4.-Símbolos y plusvalor

Por último, ateniéndose a la norma de que las mercancías se venden por su valor medido en tiempo de trabajo necesario, determinado por el mercado, y que, en toda economía mercantil, el intercambio se realiza entre equivalentes, caben dos interrogantes: ¿por qué bajo el capitalismo al plustrabajo se le denomina plusvalor? y, ¿de donde surge el plusvalor?

Respecto de la primera pregunta, empezar por decir que la economía basada en los tiempos de trabajo, tiene su origen en el modo de producción correspondiente a la formación social del comunismo primitivo. En este período, durante su etapa temprana en que la división del trabajo estaba todavía poco  desarrollada, la división entre tiempo y ocio estaba geográfica y climatológicamente predeterminada, y en ultima instancia determinada por la costumbre y los ritos. Pero a un cierto grado de desarrollo de la división del trabajo, la cooperación empezó a organizarse de acuerdo a la distinta asignación de determinados tiempos de producción en los diversos trabajos, dando origen a la llamada “economía de los tiempos de trabajo”:

<< La etnografía y la historia económica demuestran que, en efecto, la comunidad campesina que conoce un principio de división del trabajo, organiza la vida social sobre la base de la economía del tiempo de trabajo. Para los pueblos primitivos, lo único escaso (“scarce”), es el trabajo, dice Ruth Bunzel [9] . Según Boeke la economía de la desa (comunidad campesina) de Indonesia, se fundaba en el cálculo de horas de trabajo consumidas [10]

<< En la economía campesina japonesa, “la jornada de trabajo de los hombres constituyen el principio del cambio”. Si la familia ‘a’ se compone de dos hombres que trabajan durante dos jornadas sobre los campos de la familia ‘b’, esta familia ‘b’ habrá de proporcionar un equivalente (en trabajo) sobre los campos de ‘a’, equivalente que podía consistir en tres hombres trabajando durante un día y un hombre realizando una jornada complementaria, o cualquier otra combinación que iguale el trabajo de dos hombres durante dos días. (...) Cuando cuatro o cinco familias colaboran en un grupo kattari (trabajo cooperativo para transplantar arroz), el cálculo se efectúa sobre la misma base. Esto exige un libro de cuentas para comparar los días y los hombres en el trabajo (el número de jornadas de trabajo realizadas)>> [11] [ (Ernest Mandel: “Tratado de economía marxista” Libro I Cap. II)

En semejantes condiciones de “trabajo social libre y cooperativo”, para captar la esencia de las cosas quienes vivieron durante aquella etapa histórica, no tuvieron necesidad de pasar por los vericuetos del mito ni de la metafísica tradicional, ni por la dialéctica hegeliana, ni menos aun por las “formas simbólicas” de Cassirer; para aquellas gentes, la contradicción dialéctica entre el ser "puesto" que "parece" y al mismo tiempo se oculta y "brilla" en el "parecer", carecía por completo de sentido, porque la esencia o razón de ser puesta por el trabajo social en cada ser producido, era directa e inmediatamente percibida como una unidad de concepto y sustancia que Hegel atribuye a la Idea. Esto era así, porque los distintos actos de la producción colectiva eran actividades directa y conscientemente decididas por quienes las ejecutaban:

<<Los diversos trabajos en que son generados esos productos --cultivar la tierra, criar ganado, hilar, tejer, confeccionar prendas- en su forma natural son funciones sociales, ya que son funciones de la familia y ésta practica su propia división natural del trabajo (...) Pero aquí el gasto de fuerzas individuales de trabajo, medido por la duración, se pone de manifiesto desde un primer momento como determinación social de los trabajos mismos, puesto que las fuerzas individuales del trabajo sólo actúan, desde su origen, como órganos de la fuerza de trabajo colectivo de la familia.>> (K.Marx: "El Capital" Libro I Cap. I punto 4)

Dado el atraso de las fuerzas productivas en este tipo de sociedades basada en la cooperación, las “formas simbólicas” elaboradas por aquellas sociedades sólo recaían sobre la naturaleza propiamente dicha, no sobre la naturaleza social clasista en que se organizaron posteriormente los seres humanos. Hablando de la mitología griega, Marx decía que el objeto del mito en las sociedades clasistas no era ya sólo el orden natural de las cosas del mundo, sino el orden social donde, por primera vez, el productor directo es separado de sus medios de producción, como una realidad objetivada, como una forma social-natural:

