a) Acerca de si la materia tiene existencia independientemente del sujeto humano

El problema que plantean los compañeros, es sobre el presunto carácter acientífico o no científico del pensamiento o práctica social teórica aplicad@ a la sociedad. Es necesario recordar aquí, que el agnosticismo fideísta del que se ha nutrido siempre el idealismo metafísico, es un parásito que se alimenta de las crisis intermitentes del pensamiento humano aplicado, intrínsecas al desarrollo de las fuerzas sociales productivas, lo cual confirma uno de los principios fundamentales del materialismo dialéctico, cual es, el del relativismo histórico de las distintas formas con las que el ser humano progresa en el conocimiento sobre sus propias condiciones —naturales y sociales─ de existencia, desde los mitos más primitivos hasta la ciencia natural y social más moderna. Lo único que permanece inmutable para el ser humano, es la realidad exterior a él, independientemente de él:

<<Ninguna otra “inmutabilidad”, ninguna otra “esencia”, ninguna “sustancia absoluta”, en el sentido en que ha expuesto estos conceptos la inútil filosofía profesoral, existe para Marx y Engels. La “esencia” de las cosas o la “sustancia”, también son relativas; no expresan más que la profundización del conocimiento que el ser humano tiene de los objetos; y si esta profundización no fue ayer más allá del átomo y hoy no pasa del electrón o del eter, el materialismo dialéctico insiste, empero, en el carácter temporal, relativo, aproximado, de todos esos jalones del conocimiento de la naturaleza (y de la sociedad) por la ciencia humana en progreso. El electrón es tan inagotable como el átomo, la naturaleza es infinita, pero existe infinitamente; y este reconocimiento –que es el único categórico, el único incondicional— de su existencia fuera de la conciencia y de las sensaciones del ser humano, es precisamente lo que distingue al Materialismo Dialéctico del agnosticismo relativista y del idealismo.>> (V.I. Lenin: “Materialismo y empiriocriticismo” Septiembre de 1908. Cap. V)

Una de esas  crisis data de principio de siglo, provocada por el descubrimiento y aplicación del fluido eléctrico, de apariencia material en ese momento misteriosamente imponderable. La física clásica, consideraba la materia y la energía como dos conceptos diferentes que estaban detrás de todos los fenómenos físicos. Fue en esa instancia histórica del conocimiento humano sobre el objeto de la Física, cuando el electromagnetismo de Faraday y Maxwell comenzó a ser utilizado en la iluminación eléctrica. Este descubrimiento trastornó toda la concepción tradicional sobre la materia. El famoso físico, Henri Poincaré, declaró que la humanidad estaba ante una “hecatombe general de los principios” de la física mecánica, y los filósofos idealistas se apresuraron a reafirmarse en que el “ser en sí” o esencia de la materia como objeto independiente de la experiencia y el pensamiento humanos, con sus propias leyes naturales, no existe:

<<”La materia ha desaparecido”: con tales palabras se puede expresar la dificultad fundamental y típica, respecto de muchas cuestiones particulares que dio origen a esa crisis.>> (Op. Cit.)

En efecto, hasta ese momento, la física se cohesionaba como ciencia en torno a los principios del materialismo metafísico, que entendía propiedades de la materia consideradas absolutas o inmutables, como la inercia, la conservación, o la masa. Ante la aparente ausencia en el electrón de cualquier otra masa que no sea el fluido electromagnético, esto es, ante el cambio de las propiedades de la materia en magnitudes infinitesimales o cuánticas, los físicos tradicionales, desconcertados, corrieron a refugiarse bajo el ala del fideísmo, que es el núcleo religioso del idealismo metafísico, como si el relativismo de las leyes de la física y de las propiedades de su objeto bajo condiciones de existencia distintas, o, para decirlo en términos einsteinianos, en distintos sistemas de referencia, autorizara a pensar que la materia, como realidad independiente de la conciencia humana no existe. Para los idealistas, la electricidad, a la que dieron el nombre apropiado de “energética”, había demostrado que la materia se reducía a pura fuerza, y que la fuerza creadora más poderosa era la del pensamiento “a priori”, absoluto o divino.

Idealistas neokantianos como Hermann Cohen, se aprovecharon de lo poco que se sabía a fines del siglo XIX  sobre los fundamentos científicos de la electricidad, para apresurarse a convertir ese fenómeno en un aliado estratégico del idealismo, creyendo haberse tomado la revancha definitiva contra los materialistas, especialmente contra el aserto Materialista Dialéctico formulado por Engels en su “Antidühring” –escrito en colaboración con Marx— en el sentido de que:

<<El movimiento es el modo de existencia de la materia. Jamás en ningún lugar, ha habido materia sin movimiento, ni puede haberla. Movimiento en el espacio cósmico, movimiento mecánico de masas menores en cada cuerpo celeste, vibraciones moleculares, como calor, o como corriente eléctrica o magnética, descomposición y composición químicas, vida orgánica: todo átomo de materia del mundo y en cada momento dado, se encuentra en una u otra de esas formas de movimiento. Todo reposo, todo equilibrio es exclusivamente relativo, y no tiene sentido más que respecto de tal o cual forma determinada de movimiento>> Op. Cit. Sección I Cap. VI. Julio de 1877)

El descubrimiento de la estructura material interna del átomo, que dio nacimiento a la más moderna física cuántica o de las partículas subatómicas elementales, iría a poner la relación entre materia y movimiento, esencialmente tal como fue definida por los creadores del Materialismo Dialéctico. En efecto, la Física moderna demostró que la energía se define como la capacidad de un sistema físico para realizar trabajo, y que, por tanto, la materia posee energía como resultado de su movimiento o de su posición en relación con las fuerzas que actúan sobre ella. Respecto de los efectos eléctricos y magnéticos, dependen de la posición y movimiento relativos de las partículas de materia de composición química determinada, con carga neutra positiva o negativa. La electricidad comprende las partículas cargadas positivamente, como los protones, que se repelen mutuamente, y de las partículas cargadas negativamente, como los electrones. Por su parte, la radiación electromagnética posee energía que depende de su frecuencia y, por tanto, de su longitud de onda. Esta energía se comunica a la materia cuando absorbe radiación y se recibe de la materia cuando emite radiación. Ergo: la generación energía no se puede concebir sin materia, del mismo modo que la producción de pensamiento humano es inconcebible disociado de la masa cerebral y del sistema nervioso. Finalmente, la Física moderna ha demostrado que es posible transformar la materia en energía y viceversa, lo que acabó dando al traste con la desvinculación clásica entre ambos conceptos. Desde entonces el idealismo metafísico ha sido relegado al rincón de la noche de los tiempos.

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