10. La versión moderna del subconsumo: Natalie Moszkowska

Durante los años treinta y en polémica con Grossman, la también economista polaca Natalie Moszkowska plantea la versión contemporánea del subconsumo, en la que elimina las incongruencias de los revisionistas y propone un planteamiento diferente para llegar al mismo resultado. En última instancia, la exposición de Moszkowska está fundamentada en la de Luxemburgo, aunque no llega a las conclusiones de ésta acerca del imperialismo, la necesidad de "terceros", e incluso la critica explícitamente. A su vez, Moszkowska ha tenido una extraordinaria influencia en el pensamiento económico posterior, especialmente en el economista norteamericano Paul Sweezy, que escribió su "Teoría del desarrollo capitalista" en 1942; cuando en los años sesenta una cierta versión del pensamiento económico de Marx comienza a desplegarse entre los intelectuales europeos, serán Sweezy y los economistas radicales anglosajones (principalmente Paul Baran y Maurice Dobb) los que se convertirán en el punto de referencia. Una característica común tienen todos estos economistas, a diferencia de los anteriores: se trata de intelectuales y académicos con muy poca relación con la práctica, con la lucha política. Aunque la mayor parte de estos intelectuales se pueden integrar en las diversas corrientes izquierdistas aparecidas en aquellos años, sus raíces son las mismas que las del revisionismo, maman en las mismas fuentes ideológicas, agravadas por nuevos y más importantes errores. Este proceso es el que ha hecho de las tesis del subconsumo un lugar común entre la literatura económica que pasa por "marxista", no por más repetida menos errónea.

Los fundamentos de todos esos errores, viejos y nuevos, están en los estudios de Natalie Moszkowska. Esta economista polaca, lo mismo que los revisionistas, se propuso depurar el pensamiento económico de Marx de determinadas incoherencias e incongruencias Marx no había dispuesto de tiempo para exponer un conjunto sistemático de ideas; no había, pues, que quedar apegados a la letra sino a su espíritu, reconstruir su tarea de modo que desaparecieran las fisuras y contradicciones. Pero en realidad Moszkowska, como luego harán Sweezy y Baran, entra a saco en los conceptos básicos de la Economía Política, tal y como Marx los definió. Así por ejemplo, su concepto de composición orgánica de capital no es el mismo que el de Marx, aunque pretenda hacer pasar sus definiciones como si fueran las del mismo Marx (152).

Pero sobre todo, para Moszkowska la ley de la cuota decreciente de ganancia es falsa; ahora bien, como no tiene una relación imprescindible con el pensamiento marxista, hay que separarla de él para que todo el conjunto de ideas económicas no quede contaminado por dicho error. Fue así como ella, por primera vez, combate una ley que, hasta entonces, ni siquiera los revisionistas se habían atrevido a poner en cuestión: la ley más importante de toda la Economía Política, según Marx (153) y, sin embargo la que "ha inspirado siempre gran pavor a los economistas" (154). La cuota de ganancia es directamente proporcional a la cuota de plusvalía e inversamente proporcional a la composición orgánica de capital, es decir, aumenta con la cuota de plusvalía y disminuye con la composición orgánica de capital. Marx pensaba que el progreso técnico aplicado a la producción subía la composición orgánica del capital más de lo que subía la cuota de plusvalía y, por ello, la cuota de ganancia debía descender. Hoy la ley de la cuota decreciente de ganancia se ha convertido en el caballo de batalla fundamental contra el pensamiento económico marxista. Fue esta economista polaca la que en 1929 inició este tipo de críticas, aduciendo que dicha ley no era histórica, sino dinámica, que era sólo tendencial, no incondicional (155). Partiendo de Moszkowska, muchas de las críticas se apoyan en que no hay que tomarse la ley como una férrea norma inexorable, porque el mismo Marx dijo que sólo se trataba de una tendencia y, en consecuencia, podía verse contrarrestada por tendencias de signo opuesto que él mismo reconoció.

