¿QUÉ SOMOS?

Sólo estamos dispuestos a trabajar con quienes sientan más horror al vacío ideológico en sus conciencias que al vacío social en torno suyo

Somos un grupo de gente que pretendemos estudiar la teoría marxista para llevarla a la práctica, para aportar a la revolución.

El estudio de la obra fundamental de Marx, El Capital, no es para nosotros una tarea teórica, intelectual, sino un quehacer revolucionario, un paso necesario para la toma de conciencia política, para dotarnos de herramientas, para poder analizar, accionar, aportar en un sentido revolucionario.

Este es el objetivo que nos mueve a reunirnos periódicamente para estudiar en grupo El Capital. De este estudio van saliendo acuerdos, análisis, charlas... Y son estos resultados los que vais a encontrar aquí.

En esta presentación vamos a exponeros los acuerdos fundamentales que nos unen, es decir, las tesis fundamentales que defendemos. Como pretendemos accionar en un sentido revolucionario habremos de estar de acuerdo en el concepto de revolución ; lo siguiente es el accionar, dicho en términos políticos, el militar en un grupo, por eso incluimos otro apartado titulado el militante práctico tradicional ; y por último no nos resistimos a incluir un breve apunte sobre la situación actual.

 

A) EL CONCEPTO DE REVOLUCIÓN

La revolución comunista consiste esencialmente en un proceso de avance ininterrumpido o permanente de la conciencia revolucionaria sobre los vínculos mercantiles y monetarios, tal como Marx lo expresara en sus escritos correspondientes a la revolución de 1848, precisando todavía más esta idea en su "crítica del programa de Gotha". De lo contrario no hay revolución comunista posible.

La conciencia revolucionaria es producto de un "profundo conocimiento científico" de la realidad económica, social y política del capitalismo. En esto seguimos el pensamiento de Lenin en su "¿Qué Hacer?".

  El germen de esa conciencia revolucionaria colectiva está en la auto-organización de los comunistas en torno a la teoría revolucionaria, al materialismo histórico; con esto queremos decir que la categoría de militante está determinada por la ineludible tarea política del partido en orden a convertir a sus miembros en verdaderos científicos sociales, con el dominio necesario del materialismo histórico estudiado en sus fuentes originales que el propio curso de la revolución exige. En esto procuramos seguir también la tradición marxista tomando como guía la máxima de Lenin en el sentido de que "sin teoría revolucionaria no puede haber movimiento revolucionario".

 La estrategia de poder de los comunistas agrupados en partido consiste en fundir la teoría revolucionaria con el movimiento obrero práctico. Antes de la toma del poder, esto en modo alguno significa que los trabajadores deban conocer en detalle la teoría revolucionaria, aunque sí comprender en cada momento la necesidad de hacer lo que la teoría revolucionaria prescribe y las circunstancias de cada momento histórico permiten. Esta tarea de educación política debe recaer permanentemente sobre los miembros del partido. Una vez tomado el poder, la principal tarea de los aparatos ideológicos del Estado obrero es la de instruir obligatoriamente al conjunto de la población en el conocimiento de la ciencia social, de la teoría revolucionaria: el materialismo histórico, como base inexcusable para las demás disciplinas del saber. Sin este requisito, el proceso revolucionario se detiene e involuciona necesariamente, tal como lo ha demostrado la experiencia histórica reciente.

La estrategia marxista de la revolución comunista una vez que el proletariado ha conquistado el poder, consiste en apoyarse en la proyección social de los vínculos políticos basados en la conciencia revolucionaria y la práctica democrática, con la finalidad de ir reemplazando paulatinamente los vínculos sociales del capitalismo estructurados en base a las prácticas mercantiles y monetarias.

 

B) EL MILITANTE PRÁCTICO TRADICIONAL

Tras la muerte de Lenin, la burocracia que sedimentó en la URSS y demás Estados obreros surgidos de las revoluciones posteriores a noviembre de 1917, rompió sistemáticamente, sin excepción alguna, con todos estos principios políticos del marxismo recién enumerados.

