¿Qué hay de cómún entre
los neomarxistas alemanes y americanos?

  1. Introducción
  2. La lógica del capital vista como egoismo del burgués que se niega a socializar el excedente....
  3. ....Y los asalariados que se diluyen en el egoismo del burgués
  4. Del flujo eterno de trabajo excedente a la "larga marcha" a través de las instituciones burguesas.
  5. 1968-1990: ¿Qué fue del flujo creciente de trabajo excedente en la sociedad de la abundancia?
  6. El ejército revolucionario de desequilibrados mentales como contrapartida política del excedente económico sin límite objetivo.

 

1.-Introducción

Baran y Sweezy han especulado de forma tan febril, arbitraria y monstruosa con la realidad económica del capitalismo en nombre del marxismo, que terminaron enredados en sus propias elucubraciones. En una verdadera operación de cirugía ideológica de trasplante, llevaron los cuerpos doctrinarios de Marx y Keynes al quirófano de las determinaciones abstractas, y tras seccionar el concepto de plusvalor cortando todos los nervios y músculos que le unen al salario en la teoría marxista del valor, terminaron arrojándola al cubo de los desperdicios quirúrgicos. Hecho esto, extrajeron del pensamiento de Keynes la noción de "ahorro" -entendida como "ingreso corriente destinado a inversión"- y lo implantaron en "El Capital" en reemplazo de la plusvalía. Realizado el trasplante, la ley general de la acumulación de Marx quedó transformada en "ley del equilibrio general" que anula las contradicciones económicas del sistema. Bajo este punto de vista, el curso de la sociedad capitalista en su etapa monopólica deja de ser tendencialmente explosivo, para pasar a depender de hechos ajenos a su propia lógica. En este plan, la tendencia decreciente de la tasa de ganancia desaparece, y la situación concreta, así como el comportamiento del movimiento obrero en la sociedad dejan de tener su referente fundamental en la economía política para pasar a ser una simple función de política económica dentro de las instituciones burguesas de Estado. Les pasó a Baran y Sweezy lo que a los astrónomos precopernicanos con la mecánica celeste:

<<...les sucedió como si alguien tomase de diversos lugares manos, pies, cabeza y otros miembros auténticamente óptimos, pero no representativos en relación a un sólo cuerpo, no correspondiéndose entre sí, de modo que con ellos se compondría más un monstruo que un hombre...>> (Nicolás Copérnico: "De revolutionibus Orbium Coelestium" Prefacio)

Si la masa de trabajo excedente no estuviera absolutamente limitada por la jornada laboral media y el trabajo necesario que determina en cada momento el valor del salario, el plusvalor quedaría convertido en una variable dependiente de la fuerza productiva del trabajo, es decir, en un flujo históricamente creciente. Tal es la premisa de la que Baran y Sweezy partieron en "El Capital Monopolista". (1)

2.-La lógica del capital vista como egoismo del burgués que se niega a socializar el excedente....

Una vez instalados cómodamente en semejante hipótesis, el descenso de los costes derivado del aumento incesante en el desarrollo tecnológico deriva automáticamente en un aumento incesante de las "utilidades". Y dado que ésta es la parte del capital global que tira del conjunto de la economía, la conclusión es que desde el punto de vista objetivo no hay nada que impida considerar al capitalismo como un modo de producción absoluto, esto es, eterno, con lo cual, toda crítica a su sistema de vida no puede sino recaer en la esfera de la justicia distributiva, en la racionalidad humana, en la idea de igualdad entre los seres humanos y demás consideraciones propias del socialismo utópico, que Baran y Sweezy han contribuido a enriquecer, como se verá enseguida, agregando la justa causa de la salud mental. Por de pronto,

<<Si es cierto, como lo hemos sostenido, que los oligopolios logran alcanzar una aproximación muy cercana al precio teórico monopolista y sus esfuerzos incesantes de bajar los costos (...) son generalmente satisfactorios, lógicamente se deduce que los excedentes deben tener una fuerte y persistente tendencia a subir (...) En vista de esto, parecería haber un argumento para considerar el capitalismo monopolista como un sistema racional y progresivo. Y si su propensión a la reducción de costos pudiera de alguna manera separarse de la determinación monopolista de precios y se pudiera encontrar un camino para utilizar los frutos de la creciente productividad para beneficio de toda la sociedad, el argumento sería poderoso. Pero, por supuesto, esto es precisamente lo que no se puede hacer. Todo el móvil de la reducción de costos es incrementar las utilidades, y la estructura monopolista de los mercados capacita a las empresas a apropiarse de la parte del león de los frutos de la productividad creciente, directamente en forma de mayores ganancias. Esto significa que bajo el capitalismo monopolista los costos decrecientes implican márgenes de utilidades en continua expansión y la expansión continua de estos, a su vez, implica utilidades adicionales, las que se elevan no sólo en términos absolutos, sino como parte del producto nacional. Si igualamos provisionalmente las utilidades adicionales con el excedente económico de la sociedad, podemos formular como ley del capitalismo monopolista que aquél tiende a subir absoluta y relativamente, a medida que el sistema se desarrolla>> (Paul Baran y Paul M. Sweezy: "El Capital Monopolista" Cap. III "La Tendencia Creciente de los Excedentes" 6.) Subrayado nuestro.

Esto equivale a decir que la necesidad del socialismo se fundamenta no en los obstáculos materiales cada vez más gigantescos que el capital se pone a sí mismo a medida que progresa la acumulación, sino en el egoísmo de los burgueses que se niegan a socializar el excedente. Todo el desarrollo de los capítulos X y XI de la obra están dedicados a enumerar el conjunto de noxas sociales provocadas por el capital, que Baran y Sweezy ven como producto de los apremios a que el presunto creciente excedente en busca de colocación somete irremediablemente a la sociedad en su conjunto. Al final del capítulo XI llegan a la conclusión de que...

<<La única racionalidad verdadera consiste en la acción de derribar lo que se ha convertido en un sistema irracional incurable>> (P. Baran y P.M. Sweezy: Ibid.)

3.-....Y los asalariados que se diluyen en el egoismo del burgués

Pero, para Baran y Sweezy, esta acción no puede provenir de las masas explotadas directamente por el capital monopolista ya que el presunto aumento sin límite del excedente -como consecuencia del no menos hipotético crecimiento sin límite de las fuerzas productivas en condiciones de estancamiento de la producción- ha trastornado en estas áreas del globo todas las relaciones tradicionales entre el capital y el trabajo, hasta el punto de hacer poco menos que imposible la acción revolucionaria del proletariado:

<<La respuesta de la ortodoxia tradicional marxista -de que el proletariado industrial eventualmente debe levantarse en una revolución contra sus opresores capitalistas- ya no es convincente. Los trabajadores industriales son una minoría, en disminución de la clase obrera norteamericana y sus centros organizados en las industrias básicas han sido integrados en gran proporción como consumidores en el sistema y son ideológicamente miembros de la sociedad. No son ya, como en época de Marx, los trabajadores industriales, las víctimas especiales del sistema, aunque sufren como otras clases y estratos -más que algunos y menos que otros- de su elementalidad e irracionalidad>> (P.Baran y P.M. Sweezy: ibid)

Esta impugnación del proletariado como clase revolucionaria fundamental en los países imperialistas apoyada en su disminución ante la emergencia de las "nuevas clases medias" aparece por primera vez expresada en "Teoría del Desarrollo Capitalista". Aquí Sweezy introduce esa denominación para referirse a trabajadores de las esfera de la circulación y del aparato de Estado que considera aliados objetivos del capital monopólico y del Estado imperialista, como un elemento de diferenciación social en el seno del proletariado tradicional:

<<El ascenso en la productividad del trabajo y el crecimiento desproporcionado de la esfera distributiva a que conduce bajo el capitalismo de monopolio, constituye una evolución con implicaciones sociales y políticas de gran alcance. La llamada "nueva clase media" de burócratas industriales, profesionales, maestros, empleados de gobierno, etc., que inevitablemente se desarrolla como fruto de la centralización y el ascenso del nivel de vida, es acrecentada por el ejército de vendedores, agentes de anuncios, publicaciones y empleados que forman una proporción tan grande de aquellos que se dedican a actividades de distribución. Estos elementos de la población están relativamente bien pagados y, por lo tanto, disfrutan de un nivel de vida que, desde el punto de vista subjetivo, los liga más o menos estrechamente a la clase gobernante de los capitalistas y propietarios. Más aun, como bajo el capitalismo una gran parte de ellos derivan sus ingresos directa o indirectamente de la plusvalía, de modo que una disminución de la plusvalía repercutiría necesariamente sobre ellos de forma desfavorable, existe también un lazo objetivo que liga sus intereses a los de la clase gobernante. Por esas dos razones la nueva clase media tiende a dar apoyo social y político a los capitalistas más bien que a los trabajadores; sus miembros constituyen, por así decirlo, un ejército de mas que acepta fácilmente la dirección de los generales capitalistas.>> (P.M. Sweezy: "Teoría del Desarrollo Capitalista" Cap. XV: "El Monopolio y las Leyes del Movimiento del Capitalismo" 4. "El monopolio y los costos de distribución ascendentes")

Baran murió en 1964. En 1966 aparece "El Capital Monopolista". Un año después, Sweezy publicó un ensayo titulado "Marx y el Proletariado". Tras señalar allí que el proletariado recién se convirtió en una clase revolucionaria con el pasaje de la manufactura a la gran industria, Sweezy sostiene que posteriormente -durante el desarrollo de la etapa basada en la plusvalía relativa- el adelanto tecnológico redujo la proporción de trabajadores manuales llamados "blue collar", dando lugar a la aparición de una gran variedad de categorías laborales que tiende a <<enterrar la conciencia de clase>> del proletariado:

<<En pocas palabras, los primeros efectos de la introducción de maquinaria automática -el aumento y homogeneización de la fuerza de trabajo, y la reducción de los costos de producción (valor) de ésta- en gran medida se han invertido. Una vez más, al igual que en el período manufacturero, el proletariado está altamente diferenciado; y una vez más, la conciencia profesional y de estatus ha tendido a enterrar la conciencia de clase.>> (P.M. Sweezy: "Marx y el Proletariado" Citado de Richard Edwards: "Sweezy y el Proletariado"

4.-Del flujo eterno de trabajo excedente a la "larga marcha" a través de las instituciones burguesas.

