Punto 5   Trasfondo ideológico y político de la expresión
"Estado de los monopolios"

Aun cuando su dirección política recaiga sobre el gran capital, en tanto no desaparezca su base nacional -y esto vale sobre todo para la pequeña y mediana burguesía- la especificidad del Estado capitalista soberano en cualquier latitud, consiste en representar los intereses de la burguesía nacional en su conjunto. En este sentido, bien que cada vez más limitado en sus funciones, mientras exista como tal, a los fines de la radicación de capitales productivos originados al exterior del territorio bajo su jurisdicción, el Estado nacional no perderá su carácter de Estado anfitrión y el capital extranjero deberá a todos los efectos someterse a las leyes vigentes en el territorio soberano donde se asienta. Al presentarla como despojada de todo fuero político, el "Estado de los monopolios" es una expresión concebida para que la pequeñoburguesía aparezca rebajada a la misma condición social del proletariado. Aceptada esta realidad "ad hoc", el frente popular está servido. Con tal de no enfrentarse con el fantasma del comunismo, los reformistas necesitan reducir la lucha de clases a la dialéctica entre dos formas de propiedad privada sobre los medios de producción: la monopólica y la no monopólica. Por eso hablan del "Estado de los monopolios". Como si no pudiera existir un tipo de Estado representativo de la clase obrera; como si la clase obrera no existiera; como si en todo este asunto no tuviera otro rol que el de oficiar de masa de maniobra.

La naturaleza del capital sin distinción de subsectores, consiste en apropiarse de la mayor cantidad posible de trabajo necesario para convertirla en excedente a los fines de la acumulación, del crecimiento de su masa. En el marco de la actual crisis económica, la guerra de Yugoslavia ha tenido por fundamento la necesidad perentoria del sistema, en orden a dar empleo productivo a la enorme masa de capital excedentario que le impide salir de la onda larga de crecimiento lento desde principios de la década de los 70. Esta necesidad ha actuado bajo la forma de un enfrentamiento interburgués, entre la representación político-militar de los monopolios y la correspondiente al capital nacional dependiente yugoslavo, hasta hace unos meses resistente a esa necesidad del sistema. Si decimos que la categoría de la "prepotencia" no ayuda a comprender la dialéctica social que subyace bajo fenómenos como la guerra de Yugoslavia, es porque refuerza la forma que impide ver lo que en ella o a través suyo se manifiesta. Para los reformistas, como para Kant, lo que hay debajo del "noumeno" es cosa de Dios, o sea, del capital. Eso hay que dejarlo como está. En todo caso, no ir más allá de limitar en lo posible los efectos que sobre el ciudadano medio provocan las formas inevitables que adopta la lógica de la acumulación. De ahí el sentido político que confieren a la palabra "prepotencia". ¿Qué más hace falta para explicar el comportamiento del capital imperialista respecto de los pequeños y medianos explotadores de trabajo asalariado? De tanto deambular con el intelecto y el corazón por la superficie de la realidad, más allá de la propiedad burguesa en general los reformistas no alcanzan a ver más que caos.

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