<<Toda mitología somete, domina, moldea las fuerzas de la naturaleza en la imaginación y por la imaginación; desaparece, por tanto, cuando esas fuerzas resultan realmente dominadas. El arte griego supone la mitología griega, es decir, la naturaleza

y las formas sociales ya modeladas a través de la imaginación popular de una manera inconscientemente artística. Esos son sus materiales. No una mitología cualquiera, no cualquier transformación (ideal) inconscientemente artística de la naturaleza (aquí la palabra naturaleza designa todo lo que es objetivo, comprendida la sociedad)>> K. Marx: “Crítica de la economía política”. Introducción. Punto 4 Lo entre paréntesis nuestro)

La tarea de las “formas simbólicas” a través del mito y el lenguaje y el pensamiento filosófico, tendentes todas ellas a superar la determinación de la sensibilidad (los cinco sentidos) mediante la determinación abstracta de la esencia "puesta" al interior de la imaginación, del pensamiento trascendental kantiano, o del "ser inmediatamente determinado" en tránsito hacia la determinación del concepto hegeliano, se presentó a la conciencia universal como problemática del intelecto, cuando el desarrollo de la fuerza productiva del trabajo social pudo crear excedentes de magnitud suficiente para dejar sin sentido social a la economía de subsistencia, dando pábulo a la propiedad privada, a las clases sociales y al Estado. Pero en este momento, el trabajo social como sustancia creadora de valor, y la esencia social de las cosas producidas, pasó a adoptar cada vez más el carácter de trabajo enajenado; mal podía, por tanto, en estas condiciones, expresarse por sí mismo, alcanzar la categoría hegeliana del concepto, como relación de identidad entre el pensamiento y el ser, reflejo de la relación entre el trabajo y su producto.

Y es que la determinación histórica inmediata de la propiedad privada fue la mercancía y el mercado; como consecuencia de la generalización del comercio, la relación de identidad conceptual entre producción y consumo típica de las sociedades primitivas autosuficientes, dejó de ser inmediata y directa para pasar a ser mediada por el mercado o esfera de la circulación, que obliga a comprar lo que no se ha producido antes de ser consumido. El mercado hizo que los distintos trabajos de cultivar, hilar, tejer, etc. dejaran de ser actos directamente decididos en cuanto a quienes los ejecutan, cómo y por cuanto tiempo según las necesidades colectivas. La economía del tiempo de trabajo dejó de ser algo consciente para los productores directos expropiados de las condiciones objetivas de su trabajo (medios de producción).

La propiedad privada y su consecuencia inmediata, el mercado, desestructuraron aquella relación social originaria, directa y consciente entre los distintos productores comunitarios. Al pasar a mediar o intermediar la relación social entre los productores y entre producción y consumo, la mercancía determinó que los distintos trabajos dejen de ser directa e inmediatamente sociales en tanto quienes los ejecutan quedan convertidos en agentes de la producción independientes los unos de los otros, solamente relacionados entre sí a través del intercambio de sus productos en el mercado. De este modo: 1) quiénes producen, 2) qué tipo o clase de bienes, 3) durante cuanto tiempo, 4) cómo y 5) qué cantidad, es una realidad que pasa a ser determinada no por los productores directos sino por el mercado, a través del intercambio o la confrontación de sus productos, donde las relaciones sociales entre las personas se cosifican y las cosas se relacionan como personas...

¿Por qué pasa esto? Porque “quienes” deciden sobre el curso de la sociedad de clases no son los productores directos; ni siquiera quienes “mandan” sobre el trabajo colectivo, sino las cosas que ellos fabrican u ordenan fabricar. En la sociedad de clases, el mercado determina que sean las cosas las que pasan a relacionarse como personas, y las personas a relacionarse como objetos. No es el sujeto propietario el que lleva su mercancía al mercado, sino que la mercancía es la que le lleva a él. El sujeto –sea amo o esclavo, señor o siervo, capitalista o asalariado- ya no tiene voluntad propia. Ahí, en el mercado, son las mercancías las que se relacionan como personas, y las personas como cosas; se opera una inversión total del mundo real, de la prelación entre sujeto y objeto, donde es la objetividad del mercado la que prevalece sobre el conocimiento y la voluntad de los sujetos.

