a.- Sobre algunas inexactitudes en obras de Marx.

En primer lugar tenemos que aclararle que “Trabajo asalariado y capital” está fechada en unos años en los que Marx todavía no tenía perfilada en su cabeza la pintura total del entramado capitalista. Poseía, eso sí, en lo tocante a las relaciones económicas, un esquema bastante aproximado a lo que posteriormente vería confirmado al investigar con más detalle la economía capitalista con el fin de escribir la “Contribución a la crítica de la economía política” y “El Capital”.

Por otro lado, “Salario, precio y ganancia” fue el resultado de un discurso pronunciado en una reunión del Consejo General de la Asociación Internacional de Trabajadores en junio de 1865, y ahí Marx, a pesar de tener ya definido el entramado capitalista en su conjunto, sacrificó, en parte, el rigor científico sobre algunos detalles, como veremos más adelante, en aras de una comprensión general de lo que resultaba ya de por sí un largo discurso.

Trabajo asalariado y capital” vio la luz a partir del 4 de abril de 1849 en sucesivos números de la Nueva Gaceta del Rhin. Esta obra está basada en las conferencias que Marx dio en 1847 en la Asociación Obrera Alemana de Bruselas. La obra está incompleta, no habiéndose encontrado los manuscritos que debían de completar la totalidad de la obra. Engels, en 1891 frente a la reedición del texto con un formato para un folleto de propaganda se pregunta si Marx habría aprobado, sin más, la reimpresión de 100.000 ejemplares sin haber llevado a efecto en el texto ninguna modificación. A tal fin, Engels comenta en su introducción:

<<En la década de los cuarenta, Marx no había terminado aún su crítica de la Economía política. Fue hacia fines de la década de los cincuenta cuando dio termino a esa obra. Por eso, los trabajos publicados por él antes de la aparición de la Contribución a la Crítica de la Economía política (1859), el primer fascículo de su obra grande, difieren en algunos puntos de los que vieron la luz después de aquella fecha; contienen expresiones y frases enteras que, desde un punto de vista de las obras posteriores, parecen poco afortunadas y hasta inexactas. >> (El subrayado nuestro)

Siguiendo la advertencia de Engels, podemos afirmar que Marx incurrió –entre otros deslices- el de incluir como elementos del capital los medios de vida que necesitan tanto el asalariado como el capitalista:

<<El capital no se compone solamente de medios de vida, instrumentos de trabajo y materias primas, no se compone solamente de productos materiales; se compone igualmente de valores de cambio.>> (el subrayado es nuestro).

En este pasaje, cuando Marx habla de medios de vida, a lo que se refiere en realidad es al Capital variable por medio del cual el capitalista compra la fuerza de trabajo del asalariado. Cuando el valor de ese capital variable, convertido en salario, se desembolsa en forma de dinero para pagar al obrero y éste lo percibe, deja de ser inmediatamente capital para convertirse en renta, renta del trabajo que posee el asalariado para la adquisición de los medios de vida con cuyo uso y disfrute repone su fuerza de trabajo.

En definitiva, el capital variable lo es, desde el momento en que el capitalista lo destina a la compra de fuerza de trabajo, hasta que pasa a manos del asalariado en forma de dinero. Desde este momento, es decir, ya antes de la compra de los medios de vida, el salario en manos del obrero deja de ser capital, del mismo modo que el tiempo “libre” del obrero deja de pertenecer al capitalista una vez acabada la jornada de labor. De lo contrario, el asalariado se convertiría en esclavo.

Y así como fuera de la jornada laboral (del tiempo en que produce el valor de sus medios de vida más un plusvalor) el obrero deja de pertenecer a su patrón, el salario que gasta y los medios de vida que adquiere y consume en ese tiempo “libre”, pertenecen —de hecho y por derecho— exclusivamente al obrero. Durante ese tiempo:

 <<Estos medios de subsistencia no constituyen elementos del proceso de trabajo (y de valorización), el cual junto a la capacidad de trabajo activa (o trabajo) no presupone nada más que el material de trabajo (materia prima y auxiliar) y los medios de trabajo (máquinas y herramientas). De hecho, el obrero debe conservar su capacidad de trabajo merced a los medios de subsistencia, pero este consumo privado suyo, que es al mismo tiempo reproducción de su capacidad de trabajo, está al margen del proceso de producción de la mercancía (que ese obrero produce).>>(K. Marx “El Capital” Libro 1 Cap. VI inédito. Lo entre paréntesis es nuestro)

