2) El caso español: de la dictadura franquista a los Pactos de la Moncloa

 

La manifestación de esta crisis —agravada por la subida espectacular en los precios del petróleo—, se hizo presente de forma explosiva en la sociedad española durante 1977, dos años después de la muerte de Franco. Ese año, la situación económica del país se vuelve políticamente explosiva; a la crisis de sobreacumulación se le sumó la crisis de abastecimiento del petróleo; en esos doce meses, el barril de crudo pasó de 1,63 a 14 dólares.

 

Dado que España es un país no productor de petróleo, el valor de las exportaciones sólo alcanzó a cubrir el 45% de las necesidades de importación, lo cual le ocasionó una perdida en divisas de 100 millones diarios, y una deuda exterior acumulada de 14.000 millones de dólares, superior al triple de las reservas de oro y divisas en poder del Banco de España.

La inflación trepó por encima del 20% en 1976, llegando al 44% a mediados de 1977, frente al 10% de promedio existente en los países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico Europeo (OCDE)

El endeudamiento de las empresas ascendió a centenares de miles de millones de pesetas, y el desempleo se situó en 900.000 personas —de las cuales sólo 300.000 recibían subsidio deparo— que siguió subiendo hasta alcanzar los 2.000.000 en 1978.

Fue en tales circunstancias cuando, parafraseando a un político republicano de 1932, Enrique Fuentes Quintana, autor del documento base cuyo contenido inspiró los “pactos de la Moncloa”, llegó a decir: “O los demócratas acaban con la crisis, o la crisis acaba con la democracia”.

Durante todo el mes de agosto, el Gobierno provisional monocolor de la “Unión de Centro Democrático” —formación política ad hoc constituida por la fracción reformista del franquismo— presidido por el ex falangista Adolfo Suárez, se estuvo reuniendo con los sindicatos UGT (del PCE) y UGT (del PSOE) para urgirles que convenzan a los trabajadores de que acepten la política de moderación salarial, a fin de acabar con la inflación y garantizar las ganancias crecientes de los captalistas, los privilegios de la Corona, de la oligarquía política y los suyos propios como parte política institucional del sistema. [ [8] ]

En setiembre de ese mismo mes de 1977, Fuentes Quintana discutió su documento base con el Gobierno; en octubre se redactó el texto final conjuntamente con  los demás partidos políticos en distintas comisiones. Finalmente, el 25 de octubre, los representantes de los principales partidos políticos —incluidos Santiago Carrillo y Manuel Fraga (este último, sin embargo, declinó firmar lo referente a las cuestiones jurídicas y políticas)— se firmaron los Pactos de la Moncloa, antecedente inmediato de la futura Constitución. Dos días después, el 27 de octubre, dichos pactos fueron aprobados por el Parlamento en plena actividad “constituyente”.

En este contexto, el Comité de Catalunya de la CNT tomó la iniciativa de proponer a los Comités de Catalunya de UGT y CC.OO., que se formara una mesa de análisis y discusión crítica conjunta del “Pacto de la Moncloa”. De estas jornadas que las delegaciones de los tres sindicatos catalanes desarrollaron durante el mes de septiembre y octubre de 1977, surgió el acuerdo de convocar a una manifestación en contra del Pacto de la Moncloa, que tuvo lugar en Barcelona durante ese mismo mes de mes de octubre, y en la cual participaron 400.000 trabajadores. Fue éste el primer y último acto unitario del Movimiento Obrero durante toda la Transición a la “democracia”, dirigido contra las decisiones dictadas al Gobierno de Suárez por la Trilateral capitalista mundial, como requisito indispensable para el futuro ingreso de España a la UE.[ [9] ]

 

No se trataba aquí de ningún conflicto parcial, como el de las huelgas a fines de 1976, en Roca Radiadores, de Gavá (provincia de Barcelona), que duró tres meses a barricada diaria, con decenas de huelguistas encarcelados; tampoco de la huelga de gasolineras, convocada meses después por la CNT en Catalunya, donde los “grises” de la Policía Nacional sustituyeron a los distribuidores de gasolina, provocando varios incendios durante cuatro o cinco días; todo esto desató la represión y el acoso policial contra la CNT.

