d-Tendencia objetiva a la reducción del salario a un mínimo histórico

Acordamos con Marx en todo lo que dice en las citas que usted destaca para referirse a los límites del salario mínimo, tanto físico como histórico, pero estamos entre los que piensan que, en lo relativo a la determinación del salario máximo, esos mismos párrafos sacados de contexto, inducen a la confusión. Objetivamente, el salario máximo está fijado por el mínimo de la tasa de ganancia vigente en cada momento y lugar. Es decir, que del mismo modo que la competencia no determina el valor de una mercancía, históricamente hablando la lucha de clases no puede fijar el precio de la fuerza de trabajo ni por arriba ni por abajo independientemente de su valor. Ambos límites están férreamente determinados por la “Ley General de la Acumulación Capitalista”.

Si la tasa de ganancia media vigente en un país, en un momento dado, fuera igual a un 10%, el salario  o precio de la fuerza de trabajo podría oscilar dentro de un margen entre el mínimo fisiológico y el máximo compatible con esa tasa de ganancia que ronda el 10%. En contadas ocasiones la combatividad de los obreros les lleva al extremo de exigir aumentos salariales que impiden realizar esa tasa media de ganancia porque semejante actitud —como decía Rosa Luxemburgo— supone un “ataque en profundidad al carácter mercantil de la fuerza de trabajo”. Y ante semejante eventualidad, la burguesía siempre ha respondido del mismo modo: con lock out de sus empresas o con el recurso a la represión del movimiento que les deja en el paro, salvo que pateen el tablero de las relaciones capitalistas de producción asumiendo el poder en sus manos. De lo contrario, la competencia que los mismos obreros se hacen entre sí en el mercado laboral en condiciones de sobreoferta, hace descender los salarios hasta el punto en que la inversión de capital torne nuevamente redituable la plusvalía de acuerdo con las exigencias de la tasa de ganancia:

<<La producción de plusvalor, el fabricar un excedente, es la ley absoluta de este modo de producción. Sólo es posible vender la fuerza de trabajo en tanto la misma conserva como capital los medios de producción, reproduce como capital su propio valor y proporciona, con el trabajo impago, una fuente de plus capital. (…) Prescindiendo por entero del alza de salarios [aumento de su poder adquisitivo] acompañada por una baja en el precio del trabajo [plusvalía relativa por un aumento en su productividad], etc., el aumento de los salarios sólo denota, en el mejor de los casos, la merma cuantitativa del trabajo impago que debe ejecutar el obrero. [Pero, pero…] Dicha merma nunca puede alcanzar el punto en el que pondría en peligro seriamente el carácter capitalista del proceso de producción y la reproducción de sus propias condiciones [de existencia como tal capital en funciones]: por un lado de los medios de producción y de subsistencia [fondo de consumo personal o familiar del capitalista] como capital [encarnado en la burguesía], por el otro de la fuerza de trabajo como mercancía [redituable para el capital]. (…) O bien el precio creciente o acrecentado del trabajo va acompañado de un incremento igualmente grande (o mayor) de la acumulación. (…) O bien —y este es el otro término de la alternativa— la acumulación se enlentece tras el acrecentamiento del precio del trabajo, porque se embota el aguijón de la ganancia. La acumulación decrece. Pero al decrecer desaparece la causa de su decrecimiento (el empleo en condiciones no redituables), a saber, la desproporción entre el capital y la fuerza de trabajo explotable. El precio del trabajo desciende a un nivel compatible con las necesidades de valorización del capital>> (K. Marx: “El Capital” Libro I Cap. XXIII. Lo entre corchetes y el subrayado nuestro)

A propósito de esta misma cuestión que usted nos plantea, le transcribimos nuestra última intervención argumental en la polémica mantenida con Ismael y que —pensamos nosotros—, abunda para dejar más en claro todo este asunto sobre la evolución del salario relativo:    

<< Sr. Ismael...Para usted, como “marxista” que dice ser, al parecer resulta que conocer las causas materiales o económicas de que, desde fines de la década de los sesenta la burguesía internacional abandonara el espíritu de Keynes y la socialdemocracia se fuera deslizando por la pendiente del liberalismo, hasta terminar apuntándose a la política globalizadora de las privatizaciones, es lo de menos. ¿Por qué? Porque su “marxismo” ad hoc es el que reemplazó al marxismo de Marx en la conciencia de la joven intelectualidad de post guerra, hecha por un capitalismo en expansión —que parecía no tener fin— a la idea convertida en “sentido común”, de que "La tasa de explotación de la clase obrera, es una función de la lucha de clases", una creencia en la que no pocos avispados reformistas de la época fueron a encontrar sustento en un error que Marx deslizó en el informe presentado ante el Consejo General de la “Primera Internacional” en junio de 1865, para combatir las infundadas concepciones teóricas de la época basadas en la llamada “ley de bronce” de los salarios formulada por Lassalle en 1863, según la cual, cualquier aumento en los salarios no podía mejorar la situación económica de la clase obrera, cuya consecuencia política se traducía en una actitud negativa hacia la lucha elemental de los obreros considerando, por tanto, perniciosa la actividad de los sindicatos. En uno de los párrafos de este informe —posteriormente publicado bajo el título: “Salario, Precio y Ganancia”— sostuvo lo siguiente:

