Carta abierta a los miembros de
la Liga Socialista Revolucionaria de Argentina:

A través de Brodsky pudimos enterarnos de que, el 29 de octubre ppdo., en nombre del marxismo y más precisamente del trotskysmo, han participado ustedes en la polémica que se suscitó a raíz del discurso que Hebe de Bonafini pronunció en la Universidad Popular Madres de Plaza de Mayo, donde se refirió al atentado del 11 de setiembre ppdo.

Lo primero que hubieran debido hacer ustedes para poder hablar con autoridad moral en nombre de Marx, Lenin y Trotsky, es anteponer los intereses políticos estratégicos del proletariado a vuestros mezquinos intereses de aparatito partidario, dándole el valor político que tienen las palabras de quien ostenta la más alta representación política del reformismo nacionalista burgués en la Argentina de hoy día, que es la señora Hebe de Bonafini, para proceder en consecuencia en lugar de "hacerle bombo" apelando al seguidismo centrista, facilón y obsecuente de la peor especie.

¿Es cierto que en su discurso la Hebe "identificó al capitalismo con Estados Unidos" obviando que "el capital no es una relación social, sino un país, incluido su pueblo y todos los que viven en él"? ¿Es cierto que "identificó la lucha contra el capital con la matanza de capitalistas"?. Es cierto que identificó a los capitalistas con los asalariados que murieron horriblemente aplastados entre aquella enorme masa de hierro y hormigón?. ¿Es cierto que para esta eminente militante del nacionalismo burgués radical, el 11 de setiembre "no murieron pobres" sino "enemigos"? ¿Es cierto que identificó a los enemigos del capitalismo, entre otros a ustedes mismos, con los que se alegraron ante la muerte causada por un acto típicamente terrorista como ese? ¿Se han alegrado ustedes por eso? ¿Dónde quedó ese alegrón y cuales han sido sus consecuencias políticas? ¿Contribuyen actos como éste a la derrota del imperialismo desde la perspectiva estratégica del proletariado?

A estos interrogantes debieran ustedes haber respondido asumiendo el punto de vista de Marx, Engels, Lenin y Trotsky. Pero no lo han hecho. ¿Por qué? Porque representan ustedes al peor Trotsky que conoció la historia del movimiento obrero entre 1903 y 1914. Durante ese período, Trotsky pugnó en Rusia por conciliar la política revolucionaria de los bolcheviques, con la política centrista de los mencheviques que medió entre la burguesía radicalizada del movimiento kadete y el proletariado en lucha contra la nobleza. Hoy, en Argentina, pretenden ustedes conciliar la política revolucionaria de Lenin y Trotsky después de 1914, con la política del centrismo nacionalista que media entre la pequeñoburguesía radicalizada y el proletariado. Y en esto no pueden alegar ignorancia sin caer en la más grave irresponsabilidad política. Más aun en un momento como éste, en que la política de diferenciación ideológica con las corrientes de pensamiento burguesas al interior del movimiento obrero, es decisiva a la hora de construir el partido revolucionario todavía inexistente.

Como lo señaló Marx en su "Crítica del Programa de Gotha", es un error pensar que, frente al proletariado, la pequeñoburguesía "no es más que una masa reaccionaria". Como clase intermedia, la pequeñobuerguesía puede y debe jugar un papel revolucionario como aliada del proletariado. Pero a condición de que el proletariado juegue el suyo poniéndose con su partido de clase a la cabeza del movimiento anticapitalista, contrapujando o, en todo caso, neutralizando la tendencia natural de la pequeñoburguesía a la conciliación entre las clases universales antagónicas. Esto es lo que esconde el radicalismo antiimperialista de dirigentes pequeñoburgueses como Hebe de Bonafini. Y esto es completamente contraproducente a los efectos de elaborar una política revolucionaria orgánica independiente del proletariado. De ahí que en la etapa de construcción de esta alternativa orgánica independiente del proletariado, la amenaza de este enemigo interno pese más sobre el movimiento revolucionario que el enemigo externo. Tal fue el espíritu con el que Lenin encaró la construcción del que llegó a ser en 1912 el partido bolchevique, basado en la cohesión política de sus miembros en torno al materialismo histórico. Tal es el espíritu con que Lenin, al frente de los socialdemócratas revolucionarios de entonces, combatió al oportunismo centrista entre 1902 y 1908, dejando elocuente y categórico testimonio de ello en obras como "Por dónde empezar", "¿Qué Hacer?", "Un paso adelante, dos pasos atrás" o "Dos tácticas de la socialdemocracia"?. Con todos estos antecedentes históricos, ¿cómo es posible que ustedes adolezcan de semejante amnesia como para tolerarse a sí mismos la vergonzosa capitulación ante el reformismo antiimperialista pequeñoburgués en nombre de Trotsky, sin haberse aplicado la lección que él confesó en 1930 haber aprendido dieciséis años antes?:

<<Mi tendencia conciliadora se desprendía de una especie de fatalismo socialrevolucionario. Consideraba que la lógica de la lucha de clases obligaría a ambas fracciones a actuar de acuerdo con el mismo rumbo ante la revolución. En aquél entonces yo no veía claro todavía el gran sentido histórico de la política sostenida por Lenin, de delimitación ideológica y de escisión allí donde fuera necesaria, a fin de forjar y templar un verdadero partido revolucionario. (...) Al aspirar a la unidad a toda costa, involuntaria e inevitablemente, yo idealizaba las tendencias centristas del menchevismo. A pesar de las tentativas episódicas que realicé en tres ocasiones, no llegué, ni podía llegar, a una actuación común con los mencheviques. Al mismo tiempo, la línea conciliadora me oponía de un modo tanto más acentuado al bolchevismo, cuanto que Lenin combatía implacablemente, y no podía dejar de combatir, dicha línea. Y sobre la plataforma conciliadora, naturalmente, no se podía crear ninguna fracción.
De aquí se desprende una lección, a saber: que es inadmisible y funesto quebrantar o atenuar la línea política con el fin de obtener una conciliación vulgar; que es inadmisible pintar con bellos colores el centrismo cuando este zigzaguea hacia la izquierda; que es inadmisible exagerar e hinchar las divergencias con los verdaderos correligionarios revolucionarios, con el fin de alcanzar los fuegos fatuos del centrismo. He aquí cuales son las verdaderas lecciones de los verdaderos errores de Trotsky. Estas lecciones son muy importantes y siguen conservando en la actualidad todo su vigor.>> (L.D. Trotsky: "La revolución permanente" Cap. I. El subrayado es nuestro)

Exaltando la figura política de Hebe de Bonafini, han pasado ustedes sobre el significado de estas palabras de Trotsky como sobre un felpudo. Como si este pasaje de su más importante obra teórica nada tuviera que ver con el contexto en que fue escrito; como si el frente popular oficioso desde el que ustedes han atacado a Rolando Astarita fuera la premisa política efectiva para construir el partido revolucionario en Argentina; como si esa debiera ser la táctica adecuada para combatir al imperialismo desde la perspectiva comunista. Sin duda, han actuado ustedes inspirados en el espíritu de la II Internacional, el mismo que Stalin impuso en la Comintern desde el sétimo Congreso de 1935, y que Trotsky combatió con tenacidad e inteligencia política insuperables hasta el último aliento de su vida.

¿Ha sido ésta una desviación política momentánea respecto de la teoría marxista de la revolución? Lo que muestran en http://www.geocities.com/capitolhill/senate/9094/, no permite contestar afirmativamente a esta pregunta. En efecto, allí dicen ustedes claramente:

<<La LSR reconoce como sus enemigos implacables a los estados imperialistas y a sus gobiernos, así como a los gobiernos burgueses semicoloniales y sus instituciones represivas...>> "Quiénes hacemos Contra quienes peleamos". El subrayado es nuestro)

A juzgar por esta afirmación, salvo contadas excepciones hoy día no hay países en el llamado tercer mundo que no sean semicolonias del imperialismo. Según Lenin, es semicolonial todo país de atraso económico relativo que soporta la jurisdicción política extranjera impuesta por la presencia militar en su territorio de una o varias potencias dominantes, de modo que sus gobiernos administran los asuntos del Estado formalmente independiente a nombre del país correspondiente, pero por cuenta de esa o esas potencias colonialistas invasoras.

Siguiendo en proyección histórica la línea del pensamiento que va de Marx a Lenin, se observa que los movimientos políticos de liberación nacional tuvieron dos momentos que respondieron a otras dos distintas etapas en el proceso de acumulación capitalista a escala mundial. El primer momento, entre 1789 y 1871 correspondió a la lucha por la liberación nacional burguesa contra los restos del modo de producción feudal y de los regímenes políticos autocráticos que, para sí se dio la nobleza. Esta lucha por la autodeterminación nacional que desembocó en los modernos Estados nacionales en Europa y América del Norte, fue esencialmente democrático-burguesa. En realidad, se consumó la autodeterminación social de las distintas fracciones burguesas constituidas políticamente en otros tantos flamantes Estado nacionales.

