MISCELANEA SOBRE MATERIALISMO HISTÓRICO

  1. Carta de Enrique
  2. Nuestra respuesta
    1. ¿Por qué el Materialismo Histórico fue deportado por los partidos obreros hacia las universidades del sistema capitalista?
    2. Materialismo histórico y lucha de clases
    3. La conciencia revolucionaria y el "mayo francés"
    4. Memoria histórica y lucha política de clases
    5. Marxismo y freudismo
    6. ANEXO: ¿Qué hay de cómún entre los neomarxistas alemanes y americanos?
      1. Introducción
      2. La lógica del capital vista como egoismo del burgués que se niega a socializar el excedente....
      3. ....Y los asalariados que se diluyen en el egoismo del burgués
      4. Del flujo eterno de trabajo excedente a la "larga marcha" a través de las instituciones burguesas.
      5. 1968-1990: ¿Qué fue del flujo creciente de trabajo excedente en la sociedad de la abundancia?
      6. El ejército revolucionario de desequilibrados mentales como contrapartida política del excedente económico sin límite objetivo.

 

De: Enrique
Para: <gpm@nodo50.org
Enviado: viernes, 22 de marzo de 2002 15:43

Queridos GPM:

No suelo escribir e-mails a gente que no conozco, pero en vuestro caso no he podido resistir la tentación.

Aún cuando no tengo ninguna militancia política, aunque me gustaría,- pero la falta de tiempo, y una pequeña minusvalía que afortunadamente no me impide ser un asalariado, no me lo permite-, si me tuviera que definir políticamente me consideraría marxista-leninista, no porque conozca al dedillo la teoría de Marx, Engels y Lenin, (la ciencia tiene un punto de partida, pero no de llegada) sino porque creo que mi conciencia de la realidad social se halla "demarcada"(la labor de la filosofía consiste en trazar líneas de demarcación) en el lado del proletariado, (la filosofía, es en última instancia, la lucha de clases en la teoría).

Mi juicio sobre la teoría marxista-leninista es el siguiente:

El materialismo histórico tiene dos caras, por una parte es una ciencia como cualquiera otra, que podría estudiarse y desarrollarse tranquilamente en las universidades, ése es su estatuto teórico; y por otra parte es un arma política de la lucha de clase proletaria contra la explotación capitalista, ése es su estatuto político. Estas dos caras no se pueden separar por dos motivos:

-Marx, Engels y Lenin no desarrollaron la ciencia de la Historia, sólo en bibliotecas, -aunque también-, sino que les fue necesario tomar parte en las luchas obreras de su tiempo, que espontáneamente se organizaban para luchar contra la injusticia del sistema, para acumular la experiencia suficiente que les permitió desarrollar la teoría

-la lucha de clases es el laboratorio en donde los teóricos del materialismo "hacen las prácticas"para elaborar la teoría, del mismo modo que un químico emplea una probeta-

-La teoría marxista rompe con la conciencia que de sí misma tiene la sociedad capitalista, -ideología burguesa-, por lo que muchos,- la mayoría-,de los que estudian, hablan, escriben y enseñan marxismo, lo hacen tergiversándolo, no entendiéndolo, porque no han roto con la "matriz"de ideología burguesa en la que viven, porque aún inconscientemente, no han roto con las posiciones teóricas burguesas y pequeñoburguesas que dominan la conciencia social, para pasar a posiciones teóricas proletarias.

Después del florecimiento de conciencia política en la década de los 60, que dio lugar al mayo del 68- ver en reportajes a miles de estudiantes parisinos portando enormes retratos de Marx, Lenin y Mao, y dando vivas a la dictadura del proletariado, no deja de impresionar-, la resistencia del pueblo americano a la guerra del Vietman, la revolución cubana, la revolución cultural china, etc., etc., me pareció muy triste que a partir de finales de los 70, los partidos comunistas occidentales, entre ellos el PCE de Carrillo, abdicara de la teoría marxista, renunciando a ser la vanguardia del proletariado, y convirtiéndo al PCE en mera comparsa del sistema, retaguardia de las masas, tal como lo expresó en su libro "Eurocomunismo y Estado", un texto lamentable para cualquier marxista, en el que Carrillo se saltaba a la torera el pilar básico del materialismo dialéctico: la primacía del ser sobre la conciencia, y el pilar básico del materialismo histórico: el concepto de ideología. Es triste, porque si bien es verdad que la conciencia de clase del proletariado, tanto entonces como ahora está bajo mínimos, la obligación de cualquier partido que se diga comunista, es la de desarrollar la teoría y difundirla, dado que la verdad del marxismo no depende del grado de conciencia revolucionaria sino de la realidad misma, para conseguir que el proletariado haga suya la teoría materialista, dando lugar a la fusión de la teoría marxista con el movimiento obrero, dicha fusión es la misión histórica de cualquier partido que se diga comunista u obrero. Tal como dijo Lenin: "el marxismo es todopoderoso porque es exacto", es decir, que el marxismo es verdadero porque es científico, y los comunistas deben luchar en cualquier circunstancia, con la certeza de que llegará el momento en que lo objetivo se impondrá a lo subjetivo, y en ese momento más valdrá estar preparados, porque si no habrá que echarse a temblar.

Después de este largo preámbulo, quiero deciros que me alegré mucho de encontrar vuestra web, que cumple el papel de difusión de la teoría marxista-leninista (socialismo científico y materialismo filosófico) que debería corresponder en España al PCE. Quiero también animaros a seguir haciendo análisis materialistas de la realidad social por mucho tiempo, y pediros que, del mismo modo que hicísteis un magnífico trabajo de comparación de la dialéctica hegeliana y marxista, me gustaría que diéseis vuestra opinión de la relación entre Marx y Freud, un tema que me interesa enormemente, pero del que no encuentro bibliografía.

No sé si leeréis mi mensaje, pero si lo hacéis, sabed que siempre hay gente que aunque sin ningún compromiso político, está suficientemente interesada en conocer el mundo en el que vive como para superar el constante bombardeo mediático que nos inculca que ya hemos llegado al "Fin de la Historia"( por cierto, el copyright de esta idea no es de Fukuyama, sino de Hegel, de hecho, Louis Althusser, en un escrito de hace más de 30 años, caracterizaba a Hegel como el filósofo del "Fin de la Historia"), y que también nos inculca que intentar superar el capitalismo es puramente utópico ! lo puramente utópico es creer que existen realidades eternas, siempre iguales a sí mismas.

