e) Distinto método de aplicación de las consignas transicionales a distintas condiciones históricas por parte de Trotsky en 1938.

Trotsky invirtió los términos de la lógica entre doble poder y consignas transicionales. Para Marx, Engels y Lenin, el Partido, en tanto educador colectivo, es el que, codo a codo con él desde el escenario mismo de sus luchas, combate en su conciencia los condicionamientos burgueses de su comportamiento, conduciéndolo de este modo, hacia la crisis revolucionaria y la conquista táctica del doble poder, en este orden. Una vez desbrozado el camino del poder en su conciencia, el proletariado está preparado para asumir las consignas transicionales que le permitan luchar eficazmente y sin desmayos por constituirse en clase dominante:

<<Cierto es que el arma de la crítica no puede suplir a la crítica de las armas, que el poder material tiene que ser derrocado por el poder material, pero también la teoría se convierte en un poder material cuando prende en las masas. Y la teoría puede prender de las masas a condición de que argumente y demuestre ad hominem, para lo cual tiene que hacer una crítica radical. Ser radical es atacar el problema por la raíz. Y la raíz, para el hombre, es el hombre mismo>> (K. Marx: "Crítica a la filosofía hegeliana del derecho estatal" Introducción 1843)

El Trotsky de 1938 procedió al revés: Desde la "formas más estrechas de la actividad práctica" bajo condiciones de hegemonía absoluta de la burguesía sobre la conciencia y el comportamiento del proletariado, propuso a la militancia revolucionaria de la IVª Internacional que consiguiera poner a las masas en movimiento agitando ante ellas las consignas transicionales, para que a través de la "crítica de las armas", aflorara en sus conciencias el "arma de la crítica" para la toma del poder. Puso el carro de la acción reformista, delante de los caballos de la idea revolucionaria.

En efecto, Trotsky  previó la aplicación de sus consignas transicionales a unas condiciones nada parecidas a las de marzo de 1848 o febrero de 1917. Prestándose a una interpretación ambigua, en una parte del mismo texto presentaba la imagen de "grandes masas de millones de hombres" a ambos lados del Atlántico, encarrilados "en la vía de la revolución", mientras en otro sugería la idea de un proletariado que no atinaba a salir de su lucha infructuosa por reivindicaciones mínimas. En efecto, Trotsky partió de dos hechos --nada que ver con una situación revolucionaria-- que constituían la principal preocupación de los trabajadores en el mundo entero: la carestía de la vida y el paro:

<<No es posible ni necesario enumerar las diversas reivindicaciones (inmediatas) que surgen a cada momento de circunstancias concretas, nacionales, locales, profesionales. Pero dos calamidades económicas fundamentales, en las cuales se resume el carácter crecientemente absurdo del sistema capitalista --a saber, EL PARO Y LA CARESTÍA DE LA VIDA-- exigen consignas y métodos generalizados de lucha.>> (L.D. Trotsky: “El programa de transición”. Escala movil de salarios y horas de trabajo)

O sea, que en "millones de hombres" en lucha sobre los carriles de la revolución, había, sin embargo, una contumaz inadecuación de su conciencia a la dramática situación objetiva que estaban viviendo. Y el drama, según Trotsky, consistía en que la burguesía ya no tenía ninguna salida, al tiempo que aquella generación de asalariados no veía la suya propia por ningún lado; luchaban, pero sólo para que, como habían venido experimentando en el pasado, alguna fracción política de la burguesía les sacara de la penuria en círculo vicioso de ida y vuelta entre la estabilidad de precios y la inflación.

Una vez aceptado el erróneo supuesto del estancamiento permanente, y ante la imposibilidad de que los explotados trasciendan a sus direcciones burocráticas reformistas aquerenciadas en el "programa mínimo", Trotsky se cerró a sí mismo el camino de la inteligencia política aplicada a la siguiente fase de recuperación cíclica del capitalismo prevista por la ley del valor y, por tanto, de la remisión del paro con cierto progreso en el salario histórico producto de las luchas efectivas inmediatas, que permitieran a las nuevas generaciones de la vanguardia revolucionaria reiniciar el trabajo de propaganda y agitación en el próximo proceso de formación de la autoconciencia proletaria para la toma del poder. La negación de todo este proceso cíclico determinado por la ley del valor, es lo que está en el centro político gravitatorio de su "Programa de Transición".