En el segundo momento, los movimientos de autodeterminación nacional estuvieron motorizados por las burguesías emergentes de los países atrasados convertidos en colonias por los modernos Estados capitalistas nacionales erigidos en potencias imperialistas. En este nuevo contexto económico y social, la lucha de estas burguesías periféricas emergentes no estaba enfrentada con el feudalismo y la autocracia de viejo cuño, sino con la opresión nacional de esas modernas potencias burguesas colonialistas extranjeras (en esa etapa sólo capaces e interesadas en mantener sus dominios de ultramar como proveedores de materias primas y consumidores de los productos elaborados en sus metrópolis), al tiempo que contra sus aliados estratégicos: los terratenientes, los arrendatarios en régimen de explotación semifeudal y la burguesía compradora.

En los dos casos, La continuidad de la línea política entre Marx y Lenin prescribe que la lucha por la autodeterminación nacional es de idéntico signo estratégico económico-social: eliminar los obstáculos que impiden la extensión de un mercado interno basado en la explotación capitalista del trabajo social, hasta el punto de convertir a la burguesía nacional autóctona en clase dominante, y a los asalariados en número suficiente como para estar en condiciones de luchar por su propia autodeterminación como clase, por la sociedad socialista. Tal es, en esencia, la teoría marxista-leninista de la autodeterminación nacional en la etapa imperialista del capitalismo.

La táctica que Lenin y los bolcheviques propusieron en 1916 a las masas asalariadas relativamente minoritarias en los países coloniales y semicoloniales, consistió precisamente en eso, en aplicar la voluntad política del movimiento proletario a empujar políticamente en el sentido de las leyes que presiden el movimiento económico de la sociedad burguesa, con la intención de acelerar la tendencia objetiva de obligado cumplimiento en la periferia del sistema, para crear las condiciones sociales que acerquen el horizonte de la lucha del proletariado por su emancipación social, acortando y mitigando en lo posible los dolores del parto socialista en tránsito al comunismo.

Esto quiere decir que la idea estratégica subyacente a este razonamiento de Lenin antes de que el proletariado tomara el poder en Octubre de 1917, era que hasta tanto las fuerzas productivas bajo el capitalismo no consiguieran que el proletariado trascienda su condición de minoría social relativa respecto de la burguesía, sus luchas no deberían superar los objetivos nacionales democrático burgueses.

Pues bien, aplicando este punto de vista a la actual correlación de fuerzas sociales fundamentales en países capitalistas políticamente soberanos que la Liga socialista revolucionaria sigue calificando arbitrariamente de "semicolonias", todos ellos cumplen hoy día las condiciones para que sus respectivos asalariados luchen por su emancipación social y política como clase autoconciente, esto es, sin hacer seguidismo de ningún sector encuadrado en el sistema, contrariamente a lo que acaban de hacer ustedes exaltando la figura de Hebe de Bonafini.

Pero lo más paradójicamente perverso de vuestra posición pusilánime, es que desde 1905 Trotsky había llegado a la conclusión de que la de Lenin no era una premisa necesaria para que el proletariado de los países coloniales y semicoloniales luchara por su dictadura de clase. Desde entonces discrepó de él respecto de este problema de la autodeterminación nacional, en una polémica que el curso de la lucha de clases en Rusia entre febrero y octubre del 17 resolvió en favor de Trotsky, que así se vio autorizado a ratificar su punto de vista trece años después bajo la forma de "tesis fundamentales":

<<2.ª Con respecto a los países de desarrollo burgués retrasado, y en particular de los coloniales y semicoloniales, la revolución permanente significa que la resolución íntegra y efectiva de sus fines democráticos y de su emancipación nacional tan sólo puede concebirse por medio de la dictadura del proletariado, empuñando éste el poder como caudillo de la nación oprimida y, ante todo, de sus masas campesinas>> (L.D. Trotsky: "La revolución permanente" Epílogo. El subrayado es nuestro)

