E l Partido Revolucionario no construye
participando en las elecciones

  1. Introducción
  2. ¿Qué son para la doctrina política clásica del marxismo los movimientos independientes de la clase asalariada?
  3. ¿Integrar a los comicios burgueses en la táctica de construcción del partido revolucionario?
  4. ¿ Fue correcta la decisión de Lenin de participar en las elecciones a la II Duma de 1907?
  5. La tarea fundamental de los revolucionarios es "fundir la teoría revolucionaria con el movimiento obrero espontáneo"
  6. Conclusión

Introducción

Este documento se elaboró a raíz de la consulta de un compañero sobre la conveniencia de participar en las elecciones burguesas como táctica para la construcción del Partido revolucionario.

Contribuir a que la vanguardia amplia del proletariado alumbre y desarrolle un movimiento político independiente de trabajadores, es necesario y, por tanto, correcto, sin embargo considerar a este movimiento como embrión del futuro partido revolucionario, no lo es.Y es aún más incorrecto participar en los comicios burgueses como "táctica de construcción" de ese partido.

¿Qué son para la doctrina política clásica del marxismo los movimientos independientes de la clase asalariada?

A 13 años vista de implantado el régimen soviético que dio nacimiento a la URSS, en "La revolución española y la táctica de los comunistas" Trotsky hizo un valioso aporte a la contestación de esta pregunta precisando el concepto de soviet. Dice allí que, desde la toma del Palacio de Invierno en Rusia hasta la implantación de la República en España, la palabra soviet adquirió en la URSS un sentido "considerablemente distinto" del que tuvo en 1905 o a principios de 1917, cuando los soviets surgieron no como órganos de poder político, sino "únicamente como organizaciones combativas de la clase obrera":

<<En realidad, los soviets se constituyen cuando el movimiento revolucionario de las masas obreras, aunque se halle lejos todavía de la insurrección, engendra la necesidad de una organización amplia y prestigiosa, capaz de dirigir los combates políticos y económicos que abarcan simultáneamente establecimientos y profesiones diversas. Sólo a condición de que los soviets penetren en el seno de la clase obrera durante el período preparatorio de la revolución, resultarán capaces de desempeñar un papel directivo en el momento de la lucha inmediata por el poder>> L.D. Trotsky: Op. Cit. Cap. 6)

Esta función preparatoria de la revolución -que no del partido revolucionario- es la que intentan llevar a cabo los compañeros que nos consultan sobre esta cuestión en su grupo, a partir de un frente sindical y social, símil de Soviet en la lejana fase prerrevolucionaria que Trotsky atribuyó a las políticamente heterogéneas "Juntas Obreras" en la España republicana de 1930:

<<La palabra Junta, íntimamente ligada con toda la historia de la revolución española, expresa de un modo insuperable esta idea (de soviet). La creación de Juntas obreras está a la orden del día en España. En la situación actual del proletariado, la organización de Juntas presupone la participación en las mismas de los caudillos de la lucha huelguística, comunistas, anarcosindicalistas, socialdemócratas y sin partido. ¿Hasta qué punto se puede contar con la participación de los anarcosindicalistas y socialdemócratas en los soviets? Es imposible predecirlo desde lejos. El empuje del movimiento obligaría indudablemente a muchos sindicalistas y acaso aún a una parte de los socialistas a ir más allá de lo que quisieran si los comunistas saben plantear con la debida energía el problema de las Juntas obreras. Con la presión de las masas, las cuestiones prácticas de la organización de los soviets, de las normas de representación, del momento y los procedimientos de elección, etc., etc., pueden y deben ser objeto de acuerdo no sólo de todas las fracciones comunistas entre sí, sino también con los sindicalistas y socialistas dispuestos a ir a la creación de dichos organismos. Los comunistas, ni que decir tiene, en todas las etapas de la lucha actuarán con sus banderas desplegadas.>> (Ibíd. Lo entre paréntesis es nuestro)

En este sentido, un frente social no tiene por cometido "construir un partido revolucionario, socialista, internacionalista y antiimperialista, de la clase obrera", tal como se cree, sino convertirse en órgano de poder político del proletariado para la toma del poder. No forma parte alguna en la dirección del proceso revolucionario sino que es su materia social devenida consciente en virtud de esa dirección. Con esto queremos decir que el poder revolucionario no lo toma ni ejerce el partido sino la clase obrera políticamente organizada.

De acuerdo con este razonamiento, la vanguardia revolucionaria tiene otras instancias de creación. Su magnitud social y proyección política está íntimamente vinculada a la evolución necesariamente discontinua de la lucha de clases, a su intensidad y extensión. Pero el principio activo de su existencia no está en ese teatro de la realidad social sino en el desarrollo de la moderna ciencia social: el materialismo histórico. El partido revolucionario es el resultado necesario de la lucha ideológica de los intelectuales marxistas en el seno de la vanguardia política del proletariado, para ajustar el movimiento político de la sociedad a las leyes económicas que condicionan objetivamente la lucha de clases efectiva y real. En tiempos de Marx, Engels y Lenin, como no podía ser de otra manera la intelectualidad revolucionaria portadora del materialismo histórico era de origen burgués. Hoy día, el elevado nivel intelectual medio del proletariado ya no justifica esta premisa, al tiempo que pone a la orden del día la necesidad de acortar distancias entre dirección y base partidaria en cuanto a previsión teórica y capacidad de iniciativa política. A partir de este salto cualitativo, el partido revolucionario tiende a ser obrero no sólo por su extracción de clase mayoritaria en todas sus instancias de funcionamiento, sino porque el desarrollo de las fuerzas productivas capacita a los miembros de esa condición social para que sustituyan en el partido a los intelectuales de origen burgués y pequeñoburgués, pasando progresivamente a actuar como "intelectuales orgánicos" al más alto nivel científico.

La formación del partido no pasa, pues, por la tarea previa de unificar a la clase en torno a la lucha reivindicativa independiente de la patronal y de la burocracia sindical, sino que es al revés, dadas las condiciones objetivas favorables, la unificación clasista del proletariado, se extiende y desarrolla según los ritmos en que una parte socialmente significativa de su vanguardia política se unifica en torno a la teoría revolucionaria: el materialismo histórico. Tal es la acertada significación de las palabras de Lenin cuando en su "¿Qué Hacer?" dijo que: "sin teoría revolucionaria no puede haber movimiento revolucionario"

De hecho, el partido bolchevique no surgió de ninguna experiencia previa de unificación clasista del proletariado ruso, sino que su principio activo, discurriendo por completo al margen del movimiento espontáneo de las luchas obreras -aunque estimulado por él- consistió en unir a la intelectualidad revolucionaria rusa en torno al materialismo histórico. Desde 1895 en que se constituyó la "Liga para la liberación de la clase trabajadora de San Petersburgo" -uno de cuyos miembros principales fue Lenin en compañía de Martov, Axelrod y otros- el cumplimiento de esa tendencia a la unidad socio-política de la teoría revolucionaria fue el resultado de un proceso de lucha ideológica encarnizada entre distintas corrientes de pensamiento al interior del movimiento político del proletariado. En el curso de ese proceso, aun cuando sería totalmente falso decir que los soviets de 1905 fueron teóricamente previstos por el POSDR, lo cierto es que sus militantes contribuyeron muy mucho a que el movimiento obrero ruso sintetizara políticamente en esa forma organizativa de eficacia revolucionaria históricamente insuperable.

¿Integrar a los comicios burgueses en la táctica de construcción del partido revolucionario?

En cuanto al criterio de comprender o integrar a los comicios burgueses en la táctica de construcción del partido revolucionario, tampoco vemos que esta innovación teórica aporte al objetivo propuesto sino al contrario. Las elecciones periódicas como forma de sublimar y canalizar la voluntad política de los asalariados para los fines de la alternancia en el gobierno de las distintas fracciones burguesas, hacen a la esencia del Estado capitalista como instrumento -en este caso- de hegemonía política de la burguesía sobre sus subordinados.

Salvo en situaciones de doble poder, el criterio de oportunidad de la celebración de elecciones lo fija discrecionalmente la burguesía, según el estado de su relación política con el proletariado. Así, en períodos más o menos prolongados de relativa inestabilidad política -como cuando una alta combatividad del proletariado se sostiene sobre un insuficiente nivel de conciencia política de clase- los golpes de Estado preventivos que median entre un período "democrático" y otro son más frecuentes y duraderos. En estos casos, las elecciones sirven como valioso auxiliar de la violencia estatal sistemática, para descomprimir la presión social derivada de condiciones de explotación severas sublimándola en el parlamento, para dividir y debilitar la pujanza de las luchas obreras y desviar el curso de su tendencia política natural.

Por el contrario, cuando los asalariados en general aceptan la disciplina laboral en condiciones de explotación compatibles con la continuidad de los negocios, están todavía más lejos de cuestionar políticamente al sistema; en ese caso, las elecciones periódicas median entre sucesivas etapas de "normalidad democrática", donde lo único que cambia es la burocracia partidaria de la burguesía eventualmente a cargo del aparato estatal. Según vuestros análisis políticos -que compartimos- tal parece ser el signo de la actual situación en vuestro país. Bajo semejantes condiciones, en medio de la completa desmovilización revolucionaria de los explotados, la táctica de "utilizar" las elecciones para construir el partido revolucionario es como poner el carro de la historia delante de la conciencia de clase proletaria.

Precisamente en medio de la completa desmovilización revolucionaria de la sociedad, esta táctica de ponerse a construir el partido "utilizando" las elecciones para fines de propaganda antisistema, supone el absoluto despropósito de echar sobre la conciencia subalterna de los explotados, la sobrecarga contrarrevolucionaria de ver legitimado el sistema "democrático representativo" por quienes lo niegan de palabra pero de hecho aparecen formando parte de él.

En semejantes condiciones, además, el contraste de una propaganda revolucionaria que a los ojos de las grandes masas y su vanguardia amplia no puede sino parecer utópica, es muy de provecho al arte político vocacional encarnado en el "voto útil" que promueven los reformistas en estos casos, hechos a la idea y los intereses bastardos de no ir con el poder político más allá de lo posible dentro del proceso de acumulación del capital. De este modo, la táctica electoral de construcción del partido escogida por vosotros se pone de hecho en flagrante contradicción con la estrategia, basada en el principio incondicional de garantizar en todo momento la política de clase independiente de los revolucionarios. Sin quererlo, pues, supeditaréis la política de clase a las elecciones burguesas en vez de supeditar las elecciones burguesas a la política de clase. En vez de "utilizar" a la burguesía seréis utilizados por ella. Por más vueltas que se le quiera dar al asunto, una vez metidos en esa trampa institucional del enemigo de clase no hay forma de salir de ella.