El debate en la URSS durante los seis años inmediatamente posteriores a la muerte de Lenin, saldó con el triunfo de la línea stalinista consistente en congelar el proceso revolucionario, intentando detenerlo indefinidamente en la llamada "economía de transición", mediante una especie de combinación ecléctica entre la planificación procomunista y el mercado procapitalista. Para ello, debieron empezar por romper dentro del PCUS no sólo con el marxismo, sino con las más elementales normas democráticas, inaugurando la metodología de apelar a la violencia hasta el extremo del crimen político como medio para resolver las diferencias ideológicas dentro del partido.

A nivel internacional, este cambio de estrategia de congelar la lucha de clases a nivel nacional, esta ruptura con el concepto de revolución permanente -introducido por Marx, Engels y la Liga de los comunistas durante la revolución europea de 1848- se correspondió con una política exterior de statu quo con el capitalismo, consistente en instrumentar la IIIª Internacional con el propósito de poner límites sociales y políticos a la dinámica revolucionaria abierta en procesos como la guerra civil española, tratando de evitar que tales experiencias trasciendan los limites del sistema burgués; para ello se han puesto al servicio de la estrategia reformista que cuajó en la IIª Internacional desde 1914, supeditando la política de los partidos comunistas a los intereses de la pequeñaburguesía.

Fue la estrategia de derrota llamada "revolución por etapas", que quitó al proletariado toda iniciativa revolucionaria, viéndose así reflejado ante semejante espejo, como una clase incapaz de autodeterminarse, de no servir más que para ser mandada, en este caso por la pequeñaburguesía, por los pequeños y medianos patrones .Tal ha sido la nefasta filosofía política que inspiró los "frentes populares" en todo el mundo.

Naturalmente que para poder levantar todo este tinglado, los burócratas soviéticos, como antes los reformistas de la segunda internacional, debieron empezar tirando el materialismo histórico por la borda, y elaborar una teoría "ad hoc" que difundieron a través de la academia de ciencias de la URSS haciéndola pasar por marxismo. Lo mismo hizo el maoísmo en China, el Titoísmo en Yugoslavia, etc.

Operaciones políticas similares corrieron por cuenta del llamado "nacionalismo revolucionario" en numerosos países del tercer mundo, como el Nasserismo en el medio oriente y África, así como el populismo al estilo peronista en América Latina.

De este modo, el materialismo histórico fue escandalosamente mutilado y la lectura y estudio de las obras fundamentales de Marx y Engels para la preparación teórica de los militantes fue quedando al margen de la vida partidaria y de las obligaciones de sus miembros, para acabar siendo reemplazada en nombre del marxismo por la literatura de partido, es decir del Comité Central cuando no del Buro político y hasta del "líder indiscutible", "gran timonel", etc.,etc.

En los países del llamado bloque socialista sin excepción, esta separación entre la cabeza y el cuerpo de los militantes del partido, combinada con el enquistamiento en la sociedad soviética de los estímulos materiales como sustituto de la conciencia revolucionaria para una mayor productividad del trabajo, culminó en la fusión del partido con el Estado.

A partir de este momento, la militancia partidaria terminó por corromperse al extremo de abandonar la senda revolucionaria para convertirse en un medio adicional de ganarse la vida disputando puestos y prebendas al interior del "Estado obrero".

En cuanto a los partidos obreros del occidente capitalista, cumplido el trámite de sustraer a la militancia de base los medios (teóricos) necesarios para poder participar con conciencia y conocimiento de causa en la elaboración de la línea política partidaria (única garantía de mantener viva la tradición revolucionaria del marxismo en el movimiento obrero), las direcciones burocráticas convirtieron a los partidos en lo más parecido a empresas capitalistas, donde los militantes son asimilados a simples obreros de fábrica.

