Miscelánea sobre materialismo histórico II

  1. Consulta de Leonardo
  2. Respuesta del GPM:
    1. Producción de plustrabajo en la URSS.
    2. Tendencia al aumento en la COC.
    3. Tendencia objetiva a la reducción del salario a un mínimo histórico.
    4. Necesidad del estudio de “El Capital"

     

    1.-Consulta de Leonardo

    18-4-04

    Compañeros:

    Acabo de leer "Trabajo asalariado y capital" y "Salario precio y ganancia" y me gustaría recibir sus opiniones y aclaraciones.

    Mantengo los énfasis del texto original, los subrayados son míos.

    De "Trabajo asalariado y capital": 

    También el capital es una relación social de producción. Es una relación burguesa de producción, una relación de producción de la sociedad burguesa. Los medios de vida, los instrumentos de trabajo, las materias primas que componen el capital, ¿no han sido producidos y acumulados bajo condiciones sociales dadas, en determinadas relaciones sociales? ¿No se emplean para un nuevo proceso de producción bajo condiciones sociales dadas, en determinadas relaciones sociales? ¿Y no es precisamente este carácter social determinado el que convierte en capital los productos destinados a la nueva producción? 

    Este párrafo me hace dirigir la atención hacia qué tipo de relación social de producción existió en la URSS a partir de la contrarrevolución producida ( + -1924) posteriormente a la muerte de Lenin. 

    El capital no se compone solamente de medios de vida, instrumentos de trabajo y materias primas, no se compone solamente de productos materiales; se compone igualmente de valores de cambio. Todos los productos que lo integran son mercancías. El capital no es, pues, solamente una suma de productos materiales; es una suma de mercancías, de valores de cambio, de magnitudes sociales

    Resumiendo: "El capital ( ) es, pues, ( ) una suma ( ) de magnitudes sociales." 

    El capital sigue siendo el mismo, aunque sustituyamos la lana por algodón, el trigo por arroz, los ferrocarriles por vapores, a condición de que el algodón, el arroz y los vapores —el cuerpo del capital— tengan el mismo valor de cambio, el mismo precio que la lana, el trigo y los ferrocarriles en que antes se encarnaba. El cuerpo del capital es susceptible de cambiar constantemente, sin que por eso sufra el capital la menor alteración. 

    El capital es una relación social. 

    Pero, si todo capital es una suma de mercancías, es decir, de valores de cambio, no toda suma de mercancías, de valores de cambio, es capital

    Toda suma de valores de cambio es un valor de cambio. Todo valor de cambio concreto es una suma de valores de cambio. Por ejemplo, una casa que vale mil marcos es un valor de cambio de mil marcos. Una hoja de papel que valga un pfennig, es una suma de valores de cambio de fennig. 

    A ver si entiendo: "una casa" no es capital por más que sea un valor de cambio (una mercancía). Y al revés: el capital es una suma de mercancías, como por ejemplo, una casa... No me cierra. Marx dice 5 párrafos más arriba que capital es una suma de mercancías que "se emplean para un nuevo proceso de producción bajo condiciones sociales dadas, en determinadas relaciones sociales". Una mercancía "casa", ¿"se emplea para un nuevo proceso de producción"? No. Entonces la mercancía "casa" es mercancía y no capital... pero el capital ("suma de mercancías"), ¿incluye a la mercancía "casa"? Otra vez no. Entonces que "todo capital es una suma de mercancías", es falso. Todo capital es una suma de mercancías... si "se emplean para un nuevo proceso de producción".

     Los productos susceptibles de ser cambiados por otros productos son mercancías. La proporción concreta en que pueden cambiarse constituye su valor de cambio, o, si se expresa en dinero, su precio. La cantidad de estos productos no altera para nada su destino de mercancías, de ser un valor de cambio o de tener un determinado precio. Sea grande o pequeño, un árbol es siempre un árbol. Por el hecho de cambiar hierro por otros productos en medias onzas o en quintales, ¿cambia su carácter de mercancía, de valor de cambio? Lo único que hace el volumen es dar a una mercancía mayor o menor valor, un precio más alto o más bajo.

     Ahora bien, ¿cómo se convierte en capital una suma de mercancías, de valores de cambio? 

    Si "se convierte"... es porque aún no era capital. ¿O no? 

    Por el hecho de que, en cuanto fuerza social independiente, es decir, en cuanto fuerza en poder de una parte de la sociedad, se conserva y aumenta por medio del intercambio con la fuerza de trabajo inmediata, viva. La existencia de una clase que no posee nada más que su capacidad de trabajo es una premisa necesaria para que exista el capital. 

    El capital, entonces, es la fuerza de una clase, que se conserva y aumenta a través del intercambio con la clase no poseedora de trabajo acumulado.

    El capital (otra vez) no es más que una relación social, entre una clase que posee la fuerza, el dominio sobre el trabajo acumulado pretérito (los medios de producción) y una clase desposeída de medios y que se relaciona con aquella entregándole, a cambio de nada -regalándola-, una parte de su trabajo con la que la clase poseedora conserva y aumenta su dominio sobre el trabajo acumulado, o sea acrecienta el capital. 

    Sólo el dominio del trabajo acumulado, pretérito, materializado sobre el trabajo inmediato, vivo, convierte el trabajo acumulado en capital. 

    El capital no consiste en que el trabajo acumulado sirva al trabajo vivo como medio para nueva producción. Consiste en que el trabajo vivo sirva al trabajo acumulado como medio para conservar y aumentar su valor de cambio. 

    Entonces, ¿En que medida es aplicable la definición de "capital" -es decir: la existencia de "capitalismo"- al sistema de la URSS después de Lenin?

    Existía, sin lugar a dudas, una clase no poseedora de "TA" (trabajo acumulado). Existía, también sin dudas, una clase ("una parte de la sociedad", parafraseando a Marx) que tenía el dominio sobre el "TA".

    El trabajo vivo, productivo, en la ex URSS, ¿conservaba y aumentaba el valor de cambio del trabajo acumulado?

    Recordemos qué es el valor de cambio:

    "Los productos susceptibles de ser cambiados por otros productos son mercancías. La proporción concreta en que pueden cambiarse constituye su valor de cambio, o, si se expresa en dinero, su precio."  

    Entonces, valor de cambio es "la proporción concreta ( ) o, si se expresa en dinero, (el) precio ( ) en que pueden cambiarse" las mercancías. 

    En la ex URSS; ¿se conservaba e incrementaba el "precio" del capital (o trabajo acumulado)?

    O, en otra palabras, la relación social entre los desposeídos y los poseedores, ¿se conservaba e incrementaba?

    ¿Es correcto decir que el sistema económico-social era capitalista, aunque no hubiera burguesía?

    ¿Porqué el capital debería ser solamente una relación burguesa de producción? (que es lo que dice Marx en el primer párrafo). Aquella primera afirmación: ¿ invalida la extensión del concepto "capitalismo" al contexto de la URSS en la que no había burguesía?

    ¿No sería más preciso -por lo abarcativo y explicativo- hablar de "salariado" más que de "capitalismo"?

    "Salariado" apunta más concretamente a la relación entre las clases que el concepto "capitalismo". 

    "Salario precio y ganancia": 

    Ricardo ha observado acertadamente que la máquina está en continua competencia con el trabajo, y con harta frecuencia sólo puede introducirse cuando el precio del trabajo sube hasta cierto límite; pero la aplicación de maquinaria no es más que uno de los muchos métodos empleados para aumentar las fuerzas productivas del trabajo. Este mismo proceso de desarrollo, que deja relativamente sobrante el trabajo simple, simplifica por otra parte el trabajo calificado, y por tanto, lo deprecia.
    La misma ley se impone, además, bajo otra forma. Con el desarrollo de las fuerzas productivas del trabajo, se acelera la acumulación del capital, aun en el caso de que el tipo de salarios sea relativamente alto. De aquí podría inferirse, como lo hizo Adam Smith, en cuyos tiempos la industria moderna estaba aún en su infancia, que la acumulación acelerada del capital tiene que inclinar la balanza a favor del obrero, por cuanto asegura una demanda creciente de su trabajo. Situándose en el mismo punto de vista, muchos autores contemporáneos se asombran de que, a pesar de haber crecido en los últimos veinte años el capital inglés mucho más rápidamente que la población inglesa, los salarios no hayan experimentado un aumento mayor. Pero es que, simultáneamente con la acumulación progresiva, se opera un cambio progresivo en cuanto a la composición del capital. La parte del capital global formada por capital fijo: maquinaria, materias primas, medios de producción de todo género, crece con mayor rapidez que la parte destinada a salarios, o sea a comprar trabajo. Esta ley ha sido puesta de manifiesto, bajo una forma más o menos precisa, por Mr. Barton, Ricardo, Sismondi, el profesor Richard Jones, el profesor Ramsay, Cherbuliez y otros.

    Si la proporción entre estos dos elementos del capital era originariamente de 1 : 1, al desarrollarse la industria será de 5 : 1, y así sucesivamente. Si de un capital global de 600 se desembolsan 300 para instrumentos, materias primas, etc., y 300 para salarios, para que pueda absorber a 600 obreros en vez de 300, basta con doblar el capital global. Pero, si de un capital de 600 se invierten 500 en maquinaria, materiales, etc., y solamente 100 en salarios, para poder colocar a 600 obreros en vez de 300, este capital tiene que aumentar de 600 a 3.600. Por tanto, al desarrollarse la industria, la demanda de trabajo no avanza con el mismo ritmo que la acumulación del capital. Aumentará, pero aumentará en una proporción constantemente decreciente, comparándola con el incremento del capital

    Comprendo la tendencia pero no entiendo este razonamiento de Marx.

    Le doy vueltas a los números y "no me cierran".

    Si de un capital global de 600 se desembolsan 300 para instrumentos y materias primas y 300 para salarios.

    Para absorber el doble de obreros basta con doblar el capital global.

    Pero si de un capital de 600 se desembolsan 500 para instrumentos y materias primas y 100 para salarios, ¿hay que sextuplicar el capital global?

    ¿Porqué para absorber al doble de obreros no basta con aumentar el capital al doble? 

    Capital global = 600 que se desglosa en Capital Constante 500 y Salarios 100

    Duplico la parte de salarios (no importa el valor nominal de obreros).

    Entonces Salarios, ahora 200

    Capital Constante = ?

    Por regla de 3 simple el resultado es Capital Constante = 1000

    Luego Salarios 200 + CC 1000 = 1.200

    Entonces, para duplicar la cantidad de obreros DUPLICO EL CAPITAL GLOBAL

    NO IMPORTA LA PROPORCION "DENTRO" DEL CAPITAL

    Si duplico, duplico y si triplico, triplico.

    Sigo sin entenderlo.

    Otra cuestión de "Salario precio y ganancia":

    Antes del párrafo del correo anterior Marx desarrollaba la cuestión del valor del trabajo arribando a la conclusión de que:

    <<La tendencia general de la producción capitalista no es a elevar el promedio standard del salario, sino a reducirlo.

    Marx dice que:

    <<el precio del trabajo en el mercado, al igual que el de las demás mercancías, tiene que adaptarse, con el transcurso del tiempo, a su valor ; que, por tanto, pese a todas sus alzas y bajas y a todo lo que el obrero puede hacer, éste acabará obteniendo solamente, por término medio, el valor de su trabajo que se reduce al valor de su fuerza de trabajo; la cual, a su vez, se halla determinada por el valor de los medios de sustento necesarios para su manutención y reproducción, valor que está regulado en último término por la cantidad de trabajo necesaria para producirlos.
    Pero hay ciertos rasgos peculiares que distinguen el valor de la fuerza de trabajo o el valor del trabajo de los valores de todas las demás mercancías. El valor de la fuerza de trabajo está formado por dos elementos, uno de los cuales es puramente físico, mientras que el otro tiene un carácter histórico o social. Su límite mínimo está determinado por el elemento físico ; es decir, que para poder mantenerse y reproducirse, para poder perpetuar su existencia física, la clase obrera tiene que obtener los artículos de primera necesidad absolutamente indispensables para vivir y multiplicarse. El valor de estos medios de sustento indispensables constituye, pues, el límite mínimo del valor del trabajo. Por otra parte, la extensión de la jornada de trabajo tiene también sus límites extremos, aunque sean muy elásticos. Su límite máximo lo traza la fuerza física del obrero. Si el agotamiento diario de sus energías vitales rebasa un cierto grado, no podrá desplegarlas de nuevo día tras día. Pero, como dije, este límite es muy elástico. Una sucesión rápida de generaciones raquíticas y de vida corta abastecería el mercado de trabajo exactamente lo mismo que una serie de generaciones vigorosas y de vida larga.>>

    Sí, aunque que para los obreros estas distintas opciones no le son indiferentes. (Tampoco al burgués que logra aumentar la duración de la máquina humana).

    <<Además de este elemento puramente físico, en la determinación del valor del trabajo entra el nivel de vida tradicional en cada país. No se trata solamente de la vida física, sino de la satisfacción de ciertas necesidades, que brotan de las condiciones sociales en que viven y se educan los hombres.()Este elemento histórico o social que entra en el valor del trabajo puede dilatarse o contraerse, e incluso extinguirse del todo, de tal modo que sólo quede en pie el límite físico. ()Si comparáis los salarios o valores del trabajo normales en distintos países y en distintas épocas históricas dentro del mismo país, veréis que el valor del trabajo no es, por sí mismo, una magnitud constante, sino variable, aun suponiendo que los valores de las demás mercancías permanezcan fijos.
    Una comparación similar demostraría que no varían solamente las cuotas de ganancia en el mercado, sino también sus cuotas medias.
    Por lo que se refiere a la ganancia, no existe ninguna ley que le trace un mínimo. No puede decirse cuál es el límite extremo de su baja. ¿Y por qué no podemos fijar este límite? Porque si podemos fijar el salario mínimo, no podemos, en cambio, fijar el salario máximo. Lo único que podemos decir es que, dados los límites de la jornada de trabajo, el máximo de ganancia corresponde al mínimo físico del salario, y que, partiendo de salarios dados, el máximo de ganancia corresponde a la prolongación de la jornada de trabajo, en la medida en que sea compatible con las fuerzas físicas del obrero. Por tanto, el máximo de ganancia se halla limitado por el mínimo físico del salario y por el máximo físico de la jornada de trabajo. Es evidente que, entre los dos límites de esta cuota de ganancia máxima, cabe una escala inmensa de variantes. La determinación de su grado efectivo se dirime exclusivamente por la lucha incesante entre el capital y el trabajo; el capitalista pugna constantemente por reducir los salarios a su mínimo físico y prolongar la jornada de trabajo hasta su máximo físico, mientras que el obrero presiona constantemente en el sentido contrario.
    El problema se reduce, por tanto, al problema de las fuerzas respectivas de los contendientes.
    2. Por lo que atañe a la limitación de la jornada de trabajo, lo mismo en Inglaterra que en los demás países, nunca se ha reglamentado sino por ingerencia legislativa. Sin la constante presión de los obreros desde fuera, la ley jamás habría intervenido. En todo caso, este resultado no podía alcanzarse mediante convenios privados entre los obreros y los capitalistas. Esta necesidad de una acción política general es precisamente la que demuestra que, en el terreno puramente económico de lucha, el capital es la parte más fuerte.
    En cuanto a los límites del valor del trabajo, su fijación efectiva depende siempre de la oferta y la demanda, refiriéndome a la demanda de trabajo por parte del capital y a la oferta de trabajo por los obreros.()Pero, pasemos ahora a los viejos países civilizados, en que el capital domina todo el proceso de producción. Fijémonos, por ejemplo, en la subida de los jornales de los obreros agrícolas en Inglaterra, de 1849 a 1859. ¿Cuáles fueron sus consecuencias? Los agricultores no pudieron subir el valor del trigo, como les habría aconsejado nuestro amigo Weston, ni siquiera su precio en el mercado. Por el contrario, tuvieron que resignarse a verlo bajar. Pero, durante estos once años, introdujeron máquinas de todas clases y aplicaron métodos más científicos, transformaron una parte de las tierras de labor en pastizales, aumentaron la extensión de sus granjas, y con ella la escala de la producción; y de este modo, haciendo disminuir por estos y por otros medios la demanda de trabajo gracias al aumento de sus fuerzas productivas, volvieron a crear una superpoblación relativa en el campo. Tal es el método general con que opera el capital en los países poblados de antiguo, para reaccionar, más rápida o más lentamente, contra las subidas de salarios. Ricardo ha observado acertadamente que la máquina está en continua competencia con el trabajo, y con harta frecuencia sólo puede introducirse cuando el precio del trabajo sube hasta cierto límite; pero la aplicación de maquinaria no es más que uno de los muchos métodos empleados para aumentar las fuerzas productivas del trabajo. Este mismo proceso de desarrollo, que deja relativamente sobrante el trabajo simple, simplifica por otra parte el trabajo calificado, y por tanto, lo deprecia()