Pensemos en aquellos hacia quienes va dirigida la más que fugaz propaganda revolucionaria desde la tribuna electoral que ofrecen los "mas media" contrarrevolucionarios del sistema hoy. No son de los que se dan cuenta que han gravitado hacia la revolución después de haber sido devorados por ella, pero tampoco están entre los que entran en la revolución por sí mismos pugnando desde la soledad política por mover el peso muerto de la historia haciendo palanca en la moderna ciencia social. Son de los que sólo se muestran proclives a comprender y dispuestos a llevar a la práctica el discurso revolucionario, bajo el estímulo de los movimientos de masa de magnitud que ellos mismos protagonizan en primera línea del combate social. Y esto ocurre, precisamente, cuando estos movimientos resquebrajan el muro de la "normalidad democrática" y eclipsan el espejismo político de la movilización electoral. No antes.

Cuando en octubre de 1906 Lenin se puso a defender la táctica de participación de los revolucionarios en las elecciones a la II Duma de 1907, lo hizo porque el boicot a la I Duma (de Witte) había fracasado (buena parte de los electores siguieron el llamado a participar por parte de los demócratas constitucionalistas) y porque descartó en lo inmediato una nueva ola ofensiva del proletariado, aunque no dio por finalizada la crisis revolucionaria abierta con el domingo sangriento del 9 de enero de 1905.

Al margen de si la decisión de participar fue correcta o conveniente -que eso lo veremos en el punto III- lo que es importante señalar aquí es que, en esos momentos Lenin no se cansó de insistir en que el secreto de la eficacia política para enlazar cualquier táctica con la estrategia de lucha por la revolución socialista, reside en garantizar siempre la independencia de la política de clase, no sólo de palabra, sino de hecho. Y él sabía -y lo decía- que para garantizar la eficaz acción independiente de los revolucionarios en la cueva de la contrarrevolución electoral-parlamentaria burguesa, es imprescindible disponer de un significativo número de militantes revolucionarios organizados, como era el caso en ese momento del POSDR., que contaba en sus filas con una base social de decenas de miles de miembros activos probados en la actividad clandestina prolongada, lo cual se traducía en un caudal electoral nada desdeñable de entre el millón y millón y medio de votos seguros. Sobre estos argumentos de la realidad partidaria fundó Lenin la esperanza -finalmente frustrada- de evitar el aislamiento partidario en momentos de retroceso del movimiento espontáneo, intentando mantener y, en lo posible, aumentar, el patrimonio social de la revolución cuya cantera Lenin veía en la vanguardia obrera amplia:

<<La rigurosa organización de partido de los socialdemócratas, disciplina incondicional al partido, que ha sabido mantenerse en la clandestinidad a lo largo de los años, llegando a contar con 100.000 a 150.000 afiliados de todas las nacionalidades, el único partido de la extrema izquierda que mantuvo su cohesión en la primera Duma y que actuó precisamente como fracción del partido: este grado de organización de nuestro partido, será una formidable recomendación y garantía a los ojos de todos aquellos que, lejos de temer a la lucha resuelta, aspiran a ella de todo corazón, pero que no tienen la confianza en sus propias fuerzas y que no se deciden a tomar por sí mismos la iniciativa y actuar abiertamente>> (V.I. Lenin: "La socialdemocracia y los pactos electorales". Fines de Octubre de 1906)

Esto quiere decir que a los bolcheviques jamás se les hubiera ocurrido pensar en las elecciones burguesas como táctica de construcción del partido revolucionario. Un año después, haciendo un balance de lo actuado por el movimiento revolucionario ruso desde 1895, Lenin volvió sobre la trascendencia política que atribuyó a la cohesión del POSDR durante todo el período contrarrevolucionario dominado por el juego electoral y la hegemonía política del partido demócrata constitucionalista entre 1906 y 1907. Y allí, enlazando con la teoría bolchevique de construcción del partido expuesta en su "¿Qué Hacer?" (1902), se reafirmó en que esa fortaleza, cohesión y continuidad revolucionaria que demostró el POSDR durante ese duro período inmediatamente posterior a la insurrección de diciembre de 1905, se forjó a instancias de dos factores políticamente combinados:

1.        El "estrecho marco de los círculos" intelectuales revolucionarios portadores del materialismo histórico y,

2.        El periódico para toda Rusia

Y da a entender que, sin la realización de esta tarea previa de unir la teoría marxista con el movimiento obrero espontáneo completamente al margen de las instituciones de la burguesía -sin duda una de las más difíciles de todo proceso revolucionario genuino- cualquier intento de construir un partido comunista de la clase asalariada no pasaría de ser un total despropósito, una cáscara vacía por completo de contenido político revolucionario, un peligroso albur sujeto a toda clase de desviaciones y ambiciones personales:

<<Sin esta condición, la organización de revolucionarios profesionales sería un juego, una aventura, un rótulo vacío, y el folleto "¿Qué Hacer?" subraya reiteradamente que la organización defendida por él tiene sentido sólo en ligazón con la "verdadera clase revolucionaria que se lanza espontáneamente a la lucha". Pero la máxima capacidad organizativa del proletariado para unirse como clase se realiza por seres humanos y precisamente en determinadas formas orgánicas. En nuestras condiciones históricas, en la Rusia de 1900-1905, ninguna otra organización que no fuese la iskrista podía crear un tal partido obrero socialdemócrata como el que ha sido creado. Los revolucionarios profesionales han hecho su obra en la historia del socialismo proletario ruso. Y no hay fuerza capaz de destruir ahora esta obra, que desde hace mucho ha rebasado el estrecho marco de los "círculos" de 1902-1905>> (V.I. Lenin: "Prólogo a la recopilación '12 años' " Noviembre de 1907)

Con esta última declaración Lenin quiere decir que el POSDR como tal acabó de formarse bajo el influjo de los acontecimientos revolucionarios desencadenados por el "domingo sangriento" el 9 de enero de 1905.

¿ Fue correcta la decisión de Lenin de
participar en las elecciones a la II Duma de 1907?

Como corolario de todo este razonamiento, queda por decir que, tanto el origen como la vigencia en el tiempo de los partidos revolucionarios, tienen su causa eficiente en la actividad revolucionaria de la clase obrera; cuando esta cesa, no hay voluntad política capaz de evitar su práctica desaparición como tales organizaciones de la clase. Las vicisitudes del partido bolchevique, tanto desde la gran huelga de octubre de 1905 hasta 1910, como desde la toma del Palacio de Invierno hasta la muerte de Lenin, así lo confirma.

Lenin abordó la crisis revolucionaria abierta tras el domingo sangriento del 9 de enero de 1905 según el siguiente razonamiento: El problema central que la historia debía resolver era el de decidir, en primer lugar, si la lucha de clases resolvería la crisis enfilando francamente por el camino directo a la democracia burguesa el más favorable al desarrollo capitalista y al aumento numérico del proletariado -que esa era la estrategia diseñada por la socialdemocracia revolucionaria para el período- o si, para llegar allí, la historia habría de dar un rodeo zigzagueante pasando antes por el régimen monárquico-constitucional que sellara la alianza entre la nobleza en el poder y la burguesía liberal en contra de los intereses políticos de la clase asalariada y el campesinado pobre.

La lucha entre octubre y diciembre de 1905 fue un combate donde la historia se decidió provisionalmente por uno de los dos caminos a tomar en ese período, el más corto y directo hacia la democracia burguesa, eliminando de un solo golpe todas las reminiscencias económicas sociales y políticas del feudalismo. Luego Lenin explica cómo, en octubre, el pueblo impidió que la autocracia condujera a la sociedad por el más largo y doloroso camino de las instituciones representativas de tipo policíaco-liberal -la Duma de Buliguin- la cual fue barrida por los obreros y campesinos, que crearon en cambio unas instituciones netamente democráticas y revolucionarias: los soviets, abriendo de octubre a diciembre "un período de máxima libertad" y ofensiva revolucionaria de las masas proletarias y campesinas. La huelga política general convocada para el 7 de octubre de 1905 por el POSDR, empezó en la línea del ferrocarril que cubría el trayecto entre Moscú y Kazán y acabó extendiéndose por todo el país. En ella participaron más de dos millones de asalariados bajo las consignas del derrocamiento de la autocracia, el boicot activo a la duma de Bulyguin y la convocatoria de la Asamblea Constituyente para la instauración de la República Democrática Burguesa por mandato del Gobierno Provisional Revolucionario. Esta huelga insurreccional alcanzó tal magnitud social y fuerza política, que el 17 de octubre el Zar prometió "libertades cívicas" y firmó un decreto que rigió a partir del 11 de diciembre, atribuyendo a la Duma funciones legislativas. En ese momento, tal iniciativa obligada por una correlación de fuerzas políticas desfavorable, fue vista por la socialdemocracia revolucionaria y la vanguardia amplia del proletariado, como una más que "graciosa" invitación de "Su majestad" a que el pueblo deje los soviets y se desorganice bajo la forma representativa.

En diciembre la autocracia consiguió interrumpir la ofensiva del proletariado aplastando la insurrección de Moscú, precisamente para desbaratar la forma de gobierno democrática directa de los soviets, y pudo así iniciar el "viraje monárquico constitucionalista-policiaco", convocando el 27 de abril de 1906 la I Duma del Estado, según el decreto del 20 de febrero, que convirtió al Consejo de Estado -la mitad de cuyos miembros eran designados por el Zar y el resto por la nobleza, la gran burguesía y el clero- de una corporación consultiva en una corporación legislativa con atribuciones para impugnar cualquier acuerdo votado en la Duma.

Los bolcheviques decidieron boicotear las elecciones a esta duma, pensando que el combate contra las "ilusiones en la Constitución democrático-policíaca" se mantenía. De hecho, hasta el verano de 1906 se produjeron "insurrecciones militares, huelgas dispersas y parciales". Estas luchas -en el marco de la ley electoral que dio mayoría a los demócratas constitucionalistas- agudizaron la dialéctica antagónica aun cuando no irreconciliable entre la burguesía liberal y la autocracia al interior de la Duma, por lo que el gobierno zarista hubo de proceder finalmente a su disolución el 8 de julio de 1906.

