Un exitoso trabajo de pinza

Nosotros no tenemos ningún interés material en ser marxistas-leninistas. No vivimos de ello. Tampoco nos entusiasma soportar lo ingrato de ser minoría de minorías.¿Qué es lo que explica entonces este "exceso de celo marxista histórico" que apreciais en nosotros? Nos explicamos. A diferencia de la jóven intelectualidad revolucionaria de las tres primeras décadas de este siglo, la inmensa mayoría de las generaciones posteriores, mas extendidamente desde la década de los cicuenta y sesenta, "conocimos" a Marx y a Lenin no a través de ellos mismos, sino de presitigiados catedráticos como Sweezy, Marcuse, Althusser o Petras. Esta nueva vía de acceso al conocimiento del marxismo coincidió en el tiempo con dos procesos históricos fuertemente correlacionados.

El primer proceso se operó en los partidos obreros dominados por la corriente stalinista, donde el oficioso abandono del marxismo subrepticiamente impuesto desde arriba, abrió cauce a dos tendencias contrarrevolucionarias complementarias que operaron a espaldas de una militancia políticamente inculta e incauta. Una de ellas derivó de la política de participación en las instituciones de Estado de la burguesía. Tomada esta decisión, se impuso naturalmente la motivación política de alcanzar la mayoría electoral para llegar al gobierno. Esta sensualidad político-electoralista que se fue apoderando de las direcciones, planteó la necesidad de flexibilizar los principios políticos del proletariado para permitir que la "pluralidad" consustancial a la democracia de mercado se trasmita al interior de la vida partidaria. Este afán por conseguir la mayor cantidad de votos redundó en detrimento de la calidad ideológica y política de las bases obreras partidarias. Esto explica el recorte de las exigencias de clase en la política de captación y, consecuentemente, el relajamiento con tendencia al abandono de la disciplina militante y de los espacios políticos partidarios dedicados al estudio de la teoría revolucionaria, así como al necesariodebate interno en torno a las cuestiones ideológicas y políticas de actualidad. Todo ello acabó abriendo las puertas de los partidos comunistas a sectores sociales no proletarios pequeñoburgueses. La otra tendencia, complementaria de la anterior, consistió en resolver las diferencias ideológicas y políticas de modo organizativo y burocrático, a través de medidas que han ido desde la marginación interna y la suspensión de militancia disidente de la línea oficial, hasta la expulsión. El extremo de esta lógica política se ha revelado en los países del llamado socialismo real, donde la magnitud de los intereses materiales en juego ha convertido el asesinato político en recurso de última instancia para resolver las diferencias políticas entre fracciones partidarias.

El segundo proceso que posibilito la política de manipulación destructiva del materialismo histórico en la conciencia coletiva del proletariado, se operó en la estructura de los aparatos ideológicos del Estado. Ocurrió durante la onda larga expansiva del capitalismo a partir de la segunda postguerra. El relanzamiento del capital sobre bases científico-técnicas mucho más avanzadas respecto del período de preguerra, pasó a exigir una masa asalariada con conocimientos superiores a la educación media existente hasta entonces. Bajo la pulsión de esta exigencia, la reabsorción del ejército industrial de reserva a raíz de la creciente ampliación del aparato productivo y de la esfera de la circulación del capital, indujo a pasar de la unversidad de élites a la universidad de masas, con un cambio paulatino y sostenido en la composición de clase de la población universitaria, cada vez más en favor de los hijos de la clase obrera.

Tal como Marx relata que ocurrió durante la primera mitad del siglo pasado, cuando el crecimiento numérico y las luchas obreras obligaron a <<compaginar la economía política del capital con las reivindicaciones del proletariado>>, algo parecido sucedió tras la segunda postguerra mundial en este siglo. La diferencia entre estos dos períodos históricos está en que el proletariado que protagonizó la revolución de 1848, careció de una filosofía política alternativa al capitalismo. La "Liga de los Comunistas" nunca llegó a sobrepasar los 500 militantes en toda Europa. En la década de los años cincuenta y sesenta de este siglo, en cambio, el llamado campo socialista, en especial la URSS y China, pudieron hostentar la representación exitosa del marxismo en el terreno de las conquistas económicas, sociales y hasta tecnológicas. En ese mismo período, el ascenso de la rebelión anticolonial que culminó con la revolución triunfante en países como Argelia, Cuba, Angola o Vietnam, fué también un proceso que las masas obreras del mundo entero interpretaron en clave marxista-leninista.