    Entonces, tenemos que el valor del trabajo posee un límite mínimo físico determinado por el valor de los medios de sustento necesarios para su manutención y reproducción y un límite mínimo de carácter histórico o social. La máquina está en continua competencia con el trabajo; pero la aplicación de maquinaria no es más que uno de los muchos métodos empleados para aumentar las fuerzas productivas del trabajo. Y dados los límites de la jornada de trabajo, el máximo de ganancia corresponde al mínimo físico del salario, el máximo de ganancia corresponde a la prolongación de la jornada de trabajo, en la medida en que sea compatible con las fuerzas físicas del obrero. Por tanto, el máximo de ganancia se halla limitado por el mínimo físico del salario y por el máximo físico de la jornada de trabajo. Es evidente que, entre los dos límites de esta cuota de ganancia máxima, cabe una escala inmensa de variantes. La determinación de su grado efectivo se dirime exclusivamente por la lucha incesante entre el capital y el trabajo; el capitalista pugna constantemente por reducir los salarios a su mínimo físico y prolongar la jornada de trabajo hasta su máximo físico, mientras que el obrero presiona constantemente en el sentido contrario.

    ¿A qué se refiere entonces Marx con la tendencia general de la producción capitalista no es a elevar el promedio standard del salario, sino a reducirlo. Y qué relación tiene esa aseveración con que el capitalista pugna constantemente por reducir los salarios a su mínimo físico.

    Yo entiendo que existe una tendencia general de la producción capitalista a reducir el promedio del salario común con relación a la ganancia, independientemente de la fuerza productiva del trabajo. Pero, dado el incremento exponencial de la fuerza productiva del trabajo, existe también una tendencia de aumento del valor del salario que contrarresta a la anterior tendencia.

    Esta otra tendencia es la responsable -entre otras cuestiones- de que la duración promedial de la vida del obrero crezca pese a que el grado de explotación aumenta.

    El grado del promedio estandar del salario decrece pero su fuerza acrece.

    Esto se expresa en que el valor mínimo de la fuerza de trabajo se integra en parte del aumento de la fuerza productiva del trabajo, o dicho de otro modo, el desarrollo de las fuerzas productivas bajo el capitalismo derrama en parte esa fuerza en beneficio de la clase explotada.

    Entonces, el que el capitalista pugne por reducir los salarios a su límite físico no es más que un aspecto de la lucha de clases mas no una ley económica.

    Leonardo

     

    2.-Respuesta del GPM

    Estimado compañero:

    Tenemos con usted pendientes una serie de comentarios, consultas etc, que al no encontrar tiempo para dar cumplida respuesta se van posponiendo, pareciendo como si no quisiéramos responder y nada más alejado de la realidad. El caso es que la actualidad y los acontecimientos de la situación política social y económica de la realidad capitalista devora, en gran medida, todo nuestro tiempo y atención.

    Pasamos a continuación con uno de los asuntos que más tiempo lleva en nuestra carpeta de tareas pendientes en relación a su persona, nos referimos a su consulta más arriba reseñada y que en la última comunicación le avisábamos que le adjuntábamos la respuesta, -cosa que no ocurrió-. Antes de enviársela reparamos en diversos errores y decidimos postergarla.

    En esa carta nos consulta sobre sus dudas al leer las obras “Trabajo asalariado y capital” y “Salario, precio y ganancia”.

a.- Sobre algunos deslices en obras de Marx.

En primer lugar tenemos que aclararle que “Trabajo asalariado y capital” está fechada en unos años en los que Marx todavía no tenía perfilada en su cabeza la pintura total del entramado capitalista. Poseía, eso sí, en lo tocante a las relaciones económicas, un esquema bastante aproximado a lo que posteriormente vería confirmado al investigar con más detalle la economía capitalista con el fin de escribir la “Contribución a la crítica de la economía política” y “El Capital”.

Por otro lado, “Salario, precio y ganancia” fue el resultado de un discurso pronunciado en una reunión del Consejo General de la Asociación Internacional de Trabajadores en junio de 1865, y ahí Marx, a pesar de tener ya definido el entramado capitalista en su conjunto, sacrificó, en parte, el rigor científico sobre algunos detalles, como veremos más adelante, en aras de una comprensión general de lo que resultaba ya de por sí un largo discurso.

Trabajo asalariado y capital” vio la luz a partir del 4 de abril de 1849 en sucesivos números de la Nueva Gaceta del Rhin. Esta obra está basada en las conferencias que Marx dio en 1847 en la Asociación Obrera Alemana de Bruselas. La obra está incompleta, no habiéndose encontrado los manuscritos que debían de completar la totalidad de la obra. Engels, en 1891 frente a la reedición del texto con un formato para un folleto de propaganda se pregunta si Marx habría aprobado, sin más, la reimpresión de 100.000 ejemplares sin haber llevado a efecto en el texto ninguna modificación. A tal fin, Engels comenta en su introducción:

<<En la década de los cuarenta, Marx no había terminado aún su crítica de la Economía política. Fue hacia fines de la década de los cincuenta cuando dio termino a esa obra. Por eso, los trabajos publicados por él antes de la aparición de la Contribución a la Crítica de la Economía política (1859), el primer fascículo de su obra grande, difieren en algunos puntos de los que vieron la luz después de aquella fecha; contienen expresiones y frases enteras que, desde un punto de vista de las obras posteriores, parecen poco afortunadas y hasta inexactas. >> (El subrayado nuestro)

Siguiendo la advertencia de Engels, podemos afirmar que Marx incurrió –entre otros deslices- el de incluir como elementos del capital los medios de vida que necesitan tanto el asalariado como el capitalista:

<<El capital no se compone solamente de medios de vida, instrumentos de trabajo y materias primas, no se compone solamente de productos materiales; se compone igualmente de valores de cambio.>> (el subrayado es nuestro).

En este pasaje, cuando Marx habla de medios de vida, a lo que se refiere en realidad es al Capital variable por medio del cual el capitalista compra la fuerza de trabajo del asalariado. Cuando el valor de ese capital variable, convertido en salario, se desembolsa en forma de dinero para pagar al obrero y éste lo percibe, deja de ser inmediatamente capital para convertirse en renta, renta del trabajo que posee el asalariado para la adquisición de los medios de vida con cuyo uso y disfrute repone su fuerza de trabajo.

En definitiva, el capital variable lo es, desde el momento en que el capitalista lo destina a la compra de fuerza de trabajo, hasta que pasa a manos del asalariado en forma de dinero. Desde este momento, es decir, ya antes de la compra de los medios de vida, el salario en manos del obrero deja de ser capital, del mismo modo que el tiempo “libre” del obrero deja de pertenecer al capitalista una vez acabada la jornada de labor. De lo contrario, el asalariado se convertiría en esclavo.

Y así como fuera de la jornada laboral (del tiempo en que produce el valor de sus medios de vida más un plusvalor) el obrero deja de pertenecer a su patrón, el salario que gasta y los medios de vida que adquiere y consume en ese tiempo “libre”, pertenecen —de hecho y por derecho— exclusivamente al obrero. Durante ese tiempo:

 <<Estos medios de subsistencia no constituyen elementos del proceso de trabajo (y de valorización), el cual junto a la capacidad de trabajo activa (o trabajo) no presupone nada más que el material de trabajo (materia prima y auxiliar) y los medios de trabajo (máquinas y herramientas). De hecho, el obrero debe conservar su capacidad de trabajo merced a los medios de subsistencia, pero este consumo privado suyo, que es al mismo tiempo reproducción de su capacidad de trabajo, está al margen del proceso de producción de la mercancía (que ese obrero produce).>>(K. Marx “El Capital” Libro 1 Cap. VI inédito. Lo entre paréntesis es nuestro)

Consiguientemente, al no formar parte del proceso de producción y, por tanto, de los fundamentos del contrato de trabajo: la producción de plusvalor, el tiempo en que el obrero gasta su salario y consume su equivalente en medios de vida, todo eso —tiempo y medios de vida del asalariado— dejan de pertenecer al capital, dejan de ser capital. Marx también contempla el caso de que ese consumo de medios de subsistencia tenga lugar en el mismo ámbito y momento del proceso de producción, es decir, mientras el asalariado produce:

<<Es posible que en la producción capitalista, el capital absorba todo el tiempo disponible del obrero, y que, por lo tanto, el consumo de medios de subsistencia aparezca prácticamente como un incidente del proceso laboral, al igual que el consumo de carbón por las máquinas de vapor, el de grasa por la rueda o de heno por el caballo (de tiro), al igual que todo el consumo privado del esclavo que trabaja (…) Pero sea lo que fuere en la practica (social), los medios de subsistencia son, tan pronto el obrero libre los consume, mercancías que él ha adquirido. No bien pasan a sus manos y con mayor razón aun cuando los consume, han dejado de ser capital.>> (Op. Cit.) [1]

De todo este razonamiento se desprende, lógicamente, que si los medios de subsistencia fueran capital, la plusvalía y, consecuentemente, la acumulación de capital, serían materialmente imposibles. 

 Para ser riguroso, lo que Marx debiera haber dicho en el pasaje referido de “Trabajo asalariado y capital”, es que la parte de dinero que el capitalista destina a la inversión en salarios, es decir, en capital variable, por sí mismo, antes del proceso productivo, no es propiamente capital; para serlo, necesita antes concretar una relación social de cambio (contrato de trabajo). Esto supone la categoría moderna del “trabajador libre” propietario de su fuerza de trabajo, característica distintiva del modo de producción capitalista en relación al resto de modos de producción anteriores.

Usted dice:

“una casa” no es capital por más que sea un valor de cambio (una mercancía). Y al revés: el capital es una suma de mercancías, como por ejemplo una casa...No me cuadra.

En esta frase suya sobra la expresión “al revés”, porque, según la lógica del capitalismo, la primera afirmación está sólo en contradicción aparente con la segunda. Mejor dicho, la contradice formalmente, pero dialécticamente no. En sentido dialéctico las cosas son o dejan de serlo según las condiciones de su existencia. Una casa puede ser capital o no serlo, todo depende del rol que su propietario le haga desempeñar en la sociedad. Cuando alguien compra una casa, es decir, una mercancía cuyo contenido o soporte material es una casa para hacer uso y disfrute particular de ella, esa casa en manos del comprador deja de ser capital si es que su vendedor es un promotor inmobiliario. Si esa misma mercancía “casa” hubiera sido adquirida para un uso que produjera plusvalía mediante el empleo de trabajo asalariado, como por ej. una escuela o una gestoría, esa casa constituiría parte del capital fijo de tales empresas del sector servicios.

Desde el punto de vista del vendedor, La misma casa en manos de un agente inmobiliario que la vende a un particular o a un empresario, es el resultado final de un proceso productivo que comenzó el constructor, el promotor etc. y que debe su existencia en el mercado inmobiliario al objeto de ser vendida y así poder capitalizar el plusvalor contenido en ella. Es decir, recuperar el valor invertido para su construcción: Capital constante más el Capital variable (Cc+Cv) y, además, efectivizar la plusvalía creada en el proceso de producción de la casa (P).

 Todo capital es mercancía, pero no toda mercancía es de por sí capital, aunque las dos se presenten bajo la misma forma social general, en nuestro caso, una casa objeto de compraventa, sólo es capital si adquiere la forma social específica del capitalismo: servir a los fines de producir y capitalizar plusvalor.

Seguidamente nos hace la pregunta de si una suma de mercancías al tener la posibilidad de convertirse en capital es ya de por sí capital. En los modos de producción capitalistas que Marx llama de “producción mercantil simple”, el proceso de intercambio de valores, se lleva a cabo mediante la siguiente metamorfosis o cambio de forma social de los valores económicos en general: Ma—D—Mb, donde la forma mercantil expresada en la mercancía Mtoma la forma dineraria D, para finalmente transformarse en la forma mercantil Mb. Pero, además de este cambio o metamorfosis social, en este proceso de intercambio se verifica, además, otra metamorfosis social de la mercancía, dado que, a instancias del dinero D,  la mercancía “a” pasa a poder del productor de la mercancía “b” y la de éste, a manos del productor “a”. En este proceso de circulación de una misma magnitud de valor, se opera, pues una doble metamorfosis social: en la forma del valor y en el distinto contenido material de las mercancías que constituyen la finalidad del intercambio.

Bajo el modo de producción capitalista, la circulación del valor adquiere la siguiente forma específica: D—M—D+Dd. Esta fórmula expresa el proceso de circulación entre el capitalista y el asalariado, donde, a pesar de que se intercambian equivalentes, al final del proceso el patrón se encuentra con que su capital se ha incrementado. Y esto, en razón del doble carácter del trabajo contenido en la mercancía fuerza de trabajo, cuyo uso, al final del metabolismo o transformación de la mercancía M (maquinaria, materia prima, auxiliar y fuerza de trabajo) en producto, es decir, en el contenido material de su valor, experimenta también un incremento de valor llamado plusvalor.  

Por tanto, lógicamente, la posibilidad real o causa formal (sistémica) de que M se convierta en D+Dd = capital dinerario D incrementado en un determinado porcentaje de plusvalor, no está en la condición objetiva de M (maquinaria, materia prima y auxiliar), sino en su condición subjetiva, esto es, en el doble carácter singular contenido en la mercancía fuerza de trabajo.

Pero esto es así, siempre que la fuerza de trabajo se intercambie por capital dinero. De lo contrario, aun dentro del sistema capitalista, sin esa condición suficiente  esa posibilidad se desvanecería. Efectivamente, como hemos dicho, esa posibilidad no está en cosas o valores de uso como lo es cualquier maquinaria, materias primas y auxiliares que constituyen las condiciones objetivas necesarias de todo proceso de trabajo. Lo mismo cabe decir de la condición subjetiva de ese mismo proceso que es el trabajador, incluso como asalariado. Esto no deja de ser así, incluso si esas mismas condiciones objetivas deban pasar por ser mercancías antes de fungir como factores de la producción. Tal es el caso de un arquitecto que se construye su propia casa. La maquinaria que alquila, tanto como las materias primas que adquiere y los salarios que contrata para el exclusivo fin de usufructuar el producto de ese proceso de trabajo, no los paga con capital sino con renta. Al no haber intercambio de fuerza de trabajo por capital, el proceso de trabajo cuyo producto es la casa del arquitecto, no se convierte en proceso de valorización y, por tanto, no existe posibilidad alguna de capitalizar plusvalor, de que el dinero empleado en ese proceso de trabajo se convierta en capital. Actos y procesos de trabajo marginales como éste, constituyen reminiscencias de la sociedad gentilicia temprana de los productores libres en régimen de autosuficiencia, dentro de la sociedad capitalista actual.

