LibWeek2001

 

ORGANIZACIÓN SOCIALISTA LIBERTARIA (ARGENTINA)

Buenos Aires, marzo de 2001.

ANARQUISMO Y ORGANIZACIÓN

La médula espinal del anarquismo se puede resumir, esquematizando, en algunos precisos conceptos: federalismo, acción directa, horizontalismo y democracia directa, solidaridad de clase, y lucha despiadada contra el sistema o tirano de turno. Diversas líneas ideológicas y doctrinarias internas se han cruzado, entremezclado y dividido y han derivado, ya hacia el compromiso popular o el discurso refractario. Colectivismo o comunismo; individualismo o anarcosindicalismo; organizacionistas o antiorganizacionistas; políticos o economicistas; ortodoxos u heterodoxos.

No nos parece oportuno ni necesario enumerar aquí detalladamente una cantidad de problemáticas filosófico-ideológicas. Pero el anarquismo es un abanico a veces demasiado amplio. Pero para empezar nos basta con decir que seguimos a Bakunin en su concepción materialista y revolucionaria de la libertad. En esta senda afirmamos que no hay libertad individual posible sin libertad colectiva. Entendemos que los pensadores anarquistas del siglo XIX no 'fabricaron' ninguna ideología de manera artificial sino que sistematizaron los puntos más importantes de esta corriente de pensamiento y acción a partir de las formas naturales de acción de la naciente clase obrera. Comprendemos entonces la responsabilidad histórica que nos cabe y asumimos el desafío de construir - hoy, año 2001 - un anarquismo militante y políticamente organizado que trabaje en el seno del pueblo para contribuir a su liberación.

Sin embargo, en estas líneas y discusiones vemos gran parte de la fuerza y debilidad del anarquismo:

La fuerza está en la vocación, necesidad y urgencia de planteos audaces y radicales; en el compromiso histórico con la clase trabajadora; en una todavía "utopía" virgen y a construir; y en un estricto sentido de vigilancia revolucionaria.

La debilidad la hallamos en lo que puede llegar a provocar un malentendido a partir de un principismo ideológico sin constatación con la práctica social; un voluntarismo sin política o una política sin protagonismo; la generalización de circunstancias y coyunturas políticas concretas, o un reduccionismo que analice caso a caso sin una visión global e histórica. Se puede llegar a una santificación cuasi templaria de principios inmaculados para elevarse en una iglesia teórica, fosilizando lo vital de la ideología libertaria: la discusión, el debate y la constatación en la práctica y momentos históricos de nuestras verdades.

Pero también podemos armarnos de un núcleo duro de conceptos poco variables (los mencionados al principio) para, pivoteando en ellos, afrontar y colaborar (con humildad) en la lucha popular con nuestros principios y prácticas, velando e incidiendo en la construcción de un verdadero y profundo proceso revolucionario; sumados a la unidad, combatividad y autonomía de las clases oprimidas hacia su liberación.

Sin embargo, ¿Podemos seguir reproduciendo esquemas que quedaron obsoletos hace décadas?

El anarquismo como doctrina político-social revolucionaria no puede ser considerado independientemente de las condiciones históricas y sociales que le dieron origen ni al margen de la lucha de clases. Nuestro anarquismo no es la elucubración teórica de un conjunto de científicos sociales, nuestro anarquismo se nutre de la lucha de clases y se modifica con ella.

Para que la nuestra sea una práctica política dinámica y eficaz, nuestros principios deben funcionar siempre como herramientas y guías para la lucha y nunca como obstáculos que nos impidan actuar. En concreto, nunca renunciar a la lucha en nombre de nuestros principios.

Por eso, tenemos la obligación de plantear respuestas de acuerdo a la etapa histórica y la coyuntura local e internacional. Esto nos exige un constante y renovado análisis de la realidad y una permanente revisión de nuestras herramientas teóricas.

¿Cómo aprovechar y enriquecer esos principios centrales de nuestra ideología y hacerla partícipe en el proceso de lucha de la clase trabajadora, ya sea reivindicativo o propiamente revolucionario?