<<Por lo que se refiere a la ganancia, no existe ninguna ley que le trace un mínimo. No puede decirse cuál es el límite extremo de su baja. ¿Y por qué no podemos fijar este límite? Porque si podemos fijar el salario mínimo, no podemos, en cambio, fijar el salario máximo. Lo único que podemos decir es que, dados los límites de la jornada de trabajo, el máximo de ganancia corresponde al mínimo físico del salario, y que, partiendo de salarios dados, el máximo de ganancia corresponde a la prolongación de la jornada de trabajo, en la medida en que sea compatible con las fuerzas físicas del obrero. Por tanto, el máximo de ganancia se halla limitado por el mínimo físico del salario y por el máximo físico de la jornada de trabajo. Es evidente que, entre los dos límites de esta cuota de ganancia máxima, cabe una escala inmensa de variantes. La determinación de su grado efectivo se dirime exclusivamente por la lucha incesante entre el capital y el trabajo; el capitalista pugna constantemente por reducir los salarios a su mínimo físico y prolongar la jornada de trabajo hasta su máximo físico, mientras que el obrero presiona constantemente en el sentido contrario.>>(Op.Cit. Cap. XIV)

Es cierto que la lucha de los trabajadores puede hacer bajar la tasa de explotación. Como señala Mandel, esto nos lo revela claramente la historia de la clase obrera en los últimos 150 años. Pero también es cierto que en todos esos años, jamás se ha podido demostrar que las luchas salariales hayan logrado alguna vez un incremento salarial que se torne incompatible con las exigencias de la acumulación en cada etapa de su proceso. Al contrario de lo que afirmó Marx en 1865, en realidad, hay efectivamente una ley que determina el máximo que pueden alcanzar los salarios o, lo que es lo mismo, el mínimo de la ganancia capitalista. Esa ley es la "ley de la acumulación capitalista" —dice Marx en el Libro I de "El Capital"— la cual:

 <<….excluye toda mengua en el grado de explotación a que se halla  sometido el trabajo o toda alza en el precio de éste que pueda amenazar seriamente la reproducción constante de la relación capitalista, su reproducción en una escala constantemente ampliada.>> (K. Marx: "El Capital" Libro I Cap. XXIII Punto1)

La producción de plusvalor, el fabricar un excedente, es la ley absoluta del modo de producción capitalista, de modo que el obrero sólo puede vender su fuerza de trabajo en tanto con ella el capitalista pueda reproducir como capital el salario pagado, conservar como capital los medios de producción, y proporcionar con el trabajo impago una masa de plusvalía fijada estrictamente por el trabajo socialmente necesario, esto es, por la tasa de ganancia media vigente, o sea, no cualquier cuantía. En una nota a la segunda edición de "El Capital", Marx apuntala este argumento con una cita del libro de John Wade, "History of Middle", donde se dice que:

<<Si la tasa del salario aumenta tanto que la ganancia del patrón desciende por debajo de la ganancia media, este deja de ocuparlos o sólo los ocupa a condición de que acepten una reducción de los salarios>> (K. Marx: Op. Cit.)

Ante esta circunstancia en la que recurrentemente la burguesía pone a la humanidad en distintas latitudes del Planeta, el proletariado tiene dos únicas alternativas posibles: o da el salto hacia la toma del poder político rompiendo la baraja de la acumulación del capital, o la ley del valor termina imponiendo sus condiciones de cualquier modo.

 En "Génesis y Estructura de ‘El Capital’", Román Rosdolsky se limita a decir que "el pasaje citado no debe entenderse como que económicamente no existiría en absoluto un límite máximo (...) del aumento de salarios. Tal límite existe, y por cierto que está muy estrechamente trazado". [3] E. Mandel, que dedica su "Capitalismo Tardío" a Roman Rosdolsky, y que le cita expresamente para combatir, con razón, la leyenda que condena a la clase obrera a niveles de vida cada vez más bajos, sugestivamente omite la referencia que aquí hacemos nosotros de este autor.

Cierto es que pocas líneas más abajo del pasaje de la página 41 en la obra citada, Mandel parece darse cuenta de la inconsistencia de su argumento y rectifica pasando a considerar "la lucha de clases como un "factor determinante" de que "la tasa de plusvalía se desarrolle como una variable (sólo) en parte independiente de la tasa de acumulación"(el subrayado y lo entre paréntesis es nuestro). [4] Curiosamente, ninguno de los testimonios de Marx a los que Mandel apela, avalan su tesis.