En realidad todas las leyes funcionan como tendencias: "En toda la producción capitalista ocurre lo mismo: la ley general sólo se impone como una tendencia predominante de un modo muy complicado y aproximativo, como una media jamás susceptible de ser fijada entre perpetuas fluctuaciones" (156). Y advirtió con claridad: "No hay que confundir las tendencias generales y necesarias del capital con las formas que revisten. Aquí no tratamos de analizar cómo se manifiestan en la dinámica externa de los capitales las leyes inmanentes de la producción capitalista, cómo se imponen como otras tantas leyes imperativas de la concurrencia y cómo, por tanto, se revelan a la conciencia del capitalista individual como motivos propulsores; pero lo que desde luego puede asegurarse, por ser evidente, es que para analizar científicamente el fenómeno de la concurrencia hace falta comprender la estructura interna del capital, del mismo modo que para interpretar el movimiento aparente de los astros es indispensable conocer su movimiento real, aunque imperceptible para los sentidos" (157). Ahora bien, la disminución de la cuota de ganancia tiene el rango de una ley económica fundamental del funcionamiento de la economía capitalista; es una ley inexorable que desempeña un lugar destacado en el movimiento del modo de producción capitalista; en cuanto que ley objetiva, no puede ser suprimida o eliminada por la intervención de los hombres. En el Prólogo a la primera edición de "El capital", Marx expuso su deseo de describir fielmente las leyes por las que se mueve el sistema capitalista: "Lo que de por sí nos interesa aquí no es precisamente el grado más o menos alto de desarrollo de las contradicciones sociales que brotan de las leyes naturales de la producción copitalista. Nos interesan más bien estas leyes de por sí, estas tendencias, que actúan y se imponen con férrea necesidad (...) Aunque una sociedad haya encontrado el rastro de la ley natural con arreglo a la cual se mueve -y la finalidad última de esta obra es, en efecto, descubrir la ley económica que preside el movimiento de la sociedad moderna- jamás podrá saltar ni descartar por decreto las fases naturales de su desarrollo. Podrá únicamente acortar o mitigar los dolores del parto" (158). Y pocos meses después escribió a Kugelman: "Las leyes naturales jamás pueden suprimirse. Lo único que puede variar en situaciones históricas distintas es la forma en que esas leyes se abren paso" (159).

Así concebía Marx las leyes económicas, entre las cuales, una de las más importantes, es la que describe el descenso de la cuota de ganancia. Todas las leyes son igualmente tendenciales porque todo movimiento es dialéctico y supone una unidad de contrarios: hay una tendencia y frente a ella, una contratendencia de signo opuesto. No hay nada nuevo en esta concepción y resulta inverosímil que de ello pueda deducirse una indeterminación o criticar su "incondicionalidad". La ley del decrecimiento de la cuota de ganancia es una consecuencia ineludible de la ley del valor y tiene la misma vigencia que ésta: si la ley del valor describe el funcionamiento de los precios, la ley del decrecimiento de la cuota de ganancia describe el movimiento de los capitales y sus crisis. Según Marx, "la ley del valor sólo actúa aquí como ley interna que los agentes individuales consideran como una ciega ley natural y esta ley es, de este modo, la que impone el equilibrio social de la producción en medio de sus fluctuaciones fortuitas" (160). Lo mismo cabe decir de la ley de la cuota decreciente de ganancia. La cuota de ganancia no es más que una referencia general y abstracta, una cuota "media" como a veces la denominó Marx que varía con cada empresa, con cada sector económico y con las fases del ciclo. Hay épocas en que la cuota de ganancia asciende, y además vertiginosamente. Esto no invalida ni un ápice el que, de un modo general y a largo plazo, la cuota de ganancia desciende de una forma inexorable.

Otra de las criticas a la ley del decrecimiento de la cuota de ganancia consiste en afirmar, como hace Sweezy que si la tendencia de la cuota de ganancia a descender viene dada por el aumento de la composición orgánica de capital, es posible que dicho aumento quede compensado (o incluso anulado) por un incremento de la explotación, es decir, por un aumento de la cuota de plusvalía y "entonces la dirección en que la tasa de la ganancia cambiará se hace indeterminada" (161). También fue Moszkowska la primera en exponer este argumento contra la ley del descenso de la cuota de ganancia.

Para esta economista polaca, en los orígenes del capitalismo el capital variable era la magnitud más importante cuantitativamente porque las fábricas eran intensivas en trabajo, mientras que la magnitud del capital constante era muy reducida y lo mismo el volumen de la plusvalía. Con el desarrollo de las fuerzas productivas, la importancia cuantitativa del capital variable ha ido descendiendo, de manera que si bien la composición orgánica del capital aumenta, también aumenta la cuota de plusvalía, por lo que no puede decirse con seguridad si aumentará o disminuirá la cuota de ganancia.

