¿Qué hubo de común entre la matanza del 11M y el envenenamiento masivo llamado “síndrome tóxico” del aceite de colza?
“El Estado miente deliberadamente…”
Albert Einstein: “Notas autobiográficas”
(1947)
El 11 de marzo de 2004, un brutal atentado terrorista perpetrado en la red de
trenes de cercanías de Madrid, provocó 192 víctimas mortales
y 1.200 heridos de distinta gravedad. Los servicios de seguridad del Estado
lograron aprehender a 29 personas que fueron acusadas en diverso grado de participar
en los hechos, se les juzgó en un proceso preñado de irregularidades
que acaba de finalizar a falta de la sentencia del Alto Tribunal.
Veintiséis años antes, durante la primavera de 1981 cientos de
miles de personas fueron atacadas en más de 25 zonas geográficas
de España, por una “extraña enfermedad” a la que inicialmente
se le denominó “neumonía atípica”, cuyo número
de muertos quintuplicó al de los “trenes de la muerte”, y
las decenas de miles que sobrevivieron a ella todavía soportan graves
y dolorosas secuelas físicas y psíquicas irreversibles.
¿Qué han tenido de común estos dos actos genocidas? Que
los respectivos tribunales que juzgaron los hechos jamás pudieron probar
científicamente las causas materiales que oficialmente
se dieron por válidas en uno y otro caso. En efecto, tanto en el Juzgado
de Instrucción como en la Vista oral del Juicio por la masacre del 11
de marzo, la naturaleza o características del explosivo de deflagró
en los trenes, fue arbitrariamente atribuida a un tipo de dinamita llamado “Goma2”
de la marca “Eco”; y tanto en el Juzgado de Instrucción como
en la vista oral del juicio por el “síndrome tóxico”,
la causa material del envenenamiento masivo se decidió políticamente
que fuera un aceite de colza destinado al uso industrial adaptado para el consumo
humano.
Semejante cambio de una causa material presuntamente desconocida por otra supuesta,
permitió acusar, procesar y condenar, a personas que nada tuvieron que
ver con los hechos que les fueron imputados en uno y otro caso. Por el “síndrome
tóxico” pagaron el pato algunos industriales y comerciantes al
por menor que habían venido lucrándose con la producción
y distribución de aceite de colza desnaturalizado absolutamente inocuo.
Y en el caso de los atentados del 11M oficiaron de chivos expiatorios ciertos
delincuentes comunes dedicados al trapicheo con drogas y explosivos en pequeñas
cantidades —todos ellos, además, confidentes de la policía
o de la Guardia Civil— así como unos cuantos inmigrantes de distinta
procedencia que profesan la religión islámica, seleccionados “ad
hoc” por los servicios de inteligencia policiales y de la Guardia Civil,
en claro contubernio prevaricador con el Juez de Instrucción y la Fiscalía
del Estado, tal como se pudo poner en evidencia durante todo el proceso.
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