Consiguientemente, al no formar parte del proceso de producción y, por tanto, de los fundamentos del contrato de trabajo: la producción de plusvalor, el tiempo en que el obrero gasta su salario y consume su equivalente en medios de vida, todo eso —tiempo y medios de vida del asalariado— dejan de pertenecer al capital, dejan de ser capital. Marx también contempla el caso de que ese consumo de medios de subsistencia tenga lugar en el mismo ámbito y momento del proceso de producción, es decir, mientras el asalariado produce:

<<Es posible que en la producción capitalista, el capital absorba todo el tiempo disponible del obrero, y que, por lo tanto, el consumo de medios de subsistencia aparezca prácticamente como un incidente del proceso laboral, al igual que el consumo de carbón por las máquinas de vapor, el de grasa por la rueda o de heno por el caballo (de tiro), al igual que todo el consumo privado del esclavo que trabaja (…) Pero sea lo que fuere en la practica (social), los medios de subsistencia son, tan pronto el obrero libre los consume, mercancías que él ha adquirido. No bien pasan a sus manos y con mayor razón aun cuando los consume, han dejado de ser capital.>> (Op. Cit.) [1]

De todo este razonamiento se desprende, lógicamente, que si los medios de subsistencia fueran capital, la plusvalía y, consecuentemente, la acumulación de capital, serían materialmente imposibles. 

 Para ser riguroso, lo que Marx debiera haber dicho en el pasaje referido de “Trabajo asalariado y capital”, es que la parte de dinero que el capitalista destina a la inversión en salarios, es decir, en capital variable, por sí mismo, antes del proceso productivo, no es propiamente capital; para serlo, necesita antes concretar una relación social de cambio (contrato de trabajo). Esto supone la categoría moderna del “trabajador libre” propietario de su fuerza de trabajo, característica distintiva del modo de producción capitalista en relación al resto de modos de producción anteriores.

Usted dice:

“una casa” no es capital por más que sea un valor de cambio (una mercancía). Y al revés: el capital es una suma de mercancías, como por ejemplo una casa...No me cuadra.

En esta frase suya sobra la expresión “al revés”, porque, según la lógica del capitalismo, la primera afirmación está sólo en contradicción aparente con la segunda. Mejor dicho, la contradice formalmente, pero dialécticamente no. En sentido dialéctico las cosas son o dejan de serlo según las condiciones de su existencia. Una casa puede ser capital o no serlo, todo depende del rol que su propietario le haga desempeñar en la sociedad. Cuando alguien compra una casa, es decir, una mercancía cuyo contenido o soporte material es una casa para hacer uso y disfrute particular de ella, esa casa en manos del comprador deja de ser capital si es que su vendedor es un promotor inmobiliario. Si esa misma mercancía “casa” hubiera sido adquirida para un uso que produjera plusvalía mediante el empleo de trabajo asalariado, como por ej. una escuela o una gestoría, esa casa constituiría parte del capital fijo de tales empresas del sector servicios.

Desde el punto de vista del vendedor, La misma casa en manos de un agente inmobiliario que la vende a un particular o a un empresario, es el resultado final de un proceso productivo que comenzó el constructor, el promotor etc. y que debe su existencia en el mercado inmobiliario al objeto de ser vendida y así poder capitalizar el plusvalor contenido en ella. Es decir, recuperar el valor invertido para su construcción: Capital constante más el Capital variable (Cc+Cv) y, además, efectivizar la plusvalía creada en el proceso de producción de la casa (P).

 Todo capital es mercancía, pero no toda mercancía es de por sí capital, aunque las dos se presenten bajo la misma forma social general, en nuestro caso, una casa objeto de compraventa, sólo es capital si adquiere la forma social específica del capitalismo: servir a los fines de producir y capitalizar plusvalor.

