Nuestra respuesta al Sr. Marín

Vaya por delante que esta carta responde a lo que el señor Antonio Marín nos ha dicho y a él nos dirigimos literariamente, aunque el trabajo no lo hemos hecho convencidos de que le pueda ser de utilidad, porque lo vemos muy comprometido con sus propios prejuicios burgueses. Pero pensamos que sí puede contribuir al desarrollo político de quienes, al menos, muestren curiosidad por lo que se sale del consabido discurso de la "izquierda" al uso.

Sin haber pasado de leer el escueto comunicado donde anunciamos nuestra participación en la polémica suscitada por el discurso de Hebe de Bonafini respecto de los atentados del 11 de setiembre en EE.UU., usted nos imputa el hecho de salir en defensa de Horacio Verbitsky, así como de "incentivar una ola de sistemática persecución y odio contra todo lo que puede cuestionar, derribar, zarandear los cimientos del imperialismo, la explotación, el neoliberalismo". ¿Ha preguntado usted alguna vez a su intelecto de qué están hechos los cimientos del imperialismo y en qué consiste el neoliberalismo? ¿Por qué antes de poner en movimiento la lengua no ha puesto usted a funcionar su sesera para averiguar si puede haber imperialismo sin desarrollo desigual del capitalismo? Porque de haber hecho ese esfuerzo y ser políticamente consecuente con la conclusión a que conduce el análisis de esa realidad del capitalismo desconocida o despreciada por usted, no se hubiera puesto a decir lo que dijo.

Nosotros, que no somos marxistas de boquilla sino de conocimiento suficiente como para poder hablar "sin ambages", equívocos o tergiversaciones irresponsables o deliberadamente aviesas, tendenciosas, sabemos que el imperialismo se manifiesta en la fusión del capital bancario con el capital industrial y en el predominio de la exportación de capitales sobre la exportación de mercancías típica del capitalismo premonopolista. Pero la base material sobre la que se erigen esas formas de manifestación del capitalismo desde principios del siglo pasado, sigue siendo el desarrollo internacional desigual del capitalismo hasta bien avanzada su etapa tardía. Por lo tanto, estimado amigo, para demoler los cimientos del imperialismo, no basta con ponerse a favor de los pobres en los suburbios del sistema, sino que es necesario acabar con el capitalismo, con la propiedad privada sobre los medios de producción, con los vínculos entre las llamadas "burguesías nacionales" de los países dependientes de atraso económico relativo, y las burguesías oligopólicas localizadas en los países de estructura capitalista más antigua que marchan a la cabeza del desarrollo económico mundial.

Por lo visto, tampoco ha puesto usted en funcionamiento sus propias neuronas para indagar acerca de las causas del actual fenómeno eufemísticamente llamado globalización o neoliberalismo. Al parecer, está usted entre esos militantes populares prácticos de "pensamiento cansado" que prefieren la papilla predigerida que le ponen a la boca en formaciones políticas como IU, donde se hace creer que la acumulación de capital no es un hecho objetivo independiente de la voluntad de nadie, sino que es algo así como lo que se muestra en series televisivas exitosas del estilo "Falcon Crest", donde la acumulación de capital y riqueza aparece como producto de la ambición humana desmedida.

En este plan cognitivo completamente deformado, reflejo de reflejos, el neoliberalismo es una especie de conjura política de unos pocos grandes capitalistas que quieren quedarse con todo y cada vez dejan menos para el "pueblo". Por lo tanto, el "antiimperialismo" de quienes, como usted, piensan así, pasa por la ilusión de que una lucha "disuasoria" tenaz contra estas ambiciones desmedidas, es capaz de conseguir una sociedad más justa, donde, en nombre de los intereses generales y los DD.HH., a los poderosos se les obligue a ser solidarios con los pobres mediante impuestos a sus ganancias, como la conocida "tasa Tobin", caballo de batalla del movimiento "antiglobalización". Así, la riqueza estaría más repartida y todos juntos -explotadores y explotados- podríamos seguir coexistiendo en este, que, al parecer, usted y sus colegas que se alimentan políticamente de esta papilla, consideran el único y mejor de los mundos posibles.