Apartados de la teoría revolucionaria e imposibilitados de toda capacidad para pensar con su propia cabeza, puede decirse sin exagerar que los partidos obreros en modo alguno sirven para que sus militantes recuperen su alma de proletarios enajenada en sus lugares de trabajo, sino que al privarles de la razón revolucionaria, es decir del acceso al conocimiento de los principios fundamentales del marxismo, pierden su conciencia de clase por partida doble y, con ella toda iniciativa y personalidad políticas, quedando convertidos en verdaderos instrumentos motrices (pegar carteles, repartir volantes, etc., etc.) obedientes al pensamiento de las direcciones. Tal como la relación entre amos y esclavos en tiempos de Aristóteles:

<<En efecto, el que es capaz de prever con la mente es un jefe por naturaleza y un señor natural, mientras que el que se limita a usar su cuerpo para realizar estas cosas es súbdito y esclavo por naturaleza>>(Aristóteles: "Política" Libro I cap. 2)

<<El ser vivo está constituido, en primer lugar, de alma (reducto de la inteligencia y de la libre voluntad) y cuerpo, de los cuales uno manda por naturaleza y el otro es mandado. (...) Lo mismo ocurre con todos los seres que se diferencian de los demás tanto como el alma del cuerpo. Es el caso de la relación entre el hombre y el animal (incapaz de razonar) y del amo respecto del esclavo (capaz de actuar según la razón que se le da, pero no de poseerla, de tener razón). Siendo que tanto el trabajo de los animales como el de los esclavos, consiste en el uso del cuerpo, es mejor para ellos estar sometidos a esta clase de mando.>>(Ibíd.: Libro I cap. 5. Lo entre paréntesis nuestro)

Con el agravante de que las direcciones de los partidos obreros vienen desde hace años dando a los militantes de base un trato más humillante que los amos daban a los esclavos, porque la "literatura para obreros" inventada por ellos, supone que no le atribuyen siquiera la capacidad de razonar, que sí, por lo visto, conferían los amos a sus esclavos.

Al mismo tiempo, toda la metodología de reclutamiento está presidida por la idea de la instrumentación política que también encuentra su fundamento en la justificación aristotélica de la esclavitud:

<<La ciencia del amo es la que enseña a servirse de los esclavos. Pues el amo no lo es por adquirir esclavos, sino por saber servirse de ellos (...) el amo debe sólo saber mandar lo que el esclavo debe saber hacer>> (Ibíd: Libro I, 7)

Este prejuicio de clase ha sido adoptado por los burgueses y es, en esencia, el mismo que han hecho suyo los burócratas a cargo de las direcciones en los partidos obreros en el mundo entero hasta hoy día.

Los burgueses fundamentan la superioridad sobre sus obreros mediante dos trampas ideológicas: la primera es que los obreros son dependientes porque naturalmente carecen de iniciativa empresarial y de voluntad propia para el trabajo; la segunda es que postulan computar la ganancia extraída del trabajo no pagado a sus obreros, como remuneración por el trabajo de supervisión, Marx cita al respecto un discurso pronunciado por el abogado O'Conor durante un mitin celebrado en Nueva York el 19 de diciembre de 1859, donde afirmó que <<"[...] El negro es fuerte y posee el vigor necesario para el trabajo; pero la naturaleza, que le dio esa fuerza, le negó tanto el raciocinio para gobernar como la voluntad para el trabajo (Aplausos). Ambas cosas le han sido negadas. Y la misma naturaleza que le negó la voluntad para el trabajo, le dio un amo para imponerle esa voluntad, y para convertirlo [dentro del clima para el cual ha sido creado], en un servidor útil tanto para sí mismo como para el amo que lo gobierna [...] Afirmo que no es una injusticia dejar que el negro permanezca en la situación en la cual lo ha puesto la naturaleza; darle un amo que lo gobierne [...]; y no se lo despoja de ninguno de sus derechos cuando se lo obliga a trabajar a cambio de ello y a proveer a su amo de una justa compensación por el trabajo y el talento que emplea para gobernarlo y para tornarlo útil a sí mismo y a la sociedad.>> (K. Marx: "El Capital" Libro III Cap. XXIII)

Obviamente, para Marx y los marxistas, no hay úteros ni espermatozoides capitalistas y el trabajo de dirección y supervisión no tiene nada que ver con la presunta diferencia de naturaleza humana entre el burgués y el obrero, sino con específicas relaciones sociales de producción determinadas por el grado de desarrollo alcanzado por las fuerzas productivas a partir del siglo XVII.

