de acción de algunas de ellas (por ejemplo de las organizaciones
sindicales). Además de la virtud disciplinaria de la cortapisa económica
(el paro tranquiliza enormemente), su control pasaría por una legión
de polis, de trabajadores sociales, de animadores culturales, de médicos,
de psiquiatras, de curas, etc.: la represión y la manipulación..
De hecho, la exclusión del trabajo y la marginación
social de una parte del proletariado representaría un peligro político
de primer orden para el capitalismo: el de perder el control sobre una
parte de la población que ya no conseguiría integrar ni "normalizar"
ni por la vía del trabajo, ni por la del consumo mercantil, ni por
la participación en unas estructuras de representación democrática.
Población que estaría por ello muy inclinada a la revuelta,
si no es a la revolución.
Semejante contradicción, resultante de la
coexistencia entre 2 modos de dominación, se revela a priori difícilmente
gestionable. Sometería los aparatos de Estado (su forma de
organización, su normalidad burocrática, su procedimiento
de legitimación del orden social) a toda una serie de tensiones
y de conflictos que podrían desestabilizarlos. De ello tenemos ya
hoy un ejemplo en las dificultades que atraviesa el aparato escolar en
Francia para organizar en la práctica y sobre todo para legitimar
la formación simultánea de 2 tipos de mano de obra diferentes,
una estable, otra precaria, de manera a alimentar un mercado del trabajo
cada vez más dualizado. ¡No es por nada que las tensiones
se acumulen de manera explosiva en los institutos !! [En Francia, las agresiones
a profesores son algo ya cotidiano. Es lo mismo que ocurre en los USA:
los institutos de las barrios más conflictivos tienen en la entrada
detectores de metales para evitar los tiroteos en el interior del colegio
N.del T.].
Y es exactamente esta contradicción la que
ha finalmente minado el Estado que había experimentado en tamaño
natural lo que podía ser una "sociedad dual": quiero decir el Estado
Sudafricano (Afrikaner).
El régimen del Apartheid puede, en efecto,
pasar por un modelo de dualización socioeconómico,
con base racista, llevado a sus más extremas consecuencias político-administrativas.
Su fracaso provocado conjuntamente por la revuelta de los excluidos reivindicando
para ellos también las normas y derechos democráticos
y por presión de una "comunidad internacional" prisionera
de su propia imagen de marca democrática, muestran claramente los
límites de ese modo de dominación basado en la coexistencia
de la inclusión y de la dominación de los dominados. Las
mismas conclusiones podrían sacarse de la situación generada
por la ocupación israelí de la banda de Gaza y de la Cisjordania
ocupada, desembocando en la Intifada de una juventud palestina abocada
al paro al mismo tiempo que desprovista de derechos. Soweto, Gaza, Vaux
en Velin: misma lucha!! [Vaux en Velin es uno de los innumerables extrarradios
de la Francia actual, donde tras una provocación policial, (un joven
muerto entre sus zarpas), los jóvenes arrasaron durante 3 noches
consecutivas todo lo que se les puso por delante, mostrando al país
a través de los telediarios, el polvorín que son los barrios
periféricos N.del T.]
Lo hasta aquí expuesto deja claramente entender
que las contradicciones de la "sociedad dual" no serían menos graves
en el plano ideológico, a pesar de la difusión masiva de
ideologías individualistas y contra la "inseguridad".
No tomaré más que un ejemplo. ¿Cómo justificar
la condena al paro forzoso (y a la pobreza si no es a la miseria) cuando
es cada vez más evidente que la base material de la sociedad (el
desarrollo de las fuerzas productivas) permitiría a todos trabajar
menos y vivir en la abundancia relativa? Igualmente ¿como
continuar inculcando a unos una ética del trabajo abstracta (esforzarse
con el único objetivo de una ganancia monetaria, sumisión,
eficacia, rentabilidad, respeto a una jerarquía supuestamente basada
en la formación profesional y técnica, etc.) mientras que
los otros se verían proponer como único horizonte de vida
el "derecho a la pereza"? La crisis moral y cultural en la que se
debate actualmente el capitalismo desarrollado no podría más
que agravarse bajo el efecto desestabilizador del proceso de dualización.
Finalizando este análisis, la "Sociedad Dual"
no me parece constituir, contrariamente a lo que afirman sus promotores
y defensores pero también la mayoría de sus críticos,
una salida a la crisis: un nuevo modelo de desarrollo, capaz de tomar el
relevo del fordismo moribundo. Entonces ¿como hay que comprender
el proceso de dualización que está indudablemente en marcha
en el conjunto de las sociedades capitalistas desarrolladas, que los análisis
anteriores han desmenuzado? Dos hipótesis pueden ser adelantadas
al respecto:
1. la dualización puede ser comprendida
como una estrategia de salida a la crisis, al menos como una estrategia
de adaptación a la crisis, por parte de la clase dominante, esencialmente
destinada a recomponer la situación económica y a disciplinar
a los trabajadores. Objetivos que ha ampliamente alcanzado. No seria, entonces,
más que una figura transitoria del capitalismo, una forma de crisis,
que prepararía una salida diferente. Algo semejante (pero no idéntico
ni incluso parecido) a lo que representó ser el fascismo en los
años 30 y 40 en relación a una crisis estructural que encontró
su solución en el fordismo.
2. la dualización puede ser comprendida
como un síntoma de decadencia profunda del capitalismo, presa de
una crisis insuperable, ya sea causada por sus propias fuerzas, ya sea
a consecuencia de las fuerzas, supuestamente antagonistas, que habrían
podido y debido asegurar el relevo (el proletariado, el movimiento obrero).
¿ No podemos hablar de decadencia cuando, para reproducirse, esta
relación social central que es el capital debe excluir de su propio
ámbito (el de la explotación del trabajo asalariado) una
parte creciente de la población? ¿Y no podemos hablar de
decadencia también cuando una parte cada vez más importante
de la fuerza social considerada antagónica con el capital, el proletariado,
no se ve proponer como único futuro más que el de una plebe
mantenida en orden por la garantía de su pitanza cotidiana y la
organización de juegos mediaticos [Paco Lobatón, Antena 3,
Tele 5 ... el plumero se os ve!! N del T.] sin contar ciertamente,
con todas las "fuerzas del orden"?
En el estado actual de las cosas, es imposible el
escoger entre las 2 soluciones de esta alternativa. Ya que la principal
incógnita de esta situación sigue siendo la capacidad de
reacción de los oprimidos, y sobre todo de los que sufren los procesos
de exclusión y de marginación socioeconómica que están
en el centro del proceso de dualización.
A. BIHR