08. La especificidad de esta nueva perspectiva de guerra y los ideólogos del sistema.

 

En este contexto de semejante cultura de la "libertad" fundamentada en la moderna esclavitud del trabajo ajeno y las guerras periódicas, es tan indiscutible que la riqueza destruida en ambas contiendas ha sido creada por los asalariados, como que la inmensa mayoría de los millones de muertos pertenecen a esta misma clase social, la misma que viene poniendo la mayor parte de las víctimas en el conflicto palestino-israelí, así como casi todos los que acaban de perecer horriblemente desintegrados bajo los escombros de la Torres Gemelas. Sólo así es posible comprender acabadamente el verdadero sentido de que multimillonarios como Bush y Cheney, identifiquen la "defensa de la libertad" con los valores nacionales amenazados por el "enemigo", del mismo modo que los burócratas político-religiosos del otro bando respondan a la agresión imperialista identificando los actos de inmolación terrorista con la defensa de los valores del Islam amenazados por las costumbres "satánicas" de Occidente.

 

Y contra todo lo que puedan pensar los asalariados políticamente embrutecidos por la intelectualidad vendida al fundamentalismo capitalista del bando burgués opulento acaudillado por el imperialismo norteamericano, burguesías dependientes como las de Irak, Irán, Siria, Líbano, Libia, Sudán, Paquistán o Afganistán —que mantienen a sus asalariados y campesinos igualmente idiotizados por el fundamentalismo religioso— este "mundo islámico" no es el bando agresor, sino el agredido. Y la causa de esta agresión —como en el caso yugoslavo— está en que estas burguesías árabes se niegan a ceder por las buenas a la presión diplomática de la multibillonaria masa de capital excedentario, a la urgencia por apoderarse sin restricciones de las estructuras productivas de esos países para convertir gran parte de la pequeña y mediana explotación del trabajo asalariado o semifeudal económica y socialmente dominante en ese mundo, en gran producción capitalista.

 

A propósito del atentado contra las Torres Gemelas y el Pentágono, el periodismo venal de la crónica diaria se dedica estos días a hablar del terrorismo como una forma solapada y cobarde de lucha militar frente a la guerra convencional donde, -según- dicen existen "estrictas reglas de juego" adoptadas internacionalmente, como la convención de Ginebra, etc., etc. Estos mercenarios de la idea y la palabra juegan del modo más vil con la desmemoria histórica de las masas, porque la verdad es que frente a la inmensa mayoría de los múltiples crímenes de guerra cometidos por la burguesía internacional desde su firma, este tratado internacional ha demostrado ser un simple papel mojado. Lo que la práctica del terrorismo expresa en el conflicto del Medio Oriente y el Magreb, es la debilidad táctica relativa de las burguesías árabes dependientes, donde este medio de acción y la guerra de guerrillas, es la forma más eficaz de que disponen frente al poderío económico y militar "enemigo".

 

En síntesis, que los recientes atentados fueron el resultado de una provocación encubierta por parte de los poderes fácticos norteamericanos, entre los cuales cuenta el "lobby" judío que se extiende al Estado de Israel, tanto como para sentirse legitimados a dar un paso más en esta nueva oleada de destrucción y muerte iniciada con la guerra entre Irán e Irak para ahogar en sangre a la revolución islámica en Irán, seguida por la "Guerra del Golfo" y la reciente intervención en los Balcanes. Porque esto es lo que han hecho siempre que necesitaron una guerra y lo están volviendo a hacer ahora.

 

Confundir el noble propósito de la lucha por la libertad humana con la libertad de explotar trabajo ajeno que sintetiza en la defensa de la patria burguesa. Poner incluso cara de circunstancias ante las cámaras y hasta derramar alguna que otra lágrima telemático-fotográfica de cara a la galería, recogida muy hábil y artísticamente por los mercenarios de la imagen y la palabra. Así es como, entre los "mass media" y la burocracia política de Occidente, han montado entre todos el negocio de esta nueva puesta en escena en torno a la desgracia humana de los atentados de New York y Washington, para sacar provecho político de esa catástrofe directa o indirectamente inducida por ellos mismos, y hasta cabe pensar —con el ingeniero palestino Alí Al Jatib— que planeada y mandada a ejecutar por sus propios sicarios a sueldo de los servicios de inteligencia norteamericanos. Porque para los miles de agentes mercenarios en poderosas organizaciones criminales como la CIA, manipular la ceguera irracional de unos cuantos fanáticos y luego de los hechos inventar "pruebas" inculpando a otros tantos pobres desgraciados, es algo muy fácil de hacer, porque ese es su oficio.