Ahora bien, cuando esas mismas condiciones objetivas y subjetivas se emplean no para usufructo de su producto, sino para la venta a terceras personas,  ese proceso de trabajo es, al mismo tiempo un proceso de valorización y la casa resultante pasa a ser capital. (Cfr.: “El Capital” Libro I Cap. V), aquí es donde radica la posibilidad de convertir dinero en capital. En este caso, el dinero en poder del arquitecto para la compra de los medios de producción y de la fuerza de trabajo, deja de ser renta y convierte así en capital dinerario. Pero ese capital dinerario sólo es capital virtual o en potencia. Sólo se convierte en capital real en el acto productivo, es decir, como capital productivo. Una vez terminado el proceso productivo el capitalista se encuentra con una mercancía casa dispuesta para ser vendida en el mercado inmobiliario, como capital mercantil. Finalmente, al momento en que la operación de venta se ejecuta, la capitalización se realiza recuperando el capital invertido más el plusvalor, todo bajo la forma de capital dinero dispuesto a iniciar un nuevo período de rotación con la masa del plusvalor que resta de la parte que el arquitecto capitalista decida sustraer para su fondo de consumo particular. 

Por último, siempre bajo el punto de vista del productor, conviene aclarar que no toda suma de mercancías es capital, por ej. si usted contempla un puesto de artesanía en un mercado rural, en el que el vendedor es el mismo artesano que fabricó sus mercancías, por mucho que ese productor sume todas esas mercancías no las podrá convertir en capital jamás. ¿Qué le falta a esa suma de mercancías para ser capital? La respuesta está dada más arriba: para que una suma de mercancías se convierta en capital hace falta que se incluya entre ellas la fuerza de trabajo ajeno, es decir, la fuerza de trabajo asalariado.

Otra cuestión que es necesario aclarar, es que en “Trabajo asalariado y capital” Marx no distinguía todavía entre los conceptos de “trabajo” y “fuerza de trabajo”. Fue Engels quien, a partir de la reedición de 1891 de esta obra, advirtió al lector de este detalle para proceder a la correspondiente modificación del texto, explicando que Marx descubrió el doble carácter del trabajo como resultado de posteriores investigaciones (1859), cuyos resultados concretó por primera vez en su “Contribución .a la Crítica de la Economía Política”, como parte de sus “Grundrisse” o fundamentos para elaborar seguidamente “El Capital”:

<<Y acerca de esta modificación, tengo que dar las necesarias explicaciones. Tengo que darlas a los obreros, para que vean que no se trata de ninguna sutileza de palabras, ni mucho menos, sino de uno de los puntos más importantes de toda la Economía Política. Y a los burgueses, para que se convenzan de cuán por encima están los incultos obreros, a quienes se pueden explicar con facilidad las cuestiones económicas más difíciles, de nuestros petulantes hombres «cultos», que jamás, mientras vivan, llegarán a comprender estos intrincados problemas.>> (F.Engels: Op. Cit.)

Hasta esas fechas, toda la economía política clásica venía hablando del valor del trabajo, incluso Marx se vio “obligado” en numerosas ocasiones ha hablar del “valor del trabajo” para no tener que detenerse en demasiadas explicaciones, tal y como advertimos que hizo en el discurso que pronunció en el Consejo General de la Asociación Internacional de Trabajadores, conocido como “Salario, precio y ganancia” (1865) aunque utilizando siempre esa expresión en cursiva: “valor del trabajo”.

Se debe a Marx el merito de haber descubierto el doble carácter del trabajo contenido en toda mercancía, es decir, que desde el punto de vista del trabajo en su relación con el objeto producido hay que distinguir por un lado, el trabajo concreto o cualitativo, a instancias del cual se producen los distintos valores de uso y, por otro lado, el trabajo abstracto por mediación del cual se producen los valores materializados en las mercancías según la cantidad de trabajo contenido en ellas que, al igualarse con otras conteniendo la misma magnitud de trabajo medida en unidades de tiempo, se convierten en valores de cambio.

Y este doble carácter del trabajo contenido en el común de las mercancías, también está contenido en la mercancía fuerza de trabajo. Desde el punto de vista de las relaciones de producción capitalistas, el trabajo no sólo tiene un valor de uso consistente en la capacidad de trabajar o fuerza de trabajo sino también un valor de cambio expresado en el salario o Capital Variable (CV). Para Marx éste es el eje en torno al cual gira la comprensión de la economía política, sencillamente porque de este doble carácter del trabajo brota la plusvalía, principio activo y finalidad del capitalismo. Es el doble carácter del trabajo el que permite que, sin violar la ley de intercambio entre mercancías equivalentes, como son el valor de la fuerza de trabajo por un lado y, de otro, su equivalente en capital variable o salario, una vez firmado el acuerdo o contrato entre personas jurídicamente iguales que deciden “libremente” cambiar cosas de igual valor, el capitalista adquiere el derecho a usar esa capacidad de trabajo adquirida, convirtiéndola así de potencia en acto, en trabajo efectivo, cuya virtud consiste en crear más valor del contenido en su valor de cambio, un plus de valor que, por esa razón los clásicos denominaron plusvalor aunque sin darse cuenta de ello.

b-Producción de plustrabajo en la URSS

Si se estudia la sociedad surgida de la Rusia soviética, Es evidente que desde el triunfo de la revolución en 1917 hasta la desaparición de la URSS en 1991, no se puede hablar de un modo de producción puro socialmente predominante. Los predominante eran las leyes del capitalismo actuando en sentido disolvente de todo lo anterior, pero esta tarea del “Viejo Topo” todavía no había sido consumada. A los primeros años de “comunismo de guerra” le sustituyó la NEP bajo el modo de producción capitalista de Estado. Posteriormente, con Stalin y su camarilla burocrática la consolidación de las tendencias contrarrevolucionarias hicieron posible el lento pero inexorable retorno al modo de producción capitalista combinándolo, contradictoriamente, con una retórica anticapitalista.

Según expone Lenin en sus trabajos: "Infantilismo `de izquierda´ y la mentalidad pequeñoburguesa" (mayo de 1918) y en "El impuesto en especie" (abril de 1921) coexistían cinco estructuras económico-sociales  o modos de producción diversos entrelazados en el territorio soviético, a saber:

1.        Patriarcal o economía campesina en régimen de subsistencia.

2.        Economía en régimen de producción mercantil simple. (en esta categoría eran mayoría los pequeños campesinos que vendían sus excedentes.

3.        Capitalismo privado.

4.        Capitalismo de estado.

5.        Socialismo. 

Esto quiere decir que el modo de producción socialista y el capitalismo de Estado eran todavía incipientes híbridos sociales implantados por la revolución entre los otros cuatro preexistentes socialmente predominantes. Era un modo de producción que, en sí mismo, había dejado el capitalismo atrás, aunque todavía no había llegado a la sociedad socialista. En el capítulo XVII del Libro III, Marx alude al pequeño comerciante en la sociedad de mediados del siglo XIX, al que cataloga como una “categoría híbrida” entre el trabajador libre o cuentapropista y el capitalista propiamente dicho. Y Engels, en el capítulo VIII de “El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado”, refiriéndose a las consecuencias de la disolución del Imperio Romano durante los albores de la sociedad feudal, dice de los colonos germanos sujetos a la tierra, que ya “no eran esclavos hablando propiamente, pero tampoco eran libres” en el sentido burgués, dando a entender que esa sociedad germana era un híbrido entre feudalismo y capitalismo.

¿Cuáles eran —en términos de clase— las categorías que predominaban en este complejo entramado económico-social heredado de la Rusia prerrevolucionaria? Según el censo de noviembre de 1917, los campesinos pobres, los estratos más bajos de la pequeñoburguesía. El capitalismo privado explotador de trabajo ajeno en grande y mediana escala, junto con sus medios de producción habían sido estatizados pasando a conformar la última categoría descrita. Respecto del capitalismo de Estado, lo que Lenin llamaba "su envoltura exterior" (monopolio estatal del comercio con los cereales, empresarios y comerciantes explotadores de mano de obra en pequeña escala sometidos al control obrero, cooperativistas burgueses), estaba "desgarrada en una u otra parte por los especuladores" y el principal objeto de esa especulación eran los cereales.

Solventado el primer interrogante, Lenin formuló el que surgió naturalmente de las condiciones a transformar en lo inmediato desde el punto de vista de la estrategia comunista: ¿Entre qué categorías estaba planteada la lucha de los revolucionarios comunistas, entre la cuarta y la quinta categorías enumeradas? Y contestó:

<<Por supuesto que no. No es el capitalismo de Estado el que lucha contra el socialismo, sino la pequeñoburguesía más el capitalismo privado que luchan tanto contra el capitalismo de Estado como contra el socialismo. La pequeñoburguesía se resiste a toda intervención del Estado, a todo registro y control, ya sea capitalista de Estado o socialista de Estado. Es un hecho real, absolutamente irrefutable, y no comprenderlo constituye la raíz de una serie de errores económicos. El especulador, el agiotista, el que entorpece el monopolio [estatal en función social progresiva]: ese es nuestro principal enemigo. (...) Sabemos muy bien que la base económica de la especulación es la capa de los pequeños propietarios, extraordinariamente vasta en Rusia, y el capitalismo privado, que tiene un agente en cada pequeñoburgués. Sabemos que millones de tentáculos de esta hidra pequeñoburguesa aferran, aquí o allá, a diversos sectores obreros, y que la especulación penetra en todos los poros de la vida económico-social en lugar del monopolio de Estado.>> (V.I. Lenin: "El impuesto en especie" 21/04/921. Lo entre corchetes es nuestro)

Sin embargo, los "comunistas de izquierda" pensaban que el capitalismo de Estado era el principal obstáculo en la lucha por el socialismo. ¿Por qué? Pues, porque, como lo advirtió Lenin en su momento, se limitaron a ver la compleja realidad de la URSS salida de la guerra como:

<<...una abstracta contraposición entre 'capitalismo' y 'socialismo' sin estudiar las (necesarias) formas y etapas concretas de la transición que tiene lugar en nuestro país>> (V.I. Lenin: Ibíd)

¿En qué únicos términos políticos podía traducirse esta simple y abstracta (es decir, no mediada) contraposición? En eliminar por decreto el período de transición, esto es, en que el 25% de la población supuestamente convencida de la necesidad del comunismo, sometiera por la fuerza al 75% restante. Nosotros, junto con Lenin, pensamos que este "Polpotismo" antimarxista acabaría en una derrota estratégica catastrófica de la revolución en el corto plazo. Por eso Lenin se refería en esta obra a los mejores elementos del movimiento revolucionario ruso, como "los comunistas de izquierda", a quienes reprochaba no haber comprendido nunca a los maestros del socialismo cuando alertaban sobre los "largos dolores del parto de la nueva sociedad", y a la necesidad de estudiar y respetar la ley que preside el movimiento de la sociedad burguesa como un requisito ineludible del poder proletario, para acelerar ese desarrollo natural evitando al mismo tiempo las catastróficas consecuencias humanas de ese desarrollo en el caso de estar presidido por la burguesía. Lenin aludía al pasaje del prologo de Marx a la primera edición alemana de "El Capital":

<<Aunque una sociedad haya descubierto la ley que preside su propio movimiento -y el objetivo último de esta obra es, en definitiva, sacar a la luz la ley económica que rige el movimiento de la sociedad moderna- no puede saltarse fases naturales de desarrollo ni abolirlas por decreto. Pero puede abreviar y mitigar los dolores del parto>> (K. Marx: Op. Cit.)

Según este criterio, el arte político revolucionario tras la toma del poder en cualquier sitio, consiste en combinar esta dificilísima labor —tanto más dificultosa cuanto mayor es el atraso de las fuerzas productivas— con la de inducir a la revolución internacional.

Acabada la guerra, los bolcheviques derogaron las requisas autorizadas por las leyes promulgadas para atender la prioridad de mantener al ejército, Pero no reimplantaron el comercio libre, sino condicionado por un impuesto en especie, cuyo monto en valor fue sensiblemente menor que el importe de las requisas, de modo tal que, con la diferencia, los campesinos pudieran reponer los aperos y demás medios e insumos necesarios para trabajar sus tierras a pleno rendimiento, permitiendo así reiniciar los interrumpidos intercambios entre el trabajo agrícola y la industria. De este modo, con el producto del impuesto al conjunto de los campesinos, el Estado dedicó una parte a saciar el hambre de los obreros industriales, y la otra parte la entregó en forma de simiente al campesino pobre para reforzar su alianza con él, evitando al mismo tiempo que, a instancias del crédito para simiente, los agricultores más grandes arruinen al pequeño y se reproduzca el latifundio. La táctica consistió en mantener al pequeño agricultor en su misma dimensión de masas como aliado del Estado soviético, hasta tanto el desarrollo de las fuerzas productivas soviéticas en los dos sectores, a instancias de la propia ley del valor y la ampliación paulatina de las granjas colectivas, posibilitara la transformación sin traumas de los campesinos pobres en asalariados, en la medida en que los precios agrícolas bajaran hasta dejar sin sentido económico a la pequeña producción mercantil, y el poder adquisitivo de los salarios agrícolas superaran los ingresos netos de los pequeños agricultores. Esto es capitalismo de Estado en transito al socialismo. Y a falta de argumentos convincentes en contra, nosotros mantenemos desde la memoria histórica del movimiento, que esto es lo que Lenin y los bolcheviques han intentado hacer con muy pocos errores; a pesar de todos los condicionantes, incluida la "oposición de izquierda" dentro del partido. Nada que ver con lo que hizo posteriormente la burocracia stalinista.

El impuesto en especie fue una expresión de capitalismo condicionado, dirigido por el Estado obrero campesino. En una situación posbélica de hambre generalizada residual en las ciudades y de aguda carencia de medios de producción en el campo, había que estimular la producción del campesino pobre para regularizar el suministro de alimentos a las zonas carenciadas. Para el capitalismo puro, el capitalismo liberal, coincidente en este caso con el pequeño y mediano productor, hay una sola alternativa: reimplantar el comercio libre.

Cuando Lenin escribió "El impuesto en especie" para abundar en sus fundamentos respecto de la "Nueva Política Económica" (NEP), decía que para mantener en funcionamiento la industria mejorando la situación de los obreros, había que desarrollar las fuerzas productivas en el campo manteniendo intactas las relaciones de producción en las estructuras 1 y 2, es decir, tal y como habían sido heredadas del capitalismo. Pero ésta no era más que una razón instrumental, presidida por la estratégica para todo el período post revolucionario de lucha por consolidar el Estado soviético. Y, para Lenin, esa lucha consistió en mantener y reforzar la alianza entre los asalariados y la pequeñoburguesía rural y urbana; esa fue la política diseñada para la dictadura del proletariado; e insistía en que la dictadura del proletariado no consiste simplemente en hacer tabula rasa con las expropiaciones, sino en saber dirigir la política para transformar políticamente —no por decreto— las condiciones históricas (económicas y políticas) en que se encontraban las relaciones de producción que conformaban las estructuras económico-sociales 2 y 3. Y si el proletariado había llegado al poder mediante una política diseñada para la masa pequeñoburguesa de la ciudad y el campo, una vez tomado el poder no había razones para abandonar esa política sino al contrario. Más aun, esa política dirigida a generar su apoyo durante la etapa de lucha por alcanzar el poder soviético, una vez instalado el flamante Estado obrero revolucionario y expropiados el gran capital financiero y los terratenientes, la política del proletariado con la pequeñoburguesía debía seguir pasando por el "registro y control" obrero sobre ella y todos los demás sectores privados, pero tratando de convertir su apoyo político en una alianza de clases con ellos para seguir llevando adelante la lucha inacabada contra la grande y mediana burguesía industrial y financiera en contubernio aliada con los kulaks en el campo. Una alianza sin hacer concesiones teóricas ni políticas al individualismo pequeñoburgués.