Pero resulta que estos maestros ideológicos de usted, también le enseñan que el capitalismo es sinónimo de "progreso", porque permite optimizar los "recursos" o "factores de la producción" empleados a instancias de la competencia. Y esto sí que es verdad. Pero, ¿se ha preguntado usted como se traduce en términos económicos y sociales esto de "optimizar recursos" materiales bajo el capitalismo? Se traduce en invertir progresivamente mayores masas de capital adicional en medios de producción técnicamente más eficaces y, por tanto, más costosos (maquinarias, materias primas y auxiliares) en detrimento del empleo de mano de obra asalariada. Es lo que técnicamente se conoce por "optimización de costes" Y dado que la masa de ganancia sale del trabajo asalariado no pagado, a medida que aumenta el progreso a costa de mayores inversiones en la parte de capital que no produce plusvalor, la masa de capital adicional obtenida de cada período de rotación (período entre la producción y la venta), es progresivamente menor. La generalización en la optimización capitalista de factores de la producción a instancias de la competencia, conduce inexorablemente a que el capital global de cada país en manos privadas aumente, aunque cada vez menos (por la reducción en el aumento de la inversión en el factor trabajo) respecto del progresivo aumento en la masa del capital global invertido.

Esto explica dos fenómenos: el paro estructural masivo y la baja tendencial de la tasa de ganancia. ¿Qué es la tasa general de ganancia?: la relación matemática entre la masa de plusvalor o capital adicional obtenido del proceso de explotación asalariada en un país y momento determinado, por un lado, y el capital global invertido, por otro. Este es un cálculo que reflejan los balances de las empresas capitalistas medias y grandes para decidir sus "planes" inmediatos de inversión. Bajo esta dinámica, el proceso de acumulación debe llegar a un punto en el que se produce la "sobreacumulación absoluta" que precede a las crisis. A este punto se llega cuando el la masa de plusvalor obtenido de un capital ya incrementado, resulta ser menor o igual que el obtenido antes de su incremento. A partir de este momento, los capitales adicionales que no son compensados por el deprimido plusvalor obtenido son expulsados del circuito productivo, que así, desde el punto de vista de la producción de plusvalor, quedan ociosos. Así, paradójicamente, la optimización capitalista de los recursos resulta en un completo desperdicio, donde, para que una minoría social pueda seguir enriqueciéndose, una mayoría absoluta de la población es sumida en la incertidumbre y las miserias del paro, causa de numerosas noxas sociales, cada vez más de espanto, derivadas del aumento casi insoportable en los ritmos de la explotación a que son sometidos los que tienen la "suerte" de conservar sus empleos.

Pero usted cree que esta situación se puede resolver imponiendo la "tasa Tobin" a las ganancias de los grandes capitalistas. ¿Por qué lo cree?. Simplemente, porque así lo introyectan prestigiosos sicofantes intelectuales en la opinión de holgazanes intelectuales como usted; porque se les ve abogando por ello en periódicos de no menos glamour, como "Le Monde diplomatique"; y porque así lo proponen mangantes políticos burgueses de "izquierda" tan respetados, desde Marcelino Camacho hasta el colega suyo de partido regional, nuestro inefable Rafael Plá, pasando por Julio Anguita y Nicolás Llamazares. Como si el Estado en los países capitalistas hubiera sido alguna vez el representante de los intereses generales de la sociedad, y como si a las patronales capitalistas se les pudiera imponer "una optimización social" de los factores productivos, a despecho de la sagrada optimización privada de sus inversiones que la ley del valor impone a sus negocios. En fin, como si no estuviera suficientemente probado que la democracia "formal" del capitalismo se detiene a las puertas de los sitios donde día que pasa le curten la piel a los asalariados.

Volviendo al capital sobrante en los países imperialistas más desarrollados, gran parte de su masa emigra a los países de menor desarrollo económico relativo en busca de aplicación productiva como fuente directa de acumulación de plusvalor. Y para eso exige libertad de movimientos. Porque, dada la ingente masa de ese capital sobrante, la estabilidad económica del sistema capitalista mundial depende de esta libertad absoluta de movimientos para su necesaria y más perentoria colocación productiva en la periferia del sistema. En esto consiste esencialmente el imperialismo en la etapa postrera del capitalismo decadente, la globalización; lo demás es tontería, infundios que no se sostienen sobre nada con el más pequeño grano de racionalidad científica.