Es una consecuencia necesaria y común a toda organización de la sociedad basada en el dominio de una clase social sobre otra. De ahí que la lógica empleada por los capitalistas para justificar su dominio sea, en esencia la misma que emplearon en su momento los ideólogos de la sociedad esclavista. Desde esta común perspectiva: <<...al igual que el esclavo, también el trabajador asalariado debe tener un amo que lo haga trabajar y que lo gobierne>>. (K. Marx: ibíd.)

¿Por qué el asalariado debe tener un amo que lo gobierne?

Porque está despojado de sus medios de producción.

Pues bien, exactamente lo mismo que ocurre en la empresa capitalista con los asalariados, ha venido sucediendo y sucede con los militantes de base en la vida política partidaria de una inmensa mayoría de organizaciones autoproclamadas revolucionarias.

Son gobernados por las direcciones burocráticas que sustraen a su conocimiento y manejo los medios de producir política, esto es, la teoría revolucionaria.

Se dice que la teoría marxista es muy difícil, imposible de asimilar por un obrero medio. Lo curioso es que esto no lo dicen precisamente los burgueses, sino que es un prejuicio acuñado por los amos del movimiento obrero políticamente organizado para servirse de sus esclavos, para convertirlos en masa de maniobra, en mano de obra gratuita al servicio de sus intereses de partido, a menudo ajenos al interés político de la clase que dicen representar, como ha venido ocurriendo con el stalinismo.

Para nosotros, todo lo que sea rebajar el nivel de exposición de la teoría revolucionaria, además de un insulto a la inteligencia y capacidad de comprensión política del proletariado, es una concesión que se le hace a la burguesía en el seno de su conciencia.

Según el "Manifiesto Comunista", los comunistas son...<<...el sector más resuelto de los partidos obreros de todos los países, el sector más avanzado (versión inglesa) que siempre impulsa adelante a los demás; teóricamente tienen sobre el resto del proletariado la ventaja de su clara visión de las condiciones, de la marcha y de los resultados generales del movimiento proletario>> (cap. II. Lo entre paréntesis y el subrayado es nuestro)

Este párrafo articula dos ideas.

La primera, que los comunistas son el sector más resuelto para la lucha; la segunda, que tienen una clara visión de las condiciones y de la marcha de esa lucha.

Pues bien, los practicistas, los militantes tradicionales educados en el desprecio por la teoría, desligan espontánea y automáticamente ambas partes de este párrafo; hacen una lectura prejuiciosa ciertamente autocomplaciente y esquizofrénica del texto. Se quedan con lo que les confirma en lo que son pasando por alto lo que les contradice o critica.

La firmeza y hasta la audacia de cualquier decisión política, pueden fundarse en tres principios activos alternativos, el sentimiento, el interés material o la convicción.

Marx odiaba tan profundamente el móvil político del sentimiento como el del interés material, de modo que lo que para él distingue a los comunistas respecto del resto de proletarios radica en su acervo teórico revolucionario.

Claro que la mayoría del proletariado se caracteriza por la pereza intelectual y la tendencia a delegar decisiones en los líderes. Esta pasividad, en tanto no deriva de la naturaleza personal de los obreros sino de su propia práctica social de mandados, sólo puede superarse por emulación a la vista de la decisión e iniciativa en quienes son de su misma condición social, pero de distinta condición política: los militantes comunistas. Rebajar el nivel teórico de los simpatizantes para convertirlos rápidamente en militantes con el fin de engrosar las filas del partido, supone, pues, borrar la necesaria distinción cualitativa que hace el Manifiesto entre proletarios y comunistas, entre militantes y simpatizantes, convirtiendo a estos últimos en clientela política de direcciones con clara propensión a imponer sus argumentos y decisiones al conjunto del partido y, a través de éste, a las masas obreras, algo que nada tiene que ver con una política revolucionaria, con la consigna acuñada por Marx de que "nadie hará por los trabajadores lo que los trabajadores no sepan hacer por sí mismos".