Nos apabulla allí con una serie de ejemplos y datos numéricos correspondientes a diferentes situaciones históricas en diversos países, pretendiendo demostrar la relación directa entre las luchas sociales y la evolución de los salarios. En realidad, lo único que demuestran los datos son hechos, pero son los hechos los que necesitan ser explicados. Mandel trae a colación, entre otros, el caso del fascismo en Alemania, y procede poniendo en conexión directa dos datos empíricos de la realidad en una relación de causa-efecto, en este caso el hecho político de la derrota del proletariado en ese país y el hecho económico del abrupto descenso en los salarios reales. Pero, ¿puede demostrar Mandel que el Fascismo tuvo otro origen que no esté en la necesidad de la burguesía alemana de incrementar el grado de explotación, y que esta necesidad no tuvo su raíz en la exigencia de la ley del valor? Para fundamentar su teoría de las "ondas largas del capitalismo", Mandel señala que el signo económico del período  1914-1939 fue la depresión y que la tasa de ganancia decreció fuertemente.

Uno de los efectos inmediatos de toda depresión es la desvalorización generalizada del capital social global. Pero el salario es capital adelantado. [5] ¿Puede la lucha de la clase obrera en tal circunstancia doblegar esta tendencia objetiva? De hecho, según el cuadro significativo que Mandel presenta para ilustrar el período que considera, salvo el capital fijo -que se mantiene estable- todos los demás componentes del capital se desvalorizan y la tasa de explotación aumenta. [6]

Lo que Mandel parece olvidar aquí, es que, tal como ocurre con la competencia respecto de las demás mercancías, las luchas sociales en torno al precio de la fuerza de trabajo son las que se encargan de hacer cumplir la LEY DEL VALOR con respecto a los salarios, pero en modo alguno sirven para explicar su movimiento

<<...si es una tarea de la ciencia —dice Marx en "El Capital"— reducir el movimiento visible y solamente aparente al movimiento real interno, va de suyo que en las mentes de los agentes de la producción y de la circulación capitalistas deben formarse ideas acerca de las leyes de la producción que diverjan por completo de esas leyes y que son sólo una expresión consciente del movimiento aparente. Las ideas de un comerciante, de un especulador bursátil, de un banquero son, necesariamente, erróneas por completo. Las de los fabricantes se hallan falseados por los actos de la circulación a los cuales se ve sometido su capital, y por la nivelación de la tasa general de ganancia...>> (K. Marx: "El Capital" ed. cit. T-6 Pp.400.)

En tal sentido, puede decirse aquí que lo que ocurre con los comerciantes, los especuladores bursátiles, los banqueros o los fabricantes, también sucede con los sindicalistas y, a menudo, con los investigadores sociales. Diez años antes de escribir “El Capitalismo Tardío”, en el capítulo sobre "Formas y Evolución de los Salarios" de su "Tratado de Economía Marxista", E. Mandel es categórico al afirmar expresamente que "Sería, sin embargo erróneo, considerar el poder sindical como una variable independiente en la determinación de los salarios". En este contexto Mandel ofrece un tratamiento distinto del salario; aquí sí se remite exclusivamente a ley general de la acumulación como reguladora del valor de la fuerza de trabajo. [7]

 La inconsecuencia metodológica de Mandel en "El Capitalismo Tardío" consiste en que, al implicar a la lucha de clases en el proceso de acumulación en su etapa postrera, desemboca inevitablemente en la negación de las premisas básicas del materialismo histórico y, por extensión, de la fundamentación científica del socialismo. Su enjundiosa obra —por la cantidad de observaciones empíricas que reporta— está atravesada por esta errónea concepción metodológica.

En efecto, implicar a la lucha obrera en la determinación de los límites del nivel salarial, equivale a introducir la competencia como elemento determinante del valor de las mercancías. Ahora bien, si ésta fuera una premisa real de la sociedad burguesa, la economía política perdería ipso facto su carácter de ciencia. En ese caso el capitalismo quedaría exclusivamente sujeto a los avatares de la lucha de clases, dejando de ser un sistema objetivamente transitorio. Pero entonces no tendría ya demasiado sentido apuntarse al materialismo histórico como guía para la acción política.   

 Queda claro, pues, para nosotros, que dentro de la ley del valor, es decir, en los límites de la sociedad capitalista, la flexibilidad salarial al alza tiene un límite máximo fijado por la ley de la acumulación. Pero, aquí se impone otra cuestión igualmente decisiva: ¿Puede la burguesía empujar el salario AL MÍNIMO de subsistencia de los trabajadores? Esta pregunta tiene que ver con el controvertido asunto de la  supuesta "ley de la pauperización histórica absoluta del proletariado", que unos atribuyen a Marx y otros niegan que la haya previsto.

Haciendo suya la teoría ricardiana de los "rendimientos decrecientes en la agricultura", Malthus creyó ver una progresión de aumento histórico mayor en la población que en los medios de subsistencia. De este supuesto déficit en los recursos naturales, Malthus dedujo su teoría de la sobrepoblación y de ahí, la propensión a la baja de los salarios hasta el equivalente al "mínimo fisiológico". Esta teoría de la depauperación absoluta formulada en 1803, fue tomada por Lassalle cincuenta años después, para dar a conocer su "ley de bronce de los salarios".