¿Cómo tener una dinámica propia y clara, con propuestas concretas, sin tergiversar nuestro norte finalista, sino por el contrario, basándose en él para divulgar y protagonizar los momentos actuales?

¿Cuál debe ser la misión de los anarquistas hoy, cuáles nuestras actividades y como nuestra organización?

Con tantas preguntas, algunas certezas y mucho camino por recorrer y construir, apuntamos a señalar intentos de respuestas y de análisis para enriquecer la discusión.

 

1) El Anarquismo argentino y la cuestión de la organización

Debemos, en un principio, campear sobre una historia quebrada de la militancia libertaria en nuestro país, con momentos gloriosos y otros menos claros (hasta convertirse en oscuros) y desde hace ya 50 años casi inexistente (en lo que se refiere a una auténtica participación en las luchas populares).

Desde un principio la militancia anarquista en el país ancló, exceptuando a algunos grupos estrictamente de estudio y propaganda, en la participación en la lucha sindical, y logró una importante hegemonía hasta aproximadamente 1915 y con mucha fuerza hasta entrados los años 30.

Esta identificación casi simbiótica con el movimiento obrero, natural y consecuente, trajo a colación, sin embargo, una desviación principista y sectaria en la identificación de la estructura sindical con la específicamente política, como fue la famosa "recomendación" del V Congreso de la F.O.R.A.(Federación Obrera Regional Argentina) de la "finalidad y amplia propaganda del comunismo anárquico dentro de la organización". Esta asimilación de lo político y lo social en un mismo cuerpo hizo a una aparente fortaleza y audacia ideológica de la federación sindical (quizá la más radicalizada de la historia de las centrales obreras en su momento de esplendor). Pero cuando comenzó a declinar su influencia en la clase trabajadora, se visualizaron las limitaciones prácticas y estratégicas de esa concepción política. De allí surgieron gran parte de las desviaciones del anarquismo en el país: un sectarismo cuasi provocador hacia todo lo que no llevara su propia "etiqueta" (incluyendo a las organizaciones obreras y populares); una atrofia ideológica por la falta de espacios puntuales de creación y acción políticos; y una naturaleza al "reducto impoluto" de la ideología que aporto a las primeras desuniones del movimiento obrero y de la propia militancia libertaria.

En nuestro país encontramos pocos ejemplos de organizaciones anarquistas específicamente políticas, tanto en su estructura como en su acción. Podríamos puntualizar a la U.S.L. (Unión Socialista Libertaria), la A.L.A. (Alianza Libertaria Argentina) y la F.A.C.A. (Federación Anarco - Comunista Argentina).

Dejando de lado los innumerables y difusos "grupos de afinidad" y su posible y difícil coordinación más allá de hechos puntuales de propaganda, nos tendremos que remontar a la ALA de los años 20. Este grupo fue constituído por los militantes anarquistas que se habían separado de la FORA V hacia 1919 y habían participado en la fundación de la U.S.A. (Unión Sindical Argentina). La creación de la ALA fue entendida como un polo aglutinador político para la propaganda entre los obreros, para la mejor influencia en el seno de la central de las posiciones libertarias y para la lucha ideológica (aunque fraternal y de acción común) con los socialistas, comunistas y sindicalistas revolucionarios que integraban la USA. Su vida fue efímera con el creciente reformismo de la central, pero fue el embrión de la constitución del C.R.R.A. (Comité Regional Relacionador Anarquista) que luego se transformó en la FACA.

Dicha organización, fundada formalmente en 1935, tenía las características fundamentales de una organización política: una declaración de principios, un plan de acción a corto y mediano plazo y una estructura orgánica basadas en la federación de agrupaciones locales, provinciales y nacionales, con sus respectivos consejos de coordinación y decisión.

La FACA tuvo una actuación interesante en sindicatos, cooperativas agrarias, ámbitos barriales y espacios antifascistas con otros fuerzas políticas hasta la llegada y consolidación del peronismo, luego del cual entró en una recta descendente (tanto numérica, política y doctrinaria) hacia una creciente derechización y aislamiento, ya convertida a finales de los años 50 en la F.L.A. (Federación Libertaria Argentina).