Si se quería implementar tácticamente la estrategia socialista en semejantes condiciones, era obligado que la ley del valor siguiera rigiendo buena parte de la producción y condicionando la totalidad de la distribución de la riqueza. De ahí que subsistieran la diferenciación salarial y de ingresos en general, según la consigna marxista vigente para la etapa de transición al socialismo: "De cada cual según su trabajo y a cada cual según sus obras", habida cuenta de que, como en el capitalismo, seguía habiendo obras o trabajos más valiosos que otros en función de la cualificación laboral y los precios de los productos en el mercado. Y esto no es socialismo sino capitalismo. Pero capitalismo dirigido por el partido revolucionario proletario con una estrategia socialista. Tales fueron los argumentos que esgrimieron los bolcheviques durante esa polémica sobre la ley del valor en la URSS entre 1921 y 1922:

<<Son numerosos los que imaginan que nuestra industria de Estado representa un auténtico capitalismo de Estado, en el sentido más estricto de la palabra, tal como ha sido aceptado universalmente por los marxistas. No se trata exactamente de ello; si se habla realmente de capitalismo de Estado, debe hacerse con importantes comillas que recubran el propio término. ¿Por qué razón? Es evidente: al utilizar este término no puede olvidarse el carácter de este Estado. Este término, lo recordamos, tiene orígenes socialistas. Jaurés y los reformistas franceses, que en general le imitaban, hablaban del capitalismo de Estado como de una socialización "coherente con la república demócrata". Podemos responder a esto, en cuanto marxistas, que a partir del momento en que el poder político está en manos de la burguesía, esta socialización no era y no podía conducir jamás al socialismo, sino a un capitalismo de Estado (burgués); es decir, que la posesión de la diversas industrias, de la red ferroviaria, etc., por diferentes capitalistas, sería reemplazada por la posesión de todas estas empresas, de la red ferroviaria, etc., por la propia empresa burguesa: el Estado (burgués en tanto capitalista colectivo).>>(L.D. Trotsky: "Informe sobre la Nueva Política Económica soviética y las perspectivas de la revolución", pronunciado el 14/11/922 ante el IV Congreso de la Internacional Comunista. Lo entre paréntesis es nuestro)

En ese debate, los "comunistas de izquierda" se limitaron a juzgar ateniéndose exclusivamente a la forma de manifestación de la realidad o verificación empírica de los hechos inmediatos. Según este pensamiento no mediado, con la Nueva Política Económica (NEP) de los bolcheviques, la URSS había regresado del "comunismo" al capitalismo. Ponemos este término entrecomillado, porque fue un comunismo en condiciones de penuria absoluta o hambre provocada por la merma en la producción y el desabastecimiento a causa de la guerra. Fue un "comunismo" como el que se impuso en España para la mayor parte de los medios de consumo después de la guerra civil. Y está claro que a nadie se le ocurrió decir por eso que el fascista Franco había hecho pasar a España del capitalismo al comunismo. En sentido estricto, pues, desde el punto de vista revolucionario marxista, durante la guerra no existió comunismo en Rusia. Ni siquiera existió socialismo, porque las condiciones históricas no daban para ello. Lo que existió fue un racionamiento y distribución equitativa provisional, impuestos por razones de supervivencia de la sociedad ante el profundo y súbito retroceso de las fuerzas productivas del país y la consecuente penuria absoluta, a diferencia del verdadero comunismo por el que luchamos los revolucionarios marxistas, cuyo fundamento está en el desarrollo incondicionado de las fuerzas productivas y la desaparición de la penuria relativa que da sentido al intercambio mercantil, el dinero, los precios y la ganancia capitalista, condición del reparto desigual de la riqueza y la reproducción de la sociedad bajo dominio burgués.

Una vez que se avizoraba la posibilidad de superar el comunismo de guerra, los bolcheviques se lanzaron a desarrollar las fuerzas productivas de la URSS con el objetivo de alcanzar el comunismo, pero siendo conscientes de las limitaciones de las que partían y de los peligros a los que tendrían que hacer frente. En ese momento Lenin ya tenía claro que al modo de producción basado en las relaciones de producción correspondientes al capitalismo de Estado soviético, le faltaba desarrollarse hasta igualar a los principales países burgueses donde predominaba el capitalismo monopolista de Estado, desarrollo que Lenin asociaba a la generalización de la electricidad aplicada a la producción, especialmente a la producción rural, único modo, entendía él -como insuperado maestro del Materialismo histórico que sigue siendo después de Marx y Engels en el tiempo- para ganar la batalla contra las estructuras 2 (producción mercantil simple) y 3 (capitalismo privado en pequeña escala) que coexistían con la estructura 4 (capitalismo de Estado proletario) en la flamante sociedad soviética:

<<Fíjense ustedes en el mapa de la República Socialista Federativa Soviética de Rusia. Al norte del Vólogda, al sureste de Rostov del Don y Sarátov, al sur de Oremburgo y Omsk y al norte de Tomsk hay extensiones inmensas en las que cabrían decenas de grandes Estados civilizados. Y en todas esas extensiones reina el patriarcado, la semibarbarie y la completa barbarie. (...)
¿Es concebible una transición directa de este estado de cosas, predominante en Rusia, al socialismo? Sí, es concebible hasta cierto punto, pero con un sola condición (...) Esta condición es la electrificación. Si construimos decenas de centrales eléctricas de distrito (...) y distribuimos energía eléctrica a todas las aldeas, si conseguimos una cantidad suficiente de motores eléctricos y otras máquinas, no necesitaremos pasar -o difícilmente lo necesitaremos- por etapas de transición o eslabones intermedios entre el patriarcado y el socialismo.>>
( V.I. Lenin: "El impuesto en especie" 21/04/921)

Para los bolcheviques y el todavía llamado Partido Comunista Ruso las medidas revolucionarias que se tomaron en 1918: abolición de la propiedad de la tierra, de las aguas y del subsuelo sin indemnización; de los grandes capitalistas propietarios de fábricas y talleres, de bancos, sociedades anónimas, ferrocarriles, etc.; control obrero estatal de la industria con el fin de asegurar el poder político de los explotados sobre los explotadores; anulación de las deudas del Estado; trabajo obligatorio; armamento de los trabajadores y desarme de los antiguos propietarios, toda esta realidad impuesta por la Dictadura del proletariado, no obstante, en modo alguno suponía pensar que se había alcanzado la meta socialista. Comentando el programa aprobado por el PCR en marzo de 1919, Lenin decía que para hablar de socialismo como una realidad tangible en cualquier parte del globo, el proletariado debía conseguir que las clases desaparecieran, incluso en el ámbito internacional y reconocía que esa era una tarea que demandaría mucho tiempo de perseverancia en la misma política y resolver problemas de mucha dificultad, sobre todo en la relación entre obreros industriales y trabajadores del campo, porque tras haber sido expropiados, el espíritu de los burgueses subsistía encarnado en otras relaciones y categorías sociales, bajo "otras formas" de manifestación, en tanto no habían desaparecido las bases económicas o materiales que seguían dando sentido a su existencia, tanto a nivel nacional como a escala internacional. En este sentido Lenin fue categórico:

<<Socialismo significa la abolición de las clases. La dictadura del proletariado ha hecho cuanto estaba a su alcance para abolir las clases. Pero las clases no pueden abolirse de golpe. Y en la época de la dictadura del proletariado las clases subsisten y subsistirán. La dictadura dejará de ser necesaria cuando desaparezcan las clases. Pero éstas no desaparecerán sin la dictadura del proletariado.
Las clases subsisten, pero en la época de la dictadura del proletariado cada clase sufrió un cambio y también cambiaron las relaciones entre las clases. La lucha de clases no desaparece bajo la dictadura del proletariado; lo único que hace es asumir formas diferentes. (...)
La clase de los capitalistas y de los explotadores, los terratenientes y capitalistas no ha desaparecido ni puede desaparecer de golpe bajo la dictadura del proletariado. Los explotadores han sido aplastados, pero no destruidos (como categorías sociales). Aún tienen una base internacional, el capital internacional del cual son parte integrante...>>
(V.I. Lenin: "Economía y política en la época de la dictadura del proletariado"  7 de noviembre de 1919)

Con esto Lenin estaba diciendo claramente que el socialismo no puede alcanzarse en ningún país mientras subsista el capitalismo en el ámbito internacional. Problema al que los bolcheviques tuvieron que hacer frente tan pronto se comprobó que las revoluciones proletarias en los países europeos más desarrollados fracasaron. Con una perspectiva de aislamiento a nivel internacional sobre la URSS la idea contrarrevolucionaria del “socialismo en un solo país” comenzó a planear sobre el horizonte del futuro socialismo por construir. Tan sólo tres meses después de la muerte de Lenin, bajo el título de: "Los fundamentos del leninismo", el PCURS publicó una compilación de conferencias pronunciadas por Stalin en la Universidad de Severdlov. En la primera edición figura el siguiente párrafo:

<<Bastan los esfuerzos de un país para derribar a la burguesía; la historia de nuestra revolución lo demuestra. La victoria definitiva del socialismo, para la organización de la producción socialista, los esfuerzos de un solo país, sobre todo si es campesino como el nuestro, son ya insuficientes: se necesitan los esfuerzos reunidos del proletariado de varios países avanzados>> (J.V. Stalin: Op.cit.)

Stalin concluyó que su misión histórica y la de quienes le secundaban al frente de los destinos de la URSS, consistía en limitarse a construir el socialismo en ese país. Toda la política exterior de la URSS entre 1924 y 1935, se consagró subrepticiamente a este objetivo del socialismo nacional. Fue en 1935 cuando lo embozado de esa política se hizo manifiesto a nivel de la política interior. Ocurrió durante las sesiones del séptimo congreso de la Comintern -celebrado entre en 25 de julio y el 20 de agosto de 1935- que acabó por modificar la Constitución soviética de 1918, precisamente para erradicar de ella la referencia al carácter internacionalista de la revolución socialista, consagrando en su lugar la "teoría" del socialismo en un solo país.

Los resultados de este congreso quedaron inmediatamente reflejados en el Informe de Stalin ante el VIII Congreso Extraordinario de los Soviets de la URSS pronunciado el 25 de noviembre de 1936, donde presentó el proyecto de nueva constitución. Allí expuso los cambios que, a su juicio, se habían producido en los doce años posteriores a la muerte de Lenin. Esos cambios consistieron en completar la expropiación de la gran propiedad territorial, de la gran burguesía industrial y de los especuladores comerciales y financieros. De esto dedujo Stalin que la victoria del sistema socialista era completa, porque afectaba a todas las esferas de la economía nacional y que, por tanto la explotación del hombre por el hombre había sido suprimida. Finalmente, Stalin proclamaba que estos cambios en la realidad económica habían provocado cambios igualmente revolucionarios en la estructura social. Al desaparecer los terratenientes, los grandes capitalistas y los especuladores, Stalin daba por supuesto que los grandes medios de producción habían pasado de los explotadores a los explotados, por lo que cabía suponer que la categoría de proletariado también había dejado de existir. De esta presunta realidad, Stalin concluyó que la sociedad soviética había alcanzado plenamente el socialismo y que se encaminaba hacia los umbrales del comunismo:

<<¿Podemos, después de esto, llamar a nuestra clase obrera proletariado? Claro que no. Marx decía que para que el proletariado pueda emanciparse tiene que aplastar a la clase de los capitalistas, quitar a los capitalistas los instrumentos y medios de producción y destruir las condiciones de producción que engendran el proletariado. ¿Puede decirse que la clase obrera de la URSS ha alcanzado ya estas condiciones de su emancipación? Indiscutiblemente, puede y debe decirse. ¿Y qué significa eso? Significa que el proletariado de la URSS se ha transformado en una clase completamente nueva, en la clase obrera de la URSS, que ha destruido el sistema económico capitalista, ha consolidado la propiedad socialista sobre los instrumentos y medios de producción y lleva la sociedad soviética camino del comunismo. >> (J.V. Stalin: Op. Cit.: II Los cambios en la vida de la URSS de 1924 a 1936)

Cierto, cuando Stalin proclamó el socialismo en la URSS como algo ya realizado, el latifundio, la industria privada y la agricultura parcelaria en ese país habían sido liquidadas. El 100% de la población activa industrial y el 90% de la rural era de carácter social colectivo, y el 94% de la producción agrícola salía de las granjas colectivas bajo el régimen de cooperativas llamadas "koljoses". Ahora bien, esta realidad, de por sí, no alcanza para definir el socialismo. Es necesario insistir aquí en el aforismo de Lenin: "Socialismo significa la abolición de las clases". Y el sólo hecho de que desaparezcan los terratenientes, los explotadores directos de mano de obra asalariada y los especuladores, no significa que desaparezcan las clases. Las clases sólo desaparecen cuando en la sociedad no quedan más que trabajadores puros, cuando quedan abolidas todas las formas de propiedad sobre los medios de producción. Y no sólo eso, sino cuando, además, el desarrollo de las fuerzas productivas de la sociedad deja sin sentido a todas esas formas de propiedad y a sus correspondientes categorías sociales capitalistas. Esto es lo que Lenin quiere significar al decir que, bajo la dictadura del proletariado "las clases subsisten". Y cuando dice esto, Lenin se refiere al campesinado, entendida por él como la categoría social que en sí misma contiene potencialmente la contrarrevolución capitalista. De ahí que para él sea esta categoría social el segundo problema y la segunda tarea -la decisiva- de la transformación socialista de la sociedad, y ponga énfasis en la necesidad imperiosa de que, a la hora de administrar la dictadura del proletariado, los revolucionarios no confundan al campesino que simplemente se gana la vida trabajando, con el campesino que trabaja y al mismo tiempo es propietario, comerciante y/o especulador, esto es, el campesino que todavía no se ha liberado del capitalismo para presentarse en sociedad como trabajador puro:

<<Para resolver esta segunda parte de la tarea que es la más difícil, el proletariado, después de vencer a la burguesía, debe mantener inquebrantablemente la siguiente línea fundamental en su política respecto de los campesinos: el proletariado debe separar, diferenciar al campesino trabajador del campesino propietario, al campesino labriego del campesino comerciante, al campesino que trabaja del campesino que especula.
En esta diferenciación está la esencia del socialismo>>
(V.I. Lenin: Op.cit.)

 Y el caso es que, cuando Stalin proclamó el socialismo en la URSS, el 90% de los trabajadores rurales, eran al mismo tiempo propietarios que conservaban el alma del comerciante y del especulador en veinticinco millones de hogares repartidos entre 200.000 consejos de administración de otros tantos koljoses o granjas capitalistas colectivas.