Para nosotros, pues, es claro que la distinción entre una organización revolucionaria y una organización reformista está, entre otras cosas, en el diferente grado de convicción revolucionaria de sus respectivos militantes y en el consecuente nivel de burocratización relativa alcanzada por sus direcciones, habida cuenta de que sin democracia real no hay comunismo.

En estos dos años y medio que llevamos ciertamente sin hacer todo lo que pudiéramos por avanzar sobre el estudio de "El capital", muchas veces se nos aconsejó, por activa y por pasiva, sobre la conveniencia de que rebajáramos el nivel teórico y el consecuente esfuerzo intelectual que exige la obra fundamental de Marx; todo ello en aras de lograr una mayor participación.

A esto respondemos con Marx que nada podemos ni queremos hacer. ¿Por qué? Lo acabamos de fundamentar y volvemos a repetirlo porque nunca se insistirá demasiado sobre ello: Somos plenamente conscientes de que, cediendo a esos consejos de la militancia práctica tradicional, estaríamos confirmando la idea contrarrevolucionaria de que los obreros jamás podrán convertirse en comunistas porque ni siquiera están capacitados para saber cabalmente cual es su lugar y el destino que le tiene deparado la sociedad capitalista.

Para nosotros, la cualidad distintiva de los comunistas como sector más resuelto y avanzado de entre los proletarios -tal como lo plantea el "Manifiesto comunista"- supone empezar por la firme resolución de vencer la resistencia a transitar por los senderos escarpados del conocimiento científico.

El primer paso de toda táctica comunista correcta no consiste, pues, en que cada grupo de vanguardia pugne por reunir en torno suyo la mayor cantidad de obreros, sino en unificar esa vanguardia en torno a la teoría revolucionaria.

En un primer momento, cuando hay que empezar de cero, como en los tiempos que corren, cuando en las filas del movimiento obrero impera la confusión ideológica de la que se aprovechan los miserables desaprensivos de siempre -lo mismo que en Rusia a principios de este siglo- más que el espíritu de identidad teórica debe prevalecer el espíritu de la diferencia, más que el de unidad orgánica el de división.

Lenin escribió "Por dónde empezar" y el "Qué Hacer" inspirado en este principio. Porque en tiempos de confusión ideológica, la conciencia de los explotados se inclina por la unidad de lo diverso, por la coexistencia de los contrarios, por la "pluralidad en tolerancia" de que hoy tanto se habla.

En tales circunstancias, una política cuyo objetivo inmediato y prioritario consista en sumar voluntades, no puede fructificar más que sometiéndose a ese espíritu objetivo predominante en la conducta de los explotados.

Cierto, la militancia revolucionaria es una síntesis entre teoría y práctica, entre la ideología y la política.

Pero no es menos cierto que la inteligencia y el arte revolucionarios consisten en dosificar correctamente los dos componentes de esta síntesis según lo exigen las condiciones objetivas y subjetivas de cada momento histórico.

Dijimos al principio que en condiciones políticas y económicas favorables a la burguesía, los asalariados, en tanto clase objetivamente supeditada al capital, tienden a pensar con la cabeza de la burguesía y a comportarse según esa falsa conciencia.

Dijimos también que el proletariado mundial está experimentando un profundo retroceso ideológico y una gran dispersión política que ha permitido la no menos profunda ofensiva del capital sobre sus condiciones de vida y de trabajo.

Decimos ahora que en semejantes circunstancias favorables en casi todo al enemigo de clase, las tareas políticas de agitación pasan necesariamente a segundo plano.