De modo que, para Sweezy, es la tecnología y no el proceso de acumulación del capital el que determina el curso y carácter de las relaciones sociales entre burguesía y proletariado. Aquí es donde Sweezy sintetizó políticamente la alquimia entre su tesis estancacionista y el espíritu de la Escuela de Frankfort, precipitada por su corta pero al parecer intensa relación intelectual desde fines de la década de los cincuenta con Paul Baran, a la sazón profesor de economía en la Universidad de Stanford.(2)

En "Political Economy and Critical Theory" (citado por H. Cleaver: op. cit.), Giacomo Marramao subrayó la importancia del trabajo de Pollock y su influencia sobre la Teoría Crítica de la Escuela de Frankfort. Sus estudios de la planeación económica en Oriente y Occidente le llevaron a concluir que los antiguos mecanismos automáticos de la competencia de mercado capitalista que habían conducido a la creciente crisis internacional, estaban siendo superados por un "nuevo orden económicamente planeado" mediante la intervención estatal. En opinión de Pollock, esta nueva acumulación del capital basada en la planificación centralizada producto de la fusión de los monopolios con el Estado capitalista avanzado, fue lo que permitió extender el control despótico del modelo de disciplina fabril al conjunto de la sociedad. En el desarrollo de esta concepción influyó su investigación sobre las nuevas tecnologías en el terreno de la organización, como instrumento de dominación dentro del plan del capital monopólico: la automatización:

<<Entre las consecuencias más graves de la automatización -escribió Pollock- se encuentra el peligro de que tal automatización refuerce la tendencia ya existente hacia una sociedad totalitaria>> (F. Pollock: "Automation" citado por G. Marramao: op. cit.)

Sin duda fue Herbert Marcuse quien mejor supo exponer las consecuencias políticas del maridaje entre estancamiento y automatización. En "El Hombre Unidimensional", Marcuse combinó las tesis fundamentales de la "Teoría Crítica" de la Escuela de Frankfort con la teoría de la nueva <<sociedad de la abundancia>>, producto de ese "excedente" aburrido y sin saber qué hacer que Baran y Sweezy imaginaron emancipado del trabajo necesario en "El Capital Monopolista". Así, la idea de la dominación en la fábrica a instancias de la tecnología aplicada (Pollock), se combinó en Marcuse con las tesis de los neomarxistas americanos que, en nombre del marxismo, teorizaron sobre la planeación del "excedente" en la nueva "sociedad de la abundancia", como medio de integrar la clase obrera al sistema. Especulando teóricamente sobre este sincretismo, Marcuse elaboró la idea del hombre (léase trabajador) no contradictorio y, por tanto, imposibilitado de trascender su condición histórica de clase subalterna; el hombre de una sola dimensión ideológica porque toda la extensión de su conciencia ha sido ocupada por el espíritu objetivo del capital.(3)

Ya en 1965 Marcuse había insinuado las consecuencias ideológicas y políticas de la idea estancacionista del "excedente" disponible para el control y planeación cultural del proletariado, como alternativa política a la represión directa. Tal fue el concepto básico del famoso ensayo de Marcuse sobre la "tolerancia represiva" del disentimiento dentro del marco de la "libertad" académica publicado ese año.(4) Considerando estéril participar del aislamiento de los "radicales" en vista de <<la debilidad política y actitud no revolucionaria de la mayor parte de la clase trabajadora>>, siempre con el hilo de Ariadna del "excedente" disponible para inversión en la mano, Marcuse encontrará finalmente la salida política a su propio laberinto ideológico. Habiendo llegado a la conclusión -probablemente acertada- de que...

<<...la siguiente revolución será cosa de varias generaciones y la `crisis final del capitalismo´ puede tardar mucho, pero no un siglo>>...

Marcuse propone empezar una...

<<...larga marcha a través de las instituciones>> (Herbert Marcuse: "Contrarrevolución y Revuelta") Citado por Harry Cleaver: op.cit.)

Marcuse nos hace recordar aquí los conocidos paisajes políticos bucólicos del <<camino largo>> que Bernstein proponía seguir prometiendo el paraíso del socialismo de mercado, donde pequeñoburgueses, obreros y capitalistas cohabitarían en paz y prosperidad, como ironizó Rosa Luxemburgo en "Reforma o Revolución" citando el pasaje bíblico de Isaías [11-6]:

<<Habitará el lobo con el cordero y el leopardo se acostará con el cabrito, y comerán juntos el becerro y el león, y un niño pequeño los pastoreará.>> (R. Luxemburgo: op.cit.)

Tal como hiciera Lassalle con su "Ley de Bronce" de los salarios a mediados del siglo pasado y Bernstein con su rechazo de la teoría del derrumbe a principios de éste, los neomarxistas europeos y americanos con su discurso de postguerra, no han hecho más que volver a convertir en "leyes del capitalismo" el estado de conciencia social del tiempo que a ellos les tocó vivir. Fue la pretensión de elevar a categoría de teoría científica sus propias vivencias y la de los explotados en los países imperialistas, cuya situación y comportamiento epocal han querido ver proyectado al futuro de modo irreversible. A la luz de su resultado histórico, la reconocida influencia de Marcuse en el mayo francés tanto como la de Baran, Sweezy y Magdoff durante la guerra de Vietnam, son la más elocuente demostración de ello. Aun cuando las figuras de Ho Chi Min y Ernesto Guevara planearan sobre ellos, ambos acontecimientos estuvieron motorizados no por una idea positiva del socialismo sino por la conciencia negativa del capitalismo.

5.-1968-1990: ¿Qué fue del flujo creciente de trabajo excedente en la sociedad de la abundancia?

A este respecto no nos resistimos a incluir aquí las reflexiones a raíz de las movilizaciones de los estudiantes franceses ocurridas a fines de 1990, en contestación a lo que sobre ellas le escribiera por entonces un amigo residente en París a uno de nuestros compañeros. La respuesta a esa carta está fechada el 1 de enero de 1991 y dice así:

<<......Interesante tu relato de la entrevista entre los líderes estudiantiles y el Ministro Lionel Jospin. El otro día Felipe González inauguró unos cursos en la Universidad del Sur, y la periodista encargada de cubrir la información para "El País" observaba el contraste de generaciones: "los estudiantes del 68 forraban sus carpetas con la imagen del "Che", los de hoy las adornan con pegatinas (calcomanías) que representan logotipo y figuras de marcas comerciales".

Me decís que te has quedado asombrado ante la pobre oratoria de unos líderes estudiantiles que "no saben expresarse" y repiten eslóganes elementales sin sólida argumentación". Es cierto que "habrán de romperse muchos dientes y cerebelos antes de que se produzca una alfabetización política". Pero no es menos cierto que para quienes vivimos aquello en Argentina, la nostalgia ante el contraste exagera la magnitud del retroceso. Y eso es malo, porque magnifica gratuitamente las posibilidades históricas del enemigo y desestima las nuestras propias.

Los estudiantes que hicieron el mayo francés nacieron cuando Sastre publicaba "La Nausea". Son los hijos del existencialismo, pero no lo mamaron, porque ese pesimismo solo duró el tiempo que el nuevo relajamiento del capital necesitó para enterrar en la memoria los horrores de la guerra. Desde la seguridad del pleno empleo, la sociedad europea de los sesenta buscaba una calidad de vida basada en el tiempo libre que el capitalismo le negaba. Tal fue la base material que dio sentido a sus luchas. Eran, además, tiempos políticos marcados por el ascenso revolucionario del llamado "tercer mundo" y la mística de paradigmas de emancipación humana encarnados en líderes revolucionarios como el "Che" y Ho Chi Minh. Por esas fechas, el stalinismo de la era Kruschev daba a conocer los "Manuscritos Económico-Filosóficos de 1844", un ensayo del "Jóven Marx" sobre la enajenación bajo el capitalismo. Pero la capacidad material de la burguesía para asimilar sus propias contradicciones también era mayor.

La "generación Miterrand" en cambio, nace con las sucesivas derrotas del movimiento sindical y el retroceso de la revolución mundial en medio de una situación de crisis sin alternativa política, donde el crónico excedente de capital provoca paro estructural masivo y la cultura del dinero se asocia con el mundo de la droga. Tal es el contexto en el que la burguesía logra acentuar la vigencia del individualismo y la competencia. En este espíritu se educan estos jóvenes de hoy. Pero con una diferencia: el capital tiene ahora muchas más dificultades para sortear sus crisis de valorización.