 

No se trataba de esto. De lo que se trataba con la manifestación de la CNT contra el Pacto de La Moncloa, era de desbaratar legal y democráticamente ese contubernio entre el Estado español y el conjunto de la burguesía. Porque esa manifestación se hizo cumpliendo con todas las de la Ley del llamado Estado de derecho Por tanto, había que violar violenta e impunemente la Ley, para “poner en cintura” al conjunto del movimiento obrero español, para disciplinarle al plan de estabilidad, para que se resignara a perder todo lo conquistado en la lucha contra el franquismo, para recomponer las condiciones de explotación de trabajo ajeno en España. La burguesía sabía que sin este consentimiento del movimiento obrero, la transición al “chollo” de la “democracia” era imposible.

 

Y la gravedad del asunto no estribaba en el propio radicalismo de la CNT. Dado su insignificante peso social relativo, lo que esta organización pudiera hacer por sí misma no suponía ningún peligro político para el proyecto de la burguesía representada por el gobierno provisional de Suárez. Pero el caso era que la CNT había conseguido que su razón política necesaria gravitara sobre las secciones catalanas de UGT y CC.OO, haciendo posible que esa cualidad reivindicativa suya se trocara en cantidad de obreros movilizados, superando las limitaciones ideológicas y organizativas de las direcciones sindicales en esa parte de España. Y ante la manifestación de 400.000 personas recorriendo las calles de Barcelona, saltó la alarma entre la patronal, temerosa de que lo ocurrido en Catalunya se extendiera por el resto del país como una mancha de aceite. Fue entonces cuando la partidocracia burguesa de derecha e izquierda se puso a temblar, decidiendo cortar esta movida de ser necesario a sangre y fuego, utilizando todos los medios, incluidos los ilegales, como así ocurrió, para evitar que el Movimiento Obrero se rebelara unido a escala nacional contra el proyecto de la burguesía y del Gobierno en funciones.

 

Así fue cómo lo primero que acordaron hacer los “demócratas” cerrando filas en torno al gobierno postfranquista de la Unión de Centro Democrático, fue aislar a la CNT para conseguir que las disidentes cúpulas catalanas de UGT y CC.OO. volvieran al redil de la transición políticamente pactada entre bambalinas por la partidocracia. Lo segundo, destruir a esa organización disidente lanzando contra ella a la Unidad Móvil de las Brigadas Político-sociales (BPS)[ [10] ]. Para ello se utilizó la infiltración de un confidente policial en un grupo de la FAI, en Murcia   —Joaquín Gambín—, quien había vendido a dicho grupo dos maletas de armas y explosivos, que, evidentemente, fueron descubiertas por la policía; este hecho fue vinculado a las 54 detenciones realizadas en Barcelona el 30 de enero, con lo cual la reunión de la FAI pudo ser juzgada como una conspiración terrorista de la CNT.

En ocasión de la manifestación de la CNT, la Unidad Móvil de las BPS utilizó el mismo confidente, Joaquín Gambín, quien llegó a Barcelona 3 días antes de la manifestación que tuvo lugar el día 15 de enero de 1978, durante la cual se procedió a incendiar la sala de fiestas “SCALA”, situada en la esquina de la calle Consejo de Ciento y Paseo de San Juan, acción para la cual Gambín embarcó a cuatro jóvenes (tres de ellos menores de edad), afiliados a la CNT. En ese atentado murieron cuatro personas que trabajaban en el local: Ramón Egea, Juan López, Diego Montoro y Bernabé Bravo.

Al fiscal del caso le pareció del todo normal que un delincuente común de cincuenta años, en busca y captura por varios juzgados, hubiera sentido de repente una irresistible atracción por las ideologías libertarias. Además, Gambín colaboró —siempre presuntamente— con los responsables directos del atentado, llevándo a esos adolescentes por Barcelona en su coche, para enseñarles cómo fabricar cócteles molotov, dirigiéndoles de manera experimentada.

