VI

El socialismo consiste en un proceso revolucionario por medio del cual, las leyes objetivas, ciegas y anárquicas del mercado capitalista que presiden la división de la sociedad entre explotadores y explotados, así como sus consecuencias más catastróficas: las crisis y las guerras, son reemplazadas por decisiones conscientes de los productores libres asociados. La condición necesaria para la realidad efectiva de este modo alternativo racional de producción y reparto, es la abolición de la propiedad privada sobre los medios de producción. Con esta determinación, desaparece la explotación del trabajo ajeno a título privado, la explotación "por (ese) otro" del proletariado que es la burguesía y, por tanto, el capitalismo. Tienden a desaparecer también las noxas o daños sociales derivados de los desajustes permanentes entre la producción y las necesidades colectivas, que están en la lógica de la crisis, así como la cosificación de la relaciones sociales en todos los ámbitos.

Pero al subsistir la categorías "salario", "dinero" y "precios", el espíritu objetivo de la burguesía sigue vivo, enquistado en la base material o económica de la sociedad de transición, pugnando por el regreso a la sociedad capitalista. Al principio, esa tendencia regresiva se expresa en que la explotación del trabajo subsiste sólo como posibilidad abstracta en el nuevo Estado obrero ¿Por qué abstracta? Porque no están dadas las condiciones políticas para que esa tendencia regresiva, latente, se haga manifiesta, convirtiéndose en necesidad objetiva y en posibilidad real, paso intermedio entre la posibilidad abstracta de la contrarrevolución y la nueva realidad efectiva del capitalismo redivivo.

Tomando por referencia la Revolución Rusa, la posibilidad abstracta de la contrarrevolución estuvo siempre planteada desde el día siguiente a la toma del poder en octubre de 1917. En el XI Congreso del PCURS (27 de marzo-2 de abril de 1922), sumadas las consecuencias de algunos errores durante la etapa del llamado "comunismo de guerra" (1918-1920), la revolución atravesaba por enormes y diversas dificultades de orden económico y político. Dado el irrisorio número de asalariados -una isla social en un mar de campesinos- y su casi nulo nivel de instrucción, los bolcheviques se vieron precisados a mantener en sus puestos a los empleados del antiguo Estado zarista, al tiempo que las empresas capitalistas rusas convertidas en propiedad pública, aunque bajo un control obrero formal muchas de ellas siguieron realmente administradas por sus antiguos dueños, que, de burgueses, pasaron a engrosar el funcionariado estatal soviético.

Bajo semejantes condiciones agravadas por la guerra civil y la intervención extranjera, el poder obrero debió ceder ante el mal menor de conceder responsabilidades de gestión a los antiguos propietarios burgueses experimentados en la técnica de la administración en sus empresas, devenidos ahora en burócratas estatales. Dado que el conocimiento y la información es poder, los antiguos burgueses transformados ahora en gestores del flamante Estado soviético, saboteaban las funciones y competencias de los comités de fábrica, forma incipiente y solapada de expropiar el poder proletario.

Durante el XI Congreso del PCUS, Lenin insistió en la necesidad de disponer para la administración y para la organización del Estado, de hombres que dominaran la técnica del gobierno y que tuvieran experiencia económica y gubernamental, añadiendo que "hombres así sólo podemos sacarlos de la clase que nos ha precedido". En ese pasaje de su discurso de apertura al Congreso, Lenin comparó los 4.700 miembros del partido en puestos de dirección dentro de la máquina burocrática de Moscú, con el ejército de funcionarios ex empleados zaristas y burgueses reciclados a burócratas estatales. Y ante esa emergencia Lenin preguntó:

<<...¿quién dirige a quién? Me parece muy dudoso poder afirmar que los comunistas dirigen a ese gentío. Para decir la verdad, no dirigen, son dirigidos. En este caso sucede algo semejante a lo que nos relataban en nuestras lecciones de historia cuando éramos niños. Nos enseñaban: sucede que un pueblo conquista a otro; y entonces, este pueblo, el conquistador, es el vencedor. El otro, el vencido, es el pueblo conquistado. Esto es sencillo y comprensible para todos. ¿Pero qué pasa con la cultura de esos pueblos? Esto no es tan simple. Si el pueblo vencedor es más culto que el pueblo vencido, impone a éste su cultura. Pero en caso contrario, el pueblo vencido impone su cultura al vencedor. ¿No ha pasado algo parecido en la capital de la República Socialista Federativa Soviética Rusa (RSFSR)? ¿No han caído los 4.700 comunistas (casi una división completa, y todos los mejores) bajo la influencia de una cultura extraña? Es cierto, se podría tener la impresión de que los vencidos tienen un alto nivel de cultura. Nada de eso. Su cultura es miserable, insignificante, pero, sin embargo, es de un nivel más elevado que la nuestra. Por deplorable y mísera que sea, es mayor que la de nuestros dirigentes comunistas responsables, porque estos no tienen suficiente habilidad para dirigir. Los comunistas ubicados al frente de instituciones -que delegan funciones en esos hábiles saboteadores para utilizarlos como escudo- son, con frecuencia, burlados. Es una confesión muy desagradable, o, por lo menos, no muy agradable, pero que considero necesaria, pues en la actualidad, este es el nudo del problema. (...)

¿Entenderán los comunistas responsables de la RSFSR y del PCR que no saben dirigir, que ellos, que creen dirigir, son en realidad dirigidos? Si lo entienden aprenderán, porque, como es natural, este trabajo se puede aprender. Pero para aprenderlo es necesario estudiar con ahínco, y nuestra gente no lo hace. Esparcen a derecha e izquierda órdenes y decretos, pero el resultado es muy diferente de lo que quieren. >> (V.I. Lenin: Op. cit. 27 de marzo de 1922)

Así fue como el explotador burgués ruso cambió de piel adoptando la figura del burócrata estatal soviético. Dada esta condición, a partir de ese momento la posibilidad de la contrarrevolución capitalista en la URSS, de abstracta que fue entre 1917 y 1918, empezó a convertirse en real a medida que la burocracia estatal de ese país procedió paulatina y subrepticiamente a expropiar el poder político al proletariado, proceso que culminó con el encumbramiento de Stalin y su camarilla a la más alta instancia del poder partidario, lo cual facilitó la tarea de absorción del partido por el Estado soviético de tal modo burocratizado.

En realidad, lo que hizo el stalinismo al frente del PCUS, fue patrocinar la alianza entre el estamento burocrático soviético ya consolidado y la pequeñoburguesía subsistente en la URSS, contra el proletariado y a expensas de él. Desde 1917, la URSS se erigió sobre una base económica y social a medio camino entre el capitalismo y el socialismo. Este dualismo se explica por las siguientes condiciones:

a. El desarrollo de las fuerzas productivas en Rusia era aun insuficiente para que categorías económicas burguesas como los precios y el dinero empezaran a perder sentido y la nueva realidad social adquiriera un carácter socialista.

b. La producción era de tipo socialista pero las normas de reparto seguían siendo de naturaleza burguesa propiciando la diferenciación social.

c. El desarrollo económico bajo tales condiciones, fue mejorando lentamente la situación económica y social de los trabajadores, al tiempo que contribuyó a la creación de una capa social de privilegiados.

En el terreno político, este dualismo entre el carácter socialista de la producción y el remanente burgués de la distribución a instancias del mercado, se expresaba en la dualidad de poder entre la burocracia estatal que representaba la tendencia a mantener la norma del reparto desigual, por un lado, y, por otro, el PCUS hasta la muerte de Lenin, que pugnó infructuosamente por quitarle a la burocracia esa base de sustentación de sus privilegios. Una vez en el poder al interior del PCUS, el stalinismo resolvió este dualismo en favor de la contrarrevolución burguesa, consolidando las normas de reparto desigual, impuestas por la alianza entre la burocracia y la pequeñoburguesía rural a expensas del proletariado en su conjunto.

Enlazando la lucha triunfante contra el fascismo invasor, con la política del statu quo y la coexistencia pacífica respecto del imperialismo, el auge y declive del "socialismo en un solo país" estuvo determinado por la onda larga expansiva del capitalismo durante la segunda post guerra mundial y su agotamiento a principios de la década de los setenta, hasta que se fue para siempre por el sumidero de la historia con el agudizamiento de la crisis a principios de los noventa, arrastrado por la irresistible corriente privatizadora como un ya inservible epifenómeno de la ley del valor.

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