De lo que se trata primordialmente ahora, por tanto, no es de tratar de unificar al proletariado poniendo énfasis en las luchas defensivas de la clase en su conjunto, sino de contribuir a generar un nuevo paradigma de militante proletario comunista que aniquile sin piedad y para siempre al militante práctico tradicional engendrado por las burocracias partidarias que condujeron el movimiento a la derrota; de lo que se trata es de empezar a trabajar para erradicar de las organizaciones políticas del movimiento obrero la división clasista del trabajo típica de las empresas capitalistas, ese odioso y nefasto abismo entre los que mandan porque piensan -muy a menudo con el lóbulo izquierdo de la burguesía- y los que obedecen porque a través de la "literatura para obreros" son educados para no pensar con la suya propia sino con la de sus jefes ocasionales; de lo que se trata es de no volver jamás a hacer concesiones a la burguesía en la conciencia de los asalariados; de luchar para imponer en el movimiento obrero dos ideas fundamentales, la primera, que un partido verdaderamente revolucionario sólo puede encarnar una teoría: el materialismo histórico, la segunda, limitar el acceso a los proletarios que hayan probado estar dispuestos a asociar su instinto de clase a la vocación de convertirse en eficaces científicos sociales.

De ahí que la política de reclutamiento pase inflexiblemente por exigir cierto nivel teórico a los simpatizantes.

Este fue el combate de Lenin para dar el primer paso en dirección a construir lo que fue el partido bolchevique:<<Vemos, pues, que las frases sonoras contra la fosilización del pensamiento, (por parte de los eclécticos que pretendían instalar en el partido la confusión ideológica imperante en el movimiento obrero) disimulan la despreocupación y la impotencia en el desarrollo del pensamiento teórico. El ejemplo de los socialdemócratas rusos ilustra con particular evidencia un fenómeno europeo general [consignado hace ya mucho tiempo por los marxistas alemanes]: la famosa libertad de crítica no implica (el propósito de) sustituir una teoría por otra, sino la libertad de prescindir de toda teoría coherente y meditada (o sea, la coexistencia de todas las teorías); significa eclecticismo y falta de principios. Quien conozca a poco que sea el estado efectivo de nuestro movimiento verá forzosamente que la amplia divulgación del marxismo ha ido acompañada de cierto rebajamiento del nivel teórico. Mucha gente, muy poco preparada e incluso sin preparación teórica alguna, se ha adherido al movimiento por su significación práctica y sus éxitos prácticos.>>(V.I. Lenin: "¿Qué Hacer?" Cap. I)

Lejos de atender a estos sabios principios, el comportamiento de los partidos obreros sin excepción durante los últimos cincuenta años, consistió en asimilar su política de reclutamiento a la típica técnica de captación de votos en las campañas electorales de la democracia formal burguesa, donde a los posibles electores se les promete todo sin exigirles nada.

Comportamiento tanto más descarado cuanto más acusada es la confusión ideológica y más difícil se hace, por tanto, encontrar gente dispuesta a militar para la revolución, porque -como sucede hoy- arrecia la indiferencia o el desprecio de los asalariados por la acción política de cualquier naturaleza.

En este sentido, al idea de que la construcción de una internacional comunista no consiste en que una élite de esclarecidos se dedique a organizar políticamente a los elementos más combativos de la clase, pasa por seguir el espíritu de Lenin en rechazar toda política de reclutamiento basada exclusivamente en la predisposición por el combate abierto contra el enemigo de clase.

La táctica de una alternativa política revolucionaria -tanto a nivel nacional como a escala internacional- pasa, pues, por la auto-organización del proletariado en torno a las ideas del materialismo histórico, donde los que dirijan -y no manden- deban ser los mejores exponentes en esta tarea colectiva obligatoria.

Este razonamiento nos lleva a acordar en que sólo estamos dispuestos a trabajar con quienes hoy día sientan más horror al vació ideológico en sus conciencias que al vacío social en torno suyo.

Esta es, a nuestro modo de ver, la más importante y trascendente enseñanza que hay que sacar de la debacle del llamado socialismo real. Por aquí es por donde hay que empezar.