Saludos proletarios

21/3/2002

Estimado Enrique:

En lo que tardamos para contestar su e-mail, no hay pizca de lentitud de reflejos ni desidia. Tampoco es que tengamos muchos interlocutores. Sin embargo, los suficientes como para sobrepasar las posibilidades de un irrisorio grupo de asalariados como usted, puestos al trabajo de limpiar el materialismo histórico de toda la porquería ideológica que se le ha venido echando encima durante décadas, aunque, en esto, como todo el mundo no estamos excentos de cometer equivocaciones.

En este sentido su escrito nos ha sugierido las siguientes observaciones:

¿Por qué el Materialismo Histórico fue deportado por los partidos obreros hacia las universidades del sistema capitalista?

Acordamos con usted en que el materialismo histórico es una ciencia social "como cualquier otra", pero sólo porque comparte con el resto el mismo objeto de conocimiento. Fuera de eso, desde el punto de vista científico, es decir, de la verdad que encierra ese objeto común, lo que Gramsci llamaba "filosofía del proletariado" no comparte nada con las demás disciplinas del pensamiento aplicado a la sociedad. Empezando por el hecho de que las premisas de las que parte el marxismo, no son supuestos arbitrarios acordes con intereses disfrazados de ideales humanos a los que haya que ajustar la realidad, como sucede con las "ciencias sociales" de andar por casa.

En esta cuestión, por propia motivación de clase explotadora, los burgueses han debido seguir abrevando en las fuentes del pensamiento esclavista, de donde procede la línea típica de desarrollo científico-social de occidente, que arranca en la Roma imperial y culmina en el hegelianismo. Para Hegel, lo peculiar y distintivo de los seres humanos, es la negación del cuerpo esclavo, de lo sensible, sometido a la pura actividad de lo inteligible, de la conciencia señorial. La única diferencia es que desde las guerras del Peloponeso hasta la caida del Imperio Romano, la dicotomía entre el cuerpo esclavo y la conciencia libre, era de alcance social, donde a los esclavos no se les reconocía la condición humana por carecer de propiedad y, por tanto, de conciencia y libertad. Bajo el capitalismo, por mediación del cristianismo esa dicotomía ha sido recluida en cada individuo, entendido como ser humano por el hecho de que tiene un alma que prevalece sobre su relativo cuerpo esclavo. Esta premisa interesada de la conciencia individual como distintivo de los seres humanos iguales ante Dios, que presidió las relaciones entre señorío y servidumbre, fue finalmente a anidar -debidamente adecuada- en la sociedad burguesa laica. Tal es el fundamento de la "libertad" individual y de la igualdad de las almas propietarias ante la ley. Esta premisa de la "libertad" clasista burguesa, fundada en el concepto cristiano de alma, que pasó a llamarse "conciencia", fue la que legitimó la expansión del trabajo asalariado a los fines de la acumulación del capital, a instancias del contrato de trabajo, un acuerdo entre dos almas propietarias "libres e iguales", por el que, una de ellas, el vendedor, dispone "libremente" la entrega de su actividad corporal por tiempo de terminado, a otra alma propietaria, el comprador, que, a cambio, dispone tambien "libremente" entregar al vendedor parte de su capital bajo la forma de medios de vida.

Las premisas de las que parte el materialismo histórico no son abstracciones como ésta, sino realidades objetivas universales directamente perceptibles, de las que sólo es posible abstraerse en la imaginación o por inconfesables motivos de interés. Para comprobar la veracidad de estas premisas no hace falta ninguna mediación del intelecto, porque son en realidad lo que parecen y aparecen directamente a la conciencia desprejuiciada por la simple vía experimental u observación empírica, sólo ocultas por la evidencia permanente de lo que se hace todos los días, como es el hecho de que los seres humanos han venido al mundo produciendo y usando sus propios medios de vida con un inequívoco sentido de progreso históricamente determinado. De ahí que lo que les distingue sea que constituyen una fuerza social productiva como unidad dialéctica entre sí mismos y sus herramientas, sólo rota por las clases dominantes que lo han venido siendo, no para legitimar su diferencia con el restro del reino animal, sino para ejercer la supremacía sobre otros seres humanos.

En las premisas de que parte el pensamiento materialista histórico, está pues, implícito, el método dialectico de investigación científica que le distingue del método metafísico, propio de las llamadas "ciencias" sociales al uso en el mundo dominante de hoy. Por lo tanto, a nuestro modo de ver, el materialismo histórico no es una ciencia más, "como cualquier otra", es la única actividad del pensamiento aplicado a la sociedad que merece el calificativo de ciencia, lo demás es pura ideología, superchería de clase cuya producción intelectual pasa por el filtro del interés, tan alejado de la pura actividad de la conciencia libre, como el cercano, atento y vigilante amo a los gestos corporales de sus esclavos, para mantenerles sujetos a su dominio y usufructo.

En este sentido, y si como es cierto que usted bien dice, la parte teórica del materialismo histórico no puede separarse de la práctica revolucionaria sin desvirtuarlo, esto quiere decir, en primer lugar, que no es posible "estudiar y desarrollar" esta ciencia "tranquilamente en las universidades" del sistema capitalista, sin correr el riesgo de vaciarla de contenido teórico y político, porque en estos ámbitos, la norma es que al materialismo histórico no se lo "estudie" sino que se lo interprete y mutile para desvirtuarlo mezclado con otras corrientes burguesas del pensamiento social, para anularlo como guiía para la acción política revolucionaria. De hecho, esto ha sido así siempre, pero mucho más desde la década de los años veite del siglo pasado, cuando por necesidades del capital las universidades del sistema empezaron a abrirse a los hijos de los asalariados.

