EL día que el capitán general iba a renunciar  

Cuando el caso de los cheques de su hijo estaba en el auge, por primera y única vez Pinochet hizo lo que sus adversarios siempre soñaron: puso su renuncia sobre la mesa. Pero un error de Aylwin la abortó.



"Ustedes me han dado una solución jurídica. Pero yo tengo otra". Con esa frase, el general Augusto Pinochet dio por terminada la tensa conversación que sostenía con un grupo de militares y civiles en su despacho -en el 5º piso del Edificio de las Fuerzas Armadas- poco antes de las 17:00 del miércoles 19 de diciembre de 1990. Sus palabras marcaban el inicio de uno de los momentos más tensos de la transición: el llamado "ejercicio de seguridad, alistamiento y enlace", eufemismo usado para describir el acuartelamiento ocurrido a raíz de los trabajos de la comisión parlamentaria que entonces investigaba los tres cheques por un total de $ 971 millones pagados por el Ejército a Augusto Pinochet Hiriart, primogénito del general, por la adquisición de la empresa Valmoval.

Según testigos de esa escena, en ese momento estaban en el despacho de Pinochet el Auditor General del Ejército, Fernando Torres, el abogado castrense Juan Romero, el general Jorge Ballerino, y los ex personeros del régimen militar, Carlos Cáceres, Miguel Alex Schweitzer, Hernán Felipe Errázuriz y Gonzalo García, además del entonces jefe de seguridad del comandante en Jefe, coronel Jaime Lepe. Antes de pronunciar su tajante frase, Pinochet había escuchado de Schweitzer la advertencia de que, en el terreno jurídico, era totalmente factible evitar que su figura fuera afectada.

Pero no le podían garantizar lo mismo respecto de su hijo.

Poco antes, Pinochet había escuchado, esta vez del general Ballerino, algo que lo había irritado sobre manera: el fracaso de las negociaciones para "acortar su período" -otro eufemismo usado ese día- a cambio de terminar con temas como el de los cheques y otras situaciones calificadas como de "acoso contra el Ejército". Ballerino había regresado de su segundo encuentro en menos de siete horas con el ministro de Defensa, Patricio Rojas. Este le había señalado que Pinochet debía renunciar entre marzo y abril de 1991, plazo considerado inaceptable por el general.

Tras el brusco término de la reunión de Pinochet con ese grupo de militares y ex funcionarios de su gobierno, entró a su despacho el general Guido Riquelme, comandante de la Guarnición de Santiago, quien iniciaría los primeros movimientos del "ejercicio de enlace". El Presidente Patricio Aylwin y la Concertación aún no lo sabían, pero pronto se darían cuenta de que en ese minuto se había sepultado la posibilidad de lograr la renuncia anticipada del general Pinochet al cargo. Por primera y última vez se vio a Pinochet poner sobre la mesa esa oferta tan tentadora para sus adversarios.

Con la perspectiva del tiempo y el aporte de antecedentes inéditos, tanto quienes estuvieron al lado de Pinochet, como importantes personeros de la Concertación coinciden en que un factor crucial en ese desenlace fue la decisión de Aylwin de encargarle el último tramo de las negociaciones a Patricio Rojas. Los protagonistas que se habían movido inicialmente eran hombres avezados en esas lides: el propio Aylwin, el senador Sergio Onofre Jarpa, el ministro secretario general de Gobierno, Enrique Correa y el general Ballerino. Todo había empezado seis días antes, el jueves 13, con dos reuniones paralelas.

Ese jueves el ministro Correa fue invitado a tomar té a la casa de Ballerino, en Vitacura. Por primera vez no se instalaron en el escritorio, sino que conversaron recorriendo el jardín. La gran sorpresa vino cuando Ballerino, con mucha cautela, le señaló la necesidad de buscar un gran acuerdo entre el Ejército y el gobierno, destinado a terminar con temas como el de los cheques, las controversias por violaciones de los derechos humanos y otras. Al inquirir qué se le ofrecía al gobierno a cambio, Correa no recibió una respuesta concluyente, pero su interlocutor dejó entrever que podría ser desde la cooperación de los senadores designados en proyectos de interés del oficialismo hasta "el acortamiento del plazo del comandante en Jefe".