Por lo tanto, para minar los cimientos del imperialismo, hay que acabar con el desarrollo internacional desigual del capitalismo, dado que la burguesía de los países imperialistas no puede sobrevivir sin él. Pero para acabar con el desarrollo internacional desigual del capitalismo en este momento del proceso de la acumulación, no queda otra alternativa que abolir la propiedad privada sobre los medios de producción a escala planetaria. ¿Por qué a escala planetaria? Porque la burguesía nacional de cualquier país dependiente, obviamente no puede estar por esta labor. ¿Y por qué las burguesías nacionales de los países dependientes no pueden estar por la labor de abolir la propiedad privada sobre los medios de producción? Porque eso les supondría suicidarse por las buenas como clase explotadora.

Y el caso, estimado colega, es que la señora Hube de Bonafini encarna y comparte el espíritu político radical más consecuente con los intereses de la pequeña explotación del trabajo asalariado en lucha contra el gran capital por conservar su status de clase propietaria en el mundo -de ahí su postura protalibán- habiendo llegado a ser hoy lo más representativo del antiimperialismo nacionalista pequeño burgués en Argentina. Y dada la creciente debilidad económica y social de estos sectores propietarios, los proyectos de subsistencia de la pequeña propiedad capitalista como ese necesitan del apoyo del proletariado. Pero ante la creciente masa de capital excedentario en las metrópolis imperialistas, las leyes inflexibles del capitalismo demuestran ser cada vez más incompatibles con este tipo de proyectos burgueses anacrónicos, ineficientes y pacatos, basados en un capitalismo de Estado nacional protector de la explotación del trabajo asalariado en pequeña y mediana escala.

Esta es la causa del genocidio en países como Chile, Argentina, Irak, Yugoslavia y últimamente Afganistán. Pero a ti parece que no te preocupan las causas de los genocidios. Tú no quieres andar perdiendo el tiempo en explicaciones que contribuyen a alumbrar esas causas en las conciencias de quienes día que pasa sufren gota a gota la misma barbarie del capitalismo para acabar de una vez por todas con su barbarie. Tú opinas como si no sufrieras los excesos del capital. Tal vez por eso declares que te estas "empezando a hartar de tanta sórdida estupidez y de tanto análisis metafísico". Como a los organismos de DD.HH., a usted le parece más interesante y necesario que la sociedad se desentienda de las causas de los genocidios y sólo se ocupe de sus efectos, de que se haga "justicia" con los genocidas, dejando intactos los intereses de los poderes fácticos verdaderos causantes de semejantes barbaridades. Esto es, precisamente, lo que ellos quieren. En países como Argentina y Chile en la década de los 70, donde sus burguesías pasan por serios problemas para mantenerse en el poder, mientras sus respectivos aparatos de Estado bajo feroces dictaduras hacen el trabajo sucio de eliminar a los incordios que impiden cumplir con las exigencias del capital, sus colegas burgueses de otros países, especialmente los de la cadena imperialista -los más interesados en eliminar esos obstáculos- miran para otro lado.

Esto es lo que ocurrió, por ejemplo, en España, con el genocidio de dictaduras como la chilena y la argentina perpetrado desde los primeros años de la década de los 70 del siglo pasado, donde la menguada denuncia de los organismos del exilio quedó ahogada en un mar de silencio cómplice por parte de los gobiernos de UCD y del PSOE, en contubernio con el periodismo venal español. Una vez completado el trabajo sucio de las dictaduras, y allanado el camino hacia el negocio de las privatizaciones en esos países, los mismos poderes fácticos a su servicio dieron un paso al contado para franquear la "rentree" de la "democracia", permitiendo que salgan a la luz pública los archivos secretos, las fosas colectivas y los centros de tortura e internamiento, información servida ahora en bandeja a los medios de prensa del sistema en todo el mundo, que difundieron todo eso con prodigalidad para que los pueblos horrorizados faciliten la labor de la "justicia" condenando de antemano a los "culpables", publicando, documentos gráficos desclasificados y pruebas irrefutables.