Pero la más monstruosa deformación del materialismo histórico desde sus orígenes, no ocurrió en los aparatos ideológicos del sistema capitalista, sino que antes fue operada por el stalinismo en la URSS y, por extensión de dominio, en todos los partidos comunistas del mundo. Esa conversión del pensamiento científico vivo en fariseismo, fue el resultado de la adaptación del materialismo histórico a los intereses de la alianza en el poder entre la burocraca soviética y la pequeñoburguesía rusa subsistente. (Sobre este asunto, consultar: http://www.nodo50.org/gpm/1d6prd544.htm y: http://wwwnodo50.org/1burocracia.htm). Para estos fines, el materialismo histórico era un estorbo. Esto explica que la burocracia stalinista pansoviética rompiera con la tradición ideológica del marxismo y liquidara la IIIª Internacional, convirtiendo las que fueran sus diversas secciones nacionales en correas de trasmisión de la política exterior de la URSS. Tal fue la línea política seguida por el stalinismo dominante en la URSS y en casi todos los partidos comunistas del Planeta desde los años treinta, convertidos así en instrumentos de la política exterior soviética al servicio del statu quo con el imperialismo. Para ello debió impedir toda disidencia partidaria interna, de modo que las diferencias políticas en los Partidos Comunistas de todo el mundo se empezaron a resolver sin discusión, esto es, imponiendo por vía directamente organizativa -que iba desde la más simple reprimenda administrativa al crimén político- el pensamiento único de las distintas direcciones nacionales disciplinadas a las directivas de Moscú.

También se hizo desaparecer de los partidos comunistas el recurso al materialismo histórico, no sólo como guía para la acción política de esos partidos, sino también para la formación teórica de sus cuadros militantes. Desde entonces, carente de una escuela digna de sus creadores, el materialismo histórico debió pasar por las mismas vicisitudes de la impostura ideologica que la irrisoria minoría de autodidactas del marxismo a la fuerza, teóricamente despreciados y políticamente arrinconados durante décadas.

En medio de este proceso de desideologización revolucionaria, y en el marco de la onda larga expansiva del capitalismo, desde la segunda post guerra mundial estas medidas del stalinismo al interior del movimiento obrero políticamente organizado, se tradujeron en que las tareas de formación teórica y debate de los problemas políticos del movimiento obrero, fueran asumidas sin resistencia alguna y con la mayor naturalidad, por los aparatos ideológicos de la burguesía internacional. Esto tuvo especial incidencia en los países altamente desarrrolados y de desarrollo medio, donde, por exigencia del desarrollo de la fuerza productiva del trabajo en el nuevo marco de la acumulación capitalista expansiva de post guerra, la enseñanza técnica superior -incluídas las técnicas de control social- dejaron de ser algo sólo accesible a una relativa minoría social y las universidades privadas de élites perdieron sentido frente a las univeridades públicas de masas. No por menos ponderado, el hecho de eliminar toda disidencia política y discusión teórica al interior de los PC reconvertidos, ha dejado de ser uno de los más valiosos servicios ideológicos y políticos que la burocracia stalinista ofreció en bandeja a la burguesía internacional.

Así fue cómo en las universidades del sistema, el materialismo histórico empezó a ser materia prima para la fabricación de subproductos burgueses eclécticos de aleación variable con el keynesianismo, el neohegelianismo, el freudismo, el neokantismo, el heideggerismo, etc., verdadero meollo de la llamada sociedad "postmoderna". Así, mediante este trabajo de pinza entre el stalinismo y la burguesía internacional, el materialismo histórico acabó por ser debidamente neutralizado como guía para la acción política revolucionaria, gracias a teóricos "neomarxistas" prestigiados por la prensa y la industria editorial del sistema, como Joan Robinson y Erik Hotsbawn, Galvano Della Volpe y Lucio Coletti; Louis Althusser, Etienne Balibar y Nicos Poulantzas; Walter Benjamin, Friedrich Pollock, Max Horkheimer, Theodor Adorno, Herbert Marcuse, Jürgen Habermas y Erich Fromm y Leo Lowenthal; Paul Baran y Paul Sweezy, entre los más destacados. (últimamente, con mayor asiduidad periodística, otros como Noam Chomsky, James Petras, Sami Nair o Eduard Said). Todos ellos intelectuales "independientes" de "formación universitaria", quien más quien menos copartícipe en la creación de varias escuelas de "pensamiento crítico", como la alemana de Frankfurt, la estructuralista francesa, la de la regulación y la americana de Harvard. Financiadas todas ellas por la burguesía, estas escuelas han venido influyendo decisivamente en casi todos los diversos partidos políticos autoproclamados antisistema en el mundo entero, desde la década de los cuarenta. Sin perjuicio de sus meritorios aportes a la teoría de la dominación burguesa en los terrenos sociológico, psicológico y de la organización del trabajo, la resultante política contrarrevolucionaria de estos esfuerzos del intelecto está hoy a la vista.

Materialismo histórico y lucha de clases

Dice usted que "Marx, Engels y Lenin no desarrollaron la ciencia de la Historia sólo en bibliotecas -aunque también-, sino que les fue necesario tomar parte en las luchas obreras de su tiempo (...) para acumular la experiencia suficiente que les permitió desarrollar la teoría" Dicho esto así, la verdad a medias que encierra se presta a la nefasta confusión producto del mismo trabajo de pinza que nos tuvo aprisionados también a nosotros hasta no hace mucho. Es cierto que siendo todavía un radical burgués adscrito a la defensa de los intereses progresistas de la burguesía emergente en la Alemania de las primeras cuatro décadas del siglo XIX, Marx empezó a romper con los jóvenes hegelianos de izquierda cuando, como redactor de la Gaceta Renana, pudo comprobar por observación periodística la represión a los miserables viñateros del Mosela y a los ladrones furtivos de leña, condenados por posesionarse ilegalmente de las tierras comunales. Ese hecho alumbró en su conciencia que la supuesta armonía hegeliana entre el Estado y la sociedad civil es falsa; que el Estado como supuesta expresión de la idea absoluta en la Tierra no el que crea la sociedad civil -como planteaba su maestro Hegel- sino al revés, y que la contradicción de los seres humanos escindidos entre ambas esferas de la vida social -como ciudadanos iguales ante la ley y como burgueses enfrentados entre sí- se explica por la existencia de la propiedad privada. Pero no fue sólo por esta experiencia que Marx se hizo comunista, aunque es cierto que le estimuló a ir por ese camino.

Para entonces, profundo conocedor de la Lógica hegeliana, Marx sabía que toda contradicción lleva en sí la necesidad de su resolución, y que la conciencia universal se va haciendo más libre en la medida en que resuelve las sucesivas contradicciones históricas que se le presentan, mediante el descubrimiento de la necesidad que se oculta en cada una de ellas. Y dado que, en este caso, era obligado conocer la necesidad histórica que anida en las contradicciones económicas de la sociedad capitalista, había que pasar por el conocimiento científico del objeto que trata la economía política. El resultado inmediato de esta conclusión fueron los primeros trabajos de investigación económica posteriormente publicados bajo el título de: "Manuscritos económico-filosóficos de 1844", actividad que sólo interrumpió entre 1848 y 1850 -por exigencias de la lucha de clases- así como durante ciertos períodos más o menos prolongados por razones de salud, pero que jamás abandonó definitivamente hasta el fin de sus días.