Queda claro que lo actuado por ustedes en todo este asunto de la controversia en torno del discurso de la señora Hebe de Bonafini, no se sostiene sobre nada que tenga que ver con Marx ni con Lenin y menos aun con Trotsky, de cuyo pensamiento se reclaman impropia e indignamente seguidores. Esto es así, porque de vuestras propias palabras se desprende que, para ustedes, luchar "implacablemente" contra el imperialismo en la etapa tardía del capitalismo, significa hacerlo desde la perspectiva de gobiernos burgueses liberados de la presión política externa del imperialismo, como, por ejemplo, sería el caso de la exYugoslavia, Siria, Irak, Libia, Líbano o, hasta hace unas semanas, Afganistán. Pero sin déspotas dictadores como Milósevik, Sadam Hussein. Gaddafi o el Mulá Omar. Según este razonamiento, los demás países económicamente dependientes de la periferia capitalista son todos semicolonias del imperio. En ese caso, reconocer como "enemigos implacables" a los gobiernos semicoloniales y no a sus Estados, significa afirmar que la revolución socialista debería pasar por una etapa de capitalismo de Estado burgués, supuestamente emancipado del imperialismo. De ahí que respecto de la actual situación en Afganistán, en el apartado de vuestra "website" titulado: "Contra el imperialismo, el militarismo y la guerra", ustedes sólo se limiten a la sospechosa sutileza de desear que EE.UU. pierda esta guerra sin decir quien la debe ganar, porque no quieren que se les vea el plumero reformista de su centrismo:

<<Si se desata la guerra abierta, los socialistas revolucionarios estamos en favor de la derrota de Estados Unidos y sus compinches, con la certeza de que sería lo mejor que le podría suceder a la humanidad para no seguir hundiéndose en la barbarie y el militarismo>> Liga socialista Revolucionaria en "Bandera Roja" Nº 54 oct. 5 de 2001.

La hipotética derrota de EE.UU. en una guerra interburguesa como ésta, a manos de no se sabe qué fracción de la burguesía, como implícitamente lo dan a entender ustedes con su deliberado silencio cómplice acerca del rol del proletariado internacional en todo este asunto, no haría mas que renovar y acentuar la tendencia belicista congénita del actual sistema burgués de vida completamente decadente. El centrismo típicamente pequeñoburgués salta a la vista en esta publicación. No es casual que las palabras "proletario/s" "proletariado", "obrero/s" "clase obrera" o "asalariado/s", no figuren en lo que ustedes exponen acerca de la guerra en el número 53 de "Barricada" y, en cambio, sí se refieran a los "trabajadores" en tres pasajes de la publicación, y utilicen la palabra "pueblo" dieciséis veces. Trabajadores no sólo son los asalariados sino también los explotadores de trabajo ajeno que no se pueden liberar de la producción directa porque el plusvalor que obtienen no les alcanza para eso. Políticamente, este término tiene su símil en la palabra "pueblo", categorías predilectas de la política frentepopulista oficializada por Stalin en el sétimo congreso de la Comintern. Dicen ustedes que:

<<La única forma de enfrentar victoriosamente al imperialismo (en esta guerra) es haciéndolo en todos los terrenos: impulsando un proceso de movilización y lucha antiimperialista que sólo puede triunfar –máxime después de la experiencia nacionalista de la región con Nasser– si se va entrelazando con una lucha anticapitalista que sepulte a la ruin burguesía árabe, sea musulmana, atea, agnóstica o de la creencia que sea.>> (Op.cit. Lo entre paréntesis es nuestro)

Si le damos el valor omnicontextual que deben tener las palabras de un discurso coherente, la expresión "ruin burguesía árabe" no puede entenderse sino referida a la fracción gobernante que negocia con el imperialismo, no al resto de pequeños explotadores de trabajo ajeno en esos países, es decir, a los "trabajadores" o el "pueblo" que pueden llegar a estar en contra de la confabulación entre esa burguesía nacional conciliadora y los imperialistas, pero que, por sí mismos, no están dispuestos a romper con el sistema. Y el caso es que, ustedes, actuando como si fuesen ya el gran partido obrero revolucionario constituido, se dedican a ganar a estos sectores. Pero como no son tal partido, carentes casi por completo de acervo teórica marxista y de masa social obrera que les confiera poder político gravitacional sobre la pequeñoburguesía, van por la vida haciéndole concesiones para no asustarla en un momento de retroceso ideológico y político del proletariado. Y así, acaban gravitando ideológica y políticamente hacia ella. Tal es la lógica que explica vuestro comportamiento en la controversia que comentamos aquí. De este modo se inhabilitan ustedes para la necesaria tarea -previa a la que pretenden desarrollar ahora- de fundir la teoría revolucionaria con el movimiento obrero, porque, para eso, hay que ir con la verdad científica por delante como guía para una acción política clara respecto de la burguesía en su conjunto de cara al proletariado. Y ustedes están demostrando no hacer más que invertir esta prelación en las tareas militantes.

Con semejante bagaje, se comprende que en este contencioso hayan reemplazado ustedes las ideas políticas por la sofistería y el insulto, que es la expresión individual y colectiva de las miserias ideológicas que presiden el espíritu de las sectas, todas ellas inducidas al odio irracional por todo lo que atente contra la existencia del propio boliche. Porque arremeter contra el compañero Rolando Astarita acusándole implícitamente de someterse a los dictados ideológicos y políticos del dirigente partidario radical Shuberoff -actual rector de la Universidad de Buenos Aires- y explícitamente de cobarde y entrista, demuestra la total incapacidad para descalificar al adversario político en el terreno de la ideas políticas.

