Artículo de Ismael publicado el viernes 16 de septiembre de 2005

 “Para qué tengo yo que defender el capitalismo y cuando lo he hecho, es una buena pregunta que deberías hacerte, porque de ella sacarás consecuencias. El capitalismo se defiende sólo, es un modo productivo real y mundial, es un hecho no es ninguna teoría, es una práctica en la que tú y todo el mundo está inmerso. Es una categoría económica y como tal debe tratársela con sus leyes y sus métodos. Y una vez comprendido esto, entonces podemos ir a otra disciplina, como la historia o la política y claro que están relacionadas, también lo está la anatomía forense con la biología molecular en las ciencias naturales y a nadie se le ocurre hacer la autopsia a un antibiótico. Así es la ciencia y los seres humanos han estado procurando separarlas, especializarlas, para abordar lo mejor posible, o sea, para comprender la realidad adecuadamente, a sabiendas que todo tiene que ver con todo. Pronto comprendieron que debían separarse para entenderlas, pero es a partir de la edad media cuando tal separación se produjo de manera imparable, justamente cuando los conocimientos fueron suficientes y profundos para urgir la consecución de esa necesidad.

La política trata de ordenar la vida social a la gente, pero lógicamente se hace bajo las condiciones impuestas por el modo productivo imperante en cada momento, lo mismo que se hace también teniendo en cuenta tanto la historia de un país concreto, como la cultura popular y otras cosas como el clima incluso, observando también y principalmente los designios de los mandamases de turno. Y estos hoy son los capitalistas, o la burguesía o los propietarios de los medios de producción. Son ellos y sus reuniones, corporaciones, trusts y todos esos organismos que sabemos, los que aplican recetas, métodos y políticas, tratando de llevar el agua a su molino de intereses. Intermedian a modo de interfaz, una pléyade de políticos y especialistas de todo tipo, para realizar a través de las instituciones políticas, aquellos intereses. Una ley en la historia política es que siempre tienen muy en cuenta que sus intereses no desentonen con los de la sociedad, no son tan estúpidos como para echarse piedras en su propio tejado desde luego, pero fundamentalmente porque la necesidad historica los ha hecho coincidir e incluso en general, intereses comunes son los habituales, es decir, coinciden dentro de la lógica separación de rangos. En resumen, los gestores de los medios productivos están obligados históricamente a satisfacer también las necesidades sociales, pero como es lógico no siempre lo consiguen y entonces vienen otros a continuar la labor. Esto es un capítulo de la lucha de clases que merece mención aparte.

Mi tesis junto con muchos otros, -y ya que estamos en faena me mojo otra vez-, es la que sigue. El Estado es un gran invento histórico pero es un producto versátil, responde perfectamente a la necesidad política del momento. La vida del Estado desde que nació en Babilonia, nos muestra una doble función, por un lado su labor represiva de dos caras, evitar que la gente se mate, robe, etc., o sea, mantener el orden social, y actuar de defensor de los intereses dominantes. Pero por otro lado es un organizador social, un creador y mantenedor de estructuras que hacen posible la existencia de la sociedad y aquí es donde interviene también para regular el modo productivo vigente y limar asperezas y filos que puedan lesionar los intereses generales, una especie de asistente para emergencias impidiendo que los excesos de los que mandan pongan en peligro al conjunto de los dominadores e incluso su existencia como tales. El Keynesianismo, ilustraría esto a la perfección, como también la socialdemocracia.