Según declaraciones del mismo fiscal, a las pocas horas del incendio en ese local, la policía de Madrid ya sabía los nombres y demás señas de identidad de los autores, procediendo a comunicarlo a sus colegas de Barcelona, curiosamente omitiendo cualquier referencia al tal Gambín, más conocido en turbios ambientes como “El Grillo”. El entonces ministro de Gobernación (ahora se llama Interior) Rodolfo Martín Villa, presentó ante los medios de comunicación la detención del grupo anarcosindicalista (en poco más de 24 horas), como un verdadero triunfo de las fuerzas del orden contra la barbarie anarquista. Sin embargo, dirigentes confederales estaban seguros de que este apestoso asunto había sido un complot para acabar con la central sindical libertaria, que iba tomando fuerza ante el monopolio sindical de CCOO y UGT pactado entre el gobierno de la UCD y los partidos socialista y comunista.

 

Según reporta Matías J. Ross: http://www.vistazoalaprensa.com/firmas_art.asp?Id=1408, los condenados: José Cuevas, Javier Cañadas y Arturo Pa, en ningún momento aceptaron su participación directa en los hechos, aunque sí la preparación de los cócteles Molotov. Se han sentido manipulados y dirigidos por el confidente policial infiltrado entre ellos. El juicio oral, celebrado en diciembre de 1980, no pudo contar con el testimonio de Rodolfo Martín Villa —solicitado por las defensas de los acusados—, ni con la presencia de Joaquín Gambín, quien logró fugarse de la prisión de Elche en extrañas circunstancias.[ [11] ]

 

A pesar de que tenía varias órdenes judiciales de busca y captura, la policía no pudo dar con el paradero de "El Grillo", aunque sí lograron entrevistarlo —previo pago— varios periodistas, que localizaron al confidente en Rincón de Seca (Murcia). En el reportaje que apareció en una revista muy leída por entonces, Gambín dijo —entre otras cosas— que el comisario Escudero era su jefe directo. Escudero era un policía subordinado del comisario Roberto Conesa, por entonces mano derecha de Martín Villa.[ [12] ] También declaró que por sus trabajos de infiltración en la Confederación Nacional del Trabajo y/o por constituir el "Ejército Revolucionario de Ayuda al Trabajador" (ERAT), cobraba 45.000 pesetas mensuales. Este grupo dio varios atracos antes de caer en otra “extraordinariamente brillante” operación policial, cuando ya no se le necesitó. Por la delación del asunto de La Escala, Gambín cobró 100.000 pesetas de las de entonces.

 

En diciembre de 1981, "ElGrillo" fue detenido en Valencia tras un tiroteo. Declaró que se entregó harto de que la Brigada de Información de la Policía Nacional le hubiera abandonado a su triste suerte. La segunda vista por el caso La Escala se celebró en Barcelona en diciembre de 1983, con un solo acusado: Joaquín Gambín. La prensa llegó a decir que era la primera vez que se juzgaba en España a un confidente policial. Fue condenado a siete años por ir a una manifestación con armas y por preparar explosivos.

 

La presión mediática sobre las fuerzas policiales subió de tono a raíz del juicio y de las alegaciones del indignado fiscal Del Toro, que fue incluso acusado de simpatizar con los anarquistas. Del Toro se defendió y llegó a escribir que, ante el escándalo judicial que representaba una vista pública sin "El Grillo" y sin Martín Villa, su problema fundamental estribaba en no cubrir de ridículo su carrera. Todo estaba cojo en este caso y por lo tanto era propicio a las más desaforadas imaginaciones.

 

El periodista Luis Andrés Edo, de quien hemos recogido parte de lo que hasta aquí hemos dicho sobre este oscuro episodio de la transición a la “democracia” en España, agrega lo siguiente:

<<Pero el hecho más escandaloso de este “agujero negro” que es el Caso Scala, no se limita a la utilización por la BPS (con la connivencia del Gobierno) de un agente provocador (que ha engañado a cuatro adolescentes). No, el tema desborda estas chapuzas de la acción policial.

