Nuestra primera contestación a Fauno

GPM: 18 de abril de 1999

Compañero Fauno:

Nuestra posición sobre el actual conflicto en Yugoslavia se inscribe en la necesidad de contribuir a la reconstrucción del movimiento político revolucionario internacional marxista-leninista, en ruptura radical con la tradición del stalinismo y su capitulación oportunista ante el nacionalismo burgués derivado de la doctrina del socialismo en un sólo país.

El espíritu del GPM respecto de la guerra en Yugoslavia se sintetiza en las consignas que aparecen al final del documento y que tu, al parecer, no has leído con suficiente atención y detenimiento. Estas consignas son:

 

¡FUERA LA OTAN DE YUGOSLAVIA!

¡CONVIRTAMOS CUALQUIER GUERRA INTERBURGUESA

EN GUERRA REVOLUCIONARIA CONTRA EL CAPITALISMO!

Esto nada tiene que ver con el neutralismo, como tu has sentenciado apresuradamente. En todo caso se nos puede emparentar con lo que Marx pensaba en 1870, o con las posiciones de Rosa Luxemburgo en 1914.

La actual iniciativa de guerra imperialista sobre Yugoslavia, se inscribe en lo que dentro del movimiento político del proletariado se conoce por "la cuestión de las nacionalidades" como parte de la estrategia comunista. Y en este asunto, nosotros creemos haber continuado la tradición del materialismo histórico que enlaza los principios generales esbozados por Marx y Engels en el Manifiesto Comunista, con la posición de Lenin y los bolcheviques hasta las Tesis de Abril de 1916.

En primer lugar, tanto para Marx y Engels como para Lenin, la autodeterminación nacional es un concepto eminentemente burgués. Consiste en la sustitución del concepto dinástico de Estado como expresión de dominio territorial personal de un monarca, por el de soberanía nacional-popular. Para la tradición del marxismo-leninismo, los conceptos de "nación" de "patria" y de "pueblo" que inspiran la noción del Estado moderno, se corresponden, pues con los intereses de la burguesía como clase dominante.

En segundo lugar, dados los particularismos feudales, el concepto de soberanía popular que implicababa el de autodeterminación nacional, más que un fenómeno de secesión fue un instrumento de integración económica, social y política de las burguesías dd una misma nacionalidad, como fue el caso en Francia, Italia, Polonia y Alemania durante el siglo XIX.

Dentro de la "patria" burguesa, pues, los trabajadores han tenido y tienen tan poca soberanía social como en los antiguos dominios de la nobleza. Esto es lo que significa el Manifiesto Comunista en el pasaje donde dice que "los obreros no tieneen patria". De ahí que el primer requisito político que Marx y Engels establecieron en orden a la estrategia mundial del comunismo fue que "el proletariado de cada país deba acabar en primer lugar con su propia burguesía".

Ahora bien, del mismo modo que la forma de valor constituye el dominio económico del capital sobre el trabajo (la supeditación del proceso de trabajo al proceso de valorización) y, por tanto, un límite al desarrollo de las fuerzas sociales productivas, del mismo modo, el Estado nacional, en tanto forma de dominación política de la burguesía sobre el proletariado, constituye, en principio, un límite para su lucha internacional. Por tanto, en un primer momento el proletariado se ve precisado a luchar por conquistar el poder político dentro de los Estados nacionales burgueses de cada país. De ahí que "por su forma, aunque no por su contenido, la lucha del proletariado contra la burguesía es primeramente una lucha nacional"

Pero a medida que avanza el proceso de acumulación y las fuerzas productivas en su seno, el concepto de Estado nacional se vuelve estrecho a los fines de la reproducción en escala ampliada. Así, la internacionalización del capital determina la existencia de Estados supranacionales, del mismo modo que el aumento histórico en la masa de capital en funciones, el desarrollo de las fuerzas productivas y las necesidades de valorización o realización del capital exigen areas de intercambio o de libre circulación de la riqueza más amplias.

A su vez, el agrupamiento de las distintas burguesías nacionales en grandes unidades económicas y políticas supranacionales, tiende objetivamente a unificar social y políticamente al proletariado por encima de sus "patrias" nominalmente subsistentes, como está ocurriendo actualmente en Europa. De esta forma, al desaparecer las barreras nacionales, la lucha del proletariado tiende cada vez más a adquirir un carácter internacional. Tal es la realidad genialmente prevista por Marx y Engels en el "Manifiesto Comunista":

<<El aislamiento nacional y el antagonismo entre los pueblos (por cuestiones de nacionalidad o de raza) desaparecen de día en día con el desarrollo de la burguesía, la libertad de comercio y el mercado mundial, con la uniformidad de la producción industrial y las condiciones de existencia que le corresponden>> (K.Marx-F.Engels: op.cit. cap.II. Lo entre paréntesis es nuestro).