Pero ésta es una inversión objetiva, no subjetiva; no es una enajenación o locura psicológica sino social. La locura mental de índole psicológica, es un subproducto necesario de la enajenación real social generalizada, pero son esencialmente extrínsecas. Hasta tal punto de que la realidad social y hasta física de los propietarios del producto como tales, depende de que su mercancía se realice, esto es se venda, adquiera reconocimiento social en el mercado:

<< En otras palabras: de hecho, los trabajos privados no alcanzan realidad como partes del trabajo social en su conjunto, sino por medio de las relaciones que el intercambio establece entre los productos del trabajo y, a través de los mismos, entre los productores. A éstos, por ende, las relaciones sociales entre sus trabajos privados se les ponen de manifiesto como lo que son, vale decir, no como relaciones directamente sociales trabadas entre las personas mismas, en sus trabajos, sino por el contrario, como relaciones propias de cosas entre las personas y relaciones sociales entre cosas>> (Op. cit.: Lo subrayado es nuestro)

Si los productos del trabajo no son reales --o, para decirlo en términos hegelianos, no alcanzan a ser "realidades efectivas"-- desde el momento mismo de su producción, sino que sólo una parte de ellos alcanzan esa entidad cuando se "exponen" al veredicto del mercado, su valor, esencia o razón de ser ("se vende: razón aquí") tampoco puede surgir directamente del carácter cualitativo, concreto y útil del trabajo social, ni de la correspondiente materia igualmente cualitativa de su producto. Tal como en el ser inmediato de la lógica idealista hegeliana, la razón o valor económico de un producto del trabajo, está completamente ausente en la cualidad de su ser útil a la sociedad. Por lo que sirve, por su valor de uso, no se puede inferir lo que vale; es decir, no se puede determinar su esencia social; del mismo modo que, lo que vale, no encierra un solo átomo de utilidad, de valor de uso; por lo que vale un producto del trabajo no se infiere la cualidad de su ser útil inmediato. La inmediatez de la sensibilidad y su esencia social son dos seres distintos, aunque comprendidos en una misma unidad: la mercancía.

Desde el punto de vista mercantil, pues, en el trabajo concreto y en la materia o cualidad de la mercancía no hay ni pizca de esencia social o valor económico; el valor de uso sólo funge como soporte material de su valor de cambio o "esencia" social. Es el ser inmediato de la etapa premercantil, que la mercancía ha superado pero todavía conserva aun cuando ya como inesencial o simple existente superado por la historia como esencia; por su parte, el valor  y su "forma" o "valor de cambio", ha pasado a constituirse en lo esencial del producto del trabajo social; es valor en tanto tiempo de trabajo abstracto, que no contiene ni un sólo átomo de materia ni de utilidad social. En este sentido, lo esencial: el valor, y lo inesencial: su valor de uso, como unidad de lo sensible y de lo inteligible, son dos seres esencialmente extrínsecos al interior de una misma unidad mercantil. El reflejo en el pensamiento abstracto de esta relación social enajenada, se traduce en este discurso filosófico:

<< ...el ser en contraposición con la esencia, es lo inesencial. Frente a la esencia tiene la determinación de lo superado. Sin embargo, por cuanto se comporta, frente a la esencia, sólo como un otro en general, la esencia no es propiamente esencia, sino sólo otra existencia determinada, es decir, lo esencial (...) De este modo la esfera de la existencia se halla puesta como base ("soporte material" del valor: Marx).....>> (G.W.F. Hegel: "Ciencia de la lógica" Libro II Cap. 1. Lo entre paréntesis es nuestro) Cfr: http:www.nodo50.org/gpm/dialectica/08.htm

Esta es la explicación de que ni el mismo genio de Aristóteles pudiera penetrar el misterio del valor contenido en la mercancía, que "brilla" y al mismo tiempo se oculta en la relación mercantil. A lo sumo, sólo llegó a ver en ella que la forma dinero o contravalor de una mercancía, es la forma desarrollada o forma de equivalente general, de la forma simple de valor que aparece en la relación entre dos mercancías. Así, él razonaba que la relación simple de valor expresada en: 5 lechos = 1 casa, no difería de su forma desarrollada: 5 lechos = tanto o cuanto dinero.

Sin embargo, este alumbramiento le seguía dejando a oscuras respecto a la sustancia del valor; e insistía en que, para poder intercambiarse, las dos partes de la relación de valor debían lógicamente contener la misma esencia cualitativa, porque, de no ser así, no habría entre esas dos formas materiales distintas una correspondencia  en términos de magnitudes o cantidades equiparables que permitan explicar el acto de su intercambio:

<<"El intercambio --dice-- "no podría darse sin la igualdad, la igualdad, a su vez, sin la conmensurabilidad (...) Pero aquí se detiene perplejo, y desiste de seguir analizando la forma del valor. "En verdad, es imposible (...) "que cosas tan heterogéneas sean conmensurables", esto es, cualitativamente iguales. Esta igualación no puede ser sino algo extraño a la verdadera naturaleza de las cosas, y por consiguiente un mero arbitrio "para satisfacer la necesidad práctica" [del cambio]>> (K. Marx: "El Capital" Libro I Cap. I punto 3. Lo entre paréntesis corresponde al testo original de Aristóteles en caracteres griegos)