Efectivamente, el Juez que inició el Sumario del Caso Scala (pues el incendio de esta sala se ha convertido en “Caso”), requirió ese mismo día a un perito especializado en catástrofes de esta índole (un tal Sr. Villalba) la misión de recoger muestras del resto del incendio. El Sr. Villalba y su equipo de especialistas, se presentaron con la autorización del Juez el mismo día a recoger sus muestras (pues el Juez había decidido destruir al día siguiente las ruinas a que había quedado reducido el edificio tras el incendio).

El Sr. Villalba sometió las muestras recogidas a análisis de laboratorio, y el resultado es definitivo: ¡había fósforo!
Es decir, que los cócteles de gasolina han caído sobre un edificio que alguien había preparado con la acumulación de fósforo, para que pudiera arder en unos minutos.

Para más INRI, uno de los acusados, Xavier Cañadas, atestiguó públicamente, años más tarde, que en los primeros interrogatorios policiales observó que encima de una mesa había una carpeta con una indicación en letras mayúsculas:
CASO SCALA, FÓSFORO.

Se trataba, sin ningún género de dudas, del informe del perito Sr. Villalba.

Este hecho nuevo (la existencia de fósforo) explicaría que un informe del Fiscal General del Estado, Burón Barba, exigiera una investigación sobre la presunta participación de los Servicios de Seguridad del Estado en el incendio de la SCALA.

Resulta que ambos informes, el del Sr. Villalba como el del Fiscal General, desaparecieron del Sumario, no llegaron al Juicio Oral, celebrado en Barcelona tres años después, en diciembre de 1980.

Para que todo esto pudiera ser posible, no existe otra explicación: el que nos encontramos ante una operación de Alta Política de Estado, de alcance internacional, como es la de eliminar la movilización del Movimiento Obrero, peligro real contra la Reforma Pactada, decidida en el marco del “Mundialismo Capitalista”, lo que justificaba la ignominia montada por la BPS.

¿Por qué los Partidos de la llamada izquierda y sus propios Sindicatos miraban hacia otro lado cuando, a través del Caso Scala, el Gobierno y los mass-media machacaban a la CNT?; ¿no se imaginaban (ingenuos todos ellos) que el Poder estaba neutralizando a todo el Movimiento Obrero, condición sine qua non para que el “Mundialismo Capitalista” accediera a que el PSOE alcanzara el Poder en 1982 y continuara metiendo el cerrojo a la movilización del Movimiento Obrero, ante las draconianas “reconversiones industriales” exigidas para su ingreso en la Unión Europea?>> LuisAndrésEdo 

Ver también:

 

De “ingenuos” nada, compañero Luis Andrés ¿O usted ignora que, para ese entonces, Santiago Carrillo ya había aceptado las condiciones que le impuso el Rey en 1975, para que el PCE pasara a formar parte del “staff” político partidocrático que pasó a ser el rostro de la “democracia” desde que con el en referéndum se instauró

la Monarquía Constitucional española en diciembre de1978?

 

Hablando de  ingenuidades y trayendo a colación la masacre del 11 de marzo de 2004. Señora Pilar Manjón, ¿no le sugiere nada esta herencia política del caso "Scala" —de la que usted es depositaria muy probablemente sin saberlo— como miembro del PCE y de la ejecutiva de CC.OO.? ¿No ve usted ningún vínculo entre la memoria de los muertos en el incendio de aquella sala de fiestas y el recuerdo de su hijo, vilmente masacrado el 11 de marzo del año pasado? ¿O su deseo es que le pongamos en la misma fosa común del olvido en que yacen aquellos cuatro compañeros abrasados por el fósforo que allí pusieron “los malditos”, con fines políticos tan precisos como las bombas en los trenes de cercanías, que el 11M se llevaron por delante la vida de 192 trabajadores malogrando la de otros 2.000 más?

“Los Malditos”, esta es la expresión que usted utilizó en el programa televisivo “59 segundos”, pocos días después de su comparecencia ante la Comisión “investigadora” como portavoz de la “Asociación de víctimas del 11M”. Tan probable es que, después de todo, continúe usted ignorando el “Caso Scala”, como que siga compartiendo la falsa idea de que “los malditos” del 11M son los que convienen a los intereses de su formación política, que gracias a ese atentado hoy cogobierna en minoría los próximos destinos de este país.