Cuando en septiembre-octubre de 1906 la autocracia ensayó otro "viraje constitucionalista" para desviarse lo más posible del camino hacia la revolución burguesa, como hemos dicho ya Lenin propuso participar en las elecciones a la II Duma,

1)       porque aun cuando en Rusia se mantenían las condiciones de la crisis revolucionaria abierta el 9 de enero de 1905, la mayoría de los electores habían participado en la primera duma haciendo fracasar el boicot;

2)       porque las masas obreras y campesinas que habían votado contra la autocracia dando la mayoría a los demócratas-constitucionalistas, se habían visto ratificadas en la necesidad de participar y,

3)       porque descartaba un inmediato brote subversivo, aun cuando preveía un agudizamiento de la crisis revolucionaria. Y asociaba esta última posibilidad a otra previsión: que con la ley electoral en vigor, no había esperanzas de que las fuerzas de izquierda modificaran favorablemente la composición del parlamento. Y creyó ver confirmado este pronóstico en los temores que manifestaba la gran burguesía "octubrista" en la prensa del régimen, en cuanto a que, en septiembre de 1906, seguía aun viendo proyectados sobre el movimiento obrero los estímulos revolucionarios de la huelga política de octubre de 1905 y, en que el gobierno no había fijado la fecha de las elecciones para poder convocarlas en el momento de mayor tensión explosiva supuestamente contenida en el movimiento. De ahí que Lenin pusiera en duda que la II Duma llegara incluso a constituirse (Cfr.: "¡Se prepara un nuevo golpe de Estado!" 30 de septiembre de 1906).

Sin embargo, en febrero de 1907 se realizaron las elecciones a la II Duma del Estado donde las fuerzas de izquierda tuvieron más representación que en la duma anterior. Estos resultados vinieron a abonar las previsiones de Lenin en cuanto a que la situación de la lucha de clases iba en dirección de un agudizamiento de la crisis revolucionaria. El 7 de febrero de 1907 Lenin presentó un análisis sobre el resultado de las elecciones a la II Duma del Estado. Al comprobar que todo el proletariado, gran parte de la pequeñoburguesía y el campesinado habían votado contra la nobleza y la burguesía liberal, concluyó que la nueva composición de la Duma confirmaba que en Rusia se mantenían todas las condiciones de una situación revolucionaria:

<<Indudablemente tenemos ante nosotros una duma más de izquierda que la anterior (...)

¿Qué significa esto?

La más salvaje, la más desvergonzada arbitrariedad de un gobierno centurionegrista. El más reaccionario de toda Europa ¡La composición de la representación popular más revolucionaria de Europa, en el país más atrasado!

Esta asombrosa contradicción expresa con absoluta nitidez la contradicción fundamental de toda la vida rusa actual, expresa todo lo revolucionario del momento que vivimos. (...)

El gobierno puso en marcha hace ya mucho todos los engranajes de su máquina de violencias, prógroms, atrocidades salvajes, engaño y embrutecimiento. Pero, ahora, después de haber agotado todos los recursos, después de haber acudido incluso a la artillería en aldeas y ciudades, todos sus engranajes se han desarticulado. En cambio, las fuerzas populares no sólo no están agotadas, sino que en estos precisos momentos se organizan abierta y valientemente en forma cada vez más amplia y poderosa. El absolutismo centurionegrista y una duma de izquierda. La situación es indiscutiblemente revolucionaria; la lucha en su forma más aguda es indiscutiblemente inevitable. (V.I. Lenin: "La segunda Duma y la segunda ola de la revolución" 11 de febrero de 1907)

Y nueve días después, esos mismos resultados le hacían decir que la conciencia revolucionaria de las clases subalternas se aclaraba y fortalecía, de lo cual sacó la conclusión de que la gran confrontación de clases era inminente y no se libraría en la Duma sino en las calles, fábricas y campos de Rusia:

<<Esta batalla se nos viene encima a toda marcha con los acontecimientos, con los choques del sector de izquierda de la Duma con el gobierno y los kadetes.

Aprestaos, pues, obreros, para acontecimientos serios. No desgastéis vanamente vuestras fuerzas. No tenemos por qué precipitar el desenlace: que el zar y sus sirvientes centurionegristas ataquen los primeros. Tendrán que atropellar al pueblo, disolver la Duma, derogar la ley electoral, iniciar una serie de violencias para deshacerse de la nueva Duma.

Que los opresores empiecen. Firme, tenaz y consecuentemente el proletariado debe alistar masas populares cada vez más amplias para la grande y encarnizada batalla por la libertad. ¡Camaradas obreros! Hemos vivido los primeros grandes embates de la revolución: el 9 de enero de 1905, la huelga de octubre, el levantamiento de diciembre. Volveremos a acumular nuevas fuerzas para una nueva acción aún más formidable y decisiva, cuando la hoguera de la Duma izquierdista se transforme en incendio y cunda por Rusia toda. Es preciso reunir y concentrar todas las fuerzas para el combate decisivo que se aproxima.>> (V.I. Lenin: "La segunda Duma y las tareas del proletariado" 20 de febrero de 1907)

El 3 de junio de ese año, la ofensiva política de la autocracia y los kadetes prevista por Lenin se cumplió y consistió en un golpe de Estado que disolvió la II Duma y modificó en sentido más reaccionario la ley electoral del 20 de febrero de 1906, poniéndola en el marco de una Constitución todavía más represiva. ¿Por qué fue disuelta la II Duma? Porque rechazó la reforma agraria presentada por el gobierno. En mayo de 1906, el zar Nicolás II nombró ministro del Interior a Piotr Arkádievich Stolypin quien, a la vez, pasó a desempeñarse como presidente del Consejo de Ministros en la primera Duma. Allí, el 9 de noviembre de ese año presentó la reforma agraria, diseñada para fomentar la estabilidad económica y política de Rusia mediante la creación de "pequeños propietarios" que formaran una base social favorable al zar. La reforma consistió en un paquete de leyes que permitieron a los campesinos separarse de la comunidad, accediendo a la propiedad de su parte de tierra y, si lo deseaban, reunir sus parcelas en una propiedad conjunta, de modo que si 1/5 de los propietarios individuales de una aldea demandaba esta concentración parcelaria, quedaba expedito el camino para su realización. Estas leyes, que fueron el referente fundamental de las "ilusiones constitucionalistas", al principio naturalmente parecieron colmar las aspiraciones y expectativas de los campesinos pobres. Pero como ocurriera con la reforma napoleónica, terminaron consolidando la concentración de la propiedad territorial a favor de los kulaks o grandes propietarios rurales, acabando por arruinar y expropiar mediante la competencia a los propietarios de pequeñas extensiones.[1]

La II duma "izquierdista" fue disuelta el 3 de junio de 1907, pero a despecho de las previsiones de Lenin, no incendió nada, sino que apagó los últimos rescoldos de la revolución; desapareció sin pena ni gloria para el proletariado junto a los restos ya inermes del espíritu revolucionario, hundida con destellos de fuego fatuo en la ciénaga política del Estado autocrático. En realidad la insurrección de diciembre de 1905 había sido el último aliento vital de la revolución que comenzó a respirar el 9 de enero de ese año.

Y cuando en noviembre de 1907 Lenin dijo que no veía en el horizonte político de Rusia nada capaz de destruir en ese momento al POSDR, las fuerzas deletéreas de la contrarrevolución ya estaban imperceptiblemente haciendo lo suyo en esa organización. Las propias divergencias acerca de la necesidad y conveniencia política de participar en la III Duma del Estado ruso, así como el resultado de las decisiones finalmente adoptadas al respecto, estaban presagiando el histórico final provisorio del POSDR en tanto organización con influencia en el movimiento obrero.

Si dejamos las cifras comparativas de la voluntad política que los explotados subliman en los comicios y en las instituciones políticas del Estado burgués, y vamos a la estadística de huelgas en la sociedad civil, donde la lucha de clases se muestra en estado sólido, podemos ver cómo fue evolucionando la correlación de fuerzas sociales en todo ese período. Según datos proporcionados por Pierre Broué en su obra: "El Partido bolchevique", en 1905 hubo en Rusia más de 2.750.000 huelguistas; en 1906 bajaron a 1.750.000; en 1907 a 750.000; en 1908 a 174.000; en 1909 a 64.000 y en 1910 a 50.000.

A mediados de febrero de 1907, en: "Sobre el momento actual de la revolución democrática" Lenin verifica que "la crisis económica por la que atraviesa Rusia no revela indicios de su próxima desaparición y continúa provocando desocupación en las ciudades y hambre en el campo", concluyendo a raíz de eso que "se agudiza la lucha de clases entre el proletariado y la burguesía, entre los terratenientes y el campesinado y también entre la burguesía campesina -sobornada por el gobierno- y los sectores más pobres del campo".

