"La historia prueba que los grandes tiranos son sucedidos por bribones"

(Albert Einstein: "The Forum" octubre de 1930)

 

 

POR LA PAZ

¡Guerra revolucionaria del proletariado internacional

 contra las burguesías beligerantes!

·       Introducción

·       La táctica divisionista de Sadam

·       El carácter de las guerras según el materialismo histórico

·       Los intereses nacionales en juego

 

 

 

 

 

 

 

Introducción

No vamos a extendernos en debatir aquí con los -afortunadamente hoy ultraminoritarios- que por activa o por pasiva han impulsado la intervención militar en Irak, y después de lo visto y sabido siguen pensando que el régimen político de ese país constituía una amenaza para la paz y la seguridad mundial. En cambio sí debemos y queremos conversar con los pacifistas. También con los antiimperialistas pequeñoburgueses, quienes en nombre de Marx y Lenin se pronuncian a favor de las burguesías más débiles en contra de las más poderosas.   

De los antecedentes de este nuevo conflicto internacional ya nos hemos ocupado brevemente en: http://www.nodo50.org/gpm/1guerra2001_5.htm. En aquél momento, unida en la estrategia común de romper el monopolio político del Estado nacionalista irakí sobre la explotación del trabajo social de ese país en base a la industria del petróleo, la burguesía internacional pudo neutralizar más fácilmente a sus clases subalternas, porque los asalariados aparecimos divididos entre los movimientos pacifista y antiimperialista, ambos de raíz ideológica pequeñoburbuesa, reivindicando cada uno de ellos dos ideas políticas contradictorias: la idea genérica y abstracta de la paz, exigiendo respetar el principio de no intervención a los dos bandos, y la idea (minoritaria) del antiimperialismo "consecuente",  inspirado en  la simpatía hacia los países capitalistas más débiles, que tomaron partido por el régimen irakí.

Hoy, esas clases subalternas hemos aparecido unidas en la común idea pacifista expresada en el "no a la guerra"; y esto, desde la perspectiva histórica de los intereses de la humanidad, es un paso adelante. No por el hecho de que el movimiento se haya unificado en esa idea, sino porque hay en él un elemento de racionalidad revolucionaria que trasciende o traspasa las apariencias jurídicas y morales como explicación de los hechos políticos. Justamente porque, esta vez, el velo de esas apariencias ha sido desgarrado por quienes deberían cuidar que siempre se interponga entre los explotados y la verdad de los hechos históricos, permitiendo a los revolucionarios cumplir la necesaria tarea de esclarecimiento con toda eficacia. Que las masas hayan entendido y expresado que ésta es una "guerra por el petróleo", no lo dice todo, ni siquiera lo más esencial, pero sin duda que va a su encuentro. 

 

La táctica divisionista de Sadam

Tratándose de un país asentado sobre las segundas mayores reservas petrolíferas del mundo[1], el hecho de estar fuertemente determinado por la ideología nacionalista burguesa, en caso de ganarse la voluntad política de otros países productores como Siria, Venezuela, Libia o Méjico, la burguesía Irakí bien podía inducir en cualquier momento una crisis de abastecimiento tratando de fijar al alza los precios del crudo según sus intereses particulares, poniendo en peligro la continuidad del proceso de explotación capitalista colectivo. No sólo llegó a eso, sino a más y en solitario. Lo demostró invadiendo Kuwait en 1990, porque a través de sus aliados en la OPEP (Emiratos Árabes Unidos y Arabia Saudí), los USA se negaron a aceptar la petición irakí de subir el precio del petróleo hasta 26 dólares/barril, para compensarle por el servicio prestado de haber ahogando en sangre la revolución iraní[2], convirtiendo a su ejército en el más poderoso del cercano oriente. Y este tipo de comportamientos es algo que el resto de las fracciones del capital global no estuvieron dispuestos a tolerar. Pero ahora sí que tolerarán lo que acaba de hacer la coalición angloamericana con Irak. ¿Quién dijo que "el capitalismo es la sociedad del engaño y el pillaje mutuo"? 

¿Por qué la burguesía internacional no puede tolerar comportamientos como el de la burguesía Irakí sobre Kuwait? Pues, porque según los dictados de la ley del valor, tratándose de uno de los componentes del capital constante, el precio del petróleo no puede subir tanto como para determinar una tasa de ganancia incompatible con el desarrollo normal del común negocio de explotar trabajo ajeno en el mundo, pero tampoco por debajo de los costes de extracción de los pozos menos rentables con capacidad de completar la oferta correspondiente a los cambios en la demanda corriente de ese producto. Cfr.: http://www.nodo50.org/gpm/1crisis5.htm y : http://www.nodo50.org/gpm/1crisis6.htm

Desde la perspectiva de la estabilidad económica del sistema en su conjunto, el problema de esta guerra desde la perspectiva del capital en su conjunto, consiste, pues, en que el régimen político adoptado por la burguesía en Irak, está fuertemente enraizado en la ideología nacionalista que inspira su proyecto "nasserista" de desarrollo autosostenido del capital nacional, donde las grandes empresas del país están estatizadas, y para evitar la penetración del capital extranjero, sus formas políticas están sometidas, como en Cuba, a un régimen de partido único -el Baath-, dirigido por una burocracia político-militar que administra la propiedad burguesa estatal (especialmente su medio de producción más importante: la superficie territorial del país y todo lo que bajo ella se contiene), propiedad que así adquiere un carácter político monopólico nacional, que es el que unilateralmente decide sobre las cuotas de producción nacional y sobre las condiciones de eventuales contratos de concesiones de explotación a capitales privados nacionales e internacionales o a empresas estatales extranjeras.

Ahora bien, dada la creciente composición orgánica del capital en los países más desarrollados,  el consecuente incremento cada vez menor del plusvalor global "producido" por esa fracción más poderosa de la burguesía internacional, determina la tendencia al descenso en la tasa general de ganancia por la que estos capitales rigen su comportamiento. Así, de crisis en crisis, el sistema burgués de vida va dejando sin posibilidades de inversión productiva a crecientes masas de capital adicional, cuya contrapartida social es el paro estructural masivo. Cfr: http://www.nodo50.org/gpm/1ff_pp_tasa_ganancia.htm

Así, según aumenta su masa, estos capitales supernumerarios producidos en las grandes metrópolis capitalistas presionan más y más hasta que vencen la resistencia de los diversos Estados empresarios que el desarrollo de las fuerzas productivas en la etapa tardía del capitalismo ha vuelto completamente anacrónicos, como hoy es el caso de Irak.

Esta dinámica objetiva determinada por la ley general de la acumulación capitalista, explica el generalizado fenómeno de las privatizaciones en numerosos países imperialistas, como Francia o España, y en otros de desarrollo capitalista dependiente como Guatemala (1954), República Dominicana (1963), Brasil (1964), Indonesia (1965), Egipto, Argelia, Chile (1973), Argentina (1976), Uruguay (1978), Venezuela, Méjico, Alemania del Este (1989) URSS (1990) y demás países del bloque "comunista", Yugoslavia (1996), Afganistán (2002), ahora Irak, y todavía Venezuela, Siria, Korea del norte, Libia e Irán y Cuba. En todos ellos, esta adecuación de los Estados burgueses a las exigencias de la ley del valor, estuvieron y están asociados a procesos más o menos genocidas, más o menos encubiertos, protagonizados por el gran capital internacional en su conjunto.

Se trata de la apropiación privada de medios productivos de propiedad estatal (como es el caso hoy día en litigio de las rentas petroleras en Irak), para convertir a los asalariados estatales empleados por esos medios de trabajo, en fuente directa de producción de plusvalor privado (sin intermediarios estatales) para los fines de la acumulación. Al margen y por encima de la disputa interimperialista por este nuevo coto de caza, dado que Irak es un país dependiente, dentro de la OPEP su burguesía dirigida por Sadam Hussein, pugna por resarcirse de las pérdidas que le provoca el desarrollo internacional desigual tratando de mantener los precios del crudo en todo lo posible al alza[3]. Especialmente la burguesía norteamericana, que, después de haber intentado infructuosamente, una y otra vez, derrocar al “dictador” apoyando a una oposición interna socialmente débil y políticamente dividida, decidió apresurada y atropelladamente crear las condiciones internacionales para hacerlo –si fuera preciso en última instancia- en solitario. Más aun cuando, entre 1998-99, a instancias de su servicio de inteligencia, USA supo que Sadam Hussein había decidido romper la coalición internacional que lo acababa de derrotar en 1991, concediendo jugosas licencias de exploración-explotación en diversas zonas de Irak y por períodos de entre veinte y treinta años, a empresas de tres países miembros permanentes del Consejo de seguridad de la ONU: Rusia (Lukoil), China (National Oil Company y Francia (TotalfinaElf.) Todo lo relativo a estos "contratos-marco" salió a la luz en el “Informe del Foro de Política Global de las Naciones” presentado el año pasado[4].

Con todos estos antecedentes, puede afirmarse sin temor a equivocación, que, tras estimular el odio social explosivo entre las masas árabes e islámicas por su apoyo político y financiación a toda la estrategia genocida del sionismo israelí en conflicto con los palestinos, EE.UU. continuó su obra conspirativa poniendo a la sociedad norteamericana ante ese nuevo “Pearl Harbor” que fueron los sucesos del 11S, masacre que al menos propició por deliberada omisión, como en 1941. (Cfr.: http://www.nodo50.org/gpm/1guerra2001_5.htm.)   

 


El carácter de las guerras según el materialismo histórico

Sobre este asunto ya hemos argumentado a propósito de la llamada "guerra de los Balcanes" en 1996, que acabó con el régimen político del Partido Socialista dirigido por Milósevik y la desaparición de Yugoslavia como país. Ver: http://www.nodo50.org/gpm/1yugosl7.htm. Marx y Lenin coincidieron en que el problema de pronunciarse en cualquier conflicto bélico, no debe abordarse desde el punto de vista puramente individual, es decir, juzgando según el sentimiento, la ética o la religión; tampoco desde la perspectiva jurídica. Lenin sostenía que las guerras son el producto más genuino e "inevitable" del capitalismo en fase terminal. En este sentido necesariamente fatalista de lo que se ha venido ratificando como un mal social congénito de la sociedad burguesa, Lenin fue todavía más lejos. Decía que las guerras son "una forma de vida capitalista, tan legítimas como lo es la paz". En este contexto, la palabra "legítima" no se refiere al derivado etimológico de la ley moral, religiosa o jurídica en tanto reflejos de la ley económica que preside el movimiento de una sociedad dada, sino a la ley económica misma, en este caso, a la ley general de la acumulación capitalista que explica el aumento del capital en funciones  por el progreso de la fuerza productiva del trabajo social, cuya categoría social fundamental es el proletariado. Y dado que, según esa ley, a mayor capital acumulado, menor plusvalor y mayor masa relativa de asalariados, siguiendo en esto a Marx, Lenin concluía con él en que, frente a una guerra, los asalariados debían pronunciarse por el bando que representa el progreso social de las fuerzas productivas, por el bando que genera más riqueza social y más empleos al mismo tiempo.