¿Es maldito el Partido Popular por haber querido enrolar a España en la guerra de Irak?; ¿son maditos los delincuentes comunes que pusieron las bombas en los trenes aquél fatídico día?; ¿lo son quienes con pleno conocimiento de la trama delictiva, hicieron la vista gorda dejando que las cosas sucedan según lo previsto por ellos para poder cambiar “democráticamente” el rumbo de la política exterior de España?

Maldito es este decadente, explotador, encubiertamente dictatorial y cada vez más opresivo y genocida sistema de relaciones sociales todavía existente, señora, aunque no sea ya real, en tanto se ha vuelto por completo irracional, tanto más contrario a los valores que se pregonan, cuanto más se insiste en invocarlos. Y si a una mayoría social le sigue pareciendo que este orden de cosas es el único o el mejor de los posibles, no es más que por la costumbre de haberse adaptado a él durante generaciones enteras, a unas formas elementales de vida que alguna vez tuvieron sentido, pero que ya resultan cada vez más insoportables.

Los burgueses nos machacan la sesera insistiendo en que esto de comprar y vender, es decir, el mercado, es la mejor forma de asignar recursos productivos y de repartir medios de vida en condiciones de progreso ininterrumpido. Está demostrado que en la actual etapa tardía del capitalismo esta realidad, día que pasa esta dejando de ser así a marchas forzadas.[ [13] ]

 

En cualquier caso, ¿de qué nos vale este bonito enunciado a los trabajadores asalariados, si resulta que esa forma de vida fundamentalista y furiosamente mercantil, es para nosotros cada vez más precaria, porque, cuanto más progresa la fuerza social del trabajo, somos más los necesitados de vendernos para trabajar, que los capitalistas dispuestos a comprar nuestra fuerza de trabajo, y porque al progreso ya sólo le vemos el trasero corriendo siempre delante y cada vez más distante de nuestras posibilidades de ingreso?; ¿que forma de vida es ésta que para poder comprar lo mismo que ayer, debo aceptar hoy venderme en condiciones de trabajar cada vez más por menos? Los capitalistas contestan, arrogantes: “esto es lo que hay” y no puede ser esencialmente de otra manera. ¡Hay que ser tolerantes!.[ [14] ]

Pues bien, nosotros nos contamos entre quienes piensan que este sistema de relaciones mercantiles no conduce sino a un creciente empobrecimiento relativo de esa mayoría absoluta de la sociedad que realmente crea la riqueza, los asalariados, para que el progreso de esas fuerzas productivas lo usufructúen quienes ni siquiera trabajan para controlar a los que de verdad lo hacen. Y esto se tiene que acabar, porque la sociedad ya está preparada para que la conciencia social suplante a la irracionalidad del mercado capitalista y al decadente derecho burgués como fundamento de una vida de relación alternativa, más plena, libre y realmente solidaria, que empiece por recuperar la dignidad humana como algo que no se compra ni se vende.

Los que viven del trabajo enajenado, desde el momento en que a eso le llaman “libertad” necesitan invertir el sentido íntegro de su pensamiento respecto de las cosas y, por tanto, de las palabras que pronuncian para designarlas. Así, mientras hablan de “solidaridad” acentúan la división de la sociedad entre explotadores y explotados; mientras hablan de “democracia” fortalecen su dictadura de clase; mientras hablan de “justicia”, profundizan el reparto desigual que encierra todo contrato de trabajo; mientras hablan de tolerancia imponen el “trágala” si es necesario a sangre y fuego; y, en fin, mientras hablan de “paz”, ahora mismo, compiten por la venta de armas en el mundo, promueven guerras mediante la diplomacia secreta y se preparan para otro holocausto bélico mundial.

Somos perfectamente conscientes de que una respuesta puramente teórica y propagandística como la que nosotros esgrimimos desde aquí no es suficientemente convincente. Mientras no exista en la realidad un modelo de sociedad de transición al socialismo que se sustraiga de manera definitiva a las arbitrariedades y crímenes políticos urdidos desde el poder, a los abusos, despilfarros, desigualdades y opresiones que se dieron también durante la vigencia del llamado "socialismo real", respuestas como la nuestra no convencerán a todo el mundo del trabajo.

