La moral es un concepto y una práctica social de validez histórica relativa

Ensu último escrito económico, las “Glosas a Wagner”, Marx comienza diciendo: “Yo no parto del hombre, sino de un periodo social dado”. Con esto estaba significando que, según lo ha venido demostrado la historia como criterio de verdad en cuando a las distintas concepciones y formas del comportamiento humano, la éticano es una categoría social cuyos contenidos normativos sean de validez práctica (moral) absoluta, universal y eterna, como ha pretendido Kant con su imperativo categórico, sino que esos contenidos están sujetos al relativismo histórico de los distintos sistemas de vida que los seres humanos divididos en clases fueron adoptando en distintos períodos de su existencia como especie, desde que superaron la barbarie. Así, para Marx, hay una moral y un tipo de ser humano correspondiente a cada período de la historia, en tanto prehistoria del ser humano genérico liberado de toda necesidad exterior, natural o social, que es lo que se está gestando en la moral de los comunistas.

Tal como sucede en la base o estructura material de la sociedad, donde los distintos modos de producción configuran sus respectivas formaciones sociales que hasta ahora han correspondido a otras tantas etapas o periodos del desarrollo de las fuerzas productivas, asimismo, las distintas superestructuras éticas, morales, jurídicas, ideológicas y políticas, fueron la expresión periódicamente cambiante de los intereses de las distintas clases dominantes al interior de cada una de las formaciones sociales que han venido configurando la progresiva periodización característica en lo económico-social, político, moral y cultural de los seres humanos a través de su prehistoria.

Según este razonamiento:

1)       Cada período histórico de la sociedad de clases tuvo su tipo de ser humano colectivamente organizado para la vida económica, social, política, moral, artística, etc., valores todos ellos conformados o adecuados a los intereses de las clases dominantes.

2)       Todas estas formas periódicas históricamente transitorias de vida social (relaciones de producción) estuvieron determinadas por el correspondiente grado de desarrollo de sus fuerzas productivas. Por ejemplo, es incontrovertible que toda la vida social en la Grecia clásica, su política, su arte y hasta su moral positiva, todos estos valores estuvieron hondamente enraizados en la mitología, en el pensamiento mágico, producto del atraso relativo de sus fuerzas sociales productivas. El mito ha sido eso, el intento de dominar las fuerzas de la naturaleza con la imaginación a falta de recursos científicos y técnicos materializados para ello. En tal sentido Marx comparó aquellas formas mitológicas del trabajo enajenado que impregnaron los valores éticos, artísticos y políticos, con el relativo progreso superador materializado en las formas científico-técnicas del trabajo enajenado bajo el capitalismo. Y así describía la diferencia para demostrar el signo de progreso desplegado por la dialéctica contenida en cada período de la historia humana, comparando la mitología como medio imaginario de dominio de la naturaleza en la sociedad esclavista, con el dominio efectivo hecho posible por el capitalismo:

<<La idea de la naturaleza y de las relaciones sociales que alimenta la imaginación griega y, por tanto, la (mitología griega), ¿es acaso compatible con las máquinas automáticas de hilar, las locomotoras o el telégrafo eléctrico?; ¿A qué queda reducido Vulcano al lado de la Compañía minera Roberts & Co, Júpiter cerca del pararrayos y Hermes frente al Credit Mobilier? Toda mitología somete, domina, moldea las fuerzas de la naturaleza en la imaginación y por la imaginación; y desaparece, por tanto, cuando esas fuerzas resultan realmente dominadas. (...) El arte griego no podía surgir en ningún caso en una sociedad que se desarrolla excluyendo toda relación mitológica con la naturaleza, toda referencia mitologizante a ella; y que requiera, por tanto, del artista, una imaginación independiente de la mitología.

Por otra parte: ¿sería posible Aquiles con la pólvora y el plomo?. O, en general, ¿es posible “La Ilíada” con la prensa, con la máquina de imprimir?. Los cantos y las leyendas, las Musas, ¿no desaparecen necesariamente ante la regleta del tipógrafo? No se desvanecen las condiciones necesarias para la poesía épica? (K.Marx:Crítica de la economía políticaPto. 3)

Pero la dificultad -advierte Marx- no consiste tanto en comprender que el arte griego y la epopeya estén ligados a ciertas formas de desarrollo social históricamente subdesarrolladas respecto del período siguiente. La dificultad consiste en que más de 2.000 años después de desaparecidas aquellas formas esclavistas de subdesarrollo social en que floreció, el arte griego continúe siendo todavía hoy un paradigma de belleza y nos siga proporcionando goce artístico. Este retardo de la superestructura estética ante los cambios en la base material de la sociedad, también vale para la moralidad. Así, la moral del "yo te doy según lo que tu me des a cambio" subsistirá muchos tiempo después de haber desparecido las bases materiales del intercambio, hasta tanto el desarrollo de las fuerzas productivas haga desaparecer la penuria relativa y la democracia de los productores libres asociados, revolucione el concepto de necesidad acondicionada por el capital a las necesidades de valorización del trabajo excedente.    