Según este razonamiento, la opinión de Lenin sobre los pacifistas, era lapidaria. Entendía -a nuestro juicio con toda razón- que ante la leva forzosa y al mismo tiempo "voluntaria" o consensuada propagandísticamente, arrastra al proletariado hacia la guerra, la resistencia pasiva y desarmada es una forma tan eficaz de preservar el sistema capitalista entero de vida como quienes participaban en ella:

<<La negativa a prestar servicio militar, la huelga contra la guerra, etc., son una simple tontería, una ilusión pobre y medrosa de luchar sin armas contra la burguesía armada y suspirar por destruir el capitalismo sin una encarnizada guerra  civil o sin una serie de guerras. La propaganda de la lucha de clases entre las tropas es un deber de todo socialista; la labor dirigida a transformar la guerra entre los pueblos en guerra civil, es la única labor socialista en la época del choque armado imperialista de la burguesía de todas las naciones. ¡Abajo la sentimental y estúpida lamentación clerical "suspirando por la paz a toda costa"! ¡En alto la bandera de la guerra civil! (se refiere a la insurrección armada del proletariado en los países beligerantes contra sus respectivas burguesías).>> (V.I. Lenin: "La situación y las tareas de la Internacional Socialista" 01/11/914)

Y Lenin tiene razón en esto, esencialmente porque, dado que los asalariados somos la "carne cañón" en todas las guerras, sin su voluntad política entusiasta o resignada no hay posibilidad de iniciar guerra alguna.  Pero, además, porque nunca se supo de un solo ejemplo histórico que permita avalar la idea del pacifismo como impedimento de ninguna guerra.

Einstein decía que los pacifistas fracasarían en tiempos de guerra, si no están dispuestos a correr el riesgo de ir a prisión -o algo peor- en tiempos de paz, porque "cuando la guerra estalla ya es demasiado tarde". Sólo las personas más firmemente convencidas -unas pocas- tienen el valor de resistirse en tiempos de guerra. Ahora, el paro masivo ha permitido pasar del servicio militar obligatorio al ejército profesional voluntario.

El pacifismo norteamericano durante la guerra de Vietnam, sólo se fue apoderando de la opinión pública norteamericana a medida que los reveses de su ejército se hacían estratégicamente efectivos en el campo de batalla. El pacifismo sólo es un epifenómeno de las guerras. Una aureola de dignidad con que se adorna a sí misma la sociedad capitalista. El "síndrome de Vietnam" no estuvo informado por el sentimiento de la paz, sino por el de la guerra perdida.

Respecto de quienes en esta guerra apoyan incondicionalmente a la burguesía Irakí, pensando que es ésta una guerra colonialista contra una "burguesía nacional progresista", decir que esta proposición encierra una contradicción en sus propios términos, dado que el capitalismo excluye el dominio político directo de un país o grupo de países sobre otro.[5] Más aun en la etapa del capitalismo multinacional basado en la libre circulación de los capitales, fenómeno que ahora se ha dado en llamar "globalización". El colonialismo sólo tuvo sentido en la etapa temprana del capitalismo, cuando las formas de dominio típicamente burguesas, bajo el régimen de monarquías parlamentarias o "democráticas", coexistían internacionalmente -aún en minoría- con estructuras de dominio político mayoritarias de tipo feudal o semifendal, donde las respectivas burguesías nacionales eran incipientes. Dado el desarrollo desigual del capitalismo, los países colonialistas de desarrollo burgués más adelantado, dieron pábulo a una confrontación por las materias primas de su periferia. Para esta etapa, Marx y Lenin coincidieron en que la estrategia de los revolucionarios pasaba por apoyar a la burguesía de los países colonizados, con el objetivo de que desarrollen las fuerzas productivas en esos países creando un mercado nacional basado en el intercambio de capital por fuerza de trabajo, dado que sin un proletariado numeroso a escala internacional la revolución anticapitalista mundial es imposible. Por lo tanto, las formas colonialistas de dominio político colonialista entre países capitalistas incipientes y países con relaciones de producción dominantes de carácter feudal o semifeudal constituían una traba histórica contrarrevolucionaria. El error de los antiimperialistas pequeñoburgueses radicales, consiste en querer aplicar la lógica política del proletariado correspondiente a la etapa de desarrollo incipiente del capitalismo, a la etapa del capitalismo transnacional:

<<Estas consideraciones son perfectamente claras, indiscutibles. Los marxistas nunca han negado el progreso que representaban los movimientos burgueses de liberación nacional frente a las fuerzas feudales absolutistas. (...) El método de Marx consiste, ante todo, en tener en cuenta el contenido objetivo del proceso histórico en el momento concreto dado y en la situación concreta dada, a fin de comprender, ante todo, el movimiento de qué clase es el principal  resorte de un posible progreso en esa situación concreta.>> (V.I. Lenin: "Bajo una Bandera ajena" 1915)

En “El Capital”, Marx demuestra que, en el “momento concreto” de su etapa infantil -que se corresponde con las prácticas colonialistas de las metrópolis en ultramar- el capital crecía más en extensión que en intensidad y la población urbana aumentaba más a expensas de la población rural que por su normal crecimiento vegetativo. El fenómeno consistió en que una parte cada vez mayor de la población campesina bajo el régimen precapitalista de producción mercantil simple, se iba desagregando de la agricultura para convertirse al capitalismo bajo la nueva condición de trabajo asalariado. Marx lo explica así:

<<Es propio de la naturaleza del modo de producción capitalista, que éste reduzca de continuo la población consagrada a la agricultura en proporción a la población no agrícola, puesto que en la industria (en el sentido más estricto de la palabra) el aumento del capital constante, en proporción al variable, está ligado al crecimiento absoluto –aunque se trate de una disminución relativa- del capital variable; mientras que en la agricultura disminuye de manera absoluta el capital variable que se requiere para la explotación de una porción determinada de terreno, es decir, que dicho capital sólo puede aumentar en la medida en que se cultiven nuevas tierras, pero esto, a su vez, presupone, nuevamente, un crecimiento mayor de la población no agrícola (que es la condición del aumento de la demanda agrícola)>> (K. Marx: “El Capital” Libro III Sección sexta. Cap. XXVII. Lo entre paréntesis es nuestro)

 Pero el aumento de la producción agrícola para satisfacer las necesidades de la población no agrícola en crecimiento, inducía al aumento en la producción de maquinaria (sector I), tanto para la producción rural o agrícola como para la propiamente industrial no agrícola, así como para la producción primaria de materias auxiliares (combustibles y lubricantes), además de inducir al aumento en la producción de la industria de transformación agrícola, como la textil y demás derivados industriales de los cereales y las carnes. Y esta expansión de la producción global, provocaba, a su vez, un aumento en la demanda de materias primas por encima de la oferta disponible en las metrópolis. El colonialismo se explica por este hecho básico estructural del capitalismo temprano.

De este modo, la lucha intercapitalista por el dominio o control de acceso a las materias primas en los territorios de ultramar, fue consecuencia de la necesidad común a las distintas fracciones del capital global actuante en las metrópolis, de apoderarse del trabajo necesario de toda la población explotable al interior de sus respectivos Estados nacionales, para convertirlo en excedente a los fines de la acumulación. Al ir eliminando las formas precapitalistas del trabajo social por las capitalistas, los Estados nacionales colonialistas más desarrollados, completaban así sus mercados internos capitalistas. La táctica utilizada en su proyección al exterior de sus fronteras, generalmente era la invasión territorial, asentamiento de colonos, dominio político y explotación de los recursos humanos en esos territorios, para la producción y envío de materias primas hacia sus metrópolis, al tiempo que empleaban el sistema colonial para convertir a la población de las colonias en demandantes de sus productos industriales, a cambio de las materias primas, consiguiendo así ampliar sus  mercados y sus ganancias.

Con el consecuente desarrollo económico de las colonias, crecientes masas de capital adicional creado en sus industrias extractivas –agrícolas y mineras- se fueron capitalizando o invirtiendo en industrias de transformación en torno a las cuales aparecieron los primeros conglomerados urbanos compuestos por una incipiente burguesía nacional industrial, comercial y de servicios, pero, sobre todo, por un proletariado en expansión más rápida que el resto. La extensión de este tejido social capitalista impulsado por el proceso de acumulación en las colonias, dio pábulo a la formación de su mercado interno capitalista, donde, según avanzaba el proceso de acumulación nacional, las importaciones industriales más baratas provenientes de las metrópolis, constituían una traba a su desarrollo, al crecimiento de la burguesía y del proletariado en estos países colonizados. Tal fue la base material que dio sentido a las luchas por la emancipación política de las llamadas burguesías nacionales en las colonias.

Dada su relativa debilidad respecto de la burguesía imperialista, en esa lucha por su autodeterminación nacional la burguesía criolla recurría a la ayuda de las diversas clases subalternas existentes, campesinos, artesanos, indígenas y obreros, apoyándose en las diversas contradicciones que estás tenían con la metrópoli. Los obreros estaban objetivamente interesados en el desarrollo del capitalismo en sus países, porque suponía un mayor bienestar que veían trabado por las leyes coloniales que les vinculaba a las metrópolis imperialistas. Por su parte, los revolucionarios, que conocían las leyes del capitalismo y sabían que la revolución socialista estaba ligada al progreso de la acumulación cuya contrapartida social es la transformación del proletariado en mayoría absoluta de la población, juzgaron que la alianza entre la burguesía nacional y el proletariado de las colonias era objetivamente revolucionaria. Fue cuando las palabras “pueblo” y “patria”, tuvieron una significación plena de sentido revolucionario socialista. De ahí que, según la tradición marxista, la lucha de los pueblos políticamente oprimidos por el colonialismo, debiera estar respaldada por los asalariados, quienes, de momento, deberían resignar sus propios intereses históricos de clase, en aras de los presentes o actuales intereses de la burguesía nacional, de cuyo desarrollo dependía la creación de las futuras condiciones sociales favorables a la revolución socialista. De ahí que los clásicos del marxismo aconsejaran que el proletariado de estos países colonizados participen en esa lucha junto al “pueblo” por la liberación de la “patria” junto con sus burguesías locales.

