texto publicado en el número 1 de la revista Contra (el) Poder en invierno del 97
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las okupaciones como desokupaciones del orden


    Los hechos son sobradamente conocidos y no hace falta extenderse en ellos. Un grupo de okupas hace suyo el Cine Princesa y durante un tiempo desarrolla en su interior diversas actividades. El 28 de Octubre de 1996 tiene lugar un violento desalojo por parte de la policia que se salda con numerosos detenidos. La misma noche se produce una gran y valiente manifestación de respuesta. Posteriormente se realiza una acampada en medio de la calle prolongando así el enfrentamiento. Al cabo de una semana otra manifestación "reconquista" simbólicamente el Cine. Entre tanto, el.acontecimiento de resistencia al poder más importante de los últimos años se convierte en la noticia por excelencia. Y de Igual modo, el fenómeno okupa pasa a recibir una atención preferente tanto por parte de los medios de comunicación de masas corno por parte de los organismos de gestión política.
    La cuestión que debemos plantearnos - por su trascendencia política - es si realmente el 28 de Octubre señala un antes y después para los movimientos de crítica radical, o si tan solo constituye un acontecimiento excepcional en una ciudad dominada casi completamente mediante una compleja ingeniería social. Si admitimos que exista algo que pueda llamarse movimiento de okupación vinculado a un conjunto de prácticas diversas y a la vez difusas, no hay que olvidar que dichas prácticas eran, por lo general, marginales, y que en la misma medida que deseaban romper el ghetto, se hundían en un posibilismo que les llevaba a establecer alianzas al modo de la vieja Izquierda (vecinos, AAVV, etc. ) y a un garantismo (Derecho a una vivienda, etc.) que acababa reafirmando la Ley que la propia práctica okupa conculcaba. Es en este sentido que la pregunta ¿Hay un antes o después? adquiere toda su importancia y que la respuesta debe ser necesariamente afirmativa.

    Ciertamente el 28 de Octubre es una fecha a recordar. Y lo es por cuanto el movimiento de okupación aparece como fuerza social no política, lo que evidentemente no significa apolítica.  Fuerza social no política porque se hace presente por sí misma y a la vez impide su representación que se hace inencontrable, porque aparece separada de la Izquierda clásica y habiendo cortado, por tanto, con sus fracasos y con su práctica de la reivindicación. Pero, sobre todo, fuerza social no política porque es capaz de plantear directamente la cuestión de la legitimación. En pocos días hemos visto como el subsistema jurídico se mostraba incapaz de resolver los problemas que crea la aplicación de] propio Derecho, como el Estado de los Partidos, a su vez, quedaba paralizado discutiendo sobre el grado de violencia empleado durante el desalojo, y finalmente, como el Presidente de la Generalitat tenía que salir a la palestra y - cual antiguo soberano que decide en la situación excepcional - marcar la distinción que separa a los que defienden el orden de quienes lo atacan.  Decisión que, por otro lado, justificaría perfectamente cuando declaró, que aquellos políticos que no están a la altura de la situación y dudan son "estrategas de café".

    Con todo el "antes y después" que venimos analizando no está definido tanto en función de la respuesta del poder, como de la evolución del propio movimiento. Más en concreto. El que ahora se pueda afirmar sin que suene a algo totalmente absurdo y gratuito "Todos somos okupas" es precisamente la señalización del limite superado. Está claro que en el "Todos somos okupas" que las movilizaciones han expresado confluían desde discursos simplemente solidarios hasta a otros antirepresivos. Pero, independientemente de ello, el "Todos somos okupa" muestra el comienzo de una tendencia material hacia la desocupación de la identidad okupa.