Pero hoy no se trata de esto. De lo que se trata es de ir creando opinión pública, conectando con todas aquellas minorías que hoy se muestran honesta y desprejuiciadamente preocupadas por saber lo que realmente está pasando en el mundo, con el sincero deseo de contribuir a revolucionarlo, que es la única manera de mejorarlo. Este es el requisito previo para proyectarse hacia las mayorías contribuyendo a la concienciación de la necesidad de participar masiva y comprometidamente en la construcción del futuro de la humanidad. Ésta es, para nosotros, no la única, pero sí la tarea más importante que están exigiendo las presentes circunstancias de la lucha de clases en el mundo. Ir limpiando la ciencia social, el marxismo, de toda la porquería ideológica que se le ha vuelto a echar encima, esgrimiendo su arsenal científico y las mejores tradiciones del materialismo histórico, tendentes a recrear una intelectualidad revolucionaria orgánica capaz de asumir las responsabilidades políticas presentes con eficacia, para construir un futuro socialista que supere con plena certidumbre teórica y firmeza política los errores del pasado.

Lo que queremos significar cuando hablamos de la necesidad de crear opinión pública basada en la ciencia social, para una actitud colectiva general comprometida con la transformación radical de la sociedad en que vivimos, es que la economía y la sociedad se han tornado demasiado complejas y llevan consigo demasiados riesgos de catástrofes como para ser gestionadas no importa por qué clase de empresarios privados, de burócratas  "expertos" ni de políticos profesionales —que por esa misma condición social de propietarios privados o burócratas corruptos, son cada vez menos competentes—, ni por cualquier tipo de élites minoritarias. Del mismo modo, nosotros creemos que esta crisis mundial es demasiado grave como para ser dejada a merced de "leyes objetivas del mercado" que se realizan a espaldas de la humanidad. Esta crisis sólo será resuelta de manera que sea la última, si por lo menos una mayoría de trabajadores toman en sus manos la gestión de sus propios asuntos, de la economía, del Estado, de la Sociedad. Para eso, es necesario contribuir, de momento, a que la vanguardia amplia de la clase obrera se sacuda multitud de prejuicios introducidos en su movimiento por el enemigo de clase, y no tenga reparos en decidirse de una vez por todas a comprender y aplicar a la a realidad que vive, los principios de la ciencia social moderna, el materialismo histórico.

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[8] La burguesía internacional entiende por  “moderación salarial”, la actualización de los salarios por debajo del incremento anual del índice de precios al consumo, sistemática y consuetudinariamente manipulado a la baja como un recurso más de explotación del trabajo social. Si los trabajadores no aceptan y siguen demandando mejoras salariales para evitar un mayor deterioro de sus condiciones de vida, en condiciones de patrón oro a los empresarios no les queda más remedio que sacrificar sus ganancias o reprimir al movimiento apelando a la violencia de su Estado. Pero, una vez que el dinero fiduciario se “libera” de su referente con el oro, es decir, con la economía real, para hacer frente al pago de esas demandas adicionales de salarios, los empresarios pueden apelar tranquilamente al crédito bancario —y los bancos a conceder esos créditos por vía de la creación inflacionaria de dinero— trasladando esos costos adicionales a los precios. De ese modo, los beneficios salariales que la burguesía industrial y financiera conceden a sus ermpleados con una mano, los vuelven a recuperar con la otra haciendo descender los salarios reales por vía del aumento en los precios. 

[9] La “Comisión Trerilateral fue fundada en julio de 1973. Ideada principalmente por Zbigniew Brzezinski, sus tres partes geoestratégicas estaban constituidas por América del Norte (Estados Unidos y Canadá), Europa y Japón. En mayo de 1975 tuvo lugar en Kyoto su primera sesión plenaria, y los delegados asistentes representaban alrededor de 65 por ciento de las empresas bancarias, comerciales e industriales más más poderosas del planeta, originarias de esas tres áreas geográficas. En su origen fue presidida por David Rockefeller y su propósito explícito inmediato fue el de contribuir a alcanzar una "distribución global del poder" en el Occidente capitalista con proyección estratégica mundial, lo que equivale a decir, que su principal propósito fue la destrucción del llamado “bloque de poder comunista”. Según la retórica de sus principios, "todos los pueblos forman parte de una comunidad mundial, que dependen de un conjunto de recursos. Están unidos por los lazos de una sola humanidad y se encuentran asociados en la aventura común del planeta Tierra... La remodelación de la economía mundial exige nuevas formas de cooperación internacional para la gestión de los recursos mundiales en beneficio tanto de los países desarrollados como de los que están en vías de desarrollo".