Más allá de las circunstancia históricas que incidieron (y mucho) en el deterioro de las mencionadas organizaciones, ellas no supieron constituir políticas dinámicas de largo aliento que contemplasen la cambiante de los procesos históricos con sus avances, retrocesos y enseñanzas empíricas y teóricas. Por otro lado, no existieron claros intentos de readecuación política de viejas consignas anarquistas, enmarcadas en los procesos históricos que les había tocado vivir.

Estos serán puntos a tener en cuenta cuando hablemos del anarquismo que queremos llevar adelante hoy, tanto en sus formas orgánicas, políticas e ideológicas y en los planteamientos tácticos y estratégicos.

Nota: Este punto no pretende ni puede ser entendido como un riguroso análisis de la historia de la militancia libertaria en nuestro país ni de sus organizaciones. Sólo puede ser un breve pantallazo para rastrear causas y enseñanzas para la actualidad. Queda abierto al estudio y debate, preciso y profundo del anarquismo en la historia de las luchas populares en Argentina, tarea que entendemos como necesaria y fructífera para nuestro movimiento.

 

2) La necesidad de definir las tareas actuales

La influencia del anarquismo, con sus propuestas y prácticas, en el actual proceso social estará dada por una serie de ejes a redefinir y cómo los desarrollemos probará su eficacia y durabilidad.

Entendemos la lucha social como un largo camino, lleno de flujos y reflujos, conquistas y derrotas, que busca invertir la correlación de fuerzas hacia el sector popular, en la creación de una conciencia como clase explotada y de una política autónoma popular que se dé sus tiempos, sus organizaciones y su finalidad hasta su completa liberación. Resumiendo y simplificando groseramente, dentro de la lucha de la clase trabajadora contra la clase explotadora y su sistema de dominación, los anarquistas debemos participar con ejes claros y precisos, basados en algunos puntos: una ideología constructiva; una estrategia firme y revolucionaria; una táctica adecuada y simple hasta su progresiva complejización; un proyecto de construcción popular a corto, mediano y largo plazo; y una organización política que actúe como generadora y divulgadora de dichos contenidos, para actuar en lo social.

Con ejes como el mencionado núcleo duro del anarquismo: identificación con la clase trabajadora; horizontalidad y democracia directa; acción directa a todos los niveles como herramienta de práctica política; y federalismo organizativo; nuestra tarea será dotar a estas premisas de un real significado práctico y volcar en nuestro programa nuevos estandartes que los enriquezcan y hagan posible.

El antisectarismo; la vocación de unidad de las luchas y organizaciones populares; la intensa participación y solidaridad de y con las luchas de nuestro pueblo; y la asimilación de las enseñanzas en la historia de sus luchas, sean del signo político que fuesen; la revalorización de la política; la redefinición de la idea misma de poder para la construcción de espacios de poder popular; la focalización en la lucha sindical, barrial y antirrepresiva, la discusión sobre la cuestión nacional y el antiimperialismo. En fin, toda una serie de metodologías y fines a desarrollar y experimentar por nuestras organizaciones.

La incorporación de estas nuevos y/o renovados conceptos al imaginario anarquista no se plantea, ni podría plantearse, únicamente desde una actualidad concreta y una coyuntura determinada. Encontramos sus raíces desde la formulación escénica misma del anarquismo, en su necesidad de volver a estar presente en la actualidad con posiciones propias, sin desvaríos vanguardistas pero con una firme posición estratégica y una flexibilidad táctica acorde a nuestra ética y pertenencia al campo popular.

 

3) La necesidad de la Organización Política Libertaria

La necesidad de organizarnos y construir la "Organización Anarquista Argentina", surge tanto de principios ideológicos como políticos; de necesidades concretas y actuales; de planteos estratégicos y a largo plazo.

Desestimamos y dejamos de lado aquí la vieja y falsa discusión interna del "movimiento anarquista" sobre la disyuntiva individuo-organización, sobre cuán "opresiva" puede llegar a ser la organización para del "desenvolvimiento integral del individuo", por considerarla ya resuelta por E: Malatesta hace más de 60 años:

"la organización constituye un hecho ineluctable que se impone a todos, tanto en la sociedad humana en general como en cualquier grupo de personas que tengan un fin común que alcanzar...