La generación del 68 se rebeló a fuerza de no sentirse a gusto en el trabajo enajenante que la sociedad capitalista de post guerra le había asignado. Las generaciones actuales están viviendo a fuerza de no tener trabajo fijo. La generación del 68 sufría la irracionalidad de los planes de estudio en la universidad de masas, contrapartida del aumento en los rítmos de explotación en la fábrica capitalista. Los jóvenes del 90 sufren porque la mayoría de ellos ni siquiera pueden estudiar, y los que lo hacen saben que los liceos o institutos son "fábricas donde se expiden títulos al por mayor"; "guetos donde se aparca a la juventud" en espera de ir a engrosar con toda seguridad las filas del paro.

Las movilizaciones del mayo francés anuncian la crisis del capitalismo tardío; las luchas de los estudiantes de hoy son el resultado de esa crisis. Consignas como "la imaginación al poder" y "prohibido prohibir", expresaban la certeza colectiva de que el capitalismo funcionaba defectuosamente, mientras que ahora, cuando por boca de su jóven dirigente Delphine Batho el movimiento estudiantil exige "que las cosas que deben funcionar funcionen ya", prefigura la conciencia de que el capitalismo está dejando de ser una forma de vida que asegure las condiciones más elementales de existencia.

De modo que sin la referencia a las condiciones materiales, toda comparación política entre diversos momentos de la historia moderna tiene que resultar necesariamente abstracta, incompleta y, por tanto, engañosa. Esta resistencia a remitirse a las premisas objetivas, esa costumbre de pretender explicar la política exclusivamente por las condiciones subjetivas, es un vicio muy frecuente entre nosotros. Hay que tomar en consideración todos los elementos que intervienen en la lucha de clases -incluyendo al enemigo- para saber hacia donde tiende la historia.

Desde luego, no es bueno que descendientes de minorías árabes en Francia pidan más diálogo con el poder y con la policía. Pero la presencia en la universidad de hijos de inmigrantes magrebíes y africanos en general, supone la acentuación del cambio en la composición de clase en la enseñanza media y superior. Y este hecho -dadas las crecientes dificultades de la burguesía para integrar en su aparato productivo a las huestes de científicos y técnicos que la universidad de masas produce- potencia la dinámica social explosiva del capitalismo. Pero lo que es más importante estratégicamente: torna más posible la ruptura ideológica y política del "bloque histórico" que conserva el poder del capital.

Hay que observar, además, que el movimiento empezó por reclamar más seguridad y terminó ligando el presupuesto para educación con la crisis del Golfo. Según "El País", la segunda gran consigna de los manifestantes fue "Des sous pour l'école, pas pour la guerre du petrole". Pero lo más significativo de tu carta, es la impresión ciertamente unilateral del fenómeno; incluso desde el punto de vista subjetivo o político. Porque se te escapa que la masa estudiantil no ha registrado un accionar homogéneo. Toda la prensa destaca -y naturalmente alaba- el comportamiento dialogante y pacífico de una mayoría, que es el sector al que te refieres con perplejidad. Pero hubo una minoría violenta, los llamados "zulús" o "casseurs" Estos jóvenes, de una pobreza oratoria seguramente mayor que los líderes que dialogaron con el Ministro de Educación, se han expresado sin embargo con rotunda elocuencia en el único lenguaje que la burguesía comprende y respeta; en el único idioma que le inquieta y hasta llega a aterrorizarle: el idioma de la violencia.

Sin la referencia a esta parte del movimiento se malogra toda posibilidad de comprensión del fenómeno que me comentas. "Estudiantes y `zulúes -dice el sociólogo Jean-Marcel Bouguereau- son las dos caras de la misma medalla. Unos y otros expresan la revuelta de los hijos de trabajadores franceses o inmigrantes pero ya aclimatados en Francia. Unos, los más, quieren la integración social a través de la enseñanza; otros, los saqueadores, ya están definitivamente fuera del sistema que odian y del que no esperan nada. Si los estudiantes rechazan con particular ardor a los marginados, es porque éstos expresan la proximidad contagiosa de un universo del que quieren huir".

Aunque con las explicables limitaciones ideológicas que le impiden ir hasta el final con sus propias observaciones -como es norma en él- Alain Touraine corrobora lo dicho por Bouguereau: "No han sido los alumnos de los grandes liceos parisienses, que de hecho son universidades de primer ciclo de alto nivel escolar y social, sino los de los nuevos liceos de las afueras, a menudo mestizos y negros, cuyos padres no han superado la escuela primaria, quienes han dado su fuerza al movimiento, puesto que estos jóvenes, que se introducen en los grandes ciclos de escolarización, garantes de un buen empleo, se hallan todavía demasiado cerca de la caída social. Y esto lo dicen muy claramente reclamando su seguridad. No se ven aquí amenazados por unas lejanas bandas de delicuentes, sino por sus vecinos, sus amigos, que han abandonado la formación profesional, o que han sido excluidos, y por una parte de ellos mismos, tan pequeña es la barrera que separa en estos suburbios el ascenso y la caída social".

Pues bien, estas dos caras del movimiento, el temor de quienes aun esperan algo del sistema a caer en la marginación de los que ya no esperan nada, es, como dije más arriba, la prefiguración en la conciencia de unos y otros -condenados como están a convivir y compartir al fin y al cabo las mismas carencias e incertidumbres- de que este sistema no garantiza la calidad de vida que ofrece en sus opulentos escaparates y en sus "jingles" publicitarios. Las mismas fuerzas materiales que hoy dividen al movimiento, le unifican históricamente. este universo de marginación y anomia social -que la tendencia inevitable al aumento histórico en la composición orgánica del capital y al ejército industrial de reserva no hace más que agrandar- no estuvo presente en el espíritu del mayo francés. Tal es la distinción más acusada y de mayor importancia política entre ambos hechos históricos>>.

Pues bien, a pesar de que la teoría marxista del ejército industrial de reserva es la contraparte social de la tendencia histórica al descenso en la tasa de ganancia, los dos ejes maestros de la "Ley General de la Acumulación Capitalista" que justifica la lucha de clases y prevé la necesidad del socialismo, Baran y Sweezy, en nombre del marxismo, teorizaron para llegar a resultados totalmente opuestos en cinco pasos sucesivos.

6.-El ejército revolucionario de desequilibrados mentales como contrapartida política del excedente económico sin límite objetivo.

1) El eje argumental de "El Capital Monopolista" gira en torno a la impugnación de Baran y Sweezy a la tendencia decreciente de la tasa de ganancia formulada por Marx en "El Capital". Para explicar por qué Baran y Sweezy pudieron operar con tan poca pulcritud y recato intelectual en el cuerpo teórico de Marx, como no hay pruebas concluyentes en contrario, vamos a suponer que la astucia de la razón capitalista les impactó directamente en la conciencia, sin pasar por sus propios bolsillos. De cualquier modo, esta movida ha respondido, sin duda alguna, a la situación económica y social de la segunda postguerra, especialmente en los países de la cadena imperialista. Fue el impacto económico y social del extraordinario ascenso de la tasa de ganancia iniciado por entonces, producto de un fuerte incremento en la tasa de explotación acompañado por un importante aunque más moderado aumento en los salarios reales, lo que movió a Baran y Sweezy a sostener falazmente que el descenso tendencial de la tasa de ganancia <<no se puede apoyar en razones teóricas generales>>. Consecuentemente, esta extraordinaria solvencia de la burguesía americana y europea para asimilar las demandas obreras, sugerirán a Sweezy la idea de que la lucha por el salario había dejado de tener la importancia de los tiempos de Marx. De ahí el valor estratégico que conferirán a las luchas extrasalariales.(5) El fermento revolucionario que Baran y Sweezy han visto en la lucha de los Panteras Negras desempleados, los Estudiantes por una Sociedad Democrática, el movimiento feminista, ecologistas, etc. viene determinado por el hecho de que se trata de luchas que se libran fuera del aparato capitalista de producción y que, por tanto escapan a su influjo político -a juicio de estos autores- absolutamente paralizante. Tales consideraciones aparecen en los capítulos X y XI de "El Capital monopolista". Se trata, de una conclusión ajena a todo razonamiento científico. Otros antes y mejor que yo se han encargado de demostrarlo. No obstante, he de tratar aquí de aportar mi granito de arena.