 

La raíz de este comportamiento está en la urgencia que tiene la burguesía internacional por salir de la onda larga de crecimiento lento que viene sufriendo el capitalismo mundial desde 1971. Como hemos dicho ya e insistimos aquí, según progresa la fuerza productiva del trabajo social en el estrecho marco de las relaciones capitalistas de producción, se verifica la tendencia cada vez más acusada, a un menor incremento de la masa de plusvalor respecto de la magnitud creciente del capital que lo produce.

 

Las expansiones coyunturales durante los llamados "ciclos cortos" asociados con la rotación o amortización del capital fijo apuran este proceso, porque la sustitución de los viejos medios de producción amortizados por la nueva generación tecnológica materializada en los nuevos, aumenta la eficacia del trabajo social por unidad de tiempo empleado pero también resulta más costosa. De cada ciclo de los negocios, pues, el capital global sale con una composición orgánica más alta. Así, según progresa la acumulación, el proceso productivo exige magnitudes de capital fijo y circulante cada vez mayores para emplear a una misma masa de asalariados. Según esta lógica, el plusvalor producido aumenta cada vez menos que el capital invertido.

 

Esta realidad actual congénita del capitalismo, completamente independiente de la voluntad de la burguesía y del ingenio de los más competentes expertos económicos a su servicio, acelera inevitablemente la tendencia general al descenso histórico de la tasa general de ganancia, porque los capitalistas están obligados a demandar menos trabajo que la oferta de empleo determinada por el crecimiento vegetativo de la población. De esto resulta que el paro tiende a aumentar también históricamente, lo cual convierte a este modo de producción en una cultura del trabajo y de la vida absolutamente decadente y caduca.

    

En marzo de 2000, el índice bursátil de las empresas de alta tecnología Nasdaq, superó los 5.100 puntos. En 1995 este índice estaba por debajo de los mil puntos, el año en que comenzó realmente la revolución de la alta tecnología en Internet y el comercio electrónico. Pero cuando la bolsa cerró el pasado 29 de diciembre, el Nasdaq había caído por debajo de los 2.500 puntos, la caída más grande en los dieciocho años de historia del índice. Pero esto no sólo ha ocurrido en los sectores de la llamada nueva economía, grandes empresas de Internet como Yahoo, American Online o fabricantes de equipos cibernéticos como Cisco, o gigantes del software como Microsoft. También ha caído no menos estrepitosamente el Dow Industrial, donde se negocian los valores bursátiles que comprende a empresas automovilísticas,  de autopartes, grandes empresas químicas y energéticas. En marzo del año pasado, el Dow alcanzó los 11.700 puntos, dos años antes estaba por debajo de los 8.000. Pero al cierre del año 2000, había bajado hasta los 10.800 puntos. Estas caídas son el reflejo de la profunda desaceleración inversora en la economía real de los EE.UU. El total de despidos masivos en este país, subió en agosto pasado un 68% respecto al mismo mes del año 2.000, y los analistas esperan que las cifras de despidos se eleven este año a niveles récord.

 

Esta crítica situación no sólo afecta a los EE.UU. En Europa las bolsas también se han devaluado. El Euro ha caído y el índice bursátil japonés, el Nikkei, sufrió también una seria desvalorización, al igual que los mercados asiáticos, que siguieron al Nasdaq como el perro a su amo. ¿Qué quiere decir esto? Que el auténtico problema actual no es el ciclo de inventarios, una simple superproducción coyuntural de mercancías cuyo ajuste al nivel adecuado llega a su fin con el aumento de la demanda que se puede incentivar por medio de instrumentos de política económica. Estamos ante un intenso proceso de desinversión de capital, especialmente de capital tecnológico, que no se circunscribe a un país sino que es mundial. Este carácter "globalizado" es lo novedoso del actual proceso de empeoramiento económico, al parecer, no previsto por los más destacados burócratas políticos a cargo de la macroeconomía. No hay más que recordar las palabras del banquero Wim Duisenberg a principios de este año:

<<Europa es ampliamente dependiente de su demanda interna, por lo tanto en buena medida está aislada>>.