Así fue que gentes como usted se sumaron desde 1983 a la bola de nieve gritando en la manifestaciones su tan humana indignación con afán de "justicia": ¡A esos!, ¡A esos! "cárcel a los genocidas"; ¡sí, a esos! repiten los "mas media" del sistema. ¿Para qué? Pues, para que finalmente los tribunales de justicia hagan lo suyo acabando por cumplir el clamor popular. Tal es el ritual previsto para el "borrón y cuenta nueva" que reconcilie a las víctimas con los victimarios hasta el próximo genocidio. Como en Nuremberg. Porque el nunca más que parece haber acuñado por primera vez Ernesto Sábato, en realidad fue pronunciado por los judíos sobrevivientes del holocausto nazi en la sala del juicio y en las calles de todo el mundo el día de la sentencia. Usted dice que tiene "muchas cosas necesarias, vitales e importantes que hacer". Sepa usted que estas son las cosas que usted hace en relación con genocidios como los de Chile y Argentina. Menuda complicidad con el imperialismo y sus socios nacionales en los países dependientes, señor Don Antonio Marín. ¿O es usted tan niño de teta político para creer que esbirros como Videla, Pinochet y Kissinger son unos simples sátrapas que actúan por cuenta propia?

Lenin decía que para saber quien está detrás de un acto político, de una guerra, o de cualquier acto bélico de exterminio colectivo, basta con saber quién se beneficia de ello. Pero a usted, eso no le interesa. Si a usted alguien le dice que para privatizar el patrimonio estatal en países de fuerte tradición antiimperialista, como Argentina, Chile o Yugoslavia, había que masacrar a más de 100.000 personas, en su mayor parte de filiación nacionalista pequeñoburguesa radical, no se lo cree. Porque a usted el periodismo español le enseñó que los de ETA son unos malvados que "matan por matar". Por eso tampoco que se cree que de no ser por las Dictaduras de Videla y Pinochet, o los bombardeos de la OTAN con Uranio empobrecido sobre Yugoslavia, sería imposible que empresas como Aerolíneas Argentinas o las eléctricas de Chile hubieran pasado a manos de capital español, y todavía no se sabe cómo se repartirán las industrias estatales yugoslavas de productos químicos, maquinaria, equipos de transporte y material electrónico, así como las minas de cobre, las más importantes de Europa. Usted a estas conclusiones contesta con el típico desprecio petulante de los necios diciendo que son "análisis metafísicos" elaborados por "intelectuales de tercera regional".

A muchos que piensan y actúan como usted, lo que les mueve es engañarse a sí mismos y a los demás mostrando que tienen sensibilidad humana, que se solidarizan con el sufrimiento de los desgraciados por causa de la injusticia. Ésa parece ser su vocación política. Y, por lo visto, desea que sea vitalicia, porque, por un lado, no soporta "el dolor y la frustración de ver a torturadores, delincuentes, genocidas y corruptos... en el poder". Por eso se realiza protestando y denunciando toda esa iniquidad, para que se haga justicia con los "culpables". Pero, por otro lado, se desentiende de conocer las causas de esa inmoralidad para acabar de una vez por todas con ella, de modo que así tiene asegurada su ocupación política de sufridor y denunciante para el resto de sus días. Su política abreva en las teorías policiales de Lombroso, señor Marin, ¿lo sabía?. Inspirado en la escatología cristiana, Lombroso veía en todo mortal a un degenerado y a un asesino en potencia que sólo necesita la ocasión propicia para demostrarlo. Y esto, para Lombroso, como tal parece que ocurre con usted, es algo inamovible y eterno, porque piensan que forma parte de la naturaleza humana esencialmente malvada y perversa. De ahí la necesidad, también eterna, de un aparato represivo adosado a un poder judicial de inspiración presuntamente divina, que cuide y disuada a las gentes de profesar su maldad humana congénita. Y, por supuesto, de la filosofía de los DD.HH., porque si no, que sería de esos excepcionales ciudadanos como Usted que, por sí mismos, han sabido vencer a la maldad, a la injusticia y a la "estúpida metafísica" en sus propias conciencias, conciliando su congénita bondad y espíritu de justicia con un personalismo "pensamiento concreto" y amor al prójimo paradigmático.