Respecto de lo primero, parece que no han sacado ustedes las debidas consecuencias ideológicas y políticas de la contradicción dialéctica entre valor de uso y valor de cambio de la mercancía fuerza de trabajo; muy especialmente cuando se trata del ejercicio o despliegue de esa capacidad bajo la forma de trabajo intelectual en la "democracia". A partir del momento en que los asalariados en general contratan con sus respectivos patrones, su fuerza de trabajo convertida de tal modo en mercancía no les pertenece por que la han vendido por un salario, y no son ellos sino los compradores, convertidos así en sus patrones, quienes, a partir de ese momento, deciden para qué y y cómo la gastan. La "libertad de cátedra" rompe parcialmente con esta regla. Un profesor de universidad, a quien el Estado burgués contrata para impartir clases de "economía política marxista", no puede ponerse a desarrollar la teoría de los agujeros negros en la mecánica celeste. Pero dentro de esa materia de estudio para la cual ha sido designado a cambio de un salario, tiene plena discrecionalidad para dar su personal interpretación del pensamiento de Marx, como lo hizo en su momento el simpatizante montonero Oscar Braun en su cátedra de "Economía Internacional, o el liberal Julio H. G. Olivera en "Dinero crédito y Bancos".

En este sentido, secundar la acusación que hizo Hebe a Rolando de ser un "sirviente de los radicales" -como han hecho ustedes- es lo mismo que aplicar este rasero al pensamiento de Marx, que se ganaba la vida cobrando por la edición de sus obras y la publicación de sus artículos de opinión en distintos periódicos de la época. Nosotros nos congratulamos de que gentes como Astarita conviertan su pensamiento en mercancía para contribuir a que las obras de Marx, -cuyas hojas en los estertores de la URSS se usaban para envolver alimentos- se vuelvan a vender para ser usados como es debido, allí y en todo el mundo. Del mismo modo que Marx se congratuló cuando la primera edición de "El Capital" se agotó entre la clase obrera alemana. Con esto queremos decir que, para poder acusar con razón a Rolando de ser un "sirviente de los radicales" y de la burguesía en general, la señora Hebe de Bonafini y ustedes mismos -que le han hecho de voceros gratuitos- deberían probar antes que lo que hace Astarita en su cátedra de la UBA, es una labor reaccionaria de tergiversación ideológica que falsifica el significado de las categorías marxistas y del método de análisis y exposición de Marx. De lo contrario, para no jugar a la contrarrevolución cayendo en la infamia de la calumnia -que es lo que han hecho- deberían mantener todos ustedes la boca bien cerrada.

En cuanto a la acusación de que Rolando hizo entrismo en el movimiento de las Madres de Plaza de Mayo, eso, desde el punto de vista revolucionario no es un demérito sino al contrario. ¿Desde cuando los oportunistas pequeñoburgueses se arrogan el derecho al escándalo frente a este tipo de métodos, cuando han sido ellos quienes se han venido infiltrando de modo sistemático en el movimiento proletario para falsificar el marxismo y desviar el accionar de sus organizaciones políticas desde los tiempos de Proudhon y Lassalle? Que ustedes se hayan hecho eco de esa acusación es una prueba más de vuestra capitulación frente al stalinismo, lo que les descalifica para predicar y actuar en nombre de Marx, Engels, Lenin y Trotsky. ¿Cuánta sangre inútil ha corrido a causa de este recurrente entrismo falsificador cómplice de tantas y tantas derrotas del movimiento obrero a lo largo de su historia? ¿Empezamos a hacer inventario de lo que hoy no tenemos a causa de ello?

Por último, decir que la valentía personal y el espíritu de lucha contra lo establecido, no es condición suficiente para definir el carácter revolucionario de un comportamiento. Y si Astarita fuera un cobarde político, esto es, un oportunista, no hubiera tenido el "atrevimiento" de enfrentarse por la izquierda a la masiva opinión pública irracional y obsecuente que hoy día secunda esencialmente todo lo que Hebe de Bonafini dice y hace en Argentina y en el mundo.

GPM, Noviembre 29 de 2001

volver al índice del documento

éste y el resto de nuestros documentos en otros formatos
grupo de propaganda marxista
http://www.nodo50.org/gpm
apartado de correos 20027 Madrid 28080
e-mail: gpm@nodo50.org