9) La importancia decisiva del partido en calidad y cantidad de miembros para la tarea de socializar

            Ahora veamos las condiciones objetivas necesarias que deben preexistir en manos del proletariado para expropiar y poder socializar las empresas capitalistas pequeñas, esto es, que explotan entre 1 y 50 asalariados.

Haciendo memoria histórica, ya vimos la conclusión a que habían llegado los Bolcheviques tras el período previo del "comunismo de guerra" en la URSS, en el sentido de que no pudieron ser capaces de administrar las pequeñas empresas expropiadas, siquiera con la misma eficiencia económica en que lo habían venido haciendo sus antiguos patronos, y que, por eso, durante la NEP decidieron devolverlas a sus antiguos dueños, esta vez bajo el régimen de arriendo. Ya lo hemos citado y vale la pena volver sobre lo que decía Lenin en mayo de 1918: "Hoy, sólo los ciegos no ven que hemos nacionalizado, confiscado, (...) más de lo que hemos tenido tiempo de calcular" Bien. ¿Se podría hoy socializar el entramado de las pequeñas empresas capitalistas? Sí, pero, a condición de que el partido revolucionario disponga de un acervo militante teóricamente preparado y moralmente probado en los avatares de la lucha de clases, en suficiente número como para garantizar que el control obrero se cumpla eficazmente en el conjunto de la economía confiscada.

Para que nos podamos empezar a poner de acuerdo acerca de la masa social de militantes que el Partido Comunista debe disponer para que —en el marco residual de la ley del valor y el mercado capitalista todavía subsistentes como distribuidor de recursos productivos y valores mercantiles— el control obrero garantice la socialización del trabajo en las pequeñas empresas actualmente existentes en la UE, es necesario previamente comprender antes la naturaleza económica y social de esta fracción subsidiaria del capital social global.

¿En qué consiste esa naturaleza? Precisamente en la dispersión de esos capitales; en la interacción de unos sobre otros a través del mercado; cada uno con sus propios proveedores y sus propios clientes que, a su vez, son proveedores y clientes de otros, en otros tantos decenas de miles de ramos de la industria, el comercio y los servicios. Un complejo entramado competencial regulado por la ley del valor, en el que cada pequeño capital tiende hasta cierto punto muy limitado, a restarle clientela a los demás mediante la oferta de calidad, precio y servicio de sus respectivos productos, al tiempo que cada uno selecciona a sus proveedores en función de los mismos factores competenciales.

Así, por mediación de la competencia en términos de precio, calidad y servicio, presidida por las fases del movimiento cíclico del gran capital regulado por la tasa de ganancia media, una parte de estos pequeñoburgueses progresan a expensas de otra, y dentro de esta última unos consiguen mantenerse en el sector mientras que otros se proletarizan. Multipliquemos esta realidad por los miles de ramos industriales, comerciales y de servicios entre los que circula el pequeño capital global de un país. Tal es la complejísima realidad a transformar.

¿Qué hacer y cómo para socializar estas relaciones de producción capitalistas en semejante entramado mercantil?. Y lo que es más: ¿cómo integrar el modo de producción capitalista en pequeña escala dentro del modo de producción socialista de la economía estatalizada? Y finalmente: ¿cómo hacerlo al margen del mercado sin menoscabo para el desarrollo preexistente de las fuerzas sociales productivas y la cohesión del partido revolucionario? 

¿Puede hacerse al margen del mercado, se puede estatalizar estos sectores sin que se constituyan en una rémora para el necesario desarrollo de las fuerzas sociales productivas que permitan elevar en el más corto plazo las condiciones de vida y de trabajo de los asalariados en tanto parte del poder soviético? Veamos.

Al momento de expropiar estas empresas, nos encontramos, entre otras cosas, con su cartera de clientes y proveedores; los clientes, casi en su totalidad lo serán de otras tantas pequeñas empresas, industriales, comerciales o de servicios —también expropiadas— o bien consumidores directos; los proveedores, en su mayor parte pertenecerán a pequeños capitales comerciales distribuidores (también expropiados) de productos fabricados por grandes o medianas empresas capitalistas ahora en manos del poder soviético.