Pero Trotsky no sólo negó la teoría marxista de las crisis de superproducción como obstáculos que la acumulación del capital se pone a sí misma como condición de su propia reanudación sobre bases económicas y técnicas superiores, sino que invirtió los términos de la lógica entre toma del poder y programa de transición aconsejada por la memoria histórica del proletariado, su propia memoria; y no sólo esto, sino que, aun reconociendo en ese momento la total inadecuación de la conciencia de las masas a su propia situación, no estimó necesario que en ese proceso de lucha por la toma del poder, los explotados debieran comprender los fundamentos de las consignas transicionales, como premisa de su acción consecuente. Trotsky rompió así con el materialismo dialéctico y con la memoria histórica de la lucha política de clases, que presupone la necesaria instancia de la lucha teórica y la propaganda, como condición de eficacia ideológica para disputarle a la burguesía --incluidos sus agentes reformistas al interior del movimiento-- la hegemonía en el campo de la opinión pública para la formación de la autoconciencia proletaria, como condición necesaria de eficacia política para llegar a erigirse en clase dominante en la nueva sociedad de transición hacia el comunismo.    

En efecto, para Trotsky, lo sustancial y determinante en la tarea de formación de la autoconciencia de los explotados, esto es, de adecuación de su conciencia social y política a las exigencias de las condiciones objetivas, es la lucha misma, la movilización. En tal sentido, lo decisivo no es que los asalariados comprendan las razones y objetivos políticos de las consignas transicionales, sino conseguir que lucharan por ellas pensando en que así daban solución inmediata a sus problemas, aunque estas consignas no pudieran ser asumidas por la burguesía, que de esto se trataba para supuestamente desembocar en la lucha por el poder. Lo decisivo para los resultados de la lucha no era, pues, que el significado y los objetivos de las consignas transicionales fueran comprendidos por los asalariados antes de lanzarse a la lucha por ellos, porque Trotsky entendía que esa comprensión la alcanzarían en el curso mismo de la lucha.

Montado en semejante hipóstasis entre las premisas de la acción y la acción misma, Trotsky llegó al extremo de emular los métodos de la burguesía. Durante los debates previos a la aprobación de su Programa, Trotsky propuso presentar las reivindicaciones transicionales como si fueran reivindicaciones inmediatas, escamoteando a las masas el significado y verdaderos objetivos de la lucha. Trató de llevar a los asalariados por el camino del poder sin que lo sepan, del mismo modo que la burguesía les conduce por el brete de la explotación hacia las crisis y las guerras. Una metodología de la relación vanguardia masa tan inaudita como descabellada. Esto demuestra que el Programa de Transición" fue concebido para hacer frente a las condiciones objetivas del capitalismo en 1938, partiendo de la conciencia burguesa de los asalariados. De ahí que Trotsky propusiera apelar a los métodos de la burguesía:

<<El programa debe expresar las tareas objetivas de la clase obrera más bien que el atraso de los trabajadores. Debe reflejar a la sociedad como es y no como la ve en su atraso la clase obrera. Es un instrumento para superar y vencer el atraso (....) Nosotros no podemos posponer modificar unas condiciones objetivas que no dependen de nosotros. No podemos garantizar que las masas solucionarán la crisis, pero debemos expresar la situación según es, y ésa es la tarea del programa.>> (L. D. Trotsky: "El atraso político de los trabajadores americanos" 19/05/1938)