Cuando Lenin dice esto, el movimiento revolucionario daba claros síntomas de paulatina degradación política, y la agudización de la crisis económica, lejos de estimular a la unidad y a la lucha del movimiento obrero, lo dividía y debilitaba, facilitando que la reacción hiciera en él verdaderos estragos.. El éxito de la feroz ofensiva represiva de la autocracia en el poder, combinada sin duda con las ilusiones constitucionalistas paralizantes proyectadas sobre las masas por el juego electoral-parlamentario -sobre todo durante la segunda y tercera dumas- sólo se explica a la luz del claro retroceso revolucionario desde la derrota de la insurrección de diciembre en 1905. Esto acabó por reconocerlo Lenin sólo siete meses después de haber afirmado todo lo contrario, cuando en ese tiempo nada permitía inferir que las condiciones objetivas y subjetivas en Rusia hubieran cambiado:

<<El viraje en el desarrollo de la lucha se inicia con la derrota de la insurrección de diciembre. Paso a paso, la contrarrevolución emprende la ofensiva a medida que se debilita la lucha de las masas. En la época de la I Duma, esta lucha se expresaba aún muy considerablemente en la intensificación del movimiento campesino, en la amplia destrucción de los nidos de los terratenientes feudales y en toda una serie de sublevaciones de soldados. Entonces la reacción atacaba lentamente, sin decidirse de una vez a dar un golpe de Estado. Tan sólo después de aplastadas las sublevaciones de Sveaborg y de Kronstadt en julio de 1906, la reacción se hace más atrevida, restablece el régimen de los consejos de guerra, sumarísimos, empieza a escamotear el derecho electoral (las aclaraciones senatoriales) y, por último, se lanza definitivamente al asedio policíaco de la II Duma y demuele por entero la ponderada Constitución. Todas las organizaciones de masas espontáneas y libres fueron sustituidas en esa época por la "lucha legal" en el marco de la Constitución policíaca interpretada por los Dubasovs y los Stolypins. La primacía de la socialdemocracia fue reemplazada por la preponderancia de los demócratas-constitucionalistas, que dominaban en las dos Dumas. El período de descenso del movimiento de masas fue el período de mayor esplendor del partido demócrata constitucionalista, que explotó este descenso presentándose como "luchador" por la Constitución. El partido de los demócratas-constitucionalistas hizo todos los esfuerzos para inculcar en el pueblo fe en esa Constitución y propugnó que era necesario limitarse precisamente a la lucha "parlamentaria">> (V.I. Lenin: "Revolución y contrarrevolución" 20 de octubre de 1907)

Lenin dice esto en medio de una represión que alcanza a numerosos comités del POSDR, la moral de los asalariados se deteriora aun más y muchos miembros del partido abandonan la militancia. En tales circunstancias, Lenin propuso participar en la III Duma del Estado, con la ley electoral más reaccionaria y favorable a los intereses de la camarilla autocrática compuesta por la burocracia centurionegrista y la nobleza terrateniente.

Los argumentos a favor de esta decisión fueron expuestos por Lenin en su folleto titulado "Contra el Boicot" (Junio de 1907). Jugando con el polisentido de la palabra ilusión desde la I Duma, Lenin distinguió entre la situación objetiva que presidió el periodo del "viraje constitucional" durante las dos primeras Dumas del Estado, y la situación que prevaleció en la III. Refiriéndose al primer período dice que:

<<Ahora aparece ante nosotros con todos sus rasgos el período de las ilusiones constitucionales, el período de la Primera y la Segunda Dumas, y ya no resulta difícil comprender el significado de la lucha de entonces de los socialdemócratas revolucionarios contra tales ilusiones. Mas entonces, en 1905 y comienzos de 1906, esto no lo comprendían ni los liberales del campo burgués ni los mencheviques del campo proletario.

Pero el período de la I y II Duma fue, en todos los aspectos y en todos los sentidos, un período de ilusiones constitucionales (...) Los señores Dobásov y Stolypin, eran, al parecer, los hombres más poderosos de aquella época, y hacían todos los esfuerzos posibles para convertir las "ilusiones" en realidades. Las ilusiones resultaron ser ilusiones. (...) Pero no fueron solamente los Dubásovs y los Stolypins quienes trataron de poner en práctica la "Constitución". No eran sólo los lacayos demócratas-constitucionalistas quienes la ensalzaban y hacían serviles reverencias (...) No; durante aquél período y en mayor y menor grado, también las más amplias masas populares creían aun sin duda en la "Constitución", tenían fe en la Duma, a despecho de las advertencias de la socialdemocracia.

Puede decirse que el período de las ilusiones constitucionales de la revolución rusa fue un período de entusiasmo nacional por un fetiche burgués, semejante al entusiasmo que, a veces, sienten naciones enteras de Europa occidental por los fetiches burgueses del nacionalismo, el antisemitismo, el chovinismo, etc...>> (V.I. Lenin Op. Cit. III)

Pero el significado de la palabra ilusión no podía ser el mismo para los explotados rusos que para sus clases dominantes. Dada la total incapacidad de las clases gestoras del tinglado para satisfacer las aspiraciones básicas de los ilusionados por el ilusionismo de la Constitución, Lenin y los bolcheviques tenían claro que de la ilusión pasiva puesta por las clases subalternas rusas en la Constitución monárquico-liberal-policíaca y sus instituciones, no podía resultar más que eso: Esperanza renovada y represión. En cambio, la ilusión de los Dubásov y los Stolipin en la Constitución monárquica no sólo consistía precisamente en negar todo aquello por lo que, en el fondo, estaban ilusionados los obreros y campesinos, sino que era una ilusión activa, en tanto habían puesto en movimiento todos los medios materiales y humanos del Estado ruso para que esa fábrica de ilusiones que era la Constitución monárquica y el parlamento se convirtieran en realidad. ¿Para qué? Para cortar a los socialdemócratas el camino directo hacia la constitución burguesa y llevar a la sociedad por el camino de la alianza entre la burguesía y la nobleza expresada en la Constitución policíaca y la duma. De ahí el justo sentido de las palabras con que Lenin completó el párrafo que acabamos de citar:

<<...Y es un mérito de la socialdemocracia el no haber cedido al atolondramiento burgués (de las clases subalternas), el haber sido la única que en la época de las ilusiones constitucionales mantuvo constantemente desplegada la bandera de la lucha contra tales ilusiones>> (Ibíd. Lo entre paréntesis es nuestro)

Si el primer período se caracterizó por lo que Lenin consideró "viraje constitucionalista" provisional hacia las ilusiones que los explotados tenían puestas en las promesas de la Constitución policíaca, fue porque esas ilusiones estaban siendo eficazmente combatidas por un sector minoritario pero significativo de la población dirigido por los socialdemócratas revolucionarios. En esas circunstancias, para los bolcheviques el boicot a la duma estaba plenamente justificado. Pero cuando a despecho de la lucha de los sectores más conscientes de la sociedad el "viraje Constitucionalista-policiaco" se consolidó y el ilusionismo de la Constitución monárquico-policial se hizo, por tanto, realidad, Lenin admitió que, ante estas nuevas condiciones objetivas, -aunque se trataba de la más antidemocrática y policíaca de todas las que se habían convocado- el boicot a la III duma perdía todo sentido. Había de momento que pasar por combatir las ilusiones de las masas en el antro ilusionista.

Estar en condiciones de combatir las ilusiones de las masas en las promesas de laConstitución monárquico-liberal, cuando esas ilusiones y promesas sólo suponían un desvío provisional del camino más recto en dirección a la revolución democrático-revolucionaria, eso era lo que -a juicio de Lenin- justificaba el boicot. Una vez que ese desvío se mantiene y consolida porque las fuerzas revolucionarias se han debilitado y ya no pueden provocar situaciones como la huelga insurreccional de octubre o la insurrección de diciembre, entonces el boicot deja de tener sentido.

Y aquí se impone esta pregunta: ¿por qué en esas circunstancias Lenin decide participar en la III Duma? Porque considera que las condiciones que llevaron a la situación revolucionaria abierta el 9 de enero de 1905 se mantenían, porque seguía pensando que el POSDR tenía capacidad y vigor suficientes como para volver a cambiar la correlación de fuerzas políticas y reconducir el proceso hacia la revolución burguesa por el camino más corto, el más favorable a la estrategia de la revolución socialista, aun obligado a hacerlo, de momento, en las instituciones del enemigo:

<<Si se compara desde este punto de vista, el otoño de 1907 con el de 1905, habría de llegarse necesariamente a la conclusión de que no tenemos motivo para proclamar ahora el boicot (...) El viraje constitucional monárquico de la historia no era entonces más que una promesa policíaca. Ahora es un hecho. No querer reconocer este hecho sería demostrar un temor ridículo a la verdad. Y deducir del reconocimiento de este hecho que la revolución rusa ha terminado sería un error. No, aun no hay datos que permitan hacer esta deducción. Los marxistas tienen el deber de luchar por el camino revolucionario directo del desarrollo cuando esa lucha viene prescrita por las condiciones objetivas, pero ello no significa, lo repetimos, que no debamos tener en cuenta el viraje zigzagueante que ya es un hecho concreto.>> (Op. Cit. III)

Según dijo en el "Informe sobre la III duma del Estado" ante la conferencia de la organización de San Petersburgo del POSDR (19 de noviembre de 1907), su táctica declarada de participar en las instituciones autocráticas consistió en "preservar" a la minoría en la Duma, esto es, utilizarla como tribuna para desenmascarar y denunciar la política reaccionaria del régimen y seguir difundiendo "entre las más amplias masas populares la idea de la Asamblea Constituyente de todo el pueblo, elegida sobre la base del sufragio universal, con la finalidad de volver a transformar toda la presión social que la crisis ejerce al interior de la caldera del sistema, en acción política directa para retomar el camino recto hacia la revolución democrático-burguesa:

<<La composición y la actividad de la III Duma prometen proveer a la socialdemocracia de un abundante y magnífico material de agitación, que deberá ser utilizado contra el gobierno ultrarreaccionario, los terratenientes descaradamente feudales, los octubristas y, también, contra los demócratas-constitucionalistas. (...) En cuanto a lo de "preservar" a la minoría, el informante dijo: en efecto, hay que preservar a la minoría. Más ¿para qué?. Solo para que en la duma enarbole la bandera de la socialdemocracia, sólo para combatir intransigentemente en ella a los contrarrevolucionarios de todo género y matiz, empezando por los de la "Unión del Pueblo Ruso y terminando por los demócratas-constitucionalistas. Pero en ningún caso para que apoye a los octubristas "de izquierda">> (Op.cit.)

En realidad, el propósito inconfesado de Lenin consistió en "preservar" el espíritu objetivo del partido dando a sus militantes un referente político de lucha y una actividad que había casi desaparecido de las calles, fábricas y campos de Rusia. Trataba de contrarrestar el incipiente vaciamiento social de sus organizaciones.