Por su parte, son varios los pasajes de su obra en los que, desde el "Manifiesto Comunista", Marx alude inequívocamente a que la "ley general de la acumulación capitalista", tiende históricamente a reducir el nivel de vida de los trabajadores a un mínimo. A la vista de los progresos evidenciados en el salario real de la clase obrera europea —sobre todo alemana— a fines de ese mismo siglo diversos críticos han creído ver desacreditada por los hechos la teoría salarial de Marx y, con ella, todas sus predicciones sobre el futuro de la sociedad capitalista.

Como hemos de ver a continuación, ello se debió a una lectura desatenta o tendenciosa de "El Capital". En primer lugar, la teoría marxista de la población no parte de las premisas de  Malthus. Para Marx, la sobrepoblación no tiene una causa natural (la presunta tendencia ricardiana al rendimiento decreciente en el trabajo agrícola), sino eminentemente social; está en la lógica misma del proceso de acumulación del capital; es un producto genuinamente suyo. En segundo lugar, Marx no dice en ningún sitio que, bajo el capitalismo, el salario tienda históricamente al mínimo fisiológico —que él denomina mínimo físico—, sino que, simplemente tiende a un mínimo. Es cierto que en el capítulo cincuenta del libro III, Marx habla del mínimo físico, "regulado por una ley natural" (económica), pero sólo para señalar que el valor real de la fuerza de trabajo "diverge de ese mínimo físico; es diferente según el clima y el nivel de desarrollo social; no solo depende de las necesidades físicas, sino también de las necesidades sociales históricamente desarrolladas, que se convierten en segunda naturaleza"(el remarcado es nuestro). [8]

 El coste salarial varía, también, según sea el grado de cualificación del trabajo. En el libro I sección IV, donde  trata sobre el plusvalor absoluto, Marx se refiere a la diferencia entre trabajo simple y trabajo complejo. Allí dice textualmente:

<<El trabajo al que se considera calificado, más complejo con respecto al trabajo social medio, es la exteriorización de una fuerza de trabajo complejo, trabajo de un peso específico superior. El trabajo al que se considera más complejo con respecto al trabajo social medio, es la exteriorización de una fuerza de trabajo EN LA QUE ENTRAN COSTOS DE FORMACIÓN MÁS ALTOS, CUYA PRODUCCIÓN INSUME MÁS TIEMPO DE TRABAJO Y QUE TIENE POR TANTO UN VALOR MÁS ELEVADO QUE EL DE LA FUERZA DE TRABAJO SIMPLE>> (K. Marx: "El Capital" Libro I Cap. V Ed. cit. T-1 Pp. 239 las mayúsculas son nuestras)

Por tanto, para Marx, el valor de la fuerza de trabajo no es constante sino que varía según el rendimiento del trabajo. Henryk Grossmann resume acertadamente los factores que entran en la formación histórica del valor de la fuerza de trabajo. Estos factores son: a) el incremento de la fuerza productiva del trabajo gracias al cual tanto la fuerza de trabajo como el valor disminuyen de precio; b) los mayores o menores costos del aprendizaje, que conducen al encarecimiento del trabajo calificado con respecto al trabajo no calificado; c) la introducción de máquinas, cuyo efecto es manifiestamente contrario al anterior, pues desvaloriza el trabajo calificado; d) entre los restantes factores que intervienen en la determinación de los costos de reproducción de la fuerza de trabajo, se agrega el de la intensidad del trabajo; e) finalmente, incluye también la acumulación de capital. [9]

La hipótesis de costes constantes de reproducción de la fuerza de trabajo, supone un rendimiento del trabajo también constante y una constante provisión de medios de vida. Esta situación de estancamiento de la producción es absolutamente incompatible con la necesidad de valorización del capital. El progreso en la productividad del trabajo es condición de existencia del modo de producción capitalista. Luego, bajo el capitalismo, los salarios registran costes variables. De ahí que, a efectos del cálculo del valor, de la tasa de explotación y de la cuota de ganancia media, Marx designe al salario con el nombre de "capital variable".

En el capítulo XV del libro III que trata de las contradicciones de la ley de la tendencia decreciente de la tasa de ganancia, Marx señala precisamente el déficit de Ricardo al concebir la tasa de plusvalor sobre el supuesto de que la jornada de labor "es, en intensidad y extensión, una magnitud constante". Marx dice expresamente que el fenómeno típicamente capitalista de la intensificación del trabajo adquiere "importancia decisiva". En un doble aspecto: porque impugna la "ley de bronce del salario", y porque demuestra el carácter revolucionario fundamental de la clase obrera. [10]

La intensificación del trabajo supone "un mayor gasto de trabajo en el mismo tiempo, una tensión acrecentada de la fuerza de trabajo, un taponamiento más denso de los poros que se producen en el tiempo de trabajo". Esto quiere decir que "La hora, más intensiva de la jornada laboral de diez horas contiene ahora tanto o más trabajo, esto es, fuerza de trabajo gastada, que la hora, más porosa, de la jornada laboral de 12 horas. (subrayado del autor). [11]

De aquí se infiere que, en cierto estadio de la acumulación capitalista, las condiciones objetivas de la valorización del capital exigen que el salario real tenga que aumentar necesariamente. La lucha obrera por el salario, ese factor "histórico-moral" que Mandel deja flotando en el aire, en realidad se asienta en la base material del sistema; [12] la fuerza moral que asiste a los trabajadores en sus luchas, reside en los contenidos y resultados de la ley del valor. Los "excesos" o "usurpaciones" del capital contra los que Marx exhorta a la clase obrera a luchar, deben entenderse como excesos de la ley del valor respecto de las propias condiciones de valorización del capital, una contradicción insoluble del capitalismo que justifica plenamente la lucha revolucionaria del proletariado. 