En contradicción con el carácter revolucionario que en todos sus escritos atribuye al proletariado, Ernest Mandel parece haber caído en la misma interpretación que Sweezy cuando llega a sostener de modo general, que <<La tasa de explotación de la clase obrera, es una función de la lucha de clases>>. (6) Para ello recurre a un pasaje de "Salario Precio y Ganancia" donde Marx aparece diciendo expresamente que dados los límites físicos extremos más allá de los cuales resulta imposible la explotación del trabajo, el máximo de ganancia sólo se fija por la lucha incesante entre obreros y capitalistas.(7) Lo problemático de este pasaje es que de aquí Marx parece inferir que a la ganancia <<...no existe ninguna ley que le trace un mínimo. No puede decirse cual es el límite extremo de su baja. ¿Y por qué no puede establecerse este límite? Porque si podemos fijar el salario mínimo, no podemos, en cambio, fijar el salario máximo.>> (8)

Este asunto teórico es de la mayor importancia política. Porque si se acepta que la tasa de explotación es una función de la lucha de clases, se está atribuyendo al capital una flexibilidad y una capacidad de asimilación de las demandas salariales que niegan la ley general de la acumulación capitalista. La consecuencia política de este razonamiento es clara en dos aspectos fundamentales: que el capitalismo lleva consigo el elixir de la eterna juventud y que ese elixir es el proletariado. Resultado: que hemos tocado con la mano el mejor de los mundos posibles. Las bases científicas del socialismo desaparecen bajo nuestros pies. En este sentido, la ambiguedad de Mandel al hablar de "ondas largas" que integran los desequilibrios a largo plazo del capitalismo se inscribe en ese supuesto y remite a la teoría de los ciclos de Kondratieff, lo cual sugiere una idea de estabilidad histórica del sistema, incompatible con la de caducidad demostrada lógicamente por Marx.(9)

Sweezy y Baran llegan esta conclusión hipostasiando o invirtiendo la prelación entre sustancia y accidente que el fenómeno de la competencia parece autorizar. Al presentar la producción de plusvalor como independiente del salario, es decir, como si la clase obrera estuviera en un mismo plano con el resto de los sectores de clase burgueses, todo pasa a depender del fenómeno de la competencia. En el caso de Baran y Sweezy, esta sustantivación del fenómeno de la competencia ha inducido el error de reemplazar la contradicción que se genera entre el capital social global y el conjunto de los trabajadores en el seno de la producción, por la disputa entre las distintas fracciones de la burguesía en la esfera de la circulación. De ahí el consecuente reemplazo del concepto de plusvalía por el de "excedente". Como lo señala Paul Mattick en su "Crítica de los Neomarxistas", Baran y Swezzy prefieren el concepto de "excedente" porque el tradicional de "plusvalía" engloba o no distingue entre beneficios, interés y renta de la tierra, aunque sí se distingue del salario, procedimiento que, para Baran y Sweezy <<ya no se justifica>>, por lo que confían en que el cambio de terminología sustituyendo "plusvalía" por "excedente" contribuya <<al necesario cambio de enfoque teórico>>. (10):

<<En realidad, Baran y Sweezy han pasado del análisis marxista al análisis económico burgués. Y éste no trabaja con conceptos económicos de clase tales como el valor y la plusvalía, sino con la amalgama el producto social con el concepto de "demanda efectiva" y el instrumental keynesiano contra el estancamiento. Sería en verdad un marxismo singular aquel que se ocupase más de la distribución de la plusvalía entre los capitalistas y sus acólitos que del reparto del producto social entre el capital y el trabajo. Porque si sólo hay ingreso y "excedente" en vez de plusvalía, entonces naturalmente no habrá tasa de beneficio descendente como un resultado de las relaciones de valor de la producción de capital o como barrera inmanente a la producción de beneficio.>> Paul Mattick: "Crítica de los Neomarxistas" Cap. 3)

2) tras hacer abandono de la ley del valor desligando la plusvalía del salario, esto es, considerar a la fuerza productiva del trabajo como si no estuviera amarrada al cepo del capitalismo, Baran y Sweezy postularon que mediante la manipulación hasta cierto punto discrecional de los precios y el descenso de los costes por el desarrollo tecnológico aplicado, el capital monopolista estaba en condiciones de crear una sociedad con <<tendencia fuerte y sistemática del excedente a subir en términos absolutos y en proporción al producto total>>. De aquí pudieron concluir de que el problema de dar continuidad a la acumulación del capital no está en la esfera de la producción sino en el ámbito de la circulación, es decir, no en la imposibilidad material de extender indefinidamente la jornada de labor para garantizar el constante crecimiento del plusvalor, sino en los límites que la menor capacidad de consumo de la sociedad pone a la inversión de ese excedente en continuo crecimiento absoluto y relativo. Así, para estos neocirujanos plásticos de la economía política, el capital monopolista...

<<Tiende a crear aun más excedentes y sin embargo es incapaz de proporcionar al consumo y a la inversión las salidas necesarias para la absorción de los crecientes excedentes y por tanto para el funcionamiento armónico del sistema. Como el excedente que no se pueda absorber no será producido, la consecuencia es que el estado normal de la economía capitalista monopolista es el estancamiento>> (P.Baran y P.M. Sweezy: "El Capital Monopolista" Cap.- IV : "La absorción de los excedentes. Consumo e inversión de los capitalistas)

En primer lugar, imaginar que el capitalismo pueda instalarse en el estancamiento permanente, implica negar que las crisis periódicas hagan a la lógica del capital, algo tan extraño y aleatorio como el hecho de que cualquier bacteria se aloje de vez en cuando en el cuerpo humano. Esta es la idea que durante el mes de mayo de 1980 -como una aureola de dignidad científica brillando sobre su cabeza- Sweezy paseó por diversos auditorios de Inglaterra y del resto de Europa iluminando subliminalmente la sesera de los dirigentes políticos e intelectuales de izquierdas. Una puñalada trapera en algún costado de la teoría del derrumbe:

<<...el capitalismo había heredado de la Gran Depresión una fe, que encuentra su más clara expresión en la teoría keynesiana, en el poder de los gobiernos para regular sus economías mediante medidas de política fiscal y monetaria y mantener así las fluctuaciones cíclicas dentro de unos límites controlados (...) El supuesto implícito es que la economía operará en torno a la tendencia al pleno empleo, que los excedentes y los déficits presupuestarios se compensarán mutuamente y que el resultado será una expansión secular relativamente estable y unos precios también estables.

¿Pero qué sucede si el verdadero problema no son las oscilaciones cíclicas sino un estancamiento permanente? Esta pregunta no se planteó ni evidentemente tampoco fue examinada ni discutida. Por tanto, la respuesta sólo comenzó a perfilarse paulatinamente a través de la aplicación continuada de medidas de política keynesiana a la situación de los años 1960 y 1970, cuando empezaba a configurarse un nuevo período de estancamiento...>> (P.M. Sweezy: "La Crisis del Capitalismo Norteamericano": Monthly Review - dic./80).

En segundo lugar entender que con una productividad creciente y la posibilidad de fijar los precios las corporaciones gigantes puedan mantener indefinidamente una situación de incremento en los beneficios en condiciones de estancamiento relativo, equivale a conferirle al capitalismo la virtud mágica de autogenerar esos "excedentes". En efecto, dada la masa del "excedente" o plusvalor, en principio cabe aceptar que, combinando una mayor productividad relativa la facultad de "hacer los precios", los monopolios puedan aumentar sus beneficios por encima de la cuota de ganancia media. Pero esto sólo es posible a expensas del capital que no tiene a su alcance operar en tales condiciones de privilegio económico. Ello significa que esa fracción no monopólica o marginal del capital se embolsará una parte alícuota progresivamente menor del beneficio global. Ahora bien, desde esta perspectiva, a no ser que se imagine la posibilidad de crearlo por generación espontánea, el aumento sostenido del excedente en condiciones de estancamiento tiene su límite en la desaparición del capital no monopólico. Baran y Sweezy salen al paso de este obstáculo atribuyendo a los magnates del capitalismo la premeditada virtud de vivir del pequeño capital dejándole vivir:

<<...la corporación sabe cómo usar para sus propios fines la debilidad de la pequeña empresa de la cual ha emergido. Cuando surge una nueva industria o un nuevo campo de operaciones, la gran empresa deliberadamente tiende a detenerse y deja que las empresas individuales o los pequeños negocios hagan el trabajo de exploración. Muchas pueden fracasar y desaparecen de la escena, pero las que prosperan trazan las líneas más prometedoras para el futuro. Es en esta etapa cuando las grandes corporaciones ocupan el centro del escenario>> (P. Baran y P.M. Sweezy: "El Capital Monopolista" Cap. II: "La Corporación gigante" (11)

Aquí parece que todo el mundo puede hacer lo que quiera y la economía política es un "viva la pepa": El sistema permite al proletariado cualquier demanda salarial que se proponga conseguir, la burguesía aumenta "a piaccere" el plusvalor, y la gran burguesía planifica la supervivencia de los pequeños empresarios más espabilados y emprendedores, dejándoles que corran el riesgo de su audacia para arrebatarles el fruto de su iniciativa innovadora en el momento preciso. Lo único que Paul Baran y P. M. Sweezy nos revelan en esta obra, es que la providencia divina existe y tiene toda la pinta del modélico "hombre-empresa" que deja perplejo al mismísimo Jesús de Nazaret demostrando que puede pasar de ida y vuelta por el ojo de una aguja.

Aunque la fórmula general del capital sea la versión prosaica de la dialéctica entre el padre y el hijo que culmina en la santísima trinidad del dinero hacinéndose consciente de sí mismo en el plusvalor, la lógica de la cosa económica dista bastante de los planteos teológico-milagreros de Baran y Sweezy. Al aumentar sus beneficios por encima de la ganancia media rapiñando los ingresos de una cuota parte mayor de la demanda efectiva, el capital monopolista hace descender la masa del beneficio distribuido a través de la competencia. El resultado necesario de esto -como que dos más dos son cuatro- es que esa transferencia de beneficios por vía de la acción monopólica provoca un descenso en el promedio de ganancia que, de no mediar esa acción monopólica, correspondería a cada capitalista. Las grandes corporaciones actúan, pues, deprimiendo la ganancia media, al incluirse en el reparto de una masa de valor a instancias de un recurso que no ha contribuido a crearla. Es el mismo comportamiento parasitario del terrateniente que participa de la ganancia del granjero por el simple hecho de arrendarle sus tierras.