Siguiendo el razonamiento estratégico que Marx y Engels esbozaron en el “Manifiesto Comunista” respecto de la función revolucionaria del capitalismo respecto del feudalismo, Lenin concluyó que las luchas de la burguesía indígena en las colonias, era progresiva en tanto propugnaba trascender la acumulación de capital nacional en base a las industrias puramente extractivas, para crear su propio mercado interno capitalista, lo cual aumentaba allí la masa de asalariados, preparando así las condiciones para la revolución socialista también en esos países.    

 <<La guerra contra las potencias imperialistas, o sea, opresoras, es por parte de los oprimidos (por ejemplo, de los pueblos de las colonias) una guerra verdaderamente nacional. Esta guerra es posible también hoy. La "defensa de la patria" por el país oprimido nacionalmente contra el país opresor no es un engaño, y los socialistas no están en contra en modo alguno de la "defensa de la patria" en esa guerra.

La autodeterminación de las naciones es lo mismo que la lucha por la liberación nacional completa, por la independencia completa, contra las anexiones, y los socialistas no pueden renunciar  a esta lucha -cualquiera que sea su forma, incluso la insurrección o la guerra- sin dejar de ser socialistas>> V.I. Lenin: (“Sobre la caricatura del marxismo y el “economismo imperialista” Setiembre-octubre de 1915)

Pero una vez que las burguesías coloniales alcanzan su soberanía política y consiguen unificar la sociedad bajo su dominio a instancias de un Estado nacional soberano, y en este contexto político “libre” alcanzan a extender las relaciones sociales capitalistas al conjunto de la población, completando así la conformación de su propio mercado interno basado en el intercambio de capital por trabajo asalariado, la revolución en esos países cambia de carácter social, porque desde ese momento las burguesías nacionales, tipo Irak, pasan a ser clases reaccionarias, porque como clase social no tienen ya nada más que conquistar; sólo preservarse de los peligros que le puedan sobrevenir desde su derecha por parte del imperialismo, y desde su izquierda, por sus propios asalariados.[6]

Pues bien, volviendo a la cita de Lenin en “Bajo una bandera ajena”, la guerra emprendida por la coalición británico-americana contra Irak, se inscribe en la etapa tardía o postrera del capitalismo, donde el principal resorte de progreso deja de ser la burguesía en su conjunto, cualquiera sea su fracción, para pasar a ser el proletariado internacional. Las fracciones nacionalistas burguesas menores en países como Irak, porque, aun habiendo convertido toda su población al régimen de explotación capitalista, son anacrónicas en cuanto a que sus fuerzas productivas se desarrollan con retraso respecto de las fracción propietarias de la mayor masa del capital global, que por eso fungen como capital multinacional o imperialista en mercados más amplios y con mayores rendimientos a escala. Y éstas últimas, porque a pesar de representar el mayor adelanto técnico en el componente material de las fuerzas productivas, dadas las noxas sociales provocadas por la explosiva combinación entre el paro estructural masivo que generan, y la constante aceleración de los ritmos en las condiciones de trabajo, con niveles de vida que constituyen una progresiva participación regresiva de los asalariados en el producto de su trabajo, precarizan cada vez más hasta límites insoportables el componente humano de esas fuerzas productivas. Por lo tanto en la época de la trasnacionalidad del capital, donde los asalariados hemos llegado a ser holgada mayoría absoluta en la población mundial, desde el punto de vista objetivo el elemento progresivo o revolucionario proletariado. Por lo tanto, desde el punto de vista del progreso de la humanidad, en esta etapa tardía del capitalismo el concepto de guerras burguesas de liberación nacional han perdido por completo el sentido y sólo se pueden concebir guerras de rapiña intercapitalistas, como ésta. La única guerra progresiva que acabaría con la dialéctica belicista internacional, son las guerras pendientes entre el proletariado y la burguesía, como clases universales y antagónicas.

¿Por qué el colonialismo es incompatible con el capitalismo en su etapa tardía? Porque el capital global multinacional no tolera restricciones políticas monopólicas que impidan su libre circulación. De ahí que, a despecho de ciertos indicios en sentido contrario, hoy más que nunca la "democracia" se imponga como el régimen jurídico y político estatal más idóneo para los intereses de la burguesía en su conjunto.

Desde el ascenso al gobierno norteamericano de la fracción republicana dominante cuya cabeza visible es el actual presidente G.W. Bush, se ha venido haciendo cada vez más previsible la tendencia política al totalitarismo fascistoide en ese país. Esta previsión se vio reforzada tras los sucesos del 11S. Ahora, según las últimas informaciones, parece perfilarse la pretensión de convertir la caída del régimen de Sadam en una conquista territorial norteamericana de Irak, y, a ese país, en una semicolonia y botín de guerra exclusivo, no ya de la burguesía de USA en su conjunto, sino de los “amigos” y allegados a la banda de fasciosos del llamado “complejo militar industrial” actualmente en el poder, que han montado este peligroso tinglado en contra de la opinión pública del resto del mundo, incluída la de una significada minoría de norteamericanos pacifistas que se sobrepone al exitismo belicista de la mayoría nacionalista imperial en ese país.

En caso de que esa fracción gobernante de la burguesía yanky se imponga o arrastre a las demás, estaríamos ante un autogolpe de Estado “totalitario” en toda la regla, que aceleraría la puesta política en escena de la tendencia económica a la cristalización de los dos grandes bloques mundiales de poder burgués representados por el Euro y el Dólar, dialéctica objetiva que pugna por trascender la competencia económica reflejada en el barómetro de los tipos de cambio, para ir a enrarecer y enconar la atmósfera que se respira en los ambientes de la diplomacia secreta y no tan secreta, cuyo conjunto de factores conflictivos empujan claramente en dirección de la Tercera Guerra Mundial.

De momento, frente a este arrebato extremista de la irracionalidad capitalista que informa la política interna y externa de los USA, la oposición del Partido Demócrata no se muestra decidida a esgrimir una respuesta “democrática” consecuente, lo cual completa un cuadro de situación que parece impugnar la tesis leninista en cuanto a que la tendencia de la burguesía mundial hacia las formas políticas “democráticas” de gobierno es permanente y predominante.

En efecto, es otra ley de la política que cuando la parafernalia belicista se apodera del espíritu colectivo mayoritario en cualquier país capitalista, el exaltado protagonismo de las FF.AA. acaba por trasladar el verticalismo despótico de la disciplina castrense al conjunto de la sociedad, incluídas las relaciones políticas institucionales. Sobre todo cuando este avance de la vida militar sobre la vida civil viene precedido por una “victoria” en cualquier campo de batalla. Pero basta recordar que algo sólo parecido -aunque esencialmente idéntico- sucedió con la intromisión del ejército imperial francés sobre la vida civil burguesa de ese país entre fines del siglo XVIII y principios del XIX. De todo eso –según sus propias palabras- Naopoleón I aprendió que “Las ballonetas sirven para todo menos para sentarse sobre ellas”.

Sin ir tan lejos, con el ascenso del nacionalsocialismo en Alemania, Italia y España durante la década de los años veinte y treinta del siglo pasado, el mundo asistió a otro intento de consolidar la intervención del aparato de Estado sobre la sociedad civil. “El estado fascista dirige y fiscaliza a los patronos desde la pesca hasta la industria pesada en el valle de Aosta (...) El capital no es un dios, es un instrumento del Estado”, pensaba y decía Mussolini. Y ya se sabe cual fue la respuesta histórica del capitalismo a ese provisional desvío hegeliano de la pretendida determinación de la sociedad civil por el Estado.Ya se ha visto en qué acabó aquella escapada del sistema capitalista hacia su extrema derecha inducida por el pretextado “peligro ‘comunista’ del enemigo soviético”. Y también se sabe que, para recuperar la “normalidad democrática” pretextada por el bando “aliado”, gran parte de la humanidad hubo de pasar por los horrores de la Segunda Guerra mundial de reparto. Es que las formas de gobierno totalitarias, aparecen siempre asociadas a grandes crisis económicas, resueltas por guerras civiles de clases que luchan por el poder en función de diversas formas de vida, como en Rusia entre 1914 y 1917, y/o por guerras interburguesas que, dentro de la misma sociedad capitalista, fijan nuevas normas de reparto sobre determinadas fuentes de plusvalor, por completo al margen del mercado, como ésta última, en Irak. 

En lo concerniente a los nacionalismos periféricos, en: "Sobre la caricatura del marxismo y el economismo", Lenin expuso la "ley del desplazamiento de la pequeña producción por la grande" dentro de cada país, cuyo correlato es la tendencia irresistible a la unidad internacional de distintos capitales nacionales que caracteriza la etapa imperialista multinacional del sistema burgués. Para Lenin, esta tendencia es objetivamente revolucionaria en tanto contribuye a unificar los intereses inmediatos e históricos del proletariado más allá de las fronteras de su nacionalidad. Dadas estas condiciones históricas, Lenin destaca que los casos de separatismo o autodeterminación de países de estructura capitalista dominante con proyectos de desarrollo autosostenido del capital nacional, como Irak, son excepcionales ejemplos aislados de transitorias y efímeras victorias del pequeño capital sobre el grande. Por lo tanto, sobreponiéndose a las presiones ideológicas del pensamiento pequeñoburgués predominante en aquellos tiempos en el movimiento obrero, Lenin y los bolcheviques concluyeron que desde el punto de vista estratégico socialista, el separatismo nacionalista es objetivamente reaccionario:

     <<...todos nosotros exponemos públicamente la ley del desplazamiento de la pequeña producción por la grande y nadie teme calificar de fenómeno reaccionario los "ejemplos" aislados de "victoria de las pequeñas empresas sobre las grandes". Hasta ahora ningún adversario de la autodeterminación se ha atrevido a denominar reaccionaria la separación de Noruega de Suecia, aunque nosotros venimos planteando esta cuestión desde 1914 en nuestras publicaciones>>. (V.I. Lenin: "Sobre la caricatura del marxismo y el..." Punto 4. Setiembre-octubre de 1915 )

