2.-Sufragio universal y parlamentarismo en tiempos de Marx y Engels

Como dijimos en otro lugar de la polémica, dado el todavía incipiente grado de desarrollo de las fuerzas productivas y la pequeña masa de capital acumulado en funciones, el proletariado era todavía una clase relativamente minoritaria. Si quería conquistar el poder debía establecer una alianza con el movimiento democrático de la pequeñoburguesía rural y urbana, no para implantar el socialismo, sino para desarrollar el capitalismo hasta el punto de maduración que permitiera cumplir tal objetivo histórico. Ocho meses antes de publicarse el "Manifiesto", semejante política de alianzas diseñada por la "Liga de los comunistas" , apareció en octubre de 1847 claramente expresada por Engels en la "Gaceta alemana de Bruselas" :

<<Los comunistas, lejos de provocar, en las actuales circunstancias, inútiles encuentros con los demócratas, se comportan como demócratas en todas las cuestiones prácticas del partido. La democracia tiene como consecuencia en todos los países avanzados el poder político del proletariado, y el poder político del proletariado es la primera condición previa de toda iniciativa comunista. Mientras no se haya conquistado la democracia, los comunistas y los demócratas combatirán codo con codo, los intereses de los demócratas serán los de los comunistas. Hasta ese momento, las diferencias de los dos partidos tienen una naturaleza teórica y pueden discutirse perfectamente en forma teórica, sin que la acción común se vea perjudicada de alguna manera. Puede haber acuerdo también en algunas iniciativas que deberán emprenderse sin ninguna demora para la consecución de la democracia en beneficio de las clases oprimidas, tales como la gestión por parte del Estado de la gran industria, de los ferrocarriles, de la educación de los niños por cuenta del Estado, etc. (F.Engels Op.Cit.)

La simple y directa lectura de este pasaje da como para que los militantes de I.U. y del P.C.E. puedan sentirse orgullosamente reconocidos en el marxismo porque, como se ve, Engels parece identificarse aquí con los objetivos estratégicos de ambas formaciones políticas con una antelación de 152 años, como si desde entonces no hubiera pasado nada. Pero el caso es que esta propuesta política, dirigida por Engels a los obreros europeos, no estaba concebida como parece a simple vista. Cuando Engels decía esto, estaba pensando en lo ocurrido durante las dos generaciones anteriores con la pequeña propiedad en los dos países punteros del capitalismo. Sabía que al igual que había sucedido en Inglaterra y Francia, el poder político del proletariado estaba ligado a su desarrollo social y éste a la descomposición de la pequeña propiedad rural y urbana por efecto de la ley del valor, a la conversión de buena parte de los millones de campesinos y artesanos de aquella época en asalariados modernos. Según la concepción estratégica de Marx y Engels, la lucha por los derechos políticos democráticos -electorales y parlamentarios- de las clases subalternas, iban unidos a la concreción de este proceso de proletarización, y al subsecuente aprendizaje político de los trabajadores en el camino hacia su necesaria unidad política, condiciones ambas de ineludible cumplimiento para que esta clase social pudiera aspirar seriamente a cambiar de raíz el sistema. Nada que ver con la estrategia reformista de conciliar históricamente al proletariado con la subsistencia de la pequeña y mediana propiedad capitalista.

A diferencia de los partidos reformistas de hoy estilo P.C.E., la democracia burguesa nunca fue para Marx y Engels el vehículo de la revolución. Jamás pensaron en pagar billete para subirse a ella confiando en ser confortablemente conducidos al socialismo con la precisión de un horario de ferrocarril. Concibieron la "democracia" como una eficaz incursión del proletariado en campo enemigo dadas determinadas condiciones, pero no como el hogar de la política revolucionaria.

La crítica a la llamada izquierda parlamentaria desde las páginas de la NGR, culminó con un extenso artículo que Engels dedicó al debate en la nueva Asamblea Nacional con motivo del mensaje de la Corona, donde anticipa la función del "transformismo" gramsciano que la burguesía empezó a operar en Alemania desde los parlamentos todavía no emancipados de la tutela institucional de la nobleza. Lo único que Engels ve de interesante en esos debates, es...