De modo que, a largo plazo las sobreganancias monopólicas acercan el horizonte del derrumbe del capitalismo y sólo tras una crisis de desvalorización general del capital y un aumento consecuente de la ganancia media como relación creciente entre el plusvalor global y la masa de capital en funciones, sería posible reanudar el proceso en que esas sobreganancias monopólicas sean posibles sin que caiga al mismo tiempo de forma absoluta la tasa de ganancia concurrencial, anulando objetivamente la acción monopólica. Pero esto es lo que precisamente no entra en los cálculos estancacionistas permanentes de Baran y Sweezzy:

<<A largo plazo la obtención de beneficios monopólicos es un proceso autodestructivo con consecuencias negativas sobre la tasa de beneficio en el capitalismo concurrencia y en el capitalismo monopolista. Sólo en condiciones de una rápida expansión del capital sería posible mantener los beneficios monopolistas sin hacer caer simultáneamente la tasa de beneficio absoluta del capital concurrencia. Las condiciones de estancamiento en que se mueve el capital monopolista de Baran y Sweezy, excluyen, no obstante, esta posibilidad>>. (Paul Mattick: "Crítica de los Neomarxistas" Cap. IV)

Así como el límite del capital es el propio capital, parece que los límites del pensamiento de Baran y Sweezy están en su propio pensamiento. En efecto, si no se puede consumir y tampoco actua como fondo de inversión ¿qué sentido tiene el "excedente" que los monopolios obtienen de su mayor capacidad tecnológica a expensas del capital marginal?. Los obstáculos que Baran y Sweezy se ponen a si mismos son los que arbitrariamente han decidido quitarle a la producción de "excedente" al independizar a la plusvalía del salario y a la producción de valor de la tasa de acumulación del capital social global:

<<En lo relativo a la producción la tasa de acumulación es el factor determinante, no el determinado. El motivo más profundo de la expansión o la contracción del sistema económico se sitúa en la relación entre capital y trabajo o bien entre salario y beneficio, no en la capacidad técnica de la producción. Al no atender a esta relación social fundamental Baran y Sweezy hacen posible lo que en el capitalismo es imposible: conjugan un excedente creciente con una tasa de acumulación decreciente>> (Paul Mattick:Op.cit.)

3) Para superar esta dificultad que plantea semejante situación de estancamiento, es decir, de crecientes recursos productivos no utilizados por falta de realización, Baran y Sweezy hacen otro descubrimiento que ha dado lugar al eufemismo de la llamada "sociedad de consumo": la publicidad. Estos autores afirman que los gastos de publicidad en condiciones de estancamiento de la economía global, aumentan los niveles de ocupación e ingreso del mismo modo que los gastos del gobierno financiados con impuestos. (12)

Para llegar a esta conclusión, los autores de "El Capital Monopolista" parten de la definición marxista de gastos de circulación en el sentido de que no agregan ningún valor a las mercancías. Por lo tanto,

<<El capital desembolsado para cubrir estos costos (incluido el trabajo a disposición de dicho capital) forma parte de los faux frais (gastos improductivos) de la producción capitalista. La reposición de los mismos debe ocurrir a expensas del plusproducto y constituye, considerando toda la clase capitalista, una deducción del plusvalor o del plusproducto, exactamente de la misma manera en que para un obrero, el tiempo que necesita para adquirir sus medios de subsistencia, es tiempo perdido>> (K. Marx: "El Capital" Libro II Cap. VI: "Los Costos de Circulación". Lo entre paréntesis es mío.)

Baran y Sweezy siguen diciendo que Marx vio las cosas de este modo porque estuvo preocupado por la tendencia decreciente de la tasa de ganancia, situación que sólo puede considerarse válida para la etapa del capitalismo de libre competencia, pero que al surgir el monopolio con su capacidad de aumentar los excedentes "haciendo los precios", esta situación cambia radicalmente:

<<Cuando pasamos del análisis de un sistema competitivo al de un sistema monopolista, se hace necesario un cambio radical en el pensamiento. Con la ley de excedentes crecientes que reemplazó a la ley de los renacimientos decreciente de la tasa de utilidades, y con sus formas normales de utilización de excedentes, manifiestamente incapaces de absorber un excedente creciente, la cuestión de otras medidas de utilización de excedentes adquiere importancia definitiva. Para el sistema es asunto de vida o muerte que deban estar allí en volumen grande y creciente. A medida que crecen en relación con el consumo capitalista y la acumulación, dominan cada vez más la composición del producto social, la tasa de crecimiento económico y la calidad de la misma.

A una de estas formas alternas de utilización la llamamos campaña de ventas. Conceptualmente, es idéntica a los gastos de circulación de Marx, pero en la época del capitalismo monopolista, ha venido a desempeñar un papel, tanto cuantitativa como cualitativamente, de alcances mucho mayores de los que Marx jamás soñó.>> (P. Baran y P.M. Sweezy: "El Capital Monopolista" Cap. V: La absorción de excedentes. Las campañas de ventas)

La llamada "utilización de los excedentes" por parte de la sociedad monopólica proviene del poder de las grandes corporaciones para manipular los precios al alza descargando el coste de la publicidad sobre la demanda efectiva de los productos publicitados. Siendo esto así, una parte de dichos costos deben ser pagados por los trabajadores productivos que compren esas mercancías promocionadas. Esto implica que el salario real de estos trabajadores se reduce contribuyendo a que aumente en la misma medida la masa de plusvalor general. Otra parte de esos costos recaerá sobre los capitalistas y trabajadores improductivos no empleados por el sector de la publicidad. Esta parte de los costos, al no recaer sobre los trabajadores productivos no agrega más plusvalor a la masa, pero contribuye a redistribuir en esa proporción el plusvalor global asignado a los agentes de la circulación. Así, los capitalistas y trabajadores de la esfera de la circulación ajenos a la publicidad que compren esos productos promocionados, contribuirán a la acumulación del capital de la fracción de capitalistas dedicados a la publicidad de esos productos al incrementar la masa de plusvalor redistribuida en su favor.

¿Cual es el resultado de todo este proceso? Lo primero que se advierte es que, por un lado, la publicidad ejerce una presión sobre el consumo individual hacia un cambio en las preferencias dentro del presupuesto de compra de cada individuo, contribuyendo así cambiar la composición de la demanda solvente. Por otro lado, en términos de valor, los gastos de publicidad deprimen el consumo global. Esto es así, porque un poder adquisitivo de la economía objetivamente determinado en la esfera de la producción, es alterado a la baja por una determinación monopólica en la esfera de la circulación. Para decirlo en términos de economía marginalista, los diversos puntos de intersección entre las curvas de indiferencia y la restricción presupuestaria que dibujan la demanda efectiva de cada consumidor se desplazan hacia el vértice del sistema de coordenadas.

Estamos, pues, en presencia de un ataque a los salarios relativos no por vía de un incremento en la productividad del trabajo que supone un aumento simultáneo de la plusvalía relativa y del nivel de vida de los trabajadores, sino por efecto directo de un descenso del salario real. Desde este punto de vista, los gastos de ventas remiten el capitalismo tardío a los métodos de explotación del capitalismo salvaje de la primera revolución industrial.

Sin embargo, Baran y Sweezy dicen que las campañas de ventas sobre la base de los gastos en publicidad aumentan el consumo global. Esto sólo puede ser posible si los gastos de publicidad se asientan sobre los beneficios de la productividad del trabajo en todos los segmentos sociales de las clases subalternas. De modo que, al fin de cuentas, los costos de publicidad se hacen a expensas de una determinada proporción del "salario histórico" de la clase obrera. El secreto del supuesto aumento incesante del excedente que Baran y Sweezy atribuyen a la técnica aplicada por la sociedad monopólica a la producción, tiene su vaca lechera en el salario relativo.

Por último, a través de la promoción de tal o cual producto, la publicidad favorece la acumulación de capital de las empresas productivas promocionadas a instancias de un aumento en las ventas, y de la fracción del capital comercial dedicado a la publicidad. Pero la mayor acumulación de esas empresas productivas monopólicas promocionadas no se puede hacer más que a costa del capital marginal o no monopólico. Y acabamos de demostrar que por esta vía se tiende a deprimir la tasa de ganancia media. Lo mismo ocurre con el capital comercial dedicado a la publicidad. Por el hecho de ser un capital improductivo que participa de una cuota parte del beneficio capitalista global pero no produce valor ninguno, sus réditos obtenidos de los gastos de publicidad se restan de los réditos globales por lo que el promedio inevitablemente desciende. En este plan, las expectativas que Baran y Sweezy depositaron en las "campañas de ventas de los monopolios como inductores autónomos de la inversión se malogran en lo más importante. Porque contribuyen a que la acumulación del capital social global aumente pero no pueden evitar que la tasa de ganancia disminuya, confirmando que la ley general de la acumulación capitalista sigue teniendo plena vigencia aun bajo condiciones monopólicas.

<<En consecuencia, el mismo desarrollo de la fuerza productiva del trabajo se expresa, al progresar el modo capitalista de producción, por una parte en una tendencia a la baja progresiva de la tasa de ganancia, y por la otra en el constante crecimiento de la masa absoluta del plusvalor o ganancia apropiada>> (K. Marx: "El Capital" Libro III Cap. XIII: "Ley de la Baja Tendencial de la Tasa de Ganancia"

El error de Sweezy y Baran ha consistido en calcular el excedente sin tener en cuenta que el desarrollo de la fuerza productiva del trabajo en la sociedad capitalista supone un aumento de la composición orgánica del capital, es decir, una disminución del capital variable en relación al capital adelantado, de lo cual no puede sino resultar un aumento absoluto del plusvalor y de la acumulación, al mismo tiempo que un descenso de la ganancia como porciento del capital social global. Y a los efectos de la acumulación capitalista como un proceso continuo, la tasa de ganancia es decisiva. Todo ello viene a demostrar que el capital monopólico sigue tan sujeto a la ley de la acumulación capitalista como en su infancia, del mismo modo que ningún ser viviente cambia de naturaleza específica por virtud de su mero crecimiento.

