8. Conclusión

En síntesis, que el obstáculo principal que impide o dificulta el acceso al discurso social científico de la teoría revolucionaria: el Materialismo Histórico, es de naturaleza clasista burguesa. Dentro de ésta, se distinguen dos: el obstáculo endógeno o intrínseco a los miembros de la clase burguesa, y el obstáculo exógeno o extrínseco, que es el que la burguesía traslada e introyecta en la  conciencia de los asalariados. El primero afecta las personas que, a la vez que intelectuales, son de extracción social burguesa, que pertenecen ellos mismos a la burguesía. Salvo en  raras excepciones, como Marx o Engels —capaces de poner su pasión por la verdad científica por encima de sus propias condiciones de clase burguesa— este obstáculo impide a los intelectuales burgueses acceder al Materialismo histórico, porque esta teoría niega los contenidos ideológicos capitalistas que ellos ven confirmados en su propia práctica social y que les gratifica. Marx decía que los burgueses viven igual de enajenados que los obreros, sólo que esa enajenación “les hace sentir bien”.

El otro obstáculo es de carácter exógeno, y afecta  a la clase asalariada a través del fetichismo de la empresa, de los medios masivos de comunicación y de los aparatos ideológicos del Estado [14] . En su conocida obra: “Historia y Conciencia de Clase” George Lukács se refiere a la función fetichista y enajenante del capital en funciones sobre los asalariados, diciendo que , una vez vendida la única mercancía que poseen (su fuerza de trabajo), los asalariados comprueban que esa parte humana esencial de ellos (su fuerza de trabajo en acción o trabajo simple) se inserta en  distintos procesos de producción (fábricas, oficinas, campos, etc.), que encuentran ya funcionando antes de que ellos se incorporen, procesos en los cuales y por los cuales son absorbidos y convertidos en un engranaje más, “una herramienta de detalle mecanizada y  racionalizada”, que debe ejecutar determinadas operaciones no ideadas ni decididas por ellos, y de lo que depende su vida y la de los suyos. Tal es el mecanismo generador de la conciencia social dependiente —de esa cosa que es la empresa en general— que el capital opera en los asalariados.

Los patronos capitalistas, se encuentran igualmente sometidos a la enajenación o fetichismo de la sociedad capitalista, pero esta enajenación o cosificación de su voluntad, no se opera en las empresas, donde cada uno de ellos ejercen una dirección y un mando efectivos sobre lo que hay que hacer, cuanto y cómo (con qué medios), sino fuera de ellas. Nos referimos al momento en que llevan sus productos al mercado. Desde ese momento, no son los empresarios quienes deciden o mandan qué sucederá con sus productos, sino ese ente impersonal e imprevisible que es el mercado, que pasa a decidir sobre el ser o no ser de sus empresas y, por tanto, de ellos mismos.  Esto es así, dado que el modo de producción capitalista no consiste en una sociedad de productores libres asociados en régimen de cooperación colectiva en función de las necesidades sociales, sino en millones de   productores independientes o empresas que no cooperan sino compiten en el mercado, cada uno con arreglo a su ganancia individual, conformando lo que se llama la “anarquía de la producción”.    Ahora bien, si entendemos por libertad individual a la autodeterminación de cada sujeto, está claro que la libertad del asalariado acaba en el momento en que vende su fuerza de trabajo, cuando entrega su piel de trabajador para que su respectivo patrón se la curta, mientras que la autodeterminación del burgués acaba cuando lleva su producto al mercado. Pero con una diferencia: que en cada empresa se decide hacer lo que el patrón ordena para apropiarse de cierta cuota parte de trabajo no pagado a sus dóciles empleados, mientras que, en circunstancias normales, el mercado decide lo que cada patrón gana finalmente en ese común negocio de explotar trabajo ajeno, de modo que unos ganan más que otros según la magnitud de capital que cada cual aporta a ese chollo, pero ninguno pierde. El mercado es, pues, una especie cofradía en la que los capitalistas delegan en el mercado la instancia del reparto entre sus integrantes. He aquí por qué dice Marx que, a los capitalistas, su enajenación les hace sentir bien. Allí, en el mercado, los capitalistas pierden su autodeterminación individual, pero para recuperarla frente a sus asalariados, es decir, para conservarla como clase social explotadora. En cambio, los asalariados, al perder nuestra autodeterminación como individuos productores en el acto de firmar el contrato de trabajo, al mismo tiempo la perdemos como clase sin poder recuperarla jamás si no es revolucionando esta sociedad. [15]  