Y esto es así no sólo en cuanto a los fundamentos sino también en cuanto al tiempo. En efecto, de hecho, toda acción de los trabajadores, obedece a movimientos previos determinados por la ley del valor en un momento dado del progreso de la acumulación. "la lucha por la subida de salarios -dice Marx en "Salario, Precio y Ganancia"- sigue siempre a cambios anteriores y es el resultado de los cambios previos operados en el volumen de producción, las fuerzas productivas del trabajo, el valor de éste, el valor del dinero, la extensión e intensidad del trabajo arrancado, las fluctuaciones de los precios del mercado, que dependen de las fluctuaciones de la oferta y la demanda y se producen con arreglo a las diversas fases del ciclo industrial; en una palabra: es la reacción de los obreros contra la acción anterior del capital.(subrayado del autor). [13]

En síntesis, y para decirlo con palabras de Henryk Grossmann, "La teoría marxiana del salario no solo no entra en contradicción con la experiencia empírica, sino que, por el contrario, está en condiciones de explicar este dato empírico desde la lógica del sistema teórico en su conjunto, es decir, a partir de la propia ley del valor, sin necesidad de recurrir a ninguno de los elementos de la competencia". [14]

El no haber tenido en cuenta esto, explica que Román Rosdolsky haya caído en el subjetivismo de atribuir a la lucha obrera una función determinante en la evolución de los salarios reales. Lo que no se explica tan fácilmente, es que Rosdolsky no haya advertido que su recurrente apelación errónea al factor "histórico-moral", se contradice en el mismo contexto con su acertada referencia a la ley del valor en torno al comentado pasaje de "Salario Precio y Ganancia", así como con su aguda crítica a Böhm-Bawerk sobre la reducción marxiana de trabajo complejo a trabajo simple y con el reconocimiento posterior de que en Marx hay, efectivamente, una teoría del derrumbe.

Semejante laguna teórica sorprende en quien ha demostrado tener un amplio y profundo conocimiento de la literatura en torno a este tema. Sobre todo, después de la fulgurante bengala con la que Grossmann iluminó este flanco inexpugnable del materialismo histórico. ¿Su doble omisión debe atribuirse a un lapsus teórico? Sea por lo que fuere, Rosdolsky se refleja aquí muy mal en el materialismo histórico. El Marx contradictorio que presenta, no es otra cosa que la transfiguración de su propio pensamiento enfrentado consigo mismo. Su error está en haber introducido la lucha de clases como factor determinante del valor salarial, una pieza que no encaja en el mecanismo de la lógica de investigación económica que preside tanto los "Grundrisse" como "El Capital". [15]  

        Al abordar el problema de la intensificación de la fuerza laboral, entramos en el capítulo del salario relativo. Al investigar la categoría fuerza de trabajo en su doble carácter, Marx descubre que "Ni el salario nominal, es decir, la suma de dinero a cambio de la cual el obrero se vende al capitalista, ni el salario real, es decir, la suma de mercancías que puede comprar a cambio de ese dinero, agotan las relaciones contenidas en el salario. Ante todo, el salario aún está determinado por su  relación con la ganancia, con el beneficio del capitalista; es un salario relativo. El salario real expresa el precio del trabajo en relación con el precio de las restantes mercancías (que es lo que determina su nivel de vida), mientras que el salario relativo  expresa la participación del trabajo —en el nuevo valor creado por él— en relación con la participación que en él cabe al trabajo acumulado, al capital. [16]

Marx observa que el progre­so secular en la acumulación capitalista va acompañado de un aumento también a largo plazo en la composición orgánica del capital social global, esto es, el crecimiento más rápido del capital destinado a maquinaria y materias primas, respecto de la parte destinada al pago de salarios. Observa también que un menor empleo relativo de trabajo vivo, supone una productividad mayor, con lo cual, dada la jornada de labor simultánea, los trabajadores reproducen en un tiempo cada vez menor la parte de capital adelantada en salario, aumentando así el tiempo que dedican a trabajar para los capitalistas. [17] Queda claro, pues, que la lucha obrera jamás podrá evitar la tendencia histórica hacia el descenso relativo del salario. Esto debe ser necesariamente así, porque, de lo contrario, la reproducción ampliada se torna materialmente imposible.