¿Qué era lo que impedía a Aristóteles descubrir en la forma de valor su concepto, esto es la identidad entre la sustancia del valor oculto en esa relación mercantil y su representación por el pensamiento? ¿en qué consistía la sustancia que ponía la misma esencia social en el lecho y en la casa? Si no era el trabajo concreto ni la forma material de que estaban hechas ambas cosas, por no ser cualitativamente iguales, ¿cuál era la sustancia capaz de crear esencias cualitativamente iguales y, por tanto, comparables, para determinar sus respectivos valores absolutos y relativos?

<<"El propio Aristóteles nos dice, pues, por falta de qué se malogra su análisis ulterior: por carecer del ¿Qué es lo igual, es decir, cual es la sustancia común que la casa para el lecho, en la expresión del valor de éste? Algo así, "en verdad no puede existir", afirma Aristóteles.>> (Op. Cit.)

Es que, ese algo igual que permite equiparar el valor de ambas mercancías en términos de cantidades respectivas de cada una de ellas, no es una cualidad sino una cantidad; y no de trabajo concreto sino de trabajo abstracto. Y el caso es que Aristóteles no podía concebir semejante realidad. Porque su pensamiento estaba condicionado por el "espíritu objetivo" clasista imperante en la sociedad de su tiempo, basada en el trabajo esclavo, en el supuesto de la desigualdad de la fuerza de trabajo de unos seres humanos: los esclavos, respecto de otros: los amos.

Por tanto, no le podía caber en la cabeza que esos mismos trabajos supuestamente desiguales, tuvieran la misma esencia social contenida en distintas mercancías, que el trabajo de un amo pudiera valer tanto como el trabajo de un esclavo. Los amos esclavistas, como después los señores feudales y ahora los capitalistas, pensaron y piensan su propia sociedad como el "non plus ultra" de la historia. Así como los burgueses, los esclavistas también partían de la dualidad entre cuerpo y alma y de la preeminencia del alma sobre el cuerpo para fundamentar el "derecho natural", sólo que, para los esclavistas, hay hombres virtuosos en los que su cuerpo es esclavo del alma, mientras que, en los corrompidos es el cuerpo quien prevalece sobre las virtudes superiores del espíritu. De esto concluía Aristóteles que hay entre los seres humanos dos naturalezas orgánicamente constitutivas: las de aquellos cuyo alma predomina sobre su relativo cuerpo, y los que definen su comportamiento por la prelación inversa. Los primeros son, por naturaleza amos capacitados para mandar como seres libres que se pertenecen a sí mismos, mientras que los segundos, son, por naturaleza, esclavos, hechos por la naturaleza para obedecer y pertenecer a otros:

<<Es posible, entonces, como decimos, observar en el ser vivo el dominio señorial y el político, pues el alma ejerce sobre el cuerpo un dominio señorial y la inteligencia sobre el apetito un dominio político y regio. En ellos resulta evidente que es conforme con la naturaleza y conveniente para el cuerpo ser regido por el alma, y para la parte afectiva ser gobernada por la inteligencia y la parte dotada de razón, mientras que la igualdad o la inversión de su relación, es perjudicial para todos.

También ocurre entre el hombre y los demás animales, pues los animales domésticos tienen una naturaleza mejor que los salvajes, y para todos ellos es mejor estar sometidos al hombre, porque así consiguen su seguridad. Y también en la relación entre macho y hembra, donde, por naturaleza, uno es superior y otro inferior, uno manda y otro obedece. Y del mismo modo ocurre necesariamente entre todos los hombres.>> (Aristóteles: "Política" Teoría de la esclavitud - Libro I - 1253a - 1255ª)

Como hemos visto en el pensamiento fundacional de John Locke, para la burguesía el derecho natural se funda en el concepto de los seres humanos como seres libres e iguales en tanto almas propietarias de su relativo cuerpo. Por último, la concepción teológica del derecho natural predominante en la sociedad precapitalista feudal, es el comprendido en la ley eterna que rige la conducta de los seres humanos según su naturaleza racional creada por Dios, como creó su imagen a semejanza de la suya.

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[9]

“Antropology”

  Pp. 346

[10]

Boeke: “Die theorie der Indische Ekonomie” Pp. 64

[11]

John Embree: “Mura a Japanese Villaje” P. 100/01