La conciencia revolucionaria y el "mayo francés"

Evoca usted lo que todavía le parece que fue el "florecimiento de la conciencia política en la década de los 60, que dio lugar al mayo del 68" y el recuerdo de "miles de estudiantes parisinos portando enormes retratos de Marx, Lenin y Mao, y dando vivas a la dictadura del proletariado". Después de tantos años de retroceso político, aquellos recuerdos no le dejan de impresionar. Y por lo que dice y cómo lo dice, parece haber experimentado vivencias comunes con alguno de nosotros. Ya no somos jóvenes. Eso favorece la coincidencia en la razón revolucionaria. Pero una vez más esa misma razón nos obliga a vapulear la manifiesta simpatia de usted hacia nosotros, porque seguimos sin coincidir y le advertimos que, con lo que sigue, no contribuiremos a mantenerle en la ilusión de todo aquél pasado que a usted todavía le parece glorioso. Y no sentimos por ello remordimiento alguno, sino al contrario. Cuanto antes se salga de los sueños políticos embrutecedores del pasado, mejor. Las revoluciones son procesos necesariamente interrumpidos, con marchas y contramarchas. Esto vale todavía más para las revolucion socialista, dado que, antes de hacerla, el proletariado no tiene poder económico ya conquistado en el que sustentar su poder político. Por eso es que ante cada derrota, debe comenzarlo todo desde el principio. El único soporte de la revolución proletaria, es la conciencia de clase. Y el caso es que, bajo semejantes condiciones, sin memoria histórica, sin aprendizaje por conocimiento veraz de los propios herrores del movimiento, la conciencia de clase es algo inalcanzable. De ahí la importancia de la crítica y de la autocrítica revolucionaria. Cuanto más cruel y despiadada respecto del pasado, más segura la afirmación del espíritu revolucionario para encarar el presente de lucha de modo que el futuro sea nuestro, sin necesidad de seguir sufriendo derrota tras derrota y aguantar lo que venga, hasta que la burguesía nos ponga ante una situación tan insoportable que ya no permita volverse atrás:

<< <<...las revoluciones proletarias, (...) se critican constantemente a sí mismas, se interrumpen contínuamente en su propia marcha, vuelven sobre lo que parecía terminado, para comenzarlo de nuevo desde el principio, se burlan concienzuda y cruelmente de las indecisiones, de los lados flojos y de la mezquindad de los primeros intentos; parece que sólo derriban a su adversario para que éste saque de la tierra nuevas fuerzas y vuelva a levantarse más gigantesco frente a ellas; retroceden constantemente aterradas ante la ilimitada inmensidad de sus propios fines, hasta que se crea una situación que no permite volverse atrás y la circunstancias mismas gritan: ¡Demuestra lo que eres capaz de hacer! (K. Marx: El 18 Brumario de Luis Bonaparte" I)

Vamos, pues, a jercer la crítica y la autocrítica. Lo que floreció en la Europa de la década de los sesenta no fue nada parecido a la conciencia revolucionaria. Hubo un ascenso de las luchas obreras y estudiantiles en contestación a los excesos de la burguesía en el punto de inflexión de la la onda larga exopansiva de post guerra. Pero sin alternativa de poder. Y cuando este requisito falta, no cabe hablar de conciencia revolucionaria. Haciendo palanca sobre la seguridad del pleno empleo, con salarios bloqueados desde 1963, aumento de la jornada laboral (en Francia 46 horas semanales) y de los ritmos de trabajo, baja productividad y tasa de ganancia en descenso, los asalariados franceses hicieron el mayo del 68 esperanzados en conseguir mayores ingresos para el pleno usufructo de un mayor tiempo libre organizado por el sistema. En realidad, no querían más que eso.

Cierto, durante las múltiples manifestaciones entre mayo y julio de aquél año, se vieron muchas pancartas alusivas a Marx, Lenin, Mao, el Che y Ho Chi Ming. También espectaculares enfrentamientos que se saldaron con diez muertos y más de 2.000 heridos. Pero las enormes masas asalariadas y estudiantiles movilizadas, que en un primer momento desbordaron a sus direcciones sindicales y políticas burocráticas, a la postre no consiguieron suplantarlas por carencia de alternativa. Aunque el gobierno debió declarar el Estado de sitio en los primeros días de mayo, no hubo crisis de Estado ni vacío de poder burgués en ningún momento.

El carácter y alcance de los enfrentamientos puso en evidencia que aquello no fue una insurrección, sino la protesta airada del proletariado a la crisis del sistema dentro de la propia crisis ideológica y política del movimiento. En las calles y fábricas el problema del poder político estuvo completamente ausente, extraño como permaneció a la conciencia de las masas simplemente descontentas, firmemente integradas al sistema capitalista.

Quienes en ese momento ocuparon la extrema izquierda en la sociedad europea, como el eurodiputado Daniel Cohn Bendit, el ministro de RR.EE. alemán Joschka Fisher, o su colega español, Joseph Piqué, estaban familiarizados con la retórica marxista pasada por el filtro del "pensamiento crítico" burgués de la izquierda postmoderna liderada por Herbert Marcuse y Cía.

Ayuno de contenidos políticos vinculados con una práxis revolucionaria efectiva -lo cual supone que la teoría revolucionaria está en la calle y en las fábricas-, en ese pensamiento de crítica sociológica y filosófica cuestiones tales como, el carácter de la revolución, la táctica de construcción del partido, la política sindical, o el concepto de crisis revolucionaria, no tuvieron cabida porque no podían tenerla. El tinglado no estaba organizado para eso.

Esto explica consignas de lucha tan socialmente irrresponsables y políticamente inconsistentes e inocuas como: "no sé lo que quiero pero lo quiero ya", "prohibido prohibir" o "la imaginación al poder", todavía tan celebradas como paradigma juvenil de un ingenio político creador insuperable, estilo que inspiró posteriores campañas publicitarias como "la chispa de la vida", de Coca Cola. La pinza entre el stalinismo y los aparatos ideológicos de la burguesía había funcionado de maravilla.

volver al índice del documento

éste y el resto de nuestros documentos en otros formatos
grupo de propaganda marxista
http://www.nodo50.org/gpm
apartado de correos 20027 Madrid 28080
e-mail: gpm@nodo50.org