En este sentido Baran y Sweezy se han equivocado al comparar la virtud que ellos atribuyen a las "campañas de ventas" del capital monopólico a través de la publicidad, con la inversión autónoma del gasto estatal concebida por Keynes para estimular la famosa "propensión al consumo" como inductora de la inversión privada. En esto, mucho más cercano a Marx que sus discípulos neomarxistas, Keynes siempre tuvo claro que la creación inflacionaria de dinero podía inducir un aumento en la demanda sólo en condiciones de una tasa de ganancia al alza.

Sobre este asunto, es mérito de Mandel la correcta observación que ha hecho a Paul Mattick. En efecto, al señalar en su "Crítica de los Neomarxistas" el mal uso de la dialéctica entre cantidad y calidad que Baran y Sweezy hicieron al suponer que un aumento del consumo, sin más, se trueca en excedente o ingreso adicional, Mattick se equivocó cuando en ese mismo contexto sostuvo que la propuesta de Keynes es <<no realizable en el capitalismo>>. Mandel observa al respecto que...

<<Bajo condiciones capitalistas, esto ocurrirá (el aumento del excedente como consecuencia de un aumento del consumo global) sólo si promueve un incremento en la tasa de ganancia -en otras palabras, si reduce la participación de los salarios en el ingreso nacional. Keynes, más inteligente y cínico que sus discípulos "reformistas", fue muy franco a este respecto. Mattick se equivoca, por tanto, cuando en su por demás justificada crítica de "El Capital Monopolista" de Baran y Sweezy, excluye la posibilidad de que la acumulación de capital pueda ser estimulada por la creación estatal de dinero...>> (Ernest Mandel: "El Capitalismo Tardío". Cap. XIV: "El Ciclo industrial en el capitalismo tardío.) Lo entre paréntesis es nuestro)

La cosa se hace más fácil si en lugar de teorizar "libremente" sobre la publicidad -con la misma libertad que los economistas vulgares en tiempos de Marx acostumbran a teorizar sobre los precios- nos remitimos al origen causal de la publicidad. Y tiene que ser Marx quien una vez más arroje luz sobre las tinieblas del inmediatismo reformista. El capital se basa en la producción del plusvalor. Pero esta producción tiene su fundamento absoluto en la circulación. Sin el previo acto de la compraventa de trabajo no puede haber plusvalía ni acumulación de capital. De esta premisa real se desprende, lógicamente, que el aumento de la plusvalía (en este caso absoluta) tiene por condición que se multipliquen los actos de compraventa de la fuerza de trabajo, es decir, que se expansione constantemente la esfera de la circulación de mercancías: Cuantos más contratos de trabajo, más valores producidos, más salarios, más mercancías en circulación y más valores realizados en el mercado:

<<Una condición de la producción basada sobre el capital es, por tanto, la producción de un círculo de la producción continuamente ampliado (...) Si la circulación se presentaba al principio (en la sociedad precapitalista) como una magnitud dada, aquí se presenta como una magnitud variable, y como una magnitud que se expande mediante la producción misma (...) Consiguientemente la circulación se presenta como un momento de la producción. De la misma forma que el capital tiene por un lado la tendencia a crear continuamente más plustrabajo, también tiene por otro la tendencia complementaria de crear más puntos de cambio>> (K. Marx: "Grundrisse": "El proceso de circulación del capital") Lo entre paréntesis es mío.

Ahora bien, la etapa del capitalismo que Baran y Sweezy gustan en llamar "monopolista", está comprendida en el proceso de producción de la "plusvalía relativa", que es el momento de la acumulación basado en la explotación intensiva del trabajo social, esto es, en el aumento incesante y acelerado en la composición técnica y orgánica del capital. En tanto y cuanto la circulación está determinada por la producción (13) , su incremento presiona en dirección a un aumento del consumo global y desemboca directamente no sólo en un ensanchamiento de la esfera del intercambio sino que también provoca un cambio cualitativo del consumo con la creación de nuevas necesidades. El fundamento de lo que Marx llama "salario histórico" se encuentra en este pasaje de la etapa infantil a la madura del capitalismo:

<<...la producción de plusvalía relativa, es decir, la producción de plusvalía basada en el aumento y desarrollo de las fuerzas productivas, requiere la producción de nuevo consumo; exige, por lo tanto, que se amplíe el círculo de consumo dentro de la circulación, de la misma forma que antes exigía la ampliación del círculo productivo. Primero la ampliación cuantitativa del consumo existente; segundo la creación de nuevas necesidades, mediante la propagación de las necesidades ya existentes en un círculo más amplio; tercero: producción de nuevas necesidades y creación de nuevos valores de uso..>> (K. Marx: ibid.)

De modo que -tanto histórica como lógicamente- no es la publicidad la que expande la producción y la colocación de "excedentes" al incrementar la demanda efectiva como piensan Baran y Sweezy, sino al contrario: es la ampliación del consumo a raíz del incremento de la producción lo que da razón de existencia a la publicidad como un momento de la circulación de mercancías en la etapa de la plusvalía relativa. En su etapa tardía, los genes del capitalismo no mutan en absoluto, lo que cambia es su metabolismo que, a diferencia del cuerpo humano se hace más rápido cuanto más avanzado esté el proceso de transformación del trabajo necesario en capital ya acumulado. La publicidad asociada a la economía del despilfarro y a la sociología del "usar y tirar", responde precisamente a la aceleración de ese metabolismo que deriva en una rotación cada vez más rápida del capital fijo.

Ahora bien, si como es cierto que el capital tiende a apoderarse de la mayor cantidad posible de trabajo necesario para convertirlo en excedente a instancias del desarrollo de la fuerza productiva y de su composición orgánica, esto significa que es una tendencia del capital tanto a aumentar la población trabajadora activa como a colocar constantemente a una parte como población excedente. Conforme avanza el proceso de acumulación a caballo del desarrollo de la fuerza productiva del trabajo, el capital restringe progresivamente la parte de la jornada laboral media durante la cual los trabajadores reproducen su fuerza de trabajo, lo cual tiende a achicar también de forma progresiva la esfera de la circulación en tanto disminuye la capacidad de cambio de los trabajadores por virtud del descenso progresivo del salario relativo; pero, por otro lado, la disminución del trabajo necesario deja un margen cada vez más pequeño para el plustrabajo capitalizable en relación a un capital demasiado inflado. La plusvalía aumenta pero en una proporción mucho menor que el aumento de la fuerza productiva y que el propio capital, sencillamente porque la eficacia del trabajo incide sobre el tiempo total de la jornada colectiva de labor, cuya fracción convertible en plustrabajo se torna cada vez más pequeña. De este modo, un insuficiente rédito del capital en la producción se corresponde y combina con una plétora de valores no realizados en la esfera de la circulación para dar lugar a las crisis recurrentes, demostrándose así que el proceso de valorización es, al mismo tiempo, un proceso de desvalorización del capital, que incluye la propia devaluación de las condiciones de vida y de trabajo de la clase obrera, en tanto que, en tales circunstancias, no es sino parte del capital:

<<El aumento ilimitado de su valor -la creación ilimitada de valor- es aquí absolutamente idéntica con el establecimiento de límites en la esfera del cambio, es decir, de la posibilidad de valorización. Lo mismo se puede decir de la fuerza productiva. Por una parte, la tendencia del capital es la de aumentarla al máximo, para aumentar el tiempo suplementario relativo. Por otra parte, con ello disminuye el tiempo de trabajo necesario, es decir la capacidad de cambio de los trabajadores. Más aun, como hemos visto, la plusvalía relativa aumenta en proporción mucho menor que la fuerza productiva, y además, esta proporción disminuye cada vez más, cuanto más haya aumentado ya la fuerza productiva. Pero con ello aumenta en proporción análoga -de lo contrario sería liberado nuevo capital o nuevo trabajo- la masa de los productos que no entran en la circulación. Pero en la misma medida en que aumenta la masa de los productos, aumenta la dificultad de valorizar el tiempo de trabajo en ellos contenido, porque aumenta la exigencia que se requiere del consumo.(...) Él tiende, por tanto, continuamente a su propia devaluación por una parte y a frenar por otra las fuerzas productivas y el trabajo que se objetiviza en valores.>> (K. Marx: ibid.).

De este modo, la tendencia del capital a la producción ilimitada del plusvalor choca inevitablemente en la esfera de la circulación con su otra tendencia a limitar la capacidad de cambio del trabajador, reduciendo al mínimo la relación entre el trabajo necesario y el plustrabajo. En síntesis: a medida que el proceso de acumulación progresa y el capital va extendiendo la frontera del plusvalor en el espacio limitado por la jornada laboral media, los obstáculos cada vez más grandes que se pone a sí mismo en la esfera de la producción son los que aparecen en el mismo orden de magnitud en la esfera de la circulación. Esto pone de manifiesto que los problemas del capital monopólico no están en la realización de un excedente supuestamente ilimitado, sino en su producción cada vez más menguada.