 Según Román Rosdolsky <<..Pertenece a Rosa Luxemburgo el mérito de haber situando en una perspectiva política correcta la dinámica del salario relativo. De esta insigne revolucionaria, leemos en su ‘Introducción a la Economía Polí­tica’":

<<La producción capitalista no puede avanzar un solo paso adelante sin reducir la participación de los obreros en el producto social. Con cada innovación en la técnica, con cada mejora en las máquinas, con cada aplicación nueva del vapor y la electricidad en la producción y en el transporte, se reduce la parti­cipación de los obreros en el producto y aumenta la de los capi­talistas”.
 (Se trata de) un poder completamente invisible, una acción simplemente mecánica de la competencia y de la producción de mercancías dejándole (al obrero) una (porción) cada vez menor (....) El papel personal del explotador es todavía visible tratándose del salario, es decir, de las subsistencias reales. Una reducción del salario, que determine una disminución del nivel de vida de los obreros, constituye un atentado visible de los capi­talistas contra los obreros y recibe de estos, por lo general, allí donde se hace sentir la acción del sindicato , la respuesta de la lucha inmediata (...) Pero muy distinta es la situación cuando se trata del descenso, invisible, del salario relativo provocado por el mero progreso técnico, los inventos, la intro­ducción de máquinas, el mejoramiento de los medios de transporte, etcétera.
Pero los efectos de todos estos avances sobre el salario relativo de los obreros son el resultado mecánico de la producción mercantil y del carácter de mercancía de la fuerza de trabajo (...) Es por ello que la lucha contra la caída del salario relativo, entraña la lucha contra el carácter de mercancía de la fuerza de trabajo, es decir, contra la producción capitalista en su conjunto. La lucha contra la caída del salario relativo, no es ya una lucha que se desenvuelve en el terreno de la economía mercantil, sino un asalto revolucionario, subversivo, contra la existencia de esta economía, es el movimiento socialista del proletariado.>> (Citada por R. Rosdolsky en Op. Cit. Cap. 20 Apéndice III. Ed. Cit. Pp. 331. El subrayado es nuestro)

Ahora bien, según lo razonado hasta aquí, se podría pensar que las luchas por el salario relativo serían producto del factor histórico-moral, es decir, de una voluntad política asentada en consideraciones de pura justicia distributiva. Tal es lo que parece inferirse de lo expuesto por Rosa Luxemburgo. Las investigaciones de Marx permiten negar esta falacia de sentido común, al demostrar que estas luchas en este terreno están objetivamente determinadas.

En los "Manuscritos de 1861/63, Marx llega a la previsora conclusión de que en un punto determinado de la acumulación —y a este punto se llega con el "Fordismo" y el Taylorismo"— se establece una relación inversa entre la intensidad y la extensión de la jornada de labor:

<<Y esto —dice Marx— no es un asunto especulativo. Cuando el hecho se manifiesta hay un medio muy experimental de demostrar esta relación: cuando, por ejemplo, aparece como físicamente imposible para el obrero proporcionar durante doce horas la misma masa de trabajo que efectúa ahora durante diez o diez horas y media. Aquí, la reducción necesaria de la jornada normal o total de trabajo resulta de una mayor condensación del trabajo, que inclu­ye una mayor intensidad, una mayor tensión nerviosa, pero al mismo tiempo un mayor esfuerzo físico. Con el aumento de los dos factores ‑velocidad y amplitud (masa) de las máquinas‑ se llega necesariamente a una encrucijada, en la que la intensidad y la extensión del trabajo ya no pueden crecer simultáneamente, en el que el aumento de una excluye necesariamente el de la otra...>> [18]  

Comprobaciones empíricas contemporáneas permiten confirmar este aserto. Mediante un estudio riguroso de las estadísticas comparadas de mortalidad en los EE.UU., Eyers y Sterling, han demostrado que "...después de la adolescencia, la mortalidad está más relacionada con la orga­nización capitalista que con la organización médica....Una conclusión general, es que un gran componente de la patología física y muerte del adulto, no deben ser considerados actos de Dios ni de nuestros genes, sino una medida de la tragedia causada por nuestra organización económica y social..." Estos autores consideran al "stress" como el eslabón entre las "noxas" (daños) sociales y el deterioro biológico (catabolismo). Eyers y Sterling definen el "stress" como "...los cambios que ocurren en un sujeto llamado a responder a una situación externa, para enfrentar la cual el no tiene capacidad o está dudoso de tenerla...Ello produce un estado de alerta psicológica y física que se inicia en la conciencia, en el cerebro y pone en tensión el cuerpo..". [19]

Las estadísticas de mortalidad reconocen al "stress" en el suicidio, el homicidio y los accidentes, así como en enfermedades crónicas como el infarto, la cirrosis, el  cáncer de pulmón y la hipertensión. [20] Según un informe de CC.OO., los acciden­tes laborales en España aumentaron un 46% en l988, o sea, 326.308 accidentes más que el año anterior. A pesar de la gravedad de los datos, la situación de la salud laboral en España puede ser todavía más trágica: al menos un 30% de los trabajadores de este país, escapan a  las estadísticas oficiales sobre siniestralidad, ya que se trata de trabajos marginales o a tiempo parcial. Según CC.OO., "...los que tienen contrato temporal, se accidentan dos veces más que el personal fijo...". [21]

En otras palabras, la tendencia del capital a aumentar la plusvalía relativa, es decir, el desarrollo de las fuerzas productivas "objetivas" expresado en las máquinas, los sistemas mecánicos, los sistemas semiautomatizados, la automatización en gran escala, los robots, tiene efectos contradictorios sobre el trabajo. Reduce la cualificación, suprime empleos, presiona a la baja sobre los salarios por el aumento del ejército de reserva. Pero simultáneamente, la extensión de la mecanización tiende a aumentar la intensidad del esfuerzo en el trabajo (a la vez físico y psíquico, o al menos uno de los dos), y ejerce, pues, una presión objetiva hacia la reducción de la jornada de trabajo.               