Ciertamente, la táctica de los revolucionarios para intervenir en la lucha de clases, siempre debe definirse, en primer lugar, según lo exigen las condiciones objetivas respecto del objetivo estratégico, de lo contrario, estaríamos hablando de oportunismo político. Pero una vez determinadas las condiciones objetivas para la revolución por vía de la teoría aplicada por el pensamiento vivo a esas condiciones, convertidas así en "concreto pensado", el factor determinante de las formas de lucha, los medios de acción y las consignas para la acción a emplear por el proletariado, se desplaza al estado de su conciencia y disposición para la lucha, al factor subjetivo. Que la evolución de la conciencia del proletariado dependa de la vanguardia revolucionaria, eso no autoriza a proceder arbitrariamente invirtiendo la prelación de los términos entre movilización y conciencia. El proceso de formación de la conciencia revolucionaria supone la movilización, la lucha de clases elemental, pero ésta, en sí y por sí, no genera conciencia.

Si la conciencia del proletariado evoluciona con retraso respecto de lo que exigen estratégicamente hacer las condiciones objetivas, el Partido deberá entregarse a una tarea táctica de preparación de las condiciones subjetivas necesarias. En ese caso, la lucha teórica y la propaganda, con sus respectivos medios de acción, adquieren para los revolucionarios una relevancia política y orgánica preferente respecto a las demás formas de lucha: la económico-social y la agitación. Pero nunca forzar a las masas para que hagan nada que su conciencia les impida asumir.  

Trotsky fue consciente de la inadecuación de las masas a lo que aconsejaba la situación de crisis generalizada que atravesaba la burguesía internacional. Estamos convencidos de que también era consciente de que la táctica diseñada por él rompía con la tradición metodológica del movimiento revolucionario desde 1848 hasta 1924. Es lógico pensar, pues, que esa táctica heterodoxa, estuvo determinada por las urgentes y perentorias exigencias de su infundada teoría del estancamiento permanente.

Marx y Engels consideraron indigno de los comunistas ocultar a las masas sus ideas y propósitos, y Lenin insistió, una y otra vez, en que la verdad es revolucionaria y había que aprender a mirarla de frente, a no evadirse de ella. Como hemos visto, Trotsky  reivindicó siempre esta escuela de principios y metodología de los clásicos del marxismo respecto de la relación vanguardia-masa. Pero, en 1938, el voluntarismo inducido por su teoría del estancamiento permanente, le impulsó a violar esos principios y esa metodología. Si la humanidad estaba ante la inminencia de una catástrofe de cuyas consecuencias sociales difícilmente se recuperaría, había que superar la inadecuación histórica de la conciencia de los explotados a las condiciones objetivas revolucionarias por cualquier medio.

De ahí que Trotsky presentara su programa de consignas transitorias no para iniciar una relativamente larga campaña de esclarecimiento, sino para pasar con ellas directamente a la acción; pero, previendo que las masas no comprenderían su significado y recelarían, aconsejó no utilizar todas las consignas del Programa, sino algunas, "a veces basta con una o dos para poner en movimiento a la gente" --decía--. Así, frente a los planes del gobierno Roosevelt que publicitaba el gasto presupuestario en obras públicas como antídoto contra el paro, Trotsky sugería a sus discípulos americanos que, como alternativa, lanzaran la consigna de la escala móvil de salarios y horas de trabajo:

<<El empirismo de los obreros americanos ha dado a los partidos políticos (burgueses) mucho éxito con una o dos consignas --impuesto único, bimetalismo--, se han esparcido entre las masas como un incendio.(...) Esto mismo es posible con la escala móvil de salarios y horas de trabajo. (...)

