El despliegue de la lógica moral del capital
contenida en el doble carácter del trabajo como mercancía

Veamos ahora la explicación de esto. En tiempos normales del proceso de acumulación en que el crecientepoder adquisitivo de los salarios es compatible con la cuota de ganancia al alza, permitiendo mantener y mejorar la situación de los asalariados, o inmediatamente después de que la burguesía consigue que el proletariado acepte condiciones más duras impuestas por las crisis y el paro masivo que divide y debilita al movimiento, el instinto de clase permanece casi por completo subyugado a la conciencia y mando político patronal burgués. En el primer caso porque se integra consensualmente a él, en el segundo por que se ve sometido sin alternativa. No obstante, incluso en el contexto de esos mismos procesos de retroceso ideológico y político, inducidos alternativamente por el bienestar o la penuria, el proletariado puede llegar a protagonizar rebeliones puntuales a caballo de las cuales rebrota el “instinto de clase relativamente autónomo”, como se verificó recientemente en Argentina, e inmediatamente antes en Ecuador y Albania, cuya más alta expresión combatiente puede llegar a configurar lo que Lenin llamó “situación revolucionaria”. Pero sin la necesaria mediación de un partido revolucionario con influencia de masas, capaz de fundir políticamente la teoría revolucionaria con el proletariado espontáneo, como se acaba de ratificar históricamente, estos procesos se agotan en sí mismos.  

Vamos a intentar extendernos un poco sobre esta cuestión por que, estimamos, es de la mayor importancia política desde el punto de vista de la evolución de la moral del proletariado dentro del capitalismo. Empecemos por analizar las luchas elementales de la clase obrera, la lucha por las condiciones de vida y trabajo. En nuestra opinión, el resultado de estas luchas económicas o inmediatas de la clase obrera, suele ser distinto según las condiciones objetivas en que la ley del valor determina el máximo y el mínimo de la tasa o grado de explotación de los trabajadores, lo cual, a su vez determina el máximo y el mínimo del salario relativo. En condiciones normales, el resultado de las luchas obreras se ubica entre estos dos límites. El máximo de la tasa de plusvalía o mínimo salarial, está dado por los límites físicos soportables por el asalariado en cuanto a carencia de medios de vida para reponer el desgaste de la fuerza de trabajo, más allá de los cuales resulta imposible la explotación del trabajo sin menoscabo para la ganancia capitalista. El límite mínimo de la ganancia o máximo salarial está fijado por el nivel de la ganancia por debajo de la cual el negocio del burgués deja de ser rentable. Si esto lo vemos desde el punto de vista del asalariado la cosa se explica así: el incremento de los salarios reales encuentra su límite máximo en el mínimo plusvalor compatible con la rentabilidad del capital vigente en el mercado, mientras que el mínimo salario relativo está determinado por el costo laboral compatible con el mayor rendimiento del trabajo. Entre estos dos límites queda fijado el campo de la lucha por la participación en la productividad del trabajo dentro del sistema capitalista.

En una situación con tendencia sostenida al alza en la tasa de ganancia, la inversión en capital fijo y circulante aumenta, el paro remite ante la consecuente mayor oferta de empleo y el capital está -aunque no predispuesto- sí en condiciones económicas de conceder mejoras a los trabajadores. En tales circunstancias, esas mejoras se vuelven realmente posibles dentro del sistema. Aun cuando no de modo automático o mecánico, esta situación objetiva acaba por trasladarse al plano subjetivo, en las empresas y en los sindicatos; los asalariados se ven estimulados a luchar por mejorar su salario relativo y sus demandas se traducen así necesariamente en conquistas: El salario relativo de los trabajadores aumenta históricamente (por encima de los niveles anteriores, porque el desarrollo de la fuerza productiva lo permite) aun cuando lógicamente menos que la ganancia del capital.

En el punto más alto de la fase expansiva, e inmediatamente después de la crisis, cuando la economía capitalista entra en la onda de crecimiento lento y buena parte del capital adicional comienza a ser expulsado de la producción porque la tasa de ganancia no compensa su inversión, el paro aumenta en la misma proporción en que el crecimiento de la inversión se retrae. Es el momento en que la patronal inicia su ofensiva sobre las condiciones de vida y de trabajo de los asalariados, que así ven peligrar las conquistas logradas con sus luchas durante la fase anterior de crecimiento acelerado.