Nadie puede eximirse de esta necesidad, y los antiorganizacionistas más excesivos no sólo sufren la organización general de la sociedad en que viven, sino también en los actos voluntarios de su vida, e incluso en su rebelión contra la organización se unen, se dividen el trabajo, se organizan con aquellos con los que están de acuerdo y utilizan los medios que la sociedad pone a su disposición.

...De modo que la organización, lejos de crear la autoridad es el único remedio contra ella y el solo medio para que cada uno de nosotros se habitúe a tomar parte activa y consciente en el trabajo colectivo y deje de ser instrumento en manos de jefes..."

La que sí damos, es la batalla política por las formas y aspiraciones de la organización que buscamos.

Decíamos que (la necesidad de organizarnos) es ideológica porque prefigura la última finalidad de nuestra ideología: la de individuos unidos libremente mediante libres acuerdos y pactos mutuos y con una finalidad mancomunada. Y por ser la única y mejor manera para que las propuestas anarquistas trabajen real y prácticamente en el seno del pueblo, tanto en la divulgación de nuestra propaganda como en las luchas de los organismos populares.

Y es política y estratégica porque supone la discusión y resolución de las formas del proceso revolucionario y sus protagonistas; el papel del pueblo y sus organizaciones y la vanguardia y sus destacamentos específicos.

Existen básicamente dos posiciones respecto a este tema: una espontaneísta y otra eminentemente voluntarista y autoritaria.

La espontaneísta se basa en otorgarle una capacidad ilimitada a un pueblo en abstracto en cuanto al desarrollo de sus organizaciones (tampoco tan fundamentales en esta teoría) y a la conciencia y proyectos que alcancen. Es la "revolución de un día al otro", la idea utópica de ver de sopetón a las masas lanzadas a las calles quemando la ciudad y tomando el Palacio de Invierno. Cierto es que puede haber reacciones populares espontáneas y a veces decisivas en el transcurso de la lucha de clases. Pero esta furia popular no nace de la oreja de una cabra. El espontaneísmo "puro", que no contempla un proyecto de sociedad posible, hace de "el día después" carne de oportunistas, reformismos, dictaduras, terreno fértil para los aparatos mejor organizados con anterioridad. Podemos hablar de demagogia, triunfalismo, ingenuidad y (porque no?) una justificación para la inacción en las tareas del presente.

La otra posición se basa en darle un protagonismo y decisión sobre el transcurso del proceso revolucionario al o los partidos de vanguardia revolucionarios; es decir, que una "preclara" minoría dictamine la realidad social de acuerdo a su programa, defina desde sus escritorios de análisis los factores subjetivos y objetivos que se hallan en pugna, imponga consignas, medios y finalidades externamente a las organizaciones populares y, por último, tome el poder.

Aquí vemos una clara desviación voluntarista, elitista y pequeño-burguesa, que disminuye de manera aristocratizante a la mínima expresión el rol popular y sus organizaciones naturales, desconfiando en forma pesimista de las misiones, creatividad y empuje del pueblo organizado.

Contra estas posiciones, planteamos la necesidad de la Organización Política Libertaria con características y funciones propias, originales y claras; que podríamos resumir en tres puntos:

  1. La naturaleza y permanencia de la Organización;
  2. La relación Organización Política Libertaria (OPL) y las Organizaciones Populares;
  3. Tareas de propaganda y agitación de la OPL.

 

A) Naturaleza y permanencia de la Organización Política Libertaria

Descartamos la idea del proceso revolucionario como una sucesión reformista y gradualista de luchas y conquistas sociales; y, también, la teoría blanquista y meramente insurreccionalista de la toma del poder por un "golpe de timón y audacia" de una minoría esclarecida. La que planteamos es una lucha a largo plazo, con distintos momentos y etapas, tanto defensivas como ofensivas; con la conformación, consolidación y crecimiento sostenido numérico y político de fuertes organizaciones populares, que tomen para sí la tarea de cuestionar, hostigar y acabar con el poder dominante.