Este argumento es inconsistente porque mientras la composición orgánica de capital puede crecer ilimitadamente, la cuota de plusvalía está limitada y no puede ser mayor que el valor añadido en la producción, es decir, la renta bruta. Puede decirse que, en el caso límite, cuando el capital variable se reduce al mínimo, cuando prácticamente no se pagan salarios, la explotación es infinita y entonces toda la renta es plusvalía y pasa a manos de los capitalistas, alcanzando su máximo en ese hipotético momento la masa de plusvalía, que nunca será superior a la renta. Lo decisivo es que, a la larga, la renta bruta desciende relativamente en proporción a la producción. En expresión de Lenin, "la renta disminuye a medida que crece la producción. Este es un hecho indiscutible" (162). Entonces, la cuota de plusvalía se mantiene relativamente estacionaria y no puede compensar a largo plazo el incremento de la composición orgánica de capital, por lo que la cuota de ganancia cae. Por eso Marx razonaba siempre en el Libro III sobre la hipótesis más general de que la cuota de plusvalía no se modificaba, ya que tiene límites absolutos (duración de la jornada de trabajo, volumen de población) a partir de los cuales no es posible incrementarla indefinidamente. La posibilidad de explotación de la fuerza de trabajo tropieza con un máximo determinado: "La compensación del número de obreros o de la magnitud del capital variable -decía- mediante el aumento de la cuota de plusvalía o la prolongación de la jornada de trabajo, tiene sus límites, límites infranqueables" (163). Y más adelante analiza el problema a escala general, añadiendo: "El incremento de la población constituye aquí el límite matemático con que tropieza la producción de plusvalía por el capital global de la sociedad" (164). El descenso de la cuota de ganancia no puede compensarse con el aumento de la cuota de plusvalía o, por decirlo en los términos más simples, se gana más explotando un poco a muchos obreros, que explotando mucho a sólo unos pocos obreros: "La compensación del menor número de obreros por el aumento del grado de explotación del trabajo tropieza con ciertos límites insuperables; puede por tanto, entorpecer la baja de la cuota de ganancia, pero no anularla" (165). Marx llamaba a este fenómeno la segunda ley de la cuota de plusvalía, cuyo enunciado dice que no es posible compensar la disminución del capital variable aumentando la cuota de plusvalía: "Esta segunda ley, bien palpable, es de importancia para explicar muchos fenómenos que brotan de la tendencia, que más tarde explicaremos, del capital a reducir todo lo posible el número de obreros por él empleados o, lo que es lo mismo, su parte variable, invertida en fuerzas de trabajo, en aparente contradicción con otra tendencia suya: la de producir la mayor masa posible de plusvalía. La realidad es la inversa. La masa de plusvalía producida, lejos de aumentar, disminuye al crecer la masa de la fuerza de trabajo empleada, o sea, la magnitud del capital variable, si este aumento no guarda proporción con el descenso experimentado por la cuota de plusvalía" (166).

A largo plazo, por más que se incremente la cuota de plusvalía su aumento no puede frenar la caída de la cuota de ganancia; en definitiva, como tendencia, la cuota de ganancia sólo depende de la composición orgánica del capital. Como esta relación es inversa, si la composición orgánica del capital crece con el desarrollo de las fuerzas productivas, la cuota de ganancia se reduce. La cuota de plusvalía sólo puede tener efectos sobre la cuota de ganancia a corto plazo. Llegado un punto, aunque la explotación de la fuerza de trabajo se intensifique poderosamente, la cuota de ganancia tiende a descender inexorablemente y desciende precisamente por las mismas razones por las que aumenta la explotación de la fuerza de trabajo. Esto es algo que los expertos economistas de la burguesía no pueden entender: la cuota de ganancia disminuye no porque disminuya la productividad del trabajo, sino precisamente porque aumenta (167).

Otra de las críticas fundamentales de Moszkowska contra la ley consiste en argumentar que si bien es cierto que la composición técnica de capital crece con el desarrollo de las fuerzas productivas, no sucede lo mismo con la composición en valor. La aplicación a la industria de los progresos técnicos no solamente economiza fuerza de trabajo y reduce su valor, sino también reduce el valor de los medios de producción, del capital constante.

En sus orígenes, cuando fue expuesta por Tugan-Baranovski, a esta idea no se le dio mayor importancia. Los revisionistas (168) siguieron afirmando, igual que Marx (169), que la composición orgánica del capital crecía con el desarrollo de las fuerzas productivas. Fue también Moszkowska quien insistió en descartar el aumento de la composición orgánica de capital y, a partir de entonces, sobre todo después de la Segunda Guerra Mundial, está muy cuestionado el principio de que esa composición ascienda inexorablemente. Para todos estos autores, el desarrollo de las fuerzas productivas se debe aplicar sobre los dos sectores fundamentales del sistema productivo, es decir, tanto sobre el sector I productor de medios de producción, como sobre el sector II productor de bienes de consumo. Si el crecimiento de la productividad expulsa fuerza de trabajo de la producción y reduce los salarios, al abaratar el coste de las mercancías que entran en el salario, lo mismo sucede con los medios de producción. Escribió Moszkowska: La creciente productividad abarata los medios de producción y de consumo. El valor decreciente de los medios de producción reduce la composición del capital. El decreciente valor de los bienes de consumo necesarios hace posible un aumento de la tasa de plusvalor. Ambos contrarrestan la tendencia decreciente de la tasa de ganancia" (170). Por tanto, aunque la composición técnica entre capital constante y variable suba, la composición de valor se mantiene estacionaria o puede incluso reducirse, pero sin poder asegurar que deba crecer siempre indefectiblemente.