Las formas  de lucha con que el proletariado ha venido desbaratando la "organización científica del trabajo", responden a todas estas "noxas" sociales. Entre estas formas está el absentismo, el sabotaje tipificado como "faltas de cuidado", "defectos", "porcentajes crecientes de desperdicios"; actitudes que Benjamín Coriat ve como "una resistencia a entrar en la fábrica" y que pueden ser actos voluntarios o resultantes de una fatiga excesiva. [22]

En suma, la Ley de la Caída Tendencial del Salario Relativo es el contexto en el que Marx encuadra todas las luchas de la clase obrera moderna por la reducción de la jornada de trabajo. Luchas en el seno del capital, a menudo sordas y aparentemente intrascendentes, pero históricamente revolucionarias. Refiriéndose a ellas en el pasaje de "Salario Precio y Ganancia", Marx dice que "Si en sus conflictos diarios con el capital (los trabajadores) cediesen cobardemente, se descalificarían para emprender movimientos de mayor envergadura". [23]

 En esta línea de razonamiento, parece quedar recusado el presunto carácter integrador absoluto del capitalismo. Pero, además, en este contexto se revela plenamente a la conciencia esa clase revolucionaria objetiva que muchos consideran imposible descubrir teóri­camente. En efecto, si la tendencia siempre operante a reducir el tiempo de trabajo necesario por debajo del promedio social es condición de existencia de la acumulación en el capitalismo tardío, debemos concluir que la lucha por el salario relativo que sólo compete a la clase trabajadora como tal‑ supone, lógicamente, la revelación del proletariado como clase revolucionaria fundamental.>> Hasta aquí nuestra carta a Ismael.

 Si ahora nos imaginamos la jornada laboral fija como un segmento dividido entre dos partes, y suponemos que una representa el tiempo que tarda el obrero en reproducir el valor de su fuerza de trabajo y la otra el tiempo restante que se dedica a producir un excedente en forma de plusvalía. Según la lógica del capitalismo, con el progreso de la acumulación comprobaremos cómo según aumenta la productividad del trabajo, la parte del segmento en que el obrero reproduce el valor de su fuerza de trabajo tiende a ser cada vez menor y, por tanto, la parte que representa la plusvalía (P) crece en la misma medida que decrece  Cv.

¿Por qué Cv es cada vez menor? Porque con el aumento histórico de la productividad del trabajo, los medios de vida que el obrero necesita para vivir reproduciendo su fuerza de trabajo, se obtienen en un menor tiempo de trabajo, es decir, un menor valor incorporado a cada unidad de producto. Claro que el proletariado participa en la mejora de la productividad del trabajo humano con aumentos en su salario real o capacidad de compra, contribuyendo así al mejoramiento del salario histórico, pero su salario relativo no deja de disminuir, siempre lo hace en menor medida que el crecimiento de la plusvalía. A esta subida del salario real hay que añadir el aumento salarial derivado del grado de complejización creciente de la producción, exigiendo el concurso de trabajadores cada vez más cualificados, es decir, teniendo el capitalista que emplear una cada vez mayor proporción trabajo complejo que, por efecto del mismo progreso de su fuerza productiva, deviene históricamente en trabajo simple o de menor cualificación y remuneración.   

En resumidas cuentas, Marx era cons­ciente de que el salario real debe crecer como consecuencia de la compleji­dad, la intensidad y la cualificación crecientes del trabajo social, procesos derivados, a su vez, de la marcha incesante de la acumula­ción de capital, que es la base del crecimien­to de la producti­vidad del trabajo. Pero pudo comprobar que la participación de los salarios en el progreso material que supone el dominio de las fuerzas productivas sobre la naturaleza, no hace más que disminuir respecto de la parte que se embolsan los capitalistas. Por eso, esta dinámica capitalista debe traducirse necesariamente en una penuria relativa creciente o disminución tenden­cial de los salarios en el producto social que los obreros crean con su trabajo.

Y ahí es, precisamente, donde reside la verdad histórica de la afirmación de Marx en cuanto a que el salario relativo tiende a disminuir y no, —como muchos le atribuyen errónea o tendenciosamente— a una pauperización absoluta, es decir, a una pobreza creciente.