En resumidas cuentas, la revolución soviética significó una gigantesca transformación económica y un gran cambio político al iniciar un nuevo sistema de relaciones sociales de producción. Pero el viejo sistema subsistió junto con el nuevo y a pesar de que el sistema socializante llevó la iniciativa en los primeros años, una conjunción de circunstancias -el atraso económico del que se partía, la guerra civil subsiguiente y los errores cometidos por los bolcheviques- propiciaron que la burocracia aflorara y se  cristalizara en un frente común junto con la pequeñoburguesía campesina dirigiendo los destinos de ese país desde 1924 hasta el fin de sus días.

Pregunta usted “en qué medida es aplicable la definición de capital al sistema soviético en la URSS. La respuesta es que, en ese modo de producción, en sentido estricto la categoría de capital estuvo ausente. Pero la contradicción entre lo colectivo y lo privado contenida en la categoría de todo burócrata —que basa  sus privilegios en el mayor poder de decisión política personal—, explica la lucha —a la postre infructuosa— de los ideólogos “integristas” del Partido por mantener el equilibrio entre estas dos tendencias al interior del aparato estatal. Esta lucha, que tuvo su pistoletazo de salida a partir de la década de los años treinta, se puso de manifiesto, una vez más, durante la reforma de setiembre de 1965, donde los burócratas planificadores y sus colegas a cargo de los ministerios centrales, se vieron enfrentados a las iniciativas de los directores empresariales.

  Jevséi Grigórievich Liberman y otros economistas soviéticos, propugnaron mediada la década de 1960, la introducción de ciertos elementos capitalistas —incentivos económicos— dentro de la “estructura económica marxista”, como medio para elevar el nivel de la productividad industrial; en especial centraron sus teorías en la necesaria presencia del beneficio material como estímulo para mejorar los rendimientos. El primer ministro Kosiguin aceptó esas ideas, lo cual supuso admitir el fracaso de los métodos de gestión vigentes hasta entonces —basados en la emulación o incentivos morales— y que habían deprimido la capacidad productiva. Los “principios correctos” del modelo económico socialista —señalaron estos economistas— debían consistir en asociar una dirección general centralizada con la iniciativa particular por parte de los gestores en cada empresa, basada en la contabilidad de costos para impulsar una producción basada en encargos, pero estableciendo incentivos salariales y otras prácticas capitalistas.

En un proyecto piloto aplicado desde julio de 1965, 400 empresas textiles y de calzado basaron su producción en encargos recibidos en vez de en las cuotas impuestas por el gobierno. En octubre, el Soviet Supremo promulgó una legislación para aplicar el que pasó a ser conocido como Plan Liberman en otros sectores industriales, en la agricultura, en los transportes, en la construcción y en las comunicaciones. El capital humano sería asignado a cada empresa y el órgano de gestión determinaría su utilización. También se asignaría a cada empresa una nómina total, pero la administración podría pagar por tiempo trabajado o por trabajo a destajo y tendría la facultad de conceder primas según los beneficios. A mediados de 1969, las empresas que proporcionaron un tercio del total de la producción industrial estaban operando con este nuevo sistema. Sin embargo, los acontecimientos de la década de 1970 originaron el declive del Plan Liberman:

<<En efecto, era difícil lograr convencer a una burocracia centralizada, parapetada tras su poder, de que la subsistencia de sus privilegios pasaba por un cambio del entorno industrial (que suponía transferir competencias a los directores de empresa). El ejército, ampliamente favorecido por el sistema, vacilaba en aprobar unas medidas de descentralización demasiado radicales que habrían podido hacer peligrar el abastecimiento prioritario del sector de la defensa.>> (Erik Laurent: “Moscú en Wall Street” Cap. IV)

Este lúcido autor burgués, dice algo cuya carga de verdad define la diferencia que ocupa esta parte de nuestro trabajo:

<<En Occidente, suélese decir, se accede al poder a través del dinero; en la URSS, se accede al dinero a través del poder>> (Op. Cit. Cap. V)

Bajo semejantes condiciones,  pues, no se puede hablar de sistema socialista, mientras el proletariado seguía estando, en la práctica, explotado no ya por un patrón burgués, sino por un Estado en manos de una casta burocrática que usufructuaba los beneficios de dicha explotación en forma de privilegios materiales, determinados no precisamente por la propiedad privada individual sobre los medios de producción que define las relaciones sociales en la sociedad capitalista, sino por el uso privado que los burócratas políticos hacían de sus respectivos cargos al interior del aparato estatal en nombre del bloque histórico de poder con la pequeñoburguesía agraria de los koljoses. Esta especificidad del “socialismo” burocrático, que en modo alguno supone la posibilidad de convertir los medios de producción en mercancías —condición necesaria— para explotar trabajo asalariado y acumular capital, es lo que caracterizó al híbrido stalinista, esto es, a la dictadura burocrática del proletariado en inevitable tránsito de regreso al capitalismo.

Esta experiencia histórica demostró —tal como sostiene Charles Bettelheim en “La lucha de clases en la URSS”— que las formas colectivas de propiedad no bastan para que queden abolidas del todo las relaciones de producción capitalistas encarnadas en la burocracia soviética y en el espíritu de los cooperativistas koljosianos. Pero tampoco bastan para reimplantar las categorías puras del capitalismo. De ahí el enfrentamiento-alianza con la burguesía internacional que caracterizó la política exterior de la URSS desde 1930 hasta 1991.

 El resultando de todo ello fue un híbrido entre capitalismo y socialismo. Híbrido porque no llegó a cuajar el sistema socialista, al persistir categorías económicas capitalistas como el salario, y la ley del valor; pero tampoco fue capitalismo al no existir la propiedad a título individual de los medios de producción, es decir de la propiedad privada capitalista. Tan es así, que no se podían vender ni heredar, salvo la posesión de la tierra en el caso de campesinos independientes. Existía, eso sí, el trabajo excedente y su correspondiente usufructo por designio burocrático, pero no la plusvalía, de tal suerte que la acumulación de trabajo excedente bajo la forma de valores de uso o bienes de consumo productivo fue administrada por las juntas de planificación económica.

El resultado del fuerte impulso socializador de los primeros cinco años de revolución pervivió a lo largo de más de setenta años de lenta e imperceptible, a veces, restauración burguesa en una unidad dialéctica de los contrarios en donde el factor determinante de la contradicción por objetivo designio burocrático, ha sido la ley del valor, en tanto durante todos esos años se la dejó deliberadamente intangible.

Para un mayor abundamiento argumental, le remitimos al trabajo de Rolando Astarita titulado: Relaciones de Producción y Estado en la URSS”, que podemos enviar a quienes nos manifiesten su interés.

c-Tendencia al aumento de la COC

Manifiesta usted no entender el razonamiento de Marx en su crítica a Ricardo, en cuanto a que, bajo el capitalismo, la masa de capital aumenta más rápidamente que el empleo del trabajo asalariado. Usted selecciona de “Salario, precio y ganancia” unos párrafos de los que destaca las siguientes frases:

Con el desarrollo de las fuerzas productivas del trabajo, se acelera la acumulación del capital.(...)muchos autores contemporáneos se asombraran de que, a pesar de haber crecido en los últimos veinte años el capital inglés mucho más rápidamente que la población inglesa, los salarios no hayan experimentado un aumento mayor. Pero es que, simultáneamente con la acumulación progresiva, se opera un cambio progresivo en cuanto a la composición del capital. La parte del capital global formada por capital fijo: maquinarias, materias primas, medios de producción de todo género, crece con mayor rapidez que la parte destinada a salarios, o sea a comprar trabajo.(...) Si de un capital global de 600 se desembolsan 300 para instrumentos, materias primas, etc., y 300 para salarios, para que pueda absorber a 600 obreros en vez de a 300, basta con doblar el capital global. Pero si de un capital de 600 se invierten 500 en maquinaria, materias primas, etc... y solamente 100 en salarios, para poder colocar a 600 obreros en vez de 300, este capital tiene que aumentar de 600 a 3.600”.

Usted dice entender la tendencia, pero no el razonamiento de Marx.

También dice que para absorber el doble de obreros en el segundo caso, —en el que se invierten 500 en Cc y 100 en Cv— tan sólo basta con duplicar el capital. Es cierto, pero no es lo que está planteando Marx.

Si observa el texto con un poco más de detenimiento, comprobará que Marx habla de composición del capital, cuando debería hablar de Composición Orgánica del Capital (COC). Orgánica porque es una relación que opera en un organismo social de acuerdo con una ley según la cual el trabajo social solo importa para los fines de la acumulación de capital como un continuo, de ahí que hable de la diferencia experimentada en Inglaterra a lo largo de veinte años en relación a la acumulación del capital.

De manera resumida le diremos que una de las consecuencias de la creciente acumulación de capital es la ampliación de la escala de la producción como resultado del desarrollo de las fuerzas productivas aplicado al proceso de producción de plusvalor, de lo cual resulta un progreso histórico en la masa de capital acumulado, es decir, que al mercado concurren cada vez más mercancías cuya suma de valor aparece bajo la forma de capital, cada vez más por encima de las mercancías que constituyen los medios de vida:

<<El obrero sólo puede comprar, incorporarse a la demanda, con respecto a las mercancías que entran en el consumo individual, ya que él mismo no valoriza su trabajo ni posee tampoco, personalmente, las condiciones para su realización, los medios de trabajo y el material para trabajar. Lo cual elimina ya a la mayor parte de los productores (a los trabajadores mismos, allí donde la producción ha adquirido su desarrollo capitalista) Como consumidores, como compradores. [Los trabajadores] no compran materias primas ni medios de trabajo; compran solamente medios de vida (mercancías que entran directamente en el consumo individual). Nada por tanto más ridículo que hablar de identidad entre productores y consumidores, ya que en una cantidad extraordinariamente grande de negocios —todos aquellos que no se dedican directamente a los artículos de consumo— la inmensa mayoría de quienes intervienen en la producción se hallan absolutamente marginados de la compra de lo producido por ellos mismos. No son consumidores directos ni compradores de esta gran parte de productos en cuya producción intervienen como asalariados. (K. Marx: "Teorías sobre la plusvalía" T.II. Cap. XVII -12)

<<La sociedad capitalista emplea una parte más considerable de su trabajo anual disponible en producir medios de producción (capital constante), los cuales no se pueden resolver en rédito ni bajo la forma del salario ni bajo la del plusvalor, sino que pueden únicamente funcionar como capital>> (K. Marx: "El Capital" Libro II Cap. XX. Lo entre paréntesis es nuestro)

Los burgueses propietarios de esas mercancías, se ven obligados a entrar en competencia entre ellos mismos por hacerse con una parte alícuota mayor del mercado. Para conseguirlo, tienen que producir más, mejor y con menos costes de producción. Esto sólo es posible para quienes con la misma calidad produzcan más de lo mismo por unidad de tiempo, es decir, aumentando la productividad del trabajo. Una vez agotada durante las postrimerías del capitalismo temprano —o paralelamente— la posibilidad de aumentar el grado de explotación del factor subjetivo de la producción —el obrero— extendiendo la jornada de labor y/o aumentando los ritmos del trabajo, el capitalista tuvo que apelar al factor técnico u objetivo de la producción, esto es, introduciendo nuevos, mejores y más costosos medios de producción. Para ello, hubo de modificar la relación existente entre la inversión en Capital constante y Capital variable. Como quiera que este fenómeno ocurre de forma continua y de manera generalizada se puede afirmar que existe la tendencia histórica al aumento en la COC. De ahí que Marx afirmara en el “Manifiesto” que el capitalismo no puede sobrevivir sin revolucionar incesantemente los medios de producción. Para una mejor comprensión de esta tendencia consultar: http://www.nodo50.org/gpm/crisis/00.htm y http://www.nodo50.org/gpm/ff_pp_tasa_ganancia/00.htm.

El ejemplo que pone Marx en “Salario, precio y ganancia” viene al caso de explicar como, por medio del aumento histórico en la COC para dar trabajo a un determinado número de obreros,  es preciso gastar cada vez más en Capital constante. De ahí que, si por ejemplo hace 20 años la proporción entre lo invertido en Cc y Cv era igual a 1/1, para dar trabajo a 300 obreros sería preciso invertir 600 -300 en Cc y otros 300 en Cv-. Pero, dada la tendencia histórica al aumento de la COC, si partiendo de la relación de 2 a 1 la relación entre Cc y Cv pasara a ser de 5 a 1, para dar trabajo en el inmediato futuro a esos mismos 300 obreros —suponiendo que el salario de cada empleado se mantuviera constante— sería preciso invertir 1.800 unidades monetarias en capital global: 1.500 en Cc y 300 en Cv.

Al considerar este aumento en la COC, hay que reparar en que, según progresa el cambio tecnológico incorporado al capital fijo, ese desarrollo aplicado sobre la transformación de la materia prima aumenta su metabolismo y, por tanto, también la correspondiente inversión en capital circulante que exige el proceso productivo en las nuevas condiciones, más que proporcionalmente al aumento de inversión en el valor de la propia maquinaria. Es que, el coste creciente que supone el constante progreso tecnológico incorporado al capital fijo, obliga a su funcionamiento continuado y más intenso —el “perpetum mobile” del capital de que hablaba Marx— para evitar su desvalorización y retiro prematuros por obsolescencia antes de ser totalmente amortizado. Esta dinámica conduce a un sobreaumento en la Composición Orgánica del Capital por un mayor metabolismo del capital circulante (materias primas), una extensión hasta el límite de la jornada de labor colectiva que abarque las 24 horas de cada día, al tiempo que se intensifican también al límite los ritmos de explotación del trabajo vivo. En el apartado 2.5.k de: http://nodo50.org/gpm/necesidad-comunismo/todo.doc, vinculamos el mayor endeudamiento de las empresas norteamericanas con este sobreaumento en la COC determinado por una mayor inversión relativa en capital circulante debida al creciente metabolismo de las materias primas por parte del capital fijo que incorpora tecnología punta:

<<Previo al crack que desemboca en la desvalorización del capital sobreacumulado, la forma que tiene el sistema de saltar sobre el obstáculo de la insuficiencia de plusvalor, consiste, por un lado, en acudir al capital dinero autónomo que permanece en la esfera de la circulación. Pues bien, desde 1995 a 2000, la inversión neta en capital fijo de las empresas estadounidenses aumentó en 321.000 millones de dólares, mientras que el endeudamiento empresarial se disparó hasta alcanzar los 2.472 billones de dólares [2] . Así, entre 1995 y 2000, por cada dólar añadido a una inversión adicional en capital fijo neto, las empresas norteamericanas han contraído 7,7 dólares de deuda. Según el Centro Cubano de Investigaciones de la Economía Mundial (CIEM), a fines de 2001 las obligaciones contraídas por las empresas norteamericanas superaban el 100 por ciento del PIB estadounidense, es decir, más de 10 billones de dólares.>> (Op. Cit.)

Esto explica por qué para ampliar la escala de la producción aumentando, por ejemplo, al doble el empleo de obreros, la burguesía necesite invertir bastante más del doble en capital fijo y circulante respecto de lo invertido en salarios.      