 

La desaceleración en el crecimiento de Europa, EE.UU. y Japón, desautorizan categóricamente estas afirmaciones. Europa no está aislada: no estamos ante un  problema de más o menos sintonía cíclica entre países, sino ante una crisis de superproducción de capital de carácter global por primera vez desde la segunda guerra mundial, que nada tiene que ver con la contracción de la demanda, como se pretende hacer creer. El capitalismo no está en función de la demanda efectiva sino de la producción de plusvalor. Tal es la razón de ser de la burguesía como clase. Según esta esencia económica y social del capitalismo como sistema de vida, los asalariados no pueden hacer efectiva demanda alguna para consumo si antes no han pasado por servir a sus patrones produciendo plusvalor o capital adicional para los fines de la reproducción ampliada. Por su parte, los patrones no están dispuestos a invertir en nuevos medios para el empleo de los asalariados, si el plusvalor que éstos producen no permite ampliar la producción luego de deducido el fondo de consuno de los capitalistas. La demanda efectiva es una variable dependiente de esta situación, no de la variación en los tipos de interés. Es al contrario, los tipos de interés bajan porque la demanda de fondos líquidos para inversión y consumo se pone por debajo de la oferta. Keynes fue mucho más sincero e inteligente que sus discípulos de hoy, quienes más que la función de técnicos económicos, ejercen de ideólogos del sistema. Él, que conocía muy bien está lógica del capitalismo, decía que los incentivos a la demanda por vía de un descenso en la tasa de interés o del llamado "déficit spending" de los gastos Estatales, sólo es efectivamente expansiva en el punto de inflexión que inicia la fase de recuperación determinada por la tendencia al alza en la tasa de beneficios empresariales. Por el contrario, cuando la masa de plusvalor que crean los asalariados no compensa el capital global acumulado (que se ha visto incrementado en exceso), los capitalistas dejan de demandar medios de producción y empleo asalariado, con lo que la demanda de bienes de capital y de consumo final comienza a descender al ritmo en que aumenta el paro. En semejantes condiciones, no hay medida de política monetaria, fiscal o de cualquier otra naturaleza que pueda corregir esta situación.

 

Y el caso es precisamente éste: que EE.UU., Japón y Europa, han iniciado conjuntamente una fase cíclica descendente, sin tener que esperar a que la contracción de la demanda de un país se contagie a otro por vía de exportaciones e importaciones. Dada la globalización del capital financiero en tanto fusión del capital bancario con el capital industrial, las transmisiones cíclicas ya no se canalizan lentamente a través de los flujos comerciales, sino casi instantáneamente a través, sobre todo, de los canales financieros, potenciados por el desarrollo de las comunicaciones. Estamos, por tanto, ante un ciclo negativo de inversión en bienes de capital y salarios de carácter global, cuya duración dependerá del tiempo que el capital en exceso tarde en desvalorizarse o destruirse físicamente, incluyendo naturalmente el capital variable o salario de los empleados. A pesar de que los asalariados estadounidenses trabajan más horas al año que sus homólogos europeos de la OCDE, el patriotismo que despertaron los atentados en Nueva York y Washington —que no sirvió para mejorar la situación de la bolsa porque el dinero no sabe de esas cosas— sí servirá para que, a partir de ahora, los trabajadores norteamericanos trabajen más por menos, y la industria de guerra y la confrontación misma cumplan el propósito de emplear —para destruir— buena parte del capital sobrante que hoy deprime la tasa de ganancia.

 

El "prestigioso profesor" Paul Antony Samuelson, catedrático de "la más alta categoría profesional" en la Facultad de Económicas del Instituto de Tecnología de Massachusetts y premio Nobel de economía en 1970, cuyas obras son textos obligados de estudio en casi todas las universidades del Planeta, acaba de publicar un artículo en "Los Angeles Times Syndicate internacional" reproducido por el diario español "El País", en la sección económica de su edición correspondiente al domingo 23 del corriente mes de setiembre. Allí, este notable norteamericano empieza refiriéndose a los atentados del 11 de setiembre último, y se pregunta si estos acontecimientos provocarán el mismo pánico financiero que devastó el mercado financiero de Wall Street aquél "martes negro" de 1929, que anunció la gran depresión de los años treinta, distinguiendo ese terremoto bursátil de este otro, bélico, al que no dudó en calificar de "acto repugnante", demostrando una sensibilidad exquisita frente al terrible destino de sus compatriotas muertos:

<<Nada de lo anterior (el derrumbe de Wall Street de 1929) toca la angustia y el pesar específico de los miles de personas que han perdido a un familiar querido. Una estructura destruida se puede reemplazar. Pero ninguna póliza de seguro puede reemplazar lo más mínimo la privación de la humanidad cuando la duración de la vida de una persona es gratuitamente acortada>>