Desde ese año, Lenin y los bolcheviques se empeñaron en demostrar que la centralización de los capitales nacionales y su fusión o entrelazamiento con el capital internacional es perfectamente compatible con la autodeterminación nacional y la democracia burguesa. En 1916, Lenin observaba que el capital financiero inglés operó en Noruega antes y después de separarse de Suecia, y que el capital financiero alemán había operado en Polonia antes de separarse de Rusia, vaticinando sin equivocarse que seguiría operando cualquiera fuera su situación política dentro del sistema capitalista. Según lo expuesto un poco más arriba, esto es lo que ha ocurrido en el "Estado Libre" de Irlanda del Sur y viene ocurriendo en Euskadi. El actual frenesí de fusiones y entrelazamientos entre capitales nacionales y extranjeros no hace sino confirmar y reactualizar punto por punto esta tesis de Lenin y los bolcheviques. El conflicto con Irak, pues, no consistía en que poseía armas de destrucción masiva y que su régimen despótico no respetaba los derechos humanos. El problema consistía en que ese régimen extendía su despotismo a los países imperialistas, impedía políticamente que el capital multinacional hiciera pie en ese país. Esto es lo que el capital internacional no le toleró al "déspota" Sadam. La democracia burguesa, con su oligarquía de partidos, su alternancia en las instituciones de Estado a través de las elecciones, y su separación de poderes -donde el ejecutivo prevalece sobre los otros dos y tiene suficiente discrecionalidad para el ejercicio consetudinario del cohecho- permite la libre penetración de los capitales a instancias del soborno a los gobiernos de turno. Aunque "post festum" el poder ejecutivo haga justicia con los personeros políticos beneficiados con la "mordida" de cara al "nunca más" de la clientela electoral que engrasa los mecanismos de la alternancia en el gobierno. La intervención en Irak, se explica por esta tendencia irresistible del sistema capitalista a la centralización de los capitales en su hábitat político más idóneo, la "democracia".  Cfr.: http://www.nodo50.org/gpm/con_marcos/nacionalismo/13.htm

 

Los intereses nacionales en juego

A despecho de lo que pueda pensar la izquierda burguesa pseudomarxista insistiendo en su creencia de que "un mundo mejor es posible" sobre bases capitalistas no monopólicas o no imperialistas, según lo que hace sólo cincuenta años latía oculto en el subsuelo de la sociedad burguesa pero que la lucha de clases está sacando ahora a la luz del día, se puede pronosticar con toda certidumbre que, aún en el supuesto de que las FF.AA. irakíes lograran finalmente ganar esta batalla en curso consiguiendo expulsar del país a la coalición británico-norteamericana, el proyecto de desarrollo independiente del pequeño y mediano capital nacional irakí ya había sido fracturado por las presiones externas del gran capital imperialista después de 1991. Que por propia iniciativa del régimen de Sadam las fracciones burguesas de Francia, Rusia y China -beneficiarias de la fractura estatista antes de iniciado el nuevo ataque- hayan sido las que menos beligerancia mostraron para penetrar en las estructuras de la propiedad estatal iraquí, eso sólo tiene importancia histórica en tanto contribuyeron a precipitar rabiosamente unos acontecimientos que están en la lógica objetiva de la ley del valor, prefigurando los dos bloques de poder internacional que muy probablemente se verán enfrentados en la tercera guerra mundial. Salvo que el proletariado lo evite autoorganizándose en clase independiente a escala internacional bajo los principios del materialismo histórico aplicado a la realidad económica, social y política del capitalismo actual. Cfr: http://www.nodo50.org/gpm/1pac.htm.

De conservar la vigencia de los contratos, el acceso al mercado petrolero iraquí, dará a las empresas y países del bloque de la paz, beneficios de US$ 29.000 millones por año, que representan dos tercios de las ganancias globales alcanzadas por las cinco empresas más importantes del sector petrolero mundial. Sobre los hechos consumados por la astucia del gobierno Irakí, el único recurso que les ha quedado a las empresas petroleras y sus burguesías nacionales respectivas de USA, Reino Unido y España para desbancar a sus tres ocasionales adversarios gran burgueses, es ir a un conflicto armado con Irak. Así de simple. Las denuncias de USA, Reino Unido y España contra Irak, acusándoles de poseer "armas de destrucción masiva", violar los DD.HH., despreciar la voluntad democrática de su pueblo y los derechos políticos de las minorías, aun siendo verdad no fueron más que pretextos para encubrir las verdaderas motivaciones de esta nueva agresión bélica contra ese país. Todo el mundo sabe ya que el record mundial de política social antidemocrática en su forma más despótica y sanguinaria, no lo ocupa Irak, sino países como Kuwait y Arabia Saudi. Pero la geopolítica de estas monarquías hereditarias, también basada en la explotación del trabajo a instancias de las rentas petrolíferas, no está presidida por el nacionalismo antiimperialista pequeñoburgués -como en Irak, Siria o Libia- sino por el pragmatismo proimperialista. Por eso están entre los aliados árabes más cercanos de USA en la zona. Pero al igual que Irak, estos dos países tienen estatizados los pozos de petróleo, otra pieza destinada a caer en la estrategia imperialista del dominó en la zona .

En las presentes circunstancias, para los tres países que impulsan el bloque político de la guerra contra Irak, la caída de Saddam Hussein es una cuestión estratégica de cumplimiento inmediato, dado que son importadores netos de petróleo[7]. Eliminado ese obstáculo político a la producción petrolífera "libre", una mayor oferta hará que los precios del crudo bajen.

Por otro lado, la nueva situación incentivará la presión privatizadora y de apertura política de los capitales excedentarios sobre otros países productores de crudo, y esto sólo por la necesidad creada de producir más barato para poder competir. El bajo costo de extracción en Irak dará jugosas ganancias a las compañías estadounidenses del sector, hoy a la cola de la rentas petroleras mundiales por los altos costos de extracción en los viejos pozos bajo territorio norteamericano.

Esta tendencia política a la democratización de países con estructuras totalitarias semifeudales de dominación, gravita hoy muy especialmente sobre Arabia Saudí -principal proveedor de crudo de EE.UU.- más aun ante la creciente influencia del fundamentalismo islámico sobre las bases sociales de ese país[8], que han venido arrastrando a un nada desdeñáble número de elementos pertenecientes a esa oligarquía gobernante, razón de más que explica la urgencia de los USA en prevenirse de semejante futuro no muy lejano, haciéndose ya mismo en otro sitio, Irak, con el suministro alternativo seguro y más rentable de una materia prima tan estratégica como el petróleo. En este sentido, no son pocos los analistas políticos burgueses que coinciden en que Irak es el primer paso de un plan de reestructuración política con fines económicos precisos en toda esa región, que tendrá como segunda o tercera fase un cambio de régimen en Arabia Saudí.[9]

Como hemos dicho, la petrolera francesa TotalfinaElf, la rusa Lukoil y la China National Oil Company, han sido cuidadosamente escogidas en 1997 por el régimen irakí, para cambiar con sus respectivos Estados jugosas concesiones petroleras por apoyo político en la ONU (el veto a la guerra). Desde luego que en el caso más probable de que Sadam Hussein fuera desalojado del poder, estos tres países tratarán de negociar, esta vez con el bloque ganador, olvidándose de la legalidad internacional a cambio de hacer valer la vieja legalidad del dictador derrocado que les benefició graciosamente con sus actuales posiciones petroleras en el país, una vez convertido en botín de guerra y objeto del trapicheo y repartija, donde, como es obvio, las estadounidenses ExxonMobil, ChevronTexaco, así como la británica BP y Shell, se reservarán la parte del león.

Pero Francia y Alemania -a diferencia de España- no se limitan a estas escaramuzas y renegociaciones puntuales, porque ven más allá de sus intereses inmediatos; su principal interés común -en torno a este asunto y lo que vendrá- es de carácter geoestratégico y esencialmente europeísta: impedir que Estados Unidos se consolide como poder mundial absoluto y sin freno alguno a la hora de usar su poderío militar en el mundo para la proyección geoestratégica de sus intereses económicos. De ahí su insistencia en evitar toda acción unilateral de USA tratando de mantener la disputa con Irak en el seno del Consejo de Seguridad de la ONU, donde tiene poder de veto. Pero, dada la actual correlación de fuerzas política y militar totalmente desfavorable a la UE, las cosas no están para jugarse al todo o nada contra EE.UU. De ahí que ante la violación de la legalidad internacional por parte de la coalición británico-norteamericana, apoyada por España, Francia haya declinado por ahora esos "principios" europeístas, limitándose a dejar testimonio de la indiscutible ilegalidad de la intervención, lo cual le permitirá salir de esa "disputa" al interior de la ONU, como líder indiscutible en la dialéctica mundial interburguesa ya iniciada entre la UE y los USA.

Así, lo que ha hecho y seguirá haciendo el gobierno Chirac a mediano plazo en relación con la política de los USA, es declinar tácticamente sus "principios" estratégicos de bloque de poder mundial europeo alternativo, convirtiéndolos en mercancía a cambio de que, tras la caída del régimen irakí, la coalición beligerante respete la tajada que Francia consiguió en el pastel petrolero irakí, según los términos del acuerdo de prospección y explotación firmado con el régimen de Sadam en 1997/98.

 

"Conmoción y pavor" de los USA contra su propio "síndrome de Vietnam" en Irak.

Esto que ha pasado, es el producto de una suerte de combinación histórica entre la profunda confusión ideológica que divide al movimiento político de los asalariados, y el desarrollo desigual de la "inteligentzia" entre los representantes políticos de la burguesía internacional. El caso es que, acostumbrados a un horizonte político en el que las masas explotadas no aparecemos como poder autónomo por ningún lado, una fracción de esos representantes burgueses, expresión política actual de los más poderosos intereses económicos del capitalismo mundial, se han creído eso de que, tras la caída del muro de Berlín, la dialéctica histórica entre capital y trabajo ha desaparecido para siempre. Y así se han convencido de que, ahora, están dadas las condiciones para que, entre los patrones, se imponga la ley del más fuerte. Así, la dialéctica interburguesa, agudizada por la crisis económica global, paradójica o contradictoriamente y por primera vez en mucho tiempo, facilita a los explotados la comprensión de las contradicciones que explican fenómenos como el de las guerras, y a los revolucionario la tarea de evitar que esa comprensión se quede a medio camino, entre los intereses de la gran burguesía imperialista, y lo que la historia le exige hacer al proletariado internacional. 

Dado que los Bush son una familia católica bien avenida -al menos eso parece- ahora ya sabemos que las motivaciones del Padre en 1991, fueron las mismas del Hijo hoy día. Siendo así, surge la pregunta: ¿por qué la burguesía norteamericana no decidió en aquellas fechas acabar con el régimen irakí del partido panarabista “Bath” una vez expulsado de Kuwait, cuando desde el punto de vista de su abrumadora superioridad técnico-militar bien pudo haberlo hecho entonces? Porque lo más importante y decisivo en cualquier guerra, es la fortaleza de la idea moral entre las bases sociales que sustentan la acción política y militar de un país, base de la cohesión y disciplina en su ejército. Cuanto más endeble es esta idea moral, menor es su capacidad de recuperación frente a las grandes derrotas. Y el caso es que, en 1991, la sociedad norteamericana seguía bajo el síndrome de Vietnam. Esa guerra dejó 58.000 soldados estadounidenses muertos, con una secuencia de entre veinte y treinta por día; durante la ofensiva del Tet, en 1968, llegaron a sesenta y cinco diarias.