Como puede verse, tanto en la burguesía como el proletariado se da esa pérdida de la personalidad libre, de su esencia social distintiva respecto del resto del reino animal, esto es, como productores capaces de reproducir con su trabajo las condiciones de su existencia. Sólo que, en el proletariado —bajo el capitalismo—esta pérdida no es de una relatividad temporal, sino absoluta y permanente. Pues bien, esta realidad inmediata de pérdida de su autodeterminación —individual y colectiva— como productores, es la que determina que los obreros no puedan sustraerse indefinidamente a ser conscientes de ello, sino que, en esa, su situación de pérdida total de su personalidad libre, se ven inevitablemente impulsados a ir con su conciencia más allá de ella, de esa inmediatez enajenada. Así se refería Marx por primera vez al proletariado en 1843, cuando la intelectualidad alemana pensaba que para sacudir a ese país de la irracionalidad imperante, había que emancipar al Estado de la religión:

<<¿Dónde reside, pues, la posibilidad positiva de la emancipación alemana?

Respuesta: en la formación de una clase atada por cadenas radicales de una clase de la sociedad civil que (por el potencial revolucionario contenido en ella, virtualmente) no es ya una clase de ella; de una clase que es ya la disolución de todas las clases; de una esfera de la sociedad a la que sus sufrimientos universales imprimen carácter universal y que no reclama para sí ningún derecho especial, porque no es víctima de ningún desafuero especial, sino del desafuero puro y simple; que ya no puede apelar a un título histórico, sino simplemente al título humano; que no se halla en ninguna suerte de contraposición unilateral con las consecuencias, sino en contraposición omnilateral con las premisas mismas del Estado alemán (clasista, aristocrático-burgués); de una esfera, por último, que no puede emanciparse a sí misma sin emanciparse de todas las demás esferas de la sociedad y, al mismo tiempo, emanciparlas a todas ellas; que representa, en una palabra la pérdida total del ser humano, por lo cual sólo puede ganarse a sí misma mediante la recuperación total del ser humano. (enajenado en la sociedad actual, incluida la burguesía y la nobleza) Esta disolución total de la sociedad (de clases) cifrada en una clase especial (no propietaria y, por tanto, desaforada), es el proletariado. (K. Marx: "Crítica de la filosofía hegeliana del derecho estatal" Introducción 1843/44. Lo entre paréntesis es nuestro)

Pues bien, esta naturaleza social del proletariado, esta clase, es la que, bajo determinadas condiciones excepcionales de la vida social —que la burguesía no puede evitar— se vuelve naturalmente permeable a las ideas revolucionarias; empezando por numerosos elementos de su vanguardia natural o amplia, que ése es el primer síntoma del cambio favorable a la revolución en el movimiento político de los asalariados, que todavía hoy no es el caso. Pero si llegado ese momento la vanguardia revolucionaria no está en condiciones de esgrimir eficazmente el arma teórica del Materialismo Histórico para dar la batalla política exitosa contra los agentes burgueses del oportunismo reformista de siempre, el próximo enfrentamiento entre la clases a escala planetaria será tan inevitable, como una nueva derrota catastrófica estilo 1937-39 en España. That´s the question, estimado Miguel.

Muchas Gracias, un saludo: GPM  

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[14] En su conocida obra: “Historia y Conciencia de Clase” George Lukács se refiere al fetichismo del capital en funciones, diciendo que , una vez vendida la única mercancía que posee (su fuerza de trabajo), el asalariado comprueba que esa parte humana esencial de él (su fuerza de trabajo en acción o trabajo) se inserta en un proceso de producción (la fábrica, la oficina o el campo), que encuentra ya funcionando antes de que él se incorpore, en el cual y por el cual es absorbido, convertido en un engranaje más, “una herramienta de detalle mecanizada y  racionalizada”, que debe ejecutar determinadas operaciones no ideadas ni decididas por él, y de lo que depende su vida y la de los suyos. Tal es el mecanismo generador de la conciencia social —dependiente de esa cosa que es la empresa—, que el capital opera en el asalariado. 

[15] Los asalariados sólo recuperamos nuestra “libertad” cuando acaba cada jornada, pero como consumidores. Leyendo el “Marca, por ejemplo. Es decir, como medio para reproducir nuestra condición de esclavos modernos al fichar la entrada del día siguiente.