Si partimos de la dificultad de conocer datos empíricos e indiscutibles como el número de muertos en cualquier ataque de cualquier conflicto actual debido a que cada bando ofrece cifras notablemente diferentes o saber si ciertamente un determinado cargo político roba o no, ya es prácticamente imposible saber y por lo tanto opinar sobre quién ha sido el bueno y el malo en una guerra o si se ha cometido una injusticia y más aun cuando los hecho que investigamos sucedieron hace 50, o 100 o 500 años.

Y esto sería imposible aún partiendo de que los que escriben la historia lo hicieron con honradez y con afán de búsqueda de la verdad por que sin intención de falsear nada podrían mitificar y engrandecer unos hechos o personas mientras que degradan a otros por inclinaciones y creencias personales. Pero lo peor es que los que escriben la historia no suelen tener esta intención de reflejar la verdad, y esto es fácil de demostrar contrastando por ejemplo un libro de historia de España de la II República con uno de la posguerra y con otro de los años 90 porque en cada momento la gente que domina y la que se opone a los dominantes intenta hacer que el pasado esté de su lado.

Pero además del problema de no poder eliminar la subjetividad del historiador existe otro problema que es el de la complejidad del desarrollo de las sociedades humanas que es prácticamente imposible de analizar a su totalidad para que sea plasmado a uno o mil libros porque hay que tener en cuenta que a cada momento histórico vienen millones de personas que tienen una gran relevancia para los sucesos de su tiempo. Y sin embargo en los libros de historia sólo aparecen grandes personajes que si bien han ejercido una mayor influencia que las grandes multitudes, no pueden configurar por sí solos un análisis de la historia. Y es que hay que tener en cuenta que cada persona tiene en su mente un mundo distinto, y existen millones de personas.

En conclusión, ni siquiera se puede conocer la actualidad y teniendo en cuenta que la historia es la acumulación de sucesivas actualidades, cómo vamos a saber lo que pasó en realidad hace años si seguramente no tuvieron la oportunidad de saberlo entonces. Con esto no quiero decir que haya que quemar los libros de historia.

Alberto Aranda // Publicado en el Jartos de Aguantar nº3