Continua usted desgranando el rosario de preguntas en relación a la lectura de “Salario, precio y ganancia” y llegamos a la última:  ¿A qué se refiere (...) Marx (cuando afirma que)  la tendencia general de la producción capitalista, no es a elevar el promedio estándar del salario, sino a reducirlo? Y ¿qué relación tiene esa aseveración con que el capitalista pugna constantemente por reducir los salarios a su mínimo físico?

d-Tendencia objetiva a la reducción del salario a un mínimo histórico

Acordamos con Marx en todo lo que dice en las citas que usted destaca para referirse a los límites del salario mínimo, tanto físico como histórico, pero estamos entre los que piensan que, en lo relativo a la determinación del salario máximo, esos mismos párrafos sacados de contexto, inducen a la confusión. Objetivamente, el salario máximo está fijado por el mínimo de la tasa de ganancia vigente en cada momento y lugar. Es decir, que del mismo modo que la competencia no determina el valor de una mercancía, históricamente hablando la lucha de clases no puede fijar el precio de la fuerza de trabajo ni por arriba ni por abajo independientemente de su valor. Ambos límites están férreamente determinados por la “Ley General de la Acumulación Capitalista”.

Si la tasa de ganancia media vigente en un país, en un momento dado, fuera igual a un 10%, el salario  o precio de la fuerza de trabajo podría oscilar dentro de un margen entre el mínimo fisiológico y el máximo compatible con esa tasa de ganancia que ronda el 10%. En contadas ocasiones la combatividad de los obreros les lleva al extremo de exigir aumentos salariales que impiden realizar esa tasa media de ganancia porque semejante actitud —como decía Rosa Luxemburgo— supone un “ataque en profundidad al carácter mercantil de la fuerza de trabajo”. Y ante semejante eventualidad, la burguesía siempre ha respondido del mismo modo: con lock out de sus empresas o con el recurso a la represión del movimiento que les deja en el paro, salvo que pateen el tablero de las relaciones capitalistas de producción asumiendo el poder en sus manos. De lo contrario, la competencia que los mismos obreros se hacen entre sí en el mercado laboral en condiciones de sobreoferta, hace descender los salarios hasta el punto en que la inversión de capital torne nuevamente redituable la plusvalía de acuerdo con las exigencias de la tasa de ganancia:

<<La producción de plusvalor, el fabricar un excedente, es la ley absoluta de este modo de producción. Sólo es posible vender la fuerza de trabajo en tanto la misma conserva como capital los medios de producción, reproduce como capital su propio valor y proporciona, con el trabajo impago, una fuente de plus capital. (…) Prescindiendo por entero del alza de salarios [aumento de su poder adquisitivo] acompañada por una baja en el precio del trabajo [plusvalía relativa por un aumento en su productividad], etc., el aumento de los salarios sólo denota, en el mejor de los casos, la merma cuantitativa del trabajo impago que debe ejecutar el obrero. [Pero, pero…] Dicha merma nunca puede alcanzar el punto en el que pondría en peligro seriamente el carácter capitalista del proceso de producción y la reproducción de sus propias condiciones [de existencia como tal capital en funciones]: por un lado de los medios de producción y de subsistencia [fondo de consumo personal o familiar del capitalista] como capital [encarnado en la burguesía], por el otro de la fuerza de trabajo como mercancía [redituable para el capital]. (…) O bien el precio creciente o acrecentado del trabajo va acompañado de un incremento igualmente grande (o mayor) de la acumulación. (…) O bien —y este es el otro término de la alternativa— la acumulación se enlentece tras el acrecentamiento del precio del trabajo, porque se embota el aguijón de la ganancia. La acumulación decrece. Pero al decrecer desaparece la causa de su decrecimiento (el empleo en condiciones no redituables), a saber, la desproporción entre el capital y la fuerza de trabajo explotable. El precio del trabajo desciende a un nivel compatible con las necesidades de valorización del capital>> (K. Marx: “El Capital” Libro I Cap. XXIII. Lo entre corchetes y el subrayado nuestro)

A propósito de esta misma cuestión que usted nos plantea, le transcribimos nuestra última intervención argumental en la polémica mantenida con Ismael y que —pensamos nosotros—, abunda para dejar más en claro todo este asunto sobre la evolución del salario relativo:    

<< Sr. Ismael...Para usted, como “marxista” que dice ser, al parecer resulta que conocer las causas materiales o económicas de que, desde fines de la década de los sesenta la burguesía internacional abandonara el espíritu de Keynes y la socialdemocracia se fuera deslizando por la pendiente del liberalismo, hasta terminar apuntándose a la política globalizadora de las privatizaciones, es lo de menos. ¿Por qué? Porque su “marxismo” ad hoc es el que reemplazó al marxismo de Marx en la conciencia de la joven intelectualidad de post guerra, hecha por un capitalismo en expansión —que parecía no tener fin— a la idea convertida en “sentido común”, de que "La tasa de explotación de la clase obrera, es una función de la lucha de clases", una creencia en la que no pocos avispados reformistas de la época fueron a encontrar sustento en un error que Marx deslizó en el informe presentado ante el Consejo General de la “Primera Internacional” en junio de 1865, para combatir las infundadas concepciones teóricas de la época basadas en la llamada “ley de bronce” de los salarios formulada por Lassalle en 1863, según la cual, cualquier aumento en los salarios no podía mejorar la situación económica de la clase obrera, cuya consecuencia política se traducía en una actitud negativa hacia la lucha elemental de los obreros considerando, por tanto, perniciosa la actividad de los sindicatos. En uno de los párrafos de este informe —posteriormente publicado bajo el título: “Salario, Precio y Ganancia”— sostuvo lo siguiente:

<<Por lo que se refiere a la ganancia, no existe ninguna ley que le trace un mínimo. No puede decirse cuál es el límite extremo de su baja. ¿Y por qué no podemos fijar este límite? Porque si podemos fijar el salario mínimo, no podemos, en cambio, fijar el salario máximo. Lo único que podemos decir es que, dados los límites de la jornada de trabajo, el máximo de ganancia corresponde al mínimo físico del salario, y que, partiendo de salarios dados, el máximo de ganancia corresponde a la prolongación de la jornada de trabajo, en la medida en que sea compatible con las fuerzas físicas del obrero. Por tanto, el máximo de ganancia se halla limitado por el mínimo físico del salario y por el máximo físico de la jornada de trabajo. Es evidente que, entre los dos límites de esta cuota de ganancia máxima, cabe una escala inmensa de variantes. La determinación de su grado efectivo se dirime exclusivamente por la lucha incesante entre el capital y el trabajo; el capitalista pugna constantemente por reducir los salarios a su mínimo físico y prolongar la jornada de trabajo hasta su máximo físico, mientras que el obrero presiona constantemente en el sentido contrario.>>(Op.Cit. Cap. XIV)

Es cierto que la lucha de los trabajadores puede hacer bajar la tasa de explotación. Como señala Mandel, esto nos lo revela claramente la historia de la clase obrera en los últimos 150 años. Pero también es cierto que en todos esos años, jamás se ha podido demostrar que las luchas salariales hayan logrado alguna vez un incremento salarial que se torne incompatible con las exigencias de la acumulación en cada etapa de su proceso. Al contrario de lo que afirmó Marx en 1865, en realidad, hay efectivamente una ley que determina el máximo que pueden alcanzar los salarios o, lo que es lo mismo, el mínimo de la ganancia capitalista. Esa ley es la "ley de la acumulación capitalista" —dice Marx en el Libro I de "El Capital"— la cual:

 <<….excluye toda mengua en el grado de explotación a que se halla  sometido el trabajo o toda alza en el precio de éste que pueda amenazar seriamente la reproducción constante de la relación capitalista, su reproducción en una escala constantemente ampliada.>> (K. Marx: "El Capital" Libro I Cap. XXIII Punto1)

La producción de plusvalor, el fabricar un excedente, es la ley absoluta del modo de producción capitalista, de modo que el obrero sólo puede vender su fuerza de trabajo en tanto con ella el capitalista pueda reproducir como capital el salario pagado, conservar como capital los medios de producción, y proporcionar con el trabajo impago una masa de plusvalía fijada estrictamente por el trabajo socialmente necesario, esto es, por la tasa de ganancia media vigente, o sea, no cualquier cuantía. En una nota a la segunda edición de "El Capital", Marx apuntala este argumento con una cita del libro de John Wade, "History of Middle", donde se dice que:

<<Si la tasa del salario aumenta tanto que la ganancia del patrón desciende por debajo de la ganancia media, este deja de ocuparlos o sólo los ocupa a condición de que acepten una reducción de los salarios>> (K. Marx: Op. Cit.)

Ante esta circunstancia en la que recurrentemente la burguesía pone a la humanidad en distintas latitudes del Planeta, el proletariado tiene dos únicas alternativas posibles: o da el salto hacia la toma del poder político rompiendo la baraja de la acumulación del capital, o la ley del valor termina imponiendo sus condiciones de cualquier modo.

 En "Génesis y Estructura de ‘El Capital’", Román Rosdolsky se limita a decir que "el pasaje citado no debe entenderse como que económicamente no existiría en absoluto un límite máximo (...) del aumento de salarios. Tal límite existe, y por cierto que está muy estrechamente trazado". [3] E. Mandel, que dedica su "Capitalismo Tardío" a Roman Rosdolsky, y que le cita expresamente para combatir, con razón, la leyenda que condena a la clase obrera a niveles de vida cada vez más bajos, sugestivamente omite la referencia que aquí hacemos nosotros de este autor.

Cierto es que pocas líneas más abajo del pasaje de la página 41 en la obra citada, Mandel parece darse cuenta de la inconsistencia de su argumento y rectifica pasando a considerar "la lucha de clases como un "factor determinante" de que "la tasa de plusvalía se desarrolle como una variable (sólo) en parte independiente de la tasa de acumulación"(el subrayado y lo entre paréntesis es nuestro). [4] Curiosamente, ninguno de los testimonios de Marx a los que Mandel apela, avalan su tesis.

Nos apabulla allí con una serie de ejemplos y datos numéricos correspondientes a diferentes situaciones históricas en diversos países, pretendiendo demostrar la relación directa entre las luchas sociales y la evolución de los salarios. En realidad, lo único que demuestran los datos son hechos, pero son los hechos los que necesitan ser explicados. Mandel trae a colación, entre otros, el caso del fascismo en Alemania, y procede poniendo en conexión directa dos datos empíricos de la realidad en una relación de causa-efecto, en este caso el hecho político de la derrota del proletariado en ese país y el hecho económico del abrupto descenso en los salarios reales. Pero, ¿puede demostrar Mandel que el Fascismo tuvo otro origen que no esté en la necesidad de la burguesía alemana de incrementar el grado de explotación, y que esta necesidad no tuvo su raíz en la exigencia de la ley del valor? Para fundamentar su teoría de las "ondas largas del capitalismo", Mandel señala que el signo económico del período  1914-1939 fue la depresión y que la tasa de ganancia decreció fuertemente.

Uno de los efectos inmediatos de toda depresión es la desvalorización generalizada del capital social global. Pero el salario es capital adelantado. [5] ¿Puede la lucha de la clase obrera en tal circunstancia doblegar esta tendencia objetiva? De hecho, según el cuadro significativo que Mandel presenta para ilustrar el período que considera, salvo el capital fijo -que se mantiene estable- todos los demás componentes del capital se desvalorizan y la tasa de explotación aumenta. [6]

Lo que Mandel parece olvidar aquí, es que, tal como ocurre con la competencia respecto de las demás mercancías, las luchas sociales en torno al precio de la fuerza de trabajo son las que se encargan de hacer cumplir la LEY DEL VALOR con respecto a los salarios, pero en modo alguno sirven para explicar su movimiento

<<...si es una tarea de la ciencia —dice Marx en "El Capital"— reducir el movimiento visible y solamente aparente al movimiento real interno, va de suyo que en las mentes de los agentes de la producción y de la circulación capitalistas deben formarse ideas acerca de las leyes de la producción que diverjan por completo de esas leyes y que son sólo una expresión consciente del movimiento aparente. Las ideas de un comerciante, de un especulador bursátil, de un banquero son, necesariamente, erróneas por completo. Las de los fabricantes se hallan falseados por los actos de la circulación a los cuales se ve sometido su capital, y por la nivelación de la tasa general de ganancia...>> (K. Marx: "El Capital" ed. cit. T-6 Pp.400.)

En tal sentido, puede decirse aquí que lo que ocurre con los comerciantes, los especuladores bursátiles, los banqueros o los fabricantes, también sucede con los sindicalistas y, a menudo, con los investigadores sociales. Diez años antes de escribir “El Capitalismo Tardío”, en el capítulo sobre "Formas y Evolución de los Salarios" de su "Tratado de Economía Marxista", E. Mandel es categórico al afirmar expresamente que "Sería, sin embargo erróneo, considerar el poder sindical como una variable independiente en la determinación de los salarios". En este contexto Mandel ofrece un tratamiento distinto del salario; aquí sí se remite exclusivamente a ley general de la acumulación como reguladora del valor de la fuerza de trabajo. [7]

 La inconsecuencia metodológica de Mandel en "El Capitalismo Tardío" consiste en que, al implicar a la lucha de clases en el proceso de acumulación en su etapa postrera, desemboca inevitablemente en la negación de las premisas básicas del materialismo histórico y, por extensión, de la fundamentación científica del socialismo. Su enjundiosa obra —por la cantidad de observaciones empíricas que reporta— está atravesada por esta errónea concepción metodológica.

En efecto, implicar a la lucha obrera en la determinación de los límites del nivel salarial, equivale a introducir la competencia como elemento determinante del valor de las mercancías. Ahora bien, si ésta fuera una premisa real de la sociedad burguesa, la economía política perdería ipso facto su carácter de ciencia. En ese caso el capitalismo quedaría exclusivamente sujeto a los avatares de la lucha de clases, dejando de ser un sistema objetivamente transitorio. Pero entonces no tendría ya demasiado sentido apuntarse al materialismo histórico como guía para la acción política.   

 Queda claro, pues, para nosotros, que dentro de la ley del valor, es decir, en los límites de la sociedad capitalista, la flexibilidad salarial al alza tiene un límite máximo fijado por la ley de la acumulación. Pero, aquí se impone otra cuestión igualmente decisiva: ¿Puede la burguesía empujar el salario AL MÍNIMO de subsistencia de los trabajadores? Esta pregunta tiene que ver con el controvertido asunto de la  supuesta "ley de la pauperización histórica absoluta del proletariado", que unos atribuyen a Marx y otros niegan que la haya previsto.

Haciendo suya la teoría ricardiana de los "rendimientos decrecientes en la agricultura", Malthus creyó ver una progresión de aumento histórico mayor en la población que en los medios de subsistencia. De este supuesto déficit en los recursos naturales, Malthus dedujo su teoría de la sobrepoblación y de ahí, la propensión a la baja de los salarios hasta el equivalente al "mínimo fisiológico". Esta teoría de la depauperación absoluta formulada en 1803, fue tomada por Lassalle cincuenta años después, para dar a conocer su "ley de bronce de los salarios".

Por su parte, son varios los pasajes de su obra en los que, desde el "Manifiesto Comunista", Marx alude inequívocamente a que la "ley general de la acumulación capitalista", tiende históricamente a reducir el nivel de vida de los trabajadores a un mínimo. A la vista de los progresos evidenciados en el salario real de la clase obrera europea —sobre todo alemana— a fines de ese mismo siglo diversos críticos han creído ver desacreditada por los hechos la teoría salarial de Marx y, con ella, todas sus predicciones sobre el futuro de la sociedad capitalista.