Con el mismo espíritu que Marx esgrimió tras la derrota de la revolución de 1848 :<<Las revoluciones proletarias, como las del siglo XIX, se critican constantemente a sí mismas, se interrumpen constantemente en su propia marcha, vuelven sobre lo que parecía terminado, para comenzarlo de nuevo desde el principio, se burlan concienzuda y cruelmente de las indecisiones, de los lados flojos y de la mezquindad de sus primeros intentos, parece que sólo derriban a su adversario para que éste saque de la tierra nuevas fuerzas y vuelva a levantarse más gigantesco frente a ellas, retroceden constantemente aterradas ante la ilimitada inmensidad de sus propios fines, hasta que se crea una situación que no permite volverse atrás y las circunstancias mismas gritan: demuestra lo que eres capaz de hacer>> (K. Marx: "El 18 brumario de Luis Bonaparte" Cap. I)

Cumplir esta tarea de empezarlo todo de nuevo burlándonos concienzuda y cruelmente de los errores del pasado, tal es el espíritu y la intención puesta en este escrito de presentación; conscientes de que para completar esta imprescindible tarea, quienes estamos comprometidos con la evolución no disponemos de mucho tiempo si es que queremos de verdad hacer provechoso nuestro trabajo de acumulación de fuerzas políticas antes de que el "viejo topo" empuje a un nuevo ascenso revolucionario de las masas obreras a nivel planetario.

 

C) BREVE APUNTE SOBRE LA SITUACIÓN ACTUAL

 

Estamos ante un retroceso estratégico del proletariado mundial de dimensiones semejantes al que tuvo lugar tras la derrota de la Comuna de París en 1871, que preparó las condiciones para el relanzamiento de largo plazo del capitalismo internacional.

Estimamos que el proceso de consolidación del capitalismo en Europa del Este, tanto como la contrarrevolución burguesa en curso administrada por la burocracia "comunista" en China y la URSS, suponen una derrota estratégica del proletariado a escala mundial.

Sin duda es ésta una tragedia de mayor trascendencia ideológica y política que la caída de la Comuna de París. ¿Por qué?

Pues, porque el ejercicio del poder obrero en aquellas circunstancias se agotó en tres meses y fue muy poco más allá de la lucha en las barricadas contra la Guardia Nacional francesa y el ejército alemán.

Aunque dejó valiosísimas enseñanzas para el futuro, aquella experiencia de ejercicio del poder por parte de los comuneros duró muy poco, de modo que el proletariado internacional no vio todo aquello como un fracaso de la gestión socialista, sino como la derrota militar de un alzamiento.

En cambio, la autodisolución de lo que el mundo conoció como "socialismo real", constituye la más profunda incursión del dominio burgués al interior de la conciencia individual de los asalariados en toda su historia, porque a los ojos del proletariado este hecho aparece hoy como el resultado final sin solución de continuidad de la gloriosa revolución obrera de octubre, con lo cual, la burguesía ve reforzada su idea ante la opinión pública mundial, de que los asalariados no están hechos más que para ser mandados por los patrones capitalistas y que todo nuevo intento no puede desembocar sino en otro fracaso.

Para nosotros este hecho es, pues, de una proyección política contrarrevolucionaria que tal vez no alcance a medirse en decenios, aunque sí en varios lustros.

Efectivamente, la evidencia empírica del dominio social continuado que los patrones capitalistas ejercen normalmente sobre sus asalariados dentro de sus empresas -y fuera de ellas a través de los aparatos ideológicos del Estado representante de sus intereses colectivos de clase dominante -confirma día a día la falsa creencia de que los proletarios no podemos pasar de ser unos mandados.

La única realidad aparente que había venido haciendo contrapeso a esa creencia burguesa en la conciencia del proletariado mundial, era la existencia del llamado "campo socialista".

Desaparecido ese contrapeso bajo la forma de esperanza frustrada, estamos asistiendo al más profundo retroceso de la autoestima política de clase en la conciencia del proletariado mundial, que nosotros coincidimos en atribuir a lo sucedido desde la caída del muro de Berlín.