<<la arrogancia pueril de la derecha y el cobarde hundimiento de la izquierda.[...] Estos señores de la izquierda disminuyen sus pretensiones en la medida misma que la derecha aumenta las suyas. En todos sus discursos se percibe ese abatimiento producto de amargas decepciones, esa actitud abrumada del ex-miembro de la misma asamblea que primero dejó empantanarse a la revolución y después, hundiéndose en el pantano por ella misma creado, lanzó un grito doliente: ¡el pueblo no está aun maduro! incluso los miembros más resueltos de la izquierda, en lugar de oponerse resueltamente a toda la asamblea siguen acariciando la esperanza de obtener algún resultado en la Cámara y, gracias a la Cámara, obtener una mayoría para la izquierda. En lugar de adoptar en el parlamento y una actitud extraparlamentaria, la única honrosa en tal Cámara, hacen concesión tras concesión con la esperanza de una solución parlamentaria. En lugar de ignorar en toda la medida posible el punto de vista constitucional, buscan conscientemente la ocasión de coquetear con él por amor a la paz [...]¿Por qué intentan convencerse de que pueden obtener por vía parlamentaria lo que sólo pueden obtener por vía revolucionaria, por la fuerza de las armas? Sin duda la via parlamentaria ha elevado a esos señores a una altura [...] donde el l'spirit de corps comienza y la energía revolucionaria, si la había, se evapora (F. Engels: "El Debate de Berlín sobre el Mensaje" en NGR del 30/3/849. Citado por F. Claudin: "Marx, Engels y la revolución de 1848" cap. II. Subrayado nuestro)

Los marxistas no actúan pensando que el destino del socialismo esta ligado a la democracia de mercado, sino que la evolución de la democracia como gobierno del pueblo y no como gobierno de una oligarquía de partidos, está ligada al movimiento socialista. Si fuera sólo cuestión de juzgar por la experiencia política directa del proletariado europeo, su empeño en la lucha por llegar a ejercitar el derecho electoral desde 1848 no tuvo compensación alguna. El funcionamiento de las instituciones de Estado burguesas como instrumento político fue realmente desastroso para el movimiento revolucionario. Basta recordar que tanto la derrota de junio de 1848 como la comuna de 1871, sucedieron con la aprobación de una asamblea nacida del sufragio universal. Marx y Engels fueron plenamente conscientes de ello. Sin embargo, todavía en 1883 ambos entendieron necesario que los obreros revolucionarios participaran dentro de las instituciones burguesas de Estado. ¿Por qué? Por dos razones. Primera: El proletariado, que por esos tiempos vivía su etapa infantil, carecía todavía de fuerza social y preparación política suficientes para aspirar a hacerse cargo de la historia. Antes de la revolución proletaria debía completarse la revolución democrático-burguesa. Y el aspecto político de esa revolución pasaba por la vigencia de las instituciones parlamentarias y por la universalización social del derecho incondicionado al sufragio. Segunda: en toda esa etapa, el proletariado debía constituirse orgánicamente como clase en sentido político.

Para los creadores del materialismo histórico, tanto la lucha por el sufragio universal como la consecuente participación de los obreros en las luchas parlamentarias, estuvieron determinadas por la necesidad histórica objetiva contradictoria de instaurar la sociedad capitalista y la vigencia de la propiedad privada pura emancipada de todo derecho político dinástico, así como para contribuir a forjar la unidad orgánica del proletariado, la constitución de los partidos obreros. Decimos contradictoria, en razón de que la conquista social del sufragio universal es sin duda objetivamente revolucionaria. No sólo porque permitió consolidar el poder de la burguesía como clase dominante, sino porque -tal como ocurre en la estructura económica con la fuerza de trabajo- el sufragio universal en tanto forma política de expresar la voluntad colectiva mayoritaria para decidir qué hacer, trasciende históricamente los límites del sistema burgués. Pero ya vimos -y al parecer estamos de acuerdo en ello- que mientras permanezca sometida al proceso de valorización, la fuerza de trabajo no hará más que reproducir la relación capitalista. Del mismo modo, mientras permanezca cautivo de la "democracia de mercado", el sufragio universal no puede dejar de ser una forma de existencia política del capital, su forma política de existir por excelencia.

