Querido Paquito,
Te escribo esta carta mirando la foto que
nos sacaron el pasado mes de noviembre...Tú, cansado pero sonriente, como siempre. Yo
risueño, como cada vez que estamos uno al lado del otro...
Me han dicho que, desde que has vuelto a
ser nómada, te ven por las noches en los pastos celestes, montado en tu camello azul,
desparramando estrellas sobre el desierto. Luceros brillantes que se llaman: Libertad,
Independencia, Dignidad, Justicia y Paz.
Desde que empezó la lucha de nuestro
Pueblo, y tú fuiste uno de los primeros en entregarte a ella, estas estrellas fueron la
luz que guiaron tu camino, tu pan de cada día, tu sueño de cada noche.
Lo sé muy bien, porque son estos luceros
que aún alumbran la mirada inteligente de tus ojos negros, profundos como la verdad.
Ojos en los que brilla una chispa que
ilumina todo alrededor de ti.
Ojos centelleantes de alegría y
simpatía, que hacen de ti el centro de la jaima y que al escuchar tus
fabulosos cuentos estallen las carcajadas y venga más gente a saludarte...
Tus ojos y tus manos que hablan su
lenguaje propio, anticipando las palabras, se vuelven como imanes para quien mira y
escucha con deleite tus aventuras de Simbad del desierto. Gracias por tu alegría que nos
calentó en las frías noches del exilio.
Admiro tu contagiosa energía vital y
añoro las noches pasadas entre amigos en los campamentos de refugiados bromeando y
tomando at-tay hasta el amanecer, discutiendo sobre nuestra lucha y su futuro,
recordando con nostalgia nuestra patria usurpada.
En tu cara morena, donde brilla una
sonrisa de marfil, detrás de un bigote color ébano, se lee la inteligencia de nuestro
antiguo Pueblo. En tu cara está escrita, como en las pinturas rupestres de MHreiz,
tu fuerza de voluntad que nos demostraste indomable.
El orgullo y el honor beduino que nunca te
abandonan te hacen firme como una talha en el medio del desierto, indiferente
al sol, al viento, a la sequía, a los buitres que nos acechan.
Tu palabra simple, directa, clara,
cristalina es como el agua de un pozo en el desierto que apaga la sed de quien te oye, de
quien pide tu sabio consejo. Toda tu vida y tu trabajo son un ejemplo
para todos nosotros.
Te acuerdas de esos lejanos días en El
Aaiun, cuando tú y yo, todavía muy jóvenes, empezamos nuestra experiencia de la vida:
qué emoción, cuántos sueños, cuántos descubrimientos, cuántas esperanzas....y a
pesar del duro empeño nunca faltaron tus bromas y tu cachondeo para alegrarnos.
Desde entonces nunca menoscabaste tu
esfuerzo para contribuir a abrir caminos y para participar en la obra gigantesca, aún en
curso, de la liberación de nuestro Pueblo.
Ahora me acuerdo de cuando te visité en
ese país maravilloso y trágico que es la India y yo, riéndome, te decía que en la
profundidad de tu mirada y en tu calmada determinación te parecías al Mahatma Gandhi.
Tu humanidad y tu humildad son para
nosotros siempre un ejemplo, una lección de vida, un espejo en que mirarnos.
Querido Paquito,
También quiero agradecerte por habernos
enseñado el amor y su fuerza indestructible: gracias por habernos entregado a Fatimetu
Gurutze, una Saharaui más - una Fatimetu entre las miles de Fatimetu de nuestro
Pueblo, pero ella única en su heroico acompañarte y acompañarnos en el exilio, en la
lucha cotidiana y en los sufrimientos de nuestro Pueblo.
Gracias Mohamed Salem por todo esto.
Y ahora mirando el cielo te veo sereno,
montado en tu camello azul, galopando por la inmensidad de Tiris, alumbrando
con tu sonrisa el camino.
Tu ser y tu sueño de un Sáhara libre se
van a prolongar en el amor de Buel-la, Hadeya y Fatimetu la Pasionaria. Y eternamente en
tu Pueblo.
Un
compañero de lucha
Mohamed Sidati
Jaima: Tienda en Saharaui
Talha: Árbol de Acacia
Tiris: Gran desierto del sur del
Sahara Occidental |