<<Derrotado en el alzamiento de diciembre de 1905, el proletariado pasa dos años -años que, si bien viven todavía el impulso revolucionario como la estadística de huelgas revela, son ya, a pesar de todo, años de reflujo- haciendo esfuerzos heroicos por mantener una parte, al menos, de las posiciones conquistadas. Los cuatro años que siguen (1908-1911) se reflejan en el espejo de la estadística de huelgas como años de contrarrevolución triunfante.>> (L.D. Trotsky: "Historia de la revolución rusa" Cap. II)

Esta realidad se hizo más ostensible en 1908 y fue reconocida por Lenin en enero de 1909, recién acabada la Conferencia nacional del POSDR celebrada en París entre el 21 y el 27 de diciembre de 1908. Aquí es donde Lenin por primera vez admite que la situación revolucionaria es cosa del pasado y que el "triunfo de la contrarrevolución" es un hecho:

<<Queda atrás un año de decaimiento, de confusión ideológica y política, un año de desorientación del partido. Todas las organizaciones del partido han visto reducidos sus efectivos, y algunas -precisamente las que contaban con un número menor de proletarios- se han venido abajo.>> (V.I. Lenin: "En Ruta")

Allí habla Lenin de la crisis del partido provocada por el abandono de numerosos integrantes, los más débiles ideológica y políticamente, "elementos intelectuales y pequeñoburgueses vacilantes" que abandonaban el partido. Lenin a esto le llamaba "depuración" y en el sentido organizativo revolucionario más estricto lo era, pero determinada por voluntad política expresa sino por el retroceso ideológico y político de la sociedad. En semejantes condiciones y a juzgar por sus resultados, no parece haber sido esta, pues, una táctica que mereciera haber tenido tanta trascendencia en la historia del movimiento obrero políticamente organizado. Empezando por la sangría que supuso en lo inmediato el alejamiento de la fracción de los llamados "otsovistas" partidarios del boicot a la III Duma. Y porque, como veremos enseguida, tampoco pudo evitar la ruptura por la derecha con los mencheviques, que venían empujando para arrastrar al POSDR hacia la lucha legal.

Según el relato de Pierre Broué, en Moscú la organización contaba en 1907 con varios millares de efectivos; hacia el final de 1908 quedaban 500 y sólo 150 a fines de 1909. En 1910 la organización en esa ciudad había dejado de existir, mientras que en el conjunto del país los militantes pasaron de casi 100.000 a menos de 10.000. (Cfr. Op.cit. Cap. II). Pensar que esta sangría partidaria hubiera sido mayor de no mediar la participación del POSDR en las instituciones de Estado, nos parece un ejercicio de imaginación -muy condicionado por la indiscutible autoridad intelectual y política de Lenin- que dice muy poco en favor del respeto por la verdad histórica. Y cabe decir aquí que, de esta táctica, Lenin nunca esperó más que réditos "modestos", y que fueron quienes le sucedieron en el poder al frente de los destinos de la URSS -falseando por completo la esencia de su pensamiento- los que desde hace mucho se han venido encargando de magnificar los efectos políticos supuestamente revolucionarios de la táctica parlamentaria, cualesquiera sean las condiciones objetivas y subjetivas históricamente determinadas de la lucha de clases. Y muchos de nosotros más de una vez fuimos y, al parecer, seguimos siendo víctimas propicias de esa burda falsificación sin advertirlo.

Confirmando que el hilo se corta por lo más delgado, durante ese período (1907-1909), la línea leninista de reforzar actividad legal y semilegal del POSDR, no pudo evitar que los mencheviques se sumaran a las fuerzas centrífugas de la "zigzagueante" contrarrevolución en marcha al interior del partido, desarrollando la tendencia que Lenin denominó "liquidacionista", consistente en reemplazar la acción directa del partido sobre la sociedad civil, por el criterio de hacer política a instancias del parlamento en alianza con la burguesía liberal, renunciando así al programa, a la táctica y al concepto de organización que había dado sentido al POSDR hasta ese momento. Con esta movida los mencheviques confirmaron que la fuerza política de sus argumentos estaba en el triunfo de la contrarrevolución, en el retroceso ideológico y político de las masas. Y contra la momentánea hegemonía de esas posiciones nada pudo entonces ni puede hacerse en semejantes circunstancias. Sólo resistir tenazmente a las presiones del nuevo ambiente reaccionario y seguir en la misma línea revolucionaria, contribuyendo en soledad a que cambien las condiciones subjetivas. Esto es lo que hizo Lenin junto a la minoría consciente del partido.

La tarea fundamental de los revolucionarios es
"fundir la teoría revolucionaria con el movimiento obrero espontáneo"

Si -como decían Marx y Engels- el materialismo histórico es una guía para la acción política del proletariado, y el partido revolucionario es la expresión orgánica del materialismo histórico aplicado a la lucha de clases, cuando las masas se desmovilizan, el partido, si es que no deja de existir se aletarga y las ideas marxistas desaparecen incluso de las bibliotecas. E insistimos en que vanguardia revolucionaria es un calificativo que sólo merecen quienes demuestran ser capaces de mantener la continuidad teórica y política del marxismo dentro de la necesaria discontinuidad de la lucha de clases.

Este fue precisamente el tema que expuso Lenin el 23 de diciembre de 1910 en: "Acerca de algunas particularidades del desarrollo histórico del marxismo". Allí Lenin sistematiza el valor de la teoría revolucionaria dividiéndola en dos partes necesariamentecomplementarias y conexas. La parte del materialismo histórico referida a la base material de la sociedad, y la parte que compete al arte político de intervenir en la lucha de clases. La primera parte pasa en la sociedad moderna por comprender las leyes que presiden el movimiento del sistema capitalista, para luego aplicar estas leyes a la sociedad de un determinado país y dilucidar así la correlación fundamental de fuerzas sociales que determinan rigurosamente las tareas fundamentales correspondientes. Estas tareas son dos:

1.        Determinar el carácter de la revolución según los cambios en la tendencia general del movimiento económico en la sociedad.

2.        Prever aproximadamente los movimientos cíclicos particulares que condicionan la correlación política de fuerzas en cada período.

Supuesta la determinación del carácter de la revolución y la fase del ciclo por el que atraviesa el movimiento económico general, la segunda parte del materialismo histórico o teoría revolucionaria referida al arte político de hacer la revolución según la correlación política de fuerzas en cada momento, determina las tareas políticas inmediatas, que surgen de aplicar las conclusiones descritas en el punto 2 de las tareas fundamentales, al estudio de la situación política concreta de la sociedad en cada período. Para este estudio es indispensable recurrir al auxilio de la memoria histórica del movimiento, que aparece compendiada teóricamente en la obra donde sus más altos exponentes ideológicos y políticos dejaron testimonio de su propia praxis revolucionaria que, como la propia palabra lo indica (actividad consciente) no debe confundirse con la simple experiencia, porque lleva implícita la aplicación de la teoría revolucionaria a los hechos precedentes. Por ejemplo, el hecho de que Lenin haya podido prever el golpe de Kornilov en 1907, fue posible tras haber asimilado concienzudamente el concepto de "bonapartismo" que Marx expuso medio siglo antes en "El 18 Brumario de Luis Bonaparte", analizando lo acaecido en aquél período de la historia moderna para aplicarlo a la lucha de clases en el curso de 1905/1907. Y esto no hace más que confirmar lo que todos nosotros insistimos en repetir siguiendo a Lenin, en el sentido de que "sin teoría revolucionaria no puede haber práctica revolucionaria".

Por último, tanto las tareas fundamentales como las tareas políticas inmediatas de la vanguardia revolucionaria organizada, están o deben estar atravesadas por la tarea irrenunciable y permanente de educación política de las masas, imprescindible tanto en el período de construcción del partido como en los momentos de dirigir el movimiento hacia la toma del poder y la construcción del socialismo.

Y en esa misma obra Lenin profundiza respecto de las tareas políticas inmediatas y directas de los revolucionarios determinadas por la situación política en distintos períodos de la lucha de clases, que es lo que aquí nos interesa desarrollar. Tomando como ejemplo lo sucedido entre diciembre de 1905 y el verano de 1910, Lenin dividió ese lapso de tiempo en dos trienios netamente diferenciados por el ritmo de la lucha de clases: uno, que termina hacia el verano de 1907; el otro, en el verano de 1910. El primer trienio se distinguió por rápidos cambios en los rasgos fundamentales del régimen político de Rusia, donde la marcha de estos cambios políticos fue muy desigual y la amplitud de las oscilaciones en ambos bandos fue muy grande.

<<La base económica y social de estos cambios de la "superestructura" fue la acción de todas las clases de la sociedad rusa en los terrenos más diversos (actividad en la Duma y fuera de la Duma, prensa, asociaciones, reuniones, etc.), una acción tan abierta, imponente y masiva como pocas veces registra la historia.>> (V.I. Lenin Op. Cit.)

Por el contrario, el segundo trienio se distinguió por una evolución tan lenta en la situación política -bajo dominio de la autocracia- que casi equivale al estancamiento. Ningún cambio más o menos apreciable en el régimen político. Y aquí Lenin se puso a observar los hechos vividos desde una perspectiva distinta. Ya que se trataba de analizar el efecto de las cambiantes correlaciones políticas de fuerzas determinadas por los bruscos virajes de la historia sobre el desarrollo del marxismo en tanto teoría, y dado que la intelectualidad en general no podía ser por entonces más que de extracción social burguesa y pequeñoburguesa, Lenin volvió sobre aquellos seis años de revolución para observarlos ahora desde esa perspectiva social extraproletaria.

Y si tal como hemos visto, la diferencia entre ambos períodos consistió en que, durante el primero las fuerzas en pugna trataban de decidir no si la historia iba hacia el capitalismo sino cómo, por qué camino y a qué velocidad, Lenin observó que en esto la burguesía apareció dividida:

<<La burguesía media y grande, situada en una posición de un liberalismo más o menos moderado, temía, por su propia posición de clase, los cambios bruscos y trataba de conservar restos considerables de las viejas instituciones, tanto en el régimen agrario como en la "superestructura" política. La pequeña burguesía rural, entrelazada con el campesinado que vive "del trabajo de sus manos", debía aspirar forzosamente a otro género de transformaciones burguesas, en las que quedase mucho menos sitio a las supervivencias medievales.>> (Ibíd)

El proletariado revolucionario, naturalmente, debió tener -y tuvo en el pensamiento y la acción política de Lenin- un lugar destacado en cuanto a la elaboración de la táctica y de la política de alianzas, obviamente durante el primer trienio. De hecho, un capítulo destacado de la táctica de la socialdemocracia revolucionaria con arreglo a su estrategia de acelerar el desarrollo capitalista eliminando todas las trabas del feudalismo, consistió en exacerbar en todo lo posible esta contradicción entre la pequeñoburguesía rural y la burguesía media y grande. Tanto como para debilitar la tendencia objetiva de la burguesía liberal a la conformación del bloque histórico de poder con la nobleza, cuya expresión política e institucional ya ensayada en Europa[2] era la monarquía constitucional. El viraje por el camino constitucional-policiaco de las tres Dumas del Estado ruso tras la insurrección de diciembre iba precisamente en dirección del cumplimiento de ese ideal político de la gran burguesía liberal. Por el contrario, durante todo el primer trienio de ese período, los bolcheviques pugnaron porque la crisis revolucionaria no se resolviera en monarquía constitucional. Lenin decía : Según lo indica la correlación de fuerzas sociales fundamentales determinada por el desarrollo económico, vamos inevitablemente hacia el capitalismo. Pero dada la debilidad y cobardía de la burguesía rusa -que sus homólogas europeas demostraron en 1848- es el proletariado quien debe encargarse de las tareas propias de la revolución burguesa. Y esas tareas fundamentales se resumían en la consigna de lucha por la "dictadura democrática de los obreros y los campesinos".