Esta posición es insostenible: implica afirmar que el tamaño de las empresas no es cada vez mayor sino menor, que el capital inicial mínimo a desembolsar para poder constituir una empresa, se va reduciendo con el desarrollo de las fuerzas productivas, mientras que para Marx "al disminuir la cuota de ganancia aumenta el mínimo de capital que cada capitalista necesita manejar para poder dar un empleo a su trabajo (171). La ley de la productividad creciente del trabajo significa, efectivamente, que el valor de las mercancías se reduce porque la introducción de nuevos medios de producción aumenta la parte del valor producido que consiste en la transferencia del valor depreciado por el uso de los mismos, pero sin embargo, disminuye mucho más intensamente el gasto de capital variable. Esto quiere decir que el capitalismo es un obstáculo al progreso y al desarrollo de la productividad porque no se introducen todas las máquinas que ahorran trabajo sino sólo aquéllas que ahorran el trabajo retribuido, el capital variable (172). Por eso los salarios elevados favorecen la promoción de nuevas técnicas productivas, mientras una elevada tasa de plusvalía las obstaculiza porque una costosa maquinaria, aunque ahorre mucho trabajo no es rentable si los salarios son muy reducidos. La composición orgánica de capital no es una cifra absoluta sino relativa: aunque disminuyera el valor del capital constante, disminuye aún más el del capital variable por efecto de la ley de la productividad creciente.

La tesis contraria de Moszkowska supone que la tendencia no es hacia la centralización del capital y que pueden ir desapareciendo el crédito y las sociedades por acciones. Por el contrario, según Marx, la caída de la cuota de ganancia ocasiona una concentración incesante del capital y, por consiguiente, un desplazamiento progresivo de los pequeños capitales, "el resultado al que tienden todas las leyes de la producción capitalista" (173). De planteamientos como los de Moszkowska derivan varios errores muy comunes en lo que respecta al papel de la ciencia y la tecnología en los procesos de producción. El primer error es el considerar que el período de rotación, en lugar de disminuir, aumenta debido a la creciente importancia del capital fijo dentro del capital constante y a la mejora de su valor de uso, que permite una utilización más dilatada en el tiempo, una mayor duración y, por tanto, un desgaste menor. Este fenómeno haría que en cada mercancía hubiera una parte cada vez menor de capital constante porque cada máquina transferiría su valor a una mayor masa de mercancías. Si bien esto es cierto, en realidad la innovación técnica implica una mayor y más rápida obsolescencia del equipamiento industrial. El "desgaste moral", como lo llamaba Marx, acelera la circulación del capital fijo y éste es un fenómeno aún más importante que el anterior. Las empresas están obligadas a la amortización acelerada del capital fijo aunque no se haya desgastado totalmente y pueda funcionar aún durante muchos años más, porque cada innovación lo desvaloriza frente al nuevo. El capital fijo se tiene que sustituir continuamente, dando lugar a un fenómeno de capital "de usar y tirar" y obligando a una elevada amortización que transfiere una mayor cantidad en concepto de desgaste de capital constante a cada mercancía producida. La superproducción de capital presiona continuamente para sustituir un capital en funciones desvalorizado por los nuevos capitales.

El tiempo de amortización del capital constante no es un tiempo natural; el capitalista puede calcular que en ocho años surgirá una nueva maquinaria que dejará obsoleta la que ahora adquiere. Sin embargo, ésta no se desgastará totalmente hasta dentro de diez años. Por tanto, debería conseguir un desgaste más rápido de su maquinaria, por ejemplo introduciendo el trabajo por turnos, de manera que se iguale el tiempo de rotación al tiempo natural, es decir, que el funcionamiento de la maquina sea continuo, que no tenga lagunas. Entonces el capital rota más rápido, tiene un número mayor de rotaciones por unidad de tiempo. El trabajo nocturno y el trabajo por turnos están ampliamente implantados en aquellas empresas en que la composición orgánica del capital es muy elevada y el capital constante rota muy despacio por el peso de su parte fija. Es un modo de acelerar su circulación y evitar una rápida obsolescencia o desgaste moral. De ese modo la composición orgánica del capital se reduce drásticamente y se eleva la cuota de ganancia porque el tiempo de rotación del capital disminuye y el capital variable aumenta.

La rotación acelerada del capital constante y el trabajo por turnos que conlleva, conducen a la producción en cadena, a gran escala y en masa, introducida principalmente en el sector II que produce artículos de consumo; su objetivo es reducir los salarios y multiplicar la cuota de plusvalía. Los sectores productivos que tienen un período muy largo de rotación del capital constante tienen una cuota de ganancia extraordinariamente baja, de modo que se trata de sectores abocados a la nacionalización (lo que elevaría la cuota media de ganancia) y a funcionar con pérdidas, o bien a la monopolización, a la creciente centralización de capitales.