Seguidamente nos hace la pregunta de si una suma de mercancías al tener la posibilidad de convertirse en capital es ya de por sí capital. En los modos de producción capitalistas que Marx llama de “producción mercantil simple”, el proceso de intercambio de valores, se lleva a cabo mediante la siguiente metamorfosis o cambio de forma social de los valores económicos en general: Ma—D—Mb, donde la forma mercantil expresada en la mercancía Mtoma la forma dineraria D, para finalmente transformarse en la forma mercantil Mb. Pero, además de este cambio o metamorfosis social, en este proceso de intercambio se verifica, además, otra metamorfosis social de la mercancía, dado que, a instancias del dinero D,  la mercancía “a” pasa a poder del productor de la mercancía “b” y la de éste, a manos del productor “a”. En este proceso de circulación de una misma magnitud de valor, se opera, pues una doble metamorfosis social: en la forma del valor y en el distinto contenido material de las mercancías que constituyen la finalidad del intercambio.

Bajo el modo de producción capitalista, la circulación del valor adquiere la siguiente forma específica: D—M—D+Dd. Esta fórmula expresa el proceso de circulación entre el capitalista y el asalariado, donde, a pesar de que se intercambian equivalentes, al final del proceso el patrón se encuentra con que su capital se ha incrementado. Y esto, en razón del doble carácter del trabajo contenido en la mercancía fuerza de trabajo, cuyo uso, al final del metabolismo o transformación de la mercancía M (maquinaria, materia prima, auxiliar y fuerza de trabajo) en producto, es decir, en el contenido material de su valor, experimenta también un incremento de valor llamado plusvalor.  

Por tanto, lógicamente, la posibilidad real o causa formal (sistémica) de que M se convierta en D+Dd = capital dinerario D incrementado en un determinado porcentaje de plusvalor, no está en la condición objetiva de M (maquinaria, materia prima y auxiliar), sino en su condición subjetiva, esto es, en el doble carácter singular contenido en la mercancía fuerza de trabajo.

Pero esto es así, siempre que la fuerza de trabajo se intercambie por capital dinero. De lo contrario, aun dentro del sistema capitalista, sin esa condición suficiente  esa posibilidad se desvanecería. Efectivamente, como hemos dicho, esa posibilidad no está en cosas o valores de uso como lo es cualquier maquinaria, materias primas y auxiliares que constituyen las condiciones objetivas necesarias de todo proceso de trabajo. Lo mismo cabe decir de la condición subjetiva de ese mismo proceso que es el trabajador, incluso como asalariado. Esto no deja de ser así, incluso si esas mismas condiciones objetivas deban pasar por ser mercancías antes de fungir como factores de la producción. Tal es el caso de un arquitecto que se construye su propia casa. La maquinaria que alquila, tanto como las materias primas que adquiere y los salarios que contrata para el exclusivo fin de usufructuar el producto de ese proceso de trabajo, no los paga con capital sino con renta. Al no haber intercambio de fuerza de trabajo por capital, el proceso de trabajo cuyo producto es la casa del arquitecto, no se convierte en proceso de valorización y, por tanto, no existe posibilidad alguna de capitalizar plusvalor, de que el dinero empleado en ese proceso de trabajo se convierta en capital. Actos y procesos de trabajo marginales como éste, constituyen reminiscencias de la sociedad gentilicia temprana de los productores libres en régimen de autosuficiencia, dentro de la sociedad capitalista actual.

Ahora bien, cuando esas mismas condiciones objetivas y subjetivas se emplean no para usufructo de su producto, sino para la venta a terceras personas,  ese proceso de trabajo es, al mismo tiempo un proceso de valorización y la casa resultante pasa a ser capital. (Cfr.: “El Capital” Libro I Cap. V), aquí es donde radica la posibilidad de convertir dinero en capital. En este caso, el dinero en poder del arquitecto para la compra de los medios de producción y de la fuerza de trabajo, deja de ser renta y convierte así en capital dinerario. Pero ese capital dinerario sólo es capital virtual o en potencia. Sólo se convierte en capital real en el acto productivo, es decir, como capital productivo. Una vez terminado el proceso productivo el capitalista se encuentra con una mercancía casa dispuesta para ser vendida en el mercado inmobiliario, como capital mercantil. Finalmente, al momento en que la operación de venta se ejecuta, la capitalización se realiza recuperando el capital invertido más el plusvalor, todo bajo la forma de capital dinero dispuesto a iniciar un nuevo período de rotación con la masa del plusvalor que resta de la parte que el arquitecto capitalista decida sustraer para su fondo de consumo particular. 