Decimos que muchos como usted se engañan a sí mismos tragando toda la papilla ideológica que les acerca a la boca el sistema capitalista decadente. ¿Y Sabe por qué? Porque viven en la parte opulenta del capitalismo. Porque gracias a los delincuentes, genocidas y corruptos de los países dependientes se benefician con las prebendas que posibilita el desarrollo desigual, y porque tampoco están entre esa franja de la población de los países imperialistas excluidos de esas prebendas, que no pueden hacer gala de la hipocresía social que nutre el discurso y el comportamiento político de gentes como usted, porque la penuria y la humillación que sufren deambulando entre un trabajo eventual y otro se lo impiden. En fin, que muchos como usted se engañan engañando a los demás, porque, de otro modo, no podrían soportar toda la podredumbre moral de este sistema de vida. Nietzsche decía que en este mundo es imposible vivir con la verdad y que a toda acción corresponde un olvido. Para asegurarse la tranquilidad de conciencia ni siquiera incurren ustedes en la mentira por olvido, sino que con la verdad que les golpea la conciencia adoptan una actitud beligerante, la entierran arrojando sobre ella toneladas de basura ideológica contenida en expresiones peyorativas tales como "estúpida metafísica".

Entre esa basura está el derecho positivo burgués inspirado en el existencialismo judeocristiano y su filosofía del pecado individual y de la redención personal por la penitencia. Esta basura le impide a muchos como usted ver que, bajo el capitalismo, la corrupción y la delincuencia no está en los corruptos y delincuentes que eventualmente detentan el poder; tampoco en las distintas instituciones políticas del Estado que confieren el ejercicio de ese poder. La corrupción y la delincuencia tienen su origen y caldo de cultivo en la base material de este sistema de vida, en su organización económica y social esencialmente corrupta y delincuente. Esto es lo que usted no comprende, o prefiere no comprender porque no le conviene. ¿Qué se puede esperar de la superestructura política y moral de una sociedad basada en la práctica social consuetudinaria del engaño y el pillaje mutuo?

El poder, en todas las épocas siempre necesitó de chivos expiatorios. Y el poder capitalista no podía ser una excepción. Para eso la burguesía internacional resucitó el tinglado de los DD.HH. tras la Segunda Guerra Mundial, para echarle la culpa de esa barbarie bélica generada por la crisis capitalista de los 30 a un individuo: Hitler. Con esa misma finalidad catártica colectiva mantienen compartimentado el aparato de justicia, aparentemente separado del poder ejecutivo pero íntimamente unidos ambos poderes por sus vínculos con el máximo poder fáctico en esta sociedad: el dinero. Ahora más todavía con el "independiente" y flamante "tribunal penal internacional" y su correspondiente ejército de burócratas leguleyos que pasan a chupar del bote ¿Para qué? Pues, para juzgar y castigar conductas individuales y, en todo caso, empresariales o de grupos facciosos, según la teoría de Lombroso, tanto en la sociedad civil como en el aparato de Estado respectivamente. Pero nada más, de modo tal que el sistema de vida explotador, corrupto y oportunamente genocida del capitalismo, permanezca intangible, ocultas sus fechorías de clase tras los providenciales chivos expiatorios del sistema, separado y al margen de esos comportamientos "delictivos" que a usted tanto le hacen sufrir en nombre de la "humanidad".

En cuanto a la personalidad de Hebe de Bonafini, no se engañe usted, que esta señora será cualquier cosa antes que "una pobre mujer". Es una gran mujer, una militante popular de incalculable valor personal y público, lamentablemente ganada por el nacionalismo radical pequeñoburgués que, dadas las necesidades del proceso de acumulación en la etapa tardía de esta sociedad por completo decadente, ya no tiene base material de sustentación histórica en ningún sitio como para reclamar un status político dentro de ella. Y este es el signo de la tragedia humana y política por la que atraviesan países como Argentina, donde una masa significativa de sus clases subalternas todavía se mueven según valores políticos que no constituyen una ruptura con el capitalismo y al mismo tiempo no tienen ya cabida en él. Y de la insistencia del movimiento popular a seguir impulsando esa tendencia no puede sino preverse un nuevo genocidio. Que este genocidio se procese de forma violenta, puntual y espectacular, como en la tragedia, o de modo imperceptible, progresivo y cotidiano, como en la comedia, da igual. Porque nada que la necesidad económica niegue puede tener concreción política. Y toda lucha por lo que ha dejado de ser necesario es una lucha inútil.