Un segundo error proviene de considerar (casi siempre de forma implícita) que las innovaciones técnicas son gratuitas y, en consecuencia, que el coste invertido en I+D (investigación y desarrollo) no se transfiere al capital constante. Para estos autores, el mercado de patentes, royaltis y "know-how", simplemente no existe o es tan barato como el aire y el agua que también necesitan las fábricas. Este pensamiento proviene, a su vez, de una circunstancia que ha sido hasta la fecha muy frecuente: la asunción por parte del Estado de toda o la mayor parte de los costes de investigación y desarrollo, lo que se viene denominando "sistema universidad-empresa", al que se añaden toda una serie de instituciones públicas dedicadas a la investigación científica. Toda la investigación básica (universidades politécnicas, escuelas de ingenieros) está financiada por el Estado, así como la mayor parte de la investigación aplicada: laboratorios, prototipos industriales, pruebas piloto y diseño industrial. Sin embargo, el Estado no patenta sus descubrimientos e innovaciones. Es más: gran parte de los gastos de las empresas en I+D gozan de exenciones fiscales y existe financiación privilegiada para sufragarlos. Este papel del Estado es el típico y característico del sector público, y no sólo se produce en el campo I+D; casi todo el sector público tiende a reducir el valor del capital constante, bajando el nivel de composición orgánica de capital y, por tanto, elevando el de la cuota de ganancia.

Evidentemente I+D tiende a convertirse por sí mismo en un pujante sector productivo y las empresas destinan cada vez más inversiones a mejorar sus sistemas productivos, lo que significará una elevación de la composición orgánica de capital y un descenso de la cuota de ganancia. No sólo la ciencia y la técnica se aplican a la producción, sino que la producción (y la valorización) capitalista se introduce en la investigación transformando a I+D en un sector productivo más, sometido a las mismas leyes económicas que los demás. Este fenómeno es consecuencia de la creciente división del trabajo y singulariza a I+D por su fuerza de trabajo cualificada y superespecializada.

Por otro lado, en numerosas ocasiones Moszkowska define correctamente el capitalismo como un sistema económico orientado hacia la obtención de plusvalía y no hacia el consumo. Tampoco incurre en el error de descuidar el consumo productivo, pues reconoce que la diferencia entre la producción y el consumo no genera superproducción sino acumulación, que únicamente cambia la dirección de la demanda y el consumo improductivo se sustituye por el productivo (174). Considera, además, que tanto la fabricación de medios de producción como la de bienes de consumo, o lo que es lo mismo, la acumulación y el consumo, no son independientes entre sí sino que están determinados por el estado de la técnica (175). Pero 1uego equipara la producción al ingreso: producción es oferta e ingreso es demanda; la oferta se divide en medios de producción y bienes de consumo; la demanda en ahorro y consumo: "La teoría de la desproporcionalidad en su formulación antigua presupone una proporcionalidad en la distribución del ingreso, por lo tanto una proporcionalidad entre ahorro y gasto. En cambio, afirma una desproporcionalidad en la distribución de la producción, y por ello también una divergencia entre oferta y demanda, por lo tanto entre la dirección de la producción y la del ingreso. La nueva teoría es muy diferente. Ella constata una falsa distribución del ingreso, una desproporcionalidad entre la parte a consumirse y la parte a acumularse. Y puesto que la dirección de la producción está determinada por la finalidad del ingreso, la oferta se orienta según la demanda, así resulta también una divergencia entre bienes de consumo". En consecuencia, es una versión remozada del subconsumo que ella misma resume de la forma siguiente: "Si la vieja doctrina busca lo causa de la crisis en la producción, la nueva lo hace en la distribución" (176). La desproporción de los ingresos consiste en que los capitalistas ganan mucho y los obreros poco, lo que origina mucha acumulación y poco consumo: es esta distribución desproporcionada la que orienta el sentido de la producción. Aquí está el matiz con que Moszkowska trata de diferenciarse de los subconsumistas anteriores, en que además del subconsumo toma en cuenta la sobreacumulación. Considera. siguiendo al revisionista Conrad Schmidt, que el consumo productivo es sólo relativo mientras el improductivo es absoluto o definitivo; el primero promueve el reflujo de nuevas mercancías, mientras que el otro desaparece definitivamente de la circulación. Entran en contradicción ambas esferas de la producción, la de la producción de bienes de producción y la de producción de consigo misma y todo ello le induce a incurrir en los típicos errores de las corrientes subconsumistas:

"La creciente desproporción entre producción y consumo hace que cada vez cueste más garantizar la colocación. La relativamente creciente escasez de la demanda obliga a incontables gastos improductivos. Piénsese sólo en el costoso moblaje de los negocios, en los avisos publicitarios, anuncios, viajantes y otros numerosos intermediarios.

"Con salarios bajos, es decir, con detención del consumo social, la enormemente creciente productividad en la producción provoca automáticamente una productividad decreciente en la circulación. El avance de la técnica aumenta la productividad del trabajo, las crecientes dificultades de colocación la disminuyen. Lo que en la producción es ahorrado en trabajo es desperdiciado en la circulación.

"El mismo estado de cosas puede presentarse también así: cuanto más elevada es la tasa de crecimiento de la productividad, con un consumo social que crece lentamente, tanto más dificultosa es la colocación, si se consideran iguales todas las demás circunstancias" (177).