Desde la caída del muro, por razones que no podemos extendernos, la humanidad conoce una nueva etapa política. De hecho, el debate que nos ocupa se produjo a principios del siglo XX, pero la Revolución Rusa lo interrumpió hasta hace poco. También razones económicas capitalistas que encuentran más libertad internacional para su libre desarrrollo. Todo junto hace que para el capitalismo el segundo aspecto de la función estatal deje de tener sentido en la actualidad, dejando a la resistencia social “civil” el papel de garantes de esa función. Dicho de otra forma, los aspectos sociales fundamentales del Estado, tendrán que defenderlo la sociedad huérfana de los tutores tradicionales. El liberalismo y la socialdemocrácia más no tienen futuro y están en sendas graves crisis de desaparición. La izquierda y la derecha tradicionales, no nos sirven como referentes para la actuación política. El objetivo político, aquello de proyectos y modelos sociales, se ha transformado en objetivos de procedimientos, que es un eufemismo de los especialistas para nombrar una cosa muy prosaica, dejar hacer, ver como reacciona la gente, hasta que punto soporta las privatizaciones que nos esperan, etc. Un ejemplo doméstico es el “talante” de ZP, aunque también antes la conducta del PP. En resumen, la penetración de las privatizaciones de toda actividad social y humana está a la orden del día. Cada país aplicará el “método” a su manera, pero ejemplos los hay por todos sitios, tampoco son ya ninguna teoría. En los EE.UU. las cárceles son privadas, así como numerosos ejércitos que estamos viendo estos días con motivo del Katrina. Ya hay 800 escuelas privatizadas en Suecia de la red del Estado, etc. Y el problema que esto introduce en nuestras vidas es enorme. No sólo se trata de la contradicción que supone el que cosas transcendentales estén en manos de unos pocos sin control público, es que van a llevar al paroxismo los conflictos por todas partes. Todo esto es un proceso, pero estamos de lleno en él. Y qué paradoja, defender ahora los progresistas posiciones que fueron banderas de la burguesía en sus comienzos, porque entonces si que les interesaba. En esto, el discurso de Rajoy en el Congreso cuando el plan Ibarretxe lo firmo, así como mi acuerdo con Vidal Quadras. Aunque como es natural, con otras cosas de ellos no estoy de acuerdo. Me seco y sigo.

Si antes hablábamos más de política es porque así se ha terciado, pero esta página nos obliga a volver al tema y situarnos en nuestro país. El camino de las privatizaciones pasa por la descomposición de nuestra estructura estatal en el sentido más arriba expresado, y son los nacionalismos y la arquitectura autonómica el modelo adecuado, y si bien en algunos de ellos hay flecos, ecos y lenguas que pudiera considerarse lejanamente como problema nacional, en absoluto explica que Aragón, Andalucía u otras, seguidoras del rumbo trazado, responda a esa lógica. Aquí lo que pasa es que esas “naciones” se han adentrado las primeras en el proceso general aludido. No hay más remedio que llegar a la conclusión de que luchar por mantener la estructura de la red nacional es progresista, es evitar la descomposición de nuestra vida social y es impedir que las privatizaciones, el desconcierto y las debilidades sociales prosperen. Y no digo que las autonomías tengan las mas amplias atribuciones, las descentralizaciones que hagan falta, el respeto a todas las peculiaridades que quieran, todo eso de hecho ya lo disfrutan. Lo que no se puede es tomar gato por liebre. Y es por esto que todos los progresistas deben entender lo que está en juego y no dejarse encandilar por palabras, personas o cantos de sirena. Y tampoco pretender que ante el desastre que se barrunta, el susto les lleve a considerar una vuelta a la autarquía o a la solución casera, eso no tiene sentido en el mundo en que vivimos. Ni Galicia ni nadie va a vivir mejor con esas cosas y yo creo que la gente lo sabe perfectamente, lo huele, lo intuye, lo ve en su vida. El modo productivo no tiene marcha atrás en ningún rincón peninsular, hasta el más alejado campesino está conectado a la realidad mundial y tiene en casa un tornillo made in Korea. Y si de los 6.000 millones de personas sólo 1.000 viven bien, la humanidad deberá encontrar la forma de hacer justicia, pero seguro que la solución no está en volver al feudalismo.

Publicado por: Ismael
viernes 16 de septiembre de 2005

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