Ahora bien: ¿Quién o quiénes inventaron las específicas relaciones de producción que dieron pábulo a los distintos períodos históricos de la humanidad dentro de la línea evolutiva típica de la civilización occidental? Nadie; han sido el producto histórico-natural, espontáneo, inconsciente e involuntario que las fuerzas sociales productivas de la humanidad se dieron para sí en ciertos estadios de su desarrollo. En tal sentido, así como el arado de hierro, el alfabeto y la moneda, superaron los condicionamientos del atraso técnico que dio sentido a la moral y cultura general de sociedad esclavista, la generalización de la energía hidráulica, la imprenta y la brújula, trascendieron los condicionamientos de la moral y la cultura típica de la sociedad feudal hacia las relaciones de producción capitalistas, con sus respectivas formas mercantiles dinerarias que acuñaron su moral y de su cultura general; del mismo modo, ahora mismo, la tendencia irresistible de las fuerzas productivas a la generalización de la robótica, la revolución en las telecomunicaciones y la biotecnología, ya han dejado las relaciones sociales e interpersonales capitalistas sin razón de ser, aunque, por inercia, sigamos todavía condicionados por ellas y sus formas éticas y morales correspondientes.

Para ilustrar brevemente acerca de estos cambios , decir, por ejemplo, que en los tiempos de la aristocracia esclavista clásica y en la sociedad feudal -hasta las postrimerías de la temprana edad media- basados en relaciones sociales de dependencia directa y pequeñas economías autosuficientes con existencia de intercambio mercantil simple, predominó la moral fundada primordialmente en la ética del honor y la lealtad, como virtudes personales inalienables de cada individuo respecto de su inserción en el grupo social respectivo que era su referente ético y moral que juzgaba su conducta pública y privada. Tales conceptos éticos, en estas sociedades precapitalistas dentro de la línea de desarrollo típica de la sociedad Occidental, casan con el concepto de magnanimidad. ¿Y dónde radicaba la honorabilidad o dignidad personales? Fundamentalmente en la concordancia entre el contenido de la palabra dada o juramento que cerraba los pactos o acuerdos y la conducta respectiva, entre el dicho y el hecho. Así, por ejemplo, en las postrimerías de la temprana o alta edad media europea, las Decretales del Papa Gregorio IX (1234) prescribían la obligatoriedad moral de respetar los pactos cuando se adoptaran mediante juramento. Según estas decretales del derecho canónico -el único existente por entonces-, los pactos se debían cumplir, no por una fuerza material policíaca dimanante de una autoridad jurídica exterior al sujeto comprometido, sino por el deshonor del oprobio social que su incumplimiento suponía. La fuerza que normalmentegarantizaba el cumplimiento de cada compromiso formalizado de palabra o por juramento, no era material sino ética y moral. De ella manaba el auténtico vínculo jurídico, como condición de la honorabilidad. De esto dependía, en gran parte, la dignidad personal, la honorabilidad, y magnanimidad de los sujetos sociales.

Según Aristóteles, la magnanimidad es la virtud que consiste en desear grandes honores y en ser digno de ellos. Por supuesto que sólo podían ser magnánimos los miembros de las clases dominantes, aunque, naturalmente, no todos la alcanzaban, conformándose muchos de ellos con ser honorablemente moderados y no pocos indignos siquiera de eso:

<<El que es digno de cosas pequeñas y se considera digno de ellas, será moderado, pero no magnánimo; la magnanimidad es imprescindible en la grandeza de espíritu como en la belleza física...>> Aristóteles: "Ética nicomáquea" Cap. IV, 3, 1123b 7)

En la sociedad feudal, esta virtud se trasladaba a las clases subalternas, aunque, obviamente, no pudieran ser magnánimas, debiendo conformarse con el límite objetivo de una honorabilidad tan paupérrima como su condición social y material, una honorabilidad que, en última instancia, era una variable dependiente del temor de Dios, que normalmente les inducía eficazmente al cumplimiento de las obligaciones que le ligaban y religaban a sus superiores jerárquicos representantes del Dios cristiano en la Tierra.