Ahora bien, puesto sobre el terreno de la investigación acerca de las leyes que presiden el movimiento económico de la sociedad capitalista, sometiéndose al método científico Marx comenzo el estudio de la base material o económica de la sociedad burguesa desentendiéndose por completo de la lucha de clases, como si no existiera. Igualmente consideró constantes otros fenómenos ambientales de la economía política como la oferta, la demanda, la cantidad de dinero y los preciós. Ni qué decir tiene que todo esto no es real. Las leyes económicas del valor y de la acumulación no actúan en estado puro, sino contando con todos esos fenómenos. Tampoco es real considerar la caida de los cuerpos en ausencia de atmósfera. Sin embargo, así procede la física para determinar la ley universal de la gravedad terrestre.

La ley del valor actúa en condiciones siempre volubles de oferta y demanda, con distintas cantidades de dinero en circulación y determinados precios de las mercancías y del dinero que cambian de un momento a otro, situaciones que, a su vez, pueden coincidir o no con conflictos sociales de diversa intensidad y magnitud, así como con determinadas políticas económicas de gobiernos o interferencias de grupos económicos oligopólicos. Todos estos factores, en principio por igual imprevisibles, no anulan la ley económica del valor bajo el capitalismo, pero perturban u obstaculizan su observación.

Como sucede con la gravitación universal, a pesar de los distintos condicionantes la ley económica del valor bajo el capitalismo se cumple en todas partes donde la sociedad esté dividida entre asalariados y capitalistas. Como en la física y en la química (a instancias del microscopio o los reactivos), el método científico para determinar la ley que preside el movimiento económico de la sociedad capitalista, pues, consiste en aislar los elementos más simples, como la mercancía, sobre los cuales esa ley general actúa en su forma más diáfana. Para ello es necesario utilizar la abstracción, prescindiendo de todos los factores perturbadores, esto es, analizando la célula del cuerpo económico bajo condiciones que supongan una situación irreal de equilibrio en el mercado, con precios y masa de dinero en circulación, constantes, sin políticas estatales, gupos de presión ni conflictos de clase. Sólo en semejantes condiciones es posible observar esa ley actuando en su forma más pura. Así ha procedido Marx en los dos primeros libros de "El Capital". Por eso, entre otras cosas, eligió como objeto de su trabajo de campo a Inglaterra, el país capitalista por entonces más desarrollado, sin las interferencias de formas precapitalistas remanentes.

Una vez hecho esto, ya estuvo en condiciones de ir aproximándonos a la realidad, incorporando paulatina y progresivamente al análisis los distintos factores abstraidos al principio, hasta llegar a la representación de la "Ley general de la acumulación" tal y como se manifiesta en la realidad, permitiendo así presentar o exponer el objeto económico como una totalidad no ya caótica sino plena de sentido. Tal es el procedimiento utilizado en el tercer libro:

<<Cuando analizamos las formas económicas (...) no podemos servirnos del microscopio ni de reactivos químicos. La facultad de abstraer debe hacer las veces del uno y los otros. (...)

El físico observa los procesos naturales allí donde se presentan en la forma más nítida y menos oscurecidos por influjos perturbadores, o bien, cuando es posible, efectúa experimentos en condiciones que aseguren el transcurso incontaminado del proceso [de investigación]). Lo que he de investigar en esta obra es el modo de producción capitalista y las relaciones de producción e intercambio a él correspondientes. La sede clásica de ese modo de producción es, hasta hoy, Inglaterra. Es éste el motivo por el cual, al desarrollar mi teoría, me sirvo de ese país como principal fuente de ejemplos. (...)

En sí y para sí, no se trata aquí [en esta obra] del mayor o menor grado alcanzado en su desarrollo por los antagonismos sociales que resultan de las leyes naturales de la producción capitalista. Se trata de estas leyes mismas, de esas tendencias que operan y se imponen con férrea necesidad.>> (K. Marx: "El Capital" Prólogo a la primera edición 25/07/867. Lo entre corchetes es nuestro)

Queda claro que para determinar el movimiento económico de la sociedad capitalista, la práctica teórica científica exige apartar del análisis, entre otros elementos de la realidad, todo conflicto social o político y la correspondiente experiencia personal o colectiva. Sin embargo, aunque parezca paradójico, la comprensión de la ley económica que preside el movimiento del capital, es la guía fundamental y condición básica de toda acción política efectivamente revolucionaria, porque los actos políticos están presididos por intereses económicos, y por la simple razón de que nada que se desconozca puede ser transformado según la necesidad de su desarrollo. Dado que el socialismo nace del vientre del capitalismo, el arte de hacer la revolución consiste en:

    1. Estudiar y comprender esta ley general expuesta por Marx en "El Capital";
    2. Conocer las condiciones económicas y sociales en que esta ley se manifiesta allí donde nos toque actuar, y,
    3. Comprometerse con la lucha que vaya siempre en el sentido histórico resolutorio del desarrollo del ser previsto por esa ley, asumida como guía para la acción política junto con la Memoria Histórica del movimiento revolucionario, todo ello con la finalidad de acelerar y mitigar en lo posible los dolores del parto socialista.

Según este razonamiento, el desarrollo de la teoría revolucionaria en lo que atañe a la base material o económica del sistema capitalista, no depende en absoluto de la lucha de clases ni es necesaria la experiencia personal o colectiva en este terreno de la práctica social, para el resultado científico exacto de las investigaciones. Al contrario, la ciencia económica aplicada a la realidad permite determinar el carácter de la revolución -que depende de la correlación fundamental de fuerzas sociales, dependiente, a su vez, del progreso en la acumulación del capital- y es necesaria también para la consecuente articulación entre táctica y estrategia políticas que dependen también de las situaciones de coyuntura, vinculadas instrumentalmente con la teoría de las crisis económicas.