Por último, siempre bajo el punto de vista del productor, conviene aclarar que no toda suma de mercancías es capital, por ej. si usted contempla un puesto de artesanía en un mercado rural, en el que el vendedor es el mismo artesano que fabricó sus mercancías, por mucho que ese productor sume todas esas mercancías no las podrá convertir en capital jamás. ¿Qué le falta a esa suma de mercancías para ser capital? La respuesta está dada más arriba: para que una suma de mercancías se convierta en capital hace falta que se incluya entre ellas la fuerza de trabajo ajeno, es decir, la fuerza de trabajo asalariado.

Otra cuestión que es necesario aclarar, es que en “Trabajo asalariado y capital” Marx no distinguía todavía entre los conceptos de “trabajo” y “fuerza de trabajo”. Fue Engels quien, a partir de la reedición de 1891 de esta obra, advirtió al lector de este detalle para proceder a la correspondiente modificación del texto, explicando que Marx descubrió el doble carácter del trabajo como resultado de posteriores investigaciones (1859), cuyos resultados concretó por primera vez en su “Contribución .a la Crítica de la Economía Política”, como parte de sus “Grundrisse” o fundamentos para elaborar seguidamente “El Capital”:

<<Y acerca de esta modificación, tengo que dar las necesarias explicaciones. Tengo que darlas a los obreros, para que vean que no se trata de ninguna sutileza de palabras, ni mucho menos, sino de uno de los puntos más importantes de toda la Economía Política. Y a los burgueses, para que se convenzan de cuán por encima están los incultos obreros, a quienes se pueden explicar con facilidad las cuestiones económicas más difíciles, de nuestros petulantes hombres «cultos», que jamás, mientras vivan, llegarán a comprender estos intrincados problemas.>> (F.Engels: Op. Cit.)

Hasta esas fechas, toda la economía política clásica venía hablando del valor del trabajo, incluso Marx se vio “obligado” en numerosas ocasiones ha hablar del “valor del trabajo” para no tener que detenerse en demasiadas explicaciones, tal y como advertimos que hizo en el discurso que pronunció en el Consejo General de la Asociación Internacional de Trabajadores, conocido como “Salario, precio y ganancia” (1865) aunque utilizando siempre esa expresión en cursiva: “valor del trabajo”.

Se debe a Marx el merito de haber descubierto el doble carácter del trabajo contenido en toda mercancía, es decir, que desde el punto de vista del trabajo en su relación con el objeto producido hay que distinguir por un lado, el trabajo concreto o cualitativo, a instancias del cual se producen los distintos valores de uso y, por otro lado, el trabajo abstracto por mediación del cual se producen los valores materializados en las mercancías según la cantidad de trabajo contenido en ellas que, al igualarse con otras conteniendo la misma magnitud de trabajo medida en unidades de tiempo, se convierten en valores de cambio.

Y este doble carácter del trabajo contenido en el común de las mercancías, también está contenido en la mercancía fuerza de trabajo. Desde el punto de vista de las relaciones de producción capitalistas, el trabajo no sólo tiene un valor de uso consistente en la capacidad de trabajar o fuerza de trabajo sino también un valor de cambio expresado en el salario o Capital Variable (CV). Para Marx éste es el eje en torno al cual gira la comprensión de la economía política, sencillamente porque de este doble carácter del trabajo brota la plusvalía, principio activo y finalidad del capitalismo. Es el doble carácter del trabajo el que permite que, sin violar la ley de intercambio entre mercancías equivalentes, como son el valor de la fuerza de trabajo por un lado y, de otro, su equivalente en capital variable o salario, una vez firmado el acuerdo o contrato entre personas jurídicamente iguales que deciden “libremente” cambiar cosas de igual valor, el capitalista adquiere el derecho a usar esa capacidad de trabajo adquirida, convirtiéndola así de potencia en acto, en trabajo efectivo, cuya virtud consiste en crear más valor del contenido en su valor de cambio, un plus de valor que, por esa razón los clásicos denominaron plusvalor aunque sin darse cuenta de ello.

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[1] Este concepto aparece representado magistralmente en la película “Tiempos Modernos” de Charles Chaplin cuando le atan a un invento para suministrarle comida mientras trabaja en la cadena de montaje. Nota nuestra.