En el segundo trienio, la disputa entre estas dos fuerzas políticas por la forma de gobierno y las clases sociales que deberían protagonizar el desarrollo burgués de Rusia, dejó momentáneamente de ser un problema, porque ambas tendencias fueron aplastadas por la autocracia. El choque entre los dos métodos para transformar lo ya caduco, dejó paso a la total pérdida de fe en cualquier transformación; el espíritu de lucha fue sustituido por el de "sumisión" y "arrepentimiento" y la vocación política se ahogó en "la pasión por las doctrinas antisociales", por "la moda del misticismo, etc."

En su biografía de Lenin, David Schub ratifica esta observación de Lenin:

<<Dentro de Rusia decaían la fe y el entusiasmo de los primeros revolucionarios "profesionales" y de los estudiantes. Bajo la férula del presidente Stolypin, el gobernante que mejor supo ganarse la confianza del Zar, se inició el reflujo de la marea revolucionaria. La III Duma, gracias a los retoques efectuados en la ley electoral antes de su constitución, para imponer nuevas restricciones discriminatorias al sufragio, resultó mucho más conservadora que sus predecesoras. Y la mano de hierro de Stolypin dirigió una represión implacable y eficaz de las actividades revolucionarias y terroristas. Intelectuales y obreros desertaban, decepcionados, de las filas de la subversión para refugiarse en la ciencia, la religión o la filosofía; otros cambiaron el ascetismo revolucionario por un libertinaje desenfrenado; no pocos desembocaron en el suicidio. Los círculos revolucionarios, que pocos años antes habían alcanzado tan brillante notoriedad, degeneraron en "ligas de suicidas", "clubes de amor" y otras formas de evasión cívica.>> (David Schub: "Lenin" T. 1 Cap.6)

Lenin, cuya sólida conciencia de clase -basada en un profundo conocimiento científico de la realidad capitalista- le permitió sobreponerse a la emergente situación contrarrevolucionaria, pero no dejó sin embargo de acusar sus efectos. En Suiza, donde volvió en enero de 1908 como exiliado político, según cuenta su mujer todos los días iba a la biblioteca, pero, "por las tardes no sabíamos qué hacer (...) añorábamos la compañía de otros seres humanos. Él se ocupaba de algunas publicaciones bolcheviques, como el periódico Proletari, con cuya marcha no se sentía satisfecho. Caminando por las calles desiertas de Ginebra, un día de esas semanas de indecisión y pesimismo, me dijo: "Tengo la impresión de haber venido aquí para que me entierren." (Cfr. Krupskaya: "Recuerdos de Lenin"). Nada de eso. Según cuenta Michael Futrell en "Northern Underground" citado porStefan T. Possony, entre octubre de 1908 y noviembre de 1909, un total de 4.000 ejemplares de la publicación "Proletari" fueron enviados por correo desde Copenhague a 84 direcciones en 56 ciudades rusas. (Cfr. Stefan T. Possony: "Lenin" 125. En el extranjero)

Dos años después, cavilando acerca de los devastadores efectos del "cambio sorprendentemente brusco" entre el alza y el reflujo de la revolución, Lenin decía que todo aquello no fue producto "de la sola presión exterior", sino de la debilidad teórica del movimiento y del partido. Y explica que durante el primer trienio la revolución había devorado a capas de la población que, hasta entonces, habían vivido completamente ajenas a la política "durante generaciones enteras, durante siglos". Así surgió y se extendió el interés por abrevar en la concepción del mundo marxista, por "el nuevo estudio de los problemas políticos fundamentales, el nuevo interés por la teoría, por su abc, por su estudio desde las primeras nociones".

Tras el domingo sangriento de enero de 1905, los asalariados rusos recuperaron su ser por sí mismos despertando súbitamente de un "largo sueño" embrutecedor, pero seguidamente, perplejos ante problemas importantísimos que no supieron cómo resolver, no pudieron avanzar sin ser interrumpidos, obligados desde el segundo trienio a "retornar a las cuestiones elementales" procediendo a una nueva preparación "que les ayudara a digerirenseñanzas" de unos acontecimientos sin precedentes, para "poner a una masa incomparablemente más amplia en condiciones de avanzar de nuevo, pero ya de un modo mucho más seguro, mas consciente, con mayor confianza y con mayor consecuencia":

<<La dialéctica del desarrollo histórico ha sido tal, que en el primer período estaba a la orden del día la realización de transformaciones inmediatas en todos los aspectos de la vida del país,y, en el segundo, el estudio de la experiencia adquirida, su asimilación por capas más amplias, su penetración, si se puede expresar así, en el subsuelo, en las filas atrasadas de las diferentes clases.>> (V.I. Lenin: Op.cit.)

"El estudio de la experiencia adquirida". Estas palabras debieran golpearcomo timbales la conciencia de muchos autoproclamados marxistas, para quienes la memoria histórica es poco más que pura cronología y se sienten vanguardia revolucionaria de la clase obrera sólo porque todavía dirigen -o alguna vez lo han hecho- a una porción más o menos significativa del movimiento.

En realidad, exceptuando los relativamente breves períodos de actuación de la Liga de los Comunistas" y del "Partido bolchevique", sería una falsedad decir que el marxismo ha sido patrimonio importante del movimiento obrero políticamente organizado, y más falso aun es afirmar que se le sigue atribuyendo algún valor político. De hecho, todos los partidos y demás organizaciones con un número superior a 500 miembros que se siguen embanderando en el marxismo, nada tienen que ver ni con la concepción del mundo ni con el método de análisis político marxista.

No hay más que consultar la correspondencia de Marx y su mujer con Kugelmann, para comprobar los plagios y las groseras falsificaciones que Lassalle hacía de su pensamiento; cómo aderezaba con un falso materialismo histórico los acuerdos que cocinaba con Bismarck para integrar al proletariado alemán en el Estado de ese país, tarea que continuó y completó en toda Europa la II Internacional, a despecho de la tan desesperada como infructuosa lucha ideológica de Marx y Engels por impedirlo. Tras el breve intervalo de la revolución de octubre, la tarea destructiva del marxismo al interior del movimiento obrero internacional, fue completada con gran eficacia por los regímenes imperantes en la URSS y China, dado que consiguieron aparecer ante casi todos los asalariados del mundo como continuadores de las conquistas revolucionarias en esos dos grandes países y como albaceas testamentarios de Marx, Engels y Lenin, cuyo patrimonio ideológico y político asignaron en propiedad hereditaria a los "camaradas" Joseph Stalin y Mao Tse Tung para que lo dilapiden, como -según veremos enseguida- ese ha sido el caso.

En nuestro reciente trabajo crítico de los fundamentos y trayectoria política de la IVª Internacional, explicamos cómo desde la segunda postguerra mundial, en virtud del método y criterio organizativo de no dejar espacio en los partidos comunistas, ni para la formación teórica marxista ni para el debate ideológico libre entre sus militantes, el stalinismo consiguió que el "desarrollo" del materialismo histórico dejara de estar condicionado por los flujos y reflujos de la lucha de clases. Para ello puso en manos de la burguesía internacional todo el patrimonio ideológico y político usurpado que Marx, Engels y Lenin legaron al movimiento obrero:

<<Como producto de la síntesis histórica entre la parálisis de toda discusión al interior del movimiento obrero políticamente organizado y la onda larga expansiva del capitalismo de la segunda post guerra mundial, la tarea de formación teórica y debate de los problemas políticos del movimiento obrero se trasladó a los aparatos ideológicos de la burguesía internacional. Esto tuvo especial incidencia en los países altamente desarrollados y de desarrollo medio, donde, por exigencia del desarrollo de la fuerza productiva del trabajo en el nuevo marco de la acumulación capitalista expansiva de post guerra, la enseñanza técnica superior -incluidas las técnicas de control social- dejaron de ser algo sólo accesible a una relativa minoría social y las universidades privadas de élites perdieron importancia estratégica frente a las universidades públicas de masas. No por menos ponderado, el hecho de eliminar toda disidencia política y discusión teórica al interior de los PC reconvertidos, ha dejado de ser uno de los más valiosos servicios que la burocracia stalinista ofreció en bandeja a la burguesía internacional.