Partiendo de semejantes condiciones ¿Se puede socializar esta pequeña producción y comercialización de empresas con distinta organización del trabajo, distintas técnicas de producción y distintas calidades y cantidades de productos en la industria, el comercio y los servicios, prescindiendo del mercado como medio de asignación de recursos y valores sin perjuicio de la eficacia en la producción y distribución de esos productos? No se puede.

¿Es posible que esas mismas empresas sean gestionadas por sus propios trabajadores a través del mercado? En teoría es posible, pero siempre que por la sola experiencia de la toma del poder, el conjunto del proletariado a cargo de esas empresas adquiera plena conciencia de clase y conocimiento de la realidad a transformar, única condición de que estas operaciones puedan centralizarse por control obrero en una especie de Vesenja que se constituya y funcione de abajo arriba y no al revés, como la realidad impuso que sucediera en la URSS. [ [22] ]

Pero esta posibilidad es muy poco probable, porque supone conseguir que desaparezcan de un solo golpe prejuicios burgueses en distinto grado arraigados en los asalariados, entre otros, el sueño de convertirse en su propio patrón; estos prejuicios que han venido prevaleciendo en la conciencia de los explotados durante centenas de años, parece que arden hasta desaparecer en el fragor de las luchas por la conquista del poder y el acto de expropiar a los explotadores, pero renacen de sus cenizas ante lo que hay que hacer al día siguiente; cuando se comprueba que las nuevas relaciones sociales empiezan a funcionar con los viejos conceptos propios del individualista pequeñoburgués, porque los "mandados", obreros no comunistas de toda la vida, que no entran en la revolución por sí mismos sino que son devorados por ella y se encuentran de golpe ante la oportunidad de hacer realidad el sueño embrutecedor de llegar a ser ellos mismos sus propios propietarios privados de la empresa que acaban de expropiar y a esto le llaman "comunismo". Estos prejuicios que anidan en el alma de cada obrero sin partido, van adquiriendo por la práctica tanto más vigor en su conciencia, cuanto más se agrandan las ignotas y normales dificultades del control y registro de lo que se recepciona, produce y socializa, que, entre otros inconvenientes, naturalmente añaden muchas preocupaciones —sobre todo al principio— además de prolongar las horas de trabajo para esa tarea adicional.

Según la memoria histórica de la Revolución Rusa, contrariamente a las ilusiones y exigencias de los "comunistas de izquierda" con Bujarin al frente, los bolcheviques y la mayoría del PC(B), sabían perfectamente que, de no darse las condiciones ideológicas y políticas para emprender la socialización efectiva del trabajo entre las empresas pequeñas, su confiscación no hace avanzar hacia el socialismo sino al contrario. En lo inmediato, las expropiaciones tienden a debilitar objetivamente el poder de resistencia de la gran burguesía, pero —como hemos dicho— si no se cuenta con el número suficiente de efectivos con capacidad (conciencia de clase y preparación) a los efectos de llevar adelante el registro y control de la distribución correcta de lo producido por cada empresa, esa ineficacia redunda en un retroceso respecto de las condiciones anteriores a la toma del poder, preparando las condiciones objetivas, no precisamente para la socialización, sino al contrario, para la contrarrevolución. No por casualidad Lenin decía en marzo de 1918 que:

<<Podemos ser decididos o indecisos cuando se trata de nacionalizar o de confiscar. Pero justamente la clave del asunto está en que no basta ni siquiera la mayor "decisión" del mundo para pasar de la nacionalización y la confiscación a la socialización. La desventura de nuestras "izquierdas", es que con su ingenua y pueril combinación de palabras "la más decidida política de socialización", revelan una incomprensión absoluta del fondo del problema, de la clave de la situación "actual">> (V.I. Lenin: "Sobre el infantilismo de izquierda" Punto III)

