c)Sin Partido Revolucionario no hay probabilidad de hacer posible la necesidad histórica del socialismo.

No se trata de que “la crisis sea tan agobiante” –imaginémonos la más insoportable- como para que los asalariados se vean “forzados a organizarse para derribar el sistema”. En tales circunstancias, lo último que se les ocurriría a los explotados sería eso. Sin una alternativa previa –no sólo verosímil- sino necesaria o científicamente verdadera, cuyo conocimiento alcance significativa dimensión de masa, aun cuando las condiciones objetivas lleven en sí y por sí la posibilidad potencial o abstracta de hacer efectivo el socialismo, cualquier intento en tal sentido de hacer posible la necesidad objetiva del socialismo sería un seguro fracaso. Incluso en el supuesto de lucha eventualmente más favorable a las clases subalternas. Porque, como en todo trabajo, sin un plan de acción ajustado a la idea de lo necesario a cambio de lo actualmente existente, la tarea resultará un total despropósito. Pero para elaborar ese plan, es preciso previamente conocer necesidad contenida en ese principio activo decadente y sus múltiples determinaciones: “la lógica específica del objeto específico”. Y ese conocimiento pasa por emplear el pensamiento colectivo de una minoría social significativa, a la única actividad del intelecto aplicada a la sociedad que merece el calificativo de ciencia: el materialismo histórico. Esta herramienta teórica es la condición necesaria y suficiente para conocer la materia prima concreta (económica, social y política) que se quiere transformar. De ahí el aforismo de Lenin: “Sin teoría revolucionaria no hay movimiento revolucionario”. 

Con esto queremos significar que, si la autodeterminación o el concepto es la identidad de entre objeto y sujeto, entre significante y significado, la necesidad objetiva del significante determina su preciso y unívoco significado subjetivo correspondiente. No puede haber contradicción en esto. Lo subjetivo puede llegar a ser arbitrario hasta el límite del capricho, sólo en la “pequeña política”, en la política de “andar por casa”, cuando la acción resultante actúa sobre lo contingente o accesorio, dejando lo principal o sustantivo intangible, como es el caso de las políticas alternativas de gobierno al interior de un mismo Estado, de una misma clase y de unas mismas relaciones de producción dominantes. Pero en la “gran política”[27], donde la acción compromete las relaciones de producción existentes y la correlación de fuerzas entre las clases fundamentales antagónicas, lo objetivamente necesario determina también todo lo atingente a la subjetividad que debe hacerlo posible.

De ahí que los profesionales de la “pequeña política” institucional-parlamentaria se nieguen someter su subjetividad política a la necesidad histórica y desprecien la teoría revolucionaria (que comprende esa necesidad), como guía para la acción política. A pesar de que en la práctica no fue del todo consecuente con las exigencias de la teoría, Rosa Luxemburgo se refirió a la “gran política” como unidad biunívoca de necesidad entre objeto económico social y sujeto político –comprendidos en la teoría revolucionaria- para denostar a los típicos oportunistas de la “pequeña política”. Decía:

<<¿Y Qué es lo que principalmente la caracteriza (a la práctica oportunista) en su exterior? Su hostilidad contra la teoría. Y esto es muy natural, pues nuestra “teoría”, es decir, los principios del socialismo científico, establece líneas marcadísimas para la actividad práctica, tanto con respecto a los fines, como a los medios de lucha a emplear y a la forma de combatir. Por ello muéstrase en aquellos que no pretenden conseguir más que resultados prácticos, la tendencia natural a pedir libertad de movimientos, esto es, a separar la “teoría” de la práctica, a independizarse de aquella. Porque esta teoría se vuelve contra ellos en todo momento>> (R. Luxemburgo: “Reforma o Revolución” Cap. V. Lo entre paréntesis es nuestro)

De todo esto se desprenden dos conclusiones lógicas:

1)       Que, en última instancia, el movimiento de la subjetividad política revolucionaria está necesariamente determinado por el movimiento de la realidad económico-social, y,

2)       Que esta determinación está mediada por la moderna ciencia social -en tanto concepto de la realidad económico-social- por la única actividad del intelecto que merece el calificativo de tal: el materialismo histórico.

