Ir de festivales mola. Ir a pequeños pueblos perdidos donde
la vista se te pierde entre prados montañas también. Por
otro lado, el negocio de la música apesta y ver en todos lados
la misma mierda con apellido “Rock” es, como poco, cansino.
Suerte que uno se encuentra festivales como el GarabeRock. Tras un año
de parón, volvía la gente del pequeñísimo
pueblo cántabro de Luey a currarse este festival autogestionado.
En esta edición, cobrando una entrada ridícula (5€)
por ver a seis grupazos de punk y hardcore, algunos de ellos con muchísimo
tirón como es el caso de Los Muertos de Cristo.
El caso es que por el recinto de conciertos que se “estrenó”
este año (un prado vallado y acondicionado para la ocasión)
pasó buena cantidad de gente, pero sin agobios, en un ambiente
más parecido al de un concierto en un centro okupado o similar
que al típico de los festivales veraniegos. Pero, dando toda
una lección, mostrando que no hace falta renunciar a un buen
sonido e iluminación ni irse de petenaras con los horarios, que
se cumplieron dejando tocar a los grupos hasta el hastío.
De la difícil tarea de abrir fuego cuando aún pega el
sol se encargaron los grupos locales Astakazos y M-13,
a los que me quedé sin ver enteros... ya sabéis, a veces
la pereza cuando se está de risas en el césped y encontrándose
amigos y conocidos de otras ocasiones puede.
Así pues, el primer grupo que ví tocar fue a los asturianos
Escuela de Odio, mientras el público comenzaba
una absurdamente cómica y ridícula competición
de banderas en las primeras filas (lo que no quita que siempre dé
subidón ver una bonita A circulada ondeando al viento...y esto
lo dice uno que todo el festi llevó en la cintura una bandera
cántabra del lábaro). Sonidazo contundente, e increíble
la forma de enganchar y hacer moverse al público... porque sólo
me sabía dos temas (destacando con la que cierran, la brutal
“Asturies arde”) y aun así me pareció un conciertazo.
Tras el espectáculo de fuego llegó la hora para las estrellas
de la noche, Los Muertos de Cristo, que volvían
en su gira de despedida al Garaberrock donde ya triunfaron hace unos
años. La gente como loca, muchos rozando el más patético
groupismo, subiéndose a la valla, al escenario y tal para demostrar
que son más anarquistas que nadie imagino que sería. Dieron
un concierto larguísimo dando un muy buen repaso a toda su discografía,
con clásicos como “Ni Dios ni amo”, “Lágrimas
de sangre” o “Cualquier noche puede salir el sol”
y temas más actuales de los dos volúmenes de “Rapsodia
libertaria” como la genial versión de Iggy Pop “El
pasajero”, “Los gritos del silencio” o “Dios
salve al rey”. Por supuesto, no faltaron los disfraces (de milicianos
y de novia) y las muecas, la cría del cantante interpretando
“Para Elisa” y los discursos, claro.

Después, con bastante menos gente, tocó el turno a los
madrileños Bajo Klero dándole caña
al punk-Oi! y con alguna versioncilla para rematar la faena, como la
de “Victoria” de Parabellum.
Y con la siempre difícil papeleta de cerrar la noche, los leoneses
Hachazo. Comentar que en principio la organización no
tenía la idea de que fueran ellos los que acabasen la cuarta
edición del GarabeRock, pero hay grupos a los que les mola eso
de torear al resto. Pero para mí fue una gran noticia que cerrasen
ellos. Las fuerzas empezaban a flaquear y ellos me las sacaron de donde
hizo falta. Abriendo con una versión más trallera del
tema acústico que viene como bonus track en su último
trabajo, repasando ese “Ladran luego cabalgamos” casi entero,
rompiendo cuerdas de guitarras a cada rato, haciendo el indio e invitándonos
a hacerlo a los demás con decenas de botes de espuma... y sobre
todo, acordándose de esta nuestra revista STRASSE en la dedicatoria
de la canción “Construyendo el odio” (junto al portal
de contrainfo Alasbarricadas.org, en pleno conflicto con la SGAE y su
jefecillo Ramoncín). Una chorradilla pero que siempre hace ilusión.
En resumen, un gran pequeño festival al que, por poner pegas
a cosas que no dependen directamente de su organización, la faltaba
algo de implicación por parte de los escasos hosteleros de la
zona. Como puede ser que no vendieran bocatas calientes por la tarde
ni, sobre todo, hielo en ningún sitio cercano... ¡las caminatas
bajo el sol que llegó a pegarse la gente! ¡Qué poca
visión comercial! Por lo demás, organización, sonido,
ambiente, zona y grupos, de 10. Vivan los festivales rurales y viva
la autogestión.
SANTI