Quince años después, en 1983, cuando EE.UU. invadió el Líbano para equilibrar la correlación de fuerzas que tendía a ser desfavorable a Israel frente a los palestinos, un suicida de este país conduciendo un camión cargado con una tonelada de explosivos, arremetió contra la barraca de un cuartel en Beirut donde dormían 241 "marines" norteamericanos. Pocos días después, vulnerables al sufrimiento y las adversidades propio del "american way of life", el fantasma de aquella derrota en Vietnam metió el miedo en cuerpo de los sobrevivientes de aquella matanza, hasta expulsarles del Líbano. En 1993 pasó otro tanto en Somalía -donde el ejército americano fue en "misión de paz"- cuando sofisticados helicópteros armados tipo Black Hawk fueron derribados uno tras otro por vulgares lanzagranadas RPG-7, que datan de la era soviética y son parte del equipo estándar de guerrilleros en todo el mundo. El derribo de aquellos helicópteros, que los combatientes somalíes vieron como una simple victoria táctica, para la soldadesca norteamericana fue una derrota estratégica, porque aquella humillación minó su voluntad de combate hasta el punto de precipitar su retiro del conflicto.[10] Evocando estos mismos hechos de Somalía, en 1996 Bin Laden publicó una declaración desde Afganistán en la que se burlaba de la impotencia del poder estadounidense: "Cuando decenas de sus soldados murieron en batallas pequeñas, y un piloto estadounidense fue arrastrado por la calles de Mogadiscio, se fueron del área decepcionados, humillados, con la derrota y la muerte".  

Esta evidencia, asociada a la propia experiencia y a las distintas condiciones del enfrentamiento, explica que la burguesía irakí haya dado ahora un giro radical a su táctica militar respecto de la segunda "Guerra del Golfo" en 1991, donde, a despecho de su absoluta inferioridad en el combate aéreo, Sadam expuso sus tropas a la aviación norteamericana en un escenario abierto, confiado en que la coalición internacional no intervendría. Aprendida la lección, Irak ha llevado ahora el conflicto a las ciudades, como hicieron los somalíes en Mogadiscio y siguen haciendo los chechenos en Grozny. Bajo semejantes condiciones, frente a la superioridad numérica de efectivos irakíes, a los que se suma una población que se siente invadida y apoya a su ejército hasta el punto de incorporarse a filas, en la corta distancia la alta tecnología militar de los invasores pierde casi toda su eficacia. De ahí que, a juzgar por lo acontecido, la coalición anglo-norteamericana haya depositado toda su esperanza de triunfo en la devastación humana y el terror paralizante y desmoralizador del enorme poder mortífero contenido en sus bombas y misiles.[11] Tuvieron esa ventaja añadida. De hecho, hasta no comprobar la merma que hacía desaparecer la ventaja numérica del enemigo, se han inhibido de penetrar en las grandes ciudades. Esta táctica se vio confirmada sobre el terreno durante la primera semana del conflicto, por la evolución notoriamente desfavorable de la opinión pública norteamericana, según se iba conociendo el número de bajas en sus filas, calificadas como "fuertes bajas" por corresponsales de guerra yankys que trasladaron a sus crónicas el espíritu de su propia incapacidad para sobreponerse a la adversidad compartida con el resto de sus conciudadanos. Según una encuesta de "Pew Research Center", el 71% de los entrevistados la última semana de marzo, decían que la guerra iba "muy bien", opinión que se revirtió el lunes de la primera semana de abril, cuando esta cifra descendió al 38%. Cfr: http://eltiempo.terra.com.co/PROYECTOS/irak/analisis/anlisisirakguerra/ARTICULO-WEB-NOTA_INTERIOR-1038558.html

               Desde el desencadenamiento del ataque y durante los primeros días, el mando anglo-norteamericano ordenó limitar el bombardeo aéreo a edificios oficiales y concentraciones de tropas enemigas, con la intención de facilitar al pueblo irakí -supuestamente proclive a la rebelión- el inicio de la acción insurreccional contra el dictador. Pero cuando los corresponsales de guerra fueron verificando que el pueblo de Irak se unificaba en un espíritu común de lucha contra las tropas invasoras, a mediados de la última semana de marzo esos mismos mandos decidieron incluir en la categoría de enemigo a la propia población civil y así fueron ampliando progresivamente sus objetivos aéreos a diversas zonas residenciales de Bagdad, para restarle base social de apoyo al régimen, sembrando el terror y la muerte colectiva ejemplarizante con efecto de parálisis o huida sobre los sobrevivientes. Fue cuando las operaciones aéreas pasaron a llamarse: "impacto y pavor". El "creador" de esta "doctrina estratégica" la definió así:

<<...el impacto y pavor busca, mediante el uso de todo nuestro poder físico y psíquico, que el enemigo se sienta tan vulnerable e intimidado por nuestra capacidad que vea inútil cualquier resistencia. Su objetivo son la voluntad, percepción y comportamiento del adversario>> (Harlan K. Ullman: "El País" 03/04/03 Pp. 11)

 Mientras redactamos el presente texto, cinco de la tarde del domingo 6 de abril de 2003, escuchamos un comunicado del "mando aliado", donde anunció que las FF.AA. de USA rehusaban combatir en el escenario urbano planteado por las fuerzas irakíes en Bagdad, declarando estar dispuestas a destruir, si es preciso, toda la ciudad por aire, sin distinguir entre víctimas civiles y militares hasta conseguir la victoria, por rendición o aniquilamiento. Ellos fueron a ese país en la creencia de que el pueblo Irakí les estaría esperando poco menos que para recibirles como a sus libertadores. Pero les recibieron como a cualquier invasor. Los pacifistas dicen que toda guerra es una trágica estupidez de los seres humanos. La guerra está en la naturaleza de las cosas bajo el capitalismo. Y eso no es ninguna "trágica estupidez humana", como muchos prefieren pensar, sino una necesidad de la burguesía. Lo estúpido en las guerras modernas no es que un mando de tropas cometa una equivocación como ésta, sino que las guerras sean posibles porque los asalariados aceptamos todavía combatir unos contra otros al servicio de nuestros respectivos patrones nacionales. Lo trágico es la incapacidad del proletariado mundial para superar este absurdo y miserable sistema de vida.

 

Iniciativa política de la coalición burguesa y contestación proletaria

La fracción más poderosa de la burguesía internacional no sólo ha violado el derecho internacional pisoteando el espíritu y la letra de la leyes que regulan la convivencia entre Estados, sino que ha pasado por encima del derecho nacional democrático manifiesto del pueblo irakí a elegir lo que quiere y conseguirlo por sí mismo. Ha devastado a un país, destrozado familias enteras y asesinado a decenas de miles de personas, ¿para que? Para crear las condiciones propicias de que esa fracción burguesa y el resto de la burguesía internacional puedan seguir ganando dinero sin mayores contratiempos. ¿Cómo?

1)     Convirtiendo en mercancía el territorio de Irak con todos los medios de producción que hay sobre él.

2)     Volviendo a reconstruir lo destruido;

3)     Posibilitando al complejo militar-industrial de USA la reposición del abarrotado stock de armamento sofisticado que acaba de utilizar, mejorando su eficacia destructiva para la próxima barbarie bélica;

4)     Garantizando que los precios del petróleo tiendan a la baja.

Estas cuatro nuevas condiciones contribuyen a que la tasa general de ganancia media se recupere, condición sin la cual, no sólo las condiciones 2), 3) y 4) para acelerar la acumulación de capital surgidas de la guerra son de imposible cumplimiento en EE.UU. sino también las "necesidades" del capital nacional norteamericano en su conjunto, así como las del resto de la burguesía mundial.

Hablábamos de la incapacidad del proletariado mundial para unificarse en torno a la necesidad histórica de acabar con toda esta basura social que es el capitalismo, con su secuela de guerras periódicas. ¿Cuántos de estos proletarios -especialmente en los países del capitalismo opulento- no saben o no intuyen lo que acabamos de describir? A nosotros no nos cabe la menor duda de que en la oposición -en general- tranquila, pacífica y hasta indecorosamente festiva de muchas manifestaciones contra esta guerra, los asalariados que sólo observamos lo que hoy pasa en Irak, unos más que otros reprimimos nuestro común instinto proletario revolucionario que nos empuja a una actitud digna de quienes están sufriendo aquella nueva barbarie. Todo esto sobredeterminado por la machacona propaganda del aparato político institucional y periodístico del sistema, que se prodiga en elogios a las reiteradas pruebas de moderación y tolerancia de una mayoría que se ha hecho tradición en las manifestaciones, al tiempo que tratan de sepultar en el oprobio social a los "grupúsculos violentos", tanto como para que no cunda el ejemplo que perturba las costumbres, y el orden esencial de cosas bajo el capitalismo se quede como está. La mejor garantía de que las guerras se sucedan unas a otras, está en la "protesta" que la burguesía recibe como un "no pero sí", por parte de quienes participan en ellas. Entre las distintas facciones de capitalistas divididos en Estados, es ley educar a sus clases subalternas en el espíritu de mansedumbre y "tolerancia", pero el único idioma en el que entienden las razones de los explotados ha sido y sigue siendo, por lo general, el idioma de la violencia; idioma en el que, por lo demás, invariablemente comienzan hablando ellas; el mismo que suelen utilizar para dirimir sus diferencias en tiempos de crisis, como ahora, cuando no se trata de repartir ganancias, sino pérdidas.

 

 

Los problemas actuales del movimiento político asalariado.

El problema central de nuestro movimiento está en que, quienes lo dirigen, no quieren la forma socialista de organizar la sociedad. Estos intelectuales dirigentes de la izquierda burguesa no quieren a gentes como Bush porque es un imperialista, pero tampoco quieren a los comunistas que planteamos estas cosas. Ellos quieren una sociedad donde exista la propiedad privada capitalista, pero sin monopolios empresariales. Son demócratas pequeñoburgueses que temen ser expropiados por ambos extremos, de ahí que sean capitalistas y anticapitalistas al mismo tiempo.

Temen el monopolio económico-empresarial imperialista de la propiedad privada capitalista. No la quieren. En esto están contra el capitalismo y, si es preciso, se enfrentan a él. Para eso, conscientes de su propia debilidad económica y política, piden ayuda al proletariado tratando de convencerle del peligro imperialista. Para eso se disfrazan de "marxistas" y de "anticapitalistas", proponiendo la estrategia de la "revolución socialista por etapas" (primero combatir a los imperialistas y luego veremos); y como arma político-organizativa proponen el "frente popular" o frente de clases entre la pequeñoburguesía y el proletariado, donde esta última debe "lógicamente" resignar sus objetivos socialistas en aras de la "unidad de acción" contra el "enemigo común" imperialista.