Esta moral fundada en la ética del honor y la lealtad personal, se fue disolviendo en las relaciones capitalistas dinerarias del valor de cambio, hasta convertirse en rarezas humanas para aprovechamiento de los listos que se las encuentran, y las virtudes morales predominantes pasaron a ser la libertad (de que cada cual disponga de lo que es suyo), y la igualdad (de todas las personas ante la ley, donde, jurídicamente, el concepto de persona va indisolublemente ligado al concepto de patrimonio, esto es, en última instancia, de propiedad). El compendio de estas "virtudes morales", consagran la división del trabajo asalariado, el intercambio por medio del dinero para la realización del plusvalor y la competencia generalizada para la centralización de los capitales a expensas de la pequeñoburguesía, donde una explotación genocida en muchísimos casos comparable con los regímenes esclavistas del pasado, despojan al conjunto de los asalariados de toda dignidad personal, gran parte de ellos gente madura con una rica experiencia de años acrisolada en un mismo puesto de trabajo, arrojados al paro sin esperanzas de conseguir otro en el resto de su vida activa, compartiendo la misma suerte con cientos de millones de jóvenes en el mundo impedidos de ingresar al mercado laboral, y cuando lo consiguen muchos de ellos se ven obligados a aceptar salarios muy por debajo de sus costes de preparación universitaria, a cambio de condiciones laborales en no pocos casos tan duras como simples, que nada tienen que ver con su verdadera capacidad profesional, conseguida después de enormes sacrificios personales, todos ellos así educados en la ética jamás escrita del "sálvese quien pueda" como única moral practicable para sobrevivir vendiendo su alma cada vez más barato para que el dinero[2], esto es, la libertad -del poder sobre gentes y cosas- para el que lo tiene y puede comprarla, se cotice cada vez más al alza en este sistema cosificado de vida. Ya observaban Marx en su tercer "Manuscrito económico filosófico de 1844":

<<Lo que mediante el dinero es para mi, lo que puedo pagar, es decir, lo que el dinero puede comprar, eso soy yo, el poseedor del dinero mismo. Mi fuerza es tan grande como lo sea la fuerza del dinero. Las cualidades del dinero son mis —de su poseedor— cualidades y fuerzas esenciales. Lo que soy y lo que puedo no están determinados en modo alguno por mi individualidad. Soy feo, pero puedo comprarme la mujer más bella. Luego no soy feo, pues el efecto de la fealdad, su fuerza ahuyentadora, es aniquilada por el dinero. Según mi individualidad soy tullido, pero el dinero me procura veinticuatro pies, luego no soy tullido; soy un hombre malo y sin honor, sin conciencia y sin ingenio, pero se honra al dinero, luego también a su poseedor. El dinero es el bien supremo, luego es bueno su poseedor; el dinero me evita, además, la molestia de ser deshonesto, luego se presume que soy honesto; soy estúpido, pero el dinero es el verdadero espíritu de todas las cosas, ¿cómo podría carecer de ingenio su poseedor? El puede, por lo demás, comprarse gentes ingeniosas, ¿y no es quien tiene poder sobre las personas inteligentes más talentoso que el talentoso? ¿Es que no poseo yo, que mediante el dinero puedo todo lo que el corazón humano ansia, todos los poderes humanos? ¿Acaso no transforma mi dinero todas mis carencias en su contrario? (Op. Cit)

Y cuatro años después junto a Engels en el "Manifiesto Comunista", sintetizando el compendio de la moral positiva correspondiente al período de la sociedad dominado por la burguesía como categoría social correspondiente a las relaciones de producción capitalistas:  

<<Donde quiera que ha conquistado el poder, la burguesía ha destruido las relaciones feudales, patriarcales, idílicas (se refieren al idilio con la religión católica, como único vínculo ético y moral entre los seres humanos de ese período). Las abigarradas ligaduras feudales que ataban el ser humano a sus "superiores naturales" las ha desgarrado sin piedad para no dejar subsistir más que el frío interés, el cruel "pago al contado". Ha ahogado el sagrado éxtasis del fervor religioso, el entusiasmo caballeresco y el sentimentalismo del pequeñoburgués en las heladas aguas del cálculo egoísta. Ha hecho de la dignidad personal un simple valor de cambio (según lo impuesto por la dictaduradel mercado). Ha sustituido, las numerosas libertades escrituradas y adquiridas por la única y desalmada libertad de comercio. En una palabra, en lugar de la explotación velada por ilusiones religiosas y políticas, ha establecido una explotación abierta, descarada, directa y brutal.

