1.2 .- Cualidad y cantidad: medida

Todas las categorías que constituyen el desarrollo del ser cristalizan por efecto del devenir. Para devenir como tal, el pensamiento se vale de la realidad en forma de percepciones. Así la primera categoría del ser pensamiento determinada por su devenir es la cualidad, o "ser en sí".

La cualidad es algo concreto, algo que se percibe, algo que se toca, oye, huele o ve, es la síntesis de los sentidos. Mediante el principio activo del devenir contenido en la contradicción entre ser y nada, en cada momento de su desarrollo cada ser se niega a sí mismo dentro de sí mismo. Por ejemplo, el capital en su inmediatez, es una cualidad que se muestra como simple dinero; el dinero que crece en determinada medida susceptible de comprar fuerza de trabajo se niega a sí mismo para mostrarse como capital dentro de sí mismo bajo la forma de otra inmediatez social: el asalariado. Como se ve, según Hegel, el principio activo del devenir opera a instancias de la categoría de cantidad provocando el cambio de cualidad. De tal modo, el movimiento dialéctico conduce -por adición.- de la cualidad a la cantidad: cantidad extensiva o número y magnitud intensiva o grado. Se llega así a la medida, cantidad de la que depende el cambio cualitativo, la negación de un mismo ser, o de un ser "en sí mismo" dentro de sí mismo, de su inmediatez, a instancias de la cantidad. De este cambio de cantidad en cualidad, resulta el "ser para sí". En la naturaleza, el agua, por ejemplo, permanecerá en estado líquido o se trocará en hielo o vapor según su grado de temperatura. Cada uno de estos tres estados repele a los otros en tanto se distingue de ellos dándo pábulo al "ser para sí" de cada uno de ellos. Pero este "ser para sí" no cambia por eso su naturaleza, no deja de ser inmediatamente agua. Sólo es agua bajo otra forma del "ser en sí mismo", la forma del repelerse a sí mismo como cualidad, dentro de "sí mismo" como "otros de sí mismo", en este caso tres manifestaciones o estados físicos del agua como "seres en sí mismos", por los que, no obstante, el ser del agua permanece igual a sí mismo. Igualmente ocurre dentro de la misma relación social, relación de producción o "ser en sí" del patrón y el obrero. El "ser para sí" del proletariado es la negación o distinción de su patrón, pero no por eso dejan de ser ambos capital (el proletariado precisamente capital variable o salario); es la "conciencia" negativa o "instinto de clase" del proletariado, pero en tanto negación inmediata del capital dentro del capital, esto es, dentro de la relación D-M-D+d que reproduce al capital.

El cambio de cualidad o "instinto de clase" que propiamente manifiesta el capital como "otro de sí mismo", se verifica cuando el proletariado se rebela y rompe la disciplina laboral que le ata al patrón y lucha por mantener o mejorar sus condiciones de vida y de trabajo dentro de la misma relación. Y por supuesto que este cambio cualitativo del proletariado como "ser para sí", que se diferencia del capital dentro del capital, es la condición necesaria para el cambio revolucionario en su conciencia -como "conciencia de clase" o "autoconciencia" Pero este cambio no puede ocurrir por el simple aumento en el grado de su combatividad. De hecho, si esta mayor combatividad es desplegada por el mismo "ser para sí" del proletariado, por masas objetiva y subjetivamente dependientes del capital que se mueven por reivindicaciones inmediatas, incluso si son dirigidas por organizaciones políticas reformistas que solo pretenden un cambio cualitativo en la forma de manifestación del ser político o gobierno capitalista de la sociedad -quítate tu que me pongo yo y unas cuantas modificaciones más para que todo siga igual- por norma es del todo imposible que se opere en ellas ni un atisbo de cambio hacia la autoconciencia, sino bien al contrario. Porque en caso de que la ley del valor se vuelva incompatible con los proyectos reformistas, al tiempo que sus organizaciones impiden el cambio revolucionario al interior del ser social del proletariado que dirigen, en última instancia, el mayor grado de combatividad del "ser para sí" de los asalariados obliga a que la burguesía en su conjunto apele a su Estado para provocar un genocidio controlado que haga desaparecer momentaneamente al proletariado como "ser para sí", como un "otro" del capital dentro del capital, obligándole a replegarse "en sí mismo", es decir, como un objeto de la relación (D-M-D+d), en condiciones óptimas de funcionamiento, de lo cual resulta un retroceso en la forma de manifestación, esto es en la "no manifestación", en la postración, un cambio cualitativo al revés. Esto es lo que hubiera podido ocurrir en España de haber triunfado el "rupturismo revolucionario" con el franquismo desde la "cualidad" o conciencia política republicana. Es lo que ocurrió en Brasil tras la caída del Gobierno de Goulart en 1964, en Indonesia tras la "traición" de Sukarno a las ilusiones reformistas del PCI en 1965, en Bolivia, a principios de la década de los 70, en Chile el 11 de setiembre de 1973, en Argentina el 24 de marzo de 1976, lo mismo que el desenlace de la lucha de clases en Nicaragua, Guatemala y El Salvador durante la década de los ochenta y noventa del siglo pasado. Tal es la función objetiva del reformismo. Esto, al contrario de los que piensan que la historia se desarrolla de modo ininterrumpido o continuo, confiere al proceso social un carácter discontínuo o discreto, interrumpido, de marchas y contramarchas, tanto en lo que concierne a la lucha de clases en general, como al pasaje del "instinto de clase" en tanto "ser para sí" del proletariado dentro del capital -correspondiente a su lucha económica reivindicativa o política reformista-, como a su "conciencia de clase" o "autoconciencia", correspondiente a su lucha política por el poder de clase.