 

Pero ni una palabra para poner a la opinión pública de cara a la verdad histórica de los vientos que trajeron estos lodos; como si la tradicional política exterior genocida de EE.UU. en el Medio Oriente —que ha venido contribuyendo a la estabilidad de sus mercados financieros— no tuviera nada que ver con esta masacre; como si las decenas de miles de palestinos que han venido siendo sistemáticamente masacrados durante decenas de años por el aliado estratégico de los USA en esa región del mundo, no fueran personas humanas como las que perecieron horriblemente aplastadas bajo las derruidas moles de cemento, acero y cristal; como si el derrumbe de esa riqueza insultante sobre la que se erige el orgullo nacional yanky, no hubiera sido secularmente amasada con el trabajo impago de centenas de millones de personas del llamado "Tercer Mundo" y la muerte prematura de decenas de millones de ellos por causa de enfermedades curables, hambre crónica o guerras de "baja intensidad", deliberadamente provocadas por el servicio de Inteligencia de ese "bendito" país, que ahora hasta se arroga la propiedad del mismo Dios de los cristianos.

 

  Samuelson también se refiere en su artículo a las consecuencias financieras del ataque japonés aquél 7 de diciembre de 1941 a Pearl Harbor, sin olvidar de insistir - como es doctrina histórica oficial en su país- en que aquello fue "por sorpresa", recordando que "el índice Dow Jones de acciones comunes bajó durante cinco meses":

            <<Pero después de abril de 1942, cuando quedó claro que el poder de EE.UU. seguía intacto, el precio de las acciones subió durante los siguientes 25 años>> (Op. Cit.).

 

         Este "insigne" profesor omite señalar que, cuando se producen, las crisis económicas no respetan ni al más poderoso de los países, y que las condiciones económicas de EE.UU. en 1942 no eran las mismas de hoy día. En 1939,  la tasa de ganancia en EE.UU. se estaba recuperando a instancias del paro, los bajos salarios, y el  refuerzo de la economía de guerra emprendido durante los dos años que precedieron al ataque a Pearl Harbor. A finales de 1939, el Congreso levantó en cierta parte el embargo de armas impuesto por las leyes de neutralidad, y Francia y Gran Bretaña pudieron, desde ese momento, adquirir material bélico estadounidense. Los éxitos militares alemanes de la primavera de 1940 llevaron a Estados Unidos a adoptar medidas inmediatas para reforzar sus defensas[1]. Ese año, además, el Congreso autorizó préstamos a los países sudamericanos para fines defensivos. El presupuesto de defensa aumentó de forma notable para construir una enorme y poderosa flota capaz de enfrentarse con éxito a cualquier posible alianza de flotas enemigas. La aprobación en septiembre de 1940 de la primera llamada al servicio militar en tiempo de paz, permitió que 1,2 millones de soldados se incorporaran a las Fuerzas Armadas y se tomaron medidas para movilizar los recursos industriales del país para una posible guerra. El desastre material y humano de Pearl Harbor favoreció económica y políticamente esta tendencia a la recuperación inducida por las condiciones objetivas de la crisis iniciada en 1929.

 

La diferencia entre principios de la década de los cuarenta y la etapa actual del proceso histórico de la acumulación, está en que el capital excedentario de entonces se contaba por miles de millones de dólares, mientras que hoy se mide por centenas de billones. Por tanto, las dificultades para salir de la crisis son  naturalmente mayores. Sin embargo, Samuelson muestra ser optimista y le echa "un cable" ideológico al sistema con un toque de patriotismo dirigido a los asalariados norteamericanos:

<<Planteándonos el largo plazo, hasta el 2010, podemos apostar que la actividad económica mundial no se verá erosionada. No se ha desplomado el cielo. Y no se desplomará en el futuro. Esa es la revelación básica que nos enseña la historia económica, y es importante recordarla en los primeros momentos de histeria nacional>> (Ibid. El subrayado es nuestro).

