03. Carácter de clase burgués de la guerra

 

Dirigiéndose en mayo de 1917 a la carne de cañón, a los perdedores en todas las guerras, los asalariados, Lenin decía que para descubrir la verdad acerca de las iniciativas bélicas y la actitud a adoptar frente a ellas, hay que averiguar por qué se producen y, sobre todo, a quienes benefician. ¿A quienes beneficia, pues, lo que está sucediendo desde la mañana del 11 de setiembre en New York y Washington?

 

Las consecuencias inmediatas del bombardeo a las "Torres Gemelas" y al Pentágono han tenido un carácter completamente reaccionario. Hasta el día anterior al atentado, el "síndrome de Vietnam" parecía gozar de buena salud en la conciencia de una mayoría de norteamericanos, contrarios a cualquier aventura militar de su gobierno en el extranjero. Hoy, ese espíritu antibélico agoniza en la UVI del pacifismo burgués. La oposición del pueblo norteamericano a que su ejército lleve muerte y destrucción donde sea para vengar esta afrenta a su orgullo nacional, es irrisoria. Antes del 11 de setiembre, George W. Bush, en apariencia al frente de la política de Estado en ese país, sólo había conseguido llegar a la Casa Blanca gracias al fraude que cometió a la hora del escrutinio en Florida, donde su hermano es gobernador. Ahora, las encuestas de opinión le ponen por las nubes. El movimiento anti-guerra está acorralado, no sólo en EE.UU. sino en todo el mundo "civilizado".

 

Mientras se afana todavía más en apropiarse de palabras como "democracia", "libertad" y "solidaridad", la gran burguesía internacional, de tal modo "provocada", no hará más que ahondar el abismo entre el significado de estos términos y la realidad de su política antidemocrática, belicosa y expoliadora. Al mismo tiempo que se dispone para la guerra contra el "enemigo exterior", prepara su aparato judicial, su ejército y su policía, para combatir al "enemigo interno", empezando por recortar los derechos democráticos de sus propios ciudadanos. Esta política ya ha comenzado a cristalizar tanto en EE.UU. como en Europa[1], mientras los presupuestos de guerra aumentarán en detrimento de los asalariados, de su educación, de su sanidad y de su cultura.[2]

 

En tiempos de crisis, la economía de armamentos funge como una alternativa directa de acumulación de capital. Es un "mercado de sustitución", tanto en tiempos de paz como en tiempos de guerra, pero naturalmente mucho más en tiempos de guerra. ¿Cómo se explica esto? Por hechos evidentes que sólo basta con poner en conexión teórica con el intelecto. Primera evidencia: el grueso de la demanda de armamentos recae sobre los presupuestos estatales, mientras que la oferta es de casi exclusiva competencia del sector privado. Segunda evidencia: como es sabido, el armamento moderno incorpora el más alto y oneroso coeficiente de adelanto tecnológico. Por lo tanto, su fabricación y oferta sólo está al alcance de unas pocas grandes empresas de alta centralización y enorme magnitud de capital comprometido. Tercera evidencia: la mayor fuente de financiación de los presupuestos estatales proviene de la imposición interna al consumo y patrimonio de los asalariados, mayoría absoluta de la población, tanto mayor cuanto más desarrollado es el país en cuestión. Conclusión: cuando las crisis del capitalismo son tan profundas que la burguesía necesita la guerra, ocurre que, mientras los asalariados en la retaguardia de los países beligerantes contribuyen con su trabajo y sus impuestos, a enriquecer a esta mafia acaudalada fabricante de armas y demás pertrechos para la guerra, sus hijos, hermanos, primos o amigos, salen del paro para ir a morir en el frente luchando por "la patria". Y esto que viene sucediendo desde los principios del capitalismo y amenaza repetirse ahora, volverá a ocurrir mientras los asalariados nos comportemos con nuestras clases dominantes nacionales, como se está demostrando trágica y grotescamente hoy día. Lo mismo cabe decir, de las masas laboriosas del llamado tercer mundo embrutecidas por "la patria" del Islam.

 

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[1] El pasado martes dos del presente mes de octubre, el presidente del gobierno español dio el visto bueno al borrador de anteproyecto de la nueva ley orgánica que regimentará el funcionamiento del Centro Nacional de Inteligencia (CNI). Según este próximo ordenamiento legal que, con total seguridad, será aprobado, el CNI podrá intervenir comunicaciones privadas y entrar en domicilios sin permiso judicial previo. En los considerandos de la ley se dirá que esta licencia de cacería sólo será aplicable a la investigación y castigo de casos de terrorismo, pero ya se sabe lo que suele hacer la burguesía con las palabras para adecuar la aplicación política de sus instrumentos jurídicos de Estado, a las cambiantes circunstancias de la lucha de clases en cada país. ¿Y lo de Oliart?      

[2] Según informa el Doctor Vicente Navarro, catedrático del "programa de Políticas Públicas de la Universidad de Pompeu Fabra-The John Hopkins University, antes de los atentados el 20% de la población de New York no tenía cobertura sanitaria y en todo el territorio nacional más de 100.000 personas morían al año por carencia de servicios médicos, mientras que el 60% de las familias americanas han visto reducido en un 60% su capacidad adquisitiva desde 1970. (Crf: "El País" 05/10/01)  El gobierno de Bush, que está perdiendo popularidad debido a su intento de aumentar el gasto militar en detrimento del bienestar social, ahora tiene suficiente apoyo para hacer lo que mamó de su propio padre: transferir fondos estatales del gasto social a los gastos militares. Y Alberto Oliart, ministro de defensa del gobierno de la UCD entre febrero de 1981 y diciembre de 1982 - que durante el conflicto "distinto y distante" de las Malvinas declaró que esa guerra beneficiaba a España porque incrementaba sus exportaciones de armas- ahora dice que hay que "dotar de personal y medios a las FF.AA. para este tipo de amenaza". (Cfr. "El País" 5/10/01 Pp.5)