Habiendo adquirido carta de ciudadanía universal como concepción del mundo distinta de la ofrecida por la burguesía, el marxismo menos que nunca podía ser ignorado como lo fue hasta bien entrados los años sesenta del siglo anterior. Paradójicamente, sin embargo, al mismo tiempo que exaltaban las figuras de Marx y Lenin, los dirigentes de los partidos comunistas de occidente, como parte de la politica de coexistencia pacífica y del mantenimiento del estatu quo con el capitalismo, alejaban cada vez más a su militancia de la teoría y la práctica del materialismo histórico. Fue así como la burguesía consiguio que la teoría revolucionaria cambiara de residencia.

De tal modo expulsada del movimiento político del proletariado, fue a recalar en las universidades y centros de investigación social a cargo de los aparatos ideológicos de los Estados imperialistas que actúan a modo de laboratorios experimentales de la apologética capitalista disfrazada de revolucionaria. Allí fue donde los teóricos estancacionistas norteamericanos de la Monthly Review, en colaboración con la escuela de Frankfort hicieron una verdadera operación quirúrgica de trasplante ideológico. Llevaron los cuerpos doctrinales de Marx y Keynes al quiirófano de las determinaciones abstractas, y tras seccionar los nervios y músculos que unen el "tiempo de trabajo excedente" con el "tiempo de trabajo necesario", terminaron arrojando la noción marxista de plusvalía al cubo de los desperdicios quirúrgicos. Hecho ésto, extrajeron de Keynes el concepto de "ahorro" entendido como "ingreso corriente destinado a inversión" y lo implantaron en la teoría salarial de Marx en reemplazo de la plusvalía. Realizado el trasplante, la "la tendencia decreciente de la tasa de ganancia" ha podido ser presentada como "ley del excedente históricamente creciente" respecto del capital en funciones, que anula las contradicciones económicas insolubles del sistema. Bajo este punto de vista, el curso de la sociedad capitalista en su etapa tardía corta sus vínculos con las leyes expuestas por Marx y el sistema deja de ser tendencialmente explosivo en los reductos del capital monopólico. Pasó con estos presuntos teóricos revolucionarios en relación con la economía política, lo que con los astrónomos precopernicanos con la mecánica celeste:

<<...les sucedió como si alguien tomase de diversos lugares manos, pies, cabeza, y otros miembros auténticamente óptimos, pero no representativos en relación a un sólo cuerpo, no correspondiéndose entre sí, de modo que con ellos se compondría más un monstruo que un hombre...>> (Nicolás Copérnico:"La revolución en el orbe celeste", Prefacio)

En el supuesto de no estar férreamente constreñido dentro de los límites absolutos de la jornada laboral media y del tiempo de trabajo necesario, el plusvalor quedaría convertido en una variable exclusivamente dependiente de la fuerza productiva del trabajo, es decir, del flujo históricamente creciente de riqueza. Hasta el punto de compensar los efectos del aumento en la composición orgánica del capital. Tal es la premisa de la que Baran y Sweezy partieron en "El Capital Monopolista" . Si el plusvalor se puede extender al infinito, el descenso histórico tedencial de la tasa de ganancia queda en entredicho, y la burguesía de los países imperialistas tiene todo a su favor para integrar consensualmente a sus clases subalternas. La idea del "eurocentrismo" tiene su fundamento en este infundio neomarxista.

¿Quien podía sustraerse a semejante trabajo de pinza entre el stalinismo y el imperialismo? Durante bastante tiempo ninguno de los actuales componentes del GPM, desde luego. Como podrais imaginar, pues, las ideas y construcciones argumentales que habeis empleado para formular vuestras observaciones a los análisis del GPM sobre el actual conflicto yugoslavo, nos han parecido familiares.

Venimos de ahí, pero ya no estamos en eso. ¿Por qué? Pues, porque se nos ha ocurrido empezar a conocer a Marx, Engels y Lenin por lo que ellos mismos han legado a la humanidad. De ahí que en "Quienes somos" llegamos a decir que los asalariados no tenemos al enemigo enfrente sino dentro de nuestro propio movimiento y en cada uno de nosotros.

Saludos comunistas:

GPM

Junio de 1999.

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