Según Moszkowska, la desproporción entre producción y consumo conduce a otra desproporción: la que se da entre medios de producción y fuerza de trabajo (178) y esta última desproporción la califica de "sobreacumulación". Ahora bien, esta noción no tiene nada que ver con la de Marx: sólo coincide en el nombre. A diferencia de Marx, Moszkowska, como los revisionistas, únicamente considera posible una sobreacumulación relativa y nunca absoluta de capital (179). La sobreacumulación es relativa al volumen de fuerza de trabajo; entonces Moszkowska da un giro malthusiano a su pensamiento: el volumen de fuerza de trabajo depende de la capacidad de elaboración de bienes de consumo y como ésta decrece relativamente, el volumen de capital constante no encuentra fuerza de trabajo explotable, por lo que aparece un excedente de capital. Si se elevaran los salarios, crecería la parte de la producción dedicada a fabricar bienes de consumo y con ella aumentaría la población y el capital constante dejaría de estar ocioso al encontrar trabajo productivo explotable: "La expansión de la producción y, por consiguiente, la coyuntura alta no se interrumpen a fin de cuentas porque disminuye el poder de consumo, sino la fuerza de trabajo, esto es, porque el gasto de consumo ya no puede reemplazarse por el productivo (...) Los dos estadios de la sobreacumulación son sólo dos grados de la escasez en obreros Sobreacumulación y falta de obreros son conceptos correlativos. Pues la sobreacumulación no significa otra cosa que el exceso de medios materiales de producción, y la necesidad de medios materiales de producción está determinada por la existencia de medios personales de producción" (180).

La sobreacumulación es relativa también en el sentido de que se refiere únicamente a las grandes potencias imperialistas: sólo ellas experimentan ese fenómeno, en tanto que las colonias padecen el fenómeno contrario, el déficit de capital. De modo que para Moszkowska la exportación de capital sólo es posible en dirección a las colonias: no hay exportación mutua de capitales entre los Estados imperialistas (181). También aquí trata de introducir variantes a la teoría del subconsumo: el papel de las colonias no es buscar salidas a las mercancías sobreproducidas sino al capital sobreacumulado; la exportación de mercancías tiene un retorno inmediato en otras mercancías importadas, mientras que el capital se instala definitivamente fuera de las fronteras.

Tiene más importancia, sin embargo, la tesis de Moszkowska en el sentido de que es incompatible el descenso de la cuota de ganancia y la sobreacumulación. Para ella, ambos fenómenos se excluyen mutuamente, porque si la cuota de ganancia descendiera, se dificultaría la acumulación (182). Esto tampoco tiene nada que ver con Marx, quien muy al contrario, sostenía que el descenso de la cuota de ganancia significaba una aceleración de la acumulación: "La baja de la cuota de ganancia y la acumulación acelerada no son más que dos modos distintos de expresar el mismo proceso, en el sentido de que ambos expresan el desarrollo de la capacidad productiva. La acumulación, por su parte, acelera la disminución de la cuota de ganancia, toda vez que implica la concentración de los trabajos en gran escala y, por tanto, una composición más alta de capital. Por otra parte, la baja de la cuota de ganancia acelera, a su vez, el proceso de concentración del capital y su centralización mediante la expropiación de los pequeños capitales y el desahucio del último resto de los productores directos que todavía tienen algoque expropiar. Con ello se acelera, a su vez, en cuanto a la masa, la acumulación, aunque en lo que a la cuota se refiere, la acumulación disminuya al disminuir la cuota de ganancia (...) Al mismo tiempo que disminuye la cuota de ganancia, aumenta la masa de los capitales y, paralelamente con ello, se desarrolla una depreciación del capital existente que contiene esta disminución, imprimiendo un impulso acelerado a la acumulación de valor-capital" (183).Queda claro, en consecuencia, que no sólo no hay contradicción, sino que ambos fenómenos, caída de la cuota de ganancia y acumulación acelerada, son correlativos.