Otra cosa es el desarrollo de la teoría revolucionaria en el terreno estrictamente político. Aquí ya no estamos en presencia de un objeto de estudio que está frente a nosotros con legalidad propia, que se desenvuelve independientemente del sujeto investigador, como es el caso de la formación de valor, los precios (incluido el salario), el interés, la ganancia o la renta, donde el sujeto científico debe limitarse a reproducir esa realidad reglada objetivamente en su intelecto. Para ejercitar el pensamiento político no sólo hace falta conocer el movimiento económico de la sociedad capitalista en todo momento, considerando esa realidad actual como una condición objetiva y así poder saber cuando está madura para aplicar sobre ella la acción revolucionaria que resuelva ese movimiento en una realidad efectiva superadora. Es necesario pensar tomando como objeto la acción revolucionaria misma.

En este momento, el de la acción política, sólo está en condiciones de investigar para prever con posibilidades de éxito, quien actúa políticamente y forma él mismo parte del objeto investigado. Porque no se trata ya de la acción del intelecto sobre un objeto histórico-natural exterior al sujeto que investiga, como es el modo de producción capitalista, sino de clases sociales en pugna, voluntades políticas colectivas enfrentadas que inciden unas sobre otras. En este plano del pensamiento de un sujeto que, al mismo tiempo actúa políticamente, la experiencia personal, de las distintas organizaciones políticas y, sobre todo, del movimiento asalariado revolucionario en su conjunto, pasada por el filtro de la crítica y la autocrítica de lo actuado constituye el contenido de la memoria histórica, poderoso auxiliar indispensable de la acción revolucionaria convertida así en praxis.

Por ejemplo, cuando entre octubre de 1905 y 1907 debieron decidir sobre si participar o no en cada una de las tres Dumas (parlamentos consultivos) habilitadas por la burocracia zarista durante ese período, Lenin y los bolcheviques sabían que la aristocracia rusa en el poder estaba reeditando la maniobra que la nobleza alemana había ensayado cincuenta y siete años antes. Sobre todo, sabía Lenin por qué y con qué intenciones el aparato zarista ruso "otorgaba" un remedo de constitución liberal a sus súbditos rusos. Sabía que, como en octubre de 1848 en Alemania, lo hacía para atraerse a la burguesía rusa y, a instancias de ella, al sector más atrasado del movimiento proletario, clavando en la oposición la cuña divisionista de las "ilusiones constitucionalistas". Y no es que Lenin supiera todo esto porque era un ser autosuficiente y omnisapiente desde la cuna, o porque tenía informantes inflitrados, sino porque ese hombre fue, en aquél momento, memoria histórica viva, porque antes se había apropiado de ella leyendo a Marx y Engels relatar sus propias experiencias y análisis en aquellos momentos pretéritos decisivos que lo fueron para el curso histórico europeo.

Esperamos haber llegado con usted hasta este punto para estar en condiciones de acordar en que, el arte de conducir la revolución eficazmente, pasa por articular con inteligencia creadora dos conocimientos periciales previos: el de las leyes del capitalismo y el de la história política del movimiento obrero. Ambos conocimientos asumidos como guía para la acción política aplicada a las condiciones de la lucha de clases en cada momento, constituyen la teoría revolucionaria. En el ámbito de la sociedad, la experiencia sin ciencia es ciega, y la ciencia sin experiencia es vacía.

La conciencia revolucionaria y el "mayo francés"

Evoca usted lo que todavía le parece que fue el "florecimiento de la conciencia política en la década de los 60, que dio lugar al mayo del 68" y el recuerdo de "miles de estudiantes parisinos portando enormes retratos de Marx, Lenin y Mao, y dando vivas a la dictadura del proletariado". Después de tantos años de retroceso político, aquellos recuerdos no le dejan de impresionar. Y por lo que dice y cómo lo dice, parece haber experimentado vivencias comunes con alguno de nosotros. Ya no somos jóvenes. Eso favorece la coincidencia en la razón revolucionaria. Pero una vez más esa misma razón nos obliga a vapulear la manifiesta simpatia de usted hacia nosotros, porque seguimos sin coincidir y le advertimos que, con lo que sigue, no contribuiremos a mantenerle en la ilusión de todo aquél pasado que a usted todavía le parece glorioso. Y no sentimos por ello remordimiento alguno, sino al contrario. Cuanto antes se salga de los sueños políticos embrutecedores del pasado, mejor. Las revoluciones son procesos necesariamente interrumpidos, con marchas y contramarchas. Esto vale todavía más para las revolucion socialista, dado que, antes de hacerla, el proletariado no tiene poder económico ya conquistado en el que sustentar su poder político. Por eso es que ante cada derrota, debe comenzarlo todo desde el principio. El único soporte de la revolución proletaria, es la conciencia de clase. Y el caso es que, bajo semejantes condiciones, sin memoria histórica, sin aprendizaje por conocimiento veraz de los propios herrores del movimiento, la conciencia de clase es algo inalcanzable. De ahí la importancia de la crítica y de la autocrítica revolucionaria. Cuanto más cruel y despiadada respecto del pasado, más segura la afirmación del espíritu revolucionario para encarar el presente de lucha de modo que el futuro sea nuestro, sin necesidad de seguir sufriendo derrota tras derrota y aguantar lo que venga, hasta que la burguesía nos ponga ante una situación tan insoportable que ya no permita volverse atrás:

<<...las revoluciones proletarias, (...) se critican constantemente a sí mismas, se interrumpen contínuamente en su propia marcha, vuelven sobre lo que parecía terminado, para comenzarlo de nuevo desde el principio, se burlan concienzuda y cruelmente de las indecisiones, de los lados flojos y de la mezquindad de los primeros intentos; parece que sólo derriban a su adversario para que éste saque de la tierra nuevas fuerzas y vuelva a levantarse más gigantesco frente a ellas; retroceden constantemente aterradas ante la ilimitada inmensidad de sus propios fines, hasta que se crea una situación que no permite volverse atrás y la circunstancias mismas gritan: ¡Demuestra lo que eres capaz de hacer! (K. Marx: El 18 Brumario de Luis Bonaparte" I)

Vamos, pues, a jercer la crítica y la autocrítica. Lo que floreció en la Europa de la década de los sesenta no fue nada parecido a la conciencia revolucionaria. Hubo un ascenso de las luchas obreras y estudiantiles en contestación a los excesos de la burguesía en el punto de inflexión de la la onda larga exopansiva de post guerra. Pero sin alternativa de poder. Y cuando este requisito falta, no cabe hablar de conciencia revolucionaria. Haciendo palanca sobre la seguridad del pleno empleo, con salarios bloqueados desde 1963, aumento de la jornada laboral (en Francia 46 horas semanales) y de los ritmos de trabajo, baja productividad y tasa de ganancia en descenso, los asalariados franceses hicieron el mayo del 68 esperanzados en conseguir mayores ingresos para el pleno usufructo de un mayor tiempo libre organizado por el sistema. En realidad, no querían más que eso.