En el gráfico siguiente se puede comprobar como desde 1970 hasta 1992 los salarios en España han ido menguando en relación a la renta nacional, es decir, como la participación de los trabajadores en el producto de su trabajo ha ido involucionando respecto a  la producción de plusvalor. No nos interesan aquí las diferencias entre CA1 y CA2 o entre CK1 y CK2, sino las resultantes de los coeficientes salariales (CA1 más CA2) y la de los beneficios (CK1 más CK2).  

   "Coeficiente salarial" antes (CA1) y después (CA2) de la intervención estatal, y "coeficiente de beneficios" (antes, CK1, y después, CK2).

Fuente: Diego Guerrero y Emilio Díaz Calleja “Estado del bienestar y redistribución de la renta en España desde la transición”  http://pc1406.cps.ucm.es/

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[3] Román Rosdolsky: Op.Cit.: Apéndice: “Sobre la apreciación crítica de la teoría marciana del salario” Ed. Cit.  Pp. 321. De aquí se desprende que, llegado a ese límite, cualquier demanda de aumento salarial se torna objetivamente revolucionaria aunque no decisiva al respecto.

[4] Ernest Mandel: "El Capitalismo Tardío"  Cap. I Ed. cit. Pp. 41.

[5] Si lo que se paga en calidad de salarios —dice J. Mill— está incluido, como suele ocurrir, en el concepto de capital, es absurdo hablar separadamente del trabajo como de algo separado de aquél. Así empleada, la palabra capital incluye tanto al trabajo como al capital". (Citado por Marx en "El Capital" Libro I Cap. V)

[6] E. Mandel: "Las ‘Ondas Largas’ en la Historia del Capitalismo" Ed. AKAL/79 Pp. l74.

[7] E. Mandel "Tratado de Economía Marxista" Cap. V Ed. Era/77 T.1 Pp. 198.

[8] K.Marx: "El Capital" Libro III Cap. L Ed. cit. Pp. 1090/1091

[9] Ver Henryk Grossmann: "La Ley de la Acumulación y El Derrumbe del Sistema Capitalista" Ed. Siglo XXI/79 Pp. 381

[10] Ver Karl Marx: "El Capital" Libro III Cap. XV. Ed. cit. T-6 Pp.309

[11] Ver: K. Marx: “El Capital” Libro I Cap. XIII punto 3. aptdo. c) Ed. Cit. T2  Pp. 499-500

[12] Ver Ernest Mandel: "El Capitalismo Tardío"  Cap. V. Ed. cit. Pp. 152

[13] K. Marx: "Salario, Precio y Ganancia" Punto 7. Ed. cit. Pp.54-55

[14] Henryk Grossmann: Op.cit. Parte tercera Cap. 23 Ed. cit. Pp. 385. Subrayado nuestro.

[15] Cfr.: Román Rosdolsky: Cap. 20 Apéndice 5. Ed. cit. Pp. 336/348

[16] K.Marx: "Trabajo Asalariado y Capital" en "Obras Escogidas" Ed. Fundamentos/75 Pp. 88

[17] Para la investigación de la naturaleza del plusvalor, resulta irrelevante el número de obreros empleados por el capital. La inclusión aquí de la locución jornada laboral simultánea es para indicar el hecho de que el capital es, desde un primer momento, una fuerza colectiva basada en la supresión del aislamiento del obrero, consiste en la concentración de muchos obreros por parte de un capitalista; todos cuantos le permita la tasa de acumulación.

[18] K.Marx: “Manuscritos de l86l/63”‑MEGA II, 3, 6 Pp. l906. Citado por E. Mandel en "Marx y El Porvenir del Trabajo Humano" Revista "Inprecor" Nº 50 oct/86 Pp.7. Este mismo concepto aparece en "El Capital" formulado del siguiente modo: “Es de todo punto evidente que con el progreso de la maquinaria y al acumularse la experiencia de una clase especial de obreros mecánicos, aumenta de manera natural la velocidad y con ella la intensidad del trabajo. Así, por ejemplo, en Inglaterra durante medio siglo la prolongación de  la jornada laboral corre pareja con la intensidad del trabajo fabril. Con todo se comprende fácilmente que en el caso de un trabajo que no se desenvuelve en medio de paroxismos pasajeros sino de una uniformidad regular, reiterada día tras día, ha de alcanzarse un punto nodal en el que la extensión de la jornada laboral y la intensidad del trabajo se excluyan recíprocamente, de tal modo que la prolongación de la jornada solo sea compatible con un menor grado de intensidad en el trabajo y, a la inversa, un grado mayor de intensidad solo pueda conciliarse con la reducción de la jornada laboral". Ver: K. Marx: "El Capital"  Libro I Cap. XIII aptdo.3. c) Ed.cit. T-2 Pp. 498/99.

[19] "Stress‑Related, Mortality and Social Organization" En "Salud Panamerica­na" Vol. 8‑l.

[20] Ver: "Gaceta Sindical" CC.OO. Nº 57 set/89).

[21] Ibid.

[22] Benjamín Coriat "El Taller y El Cronómetro"  Cap. 8 II Ed. Siglo XXI/82 Pp.124/130.

[23] K. Marx: "Salario, Precio y Ganancia" Ed. cit. Pp.61.