Dada la magnitud del tema, Correa se subió al auto y llamó por teléfono a Aylwin, quien estaba en su casa, pidiéndole una audiencia inmediata.

Al llegar a la residencia del presidente y relatarle lo ocurrido, se encontró con otra sorpresa: esa misma tarde Aylwin había recibido a Jarpa, quien le había trasmitido un mensaje casi idéntico al enviado por Ballerino. El Presidente le comunicó entonces a Correa que él y el ministro Patricio Rojas llevarían el tema con el Ejército.

La decisión no le agradó a Correa, ya que prefería que la tarea recayera en el ministro Edgardo Boeninger.

En las horas siguientes se concertó un encuentro secreto, también en la residencia de Aylwin, entre el Presidente y Pinochet para el martes 18 de diciembre. Se suponía que ese día el general iba a poner la oferta de su renuncia sobre la mesa.

Pero ocurrió otra sorpresa: Pinochet no mencionó el tema y repitió las quejas por un supuesto "hostigamiento contra el Ejército".

Cuando Correa llamó a Ballerino para pedirle explicaciones, éste le respondió que Pinochet no había tocado el asunto porque el Presidente no "le dio lado". Al único acuerdo que habían llegado era que se reunieran al día siguiente, a las 09:00, Ballerino con Rojas, quienes jamás se habían entendido y no se toleraban. Incluso, cuando Aylwin le mencionó a Pinochet que Rojas sería el interlocutor, el general le insinuó que preferiría que le encargara el tema a Boeninger.

La primera reunión se realizó a la hora acordada y se pusieron las cartas sobre la mesa. Vale decir: la oferta de "acortar el plazo" a cambio de las garantías del gobierno. Rojas le dijo que le daría una respuesta a las 18:00. Pero pocas horas después, adelantó la reunión para las 15:00.

"El presidente no quiere discutir minucias -le habría dicho Rojas a Ballerino-; es condición ineludible que Pinochet se vaya antes del 15 de abril". Tras escuchar ese ultimátum, Ballerino llegó al 5º piso del edificio de las Fuerzas Armadas.

Una vez desatado el acuartelamiento, empezaron a acudir generales a las dependencias de la Comandancia en Jefe. El ambiente era muy tenso. Un testigo recuerda el siguiente diálogo entre Pinochet y uno de sus ex ministros. "¿Y a usted que le parece, mi amigo?", le preguntó el general al ex ministro, un militar retirado. "Vamos a poder cruzar al frente sin problemas, general", señaló éste apuntando hacia La Moneda. "Pero después la situación va a ser difícil, muy difícil, mucho más difícil que todas las anteriores".

Por la noche, mientras el país sólo recibía informaciones fragmentadas y se veía a un ministro Rojas tembloroso dando explicaciones, el epicentro de la crisis se trasladó a la casa del Presidente y a la del general. Poco antes de las 22:00 se vio a Carlos Cáceres entrar a la residencia de Pinochet, en Presidente Errázuriz.

El oficial de guardia lo hizo pasar al escritorio, ubicado a mano izquierda del hall de entrada, al que se llega tras atravesar una pequeña sala de estar. Al escritorio también hay acceso por una puerta que da a una escalera al segundo piso, por la cual apareció varias veces esa noche Lucía Hiriart de Pinochet.

Al llegar, Cáceres se encontró con el general Ballerino, quien hablaba constantemente por teléfono, y con el infaltable coronel Jaime Lepe, entonces jefe de seguridad de Pinochet, entre otros. Uno de los momentos que recuerda con más nitidez un testigo fue cuando el oficial de guardia avisó la llegada de un bus de Carabineros que iban a rodear la casa para "proteger al general". Sin inmutarse, un oficial dio la siguiente orden: "Avisen que si no salen en dos minutos serán expulsados por la fuerza". En medio de ese ajetreo, Pinochet recibió una llamada de solidaridad del almirante Jorge Martínez Busch.