El corolario es que el progreso en la acumulación del capital, va planteando situaciones sociales que hacen cada vez más accesible a la conciencia epocal de cada vez más cantidad de gente, la mediación política entre el sufrimiento de sus condiciones materiales de vida y la necesidad de revolucionarlas. Otra cosa es que esa mediación política se logre ejecutar correctamente; en otros términos, otra cosa es hacer posible lo necesario. Todo este análisis aparece absoluta e injustificadamente soslayado en "El Capital Monopolista"

4) En el capítulo de esa misma obra donde reflexionan acerca del fenómeno del imperialismo, Baran y Sweezy sacan todas las consecuencias políticas que es posible derivar de su análisis. Combinando la ilusoria capacidad del capitalismo monopolista para producir un plusvalor ilimitado, con sus costes de distribución crecientes, estos autores norteamericanos llegan a concebir la posibilidad de un <<crecimiento desproporcionado de la esfera distributiva>> respecto de las ramas productoras de valor. De esta conclusión deducen una creciente desagregación del proletariado reforzada por el supuesto de que los trabajadores de la esfera de la circulación del capital devienen en "nuevas clases medias" presuntamente asociadas a él. Esta idea la anticipa Sweezy en 1942:

<<El ascenso en la productividad del trabajo y el crecimiento desproporcionado de la esfera distributiva a que conduce bajo el capitalismo de monopolio constituye una evolución con implicaciones sociales y políticas de gran alcance (...). La llamada "nueva clase media" (...) es acrecentada por el ejército de vendedores, agentes de anuncios, publicaciones y empleados que forman una proporción tan grande de aquellos que se dedican a actividades de distribución. Estos elementos de la población están relativamente bien pagados y, por tanto, disfrutan de un nivel de vida que, desde un punto de vista subjetivo, los liga más o menos estrechamente a la clase gobernante de los capitalistas y propietarios. Más aun, como bajo el capitalismo una gran parte de ellos derivan sus ingresos directa o indirectamente de la plusvalía, de modo que una disminución de la plusvalía repercutiría necesariamente sobre ellos de forma desfavorable, existe también un lazo objetivo que liga sus intereses a los de la clase gobernante. Por estas dos razones la nueva clase media tiende a dar apoyo social y político a los capitalistas más bien que a los trabajadores; sus miembros constituyen por así decirlo, un ejército de masa que acepta fácilmente la dirección de los generales capitalistas>> (P.M. Sweezy: "Teoría del Desarrollo Capitalista" Cap. XV: "El Monopolio y las leyes del movimiento del capitalismo")

Para apuntalar este razonamiento, Sweezy apela a un pasaje de "Teorías sobre la Plusvalía" -donde Marx hace la crítica a la teoría de la maquinaria de Ricardo- que dice:

<<"Lo que (Ricardo) se olvida de destacar [es] el constante aumento de las clases medias, [situadas] entre los trabajadores de una parte, y de otra el capitalista, que se [hallan] en el centro y se extienden cada vez más, directamente alimentados en gran parte por el ingreso, que gravitan como una carga sobre la base trabajadora y que viene a aumentar la seguridad social y el poder los diez mil de arriba.>> (K.Marx: Op.cit.T 2 cap.XVIII: "Miscelánea Ricardiana". Lo entre corchetes es mío). <<Si ésta era ya una tendencia muy importante en los tiempos de Marx -comenta Sweezy- ¡cuanto más ha venido a serlo en el período del capital de monopolio! Subsecuentemente, veremos cómo constituye una de las fuerzas componentes que deciden el curso real del desarrollo capitalista.>> (P.M. Sweezy: "Teoría del Desarrollo Capitalista" Cap. XV)

Ahora bien, de acuerdo con la Ley General de la Acumulación Capitalista formulada en "El Capital", según avanza el proceso de acumulación, la masa salarial -y, por consiguiente, la población obrera empleada- aumenta en términos absolutos, pero disminuye en relación a la parte constitutiva constante del capital. Acordando con Sweezy -en la línea de pensamiento de Marx- que los salarios del sector improductivo son deducciones de la plusvalía generada en el sector productivo, entonces, para que los trabajadores <<relativamente bien pagados>> del sector improductivo crezcan <<desproporcionadamente>> -como sostiene Sweezy- el salario de los obreros productivos deben llegar a quedar históricamente por debajo del mínimo fisiológico, lo cual no se compadece con la teoría salarial de Marx. De lo contrario -tal como se supone en "El Capital Monopolista"- estaríamos ante la posibilidad de un excedente que no tiene sus límites lógicos en el máximo que puede alcanzar la jornada laboral media, es decir, el tiempo de trabajo socialmente necesario para reproducir la fuerza de trabajo que determina el salario medio, sino que la burguesía puede reproducir discrecionalmente hasta el infinito.

En "El Capital" Marx deja meridianamente claro que la ampliación de la esfera de la circulación y, por tanto, de los trabajadores improductivos está en función del aumento en el empleo y el consumo de los trabajadores productivos:

<<Cuanto mayor sea su número -el número de la población industrial- y cuanto mayor sea la masa de dinero de la que ellos disponen, tanto mayor es la esfera del cambio del capital. Ya hemos visto que es la tendencia del capital, el elevar lo más posible la masa de la población industrial>> (K. Marx: "Grundrisse" "El proceso de circulación del capital")

Por lo tanto, una de dos: o en este pasaje de las "Mehrwert" Marx se ha puesto él sólo contra sí mismo, o Sweezy le ha citado con un descuido intelectual rayano en la grosería, por no decir en la deshonestidad intelectual. Y para mi la opción es muy clara. En semejante plan "científico", Baran y Sweezy sostienen que la acción revolucionaria del proletariado en los países imperialistas es prácticamente imposible, para concluir en una teoría del derrumbe del capitalismo verdaderamente singular. Todo el capítulo XI de su obra se sintetiza en el siguiente razonamiento: Habiendo satisfecho plenamente su propensión al aumento de utilidades, el capital monopolista ha cerrado definitivamente a cal y canto el paso al socialismo por vía de la necesidad material; pero para eso ha debido convertir el consumo de los trabajadores, su tiempo libre, las relaciones sexuales, familiares, de amistad, etc., en una extensión tan absolutamente enloquecedora del proceso de reproducción de la relación capitalista, que ha llegado al punto de hacerla imposible. De aquí surge la idea de que la locura es revolucionaria y los desequilibrados su clase fundamental:

<<Si limitamos la atención a la dinámica interior del capitalismo monopolista, es dificil eludir la conclusión de que la perspectiva de una acción revolucionaria efectiva para derrocar al sistema es raquítica. Visto desde este ángulo, el curso más probable del desarrollo sería la continuación del actual proceso de decadencia, con la contradicción entre los apremios del sistema y las necesidades más elementales de la naturaleza humana volviéndose cada vez más insoportables. El resultado lógico sería que la expansión de los graves desórdenes psíquicos cada vez mayores conducirían al deterioro y con el tiempo al derrumbe de la capacidad del sistema para operar ni aun en sus propios términos.>> (P.Baran y P.M. Sweezy: "El Capital Monopolista" Cap. XI "El Sistema Irracional")

NOTAS

  1. En esta línea estaba ya Sweezy en 1942, año en que emprendió la crítica a la teoría marxista de la baja tendencial de la tasa de ganancia:
<<Si se supone que tanto la composición orgánica del capital como la tasa de plusvalor son variables, como creemos que debiera hacerse -dice Sweezy en su "Teoría del Desarrollo Capitalista"- entonces la dirección en que la tasa de ganancia cambiará se hace indeterminada (...) si los actos de los capitalistas tendrán éxito en la restauración de la tasa de ganancia o si actuarán solamente para apresurar su descenso, es una conclusión que no se puede apoyar en razones teóricas generales>> (Paul M. Sweezy: op. cit.: Cap. VI La Tendencia Descendente de la Tasa de Ganancia 3: Una Crítica de la ley) El subrayado es nuestro para destacar que Sweezy atribuyó erróneamente a Marx el supuesto de una tasa de explotación constante. Lo que Marx sostiene es que la tasa de explotación no se puede extender al infinito, de ahí la contradicción insoluble entre el proceso de producción y el proceso de valorización. En tal sentido, Baran y Sweezy proceden como si la producción de excedente no tuviera lugar el la sociedad capitalista. Sobre este asunto ver: Roman Rosdolsky: "Génesis y Estructura de <<El Capital>> de Marx" Apéndice: "La Crítica Más Reciente de la Ley Marxiana de la Baja de la Tasa de Ganancia"
  1. Según reporta Harry Cleaver, al parecer por propia confesión de Sweezy y Leo Huberman en "Paul Baran: A Collective Portrait", <<Cierta influencia de la Escuela de Francfort se había hecho evidente en "La Economía Política del Crecimiento" (1956) de Baran, quien, en 1931 había pasado un año formativo como ayudante de investigación de Friedrich Pollock en Francfort>>. (Cfr. Harry Cleaver: "Una Lectura Política de El Capital" I - Introducción). En su prólogo a "Imperialismo. Clases Sociales" de Joseph A. Schumpeter, Fabián Estape opina que <<Sweezy intenta articular tanto el ensayo sobre el imperialismo como el que estudio las clases sociales dentro del sistema schumpeteriano, y es en su introducción a la versión inglesa donde presenta un atisbo de su idea sobre el conjunto de la obra de Schumpeter>>. Según se desprende de la lectura de este texto, la concepción de Schumpeter acerca de las clases sociales está en las antípodas de Marx. Nada que ver con la función que el materialismo histórico asigna al proletariado en la historia del capitalismo.

