d.- Formación del EZLN

Para 1983, año en que se declara formalmente creado el EZLN, era evidente la derrota en el plano táctico y estratégico de los núcleos guerrilleros urbanos y rurales que proliferaron en la mayoría de los países de Latinoamérica (México, Uruguay, Argentina, Venezuela, Brasil, etc.) y en el resto de los países, sobre todo en Nicaragua, El Salvador, Guatemala y Colombia, donde las posibilidades de victoria militar sobre los ejércitos burgueses eran cada vez más remotas.

La repetición del experimento cubano se tornó inviable en el resto de las naciones del continente, porque no contaban con las condiciones insulares de Cuba que influyeron para obstaculizar la intervención norteamericana directa e indirectamente a través de la financiación y asesoría de la contrarrevolución interna, teniendo en cuenta, también, que la crisis terminal del “socialismo real” en la URSS, fracturaba la bipolaridad del conflicto geoestrategico este-oeste, donde estos frentes politico-militares centroamericanos se consideraban a sí mismos como piezas del ajedrez político movidos por la URSS.

Para escapar a esta incuestionable realidad, los dirigentes de las FLN —que desde siempre se reclamaron como marxistas revolucionarios— pretendieron hacerlo, desde 1983, no ya con la formación de una guerrilla típica, sino con la creación de un ejercito regular en toda la línea, con la integración de los diferentes cuerpos que lo componen. Así se llegó a decir que el EZLN contaba con cuerpos de infantería, caballería, artillería, comandos especiales, de sanidad, etc. Para los dirigentes de las FLN, la supuesta integración de un ejército con estas características, pretendidamente salvaba cualquier situación adversa que la realidad presentará. De esa forma las FLN se deslizaban por una vertiente en extremo militarista como única forma de lucha.

Durante los primeros años posteriores a 1983 y hasta 1993, la formación política e ideológica se daba formalmente sobre la base del “estudio de los clásicos”.  De ese modo, los primeros indígenas que se alistaron en las FLN primero, y en el EZLN posteriormente, adquirieron un incipiente conocimiento perverso o deformado del Materialismo Histórico. Algunos de estos primeros cuadros indígenas politico-militares eran diáconos o catequistas pertenecientes a la diócesis de San Cristóbal de las Casas, los mismos que, influenciados por una mezcla ideológica de la Teología de la Liberación con marxismo “esópico” o simplificado, habían logrado establecer en algunos pueblos indígenas, cooperativas de consumo y de producción, talleres artesanales, casas de salud, etc. En parte, de ahí partía el reclamo de Samuel Ruiz obispo de la diócesis de San Cristóbal de las Casas al Subcomandante Marcos diciendo; “Él (marcos) encontró el caballo ensillado (los pueblos organizados) para subirse y cabalgar cómodamente”. En cierta forma, el viejo obispo tenia razón, sólo que, si dejamos de lado los pequeños programas asistenciales gestionados por la diócesis, con recursos de asociaciones filantrópicas cristianas preferentemente extranjeras, a través, por ejemplo, del “Desarrollo Económico y Social del México Indígena” (DESMIE A.C.), de sus centros de derechos humanos y defensorías legales para que los pueblos indígenas hicieran oír sus quejas y reclamos, la diócesis no tenía más que ofrecer.

En cambio, los cuadros indígenas político-militares —incluso los diáconos indígenas en sus tareas de reclutamiento— empezaron a hacer propaganda recurriendo a la apología de la violencia revolucionaria, como única opción para que los pueblos indígenas recuperaran lo que ancestralmente les pertenecía: las vastas riquezas de los territorios indígenas usurpadas por finqueros, ladinos, y burócratas gubernamentales. Así, el tristemente aforismo de Mao Tse Tung “el poder (para recuperar lo nuestro) nace de al boca de los fusiles”, nunca fue tan efectivo para las políticas de reclutamiento de comunidades indígenas enteras azuzando su impaciencia.

El éxito de las políticas de reclutamiento en los territorios indígenas de las cañadas y la selva, rebasó con mucho las mejores expectativas de los dirigentes de las FLN; tanto, que ya para 1992 se contaban por cientos las comunidades que habían adquirido el status de bases de apoyo y por miles los insurgentes y milicianos del EZLN.

“También de éxito se puede morir” declaró en alguna ocasión el socialdemócrata español Felipe González; le asistía la razón. Durante el bienio 1992-93, a los jefes politico-militares encabezados por el Subcomandante Marcos les resultaba cada vez más complicado contener los ánimos guerreros de tzeltales, tzotziles, tojolobales y choles, ánimos que ellos incentivaron irresponsablemente, ¿Porqué? Porque no existían posibilidades reales de que la insurrección se extendiera a otras regiones indígenas o fuera secundada por otros sectores subalternos en las ciudades. De este modo, en menos de diez días de combate, militarmente los resultados fueron desastrosos en las filas del EZLN; mas de 200 insurgentes muertos, entre ellos algunos de los mas destacados jefes politico-militares indígenas; por ello, la comandancia general del EZLN agarró de bote pronto el cese al fuego que le lanzó el gobierno mexicano, aunque obviamente el Subcomandante Marcos, 10 años después, siga insistiendo que ellos tomaron el cese al fuego porque así lo exigió la “sociedad civil” en las marchas de enero de 1994. Más creíbles resultaron las palabras —y eso es mucho decir— del socialdemócrata mexicano Porfirio Muñoz Ledo —ex perredista—, que en una apreciación contraria a la del Subcomandante Marcos, expresaba: “la sociedad mexicana y en concreto el PRD, se movilizaron para parar el inminente riesgo de que se provocara un baño de sangre en las comunidades zapatistas;  y con sorna concluía: “Marcos nos debe el hecho (la vida) de que siga enviando comunicados”.

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