Por lo tanto, ante la pregunta de si llegará el momento en que el proletariado se verá inexorablemente impulsado a hacer la revolución, la respuesta, desde el punto de vista lógico-político es: SÍ. Pero que históricamente lo haga, desde 1843 Marx lo puso como un deber ser; pero no como un imperativo moral abstracto sobre la práctica política, sino como una exigencia de la racionalidad histórica concreta sobre la conciencia comprehendida en la ciencia como concreto pensado [28], que desde ese momento se convierte en fundamento y guía para la práctica política de los sujetos portadores de esa ciencia, cuya misión señaló diciendo:

<<Nosotros no decimos al mundo: “deja de luchar, toda tu lucha no vale nada”; nosotros le damos la verdadera consigna de su lucha. Sólo mostramos al mundo por qué lucha realmente: pero la conciencia es un cosa que el mundo debe adquirir, quiéralo o no>> (K.Marx: Carta a Ruge: setiembre de 1843)

Como se ve, lo apodíctico e inevitable no recae aquí sobre un acto político sino sobre un hecho de conciencia, lo cual presupone la ciencia, matiz que no escapó a Lenin en el sentido hegeliano-marxista de que “la libertad es el conocimiento de la necesidad”, de ahí su conocido aforismo: “Sin teoría revolucionaria no puede haber movimiento revolucionario”. No se trata, pues, de lo que el proletariado esté dispuesto a hacer en cualquier momento, que esto es pasto para los oportunistas; se trata de lo que el proletariado seguramente hará y la sangre que deberá derramar para aprender a luchar por la verdadera consigna de su lucha. Mientras tanto, la acción de los revolucionarios consistirá, invariablemente, en explicar al proletariado por qué y cual es la verdadera consigna de su lucha, conscientes de que:

 

<<Las revoluciones burguesas, como las del siglo XVIII, avanzan arrolladoramente de éxito en éxito, sus efectos dramáticos se atropellan, los hombres y las cosas parecen iluminados por fuegos diamantinos, el éxtasis es el estado permanente de la sociedad; pero estas revoluciones son de corta vida, llegan enseguida a su apogeo y una larga depresión se apodera de la sociedad, antes de haber aprendido a asimilar serenamente los resultados de su período impetuoso y turbulento. En cambio, la revoluciones proletarias, como las del siglo XIX, se critican constantemente a sí mismas, se interrumpen continuamente en su propia marcha, vuelven sobre lo que parecía terminado, para comenzarlo de nuevo desde el principio, se burlan concienzuda y cruelmente de las indecisiones, de los lados flojos y de la mezquindad de sus primeros intentos, parece que sólo derriban a su adversario para que éste saque de la tierra nuevas fuerzas y vuelva a la levantarse más gigantesco frente a ellas, retroceden constantemente aterradas ante la ilimitada inmensidad de sus propios fines, hasta que se crea una situación que no permite volverse atrás y las circunstancias mismas gritan: “Demuestra con hechos lo que (tu conciencia exige y) eres capaz de hacer”>> (K.Marx: “El dieciocho brumario de Luis Bonaparte” Cap.I. Febrero de 1852, lo entre paréntesis es nuestro)

volver al índice del documento

grupo de propaganda marxista
http://www.nodo50.org/gpm
apartado de correos 20027 Madrid 28080
e-mail: gpm@nodo50.org


[27] “Gran política (alta política), pequeña política (política del día, política parlamentaria, de corredores, de intriga). La gran política comprende las cuestiones vinculadas con la función de nuevos Estados, con la lucha, por la destrucción, la defensa, la conservación de determinadas estructuras orgánicas económico-sociales. La pequeña política comprende las cuestiones parciales y cotidianas que se plantean en el interior de un estructura ya establecida, debido a las luchas de preminencia entre las diversas fracciones de una misma clase política. Es, por tanto, una gran política, la tentativa de excluir la gran política del ámbito interno de la vida estatal y de reducir todo a política pequeña”  (Antonio Gramsci: “Notas sobre Maquiavelo, sobre la política y sobre el Estado moderno” Notas varias.)

[28] Marx utilizó por primera vez esta expresión en el punto 3 de su “Introducción a la crítica de la economía política” (1857), donde se refiere al método de investigación en esta ciencia.