Yo creo que al principio esta consigna será asumida. En realidad, éste es el sistema de trabajo en una sociedad socialista --el total de horas de trabajo dividido por el total de obreros. Pero si presentamos al sistema socialista de conjunto, al americano medio esto le parecerá utópico, como algo que viene de Europa. Debemos presentarlo como una solución a la crisis (dentro del sistema capitalista) para asegurar su derecho a comer, a beber, a vivir en viviendas decentes. Es el programa socialista, pero en una forma muy popular y simple. (L. D. Trotsky: Op.cit. Lo entre paréntesis es nuestro)

Como puede advertirse leyendo este pasaje, no sólo se trataba de retacear el Programa. Puesto que las consignas transicionales exigen de las masas un nivel de conciencia que haya superado las consignas del programa mínimo, y dado que en 1938 las masas estaban a ese nivel, Trotsky decía que los revolucionarios debían implementar la táctica de la agitación como si se tratara de una lucha por reivindicaciones inmediatas que se le exige al Estado burgués que cumpla, de modo que, como ya se sabe que no las va a cumplir, porque no puede, esa lucha, por sí misma, genera, en "escalera", es decir, gradualmente, conciencia de que se está luchando por el socialismo e inmediata disposición para ello; aunque no se tenga ni idea de lo que esa palabra significa. Semejante concepción practicista, evolutiva y antidialéctica de la lucha revolucionaria de clases, supone:

1)       que la conciencia de clase puede ser posible en cualquier circunstancia, bajo cualesquiera circunstancias de la lucha de clases, esto es, con independencia de las condiciones objetivas y subjetivas. Todo depende, al principio, de lograr que el proletariado se movilice por algo que la burguesía no le puede conceder, aunque no lo sepa, y,

2)       que esta conciencia es tanto más posible y asumible, cuanto mayor sea la resistencia de la burguesía, desde la utilización de sus usinas ideológicas para agitar el anticomunismo visceral ante la conciencia ingenua de los explotados, hasta la brutalidad represiva proporcional a semejante desafío. 

Si así fuera, no se explica que el capitalismo haya sobrevivido tanto tiempo a esta política supuestamente subversiva del "como si". En realidad, esta táctica ha servido para que, desde la fundación de la IVª Internacional, los trotskystas jamás hayan podido suplantar a las direcciones políticas burocráticas y reformistas del movimiento.

                Ya hemos visto que la concepción política de Marx y Engels respecto de las condiciones necesarias para la aplicación de las consignas transicionales, estuvo en las antípodas de lo propuesto por Trostsky en su programa de 1938. Y no sólo en cuanto a la relación entre las premisas y sus resultados. También en lo que respecta al método para crear esas premisas, esto es, para pasar de la correlación de fuerzas y el estado de conciencia que corresponden a la lucha por el programa mínimo, a la correlación de fuerzas y el estado de conciencia que permiten desembocar en una situación de doble poder durante la crisis revolucionaria, paso inmediatamente anterior a la constitución del proletariado como clase dominante institucionalizando su dictadura democrática de clase, única condición para realizar el programa de transición sin los condicionamientos del doble poder burgués por medio.

Tanto en la economía como en la política, Marx, Engels y Lenin siempre fueron consecuentes con lo que exige la naturaleza de cada contradicción, siguiendo prácticamente las determinaciones --teóricamente descubiertas-- de su polo dialéctico históricamente dominante, según las condiciones en que se encuentran a cada paso, tanto la realidad a transformar, como las fuerzas encargadas de superar históricamente la contradicción. En tal sentido, si para ellos es erróneo el voluntarismo utópico de saltarse "fases naturales" del movimiento real por decreto de una vanguardia supuestamente esclarecida y autoproclamada --como es el caso de los "comunistas de izquierda" tras la toma del poder en Rusia-- también lo es el conservadurismo de permanecer en una de esas fases más de lo que exigen tales condiciones.

Así pensaron, también, respecto al desarrollo de la conciencia colectiva del proletariado, considerándola como una condición del capitalismo a transformar lo más rápidamente que los condicionamientos históricos de la lucha de la vanguardia para tales fines lo permitan. Todo el secreto consiste en adherirse con la mayor fuerza táctica, al polo revolucionario más progresivo contenido en cada episodio de la lucha elemental del proletariado, siempre atacando el flanco ideológico de mayor resistencia a la ruptura que ofrecen esos condicionamientos burgueses en la conciencia proletaria, al tiempo que proponer consignas que supongan dar un paso adelante hacia el punto de inflexión en la correlación política de fuerzas sociales fundamentales.

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