    Dicho en otras palabras.  En el mismo momento en que el movimiento de ocupación surge como fuerza social no política, empiezan a establecerse las condiciones para un desbordamiento de la identidad okupa. Esta tendencia material que se ha manifestado en cambios en la composición del movimiento, en algunos escritos etc. ¿implica la apertura de un espacio para la crítica?. Olo que es lo mismo: el "Tod@s somos okupas" ¿fue válido únicamente durante unos instantes, o puede constituir realmente una tendencia material, es decir, que pueda llevarse a la práctica?
    Analizar las condiciones de su realización significa profundizar en el significado de la ocupación como práctica. Esta práctica involucró una verdadera fenomenología de comportamientos que podrían encerrarse provisionalmente en el marco que los dos polos definen ("vivir en" y "vivir para") definen.  Es decir, en la ocupación confluyen desde la respuesta a una necesidad - necesidad de techo, necesidad de espacio para actividades libres etc - hasta un querer vivir lnsumiso que apunta críticamente a toda la sociedad y para el que la ocupación es un simple instrumento. Esta aproximaci6n que constata la diversidad de planteamientos como un enriquecedor juego de diferencias debe ser llevada más lejos. De lo contrario nunca seremos capaces de contestar a la pregunta que nos hacíamos. Una reflexión más sistemática podría distinguir tres determinaciones generales.
 

La acción como reapropiación de la riqueza

    El espacio que habitamos viene definido por dos vectores distintos: 1) El paro como muerte social 2) la reacción de miedo frente a la propia fuerza del anonimato. Así se configura un espacio del miedo que se caracteriza porque en él todo debe ser constantemente renegociado, el habitaje, el trabajo - incluso la misma subsistencia. Esta renegociación - que está totalmente desplazada hacia un lado pues la reivindicación ha sido vaciada de contenido - tiene lugar en el mercado que así se convierte en omnipresente. La centralidad del mercado pone directamente en un primer plano la cuestión del dinero. Por esa razón, la demanda de tiempo libre no tiene ya mucho sentido cuando la precariedad se convierte en forma de existencia. La devaluación del tiempo coincide pues con la monetarizaci6n generalizada. La cuestión entonces no es arrancar tiempo libre sino tener dinero, puesto que toda relación social está más o menos mediatizada por la moneda. Ante el problema central que es la necesidad del dinero - o mejor dicho, la falta de dinero - la ocupación aparece como una respuesta no capitalista, como verdadera forma de reapropíación de la riqueza utilizando el espacio como palanca. Lo que, por supuesto, no significa concebir el territorio como propiedad privada ganada y a conservar. Muy al contrario, la ocupación no tiene como finalidad autoconservarse sino ser superada en y por el movimiento que ella misma desencadena.
 

La okupación como resistencia al poder

    Las concepciones del poder en términos, de "algo que se tiene", de propiedad concebían la integración en la sociedad de un modo necesariamente exterior. La integración, en última instancia, consistía en una activación del objeto, en un "ser partícipado" dentro del espectáculo. Hoy día hay numerosísimos fenómenos (voluntarios...) que ponen en crisis estas concepciones y también sus análisis.  El poder aparece directamente en tanto que política de la relación y la participación - lo que no sería más que el constituirse en sujeto centro de relaciones - como su necesaria efectuación. Es decir, en la metrópoli la participación deja de ser una activación exterior para transformarse en proyecto social.  Proyecto social que se despliega y formula a dos niveles.  A nivel macropolítico y como proyecto de inserción social que es, al mismo tiempo, autoproducción de la sociedad frente a su disolución, frente a la emergencia de las fuerzas sociales no políticas. A nivel micropolítico: como proyecto individual de existencia que pasa esencialmente por la autoconstrucción de la autonomía. La okupación choca de frente contra este nuevo modelo de participación. Por un lado, el espacio okupado que es, por encima de todo, un espacio desocupado de relaciones capitalistas (por lo menos tendencialmente) deja de funcionar como matriz reproductora de las relaciones sociales existentes. Por otro lado, esta misma desokupadón del orden abre a una situación provisional sin futuro. Pues bien, es precisamente esta rnovilizaci6n del no futuro la que desconstruyendo toda forma de proyecto, convierte a la okupadón en resistencia al poder. Vivir es resistirse al poder sin esperar nada.  Dicho más claramente. Es la ilegalidad más o menos masificada asociada a la situación provisional y sin futuro la que proyectada socava las formas actuales de ejercicio del poder.
 