En uñoa, el ambiente también estaba agitado en la casa de Aylwin, quien estaba acompañado por varios de sus ministros. Esa misma noche se empezó a solucionar la crisis, cuyo epílogo se selló en varias reuniones al día siguiente, empezando por un desayuno entre Ballerino y Rojas, a las 08:00, y un encuentro entre Pinochet y Aylwin, a las 11:00. Pero la verdadera solución se gestó entre Correa y Ballerino. El acuerdo se resumió a que Pinochet no sería afectado por la comisión investigadora de los cheques. El propio Correa se encargaría de ir todos los días a supervisar la evolución del informe final de la comisión, en lo cual trabajó codo a codo con el entonces presidente de la Cámara, José Antonio Viera-Gallo. A tal punto se negoció, que Correa le leyó el informe línea por línea, por teléfono, a Ballerino y acogió prácticamente todas las correcciones dictadas por el general, quien realizó ese trabajo desde su oficina de Bandera 52.

El informe final salió a la luz 9 días después de que prestara testimonio ante la comisión el hijo de Pinochet, quien sólo concurrió tras el nuevo clima producido por el ejercicio de enlace. Según revelaron a Qué Pasa testigos, Pinochet hijo fue entrenado antes de su testimonio en la sala de Consejo de Famae, donde se improvisó un ambiente parecido al que le esperaba en Valparaíso. De acuerdo a esas fuentes, los diputados Andrés Chadwick (UDI) y Alberto Espina (RN) participaron en ese ensayo, que duró desde las 22:00 hasta las 05:00.

Consultado por la revista, Espina admitió haberse reunido con Pinochet hijo, junto con Chadwick, pero en circunstancias diferentes.

Según Espina, la reunión ocurrió en un departamento, cuyo dueño y localización dice que "olvidó", y no fue para prepararlo. "Lo que hicimos fue explicarle la importancia de su testimonio para limpiar el nombre de su padre, que sabíamos que era inocente", señala Espina. El actual senador Andrés Chadwick no pudo ser localizado para que diera su versión.

18-10-90: Se crea una comisión parlamentaria para investigar tres cheques girados por la Comandancia en Jefe del Ejército en enero de 1989 a nombre de Augusto Pinochet Hiriart por $971 millones. Es presidida por Jorge Schaulsohn (PPD). El hijo del comandante en Jefe es invitado a declarar el 5/11, pero decide no acudir.

10-12-90: La Contraloría declara que Pinochet Hiriart no le informó de su actuación en el cobro de cheques a su nombre por la venta de la empresa PSP al Ejército.

19-12-90: Acuartelamiento del Ejército, denominado "Ejercicio de Seguridad, Alistamiento y Enlace".

15-1-91: Pinochet Hiriart declara durante dos horas y diez minutos en la Cámara.

24-1-91: Se divulga el informe de la Comisión, que no hace ninguna alusión contra el general Pinochet.

26-5-93: El Consejo de Defensa del Estado (CDE) reabe el caso, que queda radicado en el Quinto Juzgado del Crimen.

30-5-93: Nuevo acuartelamiento, conocido como el "boinazo".

1-7-93: El juez del 5º Juzgado, Alejandro Solis, se declara incompetente para continuar la investigación. Se traspasa al juez Jorge Colvin, del 2º Juzgado.

18-7-95: El CDE solicita que se someta a proceso a Pinochet Hiriart y a 3 ex oficiales del Ejército. Colvin rechaza la petición. El CDE debe decidir si apela.

25-7-95: En plena crisis por la condena de Manuel Contreras y aduciendo "razones de Estado" el Presidente Eduardo Frei solicita al CDE no apelar. Por 9 votos contra tres, el CDE decide no hacerlo y queda sepultado el caso.

 
Todas las personas que tuvieroon roles protagónicos durante la transición coinciden en que no hubo nada que preocupara -e irritara- más a Pinochet que el tema de los cheques.


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