Por lo tanto, nosotros compartimos la idea de que desde los tiempos de Lassalle, la tendencia cada vez más acentuada a la conversión de los partidos de composición obrera en instrumentos políticos del capital, tuvo mucho que ver con la presunta función revolucionaria de la actividad política electoral y parlamentaria, donde la conversión de la voluntad política en mercancía, y del elector en cliente, tiende a desnaturalizar completamente el poder político de clase, limitándolo férreamente a la lucha por su distribución partidaria y hasta personal dentro del aparato burócrático-estatal burgués.

Desde 1863, y a lo largo de veinte años, Marx y Engels desarrollaron una labor incansable de crítica contra esta desviación en el seno del Partido Socialdemócrata Alemán, cuyo resultado fue completamente inútil a los fines de reencauzar a ese partido obrero, el mayor de Europa, por la senda de la revolución. Sin embargo, más allá de atribuirlo a malos dirigentes tipo Lassalle y Liebnekcht, no se conoce que ninguno de los dos geniales creadores del materialismo histórico hayan empleado este método para explicar convincentemente el fenómeno. En una entrevista concedida en diciembre de 1878, hablando de la situación en Norteamérica, Marx insiste una vez más en la necesidad de crear en todas partes partidos obreros independientes, y seguidamente denuncia que <<Los especuladores y las camarillas se han adueñado de los parlamentos, al tiempo que la política se ha convertido en un negocio. Pero no parece haber advertido la contradicción que encierra semejante declaración y las posibles consecuencias para el futuro desarrollo del movimiento y las luchas decisivas por venir, ante los peligros de mantener a los estados mayores de la revolución en ese juego politiquero corrupto. Más aun cuando la acción contestataria al sistema desaparece de la calle y la vida partidaria languidece. En semejantes condiciones, ante el relajamiento del control ideológico y político por parte de los asalariados en repliegue, los representantes del partido proletario ante el Estado, acaban por convertirse en representantes del Estado ante una masa convertida en clientela electoral.

El año en que Marx pronunció estas palabras, Bismark procedió a ilegalizar al Partido Socialdemócrata Alemán. Esta medida fue inteligentemente observada por el presitigioso sociólogo burgués Max Weber, a quien citamos en otro lugar de nuestra polémica contigo, en un contexto que estimamos pertinente repetir aquí, más aun a la vista de que has preferido eludirlo:

<<La única diferencia entre los acólitos de Kautsky (cuando votó los créditos de guerra) y los actuales seguidores de Anguita, es que en 1914, el SPD era el partido institucional más importante de Alemania con un millón de miembros y cuatro millones de electores. Podía haber parado aquella guerra y no lo hizo. &iquest;Por qué? Pues, porque a fuer de pisar las alfombras de los despachos ministeriales y hacer comedia política por los pasillos del Reichstag, habiendo sido el partido de la clase obrera, había pasado a ser el partido del Estado burgués imperialista alemán; tal como lo previó magistralmente Max Weber cuando antes de 1890 criticaba a Bismark por negarse a abrir las puertas de las instituciones de Estado al SPD:

"Se puede preguntar -decía Weber- quién tiene más que perder en ello: ¿la sociedad burguesa o la socialdemocracia? En cuanto a mí, yo creo que es la socialdemocracia, más concretamente aquellos de sus adherentes que son los portadores de la ideología revolucionaria"

Es una ley de la política que cuanta mayor fuerza electoral llegan a tener partidos de izquierda institucionalizados por la burguesía, como el P.C.E., más débiles se vuelven los vínculos ideológicos revolucionarios que le unen a la clase obrera y más fuertes sus compromisos con la fracción nacional del capital que representa el Estado que integran. En este sentido, las claudicaciones de Lassalle y las vacilaciones de Liebknecht o Bebel en 1870 -cuando el SDAP sólo agrupaba a 14.000 obreros- fueron mucho más clamorosas que las de Kautsky en 1914. (Del GPM a Rafael Pla López: 19/5/99)

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