La okupación como creación vital de un mundo

    Hemos intentado ir definiendo el estatuto de la okupaci6n acercándolo a una fórma de reapropiación y a una forma de resistencia. Parece claro, por todo lo anterior, que la okupación se sitúa más allá de la reivindícación pero también de lo que podría ser un mero gesto ejemplar.  Adelantemos nuestra tesis: la okupación es un propuesta política crítica y radical adecuada a la forma actual de producción autoreferencial que ha hecho de la realidad algo cada, vez más evanescente. ¿Cómo debe ser pues pensado el estatuto de la okupación?  Simplemente a partir del gesto dadaísta. Es conocido que el gesto dadaista por excelencia consistía en afirmar "esto es arte" ante un urinario o ante una rueda de bicicleta. De esta manera, la creación artística se desvelaba solamente como una estrategia de neutralización mediante la cual se liberaba un objeto de toda referencia a su valor de uso. Las consecuencias subversivas de este acto sobre la institución arte eran evidentes. Todo el mundo podía ser artista y además, todo era arte. Esto no impediría, sin embargo, que la emancipación de la mercancia al convertirse en ready-made, fuese verdaderamente definitiva. Como es bien sabido el urinario y la bicicleta acabarían dentro de un museo. Si la frase que abre a la subversión artística se resume en "esto es arte" la frase "esto es un espado de vida" sería la que dicha colectivamente abriría hoy a la subversión política. En el devenir evanescente de la realidad con la compresión creciente del espacio-tiempo, en la compleja circularidad y coincidencia del proceso de producción de mercancías y del proceso de producción y reproducción de la vida, la afirmación "esto es un espacio de vida (o liberado)" constituye una estrategia de neutralización de todos los códigos del sistema. Evidentemente el camino que abre esta vía no es garantía de nada, como tampoco nada evitaría la recuperación del gesto dadaista.

    Lo que es indudable es que dicha vía de neutralización debe ser retomada en la actualidad, y que la unilateralización - entendida simplemente como un operador que interrumpe y, a la vez, multiplica las dimensiones de la realidad - podría ser una buena reformuladón. La okupación no dualíza lo real porque no despliega antagonismo.

    Estamos más allá de la dialectica. La okupación es el resultado de la unlateralización de una situación: la interrupción de las relaciones de poder, explotación y sentido mediante la desocupación activa y, en el mismo instante, la apertura y anclaje de un mundo. Por eso puede decirse que la okupación es la creación de un mundo. Porque con ella se abre la posibilidad de una crítica efectiva de la vida cotidiana. Y no tanto por el hecho de que el tiempo se recoja en el instante y todo parezca intensificarse, sino porque en este mundo que tiene la ilegalidad en su centro es factíble vivir las vidas paralelas no vividas.

    Como conclusión digamos que no tiene sentido alguno buscar cuál es el sujeto del movimiento de okupación, y que pensar en estos términos está abocado al fracaso. Como unos compañeros de Madrid afirman: "Cualquier colectivo, grupo de afinidad, plataforma- puede desobedecer el mando y entrar en líneas de actuación que quiebran la legalidad desde la legitimidad y las ganas de libertad: pueden okupar, ser insumiso/as, hacer objeción fiscal, abstenerse en el trabajo, participar en huelgas salvajes, hurtar en los supermercados, colarse en el metro- como formas de apropiación del tiempo de vída".
    Si la okupación deja a un lado el tradicional problema del sujeto - el sujeto sólo puede ser ya un sujeto imposible, es decir, insoportable para el poder y respecto a sí mismo - también pone las condiciones de posibilidad para la superación de las conocidas aporías en las que el Movimiento Obrero se había encerrado:
            1) La existencia o no ya ahora de una cultura otra que la dominante.
            2) La posibilidad de hacer permanente o no la resistencia al poder.
            3) La relación entre la práctica y el discurso político, es decir, la unidad de teoría y práctica. Es seguramente, en este sentido, que el movimiento de okupación puede abrir un espacio para la crítica radical.
 

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