De lo contrario, aun cuando no se ha tocado fondo, pensamos que el espectacular alcance de la actual ofensiva del capital sobre las condiciones de vida y de trabajo del movimiento obrero internacional, sin duda hubiera sido imposible.

Pero ahora, las condiciones objetivas de la burguesía tampoco son las mismas de entonces.

Hoy día, la masa de capital global en funciones no se mide por cientos de millones de unidades monetarias fuertes -como durante la revolución de octubre- sino por centenas de billones, y las fuerzas sociales productivas durante estos últimos setenta años han experimentado un crecimiento sin precedentes en cualquier otro momento en la historia del capitalismo.

Este crecimiento de la masa de capital y de las fuerzas productivas supone que -a diferencia de lo que se verifica en el organismo de las especies animales- cuanto más envejece el cuerpo social capitalista según avanza el proceso de acumulación, el metabolismo del capital se torna más y más acelerado, al ritmo cada vez más rápido en que se amortiza la masa de capital fijo por el incesante desarrollo científico-técnico aplicado a la producción de plusvalor .

De este modo, los períodos de relanzamiento se tornan más cortos y las depresiones más largas y profundas, por lo que la base material del sistema se convierte paulatinamente en el mejor aliado de la vanguardia revolucionaria, en la medida en que contribuye cada vez más a mantener viva la memoria histórica dando continuidad al espíritu revolucionario dentro de la discontinuidad de la lucha de clases elemental.

La actual depresión del capitalismo es muy grave, la más grave y prolongada de toda su historia.

Como observamos en nuestro trabajo subsiguiente sobre las crisis capitalistas, la enorme masa de capital en funciones arrojada del aparato productor de plusvalor, presiona a la baja de la tasa de ganancia prolongando la larga fase recesiva del capitalismo mundial iniciada a fines de la década de los sesenta.

En este contexto, todo el tiempo que la burguesía tarda en apoderarse de la masa de población explotable existente en Rusia y China -todavía en gran parte sustraída a la producción directa de plusvalor- es tiempo que se vuelve políticamente contra ella, en la medida en que la única posibilidad que le queda, no para salir de su crisis sino para paliar sus efectos, está en redoblar su ataque a las ya deterioradas condiciones de vida y de trabajo del proletariado bajo su actual dominio directo, tanto en el centro como en su periferia.

De modo que todavía no está dicha la última palabra y las luchas decisivas no han quedado detrás sino que las tenemos delante de nosotros.

Decisivas en el sentido de que las presentes circunstancias comportan una alternativa trágica para la humanidad.

Porque si en ese intervalo de tiempo no se produce la conversión relativamente pacífica de estos dos inmensos países a la explotación capitalista pura, la presión del capital sobrante se torna insoportable hasta el punto de pugnar por conseguir el consenso social necesario para poder desencadenar una tercera guerra mundial con arreglo a la conquista de los mercados perdidos; pero la burguesía jamás ha podido emprender una guerra sin el consentimiento tácito o explícito de sus clases subalternas.

Pues bien, ese consenso dependerá del resultado de las luchas que el proletariado de los países capitalistas tienen todavía por delante.

Y no nos referimos aquí a las luchas en defensa de las condiciones de vida y de trabajo sin salirse del sistema capitalista; porque la crisis exige que esas condiciones se deterioren como una cuestión de vida o muerte del capital, imposibilitando por completo una lucha exitosa de este tipo dentro de sus límites.

De modo que a mediano plazo el proletariado de los países capitalistas tiene ante sí dos alternativas: decidirse a luchar por el poder o servir otra vez de carne de cañón en una nueva guerra genocida ajena a sus intereses de clase.

Es aquí donde la consigna de "socialismo o barbarie" adquiere toda la dimensión dramática derivada de la naturaleza de las cosas el actual sistema de vida.

Estos son nuestros acuerdos y estas nuestras razones para haber decidido constituirnos en Grupo de Propaganda Marxista

 

 

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