Como hemos de ver a continuación, ello se debió a una lectura desatenta o tendenciosa de "El Capital". En primer lugar, la teoría marxista de la población no parte de las premisas de  Malthus. Para Marx, la sobrepoblación no tiene una causa natural (la presunta tendencia ricardiana al rendimiento decreciente en el trabajo agrícola), sino eminentemente social; está en la lógica misma del proceso de acumulación del capital; es un producto genuinamente suyo. En segundo lugar, Marx no dice en ningún sitio que, bajo el capitalismo, el salario tienda históricamente al mínimo fisiológico —que él denomina mínimo físico—, sino que, simplemente tiende a un mínimo. Es cierto que en el capítulo cincuenta del libro III, Marx habla del mínimo físico, "regulado por una ley natural" (económica), pero sólo para señalar que el valor real de la fuerza de trabajo "diverge de ese mínimo físico; es diferente según el clima y el nivel de desarrollo social; no solo depende de las necesidades físicas, sino también de las necesidades sociales históricamente desarrolladas, que se convierten en segunda naturaleza"(el remarcado es nuestro). [8]

 El coste salarial varía, también, según sea el grado de cualificación del trabajo. En el libro I sección IV, donde  trata sobre el plusvalor absoluto, Marx se refiere a la diferencia entre trabajo simple y trabajo complejo. Allí dice textualmente:

<<El trabajo al que se considera calificado, más complejo con respecto al trabajo social medio, es la exteriorización de una fuerza de trabajo complejo, trabajo de un peso específico superior. El trabajo al que se considera más complejo con respecto al trabajo social medio, es la exteriorización de una fuerza de trabajo EN LA QUE ENTRAN COSTOS DE FORMACIÓN MÁS ALTOS, CUYA PRODUCCIÓN INSUME MÁS TIEMPO DE TRABAJO Y QUE TIENE POR TANTO UN VALOR MÁS ELEVADO QUE EL DE LA FUERZA DE TRABAJO SIMPLE>> (K. Marx: "El Capital" Libro I Cap. V Ed. cit. T-1 Pp. 239 las mayúsculas son nuestras)

Por tanto, para Marx, el valor de la fuerza de trabajo no es constante sino que varía según el rendimiento del trabajo. Henryk Grossmann resume acertadamente los factores que entran en la formación histórica del valor de la fuerza de trabajo. Estos factores son: a) el incremento de la fuerza productiva del trabajo gracias al cual tanto la fuerza de trabajo como el valor disminuyen de precio; b) los mayores o menores costos del aprendizaje, que conducen al encarecimiento del trabajo calificado con respecto al trabajo no calificado; c) la introducción de máquinas, cuyo efecto es manifiestamente contrario al anterior, pues desvaloriza el trabajo calificado; d) entre los restantes factores que intervienen en la determinación de los costos de reproducción de la fuerza de trabajo, se agrega el de la intensidad del trabajo; e) finalmente, incluye también la acumulación de capital. [9]

La hipótesis de costes constantes de reproducción de la fuerza de trabajo, supone un rendimiento del trabajo también constante y una constante provisión de medios de vida. Esta situación de estancamiento de la producción es absolutamente incompatible con la necesidad de valorización del capital. El progreso en la productividad del trabajo es condición de existencia del modo de producción capitalista. Luego, bajo el capitalismo, los salarios registran costes variables. De ahí que, a efectos del cálculo del valor, de la tasa de explotación y de la cuota de ganancia media, Marx designe al salario con el nombre de "capital variable".

En el capítulo XV del libro III que trata de las contradicciones de la ley de la tendencia decreciente de la tasa de ganancia, Marx señala precisamente el déficit de Ricardo al concebir la tasa de plusvalor sobre el supuesto de que la jornada de labor "es, en intensidad y extensión, una magnitud constante". Marx dice expresamente que el fenómeno típicamente capitalista de la intensificación del trabajo adquiere "importancia decisiva". En un doble aspecto: porque impugna la "ley de bronce del salario", y porque demuestra el carácter revolucionario fundamental de la clase obrera. [10]

La intensificación del trabajo supone "un mayor gasto de trabajo en el mismo tiempo, una tensión acrecentada de la fuerza de trabajo, un taponamiento más denso de los poros que se producen en el tiempo de trabajo". Esto quiere decir que "La hora, más intensiva de la jornada laboral de diez horas contiene ahora tanto o más trabajo, esto es, fuerza de trabajo gastada, que la hora, más porosa, de la jornada laboral de 12 horas. (subrayado del autor). [11]

De aquí se infiere que, en cierto estadio de la acumulación capitalista, las condiciones objetivas de la valorización del capital exigen que el salario real tenga que aumentar necesariamente. La lucha obrera por el salario, ese factor "histórico-moral" que Mandel deja flotando en el aire, en realidad se asienta en la base material del sistema; [12] la fuerza moral que asiste a los trabajadores en sus luchas, reside en los contenidos y resultados de la ley del valor. Los "excesos" o "usurpaciones" del capital contra los que Marx exhorta a la clase obrera a luchar, deben entenderse como excesos de la ley del valor respecto de las propias condiciones de valorización del capital, una contradicción insoluble del capitalismo que justifica plenamente la lucha revolucionaria del proletariado. 

Y esto es así no sólo en cuanto a los fundamentos sino también en cuanto al tiempo. En efecto, de hecho, toda acción de los trabajadores, obedece a movimientos previos determinados por la ley del valor en un momento dado del progreso de la acumulación. "la lucha por la subida de salarios -dice Marx en "Salario, Precio y Ganancia"- sigue siempre a cambios anteriores y es el resultado de los cambios previos operados en el volumen de producción, las fuerzas productivas del trabajo, el valor de éste, el valor del dinero, la extensión e intensidad del trabajo arrancado, las fluctuaciones de los precios del mercado, que dependen de las fluctuaciones de la oferta y la demanda y se producen con arreglo a las diversas fases del ciclo industrial; en una palabra: es la reacción de los obreros contra la acción anterior del capital.(subrayado del autor). [13]

En síntesis, y para decirlo con palabras de Henryk Grossmann, "La teoría marxiana del salario no solo no entra en contradicción con la experiencia empírica, sino que, por el contrario, está en condiciones de explicar este dato empírico desde la lógica del sistema teórico en su conjunto, es decir, a partir de la propia ley del valor, sin necesidad de recurrir a ninguno de los elementos de la competencia". [14]

El no haber tenido en cuenta esto, explica que Román Rosdolsky haya caído en el subjetivismo de atribuir a la lucha obrera una función determinante en la evolución de los salarios reales. Lo que no se explica tan fácilmente, es que Rosdolsky no haya advertido que su recurrente apelación errónea al factor "histórico-moral", se contradice en el mismo contexto con su acertada referencia a la ley del valor en torno al comentado pasaje de "Salario Precio y Ganancia", así como con su aguda crítica a Böhm-Bawerk sobre la reducción marxiana de trabajo complejo a trabajo simple y con el reconocimiento posterior de que en Marx hay, efectivamente, una teoría del derrumbe.

Semejante laguna teórica sorprende en quien ha demostrado tener un amplio y profundo conocimiento de la literatura en torno a este tema. Sobre todo, después de la fulgurante bengala con la que Grossmann iluminó este flanco inexpugnable del materialismo histórico. ¿Su doble omisión debe atribuirse a un lapsus teórico? Sea por lo que fuere, Rosdolsky se refleja aquí muy mal en el materialismo histórico. El Marx contradictorio que presenta, no es otra cosa que la transfiguración de su propio pensamiento enfrentado consigo mismo. Su error está en haber introducido la lucha de clases como factor determinante del valor salarial, una pieza que no encaja en el mecanismo de la lógica de investigación económica que preside tanto los "Grundrisse" como "El Capital". [15]  

        Al abordar el problema de la intensificación de la fuerza laboral, entramos en el capítulo del salario relativo. Al investigar la categoría fuerza de trabajo en su doble carácter, Marx descubre que "Ni el salario nominal, es decir, la suma de dinero a cambio de la cual el obrero se vende al capitalista, ni el salario real, es decir, la suma de mercancías que puede comprar a cambio de ese dinero, agotan las relaciones contenidas en el salario. Ante todo, el salario aún está determinado por su  relación con la ganancia, con el beneficio del capitalista; es un salario relativo. El salario real expresa el precio del trabajo en relación con el precio de las restantes mercancías (que es lo que determina su nivel de vida), mientras que el salario relativo  expresa la participación del trabajo —en el nuevo valor creado por él— en relación con la participación que en él cabe al trabajo acumulado, al capital. [16]

Marx observa que el progre­so secular en la acumulación capitalista va acompañado de un aumento también a largo plazo en la composición orgánica del capital social global, esto es, el crecimiento más rápido del capital destinado a maquinaria y materias primas, respecto de la parte destinada al pago de salarios. Observa también que un menor empleo relativo de trabajo vivo, supone una productividad mayor, con lo cual, dada la jornada de labor simultánea, los trabajadores reproducen en un tiempo cada vez menor la parte de capital adelantada en salario, aumentando así el tiempo que dedican a trabajar para los capitalistas. [17] Queda claro, pues, que la lucha obrera jamás podrá evitar la tendencia histórica hacia el descenso relativo del salario. Esto debe ser necesariamente así, porque, de lo contrario, la reproducción ampliada se torna materialmente imposible.

 Según Román Rosdolsky <<..Pertenece a Rosa Luxemburgo el mérito de haber situando en una perspectiva política correcta la dinámica del salario relativo. De esta insigne revolucionaria, leemos en su ‘Introducción a la Economía Polí­tica’":

<<La producción capitalista no puede avanzar un solo paso adelante sin reducir la participación de los obreros en el producto social. Con cada innovación en la técnica, con cada mejora en las máquinas, con cada aplicación nueva del vapor y la electricidad en la producción y en el transporte, se reduce la parti­cipación de los obreros en el producto y aumenta la de los capi­talistas”.
 (Se trata de) un poder completamente invisible, una acción simplemente mecánica de la competencia y de la producción de mercancías dejándole (al obrero) una (porción) cada vez menor (....) El papel personal del explotador es todavía visible tratándose del salario, es decir, de las subsistencias reales. Una reducción del salario, que determine una disminución del nivel de vida de los obreros, constituye un atentado visible de los capi­talistas contra los obreros y recibe de estos, por lo general, allí donde se hace sentir la acción del sindicato , la respuesta de la lucha inmediata (...) Pero muy distinta es la situación cuando se trata del descenso, invisible, del salario relativo provocado por el mero progreso técnico, los inventos, la intro­ducción de máquinas, el mejoramiento de los medios de transporte, etcétera.
Pero los efectos de todos estos avances sobre el salario relativo de los obreros son el resultado mecánico de la producción mercantil y del carácter de mercancía de la fuerza de trabajo (...) Es por ello que la lucha contra la caída del salario relativo, entraña la lucha contra el carácter de mercancía de la fuerza de trabajo, es decir, contra la producción capitalista en su conjunto. La lucha contra la caída del salario relativo, no es ya una lucha que se desenvuelve en el terreno de la economía mercantil, sino un asalto revolucionario, subversivo, contra la existencia de esta economía, es el movimiento socialista del proletariado.>> (Citada por R. Rosdolsky en Op. Cit. Cap. 20 Apéndice III. Ed. Cit. Pp. 331. El subrayado es nuestro)

Ahora bien, según lo razonado hasta aquí, se podría pensar que las luchas por el salario relativo serían producto del factor histórico-moral, es decir, de una voluntad política asentada en consideraciones de pura justicia distributiva. Tal es lo que parece inferirse de lo expuesto por Rosa Luxemburgo. Las investigaciones de Marx permiten negar esta falacia de sentido común, al demostrar que estas luchas en este terreno están objetivamente determinadas.

En los "Manuscritos de 1861/63, Marx llega a la previsora conclusión de que en un punto determinado de la acumulación —y a este punto se llega con el "Fordismo" y el Taylorismo"— se establece una relación inversa entre la intensidad y la extensión de la jornada de labor:

<<Y esto —dice Marx— no es un asunto especulativo. Cuando el hecho se manifiesta hay un medio muy experimental de demostrar esta relación: cuando, por ejemplo, aparece como físicamente imposible para el obrero proporcionar durante doce horas la misma masa de trabajo que efectúa ahora durante diez o diez horas y media. Aquí, la reducción necesaria de la jornada normal o total de trabajo resulta de una mayor condensación del trabajo, que inclu­ye una mayor intensidad, una mayor tensión nerviosa, pero al mismo tiempo un mayor esfuerzo físico. Con el aumento de los dos factores ‑velocidad y amplitud (masa) de las máquinas‑ se llega necesariamente a una encrucijada, en la que la intensidad y la extensión del trabajo ya no pueden crecer simultáneamente, en el que el aumento de una excluye necesariamente el de la otra...>> [18]  

Comprobaciones empíricas contemporáneas permiten confirmar este aserto. Mediante un estudio riguroso de las estadísticas comparadas de mortalidad en los EE.UU., Eyers y Sterling, han demostrado que "...después de la adolescencia, la mortalidad está más relacionada con la orga­nización capitalista que con la organización médica....Una conclusión general, es que un gran componente de la patología física y muerte del adulto, no deben ser considerados actos de Dios ni de nuestros genes, sino una medida de la tragedia causada por nuestra organización económica y social..." Estos autores consideran al "stress" como el eslabón entre las "noxas" (daños) sociales y el deterioro biológico (catabolismo). Eyers y Sterling definen el "stress" como "...los cambios que ocurren en un sujeto llamado a responder a una situación externa, para enfrentar la cual el no tiene capacidad o está dudoso de tenerla...Ello produce un estado de alerta psicológica y física que se inicia en la conciencia, en el cerebro y pone en tensión el cuerpo..". [19]

Las estadísticas de mortalidad reconocen al "stress" en el suicidio, el homicidio y los accidentes, así como en enfermedades crónicas como el infarto, la cirrosis, el  cáncer de pulmón y la hipertensión. [20] Según un informe de CC.OO., los acciden­tes laborales en España aumentaron un 46% en l988, o sea, 326.308 accidentes más que el año anterior. A pesar de la gravedad de los datos, la situación de la salud laboral en España puede ser todavía más trágica: al menos un 30% de los trabajadores de este país, escapan a  las estadísticas oficiales sobre siniestralidad, ya que se trata de trabajos marginales o a tiempo parcial. Según CC.OO., "...los que tienen contrato temporal, se accidentan dos veces más que el personal fijo...". [21]

En otras palabras, la tendencia del capital a aumentar la plusvalía relativa, es decir, el desarrollo de las fuerzas productivas "objetivas" expresado en las máquinas, los sistemas mecánicos, los sistemas semiautomatizados, la automatización en gran escala, los robots, tiene efectos contradictorios sobre el trabajo. Reduce la cualificación, suprime empleos, presiona a la baja sobre los salarios por el aumento del ejército de reserva. Pero simultáneamente, la extensión de la mecanización tiende a aumentar la intensidad del esfuerzo en el trabajo (a la vez físico y psíquico, o al menos uno de los dos), y ejerce, pues, una presión objetiva hacia la reducción de la jornada de trabajo.               

Las formas  de lucha con que el proletariado ha venido desbaratando la "organización científica del trabajo", responden a todas estas "noxas" sociales. Entre estas formas está el absentismo, el sabotaje tipificado como "faltas de cuidado", "defectos", "porcentajes crecientes de desperdicios"; actitudes que Benjamín Coriat ve como "una resistencia a entrar en la fábrica" y que pueden ser actos voluntarios o resultantes de una fatiga excesiva. [22]

En suma, la Ley de la Caída Tendencial del Salario Relativo es el contexto en el que Marx encuadra todas las luchas de la clase obrera moderna por la reducción de la jornada de trabajo. Luchas en el seno del capital, a menudo sordas y aparentemente intrascendentes, pero históricamente revolucionarias. Refiriéndose a ellas en el pasaje de "Salario Precio y Ganancia", Marx dice que "Si en sus conflictos diarios con el capital (los trabajadores) cediesen cobardemente, se descalificarían para emprender movimientos de mayor envergadura". [23]

 En esta línea de razonamiento, parece quedar recusado el presunto carácter integrador absoluto del capitalismo. Pero, además, en este contexto se revela plenamente a la conciencia esa clase revolucionaria objetiva que muchos consideran imposible descubrir teóri­camente. En efecto, si la tendencia siempre operante a reducir el tiempo de trabajo necesario por debajo del promedio social es condición de existencia de la acumulación en el capitalismo tardío, debemos concluir que la lucha por el salario relativo que sólo compete a la clase trabajadora como tal‑ supone, lógicamente, la revelación del proletariado como clase revolucionaria fundamental.>> Hasta aquí nuestra carta a Ismael.