Cierto, durante las múltiples manifestaciones entre mayo y julio de aquél año, se vieron muchas pancartas alusivas a Marx, Lenin, Mao, el Che y Ho Chi Ming. También espectaculares enfrentamientos que se saldaron con diez muertos y más de 2.000 heridos. Pero las enormes masas asalariadas y estudiantiles movilizadas, que en un primer momento desbordaron a sus direcciones sindicales y políticas burocráticas, a la postre no consiguieron suplantarlas por carencia de alternativa. Aunque el gobierno debió declarar el Estado de sitio en los primeros días de mayo, no hubo crisis de Estado ni vacío de poder burgués en ningún momento.

El carácter y alcance de los enfrentamientos puso en evidencia que aquello no fue una insurrección, sino la protesta airada del proletariado a la crisis del sistema dentro de la propia crisis ideológica y política del movimiento. En las calles y fábricas el problema del poder político estuvo completamente ausente, extraño como permaneció a la conciencia de las masas simplemente descontentas, firmemente integradas al sistema capitalista.

Quienes en ese momento ocuparon la extrema izquierda en la sociedad europea, como el eurodiputado Daniel Cohn Bendit, el ministro de RR.EE. alemán Joschka Fisher, o su colega español, Joseph Piqué, estaban familiarizados con la retórica marxista pasada por el filtro del "pensamiento crítico" burgués de la izquierda postmoderna liderada por Herbert Marcuse y Cía.

Ayuno de contenidos políticos vinculados con una práxis revolucionaria efectiva -lo cual supone que la teoría revolucionaria está en la calle y en las fábricas-, en ese pensamiento de crítica sociológica y filosófica cuestiones tales como, el carácter de la revolución, la táctica de construcción del partido, la política sindical, o el concepto de crisis revolucionaria, no tuvieron cabida porque no podían tenerla. El tinglado no estaba organizado para eso.

Esto explica consignas de lucha tan socialmente irrresponsables y políticamente inconsistentes e inocuas como: "no sé lo que quiero pero lo quiero ya", "prohibido prohibir" o "la imaginación al poder", todavía tan celebradas como paradigma juvenil de un ingenio político creador insuperable, estilo que inspiró posteriores campañas publicitarias como "la chispa de la vida", de Coca Cola. La pinza entre el stalinismo y los aparatos ideológicos de la burguesía había funcionado de maravilla.

Memoria histórica y lucha política de clases

Estamos plenamente de acuerdo con usted en "la primacía del ser sobre la conciencia" como premisa de cualquier planteamiento teórico y de cualquier presupuesto de lucha política. Es el ser social el que presupone y determina históricamente la concicncia y no al revés, como proponía Hegel. Esto significa que toda acción que no vaya en el sentido y dirección por la que tiende el desarrollo del ser social o de la sociedad, es contrarrevolucionaria. Normalmente, la conciencia que los sujetos tienen de la sociedad en que viven, difiere de lo que esa sociedad en realidad es y va siendo en cada momento. Ahora bien, a la larga, por medio de la experiencia, ese abismo entre lo que va siendo y lo que aparenta, tiende a desaparecer. La función de la ciencia tiene por cometido ayudar a la experiencia previendo lo que tiende a ser necesariamente, a fín de acortar el camino y las vicisitudes hacia la toma de conciencia de esa necesidad. Tal es el concepto de libertad.

Si las cosas en general no suelen ser como parecen, tratándose del objeto social esta dificultad se multiplica por dos, porque a la natural opacidad con que se presenta toda cosa a simple vista, se le agrega la acción distorsionadora deliberada de las clases dominantes, lo que Marx llamaba las "furias del interés privado". En el caso de un objeto o ser social históricamente determinado -en nuestro caso, la sociedad capitalista- la importancia de la función científica para la acción política, se infiere de su capacidad para reproducir en el pensamiento las leyes básicas o económicas que presiden su movimiento, a fin de hacer posible que el proletariado actúe no según lo que le parece a su conciencia inmediata o "ser en sí" lo que hay que hacer en cada momento de la lucha de clases, sino según lo que exige el movimiento real del ser social previsto por la ciencia.

Por ejemplo, los socialistas utópicos como Weitling, querían implantar el comunismo en la sociedad Alemana, donde todavía predominaban las relaciones de producción feudales, con un proceso de acumulación de capital todavía incipiente y un proletariado irrisorio. Marx y Engels les decían: ante todo, quien tiene que tomar el poder político es la burguesía; se trata de eliminar las trabas sociales y políticas que impiden el desarrollo del ser social capitalista nacido de las entrañas de la sociedad feudal decadente, porque sólo el libre desarrollo del capital puede dar lugar a un proletariado suficientemente numeroso y consciente, como para aspirar con serias posibilidades de éxito a una transformación revolucionaria del capitalismo. Esta premisa de la revolución socialista expresada en términos filosóficos generales fue anunciada "La Ideología alemana" (1845):

<<Para nosotros, el comunismo no es un orden de cosas que debe implantarse, un ideal al que debe sujetarse la realidad. Nosotros llamamos comunismo al movimiento real que anula el estado de cosas actual>> (K.Marx-F.Engels: Op.cit.5)

Y tres años después aplicada políticamente a Alemania en el "Manifiesto" publicado en febrero de 1848:

<<En Alemania, el Partido Comunista lucha al lado de la burguesía en tanto que ésta actúa revolucionariamente contra la monarquía absoluta, la propiedad territorial feudal y la pequeñoburguesía reaccionaria.>> (K.Marx-F.Engels: Op cit. IV)