Así fue cómo en las universidades del sistema, el pensamiento de Marx fue materia prima para la fabricación de un subproducto ideológico llamado "neomarxismo". La tarea principal de esta trasmutación ideológica corrió principalmente a cargo de las escuelas americana y europea de marxismo con sede en las universidades de Harvard y Francfort respectivamente, la primera fundada por Sweezy en colaboración con Baran, la segunda por Pollock y adláteres como Horkheimer, Adorno y Marcuse. Desde la década de los cincuenta hasta hoy, principalmente a instancias del neomarxismo, las universidades del sistema fueron la única fuente sustancial en que abrevaron todos los partidos de la llamada "izquierda" con influencia de masas obreras en el mundo entero. Y desde luego que a este influjo no ha escapado la IVa Internacional. De hecho, el Pablismo fue un subproducto político de las tesis burguesas acerca de la pretendida integración definitiva del proletariado en el sistema capitalista: la escuela de Harvard teorizando sobre la hipotética capacidad económica de la burguesía monopólica para garantizar la producción del plusvalor sin solución de continuidad; la de Frankfort pontificando sobre la no menos presunta imposibilidad absoluta de que las clases subalternas en la etapa monopólica del capitalismo puedan trascender políticamente "la tiranía de la racionalidad tecnológica", poder que -según parece- los pablistas hicieron extensivo al sistema soviético stalinista. De otro modo no hubieran podido explicar la proposición de sustituir la dialéctica internacional entre burguesía y proletariado por la contradicción global entre USA y URSS.>> ("El GPM ante el intento de resucitar la IVª Internacional")

Así es como a partir de la década de los sesenta han empezado a salir de fábrica los nuevos dirigentes de la llamada "izquierda revolucionaria". Ayunos por completo de voluntad política para asimilar los fundamentos más generales y abstractos del marxismo -única forma de poder pensar críticamente la práctica pretérita del movimiento, sobre todo la suya propia- una parte minoritaria de esta vanguardia autoproclamada -aun suponiendo que no sea su caso- se han venido comportando como quienes hacen política por puros intereses personales, que ante bruscos virajes en las condiciones políticas, no cambian la jerarquización de las tareas manteniendo los principios, sino que adecuan los principios al cambio en las condiciones políticas. Por eso es que se niegan a examinar la realidad global resultante, empezando por someter a debate y averiguar si las nuevas condiciones políticas han modificado la correlación fundamental de fuerzas sociales, esto es, si el movimiento económico mantiene o no la misma tendencia general: por ejemplo, como hicieron los bolcheviques ante el reflujo de la revolución de 1905, que se pusieron a averiguar si, como consecuencia de la contrarrevolución autocrática triunfante, el movimiento económico de la sociedad rusa había detenido o invertido la tendencia objetiva de su curso económico anterior, esto es, si las relaciones sociales capitalistas se estancaban o retrocedían frente a las relaciones sociales feudales remanentes, como ya había ocurrido en Europa durante la llamada Santa Alianza que acabó en la primera década del siglo XIX con el imperio napoleónico. Dilucidar esta cuestiónuna vez pasada la marea revolucionaria, según Lenin en 1909, era especialmente importante, porque si el cambio en la situación política hubiera efectivamente detenido o invertido la tendencia económica hacia el capitalismo, esto es, la correlación de fuerzas sociales favorable al capitalismo, la estrategia de poder expresada en la "dictadura democrática del proletariado y los campesinos" podría estar perdiendo actualidad política y eso cambia el carácter y la jerarquía, tanto de las tareas fundamentales como de las tareas inmediatas de los revolucionarios.

Pues bien, a la inmensa mayoría de los dirigentes "revolucionarios" del movimiento obrero políticamente organizado, todo esto de considerar la correlación de fuerzas sociales y políticas entre las clases fundamentales es algo que les trae al pairo. A ellos les basta con adecuar la línea general de sus tareas militantes a la política del día, a las cambiantes condiciones de la lucha de clases, especialmente a la que se opera entre las distintas fracciones de la burguesía. Esto es así, sencillamente porque carecen de tareas fundamentales, dado que los "fundamentos" políticos de su acción no están en la estructura económico-social de la sociedad, sino en la superestructura política.

Y el caso es que si procedieran como Marx y Lenin, si tuvieran realmente tareas políticas fundamentales e inmediatas vinculadas por la teoría revolucionaria con el movimiento económico de la sociedad, con las condiciones objetivas, tendrían que darle un valor primordial a la teoría revolucionaria; porque esa, nuestra teoría -el materialismo histórico- aplicada a la realidad económica y política, es la que permite determinar con certidumbre las tareas fundamentales e inmediatas que hacen a una práctica revolucionaria consecuente y eficaz. De proceder según esta metodología política, los empíricos del movimiento autoproclamados marxistas no disolverían a Marx en Hume; no falsificaríanel sentido materialista histórico de la segunda "Tesis sobre Feüerbach" para reclamar "libertad" política de movimientos respecto de la teoría revolucionaria en nombre de la "práctica", como si la teoría en general no formara parte de la práctica social a igual título que la práctica política; No podrían independizar sus tareas políticas inmediatas o tácticas de las tareas políticas fundamentales o estratégicas. Es que de proceder políticamente según la indagación teórica de la realidad, les estaría vedado consagrarse a la "política del día", supeditando las tareas militantes y los principios que las sustentan a las cambiantes condiciones políticas; no podrían, en fin, reducir en la práctica su estrategia a pura y simple táctica, donde el movimiento lo es todo y la meta final no es nada, que tal es la esencia del oportunismo.

Los oportunistas que se llenan la boca mencionando a Marx y a Lenin, desprecian y odian la teoría marxista. La desprecian porque no sirve a sus fines; porque para hacer la política que a ellos les apetece -esa "pequeña política" de que hablaba Gramsci, estrechamente ligada en todo momento a las cuestiones del poder en la vida diaria, la política práctica, "concretita", consistente en obtener resultados tangibles en todo momento- para eso no necesitan perder el tiempo en determinar científicamente las condiciones objetivas de la lucha de clases. Por eso desprecian la teoría. Y la odian, porque pone al desnudo lo que ellos son en el sentido de que si no saben lo que es tener tareas fundamentales que cumplir, es porque, en realidad, según su noción de la "práctica" como criterio absoluto de verdad, no quieren cambiar fundamentalmente nada -o nada fundamental- de la realidad actual en que viven:

<<Y esto es muy natural, pues, nuestra "teoría", es decir, los principios del socialismo científico, establece líneas marcadísimas para la actividad práctica, tanto con respecto a los fines, como a los medios de lucha a emplear y la forma de combatir. Por ello muéstrase en aquellos que no pretenden conseguir más que resultados prácticos, la tendencia natural a pedir libertad de movimientos, esto es, a separar la teoría de la práctica, a independizarse de aquella. Porque esta teoría se vuelve contra ellos en todo momento>>(Rosa Luxemburgo: "Reforma o revolución" V)

En cuanto a los demás, esto es, las bases partidarias comandadas por esos "dirigentes prácticos" del movimiento, dado que en su vida jamás han oído hablar de tareas fundamentales que cumplir, una vez sorprendidos por las derrotas políticas estratégicas, al no poder ya protagonizar "hechos concretos" para conseguir resultados políticos tangibles e inmediatos, esto es, clientela política de un movimiento políticamente paralizado por la violenta reacción, casi todos ellos se van desmoralizados y hasta arrepentidos a su casa y recién retoman la cosa política práctica cuando se insinúa un nuevo movimiento de masas de magnitud. Y dado que durante ese tiempo no han hecho ningún "análisis de su experiencia adquirida" ni han asumido la tarea de educación política mediante la teoría -porque no han sido preparados para ello y a su corto entender les parece más inútil que antes- al reincorporarse no pueden dejar de hacerlo desde una perspectiva ideológica más deformada que cuando militaron por última vez; incluso ideológicamente más devaluada. Y naturalmente no se dan cuenta de que así están contribuyendo a que el movimiento agregue a su historia una derrota más, calcada de la que ellos mismos padecieron.

¿Por qué desde una perspectiva ideológica más devaluada que antes? Pues, porque, durante el reflujo, carentes del estímulo y la cohesión que suponen las masas en movimiento, permanecieron aislados, totalmente inactivos y por completo a espaldas del necesario "análisis de la experiencia adquirida"[3], a merced de la propaganda enemiga y de la vida civil y cívica misma hecha más que nunca a la media de los vencedores, tanto más destructora de la ya de por sí deforme y fragmentada memoria histórica personal y colectiva, cuanto más se prolonga lo que tarda en producirse un nuevo reanimamiento de las luchas sociales:

<<La "revisión de todos los valores" en las diversas esferas de la vida social ha conducido a la "revisión" de los fundamentos filosóficos más abstractos y generales del marxismo. La influencia de la filosofía burguesa en sus más diversos matices idealistas se deja sentir entre los marxistas en forma de epidemia machista. La repetición de "consignas" aprendidas de memoria, pero no comprendidas ni meditadas, ha conducido a una amplia difusión de la fraseología huera, concretada de hecho en tendencias que no tienen nada de marxistas, en tendencias pequeñoburguesas como el "otzovismo" abierto o tímido, o como el reconocimiento del "otzovismo" en calidad de "matiz legítimo" del marxismo.>> (Ibíd)

Seguimos en la explicación de las tareas fundamentales de los revolucionarios.¿En qué consisten estas tareas? A nuestro modo de interpretar el ejemplo militante de Marx, Engels, Lenin y Trotsky, en dos tareas; esas tareas son educar y dirigir políticamente a la vanguardia amplia del proletariado, lo cual quiere decir que ambas tareas sintetizan o se integran en una sola consigna genuinamente marxista: "fundir la teoría revolucionaria con el movimiento obrero espontáneo".

Ahora bien, la tarea fundamental de educar a los asalariados en los principios de la revolución o de difundir la cultura política revolucionaria entre ellos, consiste en contribuir a que comprendan la verdadera naturaleza de la sociedad en que viven, dado que nada que no se conozca en su verdadera naturaleza puede ser transformado en otra. Tal es el valor insustituible de la teoría revolucionaria que tanto desprecian los oportunistas. Quienes niegan de hecho la necesidad de la teoría, sobre todo en momentos como éste que estamos viviendo, digan lo que digan en realidad no contribuyen a transformar la sociedad capitalista sino sólo a reformarla. Esta tarea es irrenunciable y permanente cualesquiera sean las condiciones políticas de la lucha de clases. Decisiva a la hora de iniciar la construcción del partido revolucionario. E insistimos en que la eficacia de esta tarea está en relación directa con el más o menos extenso y profundo conocimiento científico de la realidad capitalista de quienes la realizan, así como de la mayor o menor capacidad de apelar a la memoria histórica del movimiento las veces que sea necesario, como en este caso, mal o bien, acabamos de hacer nosotros aquí con la experiencia revolucionaria de 1905 en Rusia.

Obviamente, la tarea fundamental de participar en una dirección política revolucionaria de masas, sólo empieza a ser de actualidad para los revolucionarios en el punto de inflexión entre las luchas económicas esporádicas exclusivamente defensivas y las luchas masivas ofensivas por la conquista de reivindicaciones que los explotados consideran necesarias, una situación en todo caso provocada por el movimiento económico de la sociedad. Esta tarea exige el más extenso y profundo conocimiento científico de la realidad política, social y económica a transformar junto a la más absoluta consustanciación con la memoria histórica de la lucha de clases en la sociedad moderna. En este punto es importante la previsión sobre los tiempos en el movimiento económico general y los movimientos coyunturales del capital ligados a la evolución de la tasa general de ganancia, ya que es sobre la evolución de estas condiciones objetivas que la dirección tiene la responsabilidad de lograr conducir con eficacia política las luchas tácticas del movimiento con arreglo a la estrategia revolucionaria. Esto es lo que, a grandes rasgos, queremos significar cuando decimos que los elementos de la vanguardia revolucionaria deben ser ante todo, científicos sociales.