 

Ciertamente que si el proletariado internacional sigue dividido entre las distintas fracciones de la burguesía internacional, como dijo Lenin, "desde el punto de vista puramente económico no puede haber una situación sin salida para el capitalismo"; o sea, que el sistema capitalista no caerá por el propio peso de sus cada vez más decadentes contradicciones materiales como una pera madura. Y desde su puesto de agente ideológico del sistema, Samuelson apuesta y contribuye a que así sea. En esta parte de su discurso, una vez que, al principio del texto, le ha dado a los muertos del atentado el valor sentimental adecuado a los fines políticos que constituyen su propia razón de ser como persona humana en este mundo, al legitimar la "venganza infinita" Samuelson entierra por anticipado bajo los escombros de su retórica tecnocrático-economicista a las víctimas "necesarias" para que en el 2010, el cielo del capitalismo  —donde él comparte la categoría de ángel guardián del Dios dinero— siga donde está:

             <<Puede que los gastos estatales se multipliquen en los países de la OTAN, cuando se pongan en marcha las actividades de represalia. A corto plazo, las oportunidades de empleo podrían incrementarse debido al aumento del gasto de consumo y de inversión (armamentista). Siempre que las conmociones adversas provocadas por el aumento en el precio del petróleo sean limitadas, la posibilidad de recesión que amenazaba a Estados Unidos antes del 11 de setiembre podría acabar siendo menor debido al aumento del gasto militar. (Recordemos que el programa de rearme militar de Adolf Hitler en 1933-39 hizo desaparecer el desempleo masivo legado por la República de Weimar que le precedió). >> (Ibíd. Lo entre paréntesis y el subrayado es nuestro).

 

Si, tal como da a entender Samuelson, "la revelación que nos enseña la historia" es que las crisis económicas capitalistas globales constituyen un fuerte condicionante de las guerras; y si, en este momento crítico del capitalismo, "la posibilidad de recesión que amenazaba a Estados Unidos antes del 11 de setiembre podría acabar siendo menor debido al aumento del gasto militar", este mundialmente distinguido ideólogo de la burguesía internacional está reconociendo la verdad de que la reciente catástrofe material y humana en territorio norteamericano, ha sido inducida por la política exterior de los EE.UU. en Medio Oriente, a la vez que abona la idea acerca de la posibilidad real de haber sido planeada y mandada a ejecutar directa y deliberadamente por la CIA. Y no sería éste el primer caso, como muy bien sabemos los millones de "durmientes" que, en política,  no solemos chuparnos el dedo.

    

Si la burguesía internacional ha decidido en apariencia colocar el epicentro de su guerra de expansión del capital internacional sobrante sobre Afganistán, no es porque en ese país eminentemente agrario - casi carente de infraestructura industrial- se refugie el chivo expiatorio de todo este tinglado; tampoco sólo para apropiarse de los ricos yacimientos de gas natural o de la producción de opio en su territorio, que también, sino fundamentalmente porque su gobierno talibán marcha a la cabeza del fundamentalismo islámico en la región, expresión extrema de un modo de entender la vida en sociedad incompatible con el moderno proceso de acumulación del capital en su etapa tardía[2].

 

Y el caso es que en países de desarrollo industrial medio como Irak, Irán, Siria o Libia, el fundamentalismo islámico también es la ideología sobre la que sus burguesías nacionales sostienen políticamente anacrónicos proyectos dominantes de producción de plusvalor limitado a la pequeña y mediana escala. De ahí que, tal como hasta hace poco sucedió con la República Yugoslava, estos países del Medio oriente constituyan hoy el verdadero objetivo inmediato del fundamentalismo capitalista, con su religión basada en el culto a la explotación irrestricta y sin límites del trabajo asalariado. Hacia allí, pues, se dirige toda la estrategia de la burguesía imperialista, toda la labor de su diplomacia y el poderío de sus ejércitos. Porque la dramática situación que amenaza con el colapso del sistema no les da margen para esperar más tiempo. Y el caso es que, el radicalismo islámico de Afganistán contrarresta el proceso de desideologización religiosa en países de desarrollo medio como Egipto, Argelia, Irak y, sobre todo, Irán, donde la burguesía internacional tiene especial interés en colocar su capital excedentario.

 

 

volver al índice del documento

éste y el resto de nuestros documentos en otros formatos
grupo de propaganda marxista
http://www.nodo50.org/gpm
email: gpm@nodo50.org



[1] Esto no impidió que empresas como la General Motors suministraran material militar a los dos bloques contendientes antes y durante todo el conflicto. Cuando se le preguntó al por entonces gerente general de la compañía sobre esa aparente contradicción, contestó que la GMC era suficientemente importante como para "estar por encima de las rencillas internacionales"

[2] Al parecer, la prevista intervención imperialista en Afganistán será protagonizada por EE.UU. con el apoyo activo de Gran Bretaña y la colaboración de distintos países de la cadena imperialista, por lo que cabe esperar que, tras la caída del actual gobierno islámico radical, ese país pase a ser una semicolonia yanky.