En el capítulo de su "Anti-Düring" titulado precisamente "Dialéctica. Cantidad y cualidad", Engels ofrece otros ejemplos que ilustran acerca de esta muy poco comprendida parte de la teoría hegeliana del ser. Pero en Marx hay muchos más. Así, mediante la mera adición cuantitativa de trabajo vivo sobre la misma materia prima, esta puede pasar a adoptar la forma de un valores de uso cualitativamente distintos. Del mismo modo, en la sociedad moderna, el cambio cualitativo entre las categorías del pequeño burgués y del burgués propiamente dicho depende de una medida socialmente determinada de capital acumulado. El cambio cualitativo del pequeño burgués al burgués propiamente dicho se produce cuando la masa de plusvalor acumulado permite al patrón independizarse de la producción directa para pasar a dirigirla. Pero ambas cualidades tienen la misma naturaleza social, explotan trabajo ajeno. Igualmente, dados los límites de la jornada de labor, que por razones biológicas no puede exceder de las 24 horas, su extensión tiene que alcanzar la medida en que provoca necesariamente un cambio cualitativo en las condiciones técnicas del trabajo, porque a partir de esa medida sólo es posible incrementar el plusvalor reduciendo el tiempo de trabajo necesario y, por tanto, el valor de los bienes que el trabjador colectivo necesita para reproducir su fuerza trabajo en condiciones óptimas para su explotación. Todos estos son "seres para sí", diferenciaciones del capital como ser "en si mismo". Es lo que Marx ha dado a conocer por "plusvalor relativo".

La implicancia política de más actualidad contenida en la dialéctica entre cantidad y cualidad se ha presentado en la reciente intervención de la OTAN en Yugoslavia, que muchos autoproclamados marxistas han pasado por alto. Esta dialéctica -dadas las nuevas condiciones del capitalismo mundial desde principios de siglo- es la que desde 1912 inspiró a Lenin y los bolcheviques frente al problema de la necesaria articulación política entre la autodeterminación nacional en los países dependientes y la revolución socialista internacional. Mientras la cantidad de capital acumulado en un país determinado no alcanza la medida que le permita apoderarse de la mayor parte de población explotable en un país determinado, esto es, mientras la masa de plusvalor disponible por los capitalistas residentes en ese territorio nacional no alcanza la medida suficiente como para acabar de operar el cambio económico-social cualitativo, consistente en transformar a los productores mercantiles simples (autónomos o por cuenta propia) en asalariados para la producción y acumulación de plusvalor, el Estado nacional es la forma política adecuada a la burguesía de ese país. En la etapa superior del capitalismo, cuando se ha completado la formación de los mercados internos en una mayoría de países y la cantidad de capital global acumulado excede en ellos a la población explotable, se llega a la medida que hace más y más irrersistible la tendencia objetiva al cambio cualitativo en la organización económica y política de la burgesía, que ahora pasa a operar al interior de fronteras mercantiles y superestructuras políticas multinacionales.