Dentro de este marco planteamos y pensamos a la Organización Política Libertaria, con sólidas bases ideológicas y programáticas, para poder enfrentar y llevar adelante los diversos momentos que la lucha requiera. Concebida en etapas defensivas como un espacio de contención y reagrupamiento ideológico, pero fundidas en un único cuerpo con su pueblo para evitar el aburguesamiento y burocratización. Y en los momentos ofensivos como un sólido destacamento activo y decidido que le imprima a las organizaciones populares en las cuales actúe altos grados de combatividad, democracia directa y vaya prefigurando la ruptura prerevolucionaria, elevando reivindicaciones económicas a políticas, y de anticapitalistas y antiimperialistas a francamente socialistas y libertarias.

 

B) Organización Política Libertaria y Organizaciones Populares

Entendemos a la OPL como el espacio de encuadre específico de los cuadros militantes anarquistas, que debaten y acuerdan principios, programa, estrategias y estructura, para poder actuar e influir en el proceso histórico; y a las Organizaciones Populares como los espacios de agrupación "natural" de los hombres y mujeres del pueblo para su desarrollo, concientización, defensa y lucha de sus intereses, sean éstos económicos (sindicatos, cooperativas, unión de campesinos, desocupados, etc.), reivindicativos (agrupaciones de Derechos Humanos, antirrepresivas, estudiantiles, etc.) o territoriales y sociales (organizaciones barriales, comisiones vecinales, centros asistenciales y culturales, etc.), será nuestra tarea definir su interrelación y correspondencia dialéctica.

Primeramente, tendríamos que retomar la visión de Malatesta sobre la naturaleza de ésta relación, dejando de lado la disyuntiva de donde nos organizamos (si en lo político o en lo social) ya que, citando al teórico italiano: ..."la cuestión es triple: la organización en general como principio y condición de vida social, hoy y en la sociedad futura; la organización del partido anarquista; y la organización de las fuerzas populares y, especialmente, de la de las masas trabajadoras para la resistencia contra el gobierno y el capitalismo"...

Es decir, que como anarquistas nos agrupamos en la Organización Política Libertaria y como trabajadores y explotados en general en las Organizaciones Populares. Aquí dejamos de lado, entonces, el supuesto paracaidismo o "infiltración" de los "políticos" en los reductos "sociales".

Los militantes de la OPL debemos actuar en las Organizaciones Populares en tanto partícipes del campo popular. Sin mesianismos ni arrogancia, no tomando más atribuciones que las que el conjunto de la organización popular nos dé. A palabras de George Fontanis: ..."con mucha responsabilidad pero sin ningún privilegio"...

La responsabilidad que tenemos como OPL y como minoría activa y, de alguna manera, como propositores ideológicos, es la de generar la amplitud de las Organizaciones Populares, dándoles un carácter democrático y antiburocrático en sus formas; una visión global y antisectario con otras Organizaciones Populares afines en cuanto a sus relaciones; y una combatividad, lucidez, solidaridad y superación de lo reivindicativo a lo político como metodología de lucha.

Tener presente esta diferencia de ámbitos a la hora de actuar será fundamental para los cuadros anarquistas, sabiendo siempre que "la función esencial de los sindicatos [o cualquier otra organización popular], lo que legitima su existencia como organización de masas es su función de lucha reivindicativa. Hay que evitar el error de intentar convertirlos en especies de partidos políticos con definiciones totales sobre los más diversos problemas"

Los análisis y programas de la OPL tienen un único "laboratorio" y lugar de certificación de sus supuestas "verdades" y estos sólo pueden ser las Organizaciones Populares. Es allí donde salen de su letargo y su estancamiento teórico y se ponen en práctica, y son el mejor parámetro de educación revolucionaria, tanto para los cuadros de la OPL como para los integrantes de las Organizaciones Populares.

Las "directrices" y orientaciones metodológicas y políticas, entonces, no deben ordenarse e imponerse externamente sino surgir íntimamente ligadas al calor popular tanto para la resolución de problemas concretos como para la lucha política contra las clases explotadoras. En este sentido, tomamos distancia de aquellas concepciones que suponen que la organización política - en tanto vanguardia - debe ser la cabeza de los movimientos populares, enseñándoles el camino que, a su criterio, deben recorrer.