Y el problema radica en que, a falta de una dirección revolucionaria en el control obrero de las pequeñas empresas confiscadas, la propia dispersión entre ellas crea y acrecienta objetivamente la posibilidad real de que cada comité de empresa tienda subjetivamente a considerar la suya como una unidad "socialista para sí", independiente de las demás, que es como a la conciencia (burguesa) inmediata de cada asalariado no comunista, esto es, sin pleno conocimiento asumido de lo que es necesario hacer según determinadas condiciones en cada momento, así se le presentan las cosas. Y así es como se consuma el despropósito político de que arraigue todavía más en ellos la idea de la propiedad privada entendida como propiedad colectiva por el sólo hecho de la expropiación del patrón o los patrones capitalistas en cada unidad empresarial, sólo vinculadas con las demás por la competencia a instancias de los intercambios mercantiles que componen ese entramado post capitalista; propiedad privada colectiva que gestiona la herencia de lo que sigue apareciendo como "ventas" a sus propios clientes, que, a la vez, parecen determinar "por sí mismas" lo que demandan de "sus" propios proveedores. Así como lo que se produce, para quién, con qué calidad y a qué precio: todo suyo "para sí" una realidad que tiende a convertir a cada trabajador de cada empresa y —a través suyo— a cada miembro del comité de control, en el mismo pequeñoburgués que se ha expropiado, y que, dado su conocimiento técnico y experiencia mercantil, deviene en su líder natural.

Y el caso es que el PC(b) carecía de suficientes efectivos capaces, como para estar presentes —porque hay que estarlo como conditio sine qua non— en los 22.000.000 de pequeñas empresas a lo largo y ancho de ese basto territorio, cumpliendo con eficacia lo que era necesario hacer en ese momento. Bajo semejantes condiciones de imposibilidad material del partido, la posibilidad de la contrarrevolución se torna en la realidad más probable. That's the question y esto es lo que amenazó con pasar en la URSS tras los hechos de Kronstadt, donde al frente de cada obrero hambriento estaban sus antiguos patrones y, detrás de éstos últimos, el gran capital con sus Guardias Blancos esperando que se debilitaran las fuerzas revolucionarias en esa zona estratégica de la Rusia soviética, para atravesar la frontera y ponerse a la vanguardia de la contrarrevolución interna.

Cuando Trotsky decía en 1922 que hubo que arrendar las antiguas empresas confiscadas a sus antiguos dueños, tenía en su sesera la impresión muy reciente de esta experiencia. ¿Contará el partido revolucionario internacional en Europa con efectivos suficientes y capaces para supervisar las tareas de control y registro necesarias para socializar las 7.754.000 pequeñas empresas existentes en ese territorio —además de las medianas y grandes— sin perjuicio para el desarrollo de las fuerzas productivas y la cohesión ideológica y política de la organización? ¿Y en Argentina, qué hay hecho y debidamente socializado para saber previamente qué hacer al día siguiente de la toma del poder? Esto es lo que hay que prever antes de confiscar; saber lo que hay que hacer según las condiciones objetivas a transformar, y con qué efectivos de capacidad suficiente se cuenta para ello realmente.

Hay que pensar, también, en la posibilidad más que probable de un supuesto que no hemos considerado hasta aquí para no complicar el análisis, cual es, el de una acción contrarrevolucionaria desde el exterior. Entonces, de cualquier modo ¿estaría mal ir pensando en que, quizás, quienes protagonicen la próxima experiencia revolucionaria mundial estarán condenados a pasar por las mismas "horcas caudinas" del "evolucionismo" bolchevique? Nosotros, desde luego somos de la opinión que no estaría mal darse una vuelta más pormenorizada por la memoria histórica de aquella portentosa experiencia, y confrontarla con los datos de la realidad económica, social y cultural actual.

De todo debate donde prevalezca el espíritu revolucionario por encima de cualquier otra consideración, surge necesariamente la luz que señala por dónde deberemos ir todos. Pero a condición de que se proceda con la teoría revolucionaria y la memoria histórica por delante, como armas insustituibles de la revolución, de lo contrario, a la derrota segura para volver a sufrirla y después llorar otra vez ocultando nuestra responsabilidad en la filosofía de los DD.HH, en lo buenos que somos los explotados y lo malísimos que son los explotadores.

    

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[22] VSNJ: Consejo supremo de la economía nacional, creado el 5 de diciembre de 1917, veinte días después de haberse promulgado el decreto sobre el control obrero. Charles Bettelheim dice que, en realidad, este "Consejo Central" fue creado para reemplazar al control obrero ante la escasez de verdaderos organizadores del partido con presencia en las fábricas, capaces de "tomar realmente los problemas en sus manos".  (“Las luchas de clases en Francia 1917-1923. Segunda Parte CAAP. 2 punto I -  b) El control Obrero)