Ya el Estado nacional le queda pequeño al capital social global, porque se hace necesario un mercado mayor. Así que hay que eliminar las barreras de los estados nacionales. Estos cambios explican nuevas realidades como la CEE, el Mercosur, etc.

Esta tendencia al cambio cualitativo en la base material y en la superestructura del sistema -concretamente: a la unidad económica y política de la burguesía a nivel internacional- exige que los elementos más conscientes del movimiento proletario se propongan desde ya la tarea impostergable de contribuir a la unificación social, política y orgánica del proletariado también a nivel internacional. Tales fueron los fundamentos con que el GPM fijó posición en la Web ante el reciente conflicto en Yugoslavia, polemizando sucesivamente con Lorenzo Peña, los "Camaradas anónimos" y Rafael Pla López. Pero este es un proceso que no depende de la dinámica del capital, es independiente de él y no coreersponde a la dialéctica del ser determinado sino a la dialéctica del concepto.

Otro ejemplo: La medida para la generalización o introducción en el mercado de una mejora técnica que suponga un desarrollo de la fuerza productiva del trabajo colectivo en una determinada sociedad capitalista, viene dada no por la masa de trabajo vivo que ahorra (por el total de horas trabajadas) sino por su parte paga; O sea, cuando lo que cuesta introducir la mejora técnica resulta ser menor que el costo de la mano de obra que desplaza. Este hecho demuestra la decadencia del capitalismo y la superioridad potencial relativa del socialismo:

<<Aquí, el modo capitalista de producción cae en una nueva contradicción. Su misión histórica es el desarrollo sin miramientos, impulsado en progresión geométrica, de la productividad del trabajo humano. Pero se torna infiel a esa misión no bien se opone al desarrollo de la productividad, como sucede en este caso. Con ello demuestra nuevamente que se torna decrépito y que, cada vez más, está sobreviviéndose a sí mismo>> (K. Marx: "El Capital" Libro III Cap. XV)

Otro ejemplo: El desglose de una parte del capital social global especializado en la circulación de mercancías: el capital comercial, aparece cuando lo que sustrae a la ganancia industrial por la función que pasa a desempeñar esa porción del capital, es menor que el valor determinado por el tiempo muerto que sería necesario emplear para esa función de no contar con sus servicios. Y esta medida se alcanza cuando la masa del capital total en funciones, la ampliación del mercado y el consecuente aumento en la escala de la producción así lo exigen:

<<En la medida en que el capital comercial permanezca restringido dentro de los límites en los cuales es necesario, la única diferencia es que en virtud de esa división de la función del capital se emplea menos tiempo exclusivamente para el proceso de circulación, se adelanta menos capital adicional para él, y la pérdida de la ganancia global que se revela en la ganancia comercial es menor de lo que sería en otras condiciones.>> (K. Marx: "El Capital" Libro III Cap. XVII)

Con estos ejemplos de la realidad, queda ilustrada la concepción filosófica monista de Hegel, para quien el desarrollo del sujeto en tanto pensamiento se corresponde con el desarrollo del objeto, donde la prelación o polo dominante corresponde al pensamiento. Con el análisis de la noción de cantidad y de medida que provoca los cambios cualitativos, Hegel acaba el capítulo de "La doctrina del ser", para pasar al tratamiento de la esencia. Lo que se esconde bajo sus aspectos cambiantes, como el estado sólido, líquido o gaseoso que adopta el ser del agua, es su esencia que se mantiene idéntica a sí misma. Lo mismo puede decirse con el capital en su etapa infantil y tardía. Por tanto, los cambios de cualidad directamente perceptibles por los sentidos, son pura apariencia. De este modo, el ser se presenta desdoblado en dos términos contradictorios: identidad y diferencia, sustancia y atributo, fundamento y fenómeno. Aun siendo excluyentes, estas categorías puras del intelecto son partes constitutivas de una misma unidad ontológica, según Hegel, del pensamiento puro en desarrollo...

 

...Esencia y apariencia se distinguen a los efectos del análisis, pero están juntos. Nosotros hacemos la disociación, porque ya en la doctrina de la esencia reconocemos que un objeto tiene una forma de manifestación y una esencia, pero de hecho no están escindidos unos del otro, forman parte de una misma realidad.

 

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