La creación de ese espacio del poder mundial partía de la aceptación de que Estados Unidos había dejado de ser la potencia incontrastable que fuera en los primeros años de la segunda posguerra, que el mundo registraba un fuerte emparejamiento económico y se vivía ahora (en aquel momento) en un mundo multipolar. Carter empujó su política exterior inspirado en el discurso trilateralista (un mundo multipolar, un gobierno multipolar), y como un intento de buscar crear condiciones que acercaran los países subdesarrollados al mundo desarrollado. Entre sus mayores logros estuvo reunir a Israel y a Egipto, casi inmediatamente después de la Guerra de los Seis Días.

 

[10] Esta Unidad ya había actuado contra la CNT después de la muerte de Franco, cuando el 30 de enero de 1977 intervino para desbaratar una reunión de la FAI (Federación Anarquista Ibérica).

[11] Rodolfo Martín Villa empezó su carrera política en el régimen franquista como Jefe nacional del falangista Sindicato Español Universitario. De ahí saltó a ser Presidente del Sindicato de Papel, Prensa y Artes Gráficas. Luego pasó a desmpeñarse como Delegado provincial de Sindicatos en Barcelona y como Director general de Industrias Textiles del Ministerio de Industria. En noviembre de 1969 fue nombrado secretario general de la Organización Sindical, y en 1974, gobernador civil y jefe provincial del Movimiento falangista en Barcelona. El 11 de diciembre de 1975 pasó a ser Ministro de Relaciones Sindicales. Finalmente, como procurador general en la Cortes,  participó en las Legislaturas VII, VIII, IX y X . Su curriculum en la etapa “democrática”  es tan amplio, que, explicarlo en todos sus detalles, exigiría un ensayo sobre la entomología política en su variedad protozoaria del tipo de los esporozoos intraestatales, especie de la que este sujeto es de lo más paradigmático. Para una introducción a su estudio, ver:  http://www.losgenoveses.net/Personajes%20Populares/martinvilla.html#_Hlt968802211,8219,8220,0,,E

[12] Comisario de la Brigada Político-social franquista. En 1974 organizó y financió un comando para policial en Valencia, para hacer la guerra sucia a los militantes del Front Revolucionari Antifeixista Popular (FRAP) y ETA.. Tuvo especial relevancia en la desarticulación de los comandos del Grupo Antifascista Primero de Octrubre (GRAPO), que no pocos analistas atribuyen a su creación.

[13] Para una introducción al estudio de la incidencia del  mercado en la actual asignación de recursos productivos y en el progreso de las fuerzas productivas, ver: http://www.nodo50.org/gpm/anarquia-capital/00.htm

[14] A los intelectuales y políticos burgueses —incluida su fracción reformista de extrema izquierda tipo PCE—  les ha venido costando muy poco atenerse a las apariencias para introyectar en la conciencia de la clase obrera la especie de que el paro lo genera el progreso técnico, y que contra este mal necesario no hay nada que hacer. De ahí su arrogancia. En realidad, lo único que produce el progreso técnico es el abaratamiento de los costos sociales del trabajo y la elevación del nivel de vida de los productores. La causa del paro no es de naturaleza técnica sino económico-social; es el capitalismo —con su tendencia a convertir cada vez más trabajo necesario en excedente para los fines de la acumulación— la única causa del paro. En un sistema socialista, donde los medios de producción dejan de ser propiedad privada y, por tanto, mercancías, el progreso técnico sólo genera más tiempo libre y mayor nivel de vida. Ver: http://.www.nodo50.org/gpm/salario/todo.htm. Esta idea científica es el fundamento absoluto del presente trabajo.