La burguesía ha despojado a todas las profesiones que hasta entonces se tenían por venerables y dignas de piadoso respeto. Al médico, al jurisconsulto, al poeta, al hombre de ciencia, los ha convertido en sus servidores asalariados

La burguesía ha desgarrado el velo de emocionante sentimentalismo que encubría las relaciones familiares, reduciéndolas a simples relaciones de dinero...>> (Op.cit. Lo entre paréntesis es nuestro)

Desde hace mucho, pero hoy día aun más, en el capitalismo no sólo es que no vale la palabra, sino que hoy día ni siquiera valen los títulos universitarios a los simples fines del trabajo asalariado; tampoco los compromisos firmados entre los propios burgueses. La vorágine de una competencia que se agudiza ante un capital adicional a repartir que se reduce cada vez más en relación al capital ya acumulado en poder de cada vez menos agentes burgueses, y el progreso técnico que, en esta sociedad, se traduce en paro estructural masivo, convierte a los títulos universitarios en papel mojado y a sus titulares -que ya habían perdido la aureola de dignidad y libertad personal de que gozaron en la tardía edad media-en asalariados supernumerarios obligados a trabajar de cualquier cosa. En cuanto a los compromisos burgueses, las prácticas cada vez más frecuentes del cohecho, los juegos de bolsa donde los grandes capitales despojan a los pequeños inversores bursátiles, las quiebras fraudulentas en su momento jurídica o políticamente encubiertas, y demás hábitos considerados legítimos por una moral que consagra al más listo en el deporte "del engaño y el pillaje mutuo", igual que se glorifica al que supera la marca mundial de los cien metros lisos completa el cuadro donde la única libertad, es la del dinero que circula y sobrevive al cúmulo de pasiones y desgracias entre quienes consumen su vida peleándose por ese fetiche de la enajenación general, que es donde la sociedad capitalista y nadie en particular, ha decidido que resida la "libertad" personal. Todas estas "virtudes morales" que Marx y Engels observaban en la todavía incipiente sociedad burguesa de su tiempo, no han hecho desde entonces más que acentuar su efecto moral cancerígeno en progresión o grado exponencial metastásica sobre valores ya residuales como el honor o la lealtad.   

Que el capitalismo es ya un simple existente histórico innecesario, lo demuestran multitud de indicadores sociales, entre ellos, el paro estructural masivo, la creciente pérdida del poder adquisitivo de los salarios relativos ante los enormes progresos en la productividad del trabajo, la tendencia irresistible al colapso del sistema público de pensiones, etc., actualizando aquello que también anticiparon Marx y Engels en el “Manifiesto comunista”:

<<Es, pues, evidente, que la burguesía ya noes capaz de seguir desempeñando el papel de clase dominante de la sociedad ni de imponer a ésta, como ley reguladora, las condiciones de existencia de su clase. No es capaz de dominar, porque no es capaz de asegurar a su esclavo la existencia ni siquiera dentro del marco de su propia esclavitud, porque se ve obligada a dejarle decaer hasta el punto de tener que mantenerle, en lugar de ser mantenida por él. La sociedad ya no puede vivir bajo su dominación; lo que equivale a decir que la existencia de la burguesía es, en lo sucesivo, incompatible con la de la sociedad.>> (Op. Cit.)

Dicho esto, si se acepta, como parece evidente, que, en general, no es la conciencia de los sujetos sociales la que determina su existencia sino que es la existencia social en que viven, la que determina su conciencia. La ética y la moral, el derecho, la literatura y el arte, la filosofía y la política, constituyen distintas formas de esa conciencia social que los sujetos sociales espontáneos, esto es, conformados a las relaciones sociales de producción vigentes, adquieren experimentando su propia realidad, como reflejo de esas relaciones sociales que asumen para la reproducción de su vida. Marx lo ha dicho así:

<<...en la producción social de su existencia, los seres humanos contraen determinadas relaciones necesarias e independientes de su voluntad, relaciones de producción que corresponden a una determinada fase de desarrollo de sus fuerzas productivas materiales. El conjunto de estas relaciones de producción forma la estructura económica de la sociedad, la base real sobre la que se eleva un edificio (urbeau) jurídico y político y a la que corresponden determinadas formas de conciencia social. El modo de producción de la vida material determina (bedingen) el proceso de la vida social, política y espiritual en general. No es la conciencia de los seres humanos la que determina su ser, sino por el contrario, es su ser social el que determina su conciencia.>> (K.Marx: “Prólogo a la Contribución a la crítica de la economía política”

Esto es todo lo más significativo que nosotros pensamos puede decirse lo más brevemente posible, acerca de los fundamentos científicos de la ética y de la moral -privada y pública- vigente en los distintos períodos históricos de la humanidad en el mundo Occidental.

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[2] Cuyo poder adquisitivo es igual a la inversa de lo que cuestan los servicios y bienes que se compran con él