Y si esto de la inutilidad histórica de una lucha por objetivos completamente anacrónicos se puede prever haciendo uso de lo que para usted no son más que "sórdidas estupideces", pues, hay que trabajar para evitarlo, de modo que si la sangre tiene que volver a correr, que corra luchando por una alternativa necesaria y posible, no por algo que, si resulta útil, será para comprender alguna vez lo inútil de haber luchado hasta morir por eso. ¿Cómo evitarlo? Sencillamente convenciendo mediante el uso de la racionalidad científica y la palabra. ¿Para qué? Para unificar al proletariado -la clase absolutamente mayoritaria hoy día en todas partes- en torno a su filosofía política: la teoría revolucionaria del materialismo histórico. Este es el ligamento ideológico del que podrá surgir la unidad de lo disperso: el partido proletario de la futura revolución socialista que la necesidad económica pugna porque se haga posible. Y para eso, es necesario luchar contra las ideas contrarrevolucionarias enervantes y divisionistas del enemigo de clase burgués infiltradas en el movimiento de los asalariados, como las que usted sustenta en este momento. Y créanos que lo sentimos de verdad, porque quisiéramos que estuviera usted de este lado de la trinchera, con la verdad revolucionaria . Y si ha llegado con la lectura de este documento hasta aquí, sería bueno que recapacite.

Fíjese usted que los burgueses, como individuos, disienten naturalmente unos de otros en muchos ordenes de la vida, pero como clase, todos a una, defienden los mismos valores sociales y políticos. Y está claro que no acuerdan con usted en eso de despreciar los "sesudos documentos", porque ellos sí que aprecian los suyos y acuerdan con lo esencial de ellos. Sin la Enciclopedia, sus tratados de filosofía del derecho, sus teorías sobre Economía política clásica y sus técnicos sobre economía aplicada, la burguesía no hubiera podido llegar a ser ni seguir siendo clase dominante en la sociedad moderna. Pero a usted, por lo visto, toda esta explicación y sugerencias le traen al pairo. ¿Por qué? Pues, porque carece usted por completo de vocación política de clase. A usted le han soplado en la oreja que esta sociedad es manifiestamente mejorable y se lo ha creído. Tal vez porque algún interés material pequeño le induzca a esa esperanza, y está claro que, el Dios dinero los cría y ellos se juntan. Esto, de ser cierto que cuadra con su condición social, sería un atenuante moral y político para usted, porque, al menos, no haría "el primo", como es el caso de muchos asalariados -sobre todo en el llamado tercer mundo- que permanecen divididos apoyando opciones políticas como IU, PSOE o PP en España, ajenas a sus intereses. Para eso está la "democracia" con la que usted, tan a gusto parece sentirse.

Finalmente, para la próxima vez que la sangre se le altere porque presiente que "cierta izquierda" contradice sus prejuicios de clase enemiga, nos permitimos sugerirle que tenga la prudencia de no ceder a los perversos impulsos primarios de que hablaba Lombroso, que no se apresure y espere a leer todo lo que sus ocasionales adversarios dicen. Porque el caso es que usted nos escribe como si nosotros hubiéramos salido en defensa de Horacio Verbitsky, y no es así, sino muy al contrario. Con este exmontonero reconvertido a liberal burgués de "izquierda" por el "equilibrio catastrófico" de la última dictadura en argentina, nosotros no tenemos nada en común que pensar ni que hacer. Estamos ideológica y políticamente tan distantes de él como de usted. En este sentido, no vamos entrar en vuestras disputas domésticas, pero sí advertirle sobre lo paradójico de la vehemencia que usted emplea con este hombre, dado que ambos los dos comparten esencialmente con Hebe de Bonafini la misma concepción política reformista, anacrónica y miserable del proyecto capitalista de Estado pequeñoburgués.

En cuanto a su discurso, desde luego que no tiene nada de metafísico. Es bien concreto. De una consistencia estratégica de clase similar a la de una bala de goma disparada por cualquier antidisturbios. De modo que, si esta carta no le ha servido para nada, puede seguir usted apretando el gatillo de su contundente concretez discursiva, que su estampida de oprobio no ha de asustarnos ni disuadirnos en la tarea de seguir con nuestra "estúpida metafísica" al servicio de la verdad histórica y la acción política revolucionaria consecuente.

Un Saludo: GPM

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