 Si ahora nos imaginamos la jornada laboral fija como un segmento dividido entre dos partes, y suponemos que una representa el tiempo que tarda el obrero en reproducir el valor de su fuerza de trabajo y la otra el tiempo restante que se dedica a producir un excedente en forma de plusvalía. Según la lógica del capitalismo, con el progreso de la acumulación comprobaremos cómo según aumenta la productividad del trabajo, la parte del segmento en que el obrero reproduce el valor de su fuerza de trabajo tiende a ser cada vez menor y, por tanto, la parte que representa la plusvalía (P) crece en la misma medida que decrece  Cv.

¿Por qué Cv es cada vez menor? Porque con el aumento histórico de la productividad del trabajo, los medios de vida que el obrero necesita para vivir reproduciendo su fuerza de trabajo, se obtienen en un menor tiempo de trabajo, es decir, un menor valor incorporado a cada unidad de producto. Claro que el proletariado participa en la mejora de la productividad del trabajo humano con aumentos en su salario real o capacidad de compra, contribuyendo así al mejoramiento del salario histórico, pero su salario relativo no deja de disminuir, siempre lo hace en menor medida que el crecimiento de la plusvalía. A esta subida del salario real hay que añadir el aumento salarial derivado del grado de complejización creciente de la producción, exigiendo el concurso de trabajadores cada vez más cualificados, es decir, teniendo el capitalista que emplear una cada vez mayor proporción trabajo complejo que, por efecto del mismo progreso de su fuerza productiva, deviene históricamente en trabajo simple o de menor cualificación y remuneración.   

En resumidas cuentas, Marx era cons­ciente de que el salario real debe crecer como consecuencia de la compleji­dad, la intensidad y la cualificación crecientes del trabajo social, procesos derivados, a su vez, de la marcha incesante de la acumula­ción de capital, que es la base del crecimien­to de la producti­vidad del trabajo. Pero pudo comprobar que la participación de los salarios en el progreso material que supone el dominio de las fuerzas productivas sobre la naturaleza, no hace más que disminuir respecto de la parte que se embolsan los capitalistas. Por eso, esta dinámica capitalista debe traducirse necesariamente en una penuria relativa creciente o disminución tenden­cial de los salarios en el producto social que los obreros crean con su trabajo.

Y ahí es, precisamente, donde reside la verdad histórica de la afirmación de Marx en cuanto a que el salario relativo tiende a disminuir y no, —como muchos le atribuyen errónea o tendenciosamente— a una pauperización absoluta, es decir, a una pobreza creciente.

En el gráfico siguiente se puede comprobar como desde 1970 hasta 1992 los salarios en España han ido menguando en relación a la renta nacional, es decir, como la participación de los trabajadores en el producto de su trabajo ha ido involucionando respecto a  la producción de plusvalor. No nos interesan aquí las diferencias entre CA1 y CA2 o entre CK1 y CK2, sino las resultantes de los coeficientes salariales (CA1 más CA2) y la de los beneficios (CK1 más CK2).  

   "Coeficiente salarial" antes (CA1) y después (CA2) de la intervención estatal, y "coeficiente de beneficios" (antes, CK1, y después, CK2).

Fuente: Diego Guerrero y Emilio Díaz Calleja “Estado del bienestar y redistribución de la renta en España desde la transición”  http://pc1406.cps.ucm.es/

e-Necesidad del estudio de “El Capital

   

La obra teórica de Marx y Engels es extensa y, como ocurre con casi todos los grandes pensadores, no está exenta de una evolución. Queriendo decir con esto que Marx a lo largo de su vida, en general, mantuvo una línea de pensamiento coherente consigo misma, pero que con los años fue enriqueciéndola, profundizando en conocimientos que le llevaron a entrar en pequeñas contradicciones con sus obras de juventud respecto de determinados conceptos, como por ejemplo la distinción entre trabajo y fuerza de trabajo, según hemos visto más arriba.

A lo largo de más de 150 años, han sido muchos los intelectuales burgueses que han intentado demostrar, sin éxito, que Marx se equivocó en sus planteamientos. Sin embargo, paradójicamente, los intelectuales reformistas disfrazados de marxistas son los que han cosechado más éxito entre los crédulos, a la hora de tergiversar el marxismo; unos inventando teorías sobre diferencias supuestamente abismales entre el Marx joven y el Marx maduro, otros entre los postulados marxistas de la época de Marx y el capitalismo tardío, y otros, entre el marxismo europeo o eurocentrista y el periférico. Otros, en fin, entre la teoría marxista y la práctica de Lenin etc. etc. Nosotros estamos entre los que tienen seguro que  el conjunto de la obra legada por Marx se encuentra en plena vigencia, y pensamos que así lo hemos ratificado en no pocos de nuestros documentos. Entre otras razones, porque Marx no sólo se dedicó al estudio de la sociedad de su tiempo, sino al descubrimiento de las leyes mismas que presiden la sociedad capitalista, cualquiera sea su etapa de desarrollo. Sus análisis y conclusiones son tan actuales o vigentes tanto en la etapa del capitalismo infantil como hoy.

<<Lo que de por sí nos interesa, aquí, no es precisamente el grado más o menos alto del desarrollo de las contradicciones sociales que brotan de las leyes naturales de la producción capitalista. Nos interesan más bien estas leyes de por sí, estas tendencias que actúan y se imponen con férrea necesidad. Los países industrialmente más desarrollados no hacen más que poner delante de los países menos desarrollados el espejo de su propio porvenir>> (K. Marx. Prólogo a la primera edición de “El Capital”).

Tanta es la vigencia de lo explicado por Marx, Engels y Lenin, que nuestros escritos sobre la realidad actual están plagados de citas de sus textos. No somos en absoluto originales en las ideas que exponemos en nuestros trabajos, tan sólo pretendemos servir de muletas a aquellos que buscan la verdad científica a través del Materialismo Histórico. Un análisis desprejuiciado de los fenómenos del capitalismo obliga a pasar necesariamente por el Materialismo Histórico, teoría revolucionaria legada por los maestros del marxismo. Haciendo un símil entre la arquitectura y la política, Lenin decía que el periódico era al futuro partido, lo que los andamios son para un edificio en construcción, y que la teoría revolucionaria era al periódico, lo que la plomada es al buen hacer de cualquier albañil sobre los andamios:

<<Sin teoría revolucionaria tampoco puede haber movimiento revolucionario. Jamás se insistirá bastante sobre esta idea en unos momentos en que a la prédica de moda del oportunismo se une la afición a las formas más estrechas de la actividad práctica.>> (V. I. Lenin “¿Qué hacer?” Cap. I)

De ahí la necesidad de comprender los textos de Marx y demás clásicos del materialismo histórico, como condición de su aplicación correcta a la realidad a transformar, y de una práctica política efectivamente conducente a esa transformación. Es imprescindible familiarizarse con la terminología y sus correspondiente conceptos utilizados tanto en filosofía, como en política, historia y economía política; más aún, es necesario abordar el estudio de las obras cumbres del pensamiento marxista, como es el caso de “El Capital”. La vanguardia revolucionaria, para ser tal, tiene el deber ineludible de conocer este herramental como premisa necesaria a los fines orientar correctamente sus pasos en su quehacer político diario.

En estos momentos de confusión ideológica y dispersión política, resulta inexcusable ponerse a estudiar “El Capital”. Preferentemente de manera colectiva, abordando la tarea de manera desprejuiciada y sin complejos. Nuestra modesta experiencia nos ha demostrado que es mucho mejor nutrirse de los textos originales, sin necesidad de acudir a interpretaciones, resúmenes, ensayos, estudios, análisis etc. de terceros,  como pudiéramos ser nosotros mismos, que, con la mejor o peor intención, al fin y al cabo, no son, a menudo, más que tergiversaciones de la obra que se pretende conocer.

A quienes alegan que el grado de dificultad que entraña el discurso de Marx, convierte a “El Capital” en inabordable, tenemos que decirles que el propio autor concibió esta obra como un instrumento para el estudio y comprensión de la realidad por parte de los obreros de su tiempo, con una instrucción incomparablemente inferior a la de hoy día. También indicó en el prólogo a la edición francesa, que en la ciencia no existen atajos y advirtió a quienes aspiren a alcanzar las más altas cumbres del conocimiento, que tienen que estar dispuestos a realizar el esfuerzo de subir por caminos empinados.

Con esto le estamos diciendo que, visto el grado de conocimiento de la terminología política que usted maneja, le consideramos capaz de abordar el estudio de “El Capital”, para lo cual le animamos y esperamos que no considere nuestra sugerencia como un atrevimiento, para lo que seguimos estando a su disposición.

Lenin consideraba que, para entender la dialéctica materialista de Marx era preciso leer previamente “todas la Lógica de Hegel”, pero nosotros pensamos que, al contrario, para entender correctamente a Hegel y aprovechar lo que de bueno existe en su concepción filosófica, es preciso partir del conocimiento de la dialéctica marxista, porque al igual que ocurre con la biología molecular, la parte más desarrollada es lo que permite explicar la parte menos desarrollada, y así, tal como decía Marx: La clave de la anatomía del mono está en el ser humano y no al revés. Llegados a un punto mínimo del saber marxista, es mejor estudiar la obra más desarrollada y compleja, “El Capital”, para que, una vez acabado el conocimiento de esta   totalidad teórica, comprender otras obras de tratamiento parcial y cronológicamente anterior de esa realidad, como es el caso de: “Trabajo asalariado y capital” y “Salario, precio y ganancia”. 

GPM.                               17-02-2006

éste y el resto de nuestros documentos en otros formatos
grupo de propaganda marxista
http://www.nodo50.org/gpm
e-mail: gpm@nodo50.org



[1] Este concepto aparece representado magistralmente en la película “Tiempos Modernos” de Charles Chaplin cuando le atan a un invento para suministrarle comida mientras trabaja en la cadena de montaje. Nota nuestra.

[2] Esta diferencia entre la inversión neta de capital fijo y el monto de la deuda empresarial norteamericana, se explica por el hecho de que, según aumenta la productividad del trabajo social, los medios de producción adquieren la capacidad de procesar más y más materia prima en una misma unidad de tiempo. De este modo, es natural que mientras se amortizan, los elementos del capital fijo transfieran al producto mucho menos valor que el capital circulante que permiten transferir a los productos; por lo tanto, el componente de valor correspondiente a las materias primas en la composición orgánica ampliada, tiende a ser cada vez mayor respecto del capital fijo.

[3] Román Rosdolsky: Op.Cit.: Apéndice: “Sobre la apreciación crítica de la teoría marciana del salario” Ed. Cit.  Pp. 321. De aquí se desprende que, llegado a ese límite, cualquier demanda de aumento salarial se torna objetivamente revolucionaria aunque no decisiva al respecto.

[4] Ernest Mandel: "El Capitalismo Tardío"  Cap. I Ed. cit. Pp. 41.

[5] Si lo que se paga en calidad de salarios —dice J. Mill— está incluido, como suele ocurrir, en el concepto de capital, es absurdo hablar separadamente del trabajo como de algo separado de aquél. Así empleada, la palabra capital incluye tanto al trabajo como al capital". (Citado por Marx en "El Capital" Libro I Cap. V)

[6] E. Mandel: "Las ‘Ondas Largas’ en la Historia del Capitalismo" Ed. AKAL/79 Pp. l74.

[7] E. Mandel "Tratado de Economía Marxista" Cap. V Ed. Era/77 T.1 Pp. 198.

[8] K.Marx: "El Capital" Libro III Cap. L Ed. cit. Pp. 1090/1091

[9] Ver Henryk Grossmann: "La Ley de la Acumulación y El Derrumbe del Sistema Capitalista" Ed. Siglo XXI/79 Pp. 381

[10] Ver Karl Marx: "El Capital" Libro III Cap. XV. Ed. cit. T-6 Pp.309

[11] Ver: K. Marx: “El Capital” Libro I Cap. XIII punto 3. aptdo. c) Ed. Cit. T2  Pp. 499-500

[12] Ver Ernest Mandel: "El Capitalismo Tardío"  Cap. V. Ed. cit. Pp. 152

[13] K. Marx: "Salario, Precio y Ganancia" Punto 7. Ed. cit. Pp.54-55

[14] Henryk Grossmann: Op.cit. Parte tercera Cap. 23 Ed. cit. Pp. 385. Subrayado nuestro.

[15] Cfr.: Román Rosdolsky: Cap. 20 Apéndice 5. Ed. cit. Pp. 336/348

[16] K.Marx: "Trabajo Asalariado y Capital" en "Obras Escogidas" Ed. Fundamentos/75 Pp. 88

[17] Para la investigación de la naturaleza del plusvalor, resulta irrelevante el número de obreros empleados por el capital. La inclusión aquí de la locución jornada laboral simultánea es para indicar el hecho de que el capital es, desde un primer momento, una fuerza colectiva basada en la supresión del aislamiento del obrero, consiste en la concentración de muchos obreros por parte de un capitalista; todos cuantos le permita la tasa de acumulación.

[18] K.Marx: “Manuscritos de l86l/63”‑MEGA II, 3, 6 Pp. l906. Citado por E. Mandel en "Marx y El Porvenir del Trabajo Humano" Revista "Inprecor" Nº 50 oct/86 Pp.7. Este mismo concepto aparece en "El Capital" formulado del siguiente modo: “Es de todo punto evidente que con el progreso de la maquinaria y al acumularse la experiencia de una clase especial de obreros mecánicos, aumenta de manera natural la velocidad y con ella la intensidad del trabajo. Así, por ejemplo, en Inglaterra durante medio siglo la prolongación de  la jornada laboral corre pareja con la intensidad del trabajo fabril. Con todo se comprende fácilmente que en el caso de un trabajo que no se desenvuelve en medio de paroxismos pasajeros sino de una uniformidad regular, reiterada día tras día, ha de alcanzarse un punto nodal en el que la extensión de la jornada laboral y la intensidad del trabajo se excluyan recíprocamente, de tal modo que la prolongación de la jornada solo sea compatible con un menor grado de intensidad en el trabajo y, a la inversa, un grado mayor de intensidad solo pueda conciliarse con la reducción de la jornada laboral". Ver: K. Marx: "El Capital"  Libro I Cap. XIII aptdo.3. c) Ed.cit. T-2 Pp. 498/99.

[19] "Stress‑Related, Mortality and Social Organization" En "Salud Panamerica­na" Vol. 8‑l.

[20] Ver: "Gaceta Sindical" CC.OO. Nº 57 set/89).

[21] Ibid.

[22] Benjamín Coriat "El Taller y El Cronómetro"  Cap. 8 II Ed. Siglo XXI/82 Pp.124/130.

[23] K. Marx: "Salario, Precio y Ganancia" Ed. cit. Pp.61.