Desde 1913 Lenin hará suya esta tradición. Para él, respecto de la cuestión nacional el capitalismo obedece dos tendencias históricas. La primera corresponde al despertar de la vida nacional de la burguesía en lucha contra la opresión feudal, a su unidad política en Estados de una misma nacionalidad. Tales fueron las bases políticas sobre las que evolucionó el capitalismo en su etapa infantil o temprana. La segunda tendencia es la que prevalece en la etapa póstuma o tardía, al romper con las barreras nacionales para hacer realidad la necesidad de unidad internacional del capital:

<<Ambas tendencias son la ley universal del capitalismo. La primera predomina al comienzo de su desarrollo y la segunda caracteriza al capitalismo maduro que se aproxima a su transformación en sociedad socialista. El programa nacional de los marxistas tiene en cuenta ambas tendencias y defiende en el primer caso la igualdad de derechos de las naciones y lenguas, lo inadmisible de todos los privilegios de cualquier clase en este aspecto y también el derecho de las naciones a la autodeterminación; y en el segundo caso, el principio del internacionalismo.>> (V.I. Lenin: Sochineiya XVII Pp.139-40. Tomado de E.H. Car: "La revolución Bolchevique" T.I Pp.448 Ed.Alianza/85)

Hasta 1914, esta doctrina no había pasado de aplicarse respecto de la primera etapa. Pero a partir de la primera guerra mundial Lenin y los bolcheviques entendieron que las contradicciones del capitalismo habían puesto a la sociedad en el tránsito de la primera a la segunda etapa, donde el ya casi perimido pero aún vigente principio burgués de la autodeterminación nacional, iba dejando paso gradualmente al principio del internacionalismo proletario. Y si de acuerdo con el "Manifiesto", el primer paso de la revolución comunista consiste en reemplazar a la burguesía como clase dominante, esto para el proletariado sería imposible sin aplicar al mismo tiempo los principios de la democracia también a la cuestión nacional:

<<Como ya hemos visto más arriba, el primer paso de la revolución obrera es la elevación del proletariado a la categoría de clase dominante, la conquista de la democracia>> (Ibíd)

Fue en sus famosas "Tesis de Abril" de 1916 donde Lenin convirtió en arte político la resolución de la dialéctica entre las aspiraciones democrático-nacionales burguesas residuales y la revolución socialista internacional, proponiendo que el movimiento político del proletariado se comporte según los dos principios siguientes:

a) Tan sólo la libertad de separación hace posible una libre y voluntaria aproximación, asociación, unión y, a largo plazo, fusión de las naciones;

b) Tan sólo el reconocimiento por parte del movimiento obrero de la nación burguesa dominadora, del derecho de autodeterminación de la nacionalidad dominada, permite eliminar el odio y la desconfianza de los oprimidos y unir a los proletarios de ambas naciones en el combate internacionalista común contra la burguesía.

Ahora bien, el cumplimiento del primer principio sólo puede ser prerrogativa de una revolución socialista triunfante. En cuanto al segundo principio, se trata:

1) que la clase obrera de los países de la OTAN imponga a sus gobernantes el reconocimiento a la soberanía del Estado yugoslavo;

2) que la clase obrera serbia rompa con el chovinismo pequeñoburgués en que ha sido educada aceptando el derecho a la autodeterminación de los albanokosovares, y

3) que los trabajadores y campesinos albaneses hagan valer el legítimo derecho democrático a la autodeterminación de sus connacionales en ese territorio en litigio, sin ponerse al servicio de los intereses del imperialismo y de sus lacayos fascistas albaneses del E.L.K. con su proyecto de la Gran Albania.

Como hemos dicho en los considerandos que fundamentan nuestras dos consignas, de momento es prácticamente imposible traducir el segundo principio leninista en hechos políticos. Pero en algún momento hay que retomar la tradición efectivamente revolucionaria del movimiento obrero políticamente organizado, y saludamos desde aquí a quienes estén empeñados en la tarea. En tal sentido, hasta que no se nos demuestre lo contrario, pensamos que nosotros estamos entre quienes intentan ajustarse a esa línea de comportamiento político.

No negamos el derecho a la autodeterminación de las nacionalidades en países de economías capitalistas dependientes; tampoco nos desentendemos respecto de la pequeñoburguesía que defiende este tipo de proyectos; comprendemos y respetamos el derecho democrático que reclaman. Pero no lo podemos justificar y no nos cansamos de insistir ante ellos en demostrarles con la ley del valor a la vista, que en la etapa tardía del capitalismo, el pleno derecho a la autodeterminación nacional, a la paz, a la prosperidad y a la seguridad de los pueblos, es lógica e históricamente incompatible con el derecho a la propiedad privada sobre los medios de producción. Más todavía con el derecho a la pequeña propiedad en un Estado nacional independiente. Tal como lo explicamos en nuestro documento, las reales causas del actual conflicto en Yugoslavia así lo demuestran.

En cuanto a los millones de trabajadores en el mundo que todavía apoyan estos proyectos, les decimos que la estrategia socialista no pasa por la tactica etapista stalinista de someterse a los intereses de una clase completamente anacrónica que no es la suya. En esto también seguimos la línea bolchevique:

<<El obrero que prefiere unirse con el burgués de "su propia nación" desechando bregar por la plena unidad con los proletarios de todas las naciones, actúa contra su propio interés y contra los intereses del socialismo y de la democracia>> (V.I.Lenin: Ibíd Pp. 145)

Esperamos haberte convencido de que en modo alguno somos neutralistas y pacifistas burgueses al estilo de partidos y formaciones políticas como el P.C.E. e I.U., genuinas excresencias en la práctica, de las inconfesadas razones de Estado imperialistas que están en la raíz de esta bárbara intervención de la OTAN en Yugoslavia.

Un saludo. GPM

18 de abril de 1999

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