En opinión de Moszkowska, la cuota de ganancia sólo desciende en las crisis, mientras aumenta en las fases de auge económico. El progreso técnico lo que hace es aumentar la cuota de plusvalía y reducir los salarios reales, de manera que las mejoras en la productividad únicamente benefician a los capitalistas; para que bajara la cuota de ganancia debería mejorar el nivel de vida de los trabajadores y, con él, el consumo, lo que no sucede nunca. En definitiva, según ella, el desarrollo de las fuerzas productivas se traduce no en una baja de la cuota de ganancia sino en un ascenso de la cuota de plusvalía que conduce a la sobreacumulación, mientras que para Marx "la cuota de plusvalía disminuye a medida que se desarrolla el régimen capitalista de producción, mientras que su masa aumenta conforme aumenta la masa del capital empleado" (184). Este es, en definitiva, el núcleo del error de Moszkowska: su teoría de los salarios no coincide para nada con la de Marx porque, una vez más, formula una versión nueva de la ley de bronce de los salarios Para la economista polaca con el progreso técnico deben descender los precios de manera generalizada, incluso también los salarios como precio de la fuerza de trabajo. Si una mejora en la producción abarata el coste de la cesta de la compra, se deben reducir al mismo nivel anterior los salarios nominales, por lo que el progreso técnico se traduce mecánicamente en un incremento de la cuota de plusvalía y no beneficia en nada a los trabajadores. Los bienes de consumo descienden de precio, pero el volumen de esos bienes que demandan los trabajadores no crece ni un ápice porque sus salarios se han reducido en la misma proporción. Por el contrario, para Marx los salarios oscilan entre un mínimo de mera supervivencia y un valor real por encima de él, ya que no dependen sólo de las necesidades físicas sino también de las necesidades sociales, tal como se hallan históricamente determinadas (185). Los salarios dependen de forma directa de la intensidad del trabajo y de su fuerza productiva: "Al crecer la productividad del trabajo -escribió Marx- crece también, como veíamos, el abaratamiento del obrero y crece, por tanto, la cuota de plusvalía, aún cuando suba el salario real. La subida de éste no guarda nunca proporción con el aumento de la productividad" (186). Una mayor intensidad de trabajo puede incrementar tanto el salario como la plusvalía al mismo tiempo (187). El progreso técnico, por tanto, se reparte entre capitalistas y obreros; aumenta la intensidad del trabajo y con ella deben aumentar los salarios. Para Marx la magnitud de la acumulación es la variable independiente y los salarios la variable dependiente (188). La acumulación aumenta, por tanto, el volumen de fuerza de trabajo y, a un ritmo menor (189), el capital variable en su conjunto, así como los salarios de cada trabajador individual: "Las crisis van precedidas siempre -decía Marx- precisamente de un período de subida general de los salarios, en que la clase obrera obtiene realmente una mayor participación en la parte del producto anual destinada al consumo" (190).

Igualmente errónea es la tesis de Moszkowska respecto a la negación de la sobreacumulación absoluta de capital. Partimos de que -no obstante la opinión de Moszkowska- la cuota de ganancia desciende y, sin embargo, a pesar de algunas falsificaciones vertidas al respecto (191), no se anula nunca. La sobreacumulación absoluta no surge en el momento en que la cuota de ganancia desciende hasta el punto cero, sino bastante antes; por tanto, aparece una sobreacumulación absoluta aún a pesar de que el capital sigue resultando rentable y se debe -como expuso Marx- a que el volumen de ganancias no depende tanto de la cuota de ganancia como del volumen de la masa de capital acumulado con anterioridad. Un capital pequeño obtiene siempre un volumen de ganancias pequeño, aunque la cuota de ganancia sea muy elevada; por el contrario, los grandes capitales obtienen grandes ganancias, aunque su cuota de ganancia sea muy reducida: "Esto es lo que explica -decía Marx- por qué la masa de la acumulación puede aumentar aunque disminuya la cuota de ganancia" (192). Según Marx se produce sobreacumulación absoluta cuando el incremento de capital produce la misma o menos masa de plusvalía que antes de su incremento (193) y, por tanto, ya no es solamente que descienda la cuota de ganancia, sino que lo que desciende es la propia masa de ganancia, su volumen absoluto. Se siguen obteniendo rendimientos, pero menores que los anteriores, y aún así estamos lejos de una masa y una cuota de ganancias totalmente nulas. Como a pesar de la sobreacumulación absoluta se siguen obteniendo beneficios, la carrera de acumulación prosigue: "La masa absoluta de ganancia producida por él puede, por tanto, aumentar, y aumentar progresivamente, a pesar del descenso relativo de la cuota de ganancia. Y no sólo puede ocurrir esto, sino que, además -prescindiendo de fluctuaciones transitorias- tiene necesariamente que ocurrir donde quiera que impere la producción capitalista (...) Las mismas leyes de la producción y la acumulación hacen que, con la masa, aumente el valor del capital constante en progresión ascendente con mayor rapidez que la parte del capital variable, o sea, la del que se cambia por trabajo vivo. Por tanto, las mismas leyes se encargan de producir para el capital de la sociedad una masa absoluta de ganancia creciente y una cuota de ganancia decreciente" (194). Las consecuencias de la sobreacumulación son, por tanto, paradójicas una vez más: "Un capital grande con una cuota de ganancia pequeña acumula más rápidamente que un capital pequeño con una cuota de ganancia grande" (195). Por eso no existe superproducción relativa: porque la cuota de ganancia no influye, porque la superproducción de capital "basta enfocarla en términos absolutos" (196).