Dado que la masa de capital acumulado que desemboca en cada onda larga depresiva es sucesivamente mayor, las dificultades de la burguesía para superar semejantes situaciones son también cada vez mayores, y sus ataques contra las condiciones de vida y de trabajo de los asalariados más profundos. Esto quiere decir que para recuperar la tasa de ganancia según se pasa de la fase depresiva de un ciclo a la del siguiente, el precio de la fuerza de trabajo debe descender cada vez más por debajo de los niveles históricos de su valor, con tendencia a alcanzar el mínimo de subsistencia. Dicho de otro modo, entre el nivel salarial alcanzado en el punto más alto de la cada fase expansiva y el nivel más bajo que corresponde a la fase depresiva inmediatamente antes de iniciada la recuperación, esa diferencia en pérdida de poder adquisitivo de los trabajadores debe ser sucesivamente creciente según se pasa de una fase depresiva a la del ciclo siguiente.

En síntesis, según avanza el proceso histórico de la acumulación, para salir de cada depresión los ataques del capital sobre el trabajo deben ser cada vez más formidables: el salario relativo, esto es, la parte de la jornada de labor en que cada trabajador produce para sí mismo respecto de la parte que trabaja para el patrón, resulta ser cada vez menor, al tiempo que mayor la intensidad y eventualmente la extensión del tiempo a que se le somete en el trabajo. La prueba está en que durante los últimos treinta años, las condiciones de vida y de trabajo del proletariado mundial no han hecho más que deteriorarse; sin embargo la burguesía internacional no ha logrado salir de la onda larga depresiva en que entró tras la inconvertibilidad del dólar en 1968.

<<Al llegar a una determinada fase de su desarrollo, las fuerzas productivas materiales de la sociedad chocan con las relaciones de producción existentes, o, lo que no es más que la expresión jurídica de esto, con las relaciones de propiedad dentro de las cuales se han desenvuelto hasta allí. De formas de desarrollo de las fuerzas productivas, estas relaciones de producción se convierten en trabas suyas. Se abre así una época de revolución social.>> (Op. Cit.)

A este momento se llega fatalmente, cuando, a instancias de la competencia intercapitalista, aumentan las fuerzas productivas del trabajo hasta extremos en que una mínima cantidad relativa de asalariados puede poner en movimiento un mayor número de más eficientes y costosos medios de producción). Esta enorme productividad del trabajo determina un cambio en la composición de las inversiones en los factores de la producción. Se incrementa en medios de producción (MP) [maquinas, materias primas y auxiliares], mucho más que proporcionalmente respecto de la inversión en salarios o fuerza de trabajo (FT). Así el empleo en cantidad de explotados crece, pero progresivamente menos que los disponibles según el incremento de la tasa de natalidad. Resultado: el paro aumenta secularmente en términos absolutos; consecuentemente, la masa de plusvalor se incrementa cada vez menos y la tasa de ganancia disminuye. Al mismo tiempo, en medio de una vorágine de mejoras técnicas, el mayor coste creciente del capital fijo (maquinarias), obliga a su funcionamiento continuado y más intenso -el “perpetum mobile” de que hablaba Marx- evitando su desvalorización y retiro prematuros por obsolescencia, antes de ser totalmente amortizado. Resultado: sobreaumento en la Composición Orgánica del Capital por un mayor metabolismo del capital circulante (materias primas), una extensión hasta el límite de la jornada de labor colectiva que abarque las 24 horas de cada día, al tiempo que se intensifican también al límite los ritmos de explotación del trabajo vivo.  

En el capítulo XV del libro III que trata de las contradicciones de la ley de la tendencia decreciente de la tasa de ganancia, Marx señala precisamente el déficit de Ricardo al concebir la tasa de plusvalor sobre el supuesto de que la jornada de labor “es, en intensidad y extensión, una magnitud constante”.[4] Marx dice expresamente que el fenómeno típicamente capitalista de la intensificación del trabajo adquiere “importancia decisiva”. En un doble aspecto: porque impugna la “ley de bronce del salario”, y porque demuestra el carácter revolucionario fundamental de la clase obrera.

La intensificación del trabajo supone “un mayor gasto de trabajo en el mismo tiempo, una tensión acrecentada de la fuerza de trabajo, un taponamiento más denso de los poros que se producen en el tiempo de trabajo”. Esto quiere decir que “La hora, más intensiva de la jornada laboral de diez horas contiene ahora tanto o más trabajo, esto es fuerza de trabajo gastada, que la hora, más porosa, de la jornada laboral de 12 horas. (subrayado del autor)[5]

De aquí se infiere que, en cierto estadio de la acumulación capitalista, las condiciones objetivas de la valorización del capital exigen que el salario real tenga que aumentar necesariamente. La lucha obrera por el salario, ese factor “histórico-moral” que Mandel deja flotando en el aire[6], en realidad se asienta en la base material del sistema; la fuerza moral que asiste a los trabajadores en sus luchas, reside en los contenidos y resultados de la ley del valor. Los “excesos” o “usurpaciones” del capital contra los que Marx exhorta a la clase obrera a luchar, deben entenderse como excesos de la ley del valor respecto de las propias condiciones de valorización del capital, una contradicción insoluble del capitalismo que justifica plenamente la lucha revolucionaria del proletariado.