Sin embargo, nada más lejos de nosotros que creer que la organización revolucionaria deba dejar libradas al azar a las Organizaciones Populares. De hecho, concebimos lo político como espacio particular de la actividad social.

Como Organización Política Libertaria trazamos una estrategia de ruptura revolucionaria con este sistema con aquellas tácticas que consideramos apropiadas según nuestro análisis de la realidad. Es la organización política y no otro espacio el que a partir de la realidad decide e impulsa esa estrategia y esas tácticas. Esa planificación de la actividad política no debe ser introducida artificialmente en las Organizaciones Populares, cual inyección de lucidez, sino que cobrará fuerza a partir de la actividad mancomunada, cuerpo con cuerpo, de los y las militantes anarquistas que trabajan y pelean codo a codo con sus hermanos y hermanas de clase.

 

C) Tareas de Agitación y Propaganda de la Organización Política Libertaria.

La otra función de la OPL (si bien considerada secundaria en función de la participación prioritaria en las Organizaciones Populares) es la de divulgación, agitación y propaganda.

Son invariables las formas y canales que estas puedan adoptar: periódicos, revistas, radios comunitarias, campañas de pintadas y solidaridad, conferencias y actos públicos, debates, etc.

Lo importante, entonces, es la función y características de estas tareas, a las cuales deberemos ubicarlas y encararlas desde el nivel de prioridad que estas actividades merecen.

En primer lugar, estas tareas dan la posibilidad de llegar a muchas mas personas y más heterogéneas que el que nuestra presencia "física" nos posibilita, sentando nuestra posición sobre hechos actuales, y sobre nuestros postulados ideológicos.

Por otra parte, nos posibilitan las herramientas para entablar la lucha ideológica con otras tendencias y agrupaciones para el debate, diferenciación, dialogo o posible acción común.

El otro punto importante es la referencialidad y compromiso que adoptamos con nuestro pueblo en la reivindicación de hechos y sucesos puntuales, campañas solidarias, etc. Además del amplio contacto que esto nos posibilita.

Es de vital importancia, por otro lado, la utilización de nuestros medios para una transmisión de experiencias de procesos históricos (sobre todo de nuestro país y Latinoamérica) como una manera de recuperar el hilo conductor de las gestas y protagonistas que forjaron la historia del movimiento obrero y popular.

 

4) Contribución a la discusión sobre la construcción de la Organización Política Libertaria en la Argentina.

En la construcción de la OPL, de acuerdo a nuestra noción largoplacista y sostenida de las luchas de clases y de la OPL misma, no nos debemos permitir dejar de discutir ningún asunto importante, sin temor a equivocarnos en la elección del camino, ya que muchos reveses tácticos pueden conllevar grandes enseñanzas estratégicas y grandes supuestas verdades teóricas de ayer pueden corroborarse como erróneas o deficientes en su puesta en práctica.

Tomamos como ejes para lograr un análisis de las necesidades vitales de la OPL, los cuatro pilares que George Fontanis define como ínprescindibles para la conformación de una organización revolucionaria anarquista.

 

A) Unidad ideológica y estratégica

El correcto desarrollo estratégico de la OPL, debe estar apuntalado por una única mirada ideológica.

La OPL no debe ser la espontánea unión desarticulada y particular de los diversos individuos que la integran y conforman, que acuerdan en ejes vagos e imprecisos.

La unidad ideológica debe estar basada en la discusión colectiva, amplia y sin sectarismos, de abajo a arriba, de toda la militancia en las instancias y momentos apropiados de su vida orgánica. Debe ser la concatenación de experiencias colectivas, históricas y de formas orgánicas que se hagan piel en fundamentos y acuerdos ideológicos de un solo cuerpo; compacto y firme.

Sólo con una sólida unidad ideológica y un correcto análisis coyuntural (recogido por la militancia en el "campo de acción" popular), la elaboración del programa estratégico de la OPL no será el resultado voluntarista, de simples visiones fragmentadas y difusas de la realidad social.

 

B) Unidad táctica y Programa de la OPL

El Programa Táctico de la OPL debe expresar los deseos y aspiraciones populares, ser voz política para el accionar social y la cadena de transmisión ideológica y clasista para las Organizaciones Populares.