Pero desde el momento en que los asalariados tendemos a ir más allá de los límites del capitalismo reclamando lo que necesitamos pero el sistema no nos puede conceder, los dirigentes pequeñoburgueses al frente de las organizaciones policlasistas se ocupan de impedir esas luchas o de sofocarlas. Y cuando se ven desbordados acaban dando un paso al costado para dejar que el gran capital imponga por las armas su disciplina social. Este comportamiento político históricamente recurrente, se explica porque, tácticamente, la pequeñoburguesía está con los asalariados contra el imperialismo, pero estratégicamente está contra los asalariados y con el imperialismo, por el capitalismo.

Durante toda la etapa de la llamada "guerra fría", gracias a que su líder en la sombra fue Stalin, la sombra de lo que pasó por ser "comunismo" en la URSS tras la muerte de Lenin, la intelectualidad burguesa de izquierdas ha podido dirigir oficiosamente al movimiento obrero según esa estrategia de derrota certificada por la historia hasta hoy. No vamos a extendernos aquí sobre la nefasta influencia de esta concepción pequeñoburguesa de la lucha de clases, porque ya nos hemos ocupado más extensamente de ella en otras partes de nuestro website.[12] Sólo baste decir aquí que mediante estos dos instrumentos políticos contrarrevolucionarios, la pequeñoburguesía ha podido conseguir dos cosas:

1)     Que los asalariados adoptemos un marxismo falsificado, mutilado en su esencia de clase.

2)     Que nuestras luchas y objetivos políticos no trasciendan el sistema capitalista.

En suma, que declinemos organizarnos como clase independiente (de la burguesía en su conjunto) en torno a los principios del materialismo histórico, para impedir que podamos luchar por ellos, por nuestros intereses históricos de clase social esencialmente revolucionaria. Tal es la idiosincracia de todos los partidos políticos de la izquierda burguesa, que, entre las fracciones de centro y derecha burguesas se disputan la voluntad política de una gran mayoría de asalariados en el mundo.

               Pero los problemas a resolver por el movimiento proletario políticamente organizado no terminan aquí, porque existe una corriente política que dice luchar por esa forma alternativa socialista de organizar la sociedad del futuro y que está de acuerdo con la necesidad de construir el partido revolucionario independiente de los asalariados. En esto se diferencian de la izquierda burguesa precisamente por su izquierda, por la izquierda revolucionaria. Pero al mismo tiempo sostienen que, para eso, para construir el partido de la revolución, no hace falta que la vanguardia revolucionaria asuma la moderna ciencia social, los principios científicos contenidos en el materialismo histórico como concepción del mundo y método de análisis de la realidad capitalista, entendido como eje de construcción del partido y arma ideológica sin cuya utilización en el seno del movimiento obrero -mediante una tarea inteligente y tenaz de esclarecimiento- es imposible que los asalariados lleguemos a ser conscientes de nuestra propia acción en el sentido efectivamente transformador de la realidad de nuestro tiempo.

Ellos dicen que todo esto no hace falta porque los asalariados somos capaces de adquirir conciencia de lo que debemos hacer para revolucionar la sociedad capitalista, por el sólo hecho de luchar. Y en esto tienden a identificarse con la izquierda burguesa. Porque un partido que no asume los principios y que no lucha por ellos en el seno del movimiento, y que, con arreglo a ese fin, no se dota de instancias organizativas para el estudio y la aplicación de ese herramental científico a la lucha de clases, deja ese terreno de la lucha abonado para que los contrarrevolucionarios de la izquierda burguesa siembren las semillas del “marxismo” falsificado. Y no sólo eso. Porque si los que quieren sinceramente hacer la revolución no se organizan en torno a la ciencia, si no ponen otra condición de pertenencia a la organización que la social, de clase, abren sus puertas a la penetración de elementos asalariados que encarnan ideas contrarrevolucionarias. Y de una organización que en su seno reúne semejante heterogeneidad ideológica, no puede surgir la necesaria unidad de acción política, sino al contrario, prepara las condiciones de su disolución, porque ya se sabe que las diferencias teóricas o ideológicas se resuelven organizativamente. Esto, si no es que las fuerzas contrarrevolucionarias al interior de la organización acaban transformando a las instintivamente revolucionarias que le dieron origen. Esto es lo que puede pasar en toda organización que, para actuar, no pone antes por delante principios racionales de acción. ¿Y de dónde puede el proletariado revolucionario sacar sus principios de acción si no es de la moderna ciencia social?  

 

La lucha por la paz es inseparable de la lucha por hacer prevalecer los principios científicos del proletariado como clase.

Cuando nos referíamos más arriba al comportamiento de la burguesía francesa en este conflicto, escribimos la palabra "principios" entrecomillada. Es necesario y correcto que los consideremos así, porque ningún sector de la burguesía puede proceder según principios humanos universales libres o incondicionados. Precisamente porque la burguesía es una clase históricamente condicionada, que no puede ir en el tiempo histórico más allá de esas condiciones históricas que le dieron nacimiento, no tiene principios humanos universales y libres que cumplir, sino que está limitada por principios activos no subjetivos sino objetivos y particulares históricamente condicionados por relaciones sociales de producción transitorias, independientes se su voluntad como seres humanos. Hasta tal punto es esto cierto, que las relaciones capitalistas no han sido creadas por la burguesía, sino que esas relaciones sociales capitalistas le han creado a ella. Como bien dice Marx en su prólogo a la primera edición de "El Capital", la burguesía es una "criatura" del capitalismo.

Aun en su condición de clase subalterna del capital, y todavía más tratándose de una clase históricamente determinada por las relaciones de producción capitalistas, un producto, como la burguesía, de las relaciones de producción capitalistas, aun así, la única clase que, sin embargo, encarna los principios humanos universales y libres, es el proletariado, la fuerza social del trabajo, que es la continuidad incondicionada dentro de su discontinuidad histórica condicionada por las relaciones específicas de producción que han sido desde la etapa inmediatamente posterior a la recolección, hasta hoy.

Tan es así, que, aun cuando en la tendencia histórica a la automatización del proceso productivo parezca confirmarse que la sociedad del capital es posible sin trabajo, en realidad, es al revés, porque el capital es una categoría social que se nutre de trabajo no pagado. Por tanto, lo que la aplicación de la automatización bajo el capitalismo, empieza a dejar sin sentido social, es el trabajo asalariado, no el trabajo en general. De hecho, en la sociedad capitalista la automatización solo es posible si lo que cuesta producirla es menor que el costo de la mano de obra que reemplaza. Y este coste comprende el tiempo de trabajo de la jornada colectiva de labor correspondiente al salario pagado por ella, necesariamente menor que la jornada de labor entera. Por tanto, con la generalización de la automatización al proceso productivo de la humanidad, lo que desaparece, es el trabajo asalariado y, naturalmente, con él, el mismo capital. Pero el trabajo social subsiste, ya como trabajo libre y socialmente incondicionado.

Aquí se nos podrá objetar: ¿a qué viene esta elucubración acerca de los principios científicos de clase de los asalariados en relación con este asunto de la guerra?.

La pregunta sería pertinente si los asalariados nos comportáramos conscientemente según nuestros propios principios políticos. Pero entonces, no habría guerras. El problema es que, hoy día, la inmensa mayoría de nosotros no sabemos ni nos preocupa el hecho de que tenemos principios de acción política propios -como clase social universal que somos- que trascienden a esta sociedad. Y menos aún sabemos ni nos importa que estos principios tienen una sólida base científica. Además, no son pocos entre nosotros los que se cuestionan nuestra condición de holgada mayoría absoluta en la sociedad. El aumento del paro nos hace pensar que cada vez somos menos, por la misma "regla de tres" que en tiempos de Galileo se pensaba que la Tierra no se movía. Por eso es que permanecemos divididos entre las distintas opciones políticas particulares de las diversas fracciones burguesas en cada país, y entre los distintos Estados nacionales en el mundo. Por eso son posibles las guerras. Como si los asalariados no tuviéramos nada que decir ni hacer por nosotros mismos en ninguna parte, cuando en realidad estamos en todas partes y somos más en todas ellas. 

Y en este asunto de las guerras no podía ser de otra manera. Así como en política nacional vamos detrás de uno u otro sector de la burguesía, cuando hay una guerra internacional pasa lo mismo. En general, siempre pensamos y actuamos según los "principios" políticos de algún sector de la burguesía y, por tanto, de la burguesía en su conjunto, como clase universal. En este caso, tal como encaramos nuestra oposición a la guerra, ¿para qué está sirviendo? Pues, para que los sectores burgueses de oposición a los gobiernos que la impulsan -como en USA, Gran Bretaña, Holanda o España- ganen votos con vistas a las próximas elecciones; y para que gobiernos como el de Francia o Alemania, que estuvieron en contra de la guerra se afiancen en sus respectivos aparatos estatales. ¿Para qué nos sirve a nosotros eso, si en el caso de que los partidos que hoy están en la oposición fueran gobierno, harían lo mismo? 

Cuando los burgueses compiten en el mercado ¿qué pasa?, que, en circunstancias normales, la competencia determina quienes ganan más y quienes menos, mientras que en las crisis, ese mismo fenómeno hace que unos pierdan más que otros. Pero todas estas circunstancias forman parte constitutiva del sistema capitalista, de sus mecanismos de ajuste y distribución de recursos productivos y riqueza, en el común negocio de explotar trabajo ajeno para los fines de la acumulación. En el parlamento -expresión política de la competencia- pasa lo mismo, dando pábulo a la llamada "alternancia" en el poder gubernamental y en los parlamentos. Que algo cambie para que todo siga igual. Finalmente, con las guerras interburguesas pasa otro tanto. Sirven para que el bando vencedor se alce con el botín de los vencidos, lo cual no hace más que reafirmar el sistema de vida basado en la explotación, el engaño y el pillaje mutuo, como decían Marx y Engels en el "Manifiesto".  

Esto nos remite al gran teórico militar prusiano Karl von Clausewitz, popularmente conocido por haber sentenciado que "La guerra es la continuación de la política por otros medios". En la sociedad capitalista, en general es más preciso definir las guerras interburguesas como la continuación de la competencia económica por otros medios. Pero como anunciara por primera vez Engels en su "Esbozo de critica a la economía política", la competencia económica es el resultado o consecuencia lógica de la propiedad privada sobre los medios de producción, que dio sentido a la moderna sociedad capitalista basada en la explotación del trabajo colectivo bajo la forma de salario. Dicho de otro modo, la competencia está contenida en la propiedad privada capitalista, categoría económica y jurídica que, a su vez, explica la división de la sociedad en clases y Estados nacionales.