  2. En un pasaje de "El Hombre Unidimensional" Marcuse llega a decir que <<el estadounidense vive la ideología burguesa como su propia realidad>>. Lo curioso fue que mientras en 1968 los escaparates de las librerías norteamericanas exhibían esa obra como novedad bibliográfica, las calles y plazas de las principales ciudades de ese país eran ocupadas por miles de jóvenes que hacían fogatas para quemar en ellas sus cédulas de incorporación al ejército como repudio a la guera de Vietnam. Bien es cierto que la Teoría Crítica del neomarxismo norteamericano ha influido bastante en estos hechos. Consecuentes con su teoría estancacionista, Baran y Sweezy se ocuparon en "El Capital Monopolista" de explicar las guerras intercapitalistas no por efecto de la política exterior de los gobiernos de turno sino por el imperativo del capital monopólico en su necesidad objetiva de dar salida a sus cuantiosos "excedentes" ociosos.
  3. R.P. Wolff, B. Moore, Jr. y H. Marcuse: "A Critique of Pure Tolerance". Citado por Harry Cleaver en "Una Lectura Crítica de ´´El Capital``"
  4. En tal sentido, puede decirse que el pensamiento de Baran y Sweezy fue, en el fondo, una conexión directa entre intelecto y experiencia propia. El retroceso brutal que supuso el ascenso del fascismo, la exitosa respuesta keynesiana a la crisis de los años treinta que acompañó todo el curso de la segunda gran guerra, y más tarde la derrota de los frentes populares en Europa mediante el Plan Marshall, así como los fracasos del movimiento huelguístico durante la postguerra en los EE.UU. y la consecuente recuperación de la tasa de ganancia que posibilitó el relanzamiento del capital a nivel mundial, están en la raíz de las derivaciones teóricas de Baran y Sweezy. Se trata del mismo impresionismo teórico que determinó el pensamiento de Bernstein a fines del siglo pasado:
    <<En la formación del espíritu científico -dice Gastón Bachelard- el primer obstáculo es la experiencia básica colocada por delante y por encima de la crítica, que esta sí es un elemento integrante del espíritu científico>> (G.B. "La formación del Espíritu Científico" Ed. Siglo XXI/90 pp. 27. El subrayado es mío.)
  5. "El Capitalismo Tardío" Ed. Era/79 Pp. 40-41 y 145 a 180
  6. K.Marx: "Salario Precio y Ganancia" Cierto es que pocas líneas más abajo de la cita de referencia, Mandel parece darse cuenta de la inconsistencia de su argumento al considerar la lucha de clases como un "factor determinante" de que "la tasa de plusvalía se desarrolle como una variable en parte independiente de la tasa de acumulación. (el subrayado es mío). Esta aclaración, en todo caso, demuestra el descuido de Mandel al tratar un asunto de la mayor implicancia ideológica y política. Digo esto en reivindicación de Henryk Grossmann, no por una profesión de fe dogmática, sino porque tiene razón.
    K. Marx: "Ibid.
  7. Ernest Mandel: "El Capitalismo Tardío" Ed. cit. Pp. 106 - Ver R.B.Day "La Teoría de los Grandes Ciclos: Kondratieff, Trotsky y Mandel" en "Los ciclos Económicos Largos". En su crítica a Grossmann acerca de la competencia, Mandel (op.cit. cap. I: "Las leyes...") parece no haber comprendido la dialéctica entre fuerza y materia, entre una tendencia y las formas que adopta en su despliegue. En varios pasajes de "El Capital" y de los "Grundrisse", Marx explica que las leyes del capitalismo sólo pueden descubrirse y comprenderse haciendo abstracción del fenómeno de la competencia. La competencia es la acción de la oferta y la demanda. El valor de mercado queda fijado en el punto en que las fuerzas de la oferta y la demanda coinciden, es decir, donde dejan de actuar porque se han anulado mutuamente. Allí es donde aparece el valor, donde se deja ver y, por tanto, ese es el punto de partida de su análisis para comprender el mecanismo de la producción capitalista, incluida la competencia. Entonces, desde el punto de vista científico la competencia no explica nada, sino que es la competencia la que tiene que ser explicada:
    <<Si dos fuerzas actúan de igual manera en sentido opuesto, se anulan mutuamente, no tienen acción exterior y los fenómenos que ocurren bajo tales circunstancias deben explicarse de otro modo que mediante la intervención de esas dos fuerzas. Cuando la oferta y la demanda se anulan mutuamente dejan de explicar nada, no actúan sobre el valor del mercado y con más razón aun nos dejan a oscuras en cuanto a por qué el valor de mercado se expresa precisamente en esta suma de dinero y no en otra. Las leyes internas reales de la producción capitalista obviamente no pueden explicarse a partir de la interacción de la oferta y la demanda (...) ya que esas leyes aparecen concretadas en su forma pura en cuanto la oferta y la demanda dejan de actuar, es decir, cuando coinciden...>> (K. Marx: "El Capital" Libro III Cap. X "Nivelación de la..."
  8. Pasa con el comportamiento de la oferta y la demanda lo mismo que con las dos series estadísticas expuestas más arriba: Según las determinaciones de Kusnetz, la demanda tira de la oferta y la inversión del ahorro, o sea, que la producción va a la zaga de las necesidades sociales, en tanto que según los datos de Peter Drew ocurre al revés. Siendo que tanto el fenómeno de la competencia como las divergencias estadísticas no son más que expresión de una misma legalidad material, lo racional no es explicar la ley por esas divergencias, sino explicar las divergencias por la ley:
    <<El intercambio o venta de las mercancías a su valor es lo racional, la ley natural de su equilibrio; a partir de ella pueden explicarse las divergencias (entre el valor y sus formas de manifestación en los precios) y no a la recíproca, la ley a partir de éstas>> (K. Marx ibid. Lo entre paréntesis es nuestro).
    Afirmar -como lo hace Mandel contra Grossmann- que <<el capitalismo sin competencia es un capitalismo sin crecimiento>>, es lo mismo que decir que un automóvil sin motor no funciona. Y es cierto. Pero esta es la misma certeza sensible por la que los burgueses pretenden hacer creer que el valor se genera en la esfera de la circulación. En realidad, la competencia no tendría sentido sin el doble carácter del trabajo, del mismo modo que el motor a explosión sería imposible sin el principio natural de la conversión de energía calórica en tracción mecánica. El motor permite que el automóvil funcione pero la causa de su funcionamiento está en las leyes de la termodinámica. De igual forma, el capitalismo funciona a través del mecanismo de la competencia, pero ese mecanismo tiene su concepto en la ley del valor. El motor a explosión como la competencia, sólo son la forma cinética o expresión material de leyes internas que dan razón de existencia a las respectivas cosas -el automóvil o el capital- por medio de las cuales esas leyes se concretan. Por tanto, para comprender las formas de manifestación de las cosas, es menester antes analizar y descubrir lo que se manifiesta en ellas. That's the Question. La verdad más espectacular de que esto es así, ocurrió cuando, en "De Revolutionibus Orbium Celestium" -a despecho de toda la evidencia empírica y creencias de su tiempo- Copérnico previó matemáticamente el movimiento de la Tierra alrededor del Sol, 96 años antes de que Galileo pudiera confirmarlo experimentalmente a través del telescopio perfeccionado por él en 1609:
    <
    <El análisis científico de la competencia sólo es posible cuando se ha comprendido la naturaleza intrínseca del capital, así como el movimiento aparente de los cuerpos celestes sólo es comprensible a quien conoce su movimiento real pero no perceptible por los sentidos>> (K. Marx: El Capital" Libro I Cap. X)
    En su crítica a Grossmann, pues, Mandel ha puesto el carro de Ptolomeo delante de los caballos de Copérnico.
  9. P. Baran y P.M. Sweezy: "El Capital Monopolista" Introducción.
  10. En este tramo de su pensamiento, Baran y Sweezy entroncan con la función impulsora decisiva que Schumpeter atribuye al espíritu innovador del empresario industrial. En su "Estudio preliminar" a la obra de Schumpeter titulada "Imperialismo. Clases Sociales" -de la versión Castellana (Ed. Tecnos/86)- Fabián Estape reporta que Paul Sweezy fue discípulo directo y colaborador de la cátedrá de Schumpeter en la universidad de Harvard.
  11. Ya en su "Teoría del Desarrollo Capitalista", al concederle al capital monopólico la posibilidad de un aumento ilimitado del trabajo excedente, Sweezy "descubrió" en los gastos de circulación una <<poderosa>> contratendencia al aumento secular del paro:
    <<En resumen, el comercio aumenta el consumo, reduce la acumulación y provee un mercado de inversión. Contrarresta por consiguiente la tendencia al subconsumo>> (Paul M. Sweezy: "Teoría del Desarrollo Capitalista" Cap. XV El Monopolio y las Leyes del Movimiento del Capitalismo - 4 El monopolio y los costos de distribución ascendentes.)
  12. <<Por ejemplo, si mediante la duplicación de la fuerza productiva sólo es necesario utilizar un capital de 50 donde antes era necesario uno de 100, entonces un capital de 50 y el trabajo necesario a él correspondiente es liberado; en consecuencia tiene que ser creado para el capital y el trabajo liberado una rama de la producción nueva, cualitativamente diferente, que satisfaga y produzca una nueva necesidad.>> (K. Marx: "Grundrisse": "El proceso de circulación del capital".)

miscelánea sobre materialismo histórico
(el "mayo francés, "Memoria histórica y lucha política de clases, Marxismo y freudismo, y mucho más)

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ANEXO: ¿Qué hay de cómún entre los neomarxistas alemanes y americanos?
anexo completo:
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