A partir de este programa, planteamos la necesidad de la unidad táctica en el accionar del conjunto de la OPL.

La táctica, adoptada a partir de los lineamientos estratégicos, debe ser ampliamente discutida y debatida en todas instancias que la Organización posee para ello, a partir del consenso y la visión crítica y fraterna. Sólo así la militancia toda se compromete a actuar de modo homogéneo y coordinado, facilitando el racional uso de las capacidades, infraestructura y recursos (tanto humanos como materiales) de la Organización. Esto lo vemos tan productivo esencialmente por dos motivos: la efectividad y solidez organizativa; y, a su vez, el combate a la desviaciones individualistas y liberales que, de otro modo, encontrarían resquicios en donde manifestarse.

 

C) Acción colectiva y disciplina

Existiendo acuerdos estratégicos y tácticos, la OPL debe preocuparse en la correcta implementación y ejecución de los mismos.

Los ejes serán la acción colectiva y la disciplina orgánica.

La acción colectiva la entendemos como el andar constante y responsable de los militantes en los andamiajes orgánicos de la OPL. "Cada miembro toma parte de las actividades de la Organización, en el mismo sentido en que la Organización es responsable por las actividades revolucionarias y políticas de cada uno de sus miembros, desde que estos no actúan en dominios políticos sin consultar a la Organización".

Para este andar colectivo será imprescindible la disciplina de los miembro de la OPL. Esta disciplina debe ser concensuada entre todos, de acuerdo a procesos críticos-autocríticos, de manera decidida pero sin verticalismos.

No hablamos aquí de obediencia y disciplina ciega de la dinámica militar o autoritaria. Se trata de una autodisciplina de "ojos abiertos y atentos" que refleje el respeto y cumplimiento de los acuerdos y mandatos que la militancia se ha dado, en sus instancias de decisión.

 

D) Formas organizativas democráticas y federadas

La OPL prefigura, de alguna manera, en su desarrollo interno las prácticas organizativas, políticas y éticas que su finalidad socialista y libertaria estipula. Por esto es primordial las formas que nos damos para el cumplimiento de los acuerdos.

Teniendo como ejes el horizontalismo y el federalismo, la OPL descarta tanto el centralismo democrático leninista como el "asambleísmo" estéril y difuso de algunos grupos anarquistas.

La estructura de la OPL debe reunir y proveer de distintos espacios de encuadre, discusión y decisión de todo lo referido a la Organización, centralizando actividades puntuales allí donde haga falta.

Básicamente estos espacios serán.

 

Espacios de encuadre básicos y militantes (agrupación o célula)

Esta es la instancia interna de contención y encuadre de los militantes reunidos en torno a una tarea en común (militancia en un barrio, sindicato, etc.). En estas agrupaciones se determinan las tácticas puntuales para sus lugares de inserción, y se dan discusiones y mandatos para participar en instancias superiores.

 

Instancias de coordinación por áreas o territoriales

Es el primer núcleo federativo de las agrupaciones o células de una misma zona o región, con intereses comunes territoriales (comités de coordinación y relación) o de espacios de inserción (barriales, estudiantiles, sindicales, etc.)

En ellos se resuelven cuestiones que hacen al territorio o área toda, tanto en lo que se refiere a aspectos políticos como de inserción popular.

 

Instancias de coordinación y gestión general

Es el espacio de máxima coordinación y decisión entre la realización de eventos superiores (congresos, plenarios, etc.)

De acuerdo a la estrategia de la OPL, traza la táctica política en lo que se refiere a la propaganda, formación, coordinación, finanzas, relaciones, etc. De la organización en general.

Los responsables actúan con mandatos precisos, con tiempos definidos y con revocabilidad.

 

Instancias de decisión superiores.

Son los Congresos y/o Plenos en los cuales se discute y decide sobre la Declaración de Principios, el Programa estratégico y táctico, y estructura. Es el máximo evento de la Organización y la cual planifica y prioriza las tareas de la etapa y la formulación de las metodologías para llevarlas a cabo

 

Volver al principio

Volver a LibWeek2001