Y esto es así no sólo en cuanto a los fundamentos sino también en cuanto al tiempo. En efecto, de hecho, toda acción de los trabajadores, obedece a movimientos previos determinados por la ley del valor en un momento dado del progreso de la acumulación. “la lucha por la subida de salarios -dice Marx en “Salario, Precio y Ganancia”- sigue siempre a cambios anteriores y es el resultado de los cambios previos operados en el volumen de producción, las fuerzas productivas del trabajo, el valor de éste, el valor del dinero, la extensión e intensidad del trabajo arrancado, las fluctuaciones de los precios del mercado, que dependen de las fluctuaciones de la oferta y la demanda y se producen con arreglo a las diversas fases del ciclo industrial; en una palabra: es la reacción de los obreros contra la acción anterior del capital.(subrayado del autor)[7]

Al abordar el problema de la intensificación de la fuerza laboral, entramos en el capítulo del salario relativo. Al investigar la categoría fuerza de trabajo en su doble carácter, Marx descubre que “Ni el salario nominal, es decir, la suma de dinero a cambio de la cual el obrero se vende al capitalista, ni el salario real, es decir, la suma de mercancías que puede comprar a cambio de ese dinero, agotan las relaciones contenidas en el salario. Ante todo, el salario aún está determinado por su relación con la ganancia, con el beneficio del capitalista; es un salario relativo. El salario real expresa el precio del trabajo en relación con el precio de las restantes mercancías (que es lo que determina su nivel de vida), mientras que el salario relativo expresa la participación del trabajo -en el nuevo valor creado por él- en relación con la participación que en él cabe al trabajo acumulado, al capital. [8]

Marx observa que el progreso secular en la acumulación capitalista va acompañado de un aumento también a largo plazo en la composición orgánica del capital social global, esto es, el crecimiento más rápido del capital destinado a maquinaria y materias primas, respecto de la parte destinada al pago de salarios. Observa también que un menor empleo relativo de trabajo vivo, supone una productividad mayor, con lo cual, dada la jornada de labor simultánea. [9]los trabajadores reproducen en un tiempo cada vez menor la parte de capital adelantada en salario, aumentando así el tiempo que dedican a trabajar para los capitalistas. Queda claro, pues, que la lucha obrera jamás podrá evitar la tendencia histórica hacia el descenso relativo del salario. Esto debe ser necesariamente así, porque, de lo contrario, la reproducción ampliada se torna materialmente imposible.

En los “Manuscritos de 1861/63", Marx llega a la conclusión de que en un punto determinado de la acumulación -y a este punto se llega con el “Fordismo” y el Taylorismo”- se establece una relación inversa entre la intensidad y la extensión de la jornada de labor. Y esto -dice Marx- “no es un asunto especulativo. Cuando el hecho se manifiesta hay un medio muy experimental de demostrar esta relación: cuando, por ejemplo, aparece como físicamente imposible para el obrero proporcionar durante doce horas la misma masa de trabajo que efectúa ahora durante diez o diez horas y media. Aquí, la reducción necesaria de la jornada normal o total de trabajo resulta de una mayor condensación del trabajo, que incluye una mayor intensidad, una mayor tensión nerviosa, pero al mismo tiempo un mayor esfuerzo físico. Con el aumento de los dos factores -velocidad y amplitud (masa) de las máquinas- se llega necesariamente a una encrucijada, en la que la intensidad y la extensión del trabajo ya no pueden crecer simultáneamente, en el que el aumento de una excluye necesariamente el de la otra...” [10]

Comprobaciones empíricas contemporáneas permiten confirmar este aserto. Mediante un estudio riguroso de las estadísticas comparadas de mortalidad en los EE.UU., Eyers y Sterling, han demostrado que “...después de la adolescencia, la mortalidad está más relacionada con la organización capitalista que con la organización médica....Una conclusión general, es que un gran componente de la patología física y muerte del adulto, no deben ser considerados actos de Dios ni de nuestros genes, sino una medida de la tragedia causada por nuestra organización económica y social...” Estos autores consideran al “stress” como el eslabón entre las “noxas” (daños) sociales y el deterioro biológico (catabolismo). Eyers y Sterling definen el “stress” como “...los cambios que ocurren en un sujeto llamado a responder a una situación externa, para enfrentar la cual el no tiene capacidad o está dudoso de tenerla...Ello produce un estado de alerta psicológica y física que se inicia en la conciencia, en el cerebro y pone en tensión el cuerpo..”[11]