La acumulación de capital ocasiona tanto un aumento de valor del capital, que es necesario conservar y reproducir constantemente, como un aumento de los valores de uso, "y en este aumento de los medios de producción va implícito el crecimiento de la población obrera, la creación de una población cortada a medida del capital excedente y que incluso rebasa siempre, en general, sus necesidades, es decir, las de una superpoblación obrera" (197). En consecuencia, la sobreacumulación no es relativa a la población obrera, no tiene vinculación con un supuesto déficit de mano de obra, porque "partiendo de esta base contradictoria, no constituye en modo alguno una contradicción el que el exceso de capital vaya unido al exceso creciente de población" (198). La sobreacumulación de capital es el plano simétrico y opuesto a la superpoblación relativa: ambos fenómenos responden a las mismas causas y son complementarios, generando el desempleo del capital y el ocio de la mano de obra: "Esta plétora de capital -decía Marx- responde a las mismas causas que provocan una superpoblación relativa y constituye, por tanto, un fenómeno complementario de ésta, aunque se mueven en polos contrarios: uno el capital ocioso y otro el de la población obrera desocupada (...) No constituye ninguna contradicción el que esta superproducción de capital vaya acompañada de una superpoblación relativa más o menos grande. Los mismos factores que elevan la capacidad productiva del trabajo, que aumentan la masa de los productos-mercancías, que extienden los mercados, que aceleran la acumulación de capital tanto en cuanto a la masa como en cuanto al valor, y que hacen bajar la cuota de ganancia, han creado y crean empleo por el grado bajo de explotación del trabajo en que tendría que emplearlos o, al menos, por la baja cuota de ganancia que se obtendría con este grado de explotación" (199).

En resumen, la teoría de la sobreacumulación relativa de Natalie Moszkowska es una negación total constantemente una superpoblación relativa, una superpoblación de obreros que el capital sobrante no del pensamiento marxista y con ella arrastra su oposición a la ley del descenso de la cuota de ganancia: este descenso no sólo no es incompatible con la sobreacumulación sino que ambos fenómenos tienen la misma raíz: "La baja de la cuota de ganancia y la superproducción de capital obedecen a las mismas causas" (200). El Marx depurado de incongruencias por Moszkowska aparece irreconocible y desfigurado hasta rozar lo grotesco: hay una oposición total entre ambos.

notas:

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  1. El sistema de Marx. Un aporte para su construcción, Pasado y Presente, México, 1979, pg. 41.
  2. Grundrisse, cit., vo1.2, pg. 281.
  3. Teorías de la plusvalía, cit., tomo II, pg. 363.
  4. E1 sistema de Marx, cit., pgs. 80 y 110.
  5. El capital, lII-9, pg. l67.
  6. E1 capital, 1-10, pg. 254.
  7. El capital, I, pgs. XIV y XV.
  8. Carta de Marx a Kugelman, 11 de julio de 1868, Correspondencia, pg. 318 y E1 capital, I, pg. 705.
  9. El capita1, III-51, pg. 813.
  10. Teoría del desarrollo capitalista, cit., pg. 115.
  11. "Para una caracterización..., cit., tomo II, pg. 150.
  12. El capital, I-9, pg. 243.
  13. E1 capital, I-9, pg. 246.
  14. El capita1, III-15, pg. 246.
  15. El capital, I-9, pg. 244.
  16. Marx, Teorías de la plusvalía, cit., tomo I, pg. 534.
  17. Por ejemplo Hilferding, a pesar de que era un continuador de Tugan-Baranovski (E1 capital financiero, cit., pgs. 196 y 281).
  18. E1 capital, I-23, pgs. 525-526 y 532.
  19. E1 sistema de Marx, cit., pg. 38.
  20. El capita1, III-15, pg. 248; también en III-15, pg. 259.
  21. El capita1, I-13, pgs. 320 a 322 y III-15, pgs. 258-259.
  22. Teorías de la plusvalía, cit., tomo II, pg. 363.
  23. E1 sistema de Marx, cit., pg. ll3.
  24. El sistema de Marx. cit., pg. 134.
  25. E1 sistema de Marx, cit., pg. 141.
  26. El sistema de Marx, cit., pg. 108.
  27. E1 sistema de Marx, cit., pgs. l24 y 137.
  28. E1 sistema de Marx, cit., pg. 122.
  29. E1 sistema de Marx, cit., pgs. 128-129.
  30. El sistema de Marx, cit., pg. 143.
  31. El sistema de Marx, cit., pg. l53.
  32. E1 capital, III-15, pgs. 240 y 247.
  33. E1 capital, III-15, pg. 246.
  34. E1 capital, III-50, pgs. 793-794.
  35. E1 capital, I-22, pgs. 509-510.
  36. El capital, I-l5, pgs. 434 a 443.
  37. El capital, 1-23, pg. 523.
  38. El capita1, 1-23, pgs. 537-538.
  39. El capital, II-20. pg. 366.
  40. Pesenti, Lecciones, cit., pg. 228.
  41. Teorías de la plusvalía, cit., tomo II, pg. 281.
  42. El capital, III-15, pg 249.
  43. El capital, III-13, pg. 219.
  44. El capital, III-15, pg. 249.
  45. El capital, III-15, pg. 249.
  46. E1 capital, III-13, pg. 219.
  47. El capital, III-15, pg. 243.
  48. El capita1, III-15, pg. 253.
  49. El capital, III-15, pg. 250.

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