Pero entre marzo y diciembre de ese año, tras observar cómo el triunfo revolucionario de febrero se sublimaba en las ilusiones democráticas que las masas depositaron en la "constitución otorgada" y el pacto de la burguesía con la nobleza, Marx y Engels concluyeron que una burguesía débil es incapaz de llevar adelante su propia revolución por el camino más corto, prefiriendo pasar por la alianza con el poder político de la nobleza contra el pueblo al que teme, y que, en semejantes condiciones, un intento revolucionario como el iniciado en febrero de 1848 en Alemania descartaba la monarquía copnstitucional co hegemonía burguesa y sólo podía resolverse siguiendo dos cursos alternativos: consumarse progresando hacia el republicanismo burgués o regresando al absolutismo feudal:

<<La historia de la burguesía prusiana y de la burguesía alemana en general, desde marzo hasta diciembre, demuestra que, en Alemania, es imposible una revolución puramente burguesa y la instauración del poder de la burguesía bajo la forma de la monarquía constitucional; y que en este país sólo cabe una de estas dos cosas: o la contrarrevolución feudal-absolutusta, o la revolución republicano-social>> K. Marx: La Burguesía y la Contrarrevolución. Escrito entre el 10 y el 29 de diciembre de 1848)

Y esta alternativa dependía del comportamiento del proletariado. En tales circunstancias, la condición para que el proceso revolucionario discurriera por el camino más directo, estaba en la constitución de la clase revolucionaria fundamental en partido político independiente, capaz de arrastrar tras sus postulados de clase al campesinado pobre. Así es como en diciembre de 1849, la Liga de los Comunistas decidió retirar a sus militantes de las asociaciones democráticas de la pequeñoburguesía, para reforzar y pasar a dirigir la Asociaciones Obreras el auge espontáneo, con la intención de unificarlas en torno a un programa revolucionario burgués.

¿Por qué los autores del "Manifiesto" no revisaron su texto ajustando sus previsiones teóricas a las enseñanzas de la lucha de clases en el período comprendido entre marzo y diciembre de 1848? Para que se comprenda el valor de la Memoria Histórica, la importancia del aprendizaje por vía de la prueba y el error en la construcción de la teoría política revolucionaria. Lamentablemente, el producto de esta necesidad didáctica fue aprovechado por los oportunistas del movimiento político del proletariado, siempre dispuestos a dejarse llevar por la propia inercia de lo real para escamotear esta enseñanza decisiva de la práctica revolucionaria de Marx, Engels y sus compañeros de fracción dentro de la "Liga de los Comunistas".

Esto fue, precisamente, lo que Carrillo y la dirección del PCE hicieron durante la década de los 30 en contubernio con la camarilla stanilista: ponerse de espaldas a la Memoria Histórica haciendo pasar la letra inmodificada del "Manifiesto", como doctrina oficial del marxismo. Para eso, primero procedieron a expulsar del partido a la fracción "sectaria" de Bullejos que planteaba la dictadura del proletariado, y luego falsificaron la realidad social del país sosteniendo el infundio de que, en esa época, la estructura económico-social de España era predominantemente feudal, para embretar a los casi cinco millones de asalariados en la lucha por la república burguesa. Por último, como consecuencia lógica de esta operación de ocultamiento histórico y tergiversación del estado de cosas en la España prerrevolucionaria, tal como Marx y Engels recomendaron hacer en la Alemania feudal de 1848, los popes del PCE hicieron en la España capitalista de 1931, procediendo a neutralizar la acción política independiente del proletariado, diluyendo la táctica del Partido Comunista Español en la estrategia burguesa al interior del frente popular con el PSOE y demás fuerzas regionales del mismo signo social y político procapitalista.

Fue, pues, en estos trágicos años y no en la década de los setenta cuando Carrillo abdicó políticamente del marxismo y renunció a ser vanguardia del proletariado. Su contribución a la tarea contrarrevolucionaria de convertir al PCE en comparsa de la burguesía, no comenzó cuando se hizo monárquico y rompió sus vínculos con la burocracia de la URSS, sino mucho antes, al anteponer su conciencia burguesa abortiva, a la necesidad histórica del ser revolucionario socialista nonato.

Marxismo y freudismo

Finalmente, nos pide usted opinión acerca de la relación entre Marx y Freud, un tema por el que dice sentirse "enormemente" interesado pero no encuentra bibliografía. Los responsables de haber relacionado a Marx con Freud son unos intelectuales burgueses ideológicamente cuasimarxistas, pero no militantes de ningún partido, insatisfechos con el "determinismo económico" marxista de la estructura económica sobre la superestructura política y cultural. Hicieron escuela en la ciudad alemana de Frankfurt, como "Instituto de Investigación social" (Instituto für Sozial Forschung).

Esta escuela tuvo sus orígenes en la década de los años veinte, una organización "independiente", en principio financiada por un burgués alemán llamado Hermann Weil, pero muy pronto adscrita como instituto oficial de la Universidad de Frankfurt. Creado por un grupo de intelectuales burgueses ideológicamente autodenominados marxistas pero sin voluntad política militante, con la llegada al poder de los nazis en la década de los años treinta, sus principales figuras emigraron de Frankfurt a Nueva York para establecerse en un instituto asociado a la Universidad de Columbia.

En la década de los 50 volvieron a reestablecerse en Europa. Como lógica consecuencia de su rechazo a que el movimiento real que anula el estado de cosas actual está presidido por las contradicciones de su base económica, los neomarsistas de la escuela de Frankfurt negaron también la posiblidad del positivismo marxista alternativo al capitalismo, cuyas premisas fueron anunciadas por Marx en su "Crítica del Programa de Gotha". Su línea de investigación, de tal modo apartada del marxismo, discurrió por los carriles de una "teoría crítica" de la sociedad capitalista. En el fondo, el abandono del referente económico se explica por la certeza compartida en que la dominación capitalista en esta esfera de la vida social era tan históricamente definitivo e irreversible como en la fábrica, de modo que, tanto respecto del mercado como de la explotación del trabajo con fines de acumulación de capital, eran asuntos que estaban fuera de la historia. La propensión antieconómica en que coincidían los correligionarios de la Escuela de Frankfurt, resultaba de coincidir en dos realidades inconmovibles combinadas: la dominación tecnológica en la producción y la planeación capitalista en el mercado.

En un principio, bajo la dirección de Karl Grünberg, el instituto se orientó hacia la historia del movimiento socialista, combinado con el interés de contribuir al desarrollo del marxismo en lo que respecta a la superesructura cultutal, partiendo de los aportes realizados por Georg Lukács y Karl Korsch. Pero, cinco o seis años después, bajo la dirección de Horkheimer -que sucedió a Grünberg en la dirección- el "Instituto de Investigación Social", que desde el principio desestimó la parte económica del marxismo para dar prioridad a los aspectos supetrestructurales, a partir de 1932 lastró también lo relativo a la Memoria Histórica del movimiento obrero, que constituye el acervo teórico-político del marxismo como disciplina científica al servicio de una voluntad de poder revolucionaria.