Conclusión

1)       Que nos parece bien participar en la creación y desarrollo de un movimiento clasista independiente de los asalariados. Pero si, como parecen dar a interpretar tus palabras, "el paso" siguiente a la construcción de ese frente consiste en convertir a ese movimiento en partido, no nos parece que ése sea el método de construcción que redunde en beneficio del proceso revolucionario. Volvemos aquí sobre la idea de que la vanguardia revolucionaria tiene unas instancias de creación distintas a las del movimiento espontáneo de los asalariados, de lo contrario, esto es, si la vanguardia revolucionaria surgiera directamente del movimiento espontáneo, yano tendría sentido hablar de relación vanguardia-masa ni de la necesidad de un partido separado. Cierto que la magnitud social y proyección política de la vanguardia está íntimamente vinculada a la evolución necesariamente discontinua de la lucha de clases elemental o espontánea, a su intensidad y extensión. Pero el principio activo de su existencia no está en ese teatro de la realidad social sino en el desarrollo de la moderna ciencia social: el materialismo histórico. El partido revolucionario es el resultado necesario de la lucha ideológica de los intelectuales marxistas en el seno de la vanguardia política del proletariado, para ajustar el movimiento político de la sociedad a las leyes económicas que condicionan objetivamente la lucha de clases efectiva y real. Esto no ha cambiado. Lo que si ha cambiado respecto de los tiempos de Marx, Engels y Lenin, es que hoy día, el elevado nivel de instrucción medio del proletariado ya no justifica que la intelectualidad revolucionaria deba surgir de la burguesía y de la pequeñoburguesía. Más aun, es necesario que surja exclusivamente de la clase asalariada. A partir de este salto cualitativo, el partido revolucionario tiende a ser obrero no sólo por su extracción de clase mayoritaria en todas sus instancias de funcionamiento, sino porque el desarrollo de las fuerzas productivas capacita a los miembros de esa condición social para que sustituyan en el partido a los intelectuales de origen burgués y pequeñoburgués, pasando progresivamente a actuar como "intelectuales orgánicos" al más alto nivel científico. Pero su instancia orgánica de formacióny desarrollo teórico no puede estar en el movimiento obrero sindicalmente organizado sino en la organización revolucionaria. Otra cosa es proponer que los mejores elementos del Frente social obrero sean vistos como posibles candidatos a la formación teórica y política revolucionaria con vistas a integrar la organización revolucionaria. Pero esto a condición de que la organización revolucionaria compuesta por científicos sociales ya exista.
Una cosa es la independencia clasista de los asalariados, respecto de los sindicatos estatizados, y otra su independencia revolucionaria. Y esta última no es un simple problema de distinto nivel de conciencia sindical que se resuelve organizativamente en el ámbito de la lucha elemental de los explotados, es un problema teórico-político que sólo se resuelve organizativamente tras un debate en el ámbito de la lucha ideológica entre las distintas direcciones políticas que dividen al movimiento.

2)       Respecto de la idea de participar en las elecciones al parlamento burgués, ya hemos visto que Lenin se inclinó por esta opción tras haber concluido que Rusia pasaba no precisamente por un período de retroceso ideológico y desmovilización, como es el caso hoy. Llamó a participar en la II Duma en un intervalo de relativa calma en la lucha, aun cuando -según sus análisis- dentro de una situación de crisis revolucionaria, de cuasi doble poder, inducida sin duda por el POSDR integrado por más de 100.000 miembros con influencia de masas. Cuando las elecciones fueron convocadas por la autocracia, la burguesía y la nobleza buscaban consolidar ese momentáneo reflujo, convirtiendo en votos y discusiones parlamentarias la voluntad popular expresada directamente en las calles, campos y fábricas de Rusia. En tales circunstancias, los bolcheviques acudieron a la Duma para denunciar las ilusiones constitucionalistas tratando de contrarrestar la maniobra política del gobierno zarista especialmente dirigida a los sectores más atrasados de las masas rusas. Cuando los asalariados en general aceptan la disciplina laboral en condiciones de explotación compatibles con la continuidad de los negocios, como es el caso actual en general, en ausencia de minorías socialmente significativas que cuestionen políticamente al sistema con sus luchas porque el partido revolucionario no existe, la vanguardia amplia sin partido no está en condiciones de permear el discurso revolucionario. Bajo semejantes condiciones subjetivas, en medio de la completa desmovilización política de los explotados, la táctica de construir el partido revolucionario participando en los comicios con candidatos propios, en el más favorable de los resultados nos parece un esfuerzo militante baldío, una tarea completamente infructuosa desde el punto de vista de los objetivos propuestos.

3)       Engels decía que las elecciones burguesas son un barómetro de la lucha de clases. Esto es muy relativo, porque, dada la función objetiva de todo ese tinglado, los comicios no sólo miden la presión social sino que, al mismo tiempo, distorsionan y falsean lo que miden; un ejemplo de esto que decimos -a nuestro modo de ver- ocurrió durante la II Duma "izquierdista" del Estado ruso. La distorsión y el falseamiento llega, incluso,hasta el punto de invertir el significado político de la voluntad popular en el momento de su representación parlamentaria. Lenin se refirió muchas veces al soborno como medio eficaz de burlar la intención del voto ganador después de los comicios. Y está claro que a estas formas de gobierno que los poderes fácticos ejercen a la sombra del "Estado democrático de derecho", sólo pueden sobreponerse los candidatos electos de un partido revolucionario ya constituido y fuertemente cohesionado en torno al materialismo histórico, donde los candidatos eventualmente electos, además, no pueden dejar de sentir en ningún momento la presión política ejemplar de miles de abnegados compañeros de partido que luchan fuera de las instituciones burguesas por la misma causa que -se supone- pasan temporalmente a defender sus representantes dentro de ellas.

4)       Al recortarse de tal modo en el panorama político del país y a falta de una dirección revolucionaria, el hecho de que vuestra organización presente candidatos para acceder al parlamento hace suponer que aspira a llenar ese vacío de dirección revolucionaria. Y es de esperar que, por efecto de la "ilusión constitucionalista", no pocos asalariados clasistas, por simple conciencia negativa o rechazo a todo lo existente, empezarán depositando su confianza en la "nueva dirección": "Pero tan pronto como aparece, la dirección se eleva inevitablemente por encima de la clase y por este hecho se arriesga a sufrir la presión y la influencia de las demás clases" (L.D. Trotsky: "Clase, partido y dirección"). ¿Está en condiciones vuestra organización de soportar las presiones a que se verán sometidos los miembros de su pequeña organización en un momento de atraso ideológico y desmovilización revolucionaria de los asalariados en ese país?

En fin, que nosotros no vemos fundamento político racional para ser optimistas respecto de la táctica propuesta por vosotros Por eso pensamos que, de llevarla adelante, lo peor para seguir realizando eficazmente el proyecto revolucionario hasta ahora muy bien conducido por vosotros, sería obtener un resultado electoral exitoso que os estimule a mantener esa táctica, porque, como dijera hace ya años el socialdemócrata liberal Felipe González, "también se puede morir de éxito". Y "Dios" bien sabe que quisiéramos estar equivocados en este pronóstico.

Esperamos tu opinión. Un abrazo: GPM

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[1] Después de que la primera revolución había convertido a los campesinos semisiervos en

propietarios libres de su tierra, Napoleón [492] consolidó y reglamentó las condiciones bajo las cuales podrían explotar sin que nadie les molestase el suelo de Francia que se les acababa de asignar, satisfaciendo su afán juvenil de propiedad. Pero lo que hoy lleva a la ruina al campesino francés, es su misma parcela, la división del suelo, la forma de propiedad consolidada en Francia por Napoleón. Fueron precisamente las condiciones materiales las que convirtieron al campesino feudal francés en campesino parcelario y a Napoleón en emperador. Han bastado dos generaciones para engendrar este resultado inevitable: empeoramiento progresivo de la agricultura y endeudamiento progresivo del agricultor. La forma «napoleónica» de propiedad, que a comienzos del siglo XIX era la condición para la liberación y el enriquecimiento de la población campesina francesa, se ha desarrollado en el transcurso de este siglo como la ley de su esclavitud y de su pauperismo. (K.Marx: El 18 Brumario de Luis Bonaparte" VII)

  [2] La burguesía prusiana fue lanzada a las cumbres del poder, pero no como ella quería, mediante un arreglo pacífico con la corona, sino gracias a una revolución. Y por cuanto había sido un movimiento popular el que le había abierto el camino, no eran sus propios intereses, sino los intereses del pueblo lo que la burguesía prusiana tenía que defender ahora frente a la corona, es decir, frente a sí misma, pues a sus ojos la corona no representaba más que una pantalla por la gracia de Dios, tras que la que debían ocultarse sus propios intereses terrenales. La intangibilidad de sus propios intereses [142] y de las formas políticas correspondientes a dichos intereses debía significar, traducida al lenguaje constitucional, la intangibilidad de la corona. De aquí el entusiasmo de la burguesía alemana, y sobre todo de la prusiana, por una monarquía constitucional. Por eso, a pesar de que la revolución de Febrero y sus repercusiones en Alemania favorecían a la burguesía prusiana, pues pusieron en sus manos el timón del Estado, embrollaron sus cálculos, ya que su dominación estaba ligada ahora a unas condiciones que ella no quería ni podía cumplir. (K. Marx: "La burguesía y la contrarrevolución" Segundo artículo. Diciembre de 1848)

 [3] Por tanto, si hemos sido derrotados, no podemos hacer nada más que volver a empezar desde el comienzo. Y, por fortuna, la tregua, probablemente muy breve, que tenemos concedida entre el fin del primer acto y el principio del segundo acto del movimiento, nos brinda el tiempo preciso para realizar una labor de imperiosa necesidad: estudiar las causas que hicieron ineludibles tanto el reciente estallido revolucionario como la derrota de la revolución, causas que no deben buscarse ni en los móviles accidentales, ni en los méritos, ni en las faltas, ni en los errores o traiciones de algunos dirigentes, sino en todo el régimen social y en las condiciones de existencia de cada país afectado por la conmoción. (F. Engels: "Revolución y contrarrevolución en Alemania" I)