El tratamiento que la institución escolar está
dando al problema de la diversidad refleja las múltiples contradicciones que el sistema
educativo tiene planteadas. En un principio las autoridades educativas trataron de paliar
las desigualdades más llamativas del Sistema Educativo mediante la implantación de
diversos programas de integración, coeducación o compensación con el fin de atender las
desigualdades generadas por las diferencias de género, nivel intelectual y cultural;
diferencias y deficiencias que en estos momentos posmodernos tienden a diluirse en otras
más sutiles, provocadas entre otras razones por las enormes desigualdades económicas y
sociales que se dan entre las diversas capas de la población y que se manifiestan en las
grandes diferencias que se establecen entre quienes pueden comer y quienes no pueden
comer, entre quienes pueden llevar una escolaridad sana y previsible de éxito académico
y quienes la llevan abocadas al fracaso,
Es precisamente aquí donde se manifiesta,
en toda su dimensión, la incapacidad de la institución escolar para atender las
desigualdades iniciales ante el curriculum, desigualdades que son el resultado de las
diferencias y deficiencias específicas de la población, realidad que trata de obviar el
actual discurso de tecnócrata de corte conservador resaltando el término diversidad en
prejuicio de los términos diferencias y deficiencias.
Necesariamente, esto nos induce a cuestionarnos el
papel de una escuela como la actual que, a través de una estructura organizativa caduca y
de unos contenidos enlatados y descontextualizados, se enfrenta al problema, que las
sociedades democráticas tienen planteados, de ofrecer una escuela común para todos y
todas cuando todas y todos no tienen la misma oportunidad de salir con éxito de la
escuela. La escolarización de amplias capas de población infantil y juvenil es una
solución insuficiente que, si bien ha reducido los niveles de discriminación
cuantitativamente, no ha sido capaz de abordar óptimamente la discriminación cualitativa
e interna. Esto impide reconocer las enormes desigualdades existente entre la población
escolarizada por la enorme heterogeneidad del alumnado que se manifiesta en sus diferentes
niveles experienciales y en los diferentes niveles culturales de las familias, en la
diversidad cultural y en la desigualdad de oportunidades educativas,
La solución no está en introducir más o menos
opcionalidad curricular o diversidad curricular en el sistema escolar porque quizás,
sutilmente, se esté enfatizando aún más la discriminación al aumentar las diferencias,
sino en ofertar un curriculum común que fomente, compense y favorezca el que todos y
todas tengan la oportunidad de progresar con él. La complejidad del problema impide
abordar su solución desde una perspectiva pedagógica que favorezca sólo la
modificación de la metodología, el curriculum, las programaciones o el proyecto
curricular. No podemos olvidar que la propia organización escolar, la vida en la escuela,
los libros de texto,
fomentan la homogeneización. Será, por tanto, necesario
abordar el problema de la diversidad como un problema de desigualdad ante un curriculum
que no es neutral. Esta ausencia de neutralidad del curriculum confiere a este problema
una dimensión ideológica que afecta tanto a las decisiones macropolíticas como a la
intervención docente, guiada esta última por valores y creencias que conciben la
homogeneidad como más cómoda y eficaz para aumentar la calidad del sistema educativo
cuando la heterogeneidad podría beneficiar al proceso educativo tanto a nivel formativo
como vivencial.
Creemos que en la búsqueda reflexiva y compartida
de respuestas a muchas de las interrogantes que aún tiene planteadas el sistema educativo
podría encontrarse la clave que ayude a construir una escuela con capacidad de educar en
y para la diversidad.