A cambio de eso, esta escuela forjó su carácter en el crisol intelectual en el estudio de las diversas formas culturales de la dominación capitalista, especialmente observables en la sociología y en la psicología, investigadas desde el punto de vista "crítico-dialéctico" de lo existente frente a lo que "debería ser" según una supuesta "razón histórico-universal" de tipo hegeliano con reminiscencias kantianas, que, al carecer de una propuesta de síntesis superadora de la sustancia material que mueve a esta realidad cultural actual, parece sustentarse sobre la pura negación teórica o ideológica de tal existencia al interior de la misma base económica. Un perfecto aufheben hegelianio, donde las formas superestructurales de dominio burgués objeto de la "teoría crítica", se superan, aunque la base económica explotadora de trabajo ajeno se preserva. De ahí que una especie de síntesis entre Marxismo y freudismo atraviese esta teoría crítica de la dominación sociológica y psicológica del capital monopólico, por parte del freudismo, el predominio del principio de la realidad social sobre el principio del placer extramuros de la producción; por parte del marxismo, la dominación del principio mercantil y de la de la rentabilidad sobre el principio de la razón universal.

Ciertamente, desde los tiempos del fordismo y del taylorismo que precedieron a la Escuela de Frankfurt, la "teoría Crítica", llevada de la mano por Kant, Hegel y Freud parece haber hecho progresos enormes a instancias de los partidos reformistas de izquierda que, de inmediato, la hicieron completamente suya, hasta que convencieron a los partidos de centro derecha. La lucha por la libertad sexual desde el mayo frances a esta parte, parece deberle mucho a la "teoría crítica". La liberación del sexo respecto de la tutela política que sobre las legislaciones estatales ejercían las distintas religiones en cuanto a su presencia en la vida pública cotidiana, es un éxito rotundo. Pero la verdad es que la Escuela de Frankfurt y las luchas que ha impusado, han fungido aquí respecto de las verdaderas causas de la liberación sexual, como los precios a instancias de la competencia fungen con respecto de la ley económica del valor. Como Marx decía a Bauer que pasaba con la religión en un Estado laico, la "teoría crítica" contribuyó a que el sexo de libere completamente de su cepo religioso y político, pero pasó a ser más esclavo que nunca del capital en todas sus vertientes culturales.

La lucha por la liberación del sexo respecto del principio autoritario y prejuicioso de la sociedad, ha sido, en origen, la posibilidad de una necesidad, el medio a instancias del cual, la ley de la acumulación ha podido conseguir que la venta del sexo trascienda la prostitución, liberándolo de la tutela religiosa en numerosas formas sociales de expresión que le puso al servicio de las necesidades de la acumulación capitalista, poniendo en movimiento productivo a buena parte de la masa de capital sobrante típica del capitalismo tardío. Fue esa lucha la que permitió o posibilitó que la ley del valor convirtiera el sexo en valor de uso y soporte material del valor de cambio de numerosas mercancías que ocupan gran parte de los espacios cinematográficos y televisivos en el mundo, también a la publicidad multinacional y otras actividades del capital medio y grande asociado permanentemente a casi todos sus productos.

En cuanto a la "liberación" la mujer respecto de la sociedad "machista", también ha cabalgado sobre ese mismo capital sobreacumulado, necesitado de emancipar a las "amas de casa" del trabajo doméstico para someterlas plenamente al trabajo asalariado, a la vez que convirtiendo en mercancías los productos de ese otrora "trabajo oculto" aun residual, como el lavado, el planchado, la comida y, hasta parcialmente, la crianza de los niños y de los animales de compañía. Otro tanto puede decirse del movimiento gay, en torno al cual se ha creado toda una parafernalia mercantil capitalista mundial, que permite capitalizar billones de unidades monetarias en trabajo excedente. Esto prueba que la "teoría crítica" de la Escuela de Frankfurt y la parte que compete a Freud en su relación parcial con Marx, ha sido y sigue siendo perfectamente funcional a los fines de la acumulación capitalista, lo cual explica por qué los ideólogos de esta escuela se han negado a considerar el positivismo marxista subversivo del actual sistema de vida.

El "fundamento" de semejante desconsideración ha sido puramente empírico, impresionista y anticientífico; lo encontraron en la parálisis política del proletariado internacional tras su derrota a manos del fascismo, y en el contraste entre los resultados del llamado "socialismo real" y el Estado keynesiano del bienestar. La única critica teórica de cierta enjundia intelectual por parte de los neomarxistas a la necesidad objetiva del socialismo, no provino de la Escuela de Frankfurt sino de sus colegas norteamericanos de la Universidad de Harvard, liderados por Paul Baran y Paul Sweezy. Adjuntamos archivo de nuestra crítica inédita a la impugnación de la tendencia histórica al derrumbe económico del sistema capitalista por parte de Baran y Sweezy.

Hemos hecho esta incursión en la Escuela de Francfort, para que usted sepa por qué no vamos a emplear un solo intante de nuestro tiempo libre para incentivar en su espíritu ese "enorme interés" que manifiesta por la relación entre Freud y Marx. Este asunto puede tener un interés académico y de cultura general, pero sobra a los efectos del prioritario y perentorio desarrollo de la cultura política revolucionaria del proletriado. Y nosotros estamos en esto, no en hacerle la más mínima concesión a los representantes de la "teoría crítica" en la cabeza de ningún asalariado como usted. La sinceridad es el mejor tributo que una persona puede rendir al respeto por otra y así es como nosotros tenemos por costumbre proceder con todos nuestros interlocutores. Más aun con quien, aunque no tengamos plenas razones fundadas para ello, sentimos cercano a los fines revolucionarios que perseguimos.

Un saludo: GPM

miscelánea sobre materialismo histórico
(el "mayo francés, "Memoria histórica y lucha política de clases, Marxismo y freudismo, y mucho más)

texto principal completo: -69 kb; -83kb; 57 kb; 27kb 97kb;rtf 86 kb
ANEXO: ¿Qué hay de cómún entre los neomarxistas alemanes y americanos?
anexo completo:
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