Las estadísticas de mortalidad reconocen al “stress” en el suicidio, el homicidio y los accidentes, así como en enfermedades crónicas como el infarto, la cirrosis, el cáncer de pulmón y la hipertensión. [12] Según un informe de CC.OO., los accidentes laborales en España aumentaron un 46% en l988, o sea, 326.308 accidentes más que el año anterior. A pesar de la gravedad de los datos, la situación de la salud laboral en España puede ser todavía más trágica: al menos un 30% de los trabajadores de este país, escapan a las estadísticas oficiales sobre siniestralidad, ya que se trata de trabajos marginales o a tiempo parcial. Según CC.OO., “...los que tienen contrato temporal, se accidentan dos veces más que el personal fijo...” [13]

En otras palabras, la tendencia del capital a aumentar la plusvalía relativa, es decir, el desarrollo de las fuerzas productivas “objetivas” expresado en las máquinas, los sistemas mecánicos, los sistemas semiautomatizados, la automatización en gran escala, los robots, tiene efectos contradictorios sobre el trabajo. Reduce la cualificación, suprime empleos, presiona a la baja sobre los salarios por el aumento del ejército de reserva. Pero simultáneamente, la extensión de la mecanización tiende a aumentar la intensidad del esfuerzo en el trabajo (a la vez físico y psíquico, o al menos uno de los dos), y ejerce, pues, una presión objetiva hacia la reducción de la jornada de trabajo. Pero ya vimos que según progresa la productividad del trabajo, el empleo de trabajo vivo es cada vez menor respecto de la inversión cada vez más onerosa en capital constante. El resultado es que el plusvalor desciende históricamente respecto del trabajo necesario ya convertido en capital,hasta que a la burguesía no le queda otra salida que reducir los salarios reales, el nivel de vida de los trabajadores. Esta es la lógica del capital. Veamos ahora la historia presidida por esa lógica incluyendo la respuesta moral-política del conjunto del proletariado, esto es, del proletariado espontáneo y su vanguardia revolucionaria.

volver al índice del documento

éste y el resto de nuestros documentos en otros formatos
grupo de propaganda marxista
http://www.nodo50.org/gpm
apartado de correos 20027 Madrid 28080
e-mail: gpm@nodo50.org


 

[4] Karl Marx: "El Capital" Libro III Cap. XV

[5] Karl Marx: Op. Cit. Libro III Cap. XXIV

[6] Ernest Mandel: "El Capitalismo Tardío" Cap. V

[7] K. Marx: "Salario, Precio y Ganancia" Cap. XIII

[8] K.Marx: "Trabajo Asalariado y Capital" en "Obras Escogidas" Ed. Fundamentos/75 Pp. 88

[9] (K.Marx: "Trabajo Asalariado y Capital" en "Obras Escogidas" Ed. Fundamentos/75 Pp. 88

[10] (K.Marx: Manuscritos de l86l/63‑MEGA II,3,6 Pp.l906) Citado por E.Mandel en "Marx y El Porvenir del Trabajo Humano" Revista "Inprecor" Nº 50 oct/86 Pp.7 Este mismo concepto aparece en "El Capital" formulado del siguiente modo: Es de todo punto evidente que con el progreso de la maquinaria y al acumularse la experiencia de una clase especial de obreros mecánicos, aumenta de manera natural la velocidad y con ella la intensidad del trabajo. Así, por ejemplo, en Inglaterra durante medio siglo la prolongación dela jornada laboral corre pareja con la intensidad del trabajo fabril. Con todo se comprende fácilmente que en el caso de un trabajo que no se desenvuelve en medio de paroxismos pasajeros sino de una uniformidad regular, reiterada día tras día, ha de alcanzarse un punto nodal en el que la extensión de la jornada laboral y la intensidad del trabajo se excluyan recíprocamente, de tal modo que la prolongación de la jornada solo sea compatible con un menor grado de intensidad en el trabajo y, a la inversa, un grado mayor de intensidad solo pueda conciliarse con la reducción de la jornada laboral".(subrayado del autor) Ver K. Marx: "El Capital" Ed.cit. T-2 Pp. 498/99

[11] "Stress- Related, Mortality and Social Organization" En "Salud Panamericana" Vol. 8-1

[12] Ver: "Gaceta Sindical" CC.OO. Nº 57 set/89).

[13] Ibíd