Ahora bien, en esta específica organización económica, jurídica y política de la sociedad, está contenido el principio activo de las guerras, de todas ellas, del mismo modo que en la organización de la materia vegetal en general, está contenido el principio activo de la fotosíntesis. Por tanto, si es que se quiere acabar con las guerras hay que acabar con el sistema capitalista y organizar la sociedad aboliendo la propiedad privada sobre los medios de producción, esto es, quitándole sentido y base de sustentación política a las guerras. Lo demás es propio de necios o de hipócritas.

Decíamos más arriba que el movimiento de las clases subalternas generado por la "segunda Guerra del Golfo", estuvo dividido por dos ideas encontradas, y que en esta tercera guerra se unificó en torno a una sola idea sintetizada en la consigna pacifista del "no a la guerra". Pero, dado que –como hemos visto- la guerra es congénita al sistema capitalista, el problema de esta consigna es que, el movimiento carece de capacidad preventiva y, por tanto, de espíritu de iniciativa; de ahí su carácter puramente contestatario, propio de una conciencia negativa, de rechazo particular ante un determinado aspecto particular negativo o indeseable de la sociedad, al interior de una conciencia en general positiva sobre esa misma sociedad, esto es de aceptación general de la sociedad. Y esta actitud defensiva de estar desprevenida sobre lo malo o negativo de la sociedad, se explica por la aceptación “en general” de esta sociedad, por su ilusoria confianza en el “nunca más” de lo malo sucedido en el pasado, atribuido a unos "culpables particulares" con quienes se hace "justicia", lo cual incapacita para elaborar una política estratégica de sociedad alternativa, pensando que, sobre la ya existente, en el futuro “otro mundo es posible”.

Esta última expresión, complementaria del "nunca más", es nueva, “made in” movimiento antiglobalización. Pero el “nunca más” se acuñó por primera vez durante los famosos juicios de Nürenberg, a raíz del genocidio de los nazis en Europa durante la Segunda Guerra Mundial. El bendito poder ilusionante, "en general", sobre la sociedad capitalista frente a la peligrosa deseperanza que la ignominia de aquella barbarie había instalado en el espíritu colectivo de la comunidad mundial, fue exhumada más de treinta años después en Argentina por el cómplice y oportunista escritor Ernesto Sábato, en su informe condenatorio del genocidio provocado por la última dictadura militar en ese país, entre 1976 y 1983.   

Sí. El fenómeno recurrente de las guerras capitalistas necesita de una política alternativa, y la idea condensada en la consigna del "no a la guerra", se inscribe en la conciencia negativa de todas las guerras, eso significa que está en sus mismas causas y es parte de sus variopintas formas de catarsis operante sobre los hechos consumados. Porque siempre hubo quienes estuvieron contra las guerras; idea que invariablemente aparece cuando ya son inevitables. El “no a la guerra” forma parte de la misma naturaleza de clase que las provoca y de la misma dinámica política que las hace recurrentes. Los que se manifiestan contra la guerra con semejante consigna, se comportan como los síntomas de una enfermedad mortal, son la manifestación de su etiología; en todo caso, un paliativo que no sirve para curar, que no erradica esa enfermedad del cuerpo social, sino que la reproduce. Einstein llegó a saber bastante de esto.

El "no a la guerra" carente de una alternativa política a esta sociedad, se inscribe en la raíz de todas las guerras. Está en el comportamiento de muchos espíritus sensibles a los males de este mundo, a la vez sensualizados por las gratificaciones que la propiedad privada capitalista todavía les proporciona, subyugados por las magnificencias del capitalismo, pero que no quieren sus necesarias consecuencias. De ahí que se conformen con  la sola protesta fácil, nacida del mero sentimiento negativo (tanto más débil cuanto más festiva y pacífica) de lo que no se quiere que pase en una sociedad que consideran suya y contribuyen a sostener ilusionando a los demás con su propia ilusión en el “nunca más” de lo que, sin embargo, vuelve a suceder una y otra vez. Por eso necesitan culpables de carne y hueso, mensajeros de las causas objetivas profundas, sistémicas, de las guerras burguesas; chivos expiatorios que les permitan conciliar su conciencia con el sistema. Unos porque se sienten bien, otros porque no ven otra cosa; estos últimos -y a ellos nos dirigimos especialmente- todavía pueden y debieran saber, que, a diferencia de la naturaleza y de la sociedad humana hasta nuestros días, el orden de las cosas en la cada vez más necesaria y posible sociedad del futuro, no viene hecho, hay que hacerlo. Y desde luego que los burgueses y la parte de los asalariados que se conforman con toda esta basura económica, política y moral, no están por la labor de construirlo. 

Que la sociedad del futuro es cada vez más necesaria y posible, se muestra en que la actual ya cuenta con el factor humano y el herramental suficiente para ello. Como que los asalariados constituimos la mayoría social absoluta en todo el mundo; como que, aunque todavía no mandamos, de hecho administramos y dirigimos el capitalismo; y como que el capitalismo nos puso ya en bandeja una sociedad semi-automatizada, con capacidad técnica y humana para que pueda ser dirigida, incluso políticamente por nosotros, los asalariados. ¿Cuántos de los cargos medios y altos (desde presidentes de gobierno a secretarios ministeriales en la administración y dirección política de los distintos Estados capitalistas en todo el mundo), no son de extracción asalariada? Una minoría.

 Esto es lo que también pasa hoy día en los grandes conglomerados económicos bajo el régimen de sociedades anónimas, cuya gestión administrativa y técnica no está ya -desde hace decenios- a cargo de sus dueños sino de los empleados; y su producción, en principio no depende de los resultados de la oferta y la demanda, sino que responde a una planificación o asignación directa de recursos productivos. Sigue siendo una producción irracional, porque, en ultima instancia, sus resultados dependen de las fuerzas incontrolables e impredecibles del mercado, y porque esas fuerzas no responden a las necesidades de los productores sino a los intereses de una minoría social opulenta:

No obstante, esta forma de producir, que el mayor progreso relativo de las fuerzas productivas del trabajo ha impuesto en los grandes conglomerados capitalistas, es objetivamente precursora de la planificación racional socialista. Para convertirla en subjetiva o política, sólo falta reemplazar al mercado capitalista por la democracia real de los productores libres asociados. Quienes entre nosotros sostienen el prejuicio interesado de los burgueses, en cuanto a que la socialización subjetiva del trabajo es una utopía de imposible realización, debieran estar más atentos a las señales de la historia y tratar de ver un poco más allá de sus propias narices mercantiles. Percibirían, entonces, cómo palpitan en el vientre del capitalismo tardío las formas nonatas de la planificación socialista que las fuerzas productivas del trabajo están pugnando por alumbrar. Cfr.: http://www.nodo50org/gpm/8vacaslocashtm.

 

Epílogo

Este nuevo conflicto armado en Irak, comenzó cuando estábamos en plena tarea polémica de responder al último trabajo del "Buró Internacional por el Partido revolucionario", a raíz de la situación abierta en Argentina con los sucesos del 20 de diciembre de 2001. No nos pareció necesario suspender esa tarea para salir oportuna y puntualmente con nuestra posición sobre los actuales acontecimientos en Irak. En tanto no han cambiado las condiciones fundamentales, es la misma que la de Yugoslavia en 1996, o la de Afganistán en 2001, conflictos sobre los que ya nos ocupamos en su momento: Cfr::  http://www.nodo50.org/gpm/1yugosa1.htm y http://www.nodo50.org/gpm/1guerra2001_91.htm.

Además, somos una pequeñísima organización de propaganda con nula posibilidad de contribuir a incidir sensiblemente sobre la opinión pública imperante acerca de nada. Nuestro trabajo no puede ni pretende tener ahora semejante capacidad y alcance. Seríamos unos oportunistas de cuidado. La nuestra es una labor hoy compartida por muy pocos grupos afines, que pretendemos obtener frutos políticos de magnitud social, en un plazo que, tal vez, se pueda medir por lustros.

Cuando comenzó la primera guerra mundial en setiembre de 1914, los bolcheviques eran un partido ya constituido con centenares de miles de miembros activos y capaces. Sin embargo, no pudieron torcer la voluntad política de campesinos y proletarios rusos, inducidos por la burguesía imperialista en favor de ir a la guerra en "defensa de la patria"[13]. Aquella fue una guerra entre países imperialistas por el reparto de las zonas del globo restantes. Y también, como en ésta, fue una guerra ilegal. Alemania entró en guerra invadiendo Bélgica violando las normas establecidas sobre países neutrales.

En ese momento, entre la vanguardia revolucionaria se discutía si el movimiento obrero debía seguir respetando la legalidad burguesa. Citando la obra de Kautsky, "weg zur Macht" ("El Camino hacia el poder"). Lenin acordaba en que la sociedad mundial había entrado en una fase que nada tenía de similar con el desarrollo gradual y pacífico anterior. Y sacaba la conclusión de que el proletariado debía poner la legalidad burguesa entre paréntesis, adaptarse a las nuevas condiciones de la lucha de clases y responder a la burguesía en el mismo terreno, empezando por modificar sus propias formas de organización. Criticando a quienes seguían manteniendo el legalismo a cualquier precio, decía:

<<La legalidad es, desde luego, algo sumamente valioso, y no en vano decía Engels: "¡Señores burgueses, sean ustedes los primeros en violar su propia legalidad". Es posible que lo que ahora ocurre sirva de enseñanza a los socialdemócratas alemanes, pues el gobierno, que alardeó siempre de su respeto por la legalidad, la ha violado en toda la línea sin turbarse.>> (V.I. Lenin: "Informe sobre el tema: El proletariado y la guerra" 14/10/914)

Pues bien, los burgueses de EE.UU., Gran Bretaña y España, han dado un mal ejemplo. Toleraron, más que tolerar, consintieron y hasta han aplaudido, que sus respectivos gobiernos violen su propia legalidad, la que hasta ahora, al menos en apariencia, habían venido cumpliendo. ¿Por qué los asalariados de esos países debemos seguir respetándola?. ¿Por qué a partir de ese momento debemos seguir pidiendo permiso para manifestarnos y limitar el itinerario de nuestras manifestaciones al que nos obligan las autoridades? Si ellos se han ido a matar gente a Irak para repartirse el botín de guerra en beneficio de una minoría opulenta, por qué los asalariados norteamericanos, británicos y españoles, debemos seguir siendo "tolerantes" con esos genocidas y delincuentes internacionales? ¿Por qué debemos seguir siendo sumisos con lo que nos dicen qué debemos y qué no debemos hacer frente a la ilegalidad internacional genocida que cometieron, los mismos que nos reprimen en nombre de su "legalidad" nacional cada vez que manifestamos nuestra voluntad política por distintas razones legítimas que ellos no cumplen?

Repetimos, esta no fue, no es una política de gobierno, de una parte de la burguesía; fue y sigue siendo una política de Estado, que concierne a la burguesía en su conjunto, al menos, a los grandes poderes económicos fácticos, que todos los partidos políticos no pueden sino acatar, aunque protesten manifestando la “ética de sus respectivas ideas” de cara a la galería y con vistas a ser alternativa efectiva de gobierno a través de las urnas. Como en otras tantas cuestiones, las más importantes, las actitudes "pacifistas" y "legalistas" de los partidos de oposición, son eso, meros gestos políticos formales de cara a los electores como parte del juego comicial parlamentario, y del precio a pagar por los partidos en ejercicio “responsable” del gobierno. Todos ellos ya lo saben y aceptan las leyes de ese “engañabobos" que es la “democracia”. Por tanto, para evitar otra guerra no se trata de "castigar" electoralmente a los partidos Republicano, Laborista y Popular, en EE.UU., Gran Bretaña y España respectivamente, pensando que “nunca más”. Del mismo modo que tampoco se trata de reclamar la paz. Estas son ingenuidades políticas en las que muchos asalariados no deberíamos recaer. Porque si gobernaran otros partidos hubieran procedido de igual forma[14]. Así está montada la "democracia".

 Finalmente, a pesar de los déficits de conciencia y combatividad anticapitalista que -a nuestro juicio- arrastra el movimiento desde la caída del muro de Berlín, notamos un sensible progreso en su actitud contestataria y disposición de espíritu, sin duda estimulado por las torpes iniciativas del sector menos inteligente de la burguesía mundial, hoy a cargo del gobierno de un país con la fuerza económica y militar más poderosa de la tierra. Es probable que, de mantenerse esta dinámica, en pocos años pueda cambiar la correlación de fuerzas políticas a favor del proletariado mundial, y podamos decir, otra vez, que la juventud no está con ellos, razón demás para trabajar con renovado entusiasmo por la unificación de nuestra vanguardia política en torno a los principios del materialismo histórico y la memoria de la lucha de clases.  

                

GPM, abril de 2003.

  



[1] . Estiman los geólogos que las reservas petrolíferas de Irak suman actualmente  200.000 millones de barriles, probablemente más que las  disponibles por  Arabia Saudí.

[2] La "razón política" que movió a la burguesía internacional contra los talibanes, es la misma que en la década de los ochenta le indujo a ahogar en sangre la revolución islámica que tomó asiento en Irán, cuyo líder religioso, político y militar radical fue el integrista Imán Jomeini. Para esa tarea, el capital imperialista utilizó los servicios del régimen irakí presidido por el déspota Sadam Hussein. El imperialismo y, particularmente el régimen sunita y laico del partido Baath, temían -como hoy temen del régimen talibán- que la revolución islámica radical en las masas campesinas pobres del sur de Irak, en su mayoría de religión Chiita, se extendiera al resto de países islámicos "moderados". Con la revolución islámica de febrero de l979 en Irán, estas masas lideradas por el partido Al Daava, encontraron en el nuevo poder iraní un poderoso estímulo en su lucha contra el nacionalismo laico del partido Baath en Irak y Siria. De ahí que el "servicio" de Irak al imperialismo haya tenido su origen en una causa de interés común. Pero lo que no era ni es de interés común, es que Irak se convierta en la potencia subimperialista dominante en la zona, función que EE.UU. tiene reservada al Estado sionista de Israel.

En "El dossier secreto de la guerra del golfo", Pierre Salinger y Eric Laurent reportan que, inmediatamente antes de invadir Kuwait, el 25 de julio de 1990 Sadam Husein convocó a la por entonces embajadora norteamericana en Bagdad, con quien sostuvo una larga conversación en la que, entre otras cosas relativas a la situación del momento le dijo lo siguiente: "Cuando una política planificada y deliberada supone la baja del precio del petróleo sin ninguna razón comercial, significa que otra guerra ha empezado contra Irak (...) Kuwait y los Emiratos Arabes Unidos están a la cabeza de esta política. (...) Y para colmo, mientras nosotros estábamos en guerra (con Irán), Kuwait empezó a extender su territorio a expensas de nosotros (se refiere a la utilización de los pozos petrolíferos de la zona fronteriza de Rumaylah en litigio). He leído las declaraciones americanas sobre sus amigos (aludía a Los Emiratos y Kuwait) en esta región; evidentemente cada cual tiene derecho a elegir sus amigos. No tenemos nada que decir. Pero usted sabe que no fueron los americanos quienes defendieron a sus amigos en la guerra contra Irán. Y le aseguro que si los iraníes hubieran invadido la región, las tropas americanas no hubieran podido detenerles sin utilizar armas nucleares. (...) ¿Es esta la recompensa por haber asegurado la estabilidad en la región y por haberla protegido de una marea sin precedentes?" (Op.cit. Cap.IV) Y tras referirse a las penalidades por las que estaba atravesando su pueblo, en un tono premonitorio que hasta hoy no cumplió, Sadam no se anduvo con precauciones diplomáticas y amenazó a EE.UU. con una ola de atentados terroristas: "Ustedes pueden venir a Irak con misiles y aviones pero no presionen hasta el punto de que nos veamos obligados a dejar cualquier precaución. Cuando vemos que se intenta herir nuestro orgullo y privarnos de una vida mejor, entonces dejamos de ser prudentes y la muerte será nuestra elección" (Op.cit. Lo entre paréntesis es nuestro).

[3] Tal es la esencia del antiimperialismo pequeñoburgués, que así tiende a mantener deprimida la tasa general de ganancia impidiendo superar la actual fase de lento crecimiento de la economía mundial, cosa que el sistema en su conjunto ya no puede soportar por más tiempo.

[4] Según este informe, la ira de las transnacionales americanas Exxon-Mobil, Chevron-Texaco, la inglesa British Petroleum y la holandesa-inglesa Shell, proviene de que perdieron liderazgo mundial al haber sido deliberadamente excluidas por Irak frente a las empresas francesas Totalfina-Elf Aquitaine, la rusa Lukoil y la china National Oil Company. Estas tienen contratos firmados en 1997-98 con Irak por veinte y treinta años transando participaciones al 50%-50% con ese Estado nacional dependiente; contratos que, además, han sido suscritos con la firma de Saddam Hussein. De aquí que EE.UU. y el Reino Unido apoyen la guerra contra Irak, mientras que Francia, Rusia y China se opongan.

[5] Una colonia se caracteriza por la ausencia total de soberanía. Las colonias fueron una extensión de la soberanía nacional de los Estados colonialistas sobre el territorio y la población de los países colonizados, carentes así de moneda, política exterior y régimen de justicia propios. Pero esta forma de dominio sólo fue posible sobre países o territorios atrasados en la etapa preimperialista, donde las relaciones económicas internacionales se basaban en la circulación de mercancías y no de capitales.

[6] En todo caso pueden excepcionalmente aspirar a convertirse en un subimperialismo regional, que es a lo que aspiró la burguesía panarabista Irakí cuando en 1988 consiguió desangrar la revolución iraní. Sadam confió en que los USA sabrían valorar aquella eficaz demostración de fuerza y el sacrificio de un pueblo aquerenciado sobre una de las mayores reservas petrolíferas del mundo, esperando que cambiaría a Israel por Irak como punta de lanza de sus intereses en el Cercano Oriente. Pero los votos del lobby judío sobre territorio norteamericano, se ve que pesaron  más que todo el petróleo en el subsuelo Irakí.

[7]  Tras la caída de Hussein, en sólo 5 años Irak podría llegar a producir entre 6 y 8 millones de barriles diarios  (hoy produce entre 2 y 3 millones), lo cual convertiría a ese país en el segundo productor mundial detrás de Arabia Saudí

[8] En nuestro análisis sobre el pasado conflicto en Afganistán: http://www.nodo50.org/gpm/1guerra2001_91.htm, explicamos que las causas más inmediatas y profundas de la intervención imperialista en ese país, no están en los métodos terroristas y totalitarios del llamado "fundamentalismo islámico", represor de las libertades civiles de los ciudadanos, sino en que sus formas de vida que prescriben la austeridad y niega toda gratificación sensible, son incompatibles con la expansión del libre intercambio y del consumo social, fundamentos absolutos ambos de la explotación del trabajo a escala ampliada, que la burguesía consagra como un derecho natural fundamental pero que, de hecho, reduce a  medios para los fines de la acumulación de capital.

[9] Tal vez la siguiente fase sea Siria, por su creciente implicación en el actual conflicto, dado que comparte con Irak la misma ideología, la misma sigla partidaria actualmente dominante, y el mismo proyecto económico-social nacionalista pequeñoburgués. Dado que Siria no es un país productor de petróleo, esto demuestra que la estrategia del imperialismo en la zona no se basa exclusivamente en la privatización de la industria basada en ese producto, sino en las estructuras productivas en general de los Estados empresarios nacionalistas. 

[10] Ese mismo año, la incapacidad de la sociedad norteamericana para "tolerar bajas" disuadió a Clinton de enviar fuerzas terrestres a Kosovo.

[11] En Afganistán, la coalición internacional contó con la infantería del ejército del norte en quienes delegó casi todo el trabajo de enfrentarse a las tropas afganas y avanzar sobre territorio enemigo. En Irak, esta condición estuvo ausente. De ahí que antes de decidirse a invadir, a través de los inspectores de armamento de la ONU -algunos de ellos agentes de la inteligencia británica y norteamericana, como ya ocurriera en 1998- intentaron averiguar en todo lo posible, no sólo si el régimen irakí disponía de armas químicas o bacteriológicas, sino acerca del número y la distribución de sus efectivos, así como sobre la calidad de su armamento, número de tanques, artillería pesada, etc.

 

[12] Para quienes pueda interesar, buscar por, "Frente popular" o "revolución por etapas". Aun cuando en mucho menor número de publicaciones, hay amplia bibliografía sobre el tema.

[13] Rusia fue a la guerra con el pretexto de haber sido invadida por el imperio austro-húngaro, pero en realidad se comprometió en ese conflicto por sus ambiciones territoriales en disputa sobre Manchuria,  Turquía y Persia.

[14] Así lo dijo varias veces a la prensa el